Introducción
Este
artículo presenta algunos datos cuantitativos, cualitativos y
algunas reflexiones sobre el impacto de la pandemia COVID19 entre su
comienzo a fines de 2019 y mediados de junio de 2020. Los registros
se obtuvieron de dos fuentes. La cuantitativa es el estudio “Familia,
pareja y crianza en contexto de pandemia: análisis comparativo
noviembre 2019 y a los 10 y 80 días de pandemia en la
población de la República Argentina”, coordinado
por el autor en el marco de los estudios del Observatorio de
Psicología Social Aplicada de la Facultad de Psicología
de la Universidad de Buenos Aires. Los datos cualitativos surgen del
trabajo de atención primaria desarrollado en el marco de dos
Programas de la Secretaría de Extensión, Cultura y
Bienestar Universitario de la Facultad de Psicología de la
misma Universidad: “La Familia como Agente de Prevención
para la Salud Mental: Programa de Asesoramiento y Orientación
a Familias” y “Intervenciones con Familias y
Organizaciones en Contextos de Vulnerabilidad Psicosocial”. Si
bien las escalas de trabajo de las muestras y las metodologías
de ambos estudios son muy diferentes aportan dos visiones
complementarias. Los datos cuantitativos ofrecen un paneo de la
respuesta social global a algunos temas que circulaban en ese momento
en Argentina. Algunos pocos de ellos merecieron una muy amplia
difusión en los titulares de los principales diarios, radios y
canales de televisión del país. Los datos cualitativos,
obtenidos de la relación virtual en atención primaria
a 86 familias a través de la Fundación Gregory Bateson
y sus efectores, permitieron un contacto y conocimiento más
detallado del modo en que sus vidas se complicaron y como afrontaron
las circunstancias. La experiencia con esas familias se agrega a
modo de ilustración y sintetizando una unidad de atención
sencilla e inmediata en crisis, definida brevemente como
problema-intervención-resultado.
El
contexto en el que se inició la pandemia y continúa
actualmente se define fundamentalmente por la palabra incertidumbre
y esta refiere a que todo lo que pueda decirse de estos temas hoy es
coyuntural por la variabilidad del proceso y la enorme dificultad
para fijar decisiones que hace necesaria la inclusión del caos
en la teorización de la búsqueda de alguna certeza, mas
allá de que necesitemos algunos datos verosímiles para
dar forma a las condiciones iniciales de nuestros diagnósticos
y nuestras decisiones (Wainstein,
2020).
En
noviembre de 2019, iniciamos un estudio sobre familia, pareja y
crianza dentro del programa de estudios del Observatorio de
Psicología Social Aplicada de la Facultad de Psicología
de la Universidad de Buenos Aires (ver anexo 1). Nuestro objetivo
era aplicar cuestionarios que utilizábamos en la práctica
clínica con individuos, familias, y parejas. Si bien los
íbamos a aplicar con personas individuales, nos interesaba la
información sobre cómo se percibían cuestiones
personales, familiares, de pareja y relativas a la crianza de los
niños. Los cuestionarios indagaban sobre estado de ánimo,
ansiedad, percepción de sentimiento de soledad personal. En
lo referido a la familia interrogaban sobre fortalezas y capacidad
de adaptación, percepción de estado emocional y
preocupaciones y dificultades en la comunicación. En lo que
hace a la crianza medíamos criterios a los que los padres
atribuían cualidades favorables para una buena crianza y se
agregaba una escala sensible a la situación presente de ajuste
marital para evaluar la situación de las parejas. Hasta ahí
la expectativa estuvo puesta en validar los instrumentos
y ampliar cierto encierro común de las muestras universitarias
en la investigación psicológica y abrirnos a un estudio
poblacional, de extensión nacional, y con una segmentación
representativa.
Trabajábamos
los primeros datos de esa medición en noviembre de 2019,
cuando en diciembre se detectaron las primeras infecciones por
COVID-19 en Wuhan, China. Las vacaciones de verano de la Universidad
interrumpieron nuestro trabajo de rutina que retomamos cuando ya
hacia el primero de marzo de 2020 se desató un foco
infeccioso en Bérgamo, Italia cuya amenaza se desarrollaba en
crecimiento exponencial. Las primeras cifras de su aparente letalidad
y la mortalidad inicial se constituyeron en un augurio de lo que
podía ocurrir en el mundo y en nuestro país. El 11 de
marzo la OMS declaró la existencia de una pandemia. A partir
de esa situación, a la vista de los sucesos que se iban
desarrollando en el hemisferio norte, las autoridades nacionales
establecieron en nuestro país mediante el Decreto 297/2020 el
Aislamiento Social Provisorio y Obligatorio (ASPO), conocido
popularmente como cuarentena.
Cuando
se inicia la segunda parte de este estudio a mediados de marzo de
2020, la sociedad argentina ya está impactada por las
dramáticas noticias provenientes del mundo, especialmente de
países muy afines histórica y culturalmente, como
Italia y España. Esta nueva situación contextual creo
condiciones muy diferentes a partir de la decisión de las
autoridades nacionales de establecer regulaciones muy importantes
sobre la vida cotidiana de nuestra población objetivo. El
estudio inicial buscaba detectar valores en condiciones sociales
“normales”; ya cuando íbamos a realizar la segunda
medición, en el mes de marzo, las condiciones sociales se
volvieron tan excepcionales como no habían ocurrido en cien
años. En este sentido el estudio tomó un nuevo cauce,
estudiar el impacto de la nueva situación que se reflejaba en
los altos valores basales registrados desde los días
iniciales de la pandemia y la cuarentena y que se incrementarían,
en la mayoría de los ítems estudiados hacia valores más
altos aún, transcurridos
los primeros 80 días de confinamiento. Las mediciones
registran el impacto de 70 días de confinamiento entre
mediados de marzo y mediados de junio de 2020. La situación
planteada en esa nueva realidad en el mundo y en las mentes de los
argentinos generó ciertas “tomas de posición”
sobre los orígenes de la pandemia y sobre cómo
afrontarla. En ese nuevo escenario, no solo estaba presente la
competencia de las potencias, EEUU y China, la pandemia también
había movilizado una fría “guerra” entre
dos visiones diferentes del mundo que dividieron tanto a la sociedad
civil, a las familias que entrevistábamos y a la confundida
comunidad científica en la que nos incluimos. En respuesta a
la incertidumbre que generaba la presencia de un virus desconocido,
por lo menos en sus efectos nocivos, y el correlato de ansiedad que
provocaba, tanto entre los científicos, los dirigentes
políticos, la prensa y la gente común comenzaron a
construirse y circular dos versiones del presente y del futuro que
contribuían a aumentar la incertidumbre. Una que podríamos
llamar “conservadora”, anti alarmista y por momentos
negacionista, que supone que todo lo que ocurre debido al COVID-19,
en el mejor de los casos y “si es que el virus existe”,
pasará rápido y solo favorece una aceleración de
fenómenos preexistentes. Otra opuesta, que podría
definirse como “utopista”, que augura que la pandemia se
extenderá dramáticamente en el tiempo y transformará
profundamente el mundo en que vivimos invocando que estamos ante
cambios cruciales en la historia de la humanidad.
Los
“conservadores” no veían novedades ni problemas
sociales en el violento incremento del home
working,
en la instalación de la comunicación virtual en los
intercambios humanos cotidianos, en los cambios generales en las
costumbres. Tampoco en la desigualdad social, las crisis generadas
por una urbanización que se exponía de pronto poco
racional, el ascenso de China, o la concentración
impresionante de la riqueza social, sosteniendo que esas son
cuestiones anteriores a la pandemia. Esto tuvo y posiblemente tiene
cierto correlato en un descreimiento de los datos sobre lo que ocurre
y una fuerte preocupación por evitar los “daños
colaterales” en la economía. Esto llevó a que
inicialmente, en países como el Reino Unido, los EEUU o
Brasil, se desoyeran las recomendaciones elementales de cuidado
social y a apoyar, de hecho, una estrategia zigzagueante entre la
“teoría de la inmunidad de rebaño” y formas
variadas de control basadas en un distanciamiento y aislamiento
social acomodado a las idiosincrasias locales. Llamativamente estas
mismas diferencias las observamos en el seno de las familias
consultantes; familias descreídas y relajadas y familias
extremadamente cuidadosas y tensas.
Los
“utopistas”, actuaban como agoreros de tiempos oscuros
para la historia inmediata, visualizando la pandemia como una gran
plaga que convoca a la sociedad a una purificación ecológica,
política y social; recordando que a los desastres de la
Primera Guerra Mundial y las epidemias posteriores, la crisis de
1929, y la pobreza y orfandad que dejó la Segunda Guerra
Mundial, tras 80 millones de muertos; los sucedieron el sanitarismo,
el rescate de las crisis económicas por un aumento de la
participación activa del estado en inyecciones anti cíclicas
de gasto público y el surgimiento de un estado benefactor con
servicios que cubren los derechos de una gran mayoría de los
ciudadanos. Reivindicando esas ideas promueven una sociedad del
“cuidado”, de un estado presente, regulador y que
suplementa las carencias económicas y sociales que la pandemia
genera. Estos grupos vieron en el aislamiento estricto, la
eliminación del transporte no esencial, el cierre de fronteras
nacionales o municipales la herramienta necesaria para controlar el
caos (www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-52314527).
En
el plano más doméstico de la vida cotidiana y más
allá de estas universales representaciones sociales de la
pandemia, en la vida cotidiana de gran parte de la humanidad y en
toda la población de nuestro país las poblaciones se
vieron sometidas a un experimento crucial: más de cuatro mil
millones de personas en el mundo se encontraron aisladas en sus
viviendas; más de 44 millones de argentinos se aislaron en sus
casas y modificaron sus relaciones cotidianas, se arriesgaron en sus
trabajos o resultaron impedidos de hacerlos y quedaron privados de
sus instituciones más fundamentales. Las recreaciones sociales
habituales, los rituales familiares que señalan los pasos del
ciclo vital o aún las ceremonias funerarias se vieron
impedidas. En la casa familiar, en mundos diferentes, sea el hogar
burgués o socialista regresaron, en su cotidianeidad, a algo
así como la sencilla vida cavernaria del pasado paleolítico,
con solo sus básicas funciones de protección y
aislamiento de un entorno hostil, en el que la mera recorrida a los
negocios de proximidad retrotrajo la conducta social al antiguo rol
de recolectores.
Observaciones
de la respuesta a la pandemia
En
este contexto a mediados de marzo del 2020 realizamos la primera
medición, que era contemporánea al inicio del ASPO,
y que luego completamos con otra recolección de datos a
mediados de junio, transcurridos 80 días de la pandemia y la
extendida cuarentena. De hecho, a partir de la pandemia nos
interesaba el impacto sobre los datos del OPSA, de lo que podría
definirse como un inmenso “experimento” social en el que
las personas se veían amenazadas por el virus, obligadas en su
gran mayoría a encerrarse en sus casas y la circulación
social se reducía a aproximadamente a un 10 %, la circulación
de las obligadas a afrontar el riesgo en tareas “esenciales”
(La Nación, 24/3/20 “Exceptuados. Cuánta gente
puede salir a trabajar en la cuarentena total”)
En
paralelo, a la recogida de esos datos cuantitativos, nos aportaban
datos cualitativos desde el mismo mes de marzo la atención de
familias en dos Programas de Extensión Universitaria (ver
anexo 2). Estos programas cuyo objetivo general desde hace varios
años, es la orientación psicológico-social de
familias con niños (criterio UNICEF, de 0-18 años) que
solicitan apoyo por algún tipo de problema (Wittner y
Wainstein, 2020) ofrecen un encuadre de atención semanal o
quincenal, o en fecha a pautar, mediante una conexión de 30
minutos fijada dentro de una banda horaria ofrecida a los
consultantes de tres horas en horarios de mañana y tarde.
Los
participantes recibieron por mail un consentimiento informado en base
al modelo que utilizamos en proyectos de investigación, el
cual era leído por los adultos de la familia, compartido con
los menores y devuelto por la misma vía al equipo
extensionista.
La
entrevista de admisión se orientó hacia una evaluación
situacional de los consultantes mediante un inventario de varios
ítems relacionados con la situación y conducta de los
integrantes de la familia afectada por la pandemia y la cuarentena
familiar. Los ítems se subdividieron en áreas:
vivienda, estructura familiar, queja o malestar, costumbres
hogareñas, situación económica actual. Realizada
la evaluación de los datos iniciales se realizaron entrevistas
a las familias mediante videoconferencias y se aplicó un
modelo de intervención dirigido a ayudar a una persona y/o
familia, pareja o subgrupo familiar para que puedan enfrentar el
suceso estresante o el malestar afrontado con el objetivo de que
disminuya la probabilidad de efectos negativos como daños
físicos, psicológicos y se incremente la probabilidad
de convertir el evento en una experiencia adaptativa que favorezca el
surgimiento de habilidades, opciones y perspectivas no previstas.
Este tipo de intervención supone introducirse de manera activa
en la situación vital de la familia y ayudarla mediante una
agenda de instrucciones, en forma directiva a movilizar sus propios
recursos para intentar superar el problema y recuperar el equilibrio
funcional.
Metodología
El
método de investigación utilizado fue cuantitativo,
mediante una modalidad de encuestas On-Line geolocalizadas, que
invita a contestar los cuestionarios a través de las redes
sociales, según parámetros de geolocalización.
El universo (N) estuvo constituido por población general mayor
de 18 años, el tamaño total de las muestras,
probabilísticas al azar simple, en las tres mediciones se
aplicaron un total de 5427 encuestas. La cobertura geográfica
se realizó a nivel nacional, representando una población
de aproximadamente 30 millones de habitantes mayores de 18 años;
cubriendo los principales centros urbanos: CABA, GBA, Interior BA,
Córdoba, Rosario, Mendoza, Neuquén, Tucumán,
Jujuy, Corrientes y Tierra del Fuego. El error muestral estimado es
de ± 1,96%; y el nivel de confianza 95%.
El
impacto en las personas
Transcurridos
80 días de cuarentena, los datos reflejaron un impacto
negativo registrado como un empeoramiento de la precepción
del estado de ánimo, la ansiedad y el sentimiento de soledad a
nivel personal. A los 80 días de pandemia/ASPO
aproximadamente ocho de cada diez argentinos (80,3%) estaban
afectados entre un poco y mucho, tanto en el estado de
ánimo individual, como en la percepción de
ansiedad (75,5%). Si bien el punto de partida del estudio ya
mostraba una situación basal alta si se lo compara con
la prevalencia de síntomas de ansiedad (16,4%) y estado de
ánimo (12,3%) en una población bastante similar del
“Estudio epidemiológico de salud mental en población
general de la República Argentina” (Stagnaro; Cía;
Vázquez y otros, 2018). Si bien no evaluamos prevalencia, un
72% se veía afectado o muy afectado en su ansiedad y/o estado
de ánimo, probablemente por influencia de lo que anunciaban
las noticias nacionales y las internacionales, provenientes de países
muy afines culturalmente como Italia y España y su repercusión
en los medios locales. La tendencia se acentúa hacia los 80
días afectando significativamente más a las mujeres
(+9,08%) que a los hombres y a los que conviven el confinamiento con
los hijos (+ 3,5%), que a los que están solos.
El
sentimiento de soledad es una sutil sensación subjetiva de
tener menor afecto y cercanía de lo deseado en el ámbito
íntimo o relacional y el aislamiento social es la situación
objetiva de contar con mínimos contactos con otras personas.
Si bien el ASPO ocurre generalmente en familia, la convivencia
obligada y continua afectó al 46, 7% de la muestra puntuando
más alto (2,5%) las mujeres y 7,4 % más los que no
conviven con sus hijos, acentuándose en los mayores de 60
años. En general se suele relacionar la soledad con el
aislamiento físico, lo cual no es así necesariamente,
en la muestra nacional solo el 15% vive solo, el 23,1% acompañado
por otra persona y otro 43% en grupos de 3 o 4 convivientes.
De
hecho algunas personas pueden estar aisladas y no sentirse solas,
otras pueden tener una red social aparentemente grande y pueden
experimentar soledad. En el caso específico de los adultos
mayores un 26,4% de la muestra OPSA, como en las familias
atendidas en el Programa de Extensión el sentimiento se
incrementó. Datos importantes si se tiene en cuenta que los
antecedentes señalan que tanto el aislamiento como la soledad
aumentan el riesgo de enfermar y la soledad y el aislamiento social
son condicionantes de salud emergentes en la población
anciana, especialmente en las personas viudas, hiperfrecuentadoras y
con problemas crónicos y depresión. Su contribución
al incremento de la morbimortalidad es comparable al de otros
factores de riesgo bien conocidos de agravar las enfermedades
crónicas y de morir. Promover la autonomía de estos
pacientes, facilitar su sociabilidad y actuar sobre sus pensamientos
sociales maladaptativos que dificultan su integración social
es un aspecto a tener en cuenta por las consecuencias inmediatas o
futuras en esta población (Gené,
Badia, Sánchez, Masó, Oliveras, 2016)
El
impacto en las familias
En
las respuestas sobre la familia se destacan dos aspectos, los que
hacen a la comunicación intrafamiliar y la percepción
de cohesión en el sistema familiar. Si bien las familias
muestran mayoritariamente un factor importante de equilibrio y
resiliencia (+60%), el aislamiento prolongado resiente de un modo
estadísticamente significativo la estructura de muchas
familias en lo que hace a un aumento tanto de la comunicación
disruptiva como de la cohesión, que señala una
alteración de las relaciones familiares.
La
comunicación disruptiva, reflejada como una reducción
de la sinceridad en los intercambios, un mayor temor a hacer
explícitos los desacuerdos, la sensación de pérdida
de la empatía en las relaciones y la sensación de mayor
entrometimiento o pérdida de límites en las relaciones
interpersonales, no solo es percibida como alta al final del periodo
estudiado, sino que cuando se comparan las medias con datos de
noviembre de 2019, muy anteriores a la pandemia, se observa en
todos los casos una tendencia creciente {ver figura 1}.
Los
datos sobre la comunicación familiar resultan consistentes
con los datos que muestran en la comparación noviembre 2019 y
segunda medición tras 80 días de cuarentena la
evolución de la cohesión familiar: una disminución
del sentimiento de cohesión familiar, en el sentido de
sentirse “ser escuchado”, de “pérdida
de la confianza en los otros”, de “duda en la
capacidad de ser cuidado por el núcleo familiar” y
de cómo se perciben “los recursos de la familia
para resolver situaciones difíciles”. Si bien debe
resaltarse que la información muestra una importante y
general resiliencia y recursos en las familias encuestadas, entre el
60% y el 80% no manifiestan verse afectadas en esos ítems,
las medias muestran un incremento de la percepción de pérdida
de esos recursos ante un agresor externo como la pandemia y una
situación estresante interna como el confinamiento {ver figura 2}.
Las
dificultades en la comunicación o interacción familiar
fueron el problema más consultado en los Programas de atención
primaria. En las consultas la permanencia en condiciones de
aislamiento mostro claramente una tendencia a incrementar las fallas
preexistentes en el funcionamiento familiar. Como proceso las
familias realizan un ciclo de “luna de miel” con el
aislamiento que a las tres semanas las comienza a afectar la
desconocida convivencia de siete días por 24 horas. Los
problemas fundamentales registrados refieren discusiones acerca del
rol de género en la pareja en las rutinas y tareas cotidianas
hogareñas como la limpieza, la organización de la
escolaridad de los niños, la cocina cotidiana y el
mantenimiento de los horarios que tienden a alterarse por una pérdida
de los parámetros de tiempo habituales. Son comunes los
conflictos por la relajación de las reglas de funcionamiento
habitual de la familia en lo que hace la utilización del
espacio habitacional, el uso de los artefactos electrónicos de
comunicación y cierto abandono de las disciplinas que rigen el
orden doméstico para vestirse, comer, trabajar en casa,
estudiar o mantener el orden y la higiene diarias. En ese sentido las
intervenciones de mayor efectividad consistieron en establecer una
agenda consensuada de funcionamiento que comenzaba valorizando
conductas simples como el hacer las camas, mantener los horarios de
sueño y levantarse dentro de ciertos horarios los días
de semana y flexibilizarlos los días de fin de semana y
feriados. Quitarse el pijama o la ropa de dormir para evitar la
sensación de discontinuidad del tiempo y poder organizar los
ciclos del día. Disponer horarios de trabajo, estudio y
esparcimiento. La distribución de los espacios existentes por
horarios y asignar lugares o momentos más exclusivos o íntimos
para la pareja conyugal favoreció la situación general.
Otros ítems efectivos fueron sumar a las agendas de acción
elegir un canal o fuente de noticias y un horario para dedicarles a
actualizarlas sin mantenerlas en continuado durante gran parte del
día o mantener sus redes sociales de contención
emocional con sus familiares, amigos y personas de confianza a través
de medios digitales como los teléfonos celulares. De los
resultados logrados se puede sintetizar en que es necesario
reemplazar algún tipo de orden que fuera más o menos
funcional hasta ese momento, por otro tipo de orden diferente que
resultara también más o menos funcional y disminuya el
malestar familiar en el confinamiento.
Percepción
de impacto en las parejas
El
surgimiento de la pandemia y el inicio de la cuarentena parecieron
mejorar la percepción de la relación de pareja en la
primera medición de los diez días iniciales. Pero eso
duro poco a los 80 días esa mejoría cayó casi
un 7% y 1,7% no solo desmejoraron sino que vieron empeorada su
situación que avanzó con más discusiones y
peleas alcanzando al 46% de las parejas no convivientes y el 38,7% en
las que conviven con sus hijos. Este empeoramiento en la relaciones
de las parejas, varía según estén en
“no convivencia”, que parecen ser son los que llevan la
peor parte (50%), en la que se incluyen los novios que ven
restringido todo vínculo amoroso presencial. En expresiones de
jóvenes novios adolescentes de las familias entrevistadas esto
tenía la expresión “-Desde caminar de la mano,
tomar unos mates juntos, una cena íntima o los mimos”.
Los
convivientes sin hijos solo un 22,8% se sintieron afectados
porcentaje que se eleva al 30% cuando la convivencia es familiar con
los hijos. La incidencia de la situación habitacional también
muestra su efecto sobre la variable. El impacto es mayor en caso de
vivir en departamentos, generalmente de menos superficie y menos
conectados con el ambiente externo, en relación a vivir en
casas que suelen tener mayor espacio vital por la existencia de
terrazas, patios o jardines. Esto señala al espacio y las
características de la vivienda como un factor que participa de
un modo significativo (7%) en el curso del aislamiento social.
Los
datos recogidos señalan una mayor frecuencia de discusiones
y peleas, una incidencia del 3,2 % en solo 70 días y una
disminución de los intercambios de “intimidad”, palabra
que suele ser entendida en su vinculación con la
sexualidad. Esto mantiene su consistencia cuando se pregunta por
las “demostraciones de afecto”, que empeoraron en un
5% de los encuestados en solo 70 días.
Una
cuestión a prever en el futuro son las consecuencias de una
interacción duradera con mayor nivel de conflicto, sobre la
salud de las relaciones de las parejas, el incremento de la violencia
doméstica y su posible incidencia en la continuidad de las
familias bajo la forma de separaciones y divorcios. En ese sentido en
el 12% de las familias, las consultas se relacionaron con episodios
de violencia domestica que fueron derivados a psicoterapia de pareja.
Impacto
en las relaciones de crianza de los hijos
Cuando
se mide sobre cómo se vieron afectados los
criterios relacionados con la crianza de los hijos, más
de un 10% registra un cambio importante en las prioridades que
atribuye a las reglas de crianza. La diferencia de género es
importante ya que 17 % de las mujeres cambian su atribución en
el plazo entre mediciones. Pesa en esto el comportamiento tradicional
de una mayor involucración de las madres en la escolaridad de
los niños, cuestión que resalta el 86% de las mujeres.
También en este ítem es significativa la diferencia si
se vive en casa o departamento a favor de las casas.
Un
llamativo cambio no porque la frecuencia involucrada sea importante
sino por los valores tradicionales que involucra es la caída
de los recursos “puesta de límites” y
“comunicación con los hijos” como criterios de
crianza. Cierto relajamiento observable de la disciplina parental
posiblemente esté relacionado con el cansancio provocado por
la intensidad de la convivencia en confinamiento. La
confianza atribuida a la comunicación con los hijos como
factor de importancia en la crianza disminuye de un modo consistente
con como el mayor conflicto percibido en la pareja disminuye la
valoración del efecto modelador de los padres como ejemplo de
relación para sus hijos.
Conclusiones
Los
estudios realizados en las condiciones que se presentan tienen el
valor de reflejar coyunturalmente el impacto de un acontecimiento
aversivo sobre las personas en una escala que ocurre muy
excepcionalmente. En una reflexión inicial los resultados
reflejan por un lado las dificultades de adaptación de una
parte de la población, probablemente la que cuenta con menos
recursos materiales y psicológicos; pero también
muestran que una mayoría de las personas, si bien se ven
afectadas en su vida cotidiana por este tipo de acontecimiento, no
necesariamente perciben que su condición emocional, familiar,
de pareja o en la relación con sus hijos alcanza niveles
críticos. Cuando la escala de la observación se reduce
al trabajo en atención primaria con un número limitado
de familias, los datos mantiene consistencia con la población
general agregándose la información de que utilizando
intervenciones psicoeducativas sencillas mediante una agenda de
trabajo breve, en una mayoría de estas se obtiene una
disminución del malestar y en una minoría la derivación
a psicoterapia u otros recursos puede disminuir el daño
posterior.
Referencias
Gené,
J. ; Badia, M.R., Sánchez, N; Masó L.; Oliveras, P.
(2016). Aislamiento social y soledad: ¿qué podemos
hacer los equipos de atención primaria?. Atención
Primaria
Volumen 48, Issue 9, pp 604-609. https://www.sciencedirect.co
m/science/article/pii/ S0212656716301809
Stagnaro,J.C.;
Cía, A.; Vázquez, N.;, Vommaro. H., Nemirovsky, M.,
Serfaty, E., Sustas, S.E., Medina Mora, M. E., Benjet, C.,
Aguilar-Gaxiola, S., Kessler, R. (2018). Estudio epidemiológico
de salud mental en población general de la República
Argentina. Vertex.
Revista Argentina de Psiquiatría,
Vol. XXIX: 275-299.
Wainstein,
M. (2020). Pandemias, sistemas, caos y otras yerbas.
Intersecciones
Psi Revista Electrónica de la Facultad de Psicología
(UBA)
Año 10 - Número 35. Recuperado de
http://intersecciones.psi.uba.ar/index.php?option=com_content&view=article&id=824:pandemias-sistemas-caos-y-otras-yerbas&catid=11:alumnos&Itemid=1
Wittner,
V. y Wainstein, M. (2020). Aplicación
de un protocolo de intervención con familias en contexto de
aislamiento (ASPO) por pandemia.
Trabajo presentado el 14/06/2020 a evaluación del Comité
Científico del XII Congreso Internacional de Investigación
y Práctica Profesional en Psicología , Buenos Aires,
noviembre 25/27-2020.
Universidad
de Buenos Aires-Fundación IGB, Buenos Aires.
Anexo 1
Universo: Población general, mayores de 18 años. Nivel nacional.
Principales centros urbanos: CABA, GBA, Interior BA, Córdoba, Rosario, Mendoza, Neuquén, Tucumán, Jujuy, Corrientes y Tierra del Fuego.
Tamaño de la muestra: 1.296 casos.
Modalidad: Encuestas On-Line GEOLOCALIZADAS Error muestral ± 1,96%; nivel de confianza 95%.
Cobertura geográfica: Diseño muestral: Muestra probabilística al azar simple.
Fecha de campo: 15 al 22 de noviembre de 2019; 11 al 18 de marzo y 7 al 14 de Junio de 2020.
Contactabilidad: La invitación a completar la encuesta se realiza a través de redes sociales, según parámetros de geo localización.
Tipo de investigación: Cuantitativa.
- Se está trabajando en este tema que excede este artículo.
- www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-52314527
- La Nación, 24/3/20 "Exceptuados. Cuánta gente puede salir a trabajar en la cuarentena total"
- Secretaria de Extensión, Cultura y Bienestar Universitario: "La Familia como Agente de Prevención para la Salud Mental: Programa de Asesoramiento y Orientación a Familias", a cargo de la Dra. Valeria Wittner y "Intervenciones con Familias y Organizaciones en Contextos de Vulnerabilidad Psicosocial", a cargo del Dr. Martin Wainstein. La Secretaria realiza actividades con instituciones públicas y privadas, tanto nacionales como internacionales. En este caso mediante un convenio entre la Fundación Gregory Bateson y la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires, que establece relaciones de complementación y cooperación académica, científica y cultural. Entre ambos programas se contactaron en forma virtual, en el primer semestre de 2020 asesorando y realizando un plan de psicoeducación a 86 familias.
- Los participantes recibieron por mail un consentimiento informado en base al modelo que utilizamos en proyectos de investigación, el cual era leído por los adultos de la familia, compartido con los menores y devuelto por la misma vía al equipo extensionista.
Anexo 2
Secretaria de Extensión, Cultura y Bienestar Universitario: "La Familia como Agente de Prevención para la Salud Mental: Programa de Asesoramiento y Orientación a Familias", a cargo de la Dra. Valeria Wittner y "Intervenciones con Familias y Organizaciones en Contextos de Vulnerabilidad Psicosocial", a cargo del Dr. Martin Wainstein. La Secretaria realiza actividades con instituciones públicas y privadas, tanto nacionales como internacionales. En este caso mediante un convenio entre la Fundación Gregory Bateson y la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires, que establece relaciones de complementación y cooperación académica, científica y cultural. Entre ambos programas se contactaron en forma virtual, en el primer semestre de 2020 asesorando y realizando un plan de psicoeducación a 86 familias.