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Tabaquismo
Cesación tabáquica, Comorbilidad, Psicología positiva
 

 
Prevención de recaídas en tabaquismo. Posición subjetiva ante la cesación tabáquica
 
Cassone, Julieta Juana
Asociación Argentina de Tabacología
Fundación Foro
 

 

El tabaco es la primera causa de muerte prematura prevenible en el mundo. El consumo de tabaco es un factor de riesgo de seis de las ocho principales causas de mortalidad (OMS, 2018). Alrededor de 8 millones de personas murieron a causa de una enfermedad relacionada con el tabaco en 2017 (IHME, 2019). Se espera que el número de muertes por año siga creciendo, incluso después de que las tasas de consumo de tabaco disminuyan, porque las enfermedades relacionadas con el tabaco tardan en hacerse evidentes (López, 1994). En Argentina en los últimos años viene disminuyendo su prevalencia. La Encuesta Nacional de Factores de Riesgo de 2013 halló una prevalencia de 25,1 % en adultos mayores a 18 años (MSAL, 2013). En 2018 ese porcentaje fue de 22,2 % (MSAL, 2018). Además, la mortalidad asociada al tabaquismo asciende a 40.591 personas cada año, que representa el 13,6 % de todas las muertes ocurridas anualmente en el país (MSAL, 2018). Dejar de fumar prolonga la vida y reduce la morbilidad (Fiore, 2008).

 

Tabaquismo desde una perspectiva evolutiva

En 1988 se publicó The Surgeon General´s Report on the Health Consequences of Smoking: Nicotine Addiction que determinaba que la nicotina es una sustancia tan adictiva como la cocaína o la heroína (Kaplan, 1999). A pesar de la evidencia científica, muchos médicos, psicólogos y profesionales del área de la salud fuman (Muller, 2012). Esta conducta genera mucha culpa y vergüenza; a veces siendo motor para pedir ayuda y otras veces, aislando al fumador. Es importante en nuestro rol de psicoeducadores explicar cómo funciona el sistema de recompensa cerebral y su teoría evolutiva. Cuando el tabaco es fumado en cigarrillos, la nicotina alcanza en pocos segundos el sistema nervioso central, actuando sobre las vías dopaminérgicas del área tegmental ventral y provocando la liberación de las neuronas dopaminérgicas en el núcleo accumbens, generando un refuerzo positivo. Al mismo tiempo, la nicotina actúa sobre las vías neuronales noradrenérgicas del locus ceruleus, en el tronco cerebral; liberando noradrenalina ante la ausencia de sustancia, generando un refuerzo negativo.

El sistema límbico (donde se asientan predominantemente las emociones) se ha originado previo a la corteza pre-frontal (donde se asientan predominantemente las creencias y conocimientos), teniendo mayor influencia en la supervivencia del hombre. Es en su núcleo accumbens donde nuestros antepasados, al encontrar comida, liberaban dopamina (productora de placer, alegría), asociando el lugar con el acto de alimentación. Al poder reproducirse, liberaban dopamina en el núcleo accumbens, siendo el lugar del cerebro donde se asienta el reflejo orgásmico. Así nuestros antepasados pudieron asegurarse la supervivencia. Hoy sabemos que en este mismo centro cerebral es donde se siente el placer y la alegría, al liberarse dopamina pocos segundos luego de una pitada. Así también actúan otras sustancias psicoestimulantes como la cocaína y la heroína.

A pesar de nuestro conocimiento, la información y la evidencia con que hoy contamos (corteza prefrontal) sigue teniendo mayor predominio nuestro centro de supervivencia ancestral: el núcleo accumbens. Las emociones positivas (como la alegría) cumplen funciones que no se pueden comprender en el ambiente en que se vive hoy, pero sí en el ambiente en que aparecieron y que las ha mantenido como una ventaja: el ambiente evolucionista ancestral. Su funcionamiento actual conlleva un gran número de trastornos y enfermedades graves. Los cambios culturales y ambientales drásticos de los últimos siglos pueden volver disfuncionales a las emociones positivas y estas pueden ser evocadas por estímulos inapropiados, como sucede con la dependencia a sustancias y con el estilo sedentario de la sociedad actual. Las drogas que producen dependencia activan circuitos cerebrales y neurotransmisores muy antiguos, que tienen como funciones la señalización del placer e incentivar la conducta. Eso explica que su control voluntario sea tan difícil y que en la actualidad cree una falsa ilusión de bienestar. Por otro lado, estas sustancias son fácilmente disponibles y su uso es socialmente aceptable. No habiendo en la historia evolutiva humana un consumo equivalente al actual de este tipo de sustancias (Fernández-Abascal, 2009).

Cuando el paciente entiende su ambivalencia, comprende los daños que le ocasiona el tabaco mientras su deseo se impone, comienza la sensación de alivio y la posibilidad de trabajar en equipo con el terapeuta: dupla necesaria para encaminar con éxito la cesación tabáquica (Cassone, 2016).

Los psicoterapeutas estamos formados para ayudar a nuestros pacientes a cambiar conductas, por todo lo anterior, el tabaquismo es una patología que debemos saber manejar como tantas otras o identificar y derivar para su tratamiento.

El DSM V, Manual Diagnóstico y Estadístico de los trastornos Mentales (2014), presenta un capítulo de trastornos relacionados con sustancias, que divide en dos grupos: los trastornos por consumo de sustancias y los trastornos inducidos por sustancias. Las sustancias referidas son: alcohol, cafeína, cannabis, alucinógenos, inhalantes, opiáceos, sedantes, hipnóticos o ansiolíticos; estimulantes, tabaco, otras (o desconocidas) y juego patológico. Las 10 drogas mencionadas no son tan distintas, dado que todas actúan activando el sistema de recompensa cerebral que participa en el refuerzo de los comportamientos y producción de recuerdos. Existe evidencia de que los comportamientos de juego patológico activan los sistemas de recompensa de manera semejante a las drogas de abuso.

Se consideran dentro del grupo de los inducidos por sustancias la intoxicación, la abstinencia y otros trastornos mentales inducidos por sustancias: trastornos depresivos, trastornos de ansiedad, trastornos psicóticos, trastorno bipolar, trastornos obseso-compulsivos, trastornos de sueño (DSM V, 2014), destacando el sentido bidireccional entre el uso de sustancias y los trastornos psiquiátricos. Los pacientes con abuso de sustancias presentan una mayor vulnerabilidad a padecer trastornos psiquiátricos, y a su vez estos pacientes a consumir sustancias.

A medida que pasan los años vemos una disminución de la prevalencia del tabaquismo en la población general, sin embargo, en el grupo de fumadores actuales se presenta una mayor comorbilidad de trastornos psiquiátricos (Glassman,1993).

Los terapeutas debemos estar concientizados y tener conocimientos sobre la adicción que la nicotina genera, debido a la gran proporción de pacientes psiquiátricos que fuman.

Aproximadamente el 50% de los pacientes psiquiátricos ambulatorios fuma, el 70% de los pacientes con trastorno bipolar tipo I, y casi el 90% de los pacientes esquizofrénicos.

 

Detectar patología psiquiátrica asociada

El paciente que concurre a la entrevista de cesación tabáquica probablemente no referirá en forma espontánea sus antecedentes psiquiátricos. Por lo tanto, es muy útil en la historia clínica incluir de modo sistemático los antecedentes de tratamiento psiquiátricos previos. Muchas veces los pacientes no recibieron un tratamiento psiquiátrico pero sí fueron medicados por otro profesional de la salud, entonces también tendremos que preguntar por antecedentes psicofarmacológicos.

Actualmente es controvertido definir si el uso de sustancias adictivas es causa o consecuencia de los trastornos mentales. Pero sí vemos en la clínica su coexistencia y la constelación de problemas asociados que se encuentra en un adicto que presenta al mismo tiempo uno o más trastornos psiquiátricos.

El término de patología dual se refiere a dos diagnósticos psiquiátricos, uno de los cuales es por consumo de sustancias (Stowell, 1991). Luego, será indicado preguntar a nuestro paciente sobre tratamientos psiquiátricos actuales y/o medicación que se encuentra recibiendo. Aquí deviene la importancia de un tratamiento integrado por un equipo multidisciplinario. Por todo lo dicho anteriormente la patología psiquiátrica puede ser previa a la consulta, coexistiendo con el cuadro actual o surgir a posteriori de la cesación tabáquica. Será nuestra ocupación pesquisarla.

Desde el punto de vista epidemiológico, entre el 26% y el 90 % de los pacientes con enfermedad psiquiátrica son fumadores (dependiendo de la enfermedad psiquiátrica que se trate y la fuente de obtención del dato). Sabemos que el 60% de los pacientes con enfermedad mental son grandes fumadores, fumadores pesados o heavy smokers, esto es, fumadores que consumen 20-30 cigarrillos/día. Si bien el criterio numérico no está unificado en la variedad de estudios realizados, en el trabajo citado por Laser y colaboradores (2000) se refiere a fumadores cuyo pico de consumo es mayor a 24 cigarrillos/día.

Khantzian (1997) describió el término "automedicación" con drogas al consumo reiterado de sustancias psicoactivas para modificar estados afectivos dolorosos y/o síntomas de trastornos mentales preexistentes al abuso de las drogas. Esto ocurre al darse cuenta los pacientes del efecto que les genera, por ejemplo, el efecto estimulante que provoca la nicotina mejorando el estado de ánimo. También existen variables compartidas entre la enfermedad psiquiátrica y el tabaquismo: misma base genética, bajos ingresos, menor educación, mayor exposición a situaciones de estrés, dificultad de relacionarse socialmente, de ocupar el tiempo libre (Grantahi, 2013).

Trastornos del estado de ánimo

Es relevante destacar las propiedades psicoestimulantes que presenta la nicotina en los seres humanos, independientemente de su estado de ánimo, así como sus propiedades antidepresivas que presenta en algunas personas. A través de estudios con tomografía de emisión de positrones (TEP) se demostró que los cerebros de fumadores presentaban un 40 % de disminución de los niveles de monoaminooxidasa B (MAO B) comparados con los no fumadores o los ex – fumadores. La MAO B está implicada en la inactivación de la dopamina en la biofase. Recordemos que la dopamina está encargada de conductas de refuerzo, motivación y movimiento. Fowler (1996) propone que la reducción de la actividad de la MAO B puede producir un efecto sinérgico con la nicotina en los diversos efectos conductuales y epidemiológicos del fumador.

No se sabe el mecanismo por el cual el fumador tiene inhibida la MAO B, la nicotina no sería la responsable de la inhibición de la MAO B, sino otros componentes del cigarrillo. Así como se ha reportado en fumadores con alta dependencia, los inhibidores reversibles de la MAO A (moclobemida) facilitan la cesación tabáquica (Berlin,1995). Podemos inferir que muchos pacientes estén utilizando los efectos "antidepresivos" del cigarrillo, presentando un diagnóstico de depresión subsindrómico automedicado con cigarrillo. Estos son los pacientes que al disminuir la dosis de nicotina en sangre presentan un empeoramiento de su estado de ánimo. La incidencia de trastornos depresivos es el doble en fumadores vs. no fumadores (OMS, 2014).

En la consulta psiquiátrica diaria, los pacientes que llegan con un trastorno del estado de ánimo refieren haber exacerbado su consumo de cigarrillo desde el inicio del cuadro. Así como muchos pacientes al poco tiempo de lograr la cesación tabáquica presentan un nuevo episodio depresivo (Breslou, 2006).

Ambas patologías están estrechamente relacionadas y exigen hoy, a quienes hacemos cesación tabáquica, el diagnostico de depresión. Así como es necesario explicarle al paciente que ha realizado varios intentos por dejar de fumar y se siente frustrado, que al restablecer esta variable (depresión) seguramente será mucho más sencillo para él, no solo dejar de fumar, sino alcanzar otros objetivos en su vida que tampoco pudo resolver hasta entonces. En síntesis, debido a la frecuente asociación del tabaquismo con los síndromes depresivos, es pertinente que los profesionales que realizamos cesación tabáquica sepamos realizar diagnóstico de depresión. Para ello es recomendable el uso rutinario de herramientas de evaluación que permiten ahorrar tiempo y mejorar las decisiones de tratamiento, así como también reducir errores clínicos.

El cuestionario PHQ-2 permite evaluar con solo dos preguntas la posibilidad de depresión en nuestros pacientes con una sensibilidad del 83% y una especificidad del 92% (Kroenke, 2003). Ambas preguntas deberían estar incluidas en forma rutinaria en las historias clínicas de los profesionales que realizamos cesación tabáquica. Se puede realizar antes de que ingrese el paciente, en la sala de espera; y si da positivo pasar a evaluaciones más intensivas. Las preguntas son las siguientes:

¿Durante las dos últimas semanas con qué frecuencia le han molestado los siguientes problemas?

1- ¿Tener poco interés o placer por hacer las cosas?

2- ¿Sentirse desanimado, deprimido, sin energía o sin esperanza?

El paciente puede presentar una puntuación de: 0, 1, 2 ó 3 para cada pregunta. Con puntaje de 3 o más se encontraría bajo los porcentajes de sensibilidad y especificidad referidos. Este cuestionario ha sido validado en 6000 pacientes. Si detectamos un posible cuadro de depresión, se deberá hacer un diagnóstico en profundidad. Recordemos que la comorbilidad depresión-ansiedad oscila entre el 50-75% (Hirschfeld, 2001). A su vez, la comorbilidad psiquiátrica influye negativamente en la prevalencia, el pronóstico y el tratamiento de la enfermedad depresiva; implica tratamientos más prolongados, más probabilidad de resistencia al tratamiento y un progreso terapéutico más lento (Dunlop, 2008).

El paciente que consulta por cesación tabáquica puede estar eutímico (ánimo estabilizado) y haber presentado antecedentes depresivos. Es importante recordar que estos pacientes presentan alto grado de dependencia, menores tasas de cesación tabáquica, mayores tasas de recaída y síndromes de abstinencia nicotínicos más graves (Glassman,1990).

Es importante que el profesional que acompañe a estos pacientes en la cesación tabáquica pueda trabajar en equipo con el psiquiatra tratante, chequeando la compensación del paciente (Cassone, 2018).

La cesación tabáquica ha sido y muchas veces es aún desestimada por parte de los médicos tratantes. A pesar de que la evidencia demuestra que los tabaquistas presentan una expectativa de vida 20 años menor que los fumadores que no presentan trastornos psiquiátricos, gran parte debido al tabaquismo de alta dependencia nicotínica (Brown, 2000). Los profesionales de salud mental tenemos una cuenta pendiente en priorizar la cesación tabáquica, junto con dietas saludables y ejercicios físicos en los pacientes.

Trastorno de Ansiedad

La creencia que el fumar alivia la ansiedad es generalizada (Fidler, 2009). Esta creencia contrasta con la evidencia que demuestra que el tabaquismo es una de las causas del mantenimiento del trastorno de pánico y un factor de riesgo para desarrollarlo (Breslau, 2004; Feldner, 2007; Zvolensky, 2005).

Los fumadores con vulnerabilidad al pánico tienden a percibir la idea de dejar de fumar como una experiencia más dificultosa y amenazante ( Zvolensky, 2007). Los síntomas de abstinencia a la nicotina que se experimentan durante los intentos de cesación los refieren más intensos (Zvolensky, 2005) y fuman para evitar el afecto negativo (Zvolensky, 2012). La sensibilidad a las sensaciones corporales tiene relación directa con una mayor probabilidad de recaídas. Tanto el tabaquismo como el pánico operan de manera bidireccional (Zvolensky, 2005). Sin embargo, la ansiedad disminuye al aliviar los síntomas de abstinencia. Actualmente fumar es un factor de riesgo para desarrollar síntomas de ansiedad ( Kassel, 2003). Si bien el tabaco causa ansiedad, genera la idea de que la alivia al revertir los síntomas de abstinencia (Hajek, 2010). Recordemos los síntomas de abstinencia a la nicotina según los criterios diagnósticos del DSM V: irritabilidad, insomnio, ansiedad, aumento del apetito, dificultad para concentrarse, intranquilidad, estado de ánimo depresivo. Dichos síntomas generan un refuerzo negativo impulsando al fumador a paliarlos con más nicotina.

Es muy importante poder explicarles a los pacientes cómo funciona el refuerzo negativo, así como ir demostrándoles a medida que avanza el tratamiento (con escalas que midan ansiedad) cómo la ansiedad disminuye a medida que disminuye su dependencia química a la nicotina (Cassone, 2015).

La creencia de que fumar alivia los síntomas de ansiedad impide a muchos fumadores tomar la determinación de realizar un intento de cesación tabáquica, y que los profesionales de la salud lo recomienden (Praveen, 2009).

Pensar que la nicotina es ansiolítica es particularmente perjudicial para los tabaquistas que presentan trastornos psiquiátricos, que probablemente recibirán menos ayuda para lograr la cesación tabáquica (Camion, 2008). Más notable aún resulta el hecho de que, a pesar de la evidencia científica, muchos profesionales también creen que el fumar es ansiolítico y que mejora el humor.

 

Conclusión

Muchos son los beneficios que obtienen nuestros pacientes al lograr la cesación tabáquica. Afortunadamente la salud mental también los recibe. Hoy contamos con numerosos estudios que respaldan y motivan a los profesionales a indicar la cesación tabáquica a sus pacientes. Para los pacientes psiquiátricos lograr la cesación tabáquica será una motivación más para mejorar su salud mental. Los pacientes que no presenten comorbilidad psiquiátrica, también obtendrán beneficios en su salud mental (Taylor, 2014). La mayoría de los ex fumadores reportan sentirse felices de haber podido dejar de fumar (Shahab & West, 2009), contrariamente a la idea que mucha gente tiene y le impide tomar la decisión. Los pacientes de hoy conocen los daños que produce el tabaco, es deber nuestro poder ayudarlos a transformar las emociones de culpa y vergüenza en el orgullo auténtico del logro.

 

Posición subjetiva ante la conducta de fumar: aportes de la Psicología Positiva

Los pacientes fumadores se encuentran ante una noxa que no sólo tiene un altísimo poder adictivo químico sino también psicológico y social. Se considera que el 70% de los tratamientos más intensivos para dejar de fumar fracasan antes de transcurrir un año. La combinación de tratamiento farmacológico con otras intervenciones no farmacológicas ha mostrado mejorar el éxito de la cesación tabáquica (CT). Actualmente la posibilidad de tener acceso a fármacos de primera línea en CT permite mejorar las posibilidades de éxito, pero aún siguen siendo bajas (Herd, 2009; Rigotti, 2009). A pesar de la gran utilidad de los programas cognitivo-conductuales actuales para CT, las recaídas continúan siendo altas y la necesidad de desarrollar instrumentos que agudicen los diagnósticos y tratamientos resulta imperiosa. Con lo anterior en mente, surgió como principal objetivo desarrollar un instrumento para evaluar las diferentes posiciones subjetivas ante la conducta de fumar. La función del instrumento sería la de clasificar a nuestra población fumadora en tres posiciones subjetivas, con el fin de diseñar tratamientos específicos para cada grupo y así lograr una disminución de las recaídas en la CT. El trabajo fue realizado por Cassone, Regalado y Müller (2014) y apoyado por la Fundación Foro para la Salud Mental.

Para dicho efecto se establecieron los siguientes objetivos secundarios: 1) investigar cuánto y cómo incide el orgullo auténtico en la cesación tabáquica; 2) conocer si las personas que decidieron y lograron dejar de fumar presentan orgullo auténtico respecto a esta conducta; 3) evaluar su valor predictivo y estimar el porcentaje de fumadores y ex fumadores que desarrollaron esta emoción auto-consciente; 4) investigar al orgullo hubrístico como posible causa de fracaso terapéutico y de recaída. Existen diversos factores que sostienen la conducta de fumar, tales como el nivel de dependencia, educación formal (Separ, 2010), nivel socioeconómico, edad, sexo e incluso la sociedad en la que la persona está inmersa. Asimismo, se observan creencias que influyen en mantener la conducta o dejarla. Principalmente se ha observado que todo fumador tiene una posición subjetiva sobre el acto de fumar y que, en buena medida, estas ideas determinarán su conducta. Consideramos que lograr los objetivos propuestos posibilitaría estructurar intervenciones adaptadas a cada individuo y aumentar la efectividad del proceso de dejar de fumar tras conocer su posición subjetiva.

 

Fundamentos teóricos

El tabaquismo es una enfermedad adictiva sostenida por una triple dependencia: química, psicológica y social. Su tratamiento consiste en el uso de fármacos de primera línea asociados a intervenciones no farmacológicas, siendo la terapia cognitivo conductual (TCC) la que ha mostrado mayor efectividad. Hay evidencia de que la psicología positiva (PP), mediante el desarrollo de las fortalezas humanas, permite a los individuos superar situaciones críticas y vivir con el máximo potencial del que dispone (Peterson & Seligman, 2004; Castro Solano, 2010) . Las emociones positivas se vinculan con una ampliación de las posibilidades de atención, cognición y acción; y mejoran recursos físicos, intelectuales y sociales. La práctica clínica de la cesación tabáquica (CT) sugiere que todo fumador tiene una posición subjetiva sobre el acto de fumar y que de ella depende su conducta. Identificar esa posición permitiría realizar intervenciones adaptadas y personalizadas que harían más efectivo el proceso de dejar de fumar. Durante la CT emociones positivas y negativas facilitan o dificultan el proceso de dejar de fumar así como el de volver a hacerlo (recaída). El orgullo es una emoción positiva auto-consciente capaz de motivar el desarrollo personal.

A partir del sentimiento de orgullo desarrollamos una teoría sobre la conducta de fumar en la que proponemos identificar los siguientes tres conceptos:

-Posición de orgullo auténtico (POA): la POA es la posición de la persona que valora, cuida y festeja el logro de haber dejado de fumar atribuyéndolo a su esfuerzo.

-Posición de orgullo hubrístico (POH): la POH es la de quien festeja el logro de haber dejado de fumar atribuyéndolo a su capacidad.

-Posición nostálgica (PN): la PN es la posición de la persona que, habiendo dejado de fumar, recuerda con placer el acto de fumar sin tener presente el sufrimiento que implicaba.

Emociones positivas

Según Fredrickson (2001, 2009) las emociones positivas tienen un objetivo evolutivo. Permiten la ampliación de nuestros recursos físicos, intelectuales y sociales haciéndolos más duraderos, permitiendo desarrollar reservas que estarán disponibles ante futuras adversidades. Cuando una persona presenta emociones positivas mejora la amistad, las relaciones amorosas y tiene más probabilidades de prosperar. Una emoción positiva induce una actitud mental expansiva, tolerante y creativa. Dentro de las emociones positivas autoconscientes tenemos al orgullo. El orgullo florece tras un logro, tras haber invertido esfuerzo, desarrollado habilidades y, además, haber tenido éxito. Surge de un mérito valorado socialmente. Genera el impulso de compartir los éxitos con los demás. El orgullo es expansivo, despierta éxitos mayores en terrenos semejantes y se tiene más probabilidades de perseverar en tareas difíciles desarrollando un rol motivador (Williams, 2009).

Las emociones autoconscientes

Lewis (2000) propone un modelo estructural de las emociones autoconscientes en el cual es posible entender las características fundamentales de cada una de ellas a partir de dos variables básicas: la evaluación de la propia conducta como positiva o negativa y la atribución interna global o específica de dicha conducta. A partir de este modelo, Lewis distingue cuatro emociones autoconscientes: la vergüenza, la culpa, el orgullo y el hubris. El orgullo surge cuando la persona realiza una evaluación positiva centrada en una acción concreta y, por lo tanto, específica. El hubris sería el resultado de una evaluación positiva del yo de carácter global.

Tracy y Robins (2003, 2008) demostraron que el orgullo es una expresión universal y que ha evolucionado con fines sociales, como mantener el estatus individual y reforzar la unión del individuo al grupo social. La emoción de orgullo produce placer y refuerza socialmente la conducta que lo provocó (p. ej., el logro, el cuidado, el altruismo). Esto coincide con las teorías que argumentan que la autoestima es un barómetro social y que informa a los individuos si son aceptados. El orgullo puede funcionar como un mecanismo afectivo a través del cual el individuo adquiere una mayor autoestima realizando los éxitos valorados socialmente.

Siguiendo a Paul Ekman (1969), Lewis formuló hipótesis sobre las dos variantes del orgullo. En el orgullo hubrístico la atribución de éxito es interna, global y estable. Se atribuye el logro a la capacidad propia, lo cual aumenta la probabilidad de que se presenten sentimientos de superioridad. En contraste, el orgullo auténtico está orientado al logro, resultando de la atribución interna, específica y variable. Es posible que el desarrollo de la posición de orgullo auténtico (POA), como parte del tratamiento de CT, aporte recursos para todas las etapas del proceso. El orgullo surgido por el logro de dejar de fumar debe ser valorado por el fumador en términos de reflexión introspectiva para aprovechar al máximo los fenómenos de perseverancia y ampliación vinculados a este sentimiento autoconsciente. El orgullo de haber dejado de fumar será expresado al entorno, pudiendo cumplir con el rol de reforzador social de la actitud (Cassone y Müller, 2011).

Aaron T. Beck, desde la terapia cognitiva, afirmó que la emoción es siempre generada por la cognición y no al revés. Por lo tanto, el pensamiento y la interpretación de cada desafío serán de suma importancia en el proceso de obtener el logro: poder lograr la gratificación de no fumar. Muchos autores consideran que algunos fumadores muestran "exagerada auto-eficacia" (Borland, 2005; Dijkstra, 2003), la cual asocian con un incremento en la probabilidad de recaída. Asimismo, señalan la importancia de las creencias de los ex fumadores sobre la posibilidad de recaídas. Las creencias podrían incrementar el riesgo de recaer independientemente de la cantidad de años de abstinencia. Algunas personas luego de la CT desarrollan una posición nostálgica (PN). Sonja Lyubomirsky (2008) define la nostalgia como: "el recuerdo al que le han quitado el dolor". En muchas situaciones puede ser beneficiosa, pero en las personas que han logrado la CT puede actuar como una trampa, olvidando la dependencia y el sufrimiento encerrado en el tabaquismo. Consideramos importante identificar esta posición luego de la CT, dado que las creencias que la sostienen podrían predisponer a la recaída.

 

Método

Procedimiento

La investigación realizada en torno a los objetivos del estudio es de tipo transversal en población general. Participaron con consentimiento informado un total de 863 personas residentes en Argentina. La muestra fue recolectada de forma "accidental", convocando a población general a través de una encuesta digital, la cual fue enviada mediante correo electrónico y página web a bases de datos de universidades, centros y asociaciones de profesionales de salud general y salud mental, así como a conocidos y allegados en el ámbito familiar, social y profesional de los investigadores. Los criterios de inclusión establecidos fueron aceptar voluntariamente responder el cuestionario, ser mayor de 16 años de edad y residir en Argentina. Se realizaron pruebas paramétricas (de correlación y varianza) para el análisis estadístico, estableciendo el grado de significación en p<0,05. El procesamiento de los datos se realizó con el programa Statistical Package for the Social Sciences (SPSS) versión 16.0.

Instrumentos

La encuesta fue estructurada en tres secciones. La primera recoge datos sociodemográficos. En la segunda se realiza un cribado de las categorías sobre el acto de fumar establecidas por la OMS (1997). La tercera sección está conformada por el instrumento de evaluación elaborado ad hoc para los objetivos del estudio, el cual valora las posiciones subjetivas sobre el acto de fumar: posición de orgullo auténtico (POA), posición de orgullo hubrístico (POH) y posición nostálgica (PN). Los detalles de la segunda y tercera sección se describen a continuación.

Criterios de la Organización Mundial de la Salud

Los criterios de la OMS sobre el acto de fumar clasifican al sujeto en 7 categorías: 1) Nunca fumador: persona que nunca probó fumar, ni siquiera una pitada; 2) Fumador: persona que fuma al momento de la encuesta y que fumó más de 100 cigarrillos (cig.) – 20 pipas o 20 cigarros en toda su vida; 3) Experimentador: persona que fuma al momento de la encuesta y que fumó menos de 100 cig.- 20 pipas o 20 cigarros en toda su vida; 4) Ex fumador: persona que No fuma al momento de la encuesta y que fumó más de 100 cig.- 20 pipas o 20 cigarros en toda su vida; 5) Cesador reciente: persona que fumó más de 100 cig.- 20 pipas o 20 cigarros en toda su vida y que lleva menos de seis meses de CT; 6) No fumador: persona que nunca fumó o que es un ex fumador; 7) Población general: no fumador (nunca fumador y exfumador) más fumador más experimentador.

Cuestionario "Posición subjetiva sobre el acto de fumar"

(Custodia de Obra Inédita Exp.5088391)

El cuestionario se elaboró en base al marco teórico presentado con anterioridad. Es un instrumento de evaluación conformado por 45 ítems con puntuación de escala tipo Likert (desde 1 – "nada de acuerdo" a 4 - "completamente de acuerdo"). El instrumento fue estructurado para valorar las tres posiciones subjetivas: posición de orgullo auténtico, posición de orgullo hubrístico y posición nostálgica. Cada una es evaluada con 15 ítems intercalados, conformando así un instrumento de 45 preguntas {ver anexo 1}.

 

Resultados

Se obtuvo una muestra de 863 personas, la mayoría mujeres, con una media de 42 años aproximadamente. De la totalidad de la muestra encontramos que, en términos generales, un porcentaje minoritario fumaba al momento de realizar la encuesta (26,5%) y el resto

no fumaba (73,5%). Bajo los criterios de la OMS en relación al acto de fumar la muestra se divide en: fumador (25,3%), experimentador (1,2%), exfumador (30,8%), cesador reciente (4,8%), y nunca fumador (37,9%). Para las personas que indicaron fumar en la

actualidad o haber fumado en el pasado, la edad de comienzo es de 16,5 años (d.t.=3,34).

El fumador actual

Al analizar las características sobre el acto de fumar encontramos que 62,8% de los fumadores quiere dejar de fumar; el resto no contempla la cesación tabáquica como una opción al momento de completar la encuesta. Esto implica que, de los fumadores actuales, el 37,2% se encuentra en pre-contemplación (no considera dejar de fumar), el 36,8% en contemplación (dispuesto a dejar en los próximos 6 meses) y el 26% está preparado para dejar de fumar. Gran parte de los fumadores (65,6%) fuma antes de haber pasado 30 minutos de despertar; lo cual indica un nivel de dependencia alto. El resto (34,4%) fuma después de 30 o 60 minutos de haber despertado; indicando un nivel de dependencia bajo. Encontramos que la mitad de los fumadores indica que puede dejar de fumar sin ninguna ayuda (50,5%), mientras que los demás consideran necesitarla. De los que alguna vez intentaron dejar de fumar, más de la mitad lo hizo solo, es decir, sin asistencia profesional (76,4%), el resto indicó haber dejado de fumar con la ayuda de tratamiento psicoterapéutico y fármacos (12,1%) u otro método (11,4%). En muy pocos casos dejaron de fumar con la ayuda de acupuntura, dieta o láser (0,1%). La caracterización de la muestra se describe en la tabla 1 {ver tabla 1}.

 

Análisis

El análisis se efectuó con pruebas paramétricas controlando la normalidad en la distribución de la muestra. Primero, se realizaron análisis descriptivos para obtener la caracterización de la muestra. Más adelante se exploraron relaciones entre variables y diferencias de medias con análisis de correlación y de varianza, utilizando el programa SPSS, versión 16. Se aplicaron análisis post hoc para identificar diferencias específicas

entre grupos. La significación estadística se estableció en p<0,05. El análisis fue realizado en relación a las hipótesis planteadas.

Fumadores /No fumadores

Para explorar las posiciones subjetivas de la muestra y su relación con diferentes variables, se excluyó a aquellas personas que nunca han fumado. Se calcularon las medias y desviaciones típicas de los fumadores o ex fumadores (n=523) de cada posición subjetiva. Es importante mencionar que de cada posición se puede obtener una puntuación de 0 a 60, cuanto más alta es la puntuación, mayor es la identificación con esa posición subjetiva. La media con mayor puntaje fue la de la posición de orgullo auténtico (POA) (m=52,46; d.t.=6,8), seguida por la posición de orgullo hubrístico (POH) (m=19,84; d.t.=9,49) y, finalmente, la posición nostálgica (PN) (m=17,85; d.t.=11,9).

Fumar a lo largo del tiempo

Se exploraron algunas características del acto de fumar y su relación con la posición subjetiva, con los años de fumador, la edad y el nivel de dependencia. Se utilizaron análisis correlaciónales de Pearson (r) y de varianza (ANOVA). Comprobamos que cuantos más años lleva una persona sin fumar, mayor es su POA y menor la POH y PN (r=0,174; p=0,000 / r=-0,112; p=0,001 / r=-0,69; p=0,042, respectivamente). También encontramos que cuantos más años se lleva fumando, mayor es la identificación con la POA (r=0,146; p=0,03) y con la PN (r=0,194; p=0,004). Además, cuantos más años lleva fumando un sujeto, mayor es su nivel de dependencia (r=0,301; p=0,004). Incluso, la edad de la persona influye en el nivel de dependencia, las personas con alta dependencia son significativamente mayores en edad que los que tienen un nivel bajo de dependencia (t (187) = 0,515; p=0,023). Al analizar por grupos etarios (entre 16-24, entre 25-40 y de 41 en adelante), encontramos que la PN es significativamente mayor en personas mayores de 41 años, en comparación con los grupos más jóvenes (F=3,519; p=0,03). No se encontraron diferencias significativas por grupo etario en las demás posiciones. La edad tampoco mostró relación significativa con la contemplación o no contemplación de dejar de fumar.

Cesación Tabáquica (CT)

Aplicando pruebas t para grupos independientes se analizaron las posiciones subjetivas en relación con lo que implica dejar de fumar. Al momento de la encuesta 229 eran fumadores. La mayoría de ellos (65,9%) habían intentado dejar de fumar por lo menos una vez, el resto, no. Evaluamos si existían diferencias en la posición subjetiva, nivel de dependencia y disposición para dejar de fumar entre los fumadores con intentos de CT y los fumadores sin intentos de CT. No se detectaron diferencias estadísticamente significativas. De los que fuman en la actualidad, las personas que creen poder dejar de fumar solos muestran una POH mucho mayor que los que indican necesitar ayuda (m=32,06; d.t.=8,02 y m=35,8; d.t.=29,05, respectivamente) (t(253)=3,063; p=0,002). En cambio, los que necesitan ayuda presentaron una PN significativamente más elevada que los que indican poder solos (m=35,8; d.t.=9,1 y m=28,3; d.t.=10,05, respectivamente) (t(251)=- 6,216; p=0,000). Sin embargo, al buscar diferencias entre quienes ya dejaron de fumar vemos que los que lo hicieron sin ayuda presentan un orgullo auténtico (POA) mucho mayor que los que requirieron ayuda de tratamientos para hacerlo (t(305)=2,292; p=0,023). Asimismo, exploramos si la posición subjetiva difiere entre los fumadores actuales que han intentado en el pasado dejar de fumar y los que no lo han intentado; no se detectaron diferencias estadísticamente significativas.

Con análisis de varianza se buscaron diferencias en la posición subjetiva de los fumadores actuales en función de la clasificación de Prochaska (1982). En esta clasificación se considera preparados a los que están dispuestos a dejar de fumar en los próximos 30 días, en contemplación a quienes quieren dejar en los próximos 6 meses y en pre-contemplación a los que no quieren dejar de fumar. Encontramos que las tres posiciones subjetivas varían en función de la disposición de las personas a dejar de fumar (POA: F=12,97; p=0,000 / POH: F=6,25; p=0,002 / PN: F=8,6; p=0,000). Con análisis post hoc detectamos dónde se encuentran las diferencias. Respecto a la POA, quienes están preparados puntúan significativamente más alto que los que están en contemplación y estos, a su vez, puntúan más alto que los que están en pre-contemplación. En cuanto a la POH, los que no están dispuestos a dejar (pre-contemplación) muestran un orgullo hubrístico más elevado que quienes están en contemplación o preparados. Finalmente, la PN es mucho mayor en los que están preparados y los que están contemplando dejar, a diferencia de los que no piensan dejar de fumar. Los detalles estadísticos se detallan en la tabla 2 {ver tabla 2} y se expresan en la figura 1 {ver figura 1}.

Relación entre la posición subjetiva y el acto de fumar

Con análisis de varianza evaluamos el impacto que el acto de fumar tiene sobre cada posición subjetiva. Es decir, si ser fumador, ex fumador o cesador reciente influye sobre la posición subjetiva con la que las personas se identifican {Ver Nota de autor}. Los resultados muestran, efectivamente, que el acto de fumar tiene impacto en las tres posiciones (POA, POH y PN; F=17,13; p=0,000 / F=154,9; p=0,000 / F=154,9; p=0,000, respectivamente). Las comparaciones post hoc, utilizando la prueba de Tukey, indican que el ex fumador y el cesador reciente muestran una POA más elevada que el fumador. Por el contrario, el fumador muestra una POH mucho mayor que los ex fumadores y cesadores recientes. Los estadísticos se describen en la tabla 3 {ver tabla 3} y en la figura 2 {ver figura 2}.

 

Conclusiones

Los resultados muestran que, efectivamente, las tres posiciones tienen impacto en el acto de fumar. El ex fumador y el cesador reciente muestran una posición de orgullo auténtico (POA) significativamente más elevada que el fumador. Por el contrario, el fumador actual muestra una posición de orgullo hubrístico (POH) mucho mayor que los ex fumadores y cesadores recientes. Se encontró que la POA representaría una fortaleza en el proceso de la CT. Es decir, incrementa las posibilidades de éxito, potencia la capacidad de mantenerse sin fumar a largo plazo y aumenta la disposición de dejar de fumar. Por otro lado, se mostró que las posiciones POH y posición nostálgica (PN) actuarían posiblemente dificultando el proceso de dejar de fumar y facilitando la recaída. Encontramos que las tres posiciones subjetivas varían en función de la disposición de las personas a dejar de fumar, la POA y PN muestran un claro impacto en querer cesar y POH muestra sólo una tendencia. Incluso, en los fumadores en pre-contemplación, prevalece la posición POH. Se puede concluir que las hipótesis planteadas para el estudio fueron comprobadas, habiendo encontrado que la POA representa una fortaleza en el proceso de la CT, ya que se muestra asociada a la disposición de los fumadores a dejar de hacerlo y, contrariamente, la POH y PN actuarían dificultando la CT y facilitando la recaída. Además, se observó que la POH prevalece en los pre-contempladores, grupo que no ve la enfermedad del tabaquismo como un problema para su salud. Si contextualizamos los hallazgos dentro de la utilidad que proporcionan para la CT descubrimos lo siguiente: la persona que logra la CT identificándose con la POH festejará su logro sin poder cuidarlo, dado que está basado en la creencia omnipotente de poder dominar al tabaco gracias a su capacidad. La POH se convierte en un riesgo y vulnerabilidad para quien ha dejado de fumar. La POH implica que la persona no ha realizado un aprendizaje necesario para poder vivir sin fumar, y continuará minimizando el daño del tabaco y el poder adictivo de la nicotina. Es importante desarrollar futuros trabajos con intervenciones específicas dirigidas hacia potenciar el desarrollo de una posición subjetiva de orgullo auténtico (POA) mediante el aprendizaje. Con una herramienta de evaluación validada será posible estudiar las posiciones subjetivas con mayor precisión. De tal modo, podremos analizarlas como posibles factores predictores de éxito o fracaso de la CT y desarrollar tratamientos cognitivo-conductuales orientados a estimular el orgullo auténtico.

Consideramos que la limitación principal de este estudio tiene que ver con la creación de novo del instrumento, siendo este trabajo la única experiencia con el mismo. Asimismo, al tratarse de un estudio exploratorio, la muestra poblacional, de ser representativa, lo sería de un sector de determinado estrato socio-económico, considerando que para participar al estudio debía tenerse acceso a internet. El presente estudio ha sido un paso inicial hacia la validación de un instrumento que permita identificar las tres posiciones subjetivas en relación al acto de fumar. Con una herramienta de evaluación será posible estudiar las posiciones subjetivas con mayor precisión y analizarlas en relación a diversas variables. De tal modo podremos analizarlas como posibles factores predictores de éxito o fracaso de la CT y desarrollar tratamientos cognitivo-conductuales orientados a estimular el orgullo auténtico.

 

Nota de autor

La categoría de experimentador se excluyó para este análisis debido al reducido número de sujetos (n=9). No obstante, se expone en el gráfico para mostrar la tendencia del experimentador en caso de que fuera estadísticamente significativo.

 

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10ma Edición - Junio 2023
 

 
 
Figura 1
 
 
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