ISSN 2618-5628
 
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COVID-19  
Adolescentes, Familia  
     

 
Familia y Adolescencia durante la pandemia por COVID-19
 
Cros, Belén
Fundación Aiglé
 
Preve, Paula
Fundación Aiglé
 
Revilla, Romina
Fundación Aiglé
 
Maristany, Mariana
Fundación Aiglé
 

 

Introducción

Como es de público conocimiento, la sociedad atraviesa una emergencia sanitaria causada por la rápida propagación del COVID-19, de manera tal que la Organización Mundial de la Salud lo ha clasificado como pandemia (OMS, 2020). Por ello, alrededor del mundo se han adoptado diferentes medidas de prevención con el objetivo de contener y controlar la transmisión del mismo.

En Argentina, el gobierno local decretó el 20 de marzo del corriente año el aislamiento social preventivo y obligatorio (ASPO), el cual establece permanecer en los domicilios, realizar desplazamientos indispensables para aprovisionarse, cierre de instituciones de enseñanza de todos los niveles, de los comercios y servicios no esenciales (Decreto 297/2020). Si bien, actualmente las medidas se fueron modificando, encontramos opiniones encontradas al respecto. Por un lado, varios autores (Jiloha, 2020; Milne y Xie, 2020; Wang et al., 2020), consideran que las medidas restrictivas han sido reportada como una de las estrategias más efectivas para la prevención en la propagación del virus debido al aplanamiento de la curva y la reducción de los contagios.

Por otro lado, nuestro país llevó a cabo una de las cuarentenas más largas a nivel global y dichas restricciones impactan negativamente en la salud mental de la población en general, evidenciándose en síntomas ansiosos, depresivos, interrupción de la rutina, dificultades interpersonales por la falta de contacto social, el miedo y la incertidumbre (Barboza Cid, Souza Akahosi, Garcia Morato y Morais Minatel, 2020; Orte Socías, Ballester Brage y Nevot-Caldentey, 2020). En este contexto, cabe destacar las particularidades de la afectación psíquica de la población juvenil debido a la pandemia.

Como señala el Comité de Derechos del Niño de Naciones Unidas (2020), niños, niñas y adolescentes (NNA) son un de las poblaciones más vulnerables en la pandemia, dado que se ven expuestos a graves efectos físicos, emocionales y psicológicos productos de las restricciones que significan el cierre de las instituciones educativas, con la consecuente pérdida del contacto con pares; las limitaciones para el movimiento y actividades recreativas; como también las dificultades de acceso a contextos de protección frente a situaciones de amenazas de sus derechos. Como así también, los estados de emergencia y/o catástrofe, como el producido por el Covid-19, pueden mantenerse por largos períodos de tiempo y tener consecuencias a mediano y largo plazo en procesos de aprendizaje, la salud mental, el aumento de pobreza infantil y el riesgo de ser víctimas o testigos de violencia, entre otros problemas que pueden afectar el bienestar y desarrollo integral de la niñez y adolescencia (UNICEF, 2020).

Se ha reportado que ante el confinamiento y la falta de hábitos fijos y funcionales, los adolescentes pueden establecer otras rutinas disfuncionales como sedentarismo, alimentación poco saludable, sueño irregular, ganancia de peso, aburrimiento, aumento del tiempo frente a pantallas, reducción en la cantidad y/o calidad de los vínculos interpersonales con sus cuidadores, familia, pares y otros significativos, afectando a sus estados socioemocionales y niveles de estrés (Brazendale et al, 2017; Hernández Rodríguez, 2020; Hincapié, López-Boo y Rubio-Codina, 2020). Además, estas condiciones pueden actuar como factores de vulnerabilidad para desencadenar o agravar patologías mentales en adolescentes (Wang et al., 2020). En este sentido, inicialmente los adolescentes pueden hacer uso de ciertas actividades o conductas para aliviar la ansiedad o el aburrimiento, pero podrían convertirse en abuso o exceso y generar trastornos de sueño, adicción, agresividad, irritabilidad, déficit en el control de impulsos, trastornos alimentarios e hiperactividad (Carmenate Rodríguez, Salas Mayea y Santander García, 2020; Loades, et al., 2020). Además, los adolescentes expuestos a períodos prolongados de aislamiento son más propensos a desarrollar trastorno por estrés agudo, trastorno de adaptación y duelo (Loades, et al., 2020, Silveira & Siepmann Soccol, 2020).

Particularmente sobre los estados emocionales, investigaciones recientes encontraron niveles altos de conductas de apego excesivo, irritabilidad, miedos, incertidumbre, distracción, angustias, conductas sociales negativas, percepción distorsionada del riesgo, sintomatología depresiva y ansiosa como efectos de la pandemia en dicha población (Loades, et al., 2020; Torales, et al., 2020, Jiao et al., 2020; Zhou et al., 2020).

Considerando a la adolescencia como una etapa esencial para la construcción de significados y el logro de la autonomía (Fernández Álvarez, 1992), que permitirá la adopción de patrones de conductas y hábitos funcionales en diferentes áreas de su vida cotidiana, resulta imperativo la necesidad de explorar el impacto de la cuarentena, así como la necesidad de contemplar la evolución de los efectos post-pandémicos en la salud mental de la población juvenil.

La Fundación Aiglé elaboró una encuesta dirigida a adolescentes con el objetivo de relevar sus percepciones ante el ASPO con respecto a sus hábitos, emociones, conductas y relaciones con pares y familia.

Nos centraremos en este trabajo, en los datos obtenidos en torno a las relaciones familiares ya que nos conducen a reflexionar acerca del rol de la familia durante la pandemia.

 

Método

Procedimiento

Se realizó un muestreo no probabilístico tipo bola de nieve para la difusión de un cuestionario online. De esta forma, el equipo de adolescencia invitó a participar de la encuesta a los adolescentes de su red de contactos y se les solicitó que la reenvíen a sus contactos. Además, se difundió por las redes sociales.

Muestra

Participaron en el estudio 1068 adolescentes entre 12 y 18 años, residentes de la República Argentina, 32% varones y 68% mujeres (X: 15,17; DS: 1,79). La distribución por edad puede observarse en el gráfico 1. {ver figura 1}.

La conformación final de la muestra fue el resultado de una depuración de la misma considerando como criterios de exclusión edades que no estén comprendidas entre 12 y 18 años y quienes tenían un gran porcentaje de respuestas incompletas o insensatas.

Instrumento de evaluación

Se elaboró un cuestionario utilizando un formulario digital, anónimo y autoadministrable, compuesto por preguntas con opciones de respuestas cerradas (multiple choice) y abiertas. Se administró durante julio de 2020 por lo habían transcurrido 100 días de confinamiento (ver anexo).

El cuestionario incluía información acerca del objetivo de estudio, el anonimato y confidencialidad de los datos y la solicitud del consentimiento del participante. Las variables exploradas por medio del instrumento se agruparon en tres áreas:

1) hábitos (sueño, alimentación y actividad física),

2) aspectos emocionales (estado de ánimo, ansiedad depresión y hostilidad e irritabilidad),

3) aspectos relacionales (pares, madre, padre y hermanos).

Se preguntó cuánto habían empeorado, mejorado o se mantenían igual todos los aspectos antes descriptos.

Asimismo se exploró la cantidad de personas con las que convive durante la cuarentena y si estaba haciendo terapia y que definieran con tres palabras lo negativo y lo positivo de la pandemia.

Nos centraremos en análisis de los resultados en torno a los aspectos emocionales y relacionales.

 

Resultados

Consistente con los datos relevados en los estudios de salud mental durante el confinamiento, los aspectos ligados con el estado emocional durante la cuarentena empeoraron. El 51% de los adolescentes expresaron haber empeorado en torno al nivel de irritabilidad, el 48% empeoró en relación a niveles de ansiedad y el 47% en torno a su estado de ánimo en general. El 39% refiere haber empeorado en relación a la depresión. Solo en un porcentaje muy menor (entre el 9% y 11%) mejoraron en relación a lo emocional {ver figura 2}.

Se hace evidente en la muestra, que la irritabilidad ha sido el modo en su mayoría en la que se expresa el malestar.

Durante la pandemia los adolescente que se encontraban realizando tratamientos psicoterapéuticos se vieron obligados a realiza dichos tratamientos en forma remota. El 6 % de la muestra dejo el tratamiento durante el confinamiento. Por otro lado, 12% estaban haciendo tratamiento y el 82% no estaba realizando tratamiento psicoterapéutico {ver figura 3}.

En cuanto a las relaciones interpersonales se observa que la relación con los amigos en un 20% empeoró y un 79 % mejoró o se mantuvo igual {ver figura 4}.

La relación con los hermanos, el padre y la madre, muestran que es mayor la cantidad de adolescentes que considera que mejoró la relación más de los que consideran que empeoró.

El 28% considera que mejoró la relación con los hermanos y el 14% expresa que empeoró {ver figura 5}.

El 31% del total de la muestra, expresa que la relación con su madre mejoró y solo el 12% empeoró. Si consideramos cada grupo de edad, a los 17 años se observa el mayor porcentaje de adolescentes que expresa haber mejorado la relación (36%) y a los 12 años el menor porcentaje de adolescente expresa haber mejorado (23%).

{ver figura 6}

{ver figura 7}

Respecto de la relación con el padre el 28% expresa haber mejorado la relación y el 12% empeoró {ver figura 8}. En cuanto a la distribución por edad se observa que, igual que en la relación con la madre a los 12 años es el menor porcentaje de mejoría (22%) y a los 14, 16 y 17 años se encuentra el mayor porcentaje de mejoría {ver figura 9}.

 

Conclusión

Considerando a la adolescencia como una etapa esencial y un nudo crítico en el desarrollo de la identidad (Fernández Álvarez, 1992, 2008) se vuelve relevante la exploración de este proceso durante la pandemia, identificando el impacto de la cuarentena y contemplando la evolución de los efectos post-pandémicos en la salud mental de la población juvenil.

La encuesta realizada por la Fundación Aiglé estudió percepciones de los adolescentes ante el ASPO con respecto a sus hábitos, emociones, conductas y relaciones con pares y familia. La amplia disponibilidad de los adolescentes a responder la encuesta evidenció interés por informar cómo impactaban las restricciones impuestas por la pandemia en su salud mental y en qué medida afectaba sus relaciones interpersonales. Consistentemente con los datos de la bibliografía, los encuestados manifestaron efectos negativos tanto en su estado de ánimo como en las relaciones interpersonales,

Sin embargo, encontramos también algunos efectos positivos del confinamiento en la evolución de las relaciones interpersonales, evidenciando mejorías en los vínculos con pares (20%), hermanos (28%), padre (28%) y madre (31%). Asimismo, es interesante observar que los adolescentes mayores evidenciaron mejorías más significativas en sus vínculos familiares. Se podría hipotetizar que esta diferencia podría estar asociada a un aumento de habilidades metacognitivas y comunicacionales propias del desarrollo.

Los resultados de la evolución positiva de las relaciones interpersonales podría deberse al desarrollo de recursos de afrontamiento funcionales alternativos en el contexto familiar, indicando que la convivencia “obligatoria” determinada por circunstancias externas, forzaron a las familias a desarrollar recursos alternativos. Sin duda hubo un porcentaje que empeoró sus relaciones y los datos muestran la presencia de aumento de violencia y conflicitiva familiar y marital. Sin embargo, en la relación padres e hijos en proporción mejoro más que empeoró.

Cabe preguntarnos cuáles fueron los factores que mediaron esta mejoría, llevándonos a reflexionar acerca del rol de la familia durante la pandemia.

Durante los primeros 100 días de convivencia, las familias se vieron en la necesidad de compartir más tiempo y desarrollar nuevas actividades conjuntas. Tuvieron que desplegar nuevas habilidades para afrontar los desafíos del confinamiento, la educación a distancia y el teletrabajo. Si consideramos que la adolescencia implica un aumento de la distancia con los padres, un aumento en el desarrollo de actividades fuera de la familia, la pandemia implicó un “retroceso” en esos procesos, amenazando el desarrollo de la autonomía creciente de los adolescentes. Sin embargo, los adolescentes evalúan como positiva esa convivencia y ese tiempo compartido.

En una etapa del desarrollo en la que la cercanía de los padres puede ser vivida como una amenaza al desarrollo de procesos de individuación, las familias parecen haber desarrollado nuevas estrategias para lograr una convivencia en la que la que la cercanía se volviera enriquecedora. Es probable que la mayoría de los adolescentes encuestados se vieran menos exigidos a desarrollarse fuera de la familia, tomando como una oportunidad la cercanía con la familia, tal vez liberándolos de algunas exigencias sociales. Por otro lado, es probable también que, frente al aumento de malestar anímico, los adolescentes se sintieran contenidos por sus vínculos primarios. Es probable también, que el hecho de compartir espacios educativos de los adolescentes y laborales de los adultos, así como las actividades domésticas de la vida diaria, generara un mayor conocimiento mutuo, enriqueciendo los vínculos.

Se podría entonces considerar que la adolescencia requeriría como momento evolutivo de períodos de mayor distancia con los padres favoreciendo procesos de individuación crecientes, a la vez que se vería beneficiada de mayor profundidad en los vínculos primarios, aumentando el conocimiento, la comprensión y el apoyo mutuos.

Sin dudas el COVID-19 implicó un desafío en múltiples niveles, incluyendo nuevas reflexiones acerca de las necesidades humanas, revalorizando los vínculos primarios a la hora de afrontar situaciones de amenazantes, pudiendo generar crecimiento a partir de las experiencias potencialmente traumáticas.

 

Referencias

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5ta Edición - Diciembre 2020
 
 
Figura 1
 
 
Figura 2
 
 
Figura 3
 
 
Figura 4
 
 
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Figura 6
 
 
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