Introducción
Como
es de público conocimiento, la sociedad atraviesa una
emergencia sanitaria causada por la rápida propagación
del COVID-19, de manera tal que la Organización Mundial de la
Salud lo ha clasificado como pandemia (OMS, 2020). Por ello,
alrededor del mundo se han adoptado diferentes medidas de prevención
con el objetivo de contener y controlar la transmisión del
mismo.
En
Argentina, el gobierno local decretó el 20 de marzo del
corriente año el aislamiento social preventivo y obligatorio
(ASPO), el cual establece permanecer en los domicilios, realizar
desplazamientos indispensables para aprovisionarse, cierre de
instituciones de enseñanza de todos los niveles, de los
comercios y servicios no esenciales (Decreto 297/2020). Si bien,
actualmente las medidas se fueron modificando, encontramos opiniones
encontradas al respecto. Por un lado, varios autores (Jiloha, 2020;
Milne y Xie, 2020; Wang et al., 2020), consideran que las medidas
restrictivas han sido reportada como una de las estrategias más
efectivas para la prevención en la propagación del
virus debido al aplanamiento de la curva y la reducción de los
contagios.
Por
otro lado, nuestro país llevó a cabo una de las
cuarentenas más largas a nivel global y dichas restricciones
impactan negativamente en la salud mental de la población en
general, evidenciándose en síntomas ansiosos,
depresivos, interrupción de la rutina, dificultades
interpersonales por la falta de contacto social, el miedo y la
incertidumbre (Barboza Cid, Souza Akahosi, Garcia Morato y Morais
Minatel, 2020; Orte Socías, Ballester Brage y Nevot-Caldentey,
2020). En este contexto, cabe destacar las particularidades de la
afectación psíquica de la población juvenil
debido a la pandemia.
Como
señala el Comité de Derechos del Niño de
Naciones Unidas (2020), niños, niñas y adolescentes
(NNA) son un de las poblaciones más vulnerables en la
pandemia, dado que se ven expuestos a graves efectos físicos,
emocionales y psicológicos productos de las restricciones que
significan el cierre de las instituciones educativas, con la
consecuente pérdida del contacto con pares; las limitaciones
para el movimiento y actividades recreativas; como también las
dificultades de acceso a contextos de protección frente a
situaciones de amenazas de sus derechos. Como así también,
los estados de emergencia y/o catástrofe, como el producido
por el Covid-19, pueden mantenerse por largos períodos de
tiempo y tener consecuencias a mediano y largo plazo en procesos de
aprendizaje, la salud mental, el aumento de pobreza infantil y el
riesgo de ser víctimas o testigos de violencia, entre otros
problemas que pueden afectar el bienestar y desarrollo integral de la
niñez y adolescencia (UNICEF, 2020).
Se
ha reportado que ante el confinamiento y la falta de hábitos
fijos y funcionales, los adolescentes pueden establecer otras rutinas
disfuncionales como sedentarismo, alimentación poco saludable,
sueño irregular, ganancia de peso, aburrimiento, aumento del
tiempo frente a pantallas, reducción en la cantidad y/o
calidad de los vínculos interpersonales con sus cuidadores,
familia, pares y otros significativos, afectando a sus estados
socioemocionales y niveles de estrés (Brazendale et al, 2017;
Hernández Rodríguez, 2020; Hincapié, López-Boo
y Rubio-Codina, 2020). Además, estas condiciones pueden actuar
como factores de vulnerabilidad para desencadenar o agravar
patologías mentales en adolescentes (Wang et al., 2020). En
este sentido, inicialmente los adolescentes pueden hacer uso de
ciertas actividades o conductas para aliviar la ansiedad o el
aburrimiento, pero podrían convertirse en abuso o exceso y
generar trastornos de sueño, adicción, agresividad,
irritabilidad, déficit en el control de impulsos, trastornos
alimentarios e hiperactividad (Carmenate Rodríguez, Salas
Mayea y Santander García, 2020; Loades, et al., 2020). Además,
los adolescentes expuestos a períodos prolongados de
aislamiento son más propensos a desarrollar trastorno por
estrés agudo, trastorno de adaptación y duelo (Loades,
et al., 2020, Silveira & Siepmann Soccol, 2020).
Particularmente
sobre los estados emocionales, investigaciones recientes encontraron
niveles altos de conductas de apego excesivo, irritabilidad, miedos,
incertidumbre, distracción, angustias, conductas sociales
negativas, percepción distorsionada del riesgo, sintomatología
depresiva y ansiosa como efectos de la pandemia en dicha población
(Loades, et al., 2020; Torales, et al., 2020, Jiao et al., 2020; Zhou
et al., 2020).
Considerando
a la adolescencia como una etapa esencial para la construcción
de significados y el logro de la autonomía (Fernández
Álvarez, 1992), que permitirá la adopción de
patrones de conductas y hábitos funcionales en diferentes
áreas de su vida cotidiana, resulta imperativo la necesidad de
explorar el impacto de la cuarentena, así como la necesidad de
contemplar la evolución de los efectos post-pandémicos
en la salud mental de la población juvenil.
La
Fundación Aiglé elaboró una encuesta dirigida a
adolescentes con el objetivo de relevar sus percepciones ante el ASPO
con respecto a sus hábitos, emociones, conductas y relaciones
con pares y familia.
Nos
centraremos en este trabajo, en los datos obtenidos en torno a las
relaciones familiares ya que nos conducen a reflexionar acerca del
rol de la familia durante la pandemia.
Método
Procedimiento
Se
realizó un muestreo no probabilístico tipo bola de
nieve para la difusión de un cuestionario online. De esta
forma, el equipo de adolescencia invitó a participar de la
encuesta a los adolescentes de su red de contactos y se les solicitó
que la reenvíen a sus contactos. Además, se difundió
por las redes sociales.
Muestra
Participaron
en el estudio 1068 adolescentes entre 12 y 18 años, residentes
de la República Argentina, 32% varones y 68% mujeres (X:
15,17; DS: 1,79). La distribución por edad puede observarse en
el gráfico 1. {ver figura 1}.
La
conformación final de la muestra fue el resultado de una
depuración de la misma considerando como criterios de
exclusión edades que no estén comprendidas entre 12 y
18 años y quienes tenían un gran porcentaje de
respuestas incompletas o insensatas.
Instrumento
de evaluación
Se
elaboró un cuestionario utilizando un formulario digital,
anónimo y autoadministrable, compuesto por preguntas con
opciones de respuestas cerradas (multiple choice) y abiertas. Se
administró durante julio de 2020 por lo habían
transcurrido 100 días de confinamiento (ver anexo).
El
cuestionario incluía información acerca del objetivo de
estudio, el anonimato y confidencialidad de los datos y la solicitud
del consentimiento del participante. Las variables exploradas por
medio del instrumento se agruparon en tres áreas:
1)
hábitos (sueño, alimentación y actividad
física),
2)
aspectos emocionales (estado de ánimo, ansiedad depresión
y hostilidad e irritabilidad),
3)
aspectos relacionales (pares, madre, padre y hermanos).
Se
preguntó cuánto habían empeorado, mejorado o se
mantenían igual todos los aspectos antes descriptos.
Asimismo
se exploró la cantidad de personas con las que convive
durante la cuarentena y si estaba haciendo terapia y que definieran
con tres palabras lo negativo y lo positivo de la pandemia.
Nos
centraremos en análisis de los resultados en torno a los
aspectos emocionales y relacionales.
Resultados
Consistente
con los datos relevados en los estudios de salud mental durante el
confinamiento, los aspectos ligados con el estado
emocional
durante la cuarentena empeoraron. El 51% de los adolescentes
expresaron haber empeorado en torno al nivel de irritabilidad, el 48%
empeoró en relación a niveles de ansiedad y el 47% en
torno a su estado de ánimo en general. El 39% refiere haber
empeorado en relación a la depresión. Solo en un
porcentaje muy menor (entre el 9% y 11%) mejoraron en relación
a lo emocional {ver figura 2}.
Se
hace evidente en la muestra, que la irritabilidad ha sido el modo en
su mayoría en la que se expresa el malestar.
Durante
la pandemia los adolescente que se encontraban realizando
tratamientos psicoterapéuticos se vieron obligados a realiza
dichos tratamientos en forma remota. El 6 % de la muestra dejo el
tratamiento durante el confinamiento. Por otro lado, 12% estaban
haciendo tratamiento y el 82% no estaba realizando tratamiento
psicoterapéutico {ver figura 3}.
En
cuanto a las relaciones
interpersonales
se observa que la relación con los amigos en un 20% empeoró
y un 79 % mejoró o se mantuvo igual {ver figura 4}.
La
relación con los hermanos, el padre y la madre, muestran que
es mayor la cantidad de adolescentes que considera que mejoró
la relación más de los que consideran que empeoró.
El
28% considera que mejoró la relación con los hermanos y
el 14% expresa que empeoró {ver figura 5}.
El
31% del total de la muestra, expresa que la relación con su
madre mejoró y solo el 12% empeoró. Si consideramos
cada grupo de edad, a los 17 años se observa el mayor
porcentaje de adolescentes que expresa haber mejorado la relación
(36%) y a los 12 años el menor porcentaje de adolescente
expresa haber mejorado (23%).
{ver figura 6}
{ver figura 7}
Respecto
de la relación con el padre el 28% expresa haber mejorado la
relación y el 12% empeoró {ver figura 8}. En
cuanto a la distribución por edad se observa que, igual que en
la relación con la madre a los 12 años es el menor
porcentaje de mejoría (22%) y a los 14, 16 y 17 años se
encuentra el mayor porcentaje de mejoría {ver figura 9}.
Conclusión
Considerando
a la adolescencia como una etapa esencial y
un nudo crítico en el desarrollo de la identidad (Fernández
Álvarez, 1992,
2008)
se
vuelve relevante la exploración de este proceso durante la
pandemia, identificando el
impacto de la cuarentena
y contemplando
la evolución de los efectos post-pandémicos en la salud
mental de la población juvenil.
La
encuesta realizada por la Fundación Aiglé estudió
percepciones
de
los adolescentes ante
el ASPO con respecto a sus hábitos, emociones, conductas y
relaciones con pares y familia.
La amplia disponibilidad de los adolescentes a responder la encuesta
evidenció interés por informar cómo impactaban
las restricciones
impuestas
por la pandemia en
su
salud mental y
en qué medida afectaba sus relaciones interpersonales.
Consistentemente con los datos de la bibliografía, los
encuestados manifestaron efectos negativos tanto en su estado de
ánimo como en las relaciones interpersonales,
Sin
embargo, encontramos también algunos efectos positivos del
confinamiento en la evolución de las relaciones
interpersonales,
evidenciando
mejorías en los vínculos con pares (20%), hermanos
(28%), padre (28%) y madre (31%). Asimismo, es interesante observar
que los adolescentes mayores evidenciaron mejorías más
significativas en sus vínculos familiares. Se podría
hipotetizar que esta diferencia podría estar asociada a un
aumento de habilidades metacognitivas y comunicacionales propias del
desarrollo.
Los
resultados de
la evolución positiva de las relaciones interpersonales podría
deberse al desarrollo de recursos de afrontamiento funcionales
alternativos en el contexto familiar, indicando
que la convivencia “obligatoria” determinada por
circunstancias externas, forzaron a las familias a desarrollar
recursos alternativos. Sin duda hubo un porcentaje que empeoró
sus relaciones y los datos muestran la presencia de aumento de
violencia y conflicitiva familiar y marital.
Sin
embargo, en la relación padres e hijos en proporción
mejoro más que empeoró.
Cabe
preguntarnos cuáles fueron los factores que mediaron esta
mejoría, llevándonos a
reflexionar acerca del rol de la familia durante la pandemia.
Durante
los primeros 100 días de convivencia, las familias se vieron
en la necesidad de compartir más tiempo y desarrollar nuevas
actividades conjuntas. Tuvieron que desplegar nuevas habilidades para
afrontar los desafíos del confinamiento, la educación a
distancia y el teletrabajo. Si consideramos que la adolescencia
implica
un
aumento de la distancia con los padres, un aumento en el desarrollo
de actividades fuera de la familia, la pandemia implicó un
“retroceso” en esos procesos, amenazando el desarrollo de
la autonomía creciente de los adolescentes. Sin embargo, los
adolescentes evalúan como positiva esa convivencia y ese
tiempo
compartido.
En
una etapa del
desarrollo en la
que
la cercanía de los padres puede
ser vivida como
una amenaza
al desarrollo de procesos de individuación, las familias
parecen haber desarrollado nuevas estrategias para lograr una
convivencia en la que la que la cercanía se volviera
enriquecedora. Es probable que la mayoría de los adolescentes
encuestados se vieran menos exigidos a desarrollarse fuera de la
familia, tomando como una oportunidad la cercanía con la
familia, tal vez liberándolos de algunas exigencias sociales.
Por otro lado, es probable también que, frente al aumento de
malestar anímico, los adolescentes se sintieran contenidos por
sus vínculos primarios. Es probable también, que el
hecho de compartir espacios educativos de los adolescentes y
laborales de los adultos, así como las actividades domésticas
de la vida diaria, generara un mayor conocimiento mutuo,
enriqueciendo los vínculos.
Se
podría entonces considerar que la adolescencia requeriría
como momento evolutivo de períodos de mayor distancia con los
padres favoreciendo procesos de individuación crecientes, a la
vez que se vería beneficiada de mayor profundidad en los
vínculos primarios, aumentando el conocimiento, la comprensión
y el apoyo mutuos.
Sin
dudas el COVID-19 implicó un desafío en múltiples
niveles, incluyendo nuevas reflexiones acerca de las necesidades
humanas, revalorizando los vínculos primarios a la hora de
afrontar situaciones de amenazantes, pudiendo generar crecimiento a
partir de las experiencias potencialmente traumáticas.
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