Introducción
El
trastorno por déficit de atención/hiperactividad (TDAH)
es una condición del neurodesarrollo, crónica y
persistente de las habilidades de autorregulación, incluidas
las habilidades
de
funcionamiento ejecutivo. Los problemas en las Funciones Ejecutivas
(FE) crean procrastinación, desorganización, mala
gestión del tiempo, desregulación emocional,
impulsividad y motivación inconsistente (Barkley et al.,
1998). Aunque no todos estos problemas están incluidos en los
criterios oficiales de diagnóstico de TDAH, son comunes en la
población adulta con esta afección, lo que les
dificulta la regulación de sus emociones y comportamientos.
Inicialmente
el TDAH fue considerado un cuadro clínico presente únicamente
en la infancia y en la adolescencia; se consideraba que sus
principales síntomas desaparecían durante esta última
etapa, demostrándose posteriormente que este trastorno puede
existir en la edad adulta.
Los
estudios documentan que la prevalencia de TDAH es de 5 a 7% en la
infancia en una proporción de 3:1 varones/niñas; y en
el adulto se estima que persiste entre un 60-70%, con una prevalencia
poblacional de 4%, prácticamente igualándose la
proporción según el género (Biderman, 2002).
Cabe
destacar que existe una discrepancia entre las cifras de prevalencia,
su detección y tratamiento en el adulto. La expresión
de los síntomas cambia conforme el trastorno avanza hacia y en
la edad adulta. Los adultos con TDAH a menudo se sienten
"sobrevivientes" de una constelación de síntomas
que les ha traído consecuencias personales, sociales y
laborales, afectando su calidad de vida, constituyendo un problema
crónico y complejo que muchas veces pasa desapercibido en la
consulta clínica.
Por
otra parte, especulativamente podemos destacar que siendo el TDAH una
condición de inicio temprano, sus síntomas podrían
impactar en el desarrollo de la personalidad a través de
interacciones disruptivas con cuidadores y/o experiencias tempranas
de vulnerabilidad.
Estudios
recientes documentan la relación entre la disposición
genética al TDAH / impulsividad infantil temprana y la
desregulación emocional de los padres (Harold et al., 2013;
Lifford, Harold, & Thapar, 2008), contribuyendo al desarrollo de
hostilidad, coerción, y sumisión (pautas de crianza
coercitivas /laxas), la exacerbación del TDAH y el desarrollo
de problemas de la conducta.
En
cuanto a las dificultades de comunicación social, se estima
que entre un 50–60% de niños/as ADHD experimentan
bullying, inadecuación social por desatención. La
hiperactividad y la impulsividad dificultan la participación
en actividades y provocan rechazo de sus pares y de las figuras de
autoridad.
Desde
esta perspectiva se lo considera un factor de riesgo para Trastorno
Límite de Personalidad (Faraone, Sergeant et al. 2003; Fayyad
et al. 2007; Barkley et al 2002).
A
pesar de la gran necesidad de alternativas y complementos al
tratamiento farmacológico, existe poca literatura sobre
investigación empírica acerca de intervenciones
psicosociales para el TDAH que sean metodológicamente
significativos y que pongan énfasis tanto en los beneficios
como en los efectos adversos, comparativamente a los estudios
realizados en la infancia TDAH (farmacoterapia + terapia conductual).
Este
trabajo tiene como objetivo visibilizar esta condición en el
adulto y abordar la necesidad de la adaptación de las
intervenciones psicosociales para tratar los
dilemas comunes en la clínica de adultos con TDAH y en la
alianza terapéutica.
Barreras
que impiden reconocer el TDAH
Algunas
barreras que impiden su detección de esta condición en
el adulto pueden deberse a la alta comorbilidad que presenta el
cuadro. En un alto porcentaje de casos, el adulto llega a la consulta
presentando cuadros de ansiedad, depresión, etc. Con
frecuencia se observa que, habiendo remitido estos síntomas,
el malestar persiste bajo la forma de apatía, "desconexión
emocional', falta de motivación, etc.
Las
influencias culturales y las controversias que aún se
presentan en torno a su existencia entorpecen su reconocimiento y
tratamiento. Asociado inicialmente a un cuadro de la infancia, no
sería reconocido por los psiquiatras de adultos no
familiarizados con la psiquiatría infanto-juvenil.
Es
interesante destacar una encuesta realizada en Alemania (Schneider et
al., 2019) en la que se entrevistaron profesionales de la salud
mental (psicólogos, médicos y terapeutas
ocupacionales), por las similitudes que se encuentran en nuestro
medio acerca de esta condición en el adulto.
La
mayoría refirió haber recibido 'unas pocas horas'
de formación específica para el TDAH. Reconocían
que la hiperactividad tenía poca relevancia para el TDAH en
adultos. La única característica principal
identificada correctamente por más de la mitad de los
encuestados era tener 'dificultades para concentrarse'. Las
deficiencias en el comportamiento social o la agresión no se
identificaron como claramente 'relevantes' para el TDAH en
adultos. Más de la mitad de los psicólogos utilizaban
evaluación neurocognitiva para el diagnóstico, (la
evaluación neurocognitiva se recomienda en forma
complementaria para identificar las fortalezas y debilidades del
paciente, ya que el diagnóstico es clínico). Por su
parte, los psiquiatras en su mayoría decían sentirse
"poco familiarizados o inseguros" para usar medicación
estimulante. Por otra parte, en el DSM V esta dimensión
emocional no se encuentra incluida.
El
enfoque Cognitivo Conductual
Las
personas que crecen con TDAH - especialmente si no han sido
diagnosticados- encuentran contratiempos más frecuentes y
frustrantes en situaciones de la vida: en el trabajo, en las
interacciones sociales y en la organización diaria. Debido a
estos persistentes contratiempos, los adultos con TDAH se vuelven
autocríticos y pesimistas. Esto, a su vez, a veces les hace
experimentar emociones negativas, distorsiones cognitivas y creencias
poco saludables sobre sí mismos y su entorno. Repetidas
experiencias de frustración activan mecanismos de evitación,
procrastinación, disminución de autoconfianza y
motivación, así como una perspectiva negativa frente al
futuro.
En
el área de la psicoterapia, investigadores y clínicos
se vienen formulando preguntas en relación a qué
funciona mejor para quién y en qué circunstancias
(Fernández Alvarez, 2015). Dentro de los programas para
mejorar la eficacia terapéutica encontramos dos modelos:
1-Tratamientos
Basados en la Evidencia (TEV): asociados a trastornos específicos.
2-Tratamientos
Basados en Principios: buscan encaje de principios generales de
intervención aplicados a enfermedades diversas (modelos
transdiagnósticos).
En
relación al TDAH, y dentro del primer grupo, existen programas
de tratamiento psicológico (Greenberg, 2001; McDermott, 2000;
Ramsay & Rostain, 2003; Wilens et al., 1999) que se muestran
capaces de brindar beneficios para amplios sectores de la población
que padecen esta condición. Estos cuerpos de investigaciones
científicas han
demostrado la eficacia de las terapias cognitivo-conductuales para
los pacientes con TDAH, especialmente cuando se combina con el
tratamiento farmacológico. Esta diversidad de tratamientos
manualizados, están basados en protocolos estructurados (8 a
12 sesiones), con intervenciones breves, focalizadas, organizadas en
módulos ("ingredientes efectivos"): Terapia
Cognitivo Conductual combinada con Farmacoterapia (Safren 2006;
Rostain & Ramsay, 2003); Terapia Dialéctica Comportamental
(DBT) para TDAH (Helsinger, 2002); Terapia Metacognitiva (Solanto,
2012).
Con
algunas diferencias, estos abordajes incluyen psicoeducación,
estrategias para mejorar las funciones ejecutivas (p.ej. manejo del
tiempo, organización, planificación, control de las
emociones); la mejoría de síntomas de ansiedad y del
estado del ánimo, muy frecuentemente asociados al mismo;
disminución de pensamientos y creencias desadaptativas, la
impulsividad, las conductas de riesgo y la procrastinación en
el manejo del estrés cotidiano.
Los
ensayos controlados aleatorios han demostrado que las terapias
cognitivo-conductuales (por ejemplo, psicoeducación,
mindfulness) conducen a resultados clínicos y funcionales
positivos en individuos con TDAH (Hirvikoski et al., 2017; Mitchell,
Zylowska, & Kollins, 2015; Salomone et al., 2015) Sin embargo,
en su mayoría se dirigen a la atención y déficits
ejecutivos, mientras que los procesos socioemocionales permanecen
poco abordados por los tratamientos actuales para adultos con TDAH, a
pesar de su relevancia para la calidad de vida de los pacientes.
(Badou et al, 2018).
La
dimensión socio emocional del TDAH: Un nuevo paradigma para un
viejo problema
Durante
los años 70-90 las investigaciones sobre el TDAH se basaron en
dos dimensiones del TDAH: cognitivo y conductual (la atención
y la hiperactividad/impulsividad).
Una
de las mayores contribuciones del Dr. Russell Barkley fue la
conceptualización del TDAH como un desorden de autorregulación
(Barkley, 1997). Se introduce un nuevo modelo teórico basado
en la inhibición del comportamiento: El TDAH es considerado
una condición del neurodesarrollo, crónica y
persistente de las habilidades de autorregulación, incluidas
las habilidades de funcionamiento ejecutivo (metacognitivas) como la
conciencia reflexiva, la motivación, y la memoria de trabajo,
etc). De este modo se integra la dimensión socioemocional del
TDAH a las dos anteriores incorporando un grupo de alteraciones como
la dificultad para alcanzar expectativas sociales, y las conductas
gobernadas por reglas, a los problemas de desempeño y
consistencia frente a tareas (Barkley, 2010).
Los
síntomas en los dominios emocional y social agregan sus
propios desafíos para los adultos con TDAH, particularmente en
las relaciones interpersonales. Los pacientes con TDAH informan una
mayor reactividad emocional, labilidad y mal control del temperamento
(Shaw et al., 2014). Comparado con muestras de personas sin TDAH, los
adultos con TDAH muestran un reconocimiento de emociones más
deficiente, menores habilidades de atención plena y
disminución de funcionamiento reflexivo (Bora & Pantelis,
2016; Perroud et al., 2017). La evidencia acumulada destaca que tales
deterioros probablemente obstaculizarán la autorregulación
y contribuirían a la expresión de los síntomas
del TDAH ya que representan una gran carga para la calidad de vida y
el funcionamiento socavando el ajuste fino adecuado del
comportamiento interpersonal (Faraone et al., 2015).
Estamos
en condiciones de afirmar que, de acuerdo a la literatura reciente,
además de los síntomas cognitivos y conductuales
centrales, las dificultades socioemocionales – desregulación
emocional y limitada capacidad de pensamiento reflexivo- contribuyen
negativamente al bajo funcionamiento social, interpersonal y logros
profesionales más pobres. En consecuencia, los adultos con
TDAH tienen un mayor riesgo de divorcio y separación,
problemas con la crianza y dificultades para mantener amigos y
trabajos que persisten aún bajo tratamiento con medicación.
Debido
a que la hiperactividad conductual disminuye con la edad, los
criterios son menos sensibles para el TDAH en adultos que para el
TDAH en niños. Algunos autores sugieren que la sustitución
de síntomas de hiperactividad por otros de desregulación
emocional podría, potencialmente, mejorar los diagnósticos
de TDAH en adultos
(Barkley, 2010).
El
desarrollo de la Mentalización en las relaciones de apego
Dada
la creciente evidencia que documenta el rol que desempeñan los
eventos traumáticos como factores de riesgo en los trastornos
mentales, ha habido un giro en las investigaciones de los desórdenes
psiquiátricos de identificar la vulnerabilidad genética,
a identificar los genes que pudieran estar influenciados por el
ambiente y que contribuyen a la psicopatología en el adulto
(epigenética). En referencia a ello, se han realizado
estudios que investigaron la relación de las adversidades en
la infancia principalmente en los TLP. En esta línea Marsha
Lineham (1993) ha contribuido al estudio y desarrollo de esta teoría,
sugiriendo que el TLP es el resultado de la interacción entre
los factores biológicos y psicológicos, en particular
entre las vulnerabilidades biológicas del temperamento y la
adversidad durante la infancia. No obstante, pocos estudios han
investigado los aspectos de experiencias de trauma relacional en el
TDAH.
Las
investigaciones sobre el desarrollo de la mentalización en las
relaciones de apego tienen implicaciones clínicas
significativas: las interacciones en las relaciones de apego seguras
mejoran la mentalización e iluminan las condiciones de las
relaciones; por el contrario, el trauma en las relaciones de apego
socava el desarrollo de la mentalización.
En
el contexto de la MBT lo que comenzó como un trabajo para
lidiar con los traumas pasados en pacientes con TLP, se convirtió
en una acción cuyo objetivo era promover la mentalización,
a los efectos de ayudar a los adolescentes traumatizados a evitar
futuras exposiciones a la violencia traumatizante en la comunidad,
así como a prevenir futuras recreaciones del trauma.
(Allen,
Fonagy 2006).
Un
enfoque basado en la mentalización proporciona un marco
integrador para el tratamiento psicodinámico y
cognitivo-conductual así como para las intervenciones de los
padres, la familia y los sistemas sociales dirigidas a interrumpir la
perpetuación de experiencias de adversidad en las relaciones.
Introducción
a la Mentalización
El
concepto se refiere a la capacidad exclusivamente humana de
interpretar el significado del comportamiento de los otros
considerando sus estados mentales e intenciones subyacentes, así
como la capacidad de entender la repercusión que los propios
estados afectivos y comportamientos tienen en los demás
(Bateman & Fonagy, 2006)
Según
el autor, una de las principales críticas que ha recibido el
nuevo concepto (Fonagy, 2011): La
mentalización es solo uno de los términos menos
agradables para decir lo que ya Freud, Winnicot, Bion describieron
hace muchos años. {ver nota de autor 1}
La
Terapia Basada en la Mentalizacion (MBT) proviene de la teoría
freudiana, pero no es una técnica psicoanalítica
tradicional, sino que integra los modelos cognitivos, sistémicos
y las neurociencias. (Allen, Fonagy, 2008). {ver nota de autor 2}
Los
autores consideran que la capacidad de mentalizar implica que los
afectos (emociones) son experimentados a través de la lente de
la auto reflexión, de modo tal que se hace posible comprender
el significado subjetivo de los propios estados afectivos. Lo que
diferencia este enfoque de otros, que buscan aplicar la cognición
para modificar la experiencia afectiva, es que en la mentalización
de la afectividad el sujeto permanece en contacto con dicha
experiencia.
En
este sentido, esta capacidad reflexiva, también llamada
función reflexiva interpretativa (FRI) tanto representa una
poderosa herramienta para la autorregulación como para navegar
en el ámbito social (Fonagy, Gergely, Jurist y Target, 2002).
Favorece, asimismo, la posibilidad de pensar sobre la propia vida
emocional, no de modo intelectual y desapegado, sino en profunda
conexión con la misma. Se trata, en ese caso, de una
"afectividad mentalizada" (Fonagy et al., 2002). De igual
modo, permite pensar sobre los propios pensamientos y mantener
respecto a ellos una perspectiva tal que los discierne como sucesos
mentales, diferenciándolos de la realidad efectiva.
Desde
esta perspectiva, una condición del neurodesarrollo como el
trastorno por déficit de atención / hiperactividad
(TDAH) puede bloquear, interrumpir las bases tempranas de la
mentalización perturbando la capacidad del individuo para
atender a las diferentes facetas de su propio comportamiento, y a su
vez agotando las capacidades de mentalización de otras
personas significativas, así como también de los
terapeutas en su rol de ayudar al individuo a crecer emocionalmente.
Esto coloca a los pacientes con TDAH con un mayor riesgo de
desregulación emocional y disfunción social.
Es
importante destacar que la mentalización es una capacidad que
desarrolla en un proceso progresivo arraigado en interacciones
tempranas con los cuidadores y el ambiente. Su adquisición,
así como su funcionamiento adaptativo a lo largo de la vida,
se basa fundamentalmente en la atención de habilidades de
control y regulación de las emociones (Fonagy & Luyten,
2009). En consecuencia, la etiología del neurodesarrollo del
TDAH puede debilitar los componentes básicos de los procesos
de la mentalización. Asimismo, dada la alta carga hereditaria
es factible que, como observamos clínicamente, la crianza de
niños con TDAH estuviera a cargo de padres que también
sobrellevan esta condición.
En
este contexto, las intervenciones psicológicas que tienen la
intención de promover habilidades de mentalización -
Tratamiento basado en la Mentalizacion (MBT)- integrado a cualquier
abordaje terapéutico, podría ser valioso para mejorar
la capacidad interpersonal en personas con TDAH (Perroud et al.,
2017), aunque los estudios aún siguen estando poco
desarrollados.
Allen,
Fonagy y Bateman parecen incluirse en este movimiento con su énfasis
en la mentalización como factor común a los diversos
enfoques, como variables comunes y eficaces en las distintas formas
de psicoterapia, el rol del terapeuta, la implicación y
participación del paciente, la alianza terapéutica.
Teoría
de la Mente y
Empatía
El
concepto mentalización se vincula a una variedad de conceptos
superpuestos, como empatía, metacognición, teoría
de la mente, atención plena y mentalidad psicológica, a
los que hacen referencia las terapias cognitivas de 3 a. generación,
dando lugar a una variedad de enfoques terapéuticos
contemporáneos.
Uno
de los pilares teóricos de la Mentalización está
basado en la teoría de la mente de Simón Baron-Cohen
sobre la empatía. (2001). Paralelamente, para Fernández
Álvarez (2015), uno de los desarrollos más fructíferos
de la orientación cognitiva ha sido el peso otorgado a las
habilidades mentalistas o teoría de la mente, como fundamentos
de la empatía, así como precursoras de actitudes
terapéuticas y de distintos recursos que facilitan el
establecimiento de la relación terapéutica. Resulta
evidente la relevancia que tiene para el terapeuta el proceso
cognitivo que le permite ser capaz de predecir estados mentales de sí
mismo y de los otros y de esta manera anticipar y modificar
comportamientos propios y ajenos. Parece difícil imaginar que
un psicoterapeuta pudiera trabajar como tal sin disponer de unas
mínimas habilidades propias de la teoría de la mente"
(Corbella, Balmaña, Fernández-Álvarez, Saúl,
Botella y García, 2009). Estas habilidades desempeñan
una función esencial no solo para poner en acción el
"ponerse en el lugar del otro" sino para autorregular la
interacción del terapeuta con su paciente, señalan los
autores.
Estas
consideraciones- en relación al desarrollo efectivo y
fortalecimiento de la alianza terapéutica-, parecieran
aplicar para la adquisición de habilidades de ampliación
de la conciencia reflexiva (mentalización) de los pacientes
que presentan desregulación emocional. Siendo que la alianza
terapéutica es uno de los mayores predictores de efectividad
terapéutica (Lambert) cabe considerar que en el contexto de
esta modalidad vincular- segura y confiable- es adecuado para
identificar las fallas en la mentalización (modos pre-
mentalizantes)- ingredientes esenciales del MBT- cuando estos se
presentan activados por la intensidad emocional.
Dada
la complejidad que el TDAH imprime por sus características al
proceso terapéutico (p.ej. fricciones, olvidos, cancelaciones,
abandono prematuro, baja capacidad reflexiva etc. también el
terapeuta podrá estar atento a propias reacciones emocionales.
Por ejemplo, el terapeuta puede responder con excesivo foco en las
técnicas de rehabilitación ejecutiva (p.ej. propuestas
de tareas inefectivas; exceso de coaching frente a las demandas del
paciente), o en el otro extremo, ningún reconocimiento de la
interferencia de las FE, y así la terapia transcurre como
espacio de contención para la crisis del día, sin
ningún avance hacia las metas propuestas. Estos escenarios
son comunes frente a los dilemas que se presentan en la clínica
de casos complejos, generando malestar y pérdida de confianza
en el vínculo. Es importante entender que no se trata de un
conjunto de técnicas que el terapeuta pueda presentar al
paciente – estas serán adecuadas y variaran de acuerdo a
una serie de factores- sino más bien una postura, una actitud
mentalizadora: propiciar la puesta en marcha de las capacidades de la
mentalización inhibidas y en estimular la desactivación
de los modos prementalizados de experimentar el mundo interno.
La
mentalización de la afectividad y sus perturbaciones en el
TDAH
La
mentalización no es una capacidad estática, unitaria,
sino una capacidad dinámica, multifacética que tiene
especial relevancia en el contexto de las relaciones de apego. La
pérdida temporal de la capacidad de mentalización es
una parte integral del funcionamiento normal, pero la capacidad para
continuar mentalizando aún bajo circunstancias estresantes, y
para recuperarse relativamente rápido de esta pérdida
de capacidad, son el sello de una mentalización eficaz. Una
mentalización robusta está, a su vez, fuertemente
relacionada con el apego seguro (Fonagy y col., 2002). Es más,
la capacidad para continuar mentalizando incluso bajo un estrés
considerable está asociada con los denominados ciclos de
"ampliación y construcción" (Fredrickson,
2001) de seguridad en el apego. Estos ciclos refuerzan los
sentimientos de apego seguro, control personal y regulación
del afecto (construcción) y dan lugar al desarrollo de
entornos más adaptativos (ampliación; Mikulincer y
Shaver, 2007).
Desde
esta perspectiva relacional, la desregulación emocional,
sugieren los autores, podría ser considerada una consecuencia
de los déficits en la mentalización. (Corbett
and Glidden 2000, Pelc, al. 2006, Boakes, et al. 2008; Bateman and
Fonagy 2004, Reimherr, et al. 2005, Shaw et al. 2014).
Esta
dimensión emocional es actualmente considerada central en el
TDAH ser incluida en la clínica para su abordaje: "La
autorregulación emocional deficiente: un componente central
del trastorno por déficit de atención e hiperactividad"
(Barkley, 2010).
La
pérdida de la capacidad de mentalización da lugar a
tres modos pre-mentalizadores de funcionamiento: modo de experiencia
subjetiva de equivalencia psíquica (concreto); modo simulado
(disociado) y modo teleológico (orientado a la acción y
los resultados). Al
activarse -como contraparte de la pérdida de la capacidad de
mentalizar- contribuyen (junto con otros procesos), a la producción
de una serie de manifestaciones clínicas que encontramos en
los pacientes adultos con TDAH : experiencias confusas de su mundo
mental, dificultad para identificar sus emociones o sus necesidades
corporales, menor posibilidad de considerar sus pensamientos como
meros pensamientos y para anticipar el efecto de las propias acciones
en los demás, dificultad para construir un modelo adecuado de
la mente del otro que sirva para entender y prever su conducta,
desregulación emocional, inestabilidad básica del self
e intento de remediarla por medio de diversas acciones, etc.
(Bateman, Fonagy, 2004; 2006; Fonagy Luyten, 2010).
Terapia
basada en la mentalización: estrategias generales de
tratamiento
La
MBT es un modelo de psicoterapia sustentada sobre todo en la teoría
del desarrollo, la teoría del apego y la cognición
social. Sus autores principales Anthony Bateman y Peter Fonagy
(2011) formulan de manera concisa el objetivo del TBM: "Los
objetivos del TBM son modestos: no es una terapia que pretenda
conseguir un gran cambio estructural de la personalidad.
El objetivo que subyace a toda intervención en pacientes con
desregulación emocional desde este modelo es el de favorecer
la capacidad de mentalización, necesaria para lograr un
sentido del self,
de la identidad, más fuerte y seguro (Bateman y Fonagy, 2004).
En
los últimos años la teoría de la mentalización
fue ampliando sus fronteras hacia ámbitos diversos de
aplicación. Los autores destacan la utilidad del constructo
del mentalizar en situaciones grupales, en intervenciones
psicoeducativas con distintos grupos de participantes (alumnos
primarios, adolescentes, profesionales en crisis, residentes en
psiquiatría, pacientes internados y externos, etc.), en
terapia familiar, en prevención, etc. Esto hace que dicho
concepto adquiera una importancia y una utilidad que desborda
ampliamente su marco inicial, lo cual lo torna sumamente fructífero
y operativo para cualquier trabajador de la salud mental.
La
MBT describe básicamente cómo la interacción
interpersonal que llamamos psicoterapia puede ayudar a los pacientes
a aumentar la autorregulación y el autocontrol. Los
tratamientos MBT varían en duración desde breves
intervenciones psicoeducativas de una a cinco sesiones hasta terapias
de duración indefinida mucho más prolongadas. La
duración de la terapia se adapta a las necesidades y objetivos
del individuo. Los métodos de MBT se pueden aplicar de forma
adaptativa en modalidades de terapia bien conocidas como la TCC y la
terapia familiar.
Las
características principales del MBT se basan en una actitud
terapéutica "de no saber", de curiosidad, más
que de "experto". Se enfoca principalmente en el proceso
de mentalización, cuando se interrumpe y cómo
recuperarlo. Las fallas o interrupción de la Mz se producen en
situación de alta intensidad emocional, búsqueda de
reaseguro; como reacción defensiva al percibir el mundo como
injusto u hostil.
Al
crear una alianza terapéutica sólida, MBT mejora la
capacidad reflexiva; la adherencia a los medicamentos; aborda las
comorbilidades psiquiátricas y discapacidades funcionales del
TDAH. El componente psicoeducativo acerca del TDA debe estar
presente a lo largo de todo el proceso terapéutico
("neuropsicológicamente informado"). El
diagnóstico del TDAH es clínico, aunque una evaluación
neuropsicológica integral puede complementar la identificación
de fortalezas y debilidades. Esto deja al terapeuta con una
comprensión de la experiencia personal del paciente con el
TDAH, el significado del trastorno, cómo afecta la autoestima
y cómo los déficits cognitivos limitan la capacidad
para autorregularse y adaptarse a circunstancias cambiantes. Atender
las fortalezas del paciente es una característica clave del
método. El TDAH es un trastorno y suele tener graves
consecuencias. Pero las personas con TDAH también tienen
puntos fuertes en su carácter y habilidades que a veces se
pierden en las evaluaciones del TDAH. Una evaluación del
TDAH también busca aprender sobre los temas psicológicos
que subyacen a la historia de cada paciente. Un ejemplo demasiado
común de los pacientes que se ven a sí mismos como
niños fracasados que no se han esforzado lo
suficiente para tener éxito. Estas premisas desmoralizantes,
bajo la forma de dialogo interno, socavan la autoestima de los
pacientes con TDAH. En este sentido el enfoque propuesto por Mary
Solanto (2011) incorpora al entrenamiento de habilidades
metacognitivas, el componente verbal ("mantras") para
desactivar la procrastinación de tareas y actividades. (p.ej.
"no en la lista, no en mi mente"; "si me cuesta
empezar, entonces la tarea es demasiado grande"; etc).
Una
discusión franca sobre los resultados de las pruebas de
evaluación clínica neuropsicológica puede ser el
primer paso para ayudar a los pacientes a reconceptualizar su pasado
y avanzar hacia un camino adaptativo de autocomprensión y
autorregulación
Se trata de que el paciente 'averigüe más sobre cómo
piensa y siente sobre sí mismo y los demás, cómo
esto gobierna sus respuestas a los otros y cómo los 'errores'
en la comprensión de sí mismo y de los otros le llevan
a emprender acciones en un intento de mantener la estabilidad y dar
sentido a sentimientos incomprensibles' (Bateman y Fonagy, 2006,
p. 37).
Para
lograrlo, Bateman y Fonagy (2004) sugieren cuatro estrategias
generales, que describiremos someramente a continuación:
a) Favorecer
la mentalización: para
ello, el terapeuta debe tratar de mantenerse en una posición
'mentalizadora', reflexionando sobre la relación
entre los eventos externos (lo que el paciente dice, o hace) y los
estados mentales internos que pueden inferirse de ellos, así
como sobre sus propios estados internos. En la relación con el
paciente, el terapeuta debe tratar de mantenerse en el 'aquí
y ahora' de la relación terapéutica, favoreciendo
que el paciente explore e identifique las emociones asociadas.
b) Tender
puentes entre los vacíos: existe
un 'vacío' entre la experiencia afectiva primaria y
su representación en los pacientes con TDAH, que da lugar a su
característica impulsividad. Se trata de favorecer los
procesos reflexivos, ayudando al paciente a que integre las
experiencias y les otorgue un significado, para que pueda acomodarlas
a su narrativa. El objetivo es que el paciente sienta que su mente
está siendo explorada por otra mente, que sienta que el
terapeuta tiene 'su mente en mente'. La relación
será vista como un 'lugar' en el que se puede 'jugar
con las ideas'.
c) Trabajar
con estados mentales actuales: No
centrarse en el pasado continuamente, sino tratar de dilucidar cómo
los estados mentales actuales pueden estar siendo influidos por los
eventos pasados. Es decir, reorientar todas las emociones fuertes
relacionadas con el pasado hacia el presente, para aprender a
manejarlas en el aquí y el ahora.
d) Tener
en cuenta los déficits del paciente y sus fortalezas en
ocasiones, los pacientes parecen funcionar en forma adaptativa. La
variabilidad situacional del TDAH hace posible tener un buen
rendimiento en algunas actividades (por ej, aquellas que le resultan
altamente estimulantes) mientras que evitan o procrastinan aquellas
que requieren mayor esfuerzo atencional.
Las
intervenciones básicamente (de menor a mayor profundidad)
estarán orientadas a la:
-
Validación de las emociones, apoyo y empatía.
-
Clarificación, desafío y elaboración de los
afectos.
-
Mentalización básica: dirigidas a reinstaurar la
mentalización cuando ésta se ha perdido. Los autores
organizan estas técnicas en dos grupos: 'párate,
escucha, mira' ('stop,
listen, look') y
'párate, rebobina, explora' ('stop,
rewind, explore').
-
Mentalización interpretativa: El terapeuta ofrece una
perspectiva alternativa a modo de hipótesis, sobre lo que el
paciente dice, relacionando la reacción del paciente a un
estado mental, en una secuencia causal.
-
Mentalización de la transferencia: consiste en animar al
paciente a pensar sobre la relación con el terapeuta en el
momento actual, para que centre su atención en la mente del
otro, y para ayudarle a contrastar su propia percepción sobre
cómo es visto por el otro.
En
todo momento, el terapeuta procura mantener el foco en la
mentalización, explicando al paciente los estados mentales que
infiere de él a partir de sus conductas, aceptando que la
mente del paciente no es 100% accesible para él y que puede
errar en sus hipótesis. Se trata de estimular el análisis
conjunto de las situaciones para llegar a conclusiones lo más
consensuadas posible. En definitiva, se trata de trabajar 'codo
con codo' con el paciente para lograr el fin último, es
decir, percibirse como un sujeto 'agente' detrás de
cuyas conductas existen una serie de deseos, creencias, pensamientos
y afectos que le son propios, que surgen de su propia mente. Sólo
así podrá sentirse dueño de sí.
Conclusiones
El
presente trabajo intenta visibilizar una dimensión adicional a
la complejidad clínica que presentan los adultos con TDAH.
Incluir los aspectos socioemocionales del TDAH en la evaluación
facilitarían tanto su diagnóstico como su tratamiento.
El
TDA como condición del neurodesarrollo puede tener un impacto
negativo en la interacción con sus cuidadores.
La capacidad de mentalizar -al igual que las funciones ejecutivas- es
un proceso psicológico que se desarrolla durante los primeros
años de vida con apoyo de estos. Por lo que este proceso es
utilizado para entender las emociones, creencias, deseos e
intenciones que subyacen a las relaciones sociales, interpersonales
Las
experiencias tempranas de adversidad relacional podrían
debilitar el desarrollo personal y la capacidad de autorregulación
emocional, lo que dificulta su abordaje en el proceso terapéutico.
Se
propone la
teoría de la Mentalizacion, un enfoque basado en la evidencia,
que se fundamenta en la psicología del desarrollo, la teoría
del apego y la cognición social, combinando conceptos del
psicoanálisis contemporáneo, las neurociencias y las
terapias cognitivas y sistémicas.
El
surgimiento de la mentalización como un nuevo concepto que une
una amplia gama de intervenciones psicoterapéuticas, funciona
como un concepto puente, al igual que lo hace la alianza terapéutica.
Mentalizar
cubre un amplio repertorio de actividad psicológica que
determina la forma en que las personas manejan sus emociones y
pensamientos, responden a su propia experiencia y la de los otros y
sus relaciones interpersonales. Se
considera que estimular una mejor
capacidad
reflexiva permite una mayor regulación emocional. La
estabilidad, flexibilidad y autenticidad, con que las personas
mentalizan sustentan el funcionamiento de su personalidad. La
Mentalización, por lo tanto, se encuentra en la raíz de
la salud psicológica y la resiliencia como un proceso común
relevante para todas las psicoterapias.
Notas
de autor
1.
Conferencia dictada por el Prof. Dr. Peter Fonagy en ocasión
de su visita a Montevideo en setiembre de 2011. Universidad Católica
del Uruguay. "Mentalización en el Proceso
Psicoanalítico"
2.
Programa Short-Term Mentalization and Relational Therapy (SMART)para
la capacitación a residentes de psiquiatría.
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