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Gerontología
Comunicación, Demencia, Envejecimiento
 

 
Envejecimiento, demencia y comunicación. Un enfoque psicosocial
 
Millán, Cecilia
Universidad de Buenos Aires (UBA)
Sociedad Argentina de Gerontología y Geriatría
 

 

"Fue un gran error poner el acento solo en la capacidad de autonomía y de racionalidad de la persona con demencia. El ser persona debería estar más ligado estrechamente a los sentimientos, las emociones y a la capacidad de vivir en relación con otros, ámbitos en los cuales las personas con demencias son altamente competentes"

Stephen Post "The moral challenge of Alzheimer´s disease" (1995)

 

Introducción

El envejecimiento poblacional mundial es un reto y un desafío para las políticas públicas de salud en todo el mundo. Gracias a los avances en medicina, la prevención y la detección temprana de ciertas enfermedades nos encontramos frente a una población cada día más longeva.

Hoy la vejez se presenta como una etapa más en la vida de las personas, con una mirada más optimista y menos patogénica. El viejismo, definido como el conjunto de prejuicios, estereotipos y discriminaciones que se aplican a las personas mayores exclusivamente en función de su edad (Butler, 1969), ya sea explícito o implícito, queda en evidencia, a diferencia de años atrás en los cuales era solo tendencia.

La vejez propone desafíos, proyectos, nuevos vínculos, nuevas oportunidades, muchas de las cuales hubieran sido impensadas e inimaginables. Pero, a pesar de todo, el paso del tiempo continúa siendo el mayor factor de riesgo para la aparición de determinadas patologías, algunas de ellas irreversibles, para las cuales deberíamos ser más conscientes y estar más preparados. El envejecimiento puede producir que una persona mayor enlentezca la marcha, altere su capacidad de concentración, su vocabulario, sus funciones ejecutivas y otras cuestiones, pero quizás se evidencie cierto declive cognitivo. Si el declive cognitivo avanza puede transformarse en deterioro cognitivo y en algunos casos evolucionar hacia la demencia.

Cuando nos referimos a las demencias es importante conocer y saber cuáles son, ya que la más conocida pero no la única es la Enfermedad de Alzheimer. Y si de demencias hablamos nos surge inmediatamente la idea de la pérdida de memoria. Pero no es éste sino uno de los tantos síntomas que pueden o no presentarse.

Trabajar con y para las personas con demencias implica una tarea casi artesanal en el campo de la salud, y en lo asistencial, ya sea para quienes ejercen el cuidado formal o informal de estas personas como para los profesionales mismos. Muchas veces nos comprometemos a brindar calidad de vida sin poder identificar a que nos estamos refiriendo con ello.

Uno de los aspectos más importantes a considerar para trabajar con personas con deterioro cognitivo y demencia es la comunicación. Ahora bien: ¿qué sucede en las personas con demencias cuando quizás quieren comunicarse y no pueden porque no recuerdan la palabra, por una afasia o simplemente porque nadie los escucha? ¿Las personas con demencias se comunican solamente hablando?

 

Envejecimiento y cognición

Se define al envejecimiento como un proceso dinámico, progresivo e irreversible en el que intervienen múltiples factores biológicos, genéticos, psicológicos y socio ambientales.

Al respecto la Organización Mundial de la Salud (2022) nos dice que:

-Entre 2015 y 2050 el porcentaje de los habitantes del planeta mayores de 60 años casi se duplicará, pasando del 12% al 22%.

-En 2020, el número de personas de 60 años o más superó al de niños menores de cinco años.

-En 2050, el 80% de las personas mayores vivirá en países de ingresos bajos y medianos.

-El ritmo de envejecimiento de la población es mucho más rápido que en el pasado.

-Todos los países se enfrentan a retos importantes para garantizar que sus sistemas de salud y de asistencia social estén preparados para afrontar ese cambio demográfico.

Si consideramos que una de las características que definen esta etapa de la vida es la heterogeneidad, es importante conocer cuáles son los factores diferenciales entre lo que se denomina envejecimiento normal y envejecimiento patológico, principalmente desde los aspectos biológicos, psicológicos y sociales.

En el envejecimiento normal, o lo que sería un envejecimiento saludable, encontramos que en cuanto al aspecto biológico hay sincronismo del envejecimiento de órganos, los procesos patológicos se encuentran diagnosticados y tratados, y no hay hospitalización frecuente. En cuanto a lo psicológico, observamos que puede haber declive o deterioro en algunos procesos cognitivos, existe un buen afrontamiento del stress y hay un sentido optimista de la vida. Y sobre lo social notamos que existe la sustitución o evolución de roles, el apoyo social, la autonomía, y las discrepancias generacionales.

En cambio, en el envejecimiento patológico encontramos que, desde lo biológico, se evidencia un deterioro prematuro y no sincrónico de órganos, surgen procesos patológicos descompensados, y la hospitalización es frecuente. Sobre lo psicológico surge la pérdida progresiva o irreversible de procesos cognitivos, hay un fallido afrontamiento del stress y encontramos menoscabado el autoconcepto o la autovaloración, en sintonía con el surgimiento de sentimientos de desesperanza, pérdida de deseo y optimismo. Y en cuanto a lo social, se transita patológicamente la pérdida de roles o vínculos, no hay red de apoyo social, predominando el aislamiento, y surge la dependencia, la inactividad y los conflictos generacionales.

Cabe hacer mención de que ninguno de los dos tipos de envejecimiento es lineal y que pueden compartir características, visto que además dependen mucho del entorno en que esa persona mayor transita la vejez y los recursos con los que cuenta.

Para poder determinar el estado de salud integral de una persona mayor es fundamental la consulta con un médico geriatra o con un equipo interdisciplinario especializado en gerontología. Muchas veces y con la mejor intención, pero sin conocimientos suficientes, encontramos que se sub diagnostican enfermedades o se subestiman síntomas. Es de suma importancia conocer y tratar con especialistas que puedan establecer un buen diagnóstico diferencial, para poder tratar a tiempo las enfermedades que puedan presentarse en esta etapa de la vida y trabajar sobre la prevención, pero por sobre todas las cosas con un panorama preciso y claro. Aún seguimos escuchando términos como "demencia senil" o "arterioesclerosis", cuando sabemos que son conceptos que no definen ni nombran ninguna enfermedad. Como así también profesionales que definen la enfermedad en función de la edad de la persona que consulta. La mirada viejista lamentablemente sigue presente, no solo en la comunidad en general sino también en los profesionales que deberían saber, más allá del expertise de cada uno, que las cosas que les suceden a las personas mayores ya no son "propias de la edad". Ese prejuicio viejista no solo limita la posibilidad de un tratamiento eficaz, sino que también puede llegar a funcionar como un disparador de un estado anímico no deseado en la persona mayor, como así también un gran sentimiento de desesperanza en su entorno, porque "ya no hay nada más que hacer". Como profesionales de la salud ir más allá de ese prejuicio es el primer gran paso para comenzar a otorgar la tan mencionada "calidad de vida" que solemos promover.

Durante el proceso de envejecimiento encontramos muchas veces lo que se denomina "declive cognitivo": un leve descenso en las funciones cognitivas que no afectan la calidad de vida de la persona. Este declive puede avanzar hacia lo que se denomina "deterioro Cognitivo": la memoria se encuentra alterada pero las actividades de la vida diaria se encuentran preservadas. Si evoluciona el deterioro y afecta la funcionalidad de la persona y sus actividades de la vida diaria, entonces podemos comenzar a pensar en una "demencia". La más conocida es la Enfermedad de Alzheimer, con más de 50 millones de casos en el mundo, un caso nuevo diagnosticado cada tres segundos y diez millones de casos nuevos por año (Alzheimer´s Disease International [ADI], 2019).

Sobre esto el ADI (2019) nos informa que:

-casi el 80% del público en general está preocupado por desarrollar demencia en algún momento y 1 de cada 4 personas piensa que no hay nada que podamos hacer para prevenir la demencia;

-el 35% de los cuidadores en todo el mundo dijeron que habían ocultado el diagnóstico de demencia de un miembro de la familia;

-más del 50% de los cuidadores de todo el mundo dicen que su salud ha sufrido como resultado de sus responsabilidades de cuidado, incluso mientras expresan sentimientos positivos sobre su papel;

-casi el 62% de los proveedores de atención médica en todo el mundo piensan que la demencia es parte del envejecimiento normal;

-el 40% del público en general piensa que los médicos y las enfermeras ignoran a las personas con demencia (ADI., 2019).

 

Intervenciones en demencias

Los profesionales de la salud estamos acostumbrados a pensar las intervenciones y tratamientos en la persona que padece. No es el caso de las demencias. En las personas con demencias las intervenciones van dirigidas a la persona que presenta la patología pero no podemos dejar de intervenir con su entorno. Y cuando hablamos de entorno es necesario tener en cuenta que puede ser: la familia, los amigos, la pareja, los cuidadores formales e informales, el personal de la residencia donde se aloja, el personal de un hospital o clínica, los profesionales de asistencia directa y toda aquella persona que tenga contacto con la persona con demencia.

 

Comunicación con la familia y el entorno

Cuando trabajamos con las familias tenemos que considerar que son los informantes principales de la historia de esa persona y quienes generalmente presentan actitudes compatibles con el desconocimiento o la negación de la enfermedad. En estos casos, es fundamental integrarlos a las consultas y que formen parte de los tratamientos, no solo para saber qué es lo que su familiar tiene, sino también para ofrecerles herramientas que les permitan una convivencia saludable y que la terapéutica incluya dar calidad de vida a todos. En muchas ocasiones el cuidador principal suele ser un familiar directo, quien presenta la "saturación del cuidador", esto es, un conjunto de síntomas que llegan a manifestaciones psicológicas y físicas que alteran notablemente su calidad de vida. Es así que solemos encontrarnos entonces con dos pacientes en vez de uno, el cuidado y el cuidador. Por tal motivo, es importante mantener un canal de comunicación claro y eficaz con la familia que permita reestablecer el equilibrio que muchas veces un diagnóstico de demencia altera. En los casos de demencias en estadios avanzados, si fuera necesaria la institucionalización, es importante poder realizar un acompañamiento a la familia en dicho momento, adelantando lo que podrá suceder en esa transición, conteniendo los sentimientos de culpa que esto genera, y trabajando sobre las expectativas respecto a la residencia en cuestión. También se les puede brindar información sobre los grupos de apoyo y contención para familiares que muchas veces permiten compartir experiencias sumamente enriquecedoras y empáticas.

 

Comunicación institucional

Visto que hemos hecho referencia a las instituciones, vamos a mencionar algunas consideraciones respecto a cómo se debería trabajar con una persona con demencia. El modelo asistencial en el cual la institucionalización respondía a que la persona se encontrase aseada, alimentada, se le diera la medicación y tuviera un buen descanso ya fue superado por el Modelo de Atención Centrada en la Persona. En este modelo, que tiene origen en Rogers con su "atención centrada en el cliente" (1981) y que luego Kitwood (1997) denominó "la atención centrada en la persona con demencia", se propone un cambio de paradigma. Mientras que antes la persona mayor era objeto de atención y cuidado, ahora es sujeto activo de su nueva vida, ya que la institucionalización es considerada una etapa más en la vida de la persona, quitando fuerza al estigma de la muerte en el geriátrico. De hecho, hasta las nomenclaturas han sido cambiadas. Lo que antes era "el geriátrico" ahora se llama "residencia de larga estadía". La persona mayor que ingresa a una de estas instituciones anteriormente debía adaptarse a la cultura institucional. Ahora es la institución la que debe adaptarse a la persona, respetando principalmente su historia, gustos, preferencias e identidad. Este cambio de paradigma no solo afecta a la calidad de atención sino que incluso llega a modificar lo edilicio, donde se busca que los lugares sean luminosos, que cuenten con espacios de esparcimiento, con vistas a la calle, con actividades de estimulación y recreativas acordes a las limitaciones funcionales, sensoriales y cognitivas de cada residentes, pero también a sus preferencias. En este modelo se pone mucho énfasis en la estimulación de las capacidades aún conservadas y disponibles de las personas, aún en estadios avanzados de la enfermedad.

Para que todo esto se lleve a cabo de manera exitosa es fundamental en primer lugar generar un cambio en la gestión de este tipo de servicios. En segundo lugar, contar con personal idóneo y capacitado en la temática gerontológica. Y cuando se menciona al personal no son solamente las enfermeras sino también el personal de limpieza, mantenimiento, cocina y toda aquella persona que en algún momento del día pueda tener contacto con un residente. Y, por último, que la institución tenga un equipo interdisciplinario con formación en geriatría y gerontología, considerando que ante todo está primero la atención del residente. Un equipo sin mezquindades a la hora de comunicarse, solidario en sus intervenciones y considerando y respetando la especificidad de cada profesión. Esto es clave para que un abordaje en una población a veces tan compleja y heterogénea sea exitoso.

Ahora bien, hemos mencionado la importancia de comunicarnos claramente con las familias o entornos de las personas que padecen demencias haciendo referencia a la importancia en la comunicación institucional y en los equipos interdisciplinarios para lograr que los tratamientos funcionen. Veamos entonces qué sucede a la hora de comunicarnos con las personas con demencias.

 

Comunicación con personas con demencias

Cuando la persona con demencia no se siente escuchada, se enoja, se aísla o reacciona mal. Cuando no puede mencionar una palabra, ya sea porque no la recuerda o porque quizás padece de un trastorno del lenguaje que le impide nombrarla, busca hacerse entender de otra manera o se pone nervioso, quizás hasta grite o insulte. Cuando una persona vive con otra persona que padece demencia y quizás le repita varias veces lo mismo, o le haga muchas veces la misma pregunta, entonces esa persona se satura y puede reaccionar de manera violenta o con malos tratos. Es decir, todo problema de comunicación afecta la calidad de vida tanto de la persona que padece la demencia como de quien lo acompaña.

Dice el axioma comunicacional de Palo Alto: "todo el tiempo estamos comunicando. Es imposible no comunicar" (Watzlawick, 2002). Por esto, es fundamental tener en cuenta cuando trabajamos con personas con demencias los tres tipos de lenguaje:

-lenguaje verbal: todo aquello que decimos;

-lenguaje paraverbal: el tono y la manera en que decimos lo que decimos;

-lenguaje no verbal: todo lo que expresamos sin palabras, los gestos, los ruidos, los movimientos con el cuerpo, las miradas, la forma en que nos movemos, cómo nos vestimos, cómo estamos sentados, todo lo que exprese algo, de manera consciente o inconsciente (Vigorelli, 2015).

Cuando la comunicación con las personas con demencias se altera, somos los profesionales los responsables de poder revertir estas situaciones. Si no comprendemos a la persona con demencia cuando nos habla, el problema de comunicación es nuestro. La persona con demencia se expresa como puede y como la enfermedad le permite, conforme al estadio de la enfermedad en que se encuentre y cuánto estén alteradas las funciones que le permitan mantener un diálogo. Es importante considerar que la expresión fallida, repetitiva, o incluso hasta el mutismo en la demencia es un síntoma de la enfermedad y que todo intento por hacer que se exprese mejor o corregir a la persona cuando habla puede generar mucha frustración.

En el año 1997 Tom Kitwood creó el grupo de demencias en la Universidad de Bradford, en el Reino Unido. El formuló el concepto de "atención centrada en la persona con demencia" e hizo referencia a que la enfermedad es el resultado de la interacción entre el deterioro neurológico y factores psicosociales. Kitwood describe al entorno como condicionante de la evolución de la enfermedad. El desafío más importante de su teoría es la propuesta de considerar a la enfermedad como una interacción entre: el daño neurológico, el estado físico de la persona, su biografía, su personalidad y el entorno. Propone un modelo psicosocial de atención que genera un cambio de paradigma (Kitwood, 1997).

Su principal aporte hacia una mirada más humanizada del cuidado y la comunicación con las personas con demencias es su teoría sobre lo que denomina "Psicología Social Maligna", definición que refiere a los factores no biológicos sino ambientales que influyen sobre la enfermedad causando alteraciones conductuales (Kitwood, 1997). Al respecto menciona conductas que no se realizan con mala intención, sino que forman parte de la cultura asistencial. Podemos presentar muchísimos ejemplos que responden incluso al desempoderamiento de las personas mayores, aun cuando tengan su cognición alterada. Pensemos los casos en los que se les dice "abuelo" o "abuela", en lugar de llamarlos por su nombre, cuando se les habla en diminutivo, o no se los escucha cuando preguntan muchas veces algo, cuando se los viste a la fuerza, o se les da de comer en la boca aún cuando la persona puede hacerlo sola. Cuando no se les explica si se le va a dar una medicación o se lo va a trasladar de un espacio a otro. Si la persona mayor con demencia reacciona solemos escuchar frases como: "hoy está alterado", "está cada vez más agresivo", "es el avance de la enfermedad". Son frases que obturan la posibilidad de hacer algo que revierta ese comportamiento. A las personas mayores se las suele llamar "abuelo o abuela" pero no con mala intención. La abuelidad está estrechamente relacionada con la vejez. Hay aún conceptos muy instalados en la sociedad, incluso en los medios de comunicación. Pensemos cuantas veces vemos en las noticias "asaltaron a un abuelo". No hay mala intención pero sí hay una lectura de la vejez menoscabada.

Las personas con demencias suelen ser reactivas a este tipo de situaciones. A veces con los familiares, los cuidadores, e incluso con los mismos profesionales que cometen errores gravísimos, como no hacerlos participar de las consultas, o dirigirse solo al familiar que lo acompaña. Si la persona con demencia se enoja e imaginemos que insulta al profesional en cuestión, la lectura será: se agrava la sintomatología conductual. Pero pensemos en lo sencillo que es revertir este tipo de situaciones desde nuestra conducta y nuestros modos de comunicarnos.

Las "interacciones negativas" con las personas con demencias suelen ser causantes de alteraciones conductuales que agravan el desarrollo de la enfermedad. Algunas de estas interacciones pueden ser la infantilización, la intimidación, la amenaza, la manipulación, la evitación, la estigmatización, la imposición, ignorar, burlarse, excluir a la persona.

Gracias a los aportes de Kitwood pudo comenzar a pensarse una nueva cultura respecto a la atención de las personas con demencias, principalmente considerando que esta enfermedad es una condición con la que hay que vivir, y no un proceso de enfermedad que hay que "manejar". El objetivo de la atención pasa a tener como objetivo mantener la condición de persona más allá de la capacidad cognitiva, respetando la singularidad y la individualidad, teniendo en cuenta que las conductas problemáticas o síntomas son intentos de comunicación que debemos interpretar.

Es en esta línea que el autor nos propone "interacciones positivas" que favorezcan y fomenten el bienestar, conservando la condición de persona. Algunas de las que más se destacan son: la calidez, el apoyo, el respeto, el reconocimiento, la validación, el empoderamiento, la inclusión y fundamentalmente la aceptación (Kitwood, 1997).

Haciendo referencia a la validación como forma de interactuar positivamente con una persona con demencia, no podemos dejar de destacar el enorme aporte de Naomi Feil (1982) con su "Validation Therapy", quien comenzó a desarrollar esta teoría en el año 1963 y aún sigue difundiéndola en todo el mundo.

Naomi Feil es una trabajadora social que nació en Alemania pero creció en Estados Unidos. Desde pequeña interactuó con personas mayores con demencias, ya que sus padres trabajaban en un "hogar de ancianos" y la llevaban con ellos porque no tenían quien la cuidara. Una vez graduada dedicó sus estudios a crear la Terapia de Validación. Su especial interés se centra en trabajar la empatía con la "persona desorientada", tal como denomina ella a las personas con demencias. El método consiste en que la empatía sea "entrar" en el mundo en el que la persona se encuentra para poder comprenderlo mejor y desde allí interactuar. Muchas veces las personas con demencias suelen regresar al pasado o a situaciones lejanas, a veces reales, a veces no. Solemos escuchar frecuentemente decir: "está en otro mundo". Feil sostiene que sí, y que es en ese mundo de la demencia donde deberíamos entrar para tranquilizar a la persona enferma. Esto no significa darle la razón ni "seguirle la corriente", porque no se trata de una pérdida de realidad, como quizás pueda suceder en las psicosis, sino más bien de "otra" realidad posible, síntoma de una enfermedad neurodegenerativa (Feil, 1982).

Al entrar en la realidad de la persona enferma, y al interactuar de manera genuina, logramos que se reduzca la ansiedad, aumente la confianza y principalmente restauramos la dignidad y sostenemos su identidad. Todo esto es posible gracias al lenguaje que usemos, a las palabras, los gestos, la mirada. Entablar encuentros, escuchar, conversar, intentar comprender que dicen y desde dónde lo dicen es una tarea poco compleja y sumamente productiva.

Considerando entonces el valor de la palabra con relación a la terapéutica con personas con demencias, haremos referencia al "Enfoque Capacitante". Este enfoque comenzó a desarrollarse a partir del año 2000 en Milán, Italia. Quien lo trabaja es el Dr. Pietro Vigorelli y su propuesta consiste básicamente en "fomentar la palabra como vértice de la dignidad de la persona en todos los estadios de la enfermedad" (Vigorelli, 2011).

El Enfoque Capacitante apunta a reconocer a la persona con demencia como un interlocutor posible siempre, aún cuando la enfermedad se encuentra avanzada. Considera, al igual que Feil, que la persona con demencia habita "mundos posibles" y expresa "identidades múltiples", relacionadas con recuerdos del pasado, con emociones, con estímulos que provienen del cuerpo, con sensaciones como puede ser el dolor o el hambre, con la ficción televisiva que genera muchas veces confusión con la realidad. La persona habita esos mundos y manifiesta diferentes identidades según el momento. A veces se sienten niños, otras vuelven a reconocerse en sus lugares de trabajo, tal vez confunden entornos y quieren regresar a sus casas, aun estando en ellas.

La manera de intervenir que propone este enfoque es a través de lo que se denominan las "técnicas conversacionales". Las mismas tienen como objetivo escuchar a la persona con demencia, entrar en su mundo, calmar su ansiedad, hacerlo sentir tranquilo, comprendido en su desorientación y respetado sobre todo en su identidad.

Sostener esa identidad, reconocerla en ese "yo funcional" aún disponible, focalizando en el potencial que tiene, nos permite restituirle valor y consideración como tal, más allá de su patología y más acá de su "yo disfuncional", que es el que suele evidenciarse en las demencias y sobre el cual se realizan la mayor parte de los abordajes terapéuticos (Vigorelli 2015).

La conversación con las personas con demencias se torna fundamental, aún cuando la enfermedad se encuentre avanzada o con el lenguaje alterado.

Para ello podemos usar algunas de las siguientes técnicas conversacionales:

-Escuchar de forma activa y genuina.

-No interrumpir.

-Respetar las pausas, los silencios y los tiempos de la conversación.

-No hacer preguntas abiertas ni poco claras que generen frustración.

-Responder a las preguntas del otro.

-No corregir ni juzgar.

-No completar las frases dejadas en suspenso.

-Reconocer en la persona con demencia la intención de comunicar.

-Responder en eco.

-Restituir el motivo narrativo.

-Devolver efectividad sobre el tema que se conversa.

-Dar respuestas de ampliación.

-Responder con empatía.

-Participar hablando de uno mismo.

-Reconocer las emociones (del interlocutor y propias).

-Tomar en serio las palabras del otro.

-Acompañar con las palabras el mundo posible del interlocutor, dando la posibilidad de apertura a otros mundos posibles.

-Buscar un punto de encuentro en la conversación.

-Resumir lo conversado.

Es muy importante siempre poder abrir y cerrar la conversación. Y al cerrarla hacerlo con una frase que de sentido a lo conversado, que valorice lo que se ha dicho, de manera tal que la persona pueda sentir que fue escuchada. Para ello es fundamental también cumplir con lo que en el Enfoque Capacitante se denomina la "Regla de Oro": elegir palabras que generen efectos positivos y resultados favorables en la conversación y evitar aquellas que hagan que la persona no quiera hablar, que se asuste, se aislé o se altere (Vigorelli, 2015).

 

Conclusiones

El envejecimiento poblacional es un logro de la humanidad y un desafío enorme a la vez. Es necesario hacer más énfasis en el conocimiento de las enfermedades que pueden prevenirse y tratarse a tiempo, trabajando más sobre la psicoeducación y la desestigmatización, comenzando a hablar de ellas y a llamarlas por su nombre.

Algunas patologías son irreversibles, como sucede con las demencias. Pero si bien a nivel médico los logros son muchos y pueden controlarse tanto los síntomas conductuales como psicológicos de la enfermedad, su evolución por ahora es inevitable. El enlentecimiento del progreso de una demencia dependerá entonces de la calidad de vida de la persona que la padece, de su entorno y del tratamiento más adecuado según la enfermedad.

Hoy en día contamos con múltiples abordajes para tratar las demencias, desde medicamentos hasta terapias de estimulación y recreativas de lo más innovadoras. Si bien es cierto que es fundamental estimular la cognición, no deberíamos olvidar que básicamente somos seres sociales. Que a veces no es suficiente que una persona con demencia tome su medicamento para la memoria, realice actividades y se la estimule. Solemos encontrar personas con alteraciones cognitivas que se encuentran híper estimuladas pero no tienen con quién conversar, lo cual genera angustia que luego se traduce en síntomas conductuales. Las personas con demencias no encuentran fácilmente un interlocutor. Entonces deberíamos preguntarnos ¿a qué llamamos calidad de vida si no podemos tomarnos tiempo para escuchar lo que tienen para decir? ¿Y qué tenemos nosotros para decirles a ellos? ¿Cómo podemos hablar más claramente con sus familiares al momento de comunicar un diagnóstico? ¿Nos comunicamos con otros profesionales cuando comenzamos a trabajar con una persona con demencia para saber de su evolución?

Como hemos visto, la comunicación en el trabajo con las personas con demencias es clave, no solo con la persona que padece la enfermedad sino con su entorno, familia, cuidadores, con el equipo que la asiste. No se puede tratar a una persona con demencia de manera aislada. Ningún abordaje de un adulto mayor debería prescindir de un equipo interdisciplinario formado en geriatría y gerontología. Ello nos asegura un diagnóstico diferencial preciso, un pronóstico más favorable y contar con todas las estrategias de intervención posibles para ofrecer una genuina calidad de vida.

 

Referencias

Alzheimer's Disease International (2019). Datos y cifras de la demencia. Recuperado el 15 de Abril del 2023 de https://www.alzint.org/resource/world-alzheimer-report-2019/

Butler, R. (1969). Age-ism: Another form of bigotry. The Gerontologist, 9, 243-246.

Feil, N. (1982). Validación. Un método para ayudar a las personas mayores desorientadas. Helder.

Kitwood, T. (1997). Riconsiderare la Demenza. Erikson.

Organización Mundial de la Salud (2022). Envejecimiento y salud. Datos y cifras. Recuperado el 10 de mayo del 2023 de https://www.who.int/es/news-room/fact-sheets/detail/ageing-and-health

Rogers, C. (1981). Psicoterapia centrada en el cliente. Paidós.

Vigorelli, P. (2015). Alzheimer. Come favorire la comunicazione nella vita quotidiana. Franco Angeli.

Vigorelli, P. (2011). L´approccio capacitante. Come prendersi cura degli anziani fragili e delle persone malate di alzheimer. Franco Angeli.

Watzlawick, P. (2002). Teoría de la comunicación humana: Interacciones, patologías y paradojas (con Janet Beavin y Don Jackson). Herder.

 

 
10ma Edición - Junio 2023
 

 
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