"Sólo
en los nacimientos y en las muertes se sale uno del tiempo;...Cuando
un niño nace o una persona muere, el presente se parte por la
mitad y te deja atisbar por un instante la grieta de lo verdadero,
monumental, ardiente e impasible. ... No todo es horrible en la
muerte..."
Rosa
Montero (2013)
Introducción
El
duelo es un proceso natural, universal y adaptativo ante la pérdida
de algo con lo cual hemos construido una relación
significativa en nuestras vidas. Si se trata de la pérdida de
una persona cercana a nuestros afectos, hablamos de muerte y finitud.
La dimensión del duelo abarca entonces, lo más
recóndito de nuestra existencia como seres humanos. Es el
temor a la muerte una sombra oscura de la cual nunca nos separamos
(Yalom, 2008). Este autor menciona esta sombra oculta y desgarradora
que instala en nosotros, el universal miedo a la muerte como base y
sustento de gran parte del sufrimiento humano. Y, al mismo tiempo,
asegura que enfrentarla no es "abrir una inmanejable caja de
Pandora, sino que nos permite reingresar en nuestras vidas de una
manera más profunda y compasiva"(Yalom, 2008).
Las
personas somos seres sociales, estamos preparadas para construir los
vínculos que necesitamos para desarrollarnos como para
perderlos. Ante la pérdida de un ser querido, se activa el
proceso de duelo de una manera única e inevitable, con
diferentes grados de sufrimiento. La mayoría de las personas
atraviesa el duelo con el apoyo de su red social de forma favorable
logrando una adecuada adaptación a la pérdida y sus
consecuencias.
Si
bien se trata de un proceso natural y adaptativo, existen diversos
factores que pueden complicar el duelo. Según la literatura
especializada un 10% de los duelos se complica.
(Payás Puigarnau, 2017).
En
algunos contextos, tal como el de pandemia de COVID-19, este
porcentaje podría alcanzar el 30 %. (Payás Puigarnau,
2020).
Los
profesionales de la salud mental sabemos que, a lo largo de nuestro
quehacer clínico, indefectiblemente vamos a encontrarnos con
la temática del duelo. (Worden, 2006). Es por ello que
necesitamos contar, no solamente con una formación teórica
y práctica sólida, sino también con herramientas
de autoconocimiento para el consiguiente trabajo sobre nuestra
persona. Existe evidencia de que los profesionales de salud mental
podríamos estar expuestos a trauma vicario en la atención
de muertes traumáticas (Van der Kolk en Payás
Puigarnau. 2017). Además, es relevante considerar el
entrecruzamiento con nuestros propios duelos. (Baringoltz, 2009). Y
en esa misma línea de cuidado hacia nuestra persona
necesitamos contar con redes de apoyo de profesionales donde recibir
asesoramiento, sostén y contención emocional.
En
síntesis, en el presente capítulo abordaremos la
temática del duelo en dos apartados El primero desarrollará
la conceptualización en la clínica psicológica;
Proponemos un recorrido por la evaluación y diagnóstico
para así arribar a estrategias y modelos de abordaje. El
segundo apartado tiene, como hilo conductor, el cuidado y el trabajo
sobre la persona del terapeuta.
Conceptualización psicológica del duelo
El
duelo es la respuesta del ser humano ante la pérdida, un
proceso dinámico en el tiempo. Tiene sus momentos o etapas,
no es lineal. Si bien es universal e inevitable, varía en las
diferentes comunidades según su cultura. Además, tiene
características comunes e individuales. En definitiva, es un
proceso que tiene como función elaborar el impacto de una
pérdida para lograr la adaptación a una nueva vida sin
la persona perdida.
Se
trata de una problemática de facetas múltiples que
requiere de un abordaje integrador.
Pese
a ser un proceso natural y adaptativo existen diversos factores que
pueden complicar el duelo. Los factores protectores son recursos que
podrían contribuir al desarrollo adaptativo. Por el
contrario, existen factores de riesgo que lo pueden dificultar.
Evaluación,
estrategias y modelos de abordaje en la clínica
Evaluación
La
evaluación nos permite diferenciar el asesoramiento en duelos
adaptativos, de las intervenciones terapéuticas en duelos
complejos o desadaptativos. Las formas en las que se transitan los
duelos presentan variaciones respecto de diversas personas, familias,
culturas y religiones (Walsh, 2005).
Por
lo tanto, consideramos fundamental contar con personas entrenadas que
exploren las múltiples variables que intervienen en dichos
procesos y detecten los indicadores tempranos que permitirán
diferenciar el duelo normal o adaptativo, del Trastorno depresivo
mayor (en adelante TDP), Trastorno de estrés postraumático
(en adelante TEPT) o Trastorno por duelo complejo persistente (TDCP).
Siguiendo
a Limonero (J.
T. Limonero García,
M. Lacasta Reverte,
J. A. García García, J. Maté Méndez,
H. G. Prigerson. 2009),
la
mayoría de las personas que están inmersas en un
proceso de duelo se recuperan con mayor o menor fortuna en un período
relativamente corto de tiempo, que suele oscilar entre los dos y tres
años. Existen, sin embargo, una serie de factores que pueden
condicionar negativa o positivamente este proceso: características
de la persona que ha muerto (el significado afectivo de la pérdida),
la
relación
que mantenía con la persona fallecida, las características
del deudo, la naturaleza de la muerte, las estrategias de
afrontamiento, el apoyo social y la religión. Debemos
considerarlos ya que inciden incrementando o suavizando la intensidad
y duración de éste y, por tanto, el sufrimiento.
Recursos
para la evaluación:
Manual
diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales
(DSM-5)
Uno
de los instrumentos con que contamos es el Manual de criterios
diagnósticos en su última versión: DSM 5. El
diagnóstico diferencial entre el duelo y el TDM fue uno de los
debates que se suscitaron en torno a esta edición. Ante la
evidencia de que el duelo puede operar como desencadenante de un TDM
sin que sea necesaria la distinción entre la pérdida de
un ser querido de la de otros estresores, en la nueva edición
del DSM-5 se reconoce que es un factor de estrés psicosocial
grave que efectivamente puede precipitar un episodio depresivo mayor
en una persona vulnerable. Suele comenzar poco tiempo después
de la pérdida y añadir un riesgo adicional para el
sufrimiento, los sentimientos de inutilidad, la ideación
suicida, una peor salud física, un deterioro en el
funcionamiento interpersonal y laboral, y por último un mayor
riesgo de Trastorno por Duelo Complejo Persistente. Adicionalmente,
encontrarnos más frecuentemente que una persona con una
historia personal o familiar de Trastorno Depresivo Mayor desarrolle
un TDM relacionado con duelo.
Si
bien el objetivo del DSM-5 reside en aumentar la sensibilidad
diagnóstica para distinguir las presentaciones del Trastorno
Depresivo Mayor y el duelo, encontramos, en el apartado sobre TDM,
notas explicativas que intentan constituir una guía clínica
más completa que la disponible en ediciones anteriores.
Citamos textualmente la nota:
"Para
distinguir el duelo de un episodio de depresión mayor (EDM),
es útil tener en cuenta que en el duelo el afecto predominante
es el sentimiento de vacío y pérdida, mientras que en
un EDM es el estado de ánimo deprimido persistente y la
incapacidad de esperar felicidad o placer. La disforia en el duelo
probablemente disminuye de intensidad en días o semanas y se
produce en oleadas, las denominadas punzadas del duelo. Estas oleadas
tienden a asociarse a pensamientos o recuerdos del difunto. El estado
de ánimo deprimido de un EDM es más persistente y no se
asocia a pensamientos o preocupaciones específicos. El dolor
del duelo puede ir acompañado de humor y emociones positivas
que no son característicos de la intensa infelicidad y miseria
que caracteriza a un EDM. El contenido de los pensamientos asociados
al duelo generalmente presenta preocupación vinculada a
pensamientos y recuerdos del difunto, y no la autocrítica o la
rumiación pesimista que se observa en un EDM. En el duelo, la
autoestima por lo general se conserva, mientras que en un EDM son
frecuentes los sentimientos de no valer para nada y de desprecio por
uno mismo. Si en el duelo existen ideas de autoanulación,
implican típicamente la percepción de haber fallado al
difunto (p. ej., no haberlo visitado con más frecuencia, no
decirle lo mucho que lo quería). Si un individuo en duelo
piensa en la muerte y en el hecho de morir, estos pensamientos se
centran por lo general en el difunto y posiblemente en 'reunirse'
con él, mientras que en un EDM estos pensamientos se centran
en poner fin a la propia vida debido al sentimiento de inutilidad, de
no ser digno de vivir o de ser incapaz de hacer frente al dolor de la
depresión" (Asociación Americana de Psiquiatría,
2014).
A
pesar de que la mayoría de las personas que experimentan la
pérdida de un ser querido no desarrollan un trastorno
depresivo mayor, los síntomas depresivos asociados con duelo
responden a los mismos tratamientos psicosociales y medicamentosos
que aquellos episodios no asociados con un duelo.
Además,
la presente edición del manual en la sección III, en el
apartado de "Afecciones que requieren más estudio",
suma el Trastorno por duelo complejo persistente, (TDCP) reconociendo
la presencia de cuadros clínicos en los que los síntomas
de duelo se cronifican. Para dar cuenta del riesgo de duelo complejo
asociado con trauma se agrega un especificador: "con duelo
traumático".
Aunque
no se lo incorpora al cuerpo oficial, la simple mención del
Trastorno por duelo complejo persistente (TDCP) abre una línea
futura de investigación y se acerca a aquellos cuadros con
presencia en la clínica que hasta el momento no se habían
contemplado.
Inventario
de duelo complicado IDC (Limonero-Prigerson 2009)
El
IDC es un instrumento sencillo que permitirá distinguir las
reacciones normales de duelo de las reacciones complicadas, lo que
facilitará en gran medida, la planificación de las
intervenciones en los procesos terapéuticos. Según los
autores, una puntuación total mayor de 25 evidencia un
indicador de duelo complicado. El IDC es un cuestionario
autoadministrado que se utiliza una vez transcurridos los doce meses
de la pérdida y se cumplimenta en 10 minutos aproximadamente.
El inventario de Depresión de Beck BDI II es un instrumento
adecuado y complementario para la indagación y el diagnóstico
diferencial con el TDM.
Preguntas
sobre la historia de pérdidas (W. Worden 2006)
Worden
plantea una serie de preguntas para explorar y reflexionar sobre la
historia de las pérdidas de aquellos terapeutas que acompañan
a los pacientes en los procesos de duelo. Este es un recurso valioso
también para utilizar con los dolientes.
La
primera muerte que puedo recordar es la muerte de _____
Mi
edad era: __
Los
sentimientos que tuve en aquellos momentos fueron: _____
El
primer funeral (velatorio u otro servicio funerario) al que asistí
fue el de: _
Mi
edad era: _____
Lo
que más recuerdo de aquella experiencia es: _____
Mi
pérdida más reciente producida por una muerte fue
(persona, momento, circunstancias) _____
Afronté
esta muerte mediante: _____ Mi estilo principal de afrontamiento de
la muerte es: _____
La
muerte más difícil para mí fue la muerte de:
_____
Fue
difícil porque___________
De
las personas importantes en mi vida que están vivas ahora, la
muerte más difícil sería la muerte
de___________
Sería
la más difícil porque: ___________
Mi
estilo principal de afrontamiento de la muerte es__________________
Sé
que mi propio duelo se resolverá cuando _____
Para
mí es apropiado compartir mis experiencias de duelo con un
cliente cuando_________
Línea
de tiempo de las pérdidas por muerte significativas en la vida
de las personas. (Walsh, 2005)
Es
un recurso visual que indaga en la misma línea de la Historia
de pérdidas. Consiste en realizar sobre una línea
horizontal, un recorrido de las muertes significativas desde el
nacimiento del doliente hasta la actualidad.
Evaluación
de redes
En
el campo de la orientación y evaluación sistémica,
dos herramientas han logrado una prominencia considerable: el
genograma y el ecomapa. Una amplia gama de especialistas los aplica
moviéndose, más allá del diagnóstico
individual, hacia los formatos de evaluación relacional.
Genograma
Se
construye el genograma de tres o cuatro generaciones, como recurso
movilizador en la evaluación del duelo. Éste permite
explorar la estructura familiar, el estilo particular de la familia,
los vínculos, su historia, no solamente qué muertes
acontecieron, sino también los diferentes tipos y
características, sus duelos y los recursos para afrontarlos.
Asimismo, permite indagar las interacciones al momento de la
realización del genograma y la influencia familiar en el
proceso de duelo individual, y viceversa.
Ecomapa.
(Ann Hartman 1978)
El
ecomapa representa la constelación familiar y sus conexiones
auxiliares en un espacio ambiental. Configura espacialmente a la
familia en un punto particular del tiempo en relación con
otros que son significativos, así como también con las
organizaciones comunitarias e instituciones. Al igual que con el
genograma la fuerza y la saliencia de las conexiones se grafican,
ilustrando si las conexiones son enriquecedores, conflictivas, o
ausentes. (Fernández,
J., Escalante, E. y Palmero, E. 2010).
Evaluación
familiar
Entrevistas
clínicas familiares
El
terapeuta debe incluir entrevistas clínicas familiares en todo
tipo de consultas sean individual, de pareja y de familia, para
evaluar la nueva configuración resultante después de la
muerte, los nuevos roles y las nuevas funciones. Indagar acerca de
los rituales de despedida que se pudieron realizar, los mecanismos de
defensa de la familia, la resonancia con otros duelos, las figuras de
apego primarias y secundarias. Buscar información acerca del
sistema de creencias de la familia sobre la muerte y se anoticia de
la que ha sido brindada a niños/niñas y adolescentes.
Es importante conocer las creencias, la filosofía de vida y/o
religión de la familia. Y respecto de las instituciones
escolares, también necesita saber qué intervenciones
han realizado.
Cuestionario
FACES III (Olson, 2000)
Para
la obtención de información acerca de las variables de
la dinámica familiar contamos con el cuestionario FACES-III,
adaptado en Argentina (Olson, 2000, Leibovichet al., 2010) que
explora niveles de cohesión y adaptabilidad familiar.
(Maristany, 2019).
Evaluación
de factores protectores
Los
profesionales también indagamos acerca de factores de
protección y recursos tales como los apegos seguros y el apoyo
afectivo del entorno. Entonces, evaluamos en el sistema familiar, la
presencia de una
comunicación clara y abierta entre los miembros que permita la
expresión franca de emociones y sentimientos; la solidaridad
y la colaboración en el afrontamiento y la resolución
de problemas; la cohesión y la flexibilidad que permita
cambios adaptativos con suficiente rapidez; una comunicación
clara con el medio externo (Walsh, 2020).
Otros
factores protectores pueden ser los recursos resilientes, ya sean
fortalezas individuales, o sean estilos de afrontamiento adecuados en
la historia personal de pérdidas. Y también aquellos
sostenidos por creencias facilitadoras, valores y recursos
espirituales. Dice Froma Walsh (2020) que "el sistema
de creencias de cada familia, arraigado en sus influencias
socioculturales y multigeneracionales, pasa a primer plano en tiempos
de pérdida, dando forma a la experiencia de los miembros y sus
caminos de adaptación."
Evaluación
de factores de riesgo: según estilo de apego, tipo de relación
Es
importante que los terapeutas evaluemos las historias de apego
inseguro y desorganizado, como así también los vínculos
de apego inseguro-ambivalente o desorganizado de los consultantes con
el fallecido. Según el tipo de relación tomamos en
cuenta: la cercanía del parentesco (hijo, pareja, muerte
prematura de padres) y el grado de dependencia emocional previa a la
pérdida.
Evaluación
de factores de riesgo según tipos de muerte
Los
distintos tipos de muerte se relacionan con la posibilidad de
complicación del duelo. A modo de ejemplo citamos algunas:
-
Muerte inesperada: accidentes, muertes súbitas, muertes
violentas (ej. En ocasión de robo, secuestro), homicidios.
Presencia directa de suceso violento ocurrido a otro.
-
Muerte súbita infantil, abortos espontáneos y elegidos,
muerte perinatal.
-
Muerte ambigua (ej. desaparición de familiares).
-
Muertes múltiples.
-
Muertes por desastres naturales (ej. Pandemia COVID-19).
-
Muertes estigmatizadas (ej. suicidio).
-
Muertes desautorizadas (ej. muerte de mascotas).
Diferenciación
diagnóstica: Duelo anticipado- duelo adaptativo- duelo
complejo o
desadaptativo.
Duelo
anticipado
Se
define como duelo
anticipado
a aquel que comienza con el diagnóstico de una enfermedad
terminal e irreversible, y con anterioridad a la pérdida real.
Comienza con el impacto que produce la certeza de que la vida de la
persona amada está llegando inexorablemente a su fin
Se
necesita acompañar en ese proceso para que la persona pueda
prepararse psicológicamente para la pérdida. Ese tiempo
único permite un acercamiento entre los miembros de la
familia, abre diálogos, ofrece nuevas maneras de comunicarse y
encontrarse con los demás.
Las
personas que se están muriendo también experimentan el
duelo anticipado (Worden 2006). En estos casos, dentro de los
cuidados paliativos, se brinda asesoramiento psicológico para
la contención emocional, espiritual y el sostenimiento de la
comunicación entre el enfermo, su familia, sus amigos, y el
equipo de cuidadores y profesionales involucrados.
Duelo
adaptativo vs. complejo o desadaptativo
El
duelo es la respuesta natural y universal por la muerte de una
persona significativa. Los factores protectores individuales,
familiares, sociales, espirituales y comunitarios darían lugar
al desarrollo adaptativo del proceso.
Un
duelo puede transformarse en desadaptativo debido a los factores de
riesgo antes descriptos. La complicación puede llevar a
desencadenar un TDM, un TEPT o un TDCP (Trastorno por duelo complejo
persistente). Así, el duelo puede cronificarse, retrasarse,
congelarse o estar ausente, e incluso estar en comorbilidad con los
trastornos recién mencionados.
Por
eso remarcamos la importancia de la evaluación para realizar
un diagnóstico diferencial y poder arribar a las estrategias
de tratamiento y estilos de abordaje que más ayuden a quienes
nos consultan.
Modelos
de abordaje en la clínica
Freud
acuñó el término "elaborar el duelo"
en 1917. Ya desde entonces se considera un trabajo activo que las
personas realizamos para atravesar una pérdida importante.
Muchos son los autores que han abordado la temática
considerándolo un proceso de fases, en donde existen "tareas"
que los dolientes llevan a cabo, o bien "desafíos"
(Lebrero Rosales 2018).
Alba
Payás Puigarnau (2017) retoma la conceptualización de
fases en el tratamiento del duelo. Para ella, pensar
en fases proporciona un lenguaje común para entender la
evolución del proceso en el tiempo, nos permite discernir
entre aquello que consideramos normal de un proceso complicado, y
posibilita
asesorarnos en la práctica clínica de intervención
dando criterios acerca de lo que puede ser útil, cuándo
y con qué objetivo.
Siguiendo
a esta autora: "La persona en duelo pide ayuda para afrontar un
problema que no tiene solución. Se enfrenta a un sufrimiento
emocional abrumador. Necesitamos un modelo terapéutico que nos
ayude a ser efectivos con estas personas." (Payás
Puigarnau, A. 2017)).
Modelo
de William Worden
William
Worden (2006) remarca que el duelo es un proceso
y no un estado.
Después de sufrir una pérdida existen ciertas tareas
que los dolientes deben realizar para restablecer el equilibrio y
completar dicho proceso; no se suceden en un orden específico
y requieren, siguiendo a Freud, un trabajo de esfuerzo. Estas tareas
son:
Aceptar
la realidad de la pérdida, afrontar plenamente la realidad de
que la persona está muerta. Lo contrario sería
negarla o desconocerla.
Trabajar
las emociones y la realidad de la pérdida. Reconocer y
expresar el dolor y los sentimientos. Si es posible darle un
nombre. Lo contrario sería ahogar sentimientos (no sentir).
Adaptarse
a un medio en donde la persona que falleció está
ausente. Dicha adaptación significa algo diferente para cada
individuo. Lo contrario sería no cambiar nada.
Recolocar
emocionalmente al fallecido y continuar viviendo. Retirar la energía
emocional de la relación con el fallecido para poder
reinvertirla en nuevas relaciones.
Según
este modelo, de acuerdo con la evaluación que haga el
profesional, se indicaría un tratamiento psicológico o
solamente un acompañamiento.
Tengamos
presente que el objetivo en la terapia consiste en identificar y
resolver aquellos conflictos de separación que dificultan las
tareas de duelo cuando las manifestaciones están ausentes,
demoradas, son excesivas o prolongadas. El procedimiento abarca como
primera medida el descarte de enfermedades físicas que
pudieran existir. Al mismo tiempo debemos establecer la alianza
terapéutica y el contrato con el consultante. Es preciso
reconocer la irreversibilidad de la pérdida, y ayudarlo a
revivir recuerdos del fallecido afrontando las emociones que
conlleve. También evaluar las tareas no cumplidas; explorar
qué significa para el doliente terminar el duelo y decir
"adiós".
Modelo
de Robert Neimeyer (2002)
Robert
Neimeyer considera el duelo como un proceso de reconstrucción
de significado. Expone la experiencia de pérdida como una
experiencia universal profundamente íntima y a la vez social,
que se realiza a través de un ciclo donde se suceden momentos
de evitación, asimilación y acomodación, para
lograr la adaptación necesaria a la pérdida. No se
refiere a fases o tareas, sino que detalla actividades del duelo que
menciona como "desafíos". Ellas consisten en
reconocer la realidad de la pérdida; abrirse al dolor:
abrazarlo y soltarlo intermitentemente; revisar nuestro mundo de
significados; reconstruir la relación con la persona perdida y
reinventarnos a nosotros mismos.
Para
este autor el duelo significa reaprender cómo es el mundo.
Saca al doliente de una posición pasiva para centrarlo en la
acción: la construcción de nuevos significados que le
permitan establecer una conexión y continuada con la persona
desaparecida y con el recuerdo del ser querido.
Modelo
de Alba Payás Puigarnau
Como
mencionamos anteriormente para Payás (2017) el duelo es un
proceso natural de respuesta ante la pérdida de un ser querido
que nos afecta en todos los niveles: físico, cognitivo,
emocional, conductual y espiritual. Ella afirma "la
pérdida de la relación debe sanarse en el contacto que
proporcionan la relación con los otros. Sin ese otro sanar el
duelo no es posible".
Nos
presenta un modelo integrativo y relacional que comprende todas las
formas de abordaje del duelo desde Freud en adelante. Incluye en su
conceptualización tres elementos fundantes: el "por
qué", el "cómo", y el "para
qué". En el "por qué" se explaya en
la importancia de la vinculación afectiva y las creencias
nucleares. En el "cómo" se refiere al
procesamiento del impacto traumático de la pérdida y la
psicobiología del proceso emocional. En el "para qué"
destaca el crecimiento postraumático y la resiliencia.
La
autora toma como referencia el modelo propuesto por Kübler Ross.
Ella describe cuatro fases que se dan secuencialmente y a menudo
pueden superponerse y las denomina: 'Trauma-Choque';
'Protección-Negación';
'Integración-Conexión';
'Crecimiento-Transformación'. Considera que el
doliente debe realizar determinadas tareas en cada fase. Para ello
activa diversos recursos y estilos de afrontamiento y de acuerdo con
el grado de funcionalidad de éstos el proceso se
desarrollará de manera adaptativa o se detendrá en
alguna de las fases complicando el curso del duelo.
Este
modelo es el referente principal para nuestro equipo en tanto permite
abordar la multiplicidad de facetas que posee el duelo.
Modelos
de abordaje familiar
"Una
muerte en la familia implica numerosas pérdidas: la de la
persona, la de sus roles y relaciones, la de la integridad de la
unidad familiar y la de las esperanzas y sueños de todo lo que
podría haber sido" (Walsh 2005). La familia como
sistema pierde su identidad anterior y se convierte en otra familia
(Lebrero Rosales. 2018). Walsh y McGoldrick (1991) desarrollaron un
modelo de cuatro tareas para el proceso de duelo en la familia: el
reconocimiento compartido de la realidad de la muerte; la experiencia
compartida del dolor; la reorganización del sistema familiar y
la reinvestidura de otras relaciones y metas en la vida.
Modelo
de Roberto Pereira Tercero
Para
Roberto Pereira Tercero, el objetivo del duelo familiar es establecer
las bases de un nuevo sistema que surge del que existía
anteriormente, pero que no es el mismo. Este sistema necesitará
no solamente la reorganización de los sistemas
comunicacionales, las reglas de funcionamiento del sistema, la
redistribución de roles y funciones, sino también la
adaptación a una nueva realidad en la que el fallecido está
ausente.
Modelo
Kissane-Bloch: terapia
familiar enfocada en el dolor (FFGT)
El
proceso de tratamiento de la familia empieza cuando la persona
enferma aún vive, y continúa con los miembros en duelo
durante el período posterior a la muerte. Los objetivos de la
terapia familiar enfocada en el dolor (FFGT) consisten en promover y
facilitar la expresión del dolor, y mejorar el funcionamiento
familiar focalizando en tres características que identifican
con las "3 C de las relaciones familiares": Cohesión,
Comunicación y resolución de Conflictos.
En
consecuencia, se busca desarrollar las habilidades y las fortalezas
de la familia
para así crear
patrones de funcionamiento familiar explícitos, invitando a la
familia a identificar sus preocupaciones.
Cuidado
y trabajo sobre la persona del terapeuta
Los
terapeutas somos los cuidadores de nuestros consultantes. Y nuestra
capacidad para involucrarnos emocionalmente es un elemento importante
para cumplir dicha función. Por lo tanto, cuanto más
nos involucremos mayor será nuestra exposición al
estrés. ¿Cómo nos cuidamos nosotros?
(Baringoltz, 2007).
Trabajar
con personas en duelo puede hacernos conscientes de nuestras propias
pérdidas reales y entrecruzarse con nuestras pérdidas
temidas. Puede desafiar directamente nuestra ansiedad existencial y
la conciencia personal respecto de la muerte. Puede avivar nuestro
estado de alerta y vivirse como una amenaza. (Worden 2006). Puede
despertar estados afectivos intensos que debemos regular. Incluso,
podríamos estar expuestos a traumas vicarios nos advierte Van
del Kolk.
Ante
una situación de pérdida o trauma el ser humano
necesita del contacto interpersonal. La presencia o la ausencia de
dicho contacto es siempre un factor decisivo para que una experiencia
pueda convertirse en un trauma; más decisivo quizás que
la propia agudeza del evento. (Van der Kolk en Payás Puigarnau
2017).
Por
estas razones resulta evidente la necesidad de cuidado de la persona
del terapeuta e imprescindible contar tanto con redes de apoyo como
trabajar el autoconocimiento.
Redes
de apoyo del terapeuta: el equipo de trabajo
Un
recurso para el cuidado de la persona del terapeuta ante estas
problemáticas es la constitución de grupos de apoyo
tales como un equipo de trabajo. Los grupos de profesionales son un
resguardo y pilar fundamental para quienes acompañan o
trabajan los procesos de duelo de sus pacientes. Permiten ampliar los
conocimientos teóricos, compartir experiencias clínicas
y tomar conciencia de los propios duelos.
Una
de las funciones principales del equipo de trabajo consiste en la
supervisión de los casos. La experiencia grupal no solamente
permite la conceptualización de los mismos a la hora de
clarificar objetivos y estrategias, sino también la toma de
conciencia del estilo del profesional y su interrelación con
el consultante.
En
todo proceso terapéutico ocurren entrecruzamientos,
consonancias y disonancias en los sistemas de creencias. La
supervisión grupal posibilita que los exploremos y los
comprendamos mejor; en consecuencia, nos permite lograr una mayor
eficacia en el rol del terapeuta. (Baringoltz, 2007). Si bien este
estilo de supervisión se asemeja a la supervisión
terapéutica que propone Baringoltz, se diferencia, ya que la
coordinación compartida entre los miembros del grupo
acrecienta la potencia del dispositivo grupal.
Trabajo
sobre la persona del terapeuta
Si
consideramos a la psicoterapia como un proceso de co-construcción
entre terapeuta y paciente podemos decir que "las
características del terapeuta como persona y el tipo de
vínculo que se establece son responsables en gran medida del
curso de la psicoterapia" (Baringoltz, 2005). Y no debemos
olvidar que "la mejor herramienta que tiene un terapeuta es a
sí mismo." (Baringoltz, 2009).
En
consecuencia, el estilo del terapeuta y sus experiencias vitales
pueden influir de modo favorable o desfavorable en el contexto del
proceso terapéutico. Estamos seguros de que el duelo es una
experiencia de vida por la que vamos a transitar en forma personal y
profesional (Worden, W. 2006), por lo tanto, necesitamos estar
preparados para afrontarlo. El vínculo con los pacientes nos
expone a la activación de nuestras propias vivencias, patrones
de apego y creencias nucleares respecto del duelo y la muerte. Por
eso es importante sumar en la formación profesional del
terapeuta el trabajo sobre su persona. Conocernos ayuda a
identificar los entrecruzamientos ya mencionados, y así
valorar el efecto en la relación con el paciente al momento de
activarse. Por ello, el autoconocimiento y la supervisión son
fundamentales para poder identificarlos y afrontarlos.
Worden
(2006) afirma que explorar nuestra historia personal sobre nuestras
experiencias de pérdida nos ayuda a entender
mejor el proceso del duelo: cómo se sufre dicha experiencia y
cómo tiene lugar; nos proporciona una idea clara de los
recursos disponibles;
nos permite conocer
las limitaciones respecto tanto a los tipos de pacientes como a las
situaciones que podemos tratar o necesitamos derivar.
Síntesis
e integración del equipo de duelo del CTC (Centro de Terapia
Cognitiva): de la teoría a la clínica
El
equipo de duelo del CTC funciona desde el año 2015. Nos
motivaron a incursionar en la temática tanto las necesidades
de intervención en la clínica como las experiencias
personales. Este grupo está integrado por un conjunto de
profesionales especializados en diversas áreas, ya sean
familia, pareja, niños, adolescentes, adultos, psicooncología,
cuidados paliativos y trauma. Consideramos fundamental la formación
en diversidad de modelos teóricos tales como
cognitivos-conductuales clásicos, constructivistas, de tercera
generación (con entrenamiento en práctica de
mindfulness) y sistémicos. Tenemos estilos y ciclos vitales
diferentes.
Siguiendo
la premisa del CTC de integración en la persona del terapeuta,
sumamos la diversidad.
- ¿Cómo
recibimos las consultas?
Recibimos
a los pacientes a través de derivaciones, algunos nos
consultan por la muerte de un ser significativo, o personas que están
en curso de un proceso terapéutico y sufren una pérdida.
En este último caso el foco de trabajo se redirige hacia el
duelo. Muchas veces nos llegan consultas por diversos motivos, y al
momento de la evaluación, detectamos un duelo desadaptativo
previo.
- ¿Cómo
trabajamos?
Priorizamos
la etapa de evaluación diagnóstica desde la
preentrevista telefónica. De acuerdo con el resultado
definimos en cada caso si lo puede abordar el equipo o requiere una
derivación. También, si observamos la necesidad de
trabajo con un grupo de autoayuda o terapéutico, la decisión
será conectar con instituciones competentes en el tema. Al
momento de aceptar la consulta se decide el tipo de abordaje, el o
los profesionales adecuados para llevar adelante el tratamiento, y se
tienen en cuenta las interconsultas ya sea con otros profesionales
tales como psiquiatras y médicos, ya sea con otras
instituciones como la educativa y la judicial.
- ¿Qué
recursos técnicos utilizamos?
Utilizamos
una gran variedad de recursos técnicos. Robert Neimeyer
(Neimeyer, 2002) propone ejercicios que sirven para afrontar la
pérdida como autoayuda o como tareas propuestas por el
profesional para la terapia del duelo. Por ejemplo: los rituales
funerarios, la utilización de técnicas narrativas como
la biografía, el diario personal, o el libro de recuerdos, la
huella vital, y experiencias como la peregrinación por lugares
significativos, entre otros.
También
tomamos recursos narrativos de la línea de David Denborough
del Dulwich Centre, Australia, como "el árbol de la
vida". (Ncazelo Ncube). Consiste en una técnica grupal
que aplicamos en los talleres de autoconocimiento y se enfoca en las
historias alternativas que no son las del problema de origen. (White,
M.2016). Otro recurso narrativo posible es trabajar sobre la metáfora
de "decir hola de nuevo" (White, M. 1995).
Aprovechamos
la terapia centrada en la compasión (CFT) (Gilbert, P. (2015)
apuntando al desarrollo del ecosistema emocional y el cultivo de la
misma en los consultantes y en el terapeuta
Cabe
destacar que la utilización de estos recursos depende del
momento o fase del duelo que el doliente esté atravesando,
como así también de las características de
personalidad, intereses, motivaciones y necesidades del mismo.
- ¿Cómo
trabajamos con la persona del terapeuta?
Organizamos
talleres cuyo
objetivo principal es explorar las diferentes técnicas
psicoterapéuticas y adquirir un manejo práctico de las
mismas a través de la experiencia.
Cabe destacar la doble finalidad de aprenderlas para trabajar con los
pacientes, y transitarlas desarrollando habilidades personales para
tomar conciencia del estilo como terapeuta.
Conclusión
Como
conclusión queremos señalar la importancia de la
formación teórica específica en duelo para
evitar intervenciones inadecuadas que podrían ser obstáculos
para el desarrollo normal del proceso. De igual manera posibilitar la
prevención detectando los riesgos de complicación.
Destacamos
el lugar de la evaluación como eje fundamental para el
diagnóstico diferencial tal como hemos desarrollado a lo largo
del presente trabajo. Asimismo, consideramos importante contar con
modelos de abordaje adecuados a la complejidad de la temática.
La
experiencia lograda en los talleres realizados nos confirma la
necesidad de los terapeutas de contar con espacios de trabajo
personal desde donde enriquecerse y compartir la propia historia de
pérdida.
Del
mismo modo ponderamos las redes de apoyo como un recurso privilegiado
para debatir los casos, encontrar contención para la
regulación emocional a través de la supervisión
grupal y para identificar los entrecruzamientos personales en la
temática particular del duelo.
Para
finalizar, el tránsito con nuestros pacientes y nuestros
colegas por los caminos de las múltiples facetas que implican
la pérdida de personas significativas nos aventura a
comprender una conjunción compleja y diversa de sentimientos y
sensaciones.
Trabajar
con personas en duelo, conociendo los propios, repara y construye la
historia personal desde la compasión y la gratitud. Nos
permite asomarnos a lo más recóndito del ser humano
para así enriquecernos y trascender.
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