HOME
INDICE
AUTORES
LEGISLACIONES VIGENTES
BUSQUEDA
CONTACTO
 
HOME
INDICE
AUTORES
BUSQUEDA
CONTACTO
 
 
Abstinencia
Consumo problemático, Estrategias de auto-atención, Psicoterapia, Recuperación
 

 
Los procesos de recuperación en los consumos problemáticos y su relación con el campo de la psicoterapia
 
Tosi, Lucas
Fundación Mayéutica
Universidad Nacional de Mar del Plata (UNMDP)
 

 

Introducción

Los consumos problemáticos se ramifican más allá de las conductas individuales y sociales asociadas al consumo de sustancias psicoactivas, tomando una globalidad que atraviesa todos los planos personales y sociales de la vida actual (Becoña Iglesias, 2003; Maté, 2012). Esta globalidad del consumo dominante determina las condiciones de un ambiente material, creencial, y socio-cultural (Mate Rothgerber, 2013) que aumenta de modo constante las condiciones en que los seres vivos experimentemos procesos de consumo problemático psico-bio-socio-existenciales.

El problema de salud de los consumos de sustancias ha emergido con una pujanza inusitada. Unos 31 millones de personas que consumen sustancias padecen trastornos derivados del consumo de sustancias psicoactivas, lo que indica que ese patrón de consumo es perjudicial hasta el punto de que podrían estar en condiciones de necesitar tratamiento. Esto se agrava al considerar que una de cada seis personas que padecen trastornos por consumo de sustancias recibió tratamiento en 2016, proporción que no ha variado en los últimos años (UNODC, 2018). En esta dirección, y visualizando la baja accesibilidad a los sistemas de salud y a los servicios de distintos niveles de atención en el caso de las adicciones (Faur y Pavlovsky, 2020), la Organización Mundial de la Salud elaboró el Programa de acción para superar las brechas en salud mental (2008), en el que se consideró a los problemas de consumo de sustancias psicoactivas como uno de los problemas de salud a abordar urgentemente. Es notoria la brecha entre la población afectada por este padecimiento y la que efectivamente accede a dispositivos para la recuperación. Además, vale subrayar como dato de ningún modo irrelevante que en nuestro país el consumo de Thc en la última década creció un 110% y el de cocaína un 50% en la población general (ODSA, 2017; Mate Rothgerber, 2021).

El campo de los Consumos Problemáticos es inexorablemente parte integrante del campo de la Salud Mental. La conciencia de la eliminación de la Y como símbolo de desarticulación y disociación histórica (Boccalari, 2013; Trimboli, 2022) entre ambos campos parecería abrir paso a procesos de integración en los que progresivamente se consideren saberes científicos-profesionales. Entre ellos los aportes del campo de la psicoterapia en los procesos de recuperación vinculados a los consumos problemáticos. Esto en el contexto de la compleja inclusión de los consumos problemáticos el campo sanitario (de Lellis et al., 2011), en la que se lo ha invisibilizado y marginalizado, abandonándose ciertos espacios de disputa simbólica y material del campo de las adicciones a actores sociales, políticos e institucionales no pertenecientes a los colectivos científicos-profesionales de la Salud Mental. Un ápice de esto es reflejado por la ausencia de atención de calidad de aquellas personas con consumo problemático. La persecución penal, policial y el abandono profesional, han otorgado indirectamente la ocupación a otros actores sociales y civiles (Pavlovsky, 2020).

En el campo de las adicciones se han implementado dispositivos terapéuticos estandarizados, con una sobrevaloración de la experiencia personal para intervenir (rol del recuperado), una baja en la calidad de atención (Pavlovsky, 2019), y asentados en las figuras caricaturescas del adicto mentiroso (Capece, 2007). A ello se le suma la baja accesibilidad relacionada a procesos socio-culturales de estigmatización y auto-estigmatización-; la estructuración del sistema de salud mental; el peso de los hospitales psiquiátricos en la cultura de la atención; la relativa disponibilidad de servicios ambulatorios e intermedios; y las condiciones de precarización socio-laborales de los profesionales insertados en el campo. Factores que han trabajado en términos de barreras de acceso a la atención del campo de la Salud Mental (Carpintero, 2010; Kohn, 2013).

La aceptación y el reconocimiento generalizado respecto a las cargas de morbilidad, mortalidad y discapacidad relacionadas con el campo de los consumos problemáticos en el mundo y en Latinoamérica en particular, así como las dificultades en el tratamiento y en la atención a las personas afectadas, exigen la focalización en este problema complejo desde principios de abordaje interdisciplinarios, intersectoriales e integrales, asentados en un enfoque de derechos y en investigaciones apuntadas a cada uno de los planos (políticas públicas, formación de recursos humanos, atención, prevención, etcétera) que hacen al campo (OPS, 2010; Plan IACOP, 2014; Gorbacz, 2022).

Frente a un problema de salud pública de estas magnitudes, caracterizado por la búsqueda y el abuso compulsivo de las sustancias psicoactivas y por cambios cognitivos-afectivos, conductuales, y químicos-fisiológicos, y como epifenómeno que atraviesa distintas variables (intra e interpersonales, socio-familiares, histórico-culturales y económicas), se observa la necesidad tanto de considerar los aportes del campo de la psicoterapia como de las estrategias de recuperación desarrolladas por quienes sufren este problema. Contribuciones estas que puedan integrarse a respuestas terapéuticas apoyadas en la investigación y en la atención humanizada, contemplando la tríada de la evidencia, el buen trato y la accesibilidad. Ya se reconoce que estas respuestas deben contemplar principios básicos como los ya mencionados, anexando a estos la complementariedad de procedimientos terapéuticos provistos por las distintas disciplinas, la corresponsabilidad, la atención profesionalizada, los tratamientos multi-componentes y la no evaluación de la efectividad del tratamiento únicamente en relación la abstinencia de la sustancia (Fernández Hermida & Secades Villa, 2000; NIDA, 2013).

Este artículo propone abordar la relación entre el campo de la psicoterapia y los procesos de recuperación en el contexto de los consumos problemáticos en base a estos tres nodos conceptuales: 1) aportes del campo de la psicoterapia al tratamiento de los consumos problemáticos; 2) procesos de producción de conocimiento psicoterapéutico asociados a estrategias de recuperación gestadas por las personas que sufren el problema; y 3) distinción categorías de abstinencia, abstencionismo, y enfoque adaptacionista. Contamos con conocimientos diversos que han formado parte del campo de los consumos problemáticos, desde los fundamentados en la metodología de las comunidades terapéuticas (Sisti, 2018), las estrategias terapéuticas en drogadicción en dispositivos ambulatorios (Puente, 2009), la literatura y los saberes experienciales de Alcohólicos Anónimos (1997), entre otros. La integración y la relación de estos con el campo de la psicoterapia podrían significar aportes y nuevos interrogantes en torno al campo de los consumos problemáticos.

 

Contribuciones del campo de las psicoterapias

La psicoterapia es una conversación para el cambio. Un hecho simple que consiste en hablar con otra persona y que posee un alto valor terapéutico. Cierto es que se trata de una conversación de características especiales (Rodríguez Morejón, 2019). Los trastornos adictivos han encarnado un desafío para la atención en salud mental y el campo de las psicoterapias (Casari et al., 2016), lo que ha conducido a conclusiones nihilistas, de futilidad y pesimistas hacia a las propuestas de tratamiento y hacia los usuarios (Gilchrist, et al., 2011; Fanton, 2011). Asimismo, esto ha dado lugar a la negativa de atención a personas que presentan este problema de salud mediante la expresión verbal: no atendemos adicciones.

La atención en el campo de los consumos problemáticos solicita una multiplicidad de técnicas psicológicas y procedimientos psicoterapéuticos, usualmente implementadas en diferentes dispositivos terapéuticos, que se deberían corresponder con los distintos niveles de atención y de intensidad terapéutica. Los tratamientos necesariamente se tendrían que enfocar en la complejidad biopsicosocial del problema. Y el campo de la psicoterapia cuenta con procedimientos terapéuticos variados para responder ajustadamente a dicha complejidad. Entre estos las propuestas terapéuticas que conjugan tipos de procedimientos terapéuticos (Morgenstern, 1992; Agrelo, 2011) propios de orientaciones conductuales (ej. ayudar al usuario a extinguir el craving hacia el alcohol durante la exposición a señales), con procedimientos de psicoterapia motivacional (ej. ayudar al cliente a experimentar una discrepancia significativa entre la imagen de sí-mismo actual y el sí-mismo ideal), y procedimientos de orientación sistémica familiar (ej. grupos multifamiliares). En definitiva, la tendencia es a integrar procedimientos psicoterapéuticos junto al recurso de la farmacoterapia. La gravedad de los trastornos adictivos justifica la necesidad de llevar a cabo esta integración (Solé Puig, 2001), lo cual implica el diseño de dispositivos terapéuticos complejos.

Los procedimientos terapéuticos implementados son variados. Sin embargo, los meta-análisis ofrecen evidencias sobre los beneficios de los procedimientos conductuales y cognitivos en el tratamiento de la dependencia a sustancias psicoactivas (Pereiro, 2010). Estos procedimientos componen una parte importante de las intervenciones psicológicas en los tratamientos de adicciones. La predominancia se establecería entonces por terapias de corte cognitivo-conductual tales como terapia cognitivo-conductual multicomponente para dejar de fumar; terapia cognitivo-conductual para la dependencia de cocaína; terapia de conducta multicomponente en el tratamiento del alcoholismo (García Penedo y Ruiz, 2018). A su vez, se podrían anexar la entrevista motivacional (Miller & Rollnick, 2015), el entrenamiento de habilidades sociales y de afrontamiento, el modelo complejo dinámico de prevención de recaídas de Marlatt y Donovan (2005), y la terapia conductual familiar y de pareja.

Un modelo central para la compresión del cambio de un proceso de recuperación por consumo problemático es el modelo transteórico del cambio de Prochaska y DiClemente (1994). Dispositivos terapéuticos en el que se apliquen procedimientos inadecuados en momentos inoportunos, sin evaluarse las etapas del cambio y sus características específicas, y distanciado del modelo en espiral que remarca como las personas que tienen recaídas no se mueven en círculos y no hacen una regresión total al punto inicial (Prochaska y Diclemente, 1994), no ofrecerían una respuesta apropiada al problema. También se encontraría en apuros aquel dispositivo que pretendiera hacer uso de procesos de cambio de un único modelo psicoterapéutico. Vale decir que cada modelo psicoterapéutico ha hecho aportaciones para el tratamiento de los consumos problemáticos, y han conseguido ayudar a un mayor o menor número de personas respecto a este problema. Aun así ninguno de ellos por sí solo ha conseguido ofrecer la "solución". Quienes se han empeñado en demostrar el éxito de su modelo por encima del de sus contrincantes zozobran en el dogmatismo (Becoña Iglesias & Cortés Tomás, 2011).

Considerando tanto lo expuesto hasta aquí como algunos puntos que hacen a los procesos de cambio en los procesos de recuperación por consumo problemático, es relevante subrayar que si bien existen aproximadamente cuatrocientos modelos en psicoterapia, aquellos procesos por los cuales cambian las personas pueden sintetizarse en alrededor de diez (Casari, 2019). Otro punto relevante radicaría en contemplar que por distintas razones, y no únicamente por la frecuencia de las recaídas, se presenta como necesaria la realización de diferentes tratamientos en un proceso de recuperación (NIDA, 2010). Partiendo de la concepción de que la recuperación, como otros cambios de los seres humanos, requiere de etapas y procesos (Prochaska y Diclemente, 1994) y, en ese sentido, de múltiples encadenamientos de aprendizajes vivenciales y terapéuticos. Un tercer punto se asienta en los objetivos que hacen a un tratamiento por consumo problemático. Claro está que estos en su definición se modificaran de acuerdo a distintas variables. Un ejemplo de esto se encontraría en el reparo de las preferencias del usuario que está próximo a comenzar un proceso de cambio. Ya que evaluar las preferencias de la persona integra de forma efectiva el enfoque de derechos con la evidencia empírica. La evaluación de estas se corresponderían con un impacto en los resultados del proceso psicoterapéutico, mejorándolo, y reduciendo el abandono intempestivo (Santangelo, 2022), cuestión esencial en el abordaje de los consumos problemáticos por las altas tasas de abandono (Caballero Martínez, 2005; Sánchez-Hervás, et al. 2009). De modo general, podríamos situar los siguientes objetivos: 1) reconocimiento por parte de la persona de que tiene un problema; 2) evaluar adecuadamente la conducta adictiva y otros problemas asociados; 3) desintoxicación, si es el caso, de la sustancias; 4) deshabituarlo psicológicamente; 5) entrenarlo en prevenir recaídas; y 6) cambiar a un estilo de vida saludable (Becoña Iglesias, 2016).

Los procedimientos psicoterapéuticos que aporta el campo de las psicoterapias al campo de la atención de los consumo problemáticos son inmensos. Las alternativas son variadas, lo cual es sumamente importante para responder adecuadamente a situaciones difíciles de tratar (consumo problemático), y no a pacientes difíciles (Fernández Álvarez, 2012). Estas situaciones difíciles exigen a menudo actitudes flexibles y dinámicas, acompañadas de propuestas terapéuticas personalizadas (García Penedo y Ruiz, 2018). También demandan dispositivos que combinen psicoterapias, farmacoterapias y abordajes psicosociales. Sumando a esto la evidencia de que las técnicas psicológicas admitirían una elevada transferencia entre modelos mismos (Fernández Álvarez, 2011). En esta dirección se han planteado propuestas como la de Sánchez-Hervás (2004), que complementa teorías y enfoques epistemológicos mediante la aplicación de procedimientos terapéuticos eficaces, sin atender o ubicar por delante la raíz teórica de los procedimientos, ofreciéndole centralidad a la problemática que se aborda. Tal dirección podría ser complementaria con apoyos de la investigación, que insisten en señalar que la orientación teórica o modelo de terapia no es tan relevante como otros aspectos de la interacción usuario y psicoterapeuta (Casari, 2019).

Cada uno de los procedimientos terapéuticos nombrados es susceptible de ser utilizado en el marco de la psicoterapia grupal. Es Yalom quien identificó los once elementos implicados en la mejoría de los participantes de los grupos de psicoterapia (1966). Según Guajardo y Kushner (2006), la mayoría de los programas terapéuticos en adicciones trabajan con terapias grupales, en tanto los aportes de los grupos psicoterapéuticos han sido a este campo extraordinarios. Esto residiría en parte en los elementos observados por Yalom. Se han estudiado los once factores terapéuticos grupales, notando que los factores más destacados tienen una índole afectiva. Los factores de la universalidad, el altruismo y la cohesión se presentan como los ingredientes estructurales del grupo en referencia al resto (Ribé, 2018). Vale la pena recalcar que la demanda en la atención de los consumos problemáticos es intensa y vertiginosa, sobrepasando y desvirtuando en ocasiones los dispositivos de psicoterapia individual (Habib y Pavlovsky, 2020). En tal sentido, los grupos en el abordaje de este problema de salud contienen fuertemente al usuario, producen apertura a recomendaciones de auto-cuidado por la permeabilidad de la comunicación con el par, son una herramienta en sí misma de prevención de recaídas y ayudan a la reducción de la vergüenza y la auto-estigmatización (Habib y Pavlovsky, 2020).

Concluyendo con este primer nodo conceptual, se entiende como significativo visualizar un elemento que podría obstaculizar la puesta en práctica de varios de los aportes explicitados por parte del campo de la psicoterapia a los procesos de recuperación en el contexto de los consumos problemáticos: el llamado clinicismo. Este es un elemento característico de la formación cristalizada y de la cultura psi, cuestionado por las recomendaciones formativas de la Ley Nacional de Salud Mental Nº 26.657 (enunciadas por ejemplo, por la Comisión Nacional Interministerial en Políticas de Salud Mental y Adicciones). Como sesgo de acción conduce a intervenciones individualistas y ortodoxas (inhibición del flujo creativo de los agentes de salud mental), que desconocen que los comportamientos son emitidos en sinergias ambientales y en el contexto de sistemas de interacción y relación. Este sesgo se afirma en los efectos del Modelo Médico Hegemónico y en las características dogmáticas del mismo, tales como la verticalidad del ejercicio del poder, la concepción pasiva del usuario y la negación de las dimensiones sociales, culturales, psicológicas, y existenciales de la persona.

 

Estrategias de auto-atención

Los procesos de recuperación en adicciones no dependen exclusivamente de la participación profesional. Estos procesos no comienzan con un tratamiento profesional ni tampoco terminan con él. Recuperarse es un proceso de larga duración, que está primordialmente centrado en la actividad del usuario y, por lo tanto, no hay forma de prescindir de su participación. Tampoco es posible prescindir de las potencialidades de los usuarios y de sus procesos respecto a ahondar en esa relación controversial entre los procesos de recuperación y el grado de funcionalidad social (Agrest & Druetta, 2011).

Las personas co-construyen sus procesos de transformación y de cambio, que pueden corresponderse aunque no necesariamente con el logro (producto de los procesos) del no consumo (o abstinencia); aclarando que éste no equivale a la recuperación ni al bienestar personal-existencial auto-percibido. Las trasformaciones encauzadas en los procesos de cambio, como se ya se ha dicho, se promueven a partir de los múltiples encadenamientos de experiencias vitales (en un sentido global) y terapéuticas. Aquí el valor de la categoría de trayectoria, al reconocer las interrupciones, los giros y las discontinuidades; e incluyendo en los procesos los momentos de consolidación de las situaciones y de las etapas residuales (Pawlowicz et al., 2013). En estas trayectorias se constituyen búsquedas personales, familiares y comunitarias, de estrategias no convencionales, ni profesionales, susceptibles de ser interpretadas como terapéuticas. Estas estrategias se autogestionan de modo espontáneo, autoelaborándose activamente y no como producto de un suceso repentino y milagroso (Pérez Gómez y Sierra Acuña, 2007). Es plausible reconocer cierta experticia en referencia a estas estrategias para la recuperación, que se construyen cooperativamente y creativamente. En este sentido, las personas en sus procesos de recuperación y en interacción con sus recursos socio-afectivos se transforman en fuentes confiables de conocimiento. Ya que la experiencia transitada les proveería el acceso a un nivel de conocimiento diferencial en comparación con la persona común (Agrest & Druetta, 2011).

El Consenso de la SAMHSA (2004) identifica como componentes de los procesos de recuperación la autodirección y el apoyo de los pares. En estos procesos en los que la persona puede definir sus metas vitales y co-construir con pares estrategias de recuperación se generan conocimientos derivados de la experiencia y del aprendizaje social; lo cual posee un valioso papel en la recuperación (SAMHSA, 2004). Las estrategias auto-gestionadas para la recuperación también hallarían su apoyo en las denominadas estrategias de auto-atención. Estas se respaldan en aquellos saberes (representaciones y prácticas sociales) de las personas y de los grupos de los cuales forman parte, para conceptualizar, teorizar, atender, aliviar, afrontar o prevenir los procesos que perjudican su salud sin la intervención centralizada e intencional de profesionales (Menéndez, 2018). De una u otra manera, antes, en el mientras tanto o posteriori de un tratamiento profesional, las persona se topa con el desafío de gestionar su recuperación. En dicha gestión, aprendería a conocer su problema de salud y a afrontarlo de la forma más efectiva posible. Y por ende, desarrollaría habilidades que de no experimentar ese sufrimiento, no tendría. Es aquí cuando convendría prestar atención, dado que las personas con consumo problemático y sus recursos socio-afectivos dispondrían de un conocimiento útil y valioso (ej. vivencia subjetiva del problema, estrategias de auto-atención, etcétera) al que no podríamos llegar por otras vías (Palomer et al., 2010). Más que contraponer estrategias profesionales y no profesionales resultaría oportuno propiciar la integración de estas. Con cierta regularidad los usuarios utilizan (con autonomía de la recomendación profesional) los tratamientos profesionales, los programas de 12 pasos (ej. Narcóticos Anónimos), y recursos que la comunidad ofrece como actividades integradas, propiciando así un efecto aditivo terapéutico (Fiorentine y Hillhouse, 2002).

Los procesos adictivos son procesos de alienación, de extrañamiento del sí mismo, en el que las funciones naturales son secuestradas y puestas a los servicios de formas de placer distorsionadas y artificiales. En estos procesos se tejen sistemas creenciales auto-engañosos que determinan estas tendencias preferenciales (Twerski, 1999; Fernández Acevedo, 2018) y que pre-existen a las personas, en todo el conjunto de creencias y significados sociales compartidos. En este sentido, el consumo problemático pre-existe al consumo problemático como gestación psicosocial. Se internaliza progresivamente en la educación para el consumo, a la que a las personas se las expone desde la infancia temprana. Es por esto que se muestra como necesaria la construcción por parte de los profesionales del campo de los consumos problemáticos de dispositivos terapéuticos que simbólicamente e institucionalmente habiliten la transformación de estos significados imperantes. Y, a la vez, integren y viabilicen conocimientos y saberes, en términos de estrategias autoelaboras de recuperación que refuercen significaciones rupturistas respecto a estos sentidos que alientan al consumo como propuesta existencial ineludible.

 

Abstinencia, Abstencionismo y Adaptacionismo

Distinguir las categorías de abstinencia, abstencionismo y adaptacionismo introduce dimensiones que escapan largamente a lo exclusivamente conceptual. Las tres categorías podrían relacionarse con diferentes aspectos del campo de los consumos problemáticos. Desde aspectos que atañen a políticas y a encuadres legales sobre drogas, hasta determinadas implicancias prácticas en los dispositivos de atención de este problema de salud. Se remitirá brevemente la distinción conceptual a este último aspecto.

Se podrían puntualizar tres metas terapéuticas: 1) abstinencia; 2) autocontrol; y 3) reducción de daños o programas sustitutivos (Becoña Iglesias, 2016). La primera meta se correspondería con la cesación total del consumo de sustancias psicoactivas. El cumplimiento de esta meta se podría conseguir tanto con cierta celeridad en dispositivos ambulatorios intensivos, como por ejemplo el Modelo Matrix (Zarza González et. al., 2013), como a partir de procesos de recuperación de prolongada duración. Cuando la meta es el autocontrol, se apuntaría a propuestas terapéuticas en las que la persona sea capaz de regular su consumo, limitando los perjuicios de éste. Vale aclarar que según Becoña Iglesias (2016), esto es posible cuando no se evalúe la presencia de una afección severa física o mental debido al consumo de sustancias. Los programas de reducción de daños y de sustitutivos se ubicarían a mitad de camino entre la abstinencia y el autocontrol, pretendiendo minimizar riesgos del consumo de sustancias e incluyendo a la persona en el sistema de salud. Las personas que no logren una abstinencia global también podrían beneficiarse, al estar insertados en los sistemas de atención de salud integral (Pavlovsky, 2019).

Ciertas antinomias caricaturescas se revelan como características que atraviesan el campo de los consumos problemáticos. Entre ellas, las propuestas terapéuticas profesionales versus recursos no profesionales, profesionales especialistas en consumo problemático versus aquellos que no poseerían ningún conocimiento, competencia y habilidad especializada para el abordaje del problema, y modelos interpretativos de los trastornos adictivos de corte biologicista versus modelos que hacen hincapié en factores socio-culturales (Pons Diez, 2008). Aun así, una antinomia que se considerará particularmente es la del abstencionismo versus las perspectiva de reducción de riesgos y daños.

En términos generales, se concibe a la perspectiva de reducción de riesgos y daños como aquel grupo de estrategias orientadas a reducir las consecuencias negativas relacionadas con el repertorio de conductas asociadas al consumo de sustancias. Se entiende que la abstinencia no sería una meta realista para algunas personas que consumen y que, además, habría personas que querrían no eliminar por completo el consumo de sustancias (Damin y Arrieta, 2017). En contraposición a esta perspectiva se observan los programas de tinte abstencionista. Donde se entroniza la abstinencia como meta terapéutica y, en algunos casos, se busca su consumación bajo cualquier método o intervención, institucionalizándose de esta manera la violencia como práctica terapéutica (Fanton, 2011; Sabin Paz, 2017). Las expresiones más radicales del abstencionismo en el campo de los consumos problemáticos avivan una divisoria extremadamente polarizada entre el éxito y el fracaso terapéutico, insistiendo frenéticamente en un resultado: la abstinencia. En sus facetas radicalizadas, una de las perspectivas podría relativizar la abstinencia como consecuencia de un proceso de aumento y generalización de conductas saludables y de auto-cuidado. La otra podría negar la complementariedad entre ambas perspectivas, y continuar diseñando dispositivos terapéuticos que afectan la accesibilidad al sistema de salud (ej. cuando el consumo de sustancias es motivo de exclusión del dispositivo terapéutico) (Pavlovsky, 2019).

Por último, se describirá la categoría de adaptacionismo. Este término se refiere a un conjunto de enfoques genéricos que crearían condiciones políticas, legislativas, sanitarias, socio-culturales, y simbólicas, que intentarían fomentar la ficción de una sociedad actual y futura que conviva cordialmente y armónicamente con el mercado abierto de las drogas. Dos afirmaciones sintetizarían su ideario. Por un lado, la afirmación de que siempre hubo, hay y habrá drogas. Y, por el otro, que del total de personas que consumen sustancias, una enorme mayoría no desarrollaría consumos de tipo problemático (Mate Rothgerber, 2021). La crítica al adaptacionismo incitaría debates en el campo de los consumos problemáticos tales como el problema del consumo de sustancias en tanto fenómeno político e ideológico, como modalidad de subjetivación hegemónica y como fenómeno con el cual se entrecruzarían categorías como las de prohibicionismo, legalización y regulación.

 

Conclusión

Ciertamente la Ley Nacional de Salud Mental (26.657) ha representado un gran avance de carácter humanista, al integrar al cuerpo de la ley la problemática de los consumos de sustancias, posibilitando nuevos debates (conceptuales y praxiológicos) y otros que habían sido clausurados, así como visibilizando dispositivos de tratamiento que merecerían ser repensados. Es decisiva la eliminación de la Y como símbolo de desarticulación y disociación histórica entre la Salud Mental y los Consumos Problemáticos, y como pseudo-razonamiento para no admitir y no recepcionar demandas de tratamiento; dividiendo taxativamente psicoterapeutas especialistas en consumo problemático de otros que no tendrían llamativamente ningún grado de experticia. En los procesos de recuperación y en las trayectorias que a estos definen participan multiplicidad de agentes de salud y de salud mental, recursos socio-afectivos, grupos de ayuda mutua, etcétera. También lo hacen psicoterapeutas que, si bien pueden no poseer saberes especializados, acompañan y alojan valientemente a las personas favoreciendo procesos de cambio, como por ejemplo el aumento de la concienciación y el alivio dramático (Becoña Iglesias y Cortés Tomás, 2011).

Por lo dicho hasta aquí, parecería deseable diseñar dispositivos y abordajes de los consumos problemáticos integrados a los servicios de atención en salud mental, asentados en una especificidad-especialidad conceptual y tecnológica. Sin que esto represente una atención en gueto bajo la fórmula: adictos=en lugares para adictos=atendidos por adictos y/o especialistas en adictos. Tal vez en este punto se podrían abrir futuras líneas de investigación que estudien la inaccesibilidad a los efectores de salud y su correlación con la atención especializada en términos de gueto. Y, además, la auto-percepción de los psicoterapeutas de sus propias competencias y habilidades para recepcionar personas con este padecimiento. Se conjetura que, investigaciones de estas características, podrían realizar aportes a la integración y a la mayor relación entre los Consumos Problemáticos y la Salud Mental, al remarcar el enriquecimiento de los dispositivos integrando técnicas psicoterapéuticas del campo de la psicoterapia, saberes psicoterapéuticos especializados y estrategias de recuperación auto-gestionadas por quienes han experimentado el problema de salud.

Como hipótesis, dispositivos integrativos como los descriptos podrían significar beneficios en las personas con consumo problemático. Estos se relacionarían con la adherencia terapéutica, la accesibilidad al sistema de salud y la validación de sus conocimientos vivenciales. La balanza entre las prácticas psicoterapéuticas con sustento científico (especializadas y no especializadas), el buen trato y la accesibilidad de los dispositivos podrían guiar el camino de mejoras sustanciales respecto a la atención de este problema de salud.

 

Referencias

Agrelo, M.A (2011). Sistematización de intervenciones psicoterapéuticas. La percepción de cambio del paciente en función de las intervenciones del terapeuta. Rev. Subjetividad y Procesos cognitivos, (15), 1, 15-54.

Agrest, M., y Druetta, I. (2011). El concepto de recuperación: la importancia de la perspectiva y la participación de los usuarios. VERTEX Rev. Arg. de Psiquiat. (22): 56 – 64.

Alcohólicos Anónimos (1997). El Libro Azul. Cap. 5 y 6. Traducción española del texto básico de la Edición de los Pioneros de Alcohólicos Anónimos 1939/1955.

Becoña Iglesias, E. (2003). Psicología de la salud y adicciones: perspectiva terapéutica. Revista de Psicología de la PUCP. (21) 1.

Becoña Iglesias, E. (2016). Trastornos Adictivos. Síntesis.

Becoña Iglesias, E; & Cortés Tomás, M. (2011). Manual de adicciones para psicólogos especialistas en psicología clínica en formación. Plan Nacional sobre Drogas (Ministerio de Sanidad, Política Social e Igualdad). Socidrogalcohol. España.

Boccalari, P. (2013). Salud Mental y Adicciones. Rev. Estrategias, Psicoanálisis y Salud Mental; (00), 1. Repositorio Institucional de la UNLP. Disponible en: http://sedici.unlp.edu.ar/handle/10915/30574

Caballero Martínez, L (2005). Adicción a cocaína: neurobiología, clínica, diagnóstico y tratamiento. Comisión Clínica de la Delegación del Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas. Ministerio de Sanidad y Consumo. Secretaria General de Sanidad. Madrid.

Capece, J (2007). Terapia cognitiva con pacientes adictos. En Baringoltz, S. Terapia cognitiva: del dicho al hecho. Polemos.

Carpintero, E. (2010). El poder en el campo de Salud Mental. Rev. Topía (58), Abril. Disponible en: http://www.topia.com.ar/articulos/argentina-del-bicentenario-poder-campo-salud-mental

Casari, L. M. (2019). Estilo personal del terapeuta en profesionales que trabajan en el campo de las adicciones. San Luis: Nueva Editorial Universitaria. Libro digital, PDF. Disponible en: http://www.neu.unsl.edu.ar/wp-content/uploads/2019/07/Casari-L.-2019-Estilo-personal-del-terapeuta-en-profesionales-que-trabajan-en-el-campo-de-las-adicciones-1.pdf

Casari, L; Albanesi, S; Maristany, y M; Ison, M. (2016). Estilo personal del terapeuta en psicoterapeutas de adicciones. Revista Argentina de Clínica Psicológica, (25) 1, 17-26.

Damin, C; y Arrieta, E. (2017) ¿Qué es la reducción de riesgos y daños? En Un libro sobre drogas. El gato y la Caja.

de Lellis, M., Fotia, G.; Cuello, M.; Pereyra, G.; Dieta, T.; Mancuso, M.; y Lezaeta, L. (2011). Normativas de Salud Mental y Adicciones. Análisis comparado de la legislación nacional y de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Ponencia presentada en la Facultad de Ciencias Sociales. IX Jornadas de Salud y Población. Instituto Gino Germani. Universidad de Buenos Aires. Buenos Aires, Junio de 2011.

Fanton, M. (2011). La violencia explícita y encubierta en la clínica de las adicciones. III Congreso Internacional de Investigación y Práctica Profesional en Psicología. XVIII Jornadas de Investigación, Séptimo Encuentro de Investigadores en Psicología del MERCOSUR.

Faur R; y Pavlovsky, F. (2020). Clase Nº 1. Curso de Actualización en Conductas Adictivas. Con dictado virtual distribuido en 14 clases (carga horaria de 24 horas reloj). Director Dr. Federico Pavlovsky. Institución Dispositivo Pavlovsky: Tratamiento ambulatorio intensivo de las adicciones. Capital. Federal.

Fernández Acevedo, G. (2018). Autoengaño y adicción. Cap. 3. En El autoengaño. Anatomía de una pasión humana. SADAF.

Fernández Álvarez, H. (2011). Paisajes de la psicoterapia. Polemos.

Fernández Álvarez, H. (2012). Formación de terapeutas. Entrenamiento en habilidades terapéuticas. Introducción, En Mesones Arroyo, H. (Comp.) La psicoterapia y las psicoterapias. Anaké.

Fernández Hermida, J; y Secades Villa, R. (2000). La Evaluación de los programas de tratamiento en drogodependencia. Implicaciones profesionales para los psicólogos. Papeles del Psicólogo, (200) 77, 46-57.

Fiorentine, R; y Hillhouse, M (2002). Tratamiento por drogas y participación en un programa de Doce-pasos: los efectos aditivos de la integración de actividades en la recuperación. Revista de Toxicomanías (30).

García Penedo, H; y Ruiz, A. L. (2018). Panorámica actual de la psicología clínica basada en evidencias en alcoholismo y otras drogodependencias. Revista del Hospital Psiquiátrico de La Habana, (15), 2. Disponible en https://revhph.sld.cu/index.php/hph/article/view/51/47

Gilchrist, G., Moskalewicz, J., Slezakova, S., Okruhlica, L., Torrens, M., Vajd, R., & Baldacchino, A. (2011). Staff regard towards working with substance users: a European multi-centre study. Addiction, 106(6), 1114-1125.

Gorbacz, L. (2022). Ley Nacional de Salud Mental 26.657. Clase Nº 2. Diplomatura universitaria en políticas, planificación, gestión y administración de instituciones y servicios de salud mental. Recuperado: 29/03/2022. Asociación Argentina de Salud Mental. Buenos Aires.

Guajardo, H y Kushner, D. (2006). Manual terapéutico para la rehabilitación de los trastornos adictivos. Akadia.

Habib, M; y Pavlovsky, F. (2020). Clase Nº 2. Curso de Actualización en Conductas Adictivas. Con dictado virtual distribuido en 14 clases (carga horaria de 24 horas reloj). Director Dr. Federico Pavlovsky. Institución Dispositivo Pavlovsky: Tratamiento ambulatorio intensivo de las adicciones. Capital. Federal.

Instituto Nacional de Abuso de Drogas (2013). Glosario de términos. Departamento de Salud y Servicios humanos. NIDA, EE.UU.

Kohn, R. (2013). La brecha de tratamiento en la región de las Américas. Documento Técnico. Organización Panamericana de la Salud. Disponible en https://www3.paho.org/hq/index.php?option=com_docman&view=download&category_slug=documentos-nivel-regional-7363&alias=23177-brecha-tratamiento-americas-177&Itemid=270&lang=es

Ley Nacional 26.657 de Salud Mental y Decreto reglamentario 603/2013. Ministerio de Salud. Presidencia de la Nación. Disponible en https://www.argentina.gob.ar/normativa/nacional/ley-26657-175977/texto

Marlatt, A; & Donovan, D. (2005). Relapse Prevention for Alcohol and Drug Problems. Chapter 1. En Relapse Prevention, Maintenance Strategies in the Treatment of Addictive Behaviors. 2d. Edition. The Guilford Press.

Mate Rothgerber, C. (2013). Los mercaderes del Templo. Revista ISalud (8), 40, 32-39.

Mate Rothgerber, C. (2021). Las drogas como mercancía. Cap. IV. En ¡Legalizenla! La zoncera hecha bandera. Ed. Pensamiento Nacional..

Maté, G. (2012). The Power of Addiction and The Addiction of Power: Dr. Gabor Maté. Conferencia TED (2012). Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=66cYcSak6nE

Menéndez, E. (2018). Autoatención de los padecimientos y algunos imaginarios antropológicos. Disponible en: https://www.scielo.org.mx/pdf/desacatos/n58/2448-5144-desacatos-58-104.pdf

Miller, W; y Rollnick, S. (2015). La Entrevista Motivacional. Ayudar a las personas a cambiar. 3 ° Edición. Paidós.

Morgenstern, J. (1992). Curative factors in alcohol and drug treatment: behavioral and disease model perspectives. British Journal of Addiction 87, 901-912. Disponible: http://onlinelibrary.wiley.com

National Institute of Drug Addiction (NIDA) (2010). Enfoques de tratamiento para la drogadicción. NIDA InfoFacts. Recuperado de www.drugabuse.gov.ar/PDF/InfoFacts/Metodos10.pdf.

Observatorio de la Deuda Social Argentina (ODSA) (2017). Barómetro del narcotráfico y las adicciones en la Argentina: adicciones y vulnerabilidad social. El consumo problemático de alcohol, factores de riesgo, grupos vulnerables y consecuencias sociales. Serie del bicentenario 2010-2016: informe n°4, año 2017. 1a ed. Konrad Adenauer Stiftung.

Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODOC) (2018). Informe Mundial sobre las Drogas.

Organización Mundial de la Salud (2008). Programa de acción para superar las brechas en salud mental (2008). Disponible en https://www.mhinnovation.net/sites/default/files/downloads/resource/WHO%20MHGap%20Guide_Spanish.pdf

Organización Panamericana dela Salud (2010). Estrategia sobre el consumo de sustancias psicoactivas y la salud pública. Consejo Directivo. Sesión del comité regional. OPS - OMS.

Palomer, E; Izquierdo, R; Leahy, E; Carme Masferrer; C., & Flores. P. (2010). El usuario como experto: concepto, modalidades y experiencia desde el Proyecto Emilia. Rev. Asoc. Esp. Neuropsiq (30), 105: 109-123.

Pavlovsky, F. (2020). Accesibilidad de los pacientes con consumo problemático al sistema de salud. En El dispositivo Pavlovsky para el tratamiento de los consumos problemáticos. Manual de trabajo. Noveduc.

Pavlovsky, F. (2019). Tratamiento ambulatorio intensivo. En Tratamiento ambulatorio intensivo. Elementos para el abordaje grupal de personas con consumo problemáticos de sustancias. Cap. 2. Noveduc.

Pawlowicz, M. P., Galante, A., Goltzman, P., Rossi, D., Cymerman, P. y Touze, G. (2013). Dispositivos de atención para usuarios de Drogas: Heterogeneidad y nudos problemáticos. En Panorámicas de Salud Mental: a un año de la Sanción de la Ley Nacional nº 26.657. Eudeba.

Pereiro, C (2010). Manual de Adicciones para médicos especialistas en formación. Socidrogalcohol. Disponible en www.socidrogalcohol.org

Pérez Gómez, A; y Sierra Acuña, D.R. (2007). Recuperación natural y recuperación con tratamiento del consumo de drogas y alcohol. Adicciones, (19), 4, 409-421. Sociedad Científica Española de Estudios sobre el Alcohol, el Alcoholismo y las otras Toxicomanías, Palma de Mallorca, España.

Plan IACOP (2014). Ley 26.934: Plan Integral para el abordaje de los Consumos Problemáticos (Plan IACOP). Sancionada: 30/04/2014. Promulgada: 28/04/2014. Disponible en https://www.argentina.gob.ar/normativa/nacional/ley-26934-230505/texto

Pons Diez, X. (2008). Modelos interpretativos del consumo de drogas. Rev. Polis (4) 2. Jul./dic.

Prochaska, J; & DiClemente, C. (1994). Cómo cambia la gente. Aplicaciones en los comportamientos adictivos. RET, Revista de Toxicomanías (1).

Puente, M (2009). Estrategias Terapéuticas en Drogadicción. Cap. 1. Lugar.

Ribéa, J. M; Mercadala, J; Carrióa, A; Sánchez, J; Ramilansa, C; & Alberich, C. (2018). Factores terapéuticos en psicoterapia grupal: un estudio desde la perspectiva de los participantes. Rev. Asoc. Esp. Neuropsiq. (38) 134, 473-489. doi: 10.4321/S0211-57352018000200007. Disponible en https://scielo.isciii.es/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0211-57352018000200007

Rodríguez Morejón, A. (2019). Concepto y Modelo. Cap. 1 En Manual de Psicoterapias. Teoría y técnica, Herder.

Sabin Paz, M. (2017). La violencia institucional en las guardias. En Guardias hospitalarias y violencia institucional. Centro de Estudios Legales y Sociales. Disponible en https://www.cels.org.ar/web/wp-content/uploads/2020/10/guardias-hospitalarias-y-violencia-institucional_-digital.pdf

SAMHSA. (2004) Declaración nacional de consenso sobre la recuperación en salud mental. Disponible en: http://store. samhsa.gov/shin/content//SMA08-4129S/SMA08-4129S.pdf

Sánchez-Hervás, E (2009). Abandono del tratamiento en adictos a la cocaína. Adicciones (22) 1.

Sánchez-Hervás, E. (2004). Los tratamientos psicológicos en adicciones: eficacia, limitaciones y propuestas para mejorar su implementación. Papeles del Psicólogo, 87, 34-44.

Santangelo, P. (2022). Preferencias psicoterapéuticas: una revisión narrativa. Enciclopedia Argentina de. Salud Mental. ISSN 2618-5628.

Sisti, E. (2018). Comunidades Terapéuticas cerradas, de puertas abiertas. En E. Zamorano (Comp.). Comunidad Terapéutica. Una Tecnología Humanizante. Ed. Invisible. Mar del Plata.

Solé Puig, J. (2001). Tratamiento del consumo de cocaína. Integrando psicoterapia y farmacoterapia. Adicciones(13). Supl. 2.

Trimboli, A. (2022). CLASE. Consumos problemáticos. Clase Nº 9. Diplomatura universitaria en políticas, planificación, gestión y administración de instituciones y servicios de salud mental. Recuperado: 17/05/2022. Asociación Argentina de Salud Mental. Buenos Aires.

Twerski, A. (1999). El pensamiento adictivo. Nueva Imagen.

Yalom, I. (1966). Guía breve de psicoterapia de grupo. Paidós.

Zarza González, M. J.; Botella Guijarro, A.; Vidal-Infer, A.; Ribeiro Do Couto, B. R.; Bisetto Pons, D. y Martí Esquitino, J. (Adap.) (2013). El rol del test de drogas y alcoholemia en Matrix. Filosofía, procedimiento y test de orina positivos. Cap. 2. En Modelo Matrix. Manual del Terapeuta. Ed. Fundación para la Formación e Investigación Sanitarias de la Región de Murcia.

 

 
10ma Edición - Junio 2023
 

 
©2024 FUNDACION AIGLE
TODOS LOS DERECHO RESERVADOS
ENCICLOPEDIA@AIGLE.ORG.AR
DEVELOPED BY