"Tus
creencias se convierten en pensamientos... Tus pensamientos se
convierten en tus palabras... Tus palabras se convierten en tus
actos...
Tus
actos se convierten en tus hábitos... Tus hábitos
se convierten en tus valores... Tus valores se convierten en tu
destino..."
Gandhi
Una Revolución
De Paradigmas
Thomas
Kuhn decía, respecto a la revolución de los paradigmas,
que toda comunidad que se enfrenta a un quiebre en el conjunto de
creencias imperantes necesariamente fuerza a pasar por las siguientes
tres etapas al paradigma pujante: El rechazo en primera instancia; La
duda como segunda estación; Y por último la aceptación
de las nuevas creencias apoyadas por las nuevas teorías
emergentes, cuando ya la nueva perspectiva es tan evidente que ya no
se la puede cuestionar desde los viejos argumentos que sustentaban
paradigmas anteriores.
Como
todo paradigma se compone de un sistema de creencias que prescriben
formas de pensar, sentir, decir y actuar en nuestro mundo, un cambio
de marco paradigmático propone una gran revolución del
conocimiento. Por lo tanto, naturalmente toda comunidad científica
se opondrá sistemáticamente a su emergencia, sea cual
fuere el lugar y el tiempo donde estos cambios se produzcan. Porque
la ciencia está edificada con científicos, y como
personas que estos son, sienten miedo ante los cambios como cualquier
mortal.
Tomemos
como ejemplo a los grandes genios de la astronomía que
revolucionaron la forma de ver el cosmos y nos lo explicaron tal como
hoy lo conocemos: Copérnico;
Giordano Bruno;
Galileo
Galilei.
Primero, burlados y discriminados hasta el límite de ser
privados de la libertad, la salud, y hasta la vida misma Luego,
algunos de sus amigos y compañeros de trabajo así como
autoridades de sus religiones, sociedades y ciudades, comenzaron a
dudar acerca de si lo que planteaban estos "locos" era
tan desacertado como pensaban en un principio. Y por último,
muchas veces años más tarde de sus fallecimientos, la
aceptación de esta nueva mirada, de estos nuevos paradigmas,
cuando ya las posibilidades de seguir combatiéndolos rozaban
lo absurdo. Y lo mismo podríamos contar acerca de lo
acontecido a Cristóbal Colón y otros navegantes
contemporáneos a él respecto a las cartas de navegación
y la insistencia acerca de una tierra geográficamente muy
distinta a la que era dada por válida. Arthur C. Clark nos
decía:'La
ciencia de una generación era la magia de la precedente".
La
tierra es ovalada. El sol es el centro de nuestra galaxia. Y no hay
elefante alguno sosteniendo a la pachamama. Pobre animal.
Los
paradigmas son los elementos que constituyen el marco de
referencia desde el cual cada individuo mira la realidad.
Determinados paradigmas causan la adopción de ciertos
principios de vida que comúnmente tienen bastantes aspectos
erróneos. El hecho de tener apertura para cambiar de
paradigmas es la premisa con la cual el autor compromete al lector
para proceder al análisis de los hábitos.
Ya
no es una discusión tentadora la que fuera de nuestros
predecesores deterministas genéticos y ambientalistas
extremos: ¿Naturaleza o crianza? Es que la certeza de vernos
como resultado de esa evidente interacción hoy coloca a tal
debate en un lugar dejado atrás, y aburrido de volver a
visitar. Vetusto, digo. Porque en nuestro presente nos cuesta
imaginarnos a nosotros mismos como seres ajenos a la construcción
multidimensional de la cual genes y ambiente protagonizan un
entrelazamiento inextricable que da lugar a nuestra subjetividad.
Estamos parados sobre un nuevo paradigma a través del cual
podemos definirnos como personas
de
un modo diferente a como lo hacían anteriores generaciones.
Un
cambio de paradigmas exige que seamos lo suficientemente flexibles en
nuestros conocimientos científicos y nuestro arte de curar. Lo
suficientemente amplios de criterio como para entender que los
esquemas rígidos de la biología, que describía
un camino unidireccional y predeterminado desde el ADN a la proteína
(con paso previo por la estación ARN), ha dado un paso al
costado para mostrar la más dinámica doble vía
de la información biológica que contempla a la Genética
clásica y a la novedosa dimensión epigenética. Y
desde ya es importante transmitirles que el fenómeno
epigenético tiene un impacto directo en nuestro modo de
concebirnos y entender el mundo. Estaremos en busca del equilibrio
entre el sentido humanístico de nuestra labor diaria y los
conocimientos más sorprendentes que nos dan la genética,
la epigenética, la proteómica y la
Psiconeuroinmunoendocrinología. Es una revolución sin
precedentes respecto a los modos de entender la salud y la
enfermedad, las lesiones traumáticas, el embarazo, el
desarrollo prenatal y posnatal, las vías de diferenciación
celular, los mecanismos de muerte celular programada y el
envejecimiento. Iremos conociendo el profundo sentido de lo humano
desde una perspectiva multinivel y en constante co-emergencia
contextual.
Thomas
Gingeras dice, precisamente acerca de nuestra pereza para aceptar las
nuevas realidades científicas: "Tenemos
una tendencia enorme a clasificar como no relevante aquello que no
entendemos."
Por
ejemplo, uno de los cambios más profundos consiste en
abandonar nuestra postura existencial de especie esclavizada por
nuestros genes. La idea de que ya no somos más el resultado
inexorable de la expresión de nuestros genes, sino que tenemos
una responsabilidad para con ellos y para con los de nuestras
generaciones futuras. Es un cambio revolucionario que nos dará
impulso para un cambio en nuestro compromiso con la especie a la que
pertenecemos y la naturaleza toda.
Si
el 95% de las personas nacemos con genes perfectamente normales y
hasta el momento solamente se ha podido determinar que solo un 2% de
las enfermedades son causadas por genes defectuosos, entonces: ¿Somos
víctimas de nuestros genes o bien responsables de nuestros
estilos de vida personales y conductas ecobioéticas de
conjunto?
Justamente,
la epigenética es aquello que manifiesta cómo actúan
los modos de vida sobre nuestros genes y explica el diálogo
permanente entre genes y ambiente psicosociobiológico.
Actuando como interlocutor entre el ambioma y el genoma, es el
resultado del diálogo entre estos, y nos ayuda a entender
numerosos procesos de salud y enfermedad entre tantos procesos
naturales de característica universal.
La
epigenética es un factor fundamental para el control de la
actividad del ADN de los genes y el desarrollo saludable de nuestras
vidas, o bien el encendido y puesta en marcha de enfermedades.
Cada
célula de esta red tiene algunos genes activos y otros
silenciados. De acuerdo a esto se producen sólo determinadas
proteínas en cada una de ellas, y por ello cumplen con
funciones diferentes dentro de la misma red y son estéticamente
distintas. Pero al conocer que las células de dicha red
presentan receptores de membrana (proteínas) para señales
químicas de los diferentes tipos constitutivos de la misma,
podemos inferir que la red psiconeuroinmunoendócrina está
regulada epigenéticamente desde sus orígenes
(ontogenéticos y filogenéticos), y de este modo sus
componentes pueden vincularse entre sí tan entrelazadamente.
En
cuanto a la herencia misma y la biología molecular implicada
en ella, la epigenética trata de patrones de expresión
de genes que no vienen determinados por la secuencia genética
(con referencia a la cadena de pares de bases del ADN de cada
individuo).
Y
esta herencia alternativa viene fijada porque los genes se expresan o
no dependiendo de ciertas condiciones bioquímicas, como la
metilación del ADN o de las histonas, o bien de la forma de la
cromatina, la acción de genes silenciadores, y de otras causas
numerosas que aún no conocemos. Carlos Soria nos brinda una
linda metáfora "fashion" acerca de lo descripto.
Nos cuenta que los dispositivos epigenéticos son como vestidos
bioquímicos que lleva el ADN desnudo. Si estos vestidos son
finos y transparentes, entonces permiten ver el ADN y los genes
pueden expresarse. Si en cambio estos vestidos son gruesos, no
permiten que los genes se expresen.
Influencias
Del Doble Código
Tenemos
un "doble código". El genético es uno. Pero
también hay un código epigenético, constituido
por un sistema de moléculas unidas al complejo ADN/histonas
que gobiernan la expresión de los genes. Las colas proteicas
de las histonas catalizan una gran variedad de mecanismos químicos,
como la acetilación y la metilación, que amplifican la
expresión de genes vecinos. Los patrones de metilación
de ADN son los mejores estudiados y entendidos como marcadores de
fenómenos epigenéticos.
Mecanismos
intrínsecos que hoy día se siguen estudiando con
profundidad,
Nuestros
conceptos acerca de la herencia darán un giro rotundo.
Podremos
entender, entre tantas cosas, lo que he decidido llamar la
trascendencia
transgeneracional.
Conoceremos sobre el legado de nuestros genes desde nuestros
bisabuelos hasta nosotros y desde nosotros hacia nuestros nietos y
bisnietos como nunca lo habíamos percibido. Y comprenderemos
entonces que la trascendencia humana es multidimensional y no solo
una metáfora, una esperanza, o una cuestión limitada a
lo filosófico o psicológico.
Otros
aportes derivados del fenómeno del "Doble Código":
-
Desarrollo
de la farmacogenómica.
-
Descripción
de fenómenos fisiopatológicos intrínsecos hasta
ahora crípticos y su relación con el tratamiento de
enfermedades diversas.
-
Explicación
de porqué somos tan distintos de los Chimpancé si ellos
y nosotros compartimos un 99 % de identidad genética.
-
Entendimiento
del porqué una célula madre decide tomar por tal o cual
camino de diferenciación según el medio en el cual
crece y sus estímulos implicados.
-
Contesta
por qué los clones pueden tener problemas de obesidad, de
diabetes y tantos otros, al escapar ya no al control genético
sino al epigenético
-
Señala
definitivamente porqué gemelos idénticos tienen
enfermedades y personalidades tan distintas teniendo el mismo genoma.
Y
ahora podemos explicar con evidencia científica algunos
tratamientos que solo provenían de la experiencia clínica
empírica.
Un
ejemplo: hoy en día los ginecólogos recomiendan a sus
pacientes que buscan un embarazo o ya están embarazadas la
suplementación temporal con ácido fólico. Y es
de público conocimiento que lo hacen para prevenir
malformaciones en la progenie.
Ahora
sabemos que la correcta metilación del ADN (Una de las facetas
químicas implicadas en la epigenética) producida por la
suplementación de ácido fólico es el mecanismo
de acción evidente en la prevención de malformaciones
de la espina neural.
Explorar
los caminos del conocimiento
Estamos
recorriendo la hermosa y a la vez difícil vía de la
Integración en ciencias. Evolucionando desde el eclecticismo
sumamente pragmático hacia el complejo campo de las
intersecciones integrativas multidimensionales para que el todo sea
realmente mucho más que la mera suma de las partes.
Desde
ya hace muchos años recorro los vasos comunicantes de las
distintas neurociencias para entender nuestras conductas desde el
mismo corazón neurocientífico. Sin la comodidad de
comulgar exclusivamente con ninguna teoría reduccionista, y
disfrutando la transversalidad del conocimiento y el abordaje
multinivel en el campo clínico. Obviamente este
entrelazamiento holográfico que ha ocurrido en mi mente ha
modificado la mirada que poseo como psiquiatra y en general como
persona más universalmente hablando.
Conociendo
las diferentes neurociencias y la neurociencia misma, quienes
trabajamos en salud mental ahora más que nunca sabemos que las
distintas corrientes en la teoría y práctica de la
psicología humana abordarán al paciente privilegiando
unas u otras "herramientas cuerpo-mente". Ninguna
academia de psicoterapia lo revela todo ni da una solución
fantástica al padecer humano. Estamos al corriente de que cada
una de ellas obtiene mayor beneficio de alguna función o
recurso especial en todas las dimensiones del sujeto. Y cada una de
estas corrientes psicoterapéuticas tiene también sus
zonas de carencia. Sus zonas ciegas.
Me
es importante evocar la idea de "consiliencia". Esta
particular palabra sugiere la unificación de ciencias y
humanidades y fue acuñada por el entomólogo
estadounidense Edward O. Wilson. A partir de la publicación en
1998 (Wilson, 1999) de su libro "Consiliencia: la unidad del
conocimiento" aprendimos que las ciencias bien se pueden nutrir
de la creatividad y la metáfora de las artes, y las artes
tomar los nuevos conocimientos que llegan desde las ciencias. Ya
desde la tapa del libro se evoca la confluencia de todas las ramas
del conocimiento. Edward O. Wilson propone que no se trata solo de
agrupar el conocimiento de manera enciclopédica, sino de
tender puentes interdisciplinarios entre naturaleza y sociedad, entre
biología y cultura; entre mente y materia.
La
idea de superar definitivamente la dicotomía cartesiana entre
cuerpo y alma la abordan hoy, especialmente: La ciencia cognitiva
(una disciplina que nació en la década de 1950 por la
unificación de la psicología, la lingüística,
la informática y la filosofía de la mente); La
neurociencia (el estudio de las bases neurales del pensamiento, la
conciencia y la emoción); La genética del
comportamiento; Y la psicología evolutiva (el estudio de la
filogenia y las funciones adaptativas de la mente). Y, para sorpresa
de ustedes: La física cuántica.
Como
lo he señalado en mi libro Construcción Cuerpo-Mente
(2007), la nueva Psicoterapia Integrativa que impulsamos en
Latinoamérica, tiene en cuenta diversos y necesarios puntos de
vista del funcionamiento humano en su conjunto, acordando en lo ético
y estético con lo reclamado por Wilson. Un abordaje
consiliente es necesariamente "multinivel". Integra todas
las posibilidades y herramientas que estén a la mano del
terapeuta.
Más
allá de las psicoterapias, quienes somos médicos o
psicólogos integrativos no nos reducimos a nadar entre
diferentes escuelas de psicología y medicina, sino que
buceamos multidimensionalmente entre disciplinas diversas como: La
genética; La epigenética; La
psiconeuroinmunoendocrinología; La proteómica; La
biología sintética; La nanotecnología; La
neuroplastología; La filosofía; La antropología;
La sociobiología; Y tantas otras vertientes que en definitiva
dan relevancia científica a nuestro fluir en los
procedimientos integrativos cotidianos.
La
tendencia actual debería ser la integración global
teórica. Ahí debemos sumarnos, con la esperanza de ser
la mejor versión de nosotros mismos todos los días. Y
tomamos como punto integrativo fundamental la
psiconeuroinmunoendocrinología, que es un paradigma de
abordaje en salud más que una especialidad más de la
medicina. Y su entendimiento seguramente nos lleva por una autopista
directa a la consiliencia.
Tal
vez hilando fino entre las ciencias, sean los fundamentos filosóficos
que subyacen a este enfoque el constructivismo en el campo del
pensamiento y el principio de incertidumbre de la física
cuántica. De este último concluimos que es imposible
para cualquier escuela de psicoterapia ofrecer una explicación
absolutamente "verdadera" y "definitiva" de
la realidad, y cabalga sobre el hecho de que la realidad está
determinada por el punto de observación del sujeto que
observa. Y cada teoría de la personalidad, cada escuela de
psicología, enfoca la conflictiva humana desde sus propias
bondades, pero también desde sus propias limitaciones y
carencias.
Por
ello, para los clínicos del "campo psi" es muy
excitante este tópico, ya que ahora sabemos que es posible
controlar los cambios epigenéticos mediante cambios en
losestilos de vida y/o a través de los fármacos que
administramos.
Espero
que toda la comunidad médica y científica se atreva a
surfear estas olas en cambio paradigmático permanente.
Del
laboratorio al consultorio
Estos
nuevos conocimientos nos aportarán datos para trabajar con la
persona tanto desde la medicina como desde las nuevas perspectivas
psicoterapéuticas.
Los
psicoterapeutas no pueden obviar todo este conocimiento y a la vez
tienen el desafío de saber integrarlo adecuadamente para
elevar su eficacia y llevar su labor cotidiana a una categoría
incuestionable para los sectores más duros de las ciencias.
Hace algunos años aún, podía importarle poco a
un psicólogo el descubrimiento de un investigador en el área
de las neurociencias. Ni aun sabiendo que ese médico o biólogo
había logrado el premio Nobel en su área. Lo sentía
ajeno. Porque así había sido entrenado. Ahora, tanto
nuestros pacientes como quienes oficiamos de psiquiatras y
psicoterapeutas integrativos podremos vincular la palabra terapéutica
con la neuroplasticidad, esta última con los cambios
cromatínicos, y de allí viajaremos hacia la memoria y
el aprendizaje de nuevos estilos de vida. Y ese cambio en el ambioma,
otra vez y de forma circular, nos pondrá en las vías
del cambio permanente. Espiritual y biológico. La psicoterapia
Integrativa PNIE encarna
hoy en Latinoamérica ese rol de vanguardia en salud mental.
Así
lo hemos entendido aquellos médicos que dimos la grata
bienvenida a la medicina traslacional, que corresponde al modelo de
aplicación en el cual los clínicos orientan los
descubrimientos nuevos y relevantes de la investigación
biomédica tanto al mejoramiento del diagnóstico,
tratamiento, pronóstico y prevención de
las
enfermedades, como a responder a las interrogantes científicas
que surgen de la práctica clínica diaria.
La
medicina traslacional es la versión actualizada de la medicina
basada en evidencias, con la aplicación integrada de
herramientas novedosas en genómica, proteómica,
farmacología, biomarcadores, diseños, métodos y
tecnologías clínicas que aumentan la comprensión
de las enfermedades.
Acotando,
la conjunción de las investigaciones básicas orientadas
al paciente junto con las investigaciones preclínicas y las
clínicas se denomina investigación traslacional. Y la
investigación traslacional es una de las actividades más
importantes en la
medicina
moderna que ha permitido mejorar la práctica clínica.
Uno de sus principales ejemplos son los beneficios logrados a partir
de la aplicación de las células troncales
pluripotenciales. Y el otro, el que desarrollo en este capítulo.
El fenómeno epigenético.
En
cuanto al Proyecto Genoma Humano, este no alcanzó por sí
mismo a develarlo todo, ya lo sabemos. No alcanzó por sí
solo a respondernos quiénes somos, cómo funcionamos,
cómo y por qué nos enfermamos, y cómo podemos
curarnos. El tal esperado manual con todos los genes para construir
un ser humano no explicó más allá de cierto
porcentaje de lo que realmente necesitamos saber. Ese "santo
grial" que era la secuenciación completa del genoma
humano fue importante de hallar, pero nada suficiente. Esto no le
quita mérito, por supuesto. Pero la gran revolución
científica del siglo pasado tuvo que esperar a las nociones de
la epigenómica para cerrar un círculo y abrir miles de
preguntas y caminos. Grandes "leyes centrales" de la
biología han caído, como señalé párrafos
atrás, como caen tantas veces las ideologías y los
imperios.
Es
un tema sobradamente estimulante para quienes pensamos en la
psiconeuroinmunoendocrinología y el concepto epigenético
como dos grandes paradigmas contemporáneos, que abren las
puertas a nuevas formas de ser en el mundo. Para los clínicos
de la psiquiatría y la psicoterapia es aún más
excitante si sabemos que es posible controlar los cambios
epigenéticos mediante el cambio inducido en los estilos de
vida y/o los fármacos que administramos cada vez con mayor
eficacia. Porque nuestro epigenoma es más fácilmente
moldeable por nuestros hábitos que nuestro genoma. Por ello
también debiéramos participar más activamente en
la defensa y ejecución de medidas ecobioéticas que
preserven la salud de modo universal.
En
Latinoamérica muchos psiquiatras y psicólogos nos
encontramos en la tarea de fortalecer un nuevo concepto en
psicoterapias llamada Psicoterapia Integrativa PNIE; con bases
fuertes en las neurociencias y la epigenética. Una coalición
fundamental para mejorar la labor asistencial en el terreno de la
salud mental y la calidad de vida de la persona.
Acerca
del término "Epigenética" y su historia
Históricamente
se atribuye a Conrad Waddington el término epigenética,
allá por el año 1942. Conrad Waddington la describía
como el sector de la biología que estudia las interacciones
causales entre los genes y sus productos que dan lugar al fenotipo.
Los
inicios de la epigenética en la bibliografía datan de
mediados del siglo XIX, sin embargo los comienzos de la noción
pueden hallarse ya en Aristóteles, quien creía en la
epigénesis (Waddington, 1940, 1942, 1966a, 1966b).
Denise
Barlow (1950-2017) ha dicho que la epigenética perpetuamente
ha sido todas las cosas extrañas y asombrosas que no han
podido ser explicadas por la genética clásica. Y es
buena esta forma de entenderla. Aún sin profundidades
determinantes. Es que la diferencia entre genética y
epigenética seguramente puede cotejarse con la diferencia que
se halla entre escribir y leer un libro. Una vez que el libro ha sido
escrito, el texto (los genes o la información almacenada en el
ADN) será el idéntico en todas las reproducciones que
se distribuyan entre los lectores. Pero, cada lector podría
desentrañar el guión del libro con una representación
subjetiva tenuemente desigual, con sus desemejantes emociones y
proyecciones que pueden ir mudando a medida que se despliegan las
secciones del mismo.
Bryan
Turner (2021), de Birmingham (Reino Unido), prefirió una
descripción fonográfica/tecnológica, y nos
explicó que el ADN no es más que una cinta que amontona
información, pero no hay manera de sacar utilidad de esta
información sin un aparato para su reproducción. La
epigenética en este caso se interesa por el reproductor de
cintas y no es la cinta en sí. El genoma es la cinta con la
información. Una cinta con no más de 30.000 genes. Y el
epigenoma su reproductor. Sin los 2 no habría expresión
posible.
El
alemán Jörn Walter (2021) prefiere una metáfora
informática, donde el disco duro es como el ADN y los
programas de software el epigenoma. Así, es posible acceder a
cierta información del disco duro con el manejo de los
programas de la PC. Pero existen ciertas áreas protegidas por
contraseñas y otras no (abiertas). Tendremos que investigar e
intentar entender por qué existen contraseñas para
ciertas regiones y por qué otras regiones son de libre acceso.
¿Hasta
dónde nos dejarán avanzar los archivos ocultos del
sistema?
Lars
Ölov Bygren (2001),
hombre del Karolinska Institutet (Suecia); Y Marcus
Pembrey (2005),
Profesor Emérito de genética pediátrica del
Instituto de salud infantil del Colegio Universitario de Londres, han
hecho grandes descubrimientos trabajando juntos
en
Överkalix,
una pequeña y aislada ciudad Sueca cercana al círculo
polar ártico.
Es
y ha sido ésta una región característicamente
inaccesible y remota a lo largo del tiempo, y se tornó ideal
para el estudio de estos genios contemporáneos. Fue un campo
de estudio magnífico para ambos científicos
Además,
el orden y manejo de datos epidemiológicos de los colegas
nórdicos es impecable. Así que una serie de condiciones
se dieron cita para estimular a Lars Ölov y a Marcus en sus
investigaciones "Heréticas" respecto a la genética
clásica.
En
los cementerios de Överkalix han podido estudiar al menos de dos
a tres generaciones en la misma tumba. Y este grupo de suecos que
yacen en tal cementerio contribuyeron postmortem para que de manera
esencial cambiemos la forma de concebir la herencia.
Encontraron
allí abuelas y nietas, abuelos y nietos, quienes vivieron casi
un siglo retirados de la Suecia central y pujante, descubriendo
vínculos que confrontaban con el pensamiento científico
oficial, hasta ahora adormecido en los satisfactorios sillones de la
genética humana clásica. Y a partir de esas
investigaciones nos explican como comportamientos como el consumo de
nicotina o alcohol, lo que comemos y respiramos, y otros factores que
forman parte del estilo de vida de los padres, producirían
cambios semipermanentes en la línea germinal. Sus conclusiones
son la culminación de más de 20 años de trabajo.
Imagino cuando por primera vez Pembrey se enfrentó a la
magnitud de su descubrimiento.
Pembrey
y Bygren se aventuraron a confrontar con la "pureza" en
ciencias biológicas y con los paradigmas imperantes, y
afirmaron que la vida de los padres, abuelos, e incluso bisabuelos
puede llegar a afectar directamente la salud de una persona, a pesar
de no haber experimentado estos últimos en forma directa una
situación de tipo tóxica, nutricional, o
psicológicamente traumática.
Bygren
estaba investigando si una nutrición pobre en una generación
precedente pudo haber tenido algún efecto en la salud de
generaciones posteriores. Parecía que la hambruna sufrida en
ese poblado sueco podía haber afectado a la gente casi 100
años después, incluso aunque las generaciones
posteriores no hubieran padecido hambre.
El
suministro de comida de los ancestros había afectado la
longevidad o la tasa de mortalidad de sus nietos. Efectivamente.
Cuando
Bygren se comunicó con Pembrey tenía la corazonada de
que la incidencia de la diabetes pudiera ser un indicador de que la
epigenética tenía algo que ver con lo antedicho.
Pembrey pensaba que la impronta podía estar involucrada en la
Diabetes, por lo que Bygren rastreó en los archivos de cada
cementerio de Övercalix buscando muertes por diabetes y luego
trató de recordar si había algo inusual en la dieta de
los abuelos. Sin duda alguna había una fuerte asociación
entre el suministro de alimentos del abuelo y la muerte por diabetes
del nieto especificada en su certificado de defunción.
Naturalmente
había habido algún efecto transgeneracional. Claros
vínculos generacionales entre abuelos y nietos. La esperanza
de vida de los nietos estaba siendo directamente afectada por la
dieta de sus abuelos. Y entonces dieron con la llave de la primera
evidencia de la herencia epigenética en humanos. Nada más
ni nada menos que el mecanismo que transmite la información de
la exposición al medio ambiente de una generación a
otra.
Estudiaron
el abastecimiento de alimentos de los abuelos durante cada año,
desde el momento en que fueron concebidos hasta que cumplieron 20
años. Encontraron que solo hay ciertos períodos en el
desarrollo de los ancestros donde se pueden disparar esas respuestas
generacionales. Son los que bien pudieran llamarse "períodos
sensibles de desarrollo".
Vieron
esto en Överkalix: Cuando una hambruna era capaz de provocar
efectos epigenéticos, era diferente para la abuela que para el
abuelo. La abuela era más susceptible mientras aún
estaba en el útero, mientras que al abuelo lo era justo antes
de su pubertad. Y el momento de estos períodos delicados del
ciclo vital nos revelaba que estaba relacionado con la formación
de los óvulos y el esperma. Por lo tanto la información
medio ambiental quedaba impresa en el óvulo y el
espermatozoide en el momento de su formación. La respuesta
transgeneracional está relacionada con la formación del
esperma y los óvulos en los abuelos.
El
diagrama final que ambos investigadores compartieron mostraba un
vínculo significativo entre las dos generaciones con la dieta
en una y con la esperanza de vida en la otra. Así, Pembrey y
Bygren tuvieron la primera evidencia concluyente de que un efecto
medioambiental había sido heredado por humanos. El impacto de
la hambruna había sido captado por los genes en los gametos y
la memoria celular del suceso había sido transmitida y
afectada a los nietos de las siguientes generaciones. No podemos
separar los genes del impacto medio ambiental, en todas sus
dimensiones. Están muy entrelazados.
Dice
Robert
Sapolsky que
incluso dos generaciones después de que una familia haya
dejado atrás la pobreza, todavía hay "actitudes
de ansiedad", una cierta inseguridad que está como base
de todo y que produce que no se sientan seguros aún no
coincidiendo con su confortable entorno presente.
Esto
es porque fisiológicamente, la privación y el trauma
del estrés al principio de la vida más los efectos
epigenéticos transgeneracionales mencionados, dejarán
un impacto para siempre.
Incluso
cuando se consigue ser rico, en la mente y el cuerpo se sigue oyendo
el eco de esa pobreza.
Existen
estudios que demuestran que incluso en el estadio fetal, en el tercer
trimestre de embarazo, si no llegan todos los nutrientes necesarios,
el metabolismo del cuerpo estará afectado para el resto de la
vida. Cuenta Robert que cuando se tiene 60 años, se puede ser
Bill Gates y, sin embargo, el páncreas recuerda que el tercer
trimestre del estadio fetal fue terrible. Y la voracidad y miedo a la
pobreza pueden afectar lo que podría seruna vida relajada y
sin sobresaltos ni ambiciones desmedidas. La madre transmite al feto
las condiciones psicosocioambientales por ella vividas.
Michael
Skinner (2021),
en Washington, comprobó que la exposición de un solo
animal a una toxina provocaba un amplio abanico de enfermedades en
casi todos los individuos de las generaciones posteriores. Y como los
efectos epigenéticos han sido observados en los humanos, eso
puede también que tenga consecuencias para nosotros. De hecho,
está comprobado. Lo que esto significa es que si vuestra
abuela estuvo expuesta a algo cuando estaba embarazada podría
provocarte a ti una enfermedad, incluso aunque tu no hubieras estado
expuesto, y además, se la vas a trasmitir hasta a tus
bisnietos. Es decir que la vida de nuestros ancestros tiene la
capacidad de afectarnos directamente. La epigenética vincula
nuestro pasado, presente y futuro.
Es
ciencia y no ficción.
Hay
muchas enfermedades muy comunes como la de Alzheimer y la diabetes
que son difíciles de explicar genéticamente en la
actualidad. Tal vez muchas de estas enfermedades comunes son de hecho
causadas por cambios epigenéticos y no necesariamente
genéticos. Está claro que estos conocimientos cambiarán
para siempre la forma en que pensamos sobre nosotros mismos como
personas en particular, y como especie en forma general.
Pembrey
cuenta que cuando uno ve por primera vez una fotografía aérea
de la tierra, y observa esa especie de delicada bola navegando por el
universo, tal imagen causa un profundo efecto emocional respecto a la
necesidad de salvar nuestro planeta.
Pienso
esperanzadamente que las futuras generaciones, movidas por estas
nociones, pensarán de forma más planetaria y no tan
individualista. Una conciencia universal y de largo plazo. Porque de
hecho han visto la foto de ese planeta que habitamos y llamamos
Tierra, y es posible que se den cuenta de que vivimos la vida como
una especie más, y somos guardianes de nuestro genoma. Nuestro
tesoro ancestral
contiene
la información de quienes somos. Tal
vez pensarnos de este modo nos haga menos irresponsables como
personas respecto al cuidado del planeta para nuestras próximas
generaciones.
Tal
vez podamos volver a tener una relación más cercana a
íntima con nuestra madre naturaleza, como la supieron tener
los pueblos originarios de las distintas latitudes planetarias.
Costumbres como adorar a la madre Tierra, honrar al padre Sol, y amar
a nuestra poética "Diosa blanca" (Al decir de
Robert Graves), la Luna.
Si
aprendemos a cuidar de nuestro ambioma, mejoraremos los aspectos
flexibles de nuestro epigenoma, y seremos guardianes responsables de
nuestro ancestral genoma.
Un
cambio en la forma de pensarnos y construirnos
Si
los médicos y hombres de ciencia en general pensábamos
que la herencia estaba solo en los genes, limitada a la codificación
ligada a la secuencia del ADN, Pembrey y Bygren demostraron que la
genética y la herencia son conceptos más complejos.
Patearon
el tablero de la biología molecular adormecida. Porque ahora
podemos afirmar que la secuencia del ADN es solo una pequeña
parte del misterio de los genes y la herencia humana. Y ahora resulta
que la parte del ADN alguna vez denominada "ADN basura"
es parte del mundo epigenético que hoy se nos presenta como
realidad científica de increíble magnitud ante nuestras
narices.
Por
ello rescato nuevamente las palabras de Gingeras, quien plantea esa
costumbre humana de calificar como no relevante aquello que
desconoce. Al punto de llamarlo basura. Si hay algo peligroso para el
ser humano es la combinación de dos palabras: Ignorancia y
soberbia.
Hasta
hace un tiempo opinábamos que en ese santiamén de la
fecundación cada uno de nosotros recogíamos un juego de
cromosomas de nuestro papá y otro de nuestra mamá,
recombinados en el proceso meiótico, y a partir de allí
la particularidad única de cada persona.
Se
suponía que estos genes localizados en los cromosomas estaban
encerrados dentro de cada núcleo celular de cada célula
de nuestro cuerpo, permaneciendo protegidos e indemnes a la forma en
que vivimos en cada generación. Sin ser amenazados por nuestro
estrés, ni sustancias tóxicas, ni alimentación
particular. Como aislados herméticamente de nuestro devenir
azaroso cotidiano. Sin consecuencias para las futuras generaciones.
Pero
ahora sabemos que si un individuo se expone a una noxa en el ambioma
que habita y se enferma a causa de ella, puede además afectar
a las dos o tres generaciones siguientes.
Descubrir:
Un desafío para curiosos
Pembrey
trabajó sobre una paradoja alumbradora, a la cual tuvo que
enfrentar por motivos derivados de la genética clínica
cotidiana con la que lidiaba en su consultorio de Londres. Sabemos
que es en la consulta clínica del día a día
donde nuestros pacientes nos exigen esclarecer sus dudas y nos piden
ser ejecutivos y claros. El lugar donde debemos resolver diagnósticos
y proponer tratamientos.
Y
fue precisamente a partir de ese marco que descubrió que las
explicaciones acerca de lo que le faltaba en el rompecabezas
epigenético residían en el curioso contrasentido de los
síndromes de Angelman y de Prader-Willi, dos perturbaciones de
distinto nivel de gravedad pero ocasionadas puntualmente por el mismo
defecto genético.
Cuando
Pembrey se ilustró acerca del modelo hereditario de estos
padecimientos observó que lo que ciertamente interesaba era el
origen del fragmento del cromosoma 15 que se había degenerado.
La
situación se planteaba así: Si el fragmento en cuestión
estaba en el cromosoma 15 que el niño había heredado
del padre, entonces desarrollaba el síndrome de Prader- Willi,
mientras que si el fragmento había sido heredado de la madre
padecía el síndrome de Anglemans. Imaginemos la gran
extrañeza para Pembrey al descubrir que el mismo fragmento de
ADN que faltaba pudiera causar una enfermedad cuando provenía
de la madre y otra enfermedad completamente distinta cuando procedía
del padre. Entonces intuyó que los genes sabían de
quién provenían. Tenían esa información
etiquetada.
Cada
cromosoma sabe de quien proviene, y para ello existe una etiqueta
(impronta) colocada en el mismo cromosoma, relacionada con la
formación del óvulo o esperma de la anterior
generación. Y de acuerdo a estas diferentes procedencias
trabajarán de formadesigual. Por ello, no obstante que la
secuencia de ADN sea la equivalente, el heterogéneo juego de
genes es encendido o apagado dependiendo de cuál
de los padres proceda.
La
Impronta Genética significa, en pocas palabras, que los genes
conservan la memoria de donde proceden. Algo más, aparte del
ADN, es transmitido a través de las generaciones. Una capa
informativa oculta (epigenética) que actúa y es capaz
de controlar directamente el funcionamiento de nuestros genes. Lo que
significa que la herencia no se atiene solamente a los genes que se
heredan, sino que debemos tener en cuenta si esos genes se transmiten
silenciados, apagados o en marcha.
Este
trabajo es hecho por otros genes no codificadores pero de una
importancia equivalente a ellos.
Los
anteriores
genes provenientes del llamado ADN basura funcionan como si fueran
interruptores de luz. Si enciendes el gen, la luz fulgura, el gen se
torna dinámico, y hace que la célula ejecute alguna
función determinada. Si está apagado, todo está
a oscuras, está inactivo. El interruptor, según
permanezca encendido o apagado, le da a la célula su
identidad. La actividad de los genes es entonces controlada por un
interruptor, y la unión de una simple sustancia química
a estas partes interesadas en la herencia dicta si el gen se apaga o
se enciende. Si se expresa o no.
Wolf
Reik (Roemers et al., 1997) reveló que situando el embrión
de un roedor en una placa lograba inducir a los genes
a cambiar
su forma de expresarse. Después de haber visto lo
relativamente fácil que era cambiar los interruptores en el
embrión de una rata, fue entonces que pensó que quizá
ocurriera lo mismo en los embriones humanos.
Para
la fecundación "in Vitro" también tienes al
embrión por un breve espacio de tiempo en la platina. Sí.
Y Wolf se preguntó, si como en el caso del embrión de
la rata, por el mero hecho de que el embrión humano esté
en una placa de laboratorio y sea manipulado, podría alterar
sus interruptores epigenéticos. Supo entonces que el síndrome
de Beckwith-Wiedemann era causado por un interruptor defectuoso.
Malas
noticias para los médicos dedicados a tal especialidad.
Tendrían que mejorar sus técnicas porque los resultados
no eran muy alentadores. Trabajando con un grupo de bebes y niños
con el síndrome de Beckwith-Wiedemann se percataron de la
exagerada proporción de ellos que habían sido
concebidos in Vitro. La fecundación "in Vitro"
pudo apagar o encender genes aunque
no podemos asegurar que puede causarlo por sí
mismo.
Hay un alto porcentaje de este síndrome epigenético en
la población concebida in vitro.
Y
aunque la enfermedad de Beckwith-Wiedemann es sumamente rara, el
riesgo parece aumentar en 3 o 4 veces con el método in vitro.
El simple hecho de sacar al embrión de su entorno natural
(Ambioma intrauterino natural) puede desencadenar esta rara
enfermedad. Deberemos revisar los procedimientos in Vitro de aquí
en adelante. En las condiciones en que se hacen. Y llevar a cabo
experimentos mejores y más precisos para ver cómo
podemos evitar el accionar de esos interruptores epigenéticos.
¿Y
cómo siguió Wolf? ¿Hasta dónde llegó?
Quedó
demostrado que un simple cambio en el ambioma es suficiente para
activar o desactivar un gen, pero hay más por decir. Todo el
mundo pensaba hasta ese momento que cualquier gen alterado (mutado)
no podía heredarse. Entonces él, rebelde ante las
ortodoxias, cogió algunos ratones con interruptores genéticos
alterados y los reprodujo.Antes creíamos esto: Seguro que
mientras que el genoma alterado pasaba a las crías, cualquier
cambio epigenético sería limpiado. Y no pasaría.
Pero cuando Wolf observó el perfil genético de las
crías quedó asombrado. No podía creerlo. Todo su
anterior bagaje de presuposiciones sobre la genética clásica
se derrumbó.
El
interruptor epigenético que poseía una generación
estaba también claramente presente en la segunda generación.
Eso confirma que los genes no están enclaustrados en el núcleo
bajo llave estricta y blindada. Cualquier cambio medio ambiental
(Cambios del "ambioma") afectan a la forma de actuar de
los genes, y eso se puede heredar a través de las
generaciones.
Lo
que experimentamos en nuestro presente no solo nos afecta a nosotros,
sino a nuestros hijos y nietos.
La
nueva medicina se basa en conocer los genes y proteínas que
controlan el comportamiento de las células, en qué
partes del cuerpo se usa cada uno de ellos, qué hacen y en qué
magnitud y los cambios que padecen cuando se pasa de la salud a la
enfermedad. Esto es en realidad anatomía, fisiología y
patología, es decir, el estudio clásico en medicina
pero en el que hemos bajado un nivel, de las células mismas
pasamos a los componentes que las controlan. La idea es obtener estos
componentes, producirlos en grandes cantidades y utilizarlos como
terapéutica directa, o bien utilizar su actividad para diseñar
una estrategia curativa. En definitiva, manipular la habilidad
intrínseca de nuestro cuerpo en construirse a sí mismo
para mantenerse vivo y autorepararse.
Vamos
atravesando distintos universos. Del órgano a la célula;
De la célula a la molécula; De aquí a lo atómico
y subatómico y cuántico. "Lo
que es arriba es abajo".
La
multidimensionalidad de un ser complejo
Mucho
se ha escrito sobre la incidencia del entorno y de los vínculos
temprano durante los primeros años de vida, como factores
propiciadores de un desarrollo psicofisiológico saludable o
vulnerable, y como factores facilitadores de la expresión de
predisposiciones genéticas o adquiridas.
Mucho
también se ha investigado acerca de la resiliencia y la
vulnerabilidad y su variabilidad subjetiva en tanto seres complejos
nos construimos y somos.
Y
aparecieron nuevas denominaciones para viejas intuiciones, como lo es
el endofenotipo vulnerable CRH a los trastornos de ansiedad.
Hemos
aprendido en estos últimos años que la hiperactivación
crónica de determinados circuitos psiconeuroinmunoendócrinos
(ya desde nuestra historia prenatal) genera una hipersensibilidad a
reactivar esas respuestas ante futuros estímulos en las
diferentes etapas de la vida adulta. De esta forma las experiencias
prenatales, perinatales y postnatales de nuestros primeros 6 años
de vida oficiarán como facilitadores de respuestas posteriores
de nuestra vida adulta que la mayoría de las veces nos son
difíciles de relacionar con tales marcas primitivas e
indelebles, como lo describieran desde Henri Laborit a Eric Berne,
pasando por Sigmound Freud.
Las
experiencias tempranas nocivas crónicas generan una carga
alostática por abuso de los sistemas de alostasis y un
fenotipo vulnerable CRH con facilitación a la expresión
de este gen e hipersensibilidad del eje Hipolálamo-Pituitario–Adrenal
(HPA).
Resiliencia,
vulnerabilidad, alostasis: un nuevo lenguaje para nuevos
conocimientos. Y es solo un comienzo. Un paso. Y crece la complejidad
cuando nos damos por enterados que en todo esto participa la
activación o silenciamiento de nuestros genes.
Eric
Kandel (2021)
explica
cómo las alteraciones inducidas en la expresión génica
por el aprendizaje dan lugar a cambios en los patrones de las
conexiones neuronales. A esta clase de modulación se la
denominó regulación epigenética.
En
definitiva, los avances en la genómica, la proteómica,
y la neuropsicofarmacología nos han permitido entender de qué
forma los genes dialogan con las sinapsis y esto va modificando el
cerebro de forma tal que nuestro sistema nervioso se va modelando en
relación al ambiente.
El
genoma es la secuencia completa del ADN de un organismo y el ADN es
el material primario de nuestros genes, nuestra base de datos
primigenia. La información genética es entonces la
contenida en la secuencia del ADN.
Primero
se creía que los seres humanos teníamos algo más
de 120.000 genes codificantes. Luego algo de 80.000. Y hoy sabemos
que tenemos solo alrededor de
30.000
de ellos. Una tremenda herida narcisista, digamos.
Esta
información del ADN se replica en el núcleo de casi
todas las células del cuerpo, pero no todos los genes están
activados en todas las células. Algunos están apagados,
otros encendidos. Y aquí la epigenética tallará
hondamente. Podemos aplicar al encendido y apagado de genes a través
de interruptores la analogía de una bombilla de luz. Está
allí, a disposición, pero solo se encenderá o
apagará si un mecanismo activador lo permite. Estos 30.000
genes pueden estar encendidos o apagados. Y a lo largo de nuestras
vidas, prenderse o quedar a oscuras.
Un
gen es la unidad básica del ADN. Un segmento de ADN capaz de
"fabricar" una proteína (sustancia orgánica
que sirve tanto para funciones como para formar estructuras), o ser
sólo transcripto a ARN. El ADN transcripto a un molde de ARN
se utiliza para generar la secuencia de aminoácidos que forman
la proteína ya fuera del núcleo celular. Es decir, a
través del ARN el ADN llevará sus órdenes al
citoplasma, la fábrica de la célula. Como un jefe que
no sale de su oficina y, para hacer cumplir órdenes de
estructura o función a sus subordinados del hall central,
manda a un cadete con información fidedigna.
Las
secuencias completas del genoma humano están disponibles ya,
pero aún son muy costosas para nuestro mercado. Obtenerlo para
sí resulta por ahora algo propio de un excéntrico.
El
núcleo celular es el compartimiento típico de las
células eucariotas (los humanos lo somos) que contiene el
genoma, y las proteínas asociadas que lo ayudan a empaquetarse
y mantenerse estable. Las proteínas llamadas histonas son las
más conocidas. Estos en conjunto conforman la cromatina. Hasta
hace no mucho tiempo lo creíamos una caja negra y con
candados. Inaccesible desde el ambiente. Virginal.
Pero
ahora sabemos que ciertos químicos, al trasponer la membrana
nuclear, tienen la facultad de producir cambios cromatínicos
que hasta hace poco nos parecían imposibles. Y esto incluye
las comarcas nucleares de nuestras neuronas. Podremos vincular la
palabra terapéutica con la neuroplasticidad, esta última
con los cambios cromatínicos, yde allí viajaremos hacia
la memoria y el aprendizaje de nuevos estilos de vida. Y ese cambio
en el ambioma, otra vez, y de forma circular, nos pondrá en
las vías del cambio permanente. Espiritual y biológico.
Sí es como una psicoterapia integrativa adecuadamente
instrumentada produce efectos neuroplásticoa y PNIEplásticos
de largo plazo.
Los
médicos creíamos, hasta ahora, que los padres, abuelos
y hasta bisabuelos, meramente "pasaban" los genes a la
generación siguiente. Que las experiencias que habían
acopiado en sus vidas no se heredaban, y entonces presumíamos
inexactamente que se inutilizaban perpetuamente. Porque nos fiábamos
de que los genes se transmitían inalterables de generación
en generación. Sin modificaciones. Sin tocar ese núcleo
inmaculado.
Pero
el aire que respiraron estos abuelos, el agua que bebieron o el
ambiente en el que vivieron afectaron también a sus
descendientes, incluso décadas después; de manera que
los factores externos también pueden influir en el complejo
entramado de interruptores que hace falta conectar y desconectar para
dar lugar, por ejemplo, a un cáncer.
No
se trata, por tanto, únicamente de qué genes heredamos
de nuestros padres, sino de si están "encendidos"
o "apagados".
A
través de los conceptos sobre epigenética y sus
derivaciones lógicas asumimos de modo natural que aquello que
nos constituye biopsicosocialmente es en parte aquello que nos fue
legado por nuestros ancestros más recientes. Incluidos
nuestros bisabuelos. Y que aquello que nosotros vivimos hoy, y hasta
ahora hemos experimentado en nuestras vidas multidimensionales, será
una herencia inapelable para nuestros hijos, nietos y bisnietos.
La
experiencia psiconeuroinmunoendocrina de una generación puede
trasladarse, sin lugar a dudas, a las siguientes. Es un dato que todo
partícipe del cuidado de la salud tiene que llevar a la máxima
potencia de su significado transdisciplinario. Porque al intervenir
sobre el ambioma y utilizando los recursos tecnológicos
adecuados para actuar sobre el epigenoma y el genoma, podremos
mejorar como nunca lo habíamos logrado la calidad de vida de
cada persona y sus descendientes.
La
trama epigenética que conecta a las generaciones del pasado
con las del futuro tiene una contundencia científicamente
verificable como tal vez nunca pudimos siquiera fantasear. Y estamos
entonces a las puertas de conocimientos que nos cambiarán para
siempre. Un vuelco revolucionario de nuestros conocimientos acerca de
la herencia.
Epigenética
prenatal y estrés Materno
Hasta
hace unas pocas décadas, la psicología evolutiva ponía
su foco de atención en el niño en desarrollo. Pero el
desarrollo es un proceso que incluye todo el período vital de
un ser humano, incluso nuestra "prehistórica travesía
de las cuarenta semanas que permanecemos en el vientre materno",
lo prenatal. Un neonato tiene un pasado de nueve meses que traza un
primer modelaje de programación de sus células.
Dice
con certeza la Dra. Carolina Remedi (2021), psiquiatra
infanto-juvenil de la ciudad de Córdoba (Argentina), que hay
sobradas razones para pensar que las emociones maternas pueden
afectar al feto. Si bien no existen conexiones directas entre el
cableado neural de la madre y del feto, sí se inicia una
cascada de reacciones. Sí se concatenan un sistema de señales
(circulatorias, hormonales y de origen inmunológico) que
modifican directamente el ambiente uterino, ese mar profundo que es
el líquido amniótico, fuente de nutrientes a la vez que
muro protector, puente tendido entre la madre y el hijo.
Así,
las respuestas de la madre a los estresores se traducen en
modificaciones cardiometabólicas y neuroendocrinas, como
hipoxia, hipoflujo, falta de nutrientes, incremento de sustancias
tóxicas e hipercortisolismo, con la consecuente desregulación
en el sistema de alerta.
Concluimos
que el epicentro de ciertos desórdenes afectivos está
dado por las alteraciones del eje HPA como mecanismo fisiopatológico
a partir del cual el estrés materno afecta el desarrollo
emocional, cognitivo y temperamental, aun en la madurez de la
persona.
Se
infiere que el eje HPA podría ser "programado durante el
período fetal", por el pasaje del cortisol materno a
través de la barrera placentaria incidiendo en el desarrollo
hipocampal y amigdalino del feto.
Los
mecanismos epigenéticos en su Intimidad
¿Cuáles
son los mecanismos epigenéticos más conocidos?
La
metilación de la citosina del
ADN tiene un importante papel en la regulación de la expresión
del gen.
La
impronta genómica,
es otro mecanismo epigenético revelado. Se refiere a genes que
pueden modificar su funcionamiento sin necesidad de un cambio en la
secuencia del ADN. El imprinting, en el marco epigenético, se
refiere a la forma de manifestarse que tienen los genes
"imprintados", ligados a su origen parental. Como
diciendo "Yo soy de papá" o "Yo soy de
mamá". Un gen imprintado se manifiesta de una manera
cuando su origen es paterno y de otra cuando proviene del gameto
materno. Por eso una misma falla genética y en un mismo
cromosoma puede manifestarse a través de síndromes
diferentes, según ese fragmento provenga de uno u otro
progenitor. Parece ser que existe un mecanismo celular que de algún
modo "marca" o deja una impronta (etiqueta, si lo
prefieren) sobre todos los genes "imprintables" de
acuerdo con el sexo del individuo. Esto quiere decir que todos los
genes imprintables, y de cada gen sus alelos, tendrán un
imprinting paterno si provienen de un hombre. De igual modo sucederá
con aquellos genes provenientes de una mujer, el imprinting será
materno.
La
modificación de las histonas:
incluyendo su acetilación, metilación y fosforilación.
Y
la "Silenciación
Genética" a
través del ARN de interferencia. El Premio Nobel de Medicina y
Fisiología 2006 del Instituto Karolinska de Estocolmo se le
otorgó a Andrew Z. Fire (2021) y Craig C. Mello (2021) por sus
trabajos en el campo de la "silenciación"
genética, por su importancia para abrir la puerta a nuevas
terapias en el futuro. Ambos descubrieron un mecanismo fundamental
para controlar el flujo de la información genética.
Conozca
el interior
En
el interior de los cromosomas se encuentran 3 componentes:
Los
genes codificadores de proteínas son los que conocemos como
los únicos depósitos de la herencia.
Los
genes no codificadores cumplen una función destacada, pues al
par que las histonas, las señales químicas unidas al
ADN forman la cromatina. Estos genes resultan importantes para la
herencia y el desarrollo de las enfermedades y dan lugar a ARN
activos; y pueden alterar el comportamiento de los genes
codificadores.
La
capa epigenética de la información: resulta crucial
para el desarrollo, el crecimiento, el envejecimiento y el cáncer.
No altera la secuencia de ADN (Como vengo insistiendo), pero
ciertamente puede afectar la salud.
Sin
dudas son las "epimutaciones" las que dan origen a
enfermedades como
la
esquizofrenia, y las variaciones epigenéticas explican las
discordancias entre gemelos idénticos que comparten las
secuencias de ADN idénticas.
Desde
el paradigma epigenético, el genotipo es un marco de
referencia dentro del cual se pueden expresar muchísimos
fenotipos posibles, y el desarrollo de estos fenotipos es epigénico.
El desarrollo epigenético, entonces, implica un
enriquecimiento de la información genética, y tal
enriquecimiento ocurre desde afuera, desde el ambiente (ambioma), y
esto es válido tanto para la salud como en las situaciones
patológicas.
Y
si lo genético influye sobre la conducta y la conducta sobre
lo genético, la causalidad es un fenómeno circular,
como lo he señalado y graficado en tantas ocasiones.
Los
transposones son genes muy particulares. También llamados
genes saltarines. Que tienen la propiedad de auto clonarse;
Insertarse en regiones distantes del genoma; Y constituyen el 45% de
la secuencia del genoma. Su función es algunas veces la de
superactivar genes y otras veces la de desactivarlos. En el SNC los
cambios epigenéticos son dinámicos. Procesos como la
formación de la memoria a largo plazo requieren de la
participación de señales epigenéticas en la
cromatina, que es una región "estable" desde el
punto de vista químico, en la cual se pueden codificar cambios
persistentes. Y en definitiva en esta cuestión de la
diferenciación celular y plasticidad, la existencia del
mecanismo denominado "silenciamiento génico" es
fundamental. Este mecanismo está terciado por proteínas
que "alistan" otras proteínas competentes para
forjar transformaciones epigenéticas, lo que representa que, a
pesar de ostentar la idéntica "base de datos",
algunos genes van a estar activos y otros inactivos (o "silenciados")
en un determinado tipo celular, mientras que otros genes estarán
activos o inactivos en otros tipos celulares. Así, células
genotípicamente idénticas pueden ser fenotípicamente
diferentes. La modificación epigenética se basa en
cambios del "código de histonas". De la cromatina.
Y dicho código define un estado que determina que un gen esté
"activado" o "silenciado". Entonces, sumado
al llamado "código genético", existiría
otro código que, independientemente de la secuencia del gen,
determinaría la apertura o cierre de la cromatina para exponer
o no una determinada región del ADN. Y a diferencia del código
genético, dependería del tipo y número de
modificaciones químicas realizadas sobre el ADN y/o las
histonas. Un código epigenético. Como intuyeron
brillantemente Pembrey y Bygren. La acetilación de las
histonas tiene como resultado la apertura de la cromatina,
proporcionando la transcripción del ADN. En cambio la
metilación forja el silenciamiento de una fijada región
del genoma. Por ejemplo, un determinado aminoácido puede ser
acetilado en la región de la cromatina que debe estar activa,
pero puede ser metilado en regiones del genoma que deben ser
silenciadas.
Las
señales ambientales y cambios en el entorno son capaces de
modificar el patrón de metilación del ADN, afectando de
esta forma la producción de las correspondientes proteínas.
Es decir, el ambioma nos cambia. Se ponen en expedición
caminos que sueltan procesos bioquímicos celulares, los cuales
acarrean reformas en la cromatina, la abren y aumentan de este modo
la accesibilidad del DNA a los agentes desmetilantes y acetilantes,
para volver a permitir la expresión de estos genes o la
cierran, impidiendo la transcripción. Entonces, para ir
acordando conocimientos, pensemos juntos en que el destino de una
célula está establecido no únicamente por la
sucesión definida de nucleótidos en los genes
codificados en el ADN, sino además por la manera en que el
material genético y sus proteínas coligadas
(ADN+histonas = cromatina) están reformados químicamente.
Por otro lado, pensemos la ventaja de estos cambios epigenéticos
que se producen en la cromatina. Dicen por ejemplo Zieher y Guelman:
"...Una gran capacidad para acumular información,
ya que este tipo de cambios no dependen de un cambio en la secuencia
de nucleótidos del ADN (es decir, no se debe generar una
mutación, que podría ser deletérea), sino del
grado en que la cromatina "expone" al ADN para que se
transcriban diferencialmente determinados genes y que otros
permanezcan silenciados".
Los
médicos y psicólogos integradores trabajamos sobre el
ambioma. Multidimencionalmente. Y la modificación de los
componentes epigenéticos (cromatínicos), que pueden ser
perturbados por cambios en este ambioma, causan cambios que consiguen
ser heredados por la descendencia en la expresión de distintos
genes (como el del receptor de glucocorticoides). Y esto es muy
importante de destacar, en especial para los profesionales dedicados
a la salud mental, ya que la mayor parte de las enfermedades mentales
mayores son poligénicas, y las influencias son múltiples.
Y
la interacción de lo genético disposicional y su
inhibición o activación ambiental tendrá que ver
con la expresión clínica de estas enfermedades. Esto es
la base de la regulación epigenética. Capaz de
controlar procesos tan complejos como es el caso de la conducta
maternante.
Estrés
y envejecimiento celular
En
la intimidad de los delicados mecanismos genéticos que rigen
la división y la multiplicación celular, los
científicos han encontrado pruebas fehacientes de que el
estrés empuja al envejecimiento prematuro.
El
hallazgo de investigadores del Laboratorio de Neuroendocrinología
de la Universidad de California demuestra que una acumulación
de situaciones estresantes es capaz de agregar muchos años más
al ADN de una persona que los de su edad cronológica real.
Los
científicos encontraron que las células de la sangre de
mujeres que habían pasado la mayor parte de sus vidas cuidando
de un hijo discapacitado tenían, genéticamente
hablando, una década más de edad que las mismas células
de aquellas madres que llevaban menos tiempo en la misma difícil
tarea.
El
estudio, que aparece en las actas de la Academia Nacional de Ciencias
de los Estados Unidos, sugiere también que la percepción
de estar estresado puede agregar años genéticos a la
edad biológica de una persona. La enzima implicada, con todo
su ensamblaje epigenético incluido, sería la
telomerasa, una enzima relacionada con el envejecimiento celular por
su acción erosiva sobre los telómeros cormosómicos
relacionados con el reloj biológico de la especie.
Entrelazamiento
Mente/Cuerpo
"En
cuanto a la relación entre mente, cuerpo y cerebro, un
organismo interactúa con el entorno como un conjunto (ni solo
por el cuerpo, ni solo por el cerebro), y las operaciones
fisiológicas que llamamos "mente" no emanan solo
del cerebro, sino del conjunto estructural y funcional."
(Antonio
Damasio)
Tanto
nuestros pacientes como quienes oficiamos de médicos y
psicoterapeutas integrativos podremos vincular la palabra terapéutica
con la psiconeuroinmunoerndócrino-plasticidad, esta última
con los cambios epigenéticos subyacentes, y de allí
viajaremos hacia la memoria y el aprendizaje de nuevos estilos de
vida.
Y
ese cambio en el ambioma, de forma circular, nos pondrá en las
vías del cambio permanente. Espiritual y biológico.
Siguiendo
a Kandel:
Todos los procesos mentales, aún los procesos psicológicos
más complejos, derivan de operaciones del cerebro.
Si
los genes y los productos de sus proteínas son determinantes
importantes del patrón de interconexiones entre las neuronas y
en los detalles de su funcionamiento.
Si
los genes alterados no explican, por sí mismos, toda la
varianza de una enfermedad mental grave dada. Si las alteraciones
inducidas en la expresión génica por el aprendizaje dan
lugar a cambios en los patrones de las conexiones neuronales.
Esto
quiere decir que en la medida en que las psicoterapias son efectivas
y producen cambios de largo plazo en la conducta, se presupone que lo
hacen a través del aprendizaje, produciendo cambios en la
expresión génica que altera la fuerza de las conexiones
sinápticas y cambios estructurales que alteran el patrón
anatómico de interconexiones entre las células
nerviosas del cerebro.
Es
un dato que todo médico y psicoterapeuta integrativo tiene que
llevar a la máxima potencia de su significado
transdisciplinario. Porque al intervenir sobre el ambioma y
utilizando los recursos tecnológicos adecuados para actuar
sobre el epigenoma y el genoma, podremos mejorar como nunca lo
habíamos logrado la calidad de vida de cada persona y sus
descendientes.
Sobre
La Biología De Las Creencias
Los
cognitivistas introdujeron una variable fundamental a las
interpretaciones clásicas del concepto estrés, y es que
la misma no depende del estresor sino de cómo se administra la
evaluación cognitiva del mismo.
Por
lo tanto, podemos afirmar que las conductas complejas están
determinadas por el interjuego caótico de genoma –
ambiente – experiencias históricas.
Bruce
Lipton (2021) es un biólogo celular de la Escuela de Medicina
de la Universidad de Stanford que ha investigado sobre las membranas
de las células y su relación íntima con la
epigenética. Reveló que el medio ambiente opera a
través de la membrana celular, controlando el comportamiento y
la fisiología de la célula, apagando y encendiendo los
genes. Hoy sabemos que el 95% de las personas nacemos con genes
perfectamente normales y hasta el momento solamente se ha podido
determinar que solo el 2% de las enfermedades son causadas
directamente por genes defectuosos.
Así,
el ADN no controla la biología del ser rígidamente como
pensábamos, ni el núcleo es el cerebro de la célula,
como creíamos. El "verdadero cerebro" de la célula
está en su membrana, que convierte las señales
ambientales en comportamientos que permiten nuestra supervivencia. La
funda de proteínas que los cubre es la responsable del
encendido o apagado de los genes.
Esta
funda proteica que cubre el gen depende más de las señales
del medio ambiente que se dan afuera y adentro de la membrana celular
que de la información genética en sí misma.
Las
patologías más comunes como la diabetes, las
enfermedades cardiovasculares y el cáncer no son el resultado
de un solo gen, sino de la interacción entre múltiples
genes. Y sobre todo de estos con el entorno.
Mientras
que la biología celular tradicional se ocupaba de las
moléculas físicas que controlan la biología,
Lipton se enfocó en los patrones químicos y
electromagnéticos a través de los cuales la energía
en la forma de nuestros pensamientos y creencias puede afectar
nuestra biología, incluyendo el genoma humano.
Existen
proteínas que están a ambos lados de la membrana
celular.
Las
proteínas de la superficie externa de las células son
receptivas a las fuerzas externas, incluso a los cambios bioquímicos
en el cuerpo, producto de los diferentes tipos de pensamientos y
emociones.
Estos
receptores externos afectan a su vez a las proteínas internas
de la célula, alterando su estructura molecular. Los dos tipos
de receptores funcionan como un enrejado que se puede contraer y
expandir. El grado de expansión determina el tamaño y
la forma de las moléculas, llamadas proteínas emisoras,
que pueden pasar a través de dicho enrejado.
Las
proteínas juntas, el complejo receptor–emisor por sí
mismo, actúan como un interruptor molecular, aceptando las
señales del ambiente celular que "desenvuelven" el
ADN, desactivando la "funda" de proteínas que lo
cubre.
Las
células enucleadas aún presentan cierto control
"inteligente" de sus procesos.
El
ADN no controla la biología del ser rígidamente como
pensábamos, ni el núcleo es el cerebro de la célula,
como creíamos.
Se
ha descubierto que el "verdadero cerebro" de la célula
está en su membrana, quien convierte las señales
ambientales en comportamientos que permiten nuestra supervivencia.
Proteínas receptoras y efectoras mediante. No Somos Víctimas
De Nuestros GenesEste concepto erróneo nos hace
irresponsables, no nos permite asumir adecuadamente el cuidado de
nuestra salud de una forma adulta e integral. ¿Por qué?
Porque si dependemos tiránicamente de nuestros genes, nos
victimizamos y buscamos culpables en nuestros padres o nuestros
abuelos... entonces siempre ponemos las cosas en lo externo
pasado y no en asumirnos HOY como personas que podemos modificarnos,
reescribir nuestro genoma, crecer, y superarnos.
El
PTSD Transgeneracional
La
experiencia psiconeuroinmunoendócrina de una generación
puede trasladarse sin lugar a dudas a las siguientes.
En
Estados Unidos De América, la psicóloga Rachel Yehuda
(2002) ha estudiado como responde la gente ante el estrés ante
episodios tremendamente traumáticos como los desastres
naturales, ataques terroristas, o genocidios como el llevado a cabo
por los nazis en la Alemania hitleriana.
Rachel
Yehuda es Profesora de psiquiatría en el Mount Sinai School of
Medicine, siendo además directora del Traumatic Stress Studies
Division del Mount Sinai School of Medicine y Bronx Veterans Affairs
Medical Center, en los Estados Unidos.
Los
efectos transgeneracionales del estrés acudieron a su mente
cuando abrió una clínica especializada en estrés
postraumático, con foco en los supervivientes del holocausto.
Seguramente sus raíces judías y su vocación por
el estudio del PTSD conformaron una gestalt que la condujeron por
estas interesantes preguntas.
Tratando
de stress a los propios supervivientes del holocausto se sorprendió
de que muchos de sus hijos también sufrieran los efectos del
estrés. Como si ellos también hubieran formado parte de
tal nefasto paisaje humano.
Rachel
contó: "Cinco hijos de los supervivientes del holocausto
nos pidieron ayuda. Lo que esos chicos dijeron es que ellos también
eran víctimas del holocausto, que indirectamente les había
afectado."
Rachel
creyó en principio que el estrés en los hijos había
sido motivado por los padres al contarles repetidamente sus historias
tan traumáticas de lo vivido a manos de los nazis.
Sus
estudios la convencieron totalmente de que después de años
y años de estar rodeados por los síntomas de los
padres, mientras estos niños crecían, esas experiencias
traumáticas produjeron el resultado de los efectos que ahora
en su clínica estaba observando. Pero esto era solo una punta
de la verdad.
Al
mismo tiempo, en Edimburgo, Jonathan Seckl (2021), profesor de
medicina molecular en el Endocrinology Unit Centre For Cardiovascular
Science del Queen's Medical Research Institute, estaba interesado en
la exposición al estrés de mujeres embarazadas y se
preguntaba si los efectos del estrés podían ser
transmitidos a sus hijos. Entonces Jonathan comenzó con
algunos experimentos en ratas preñadas para ver si al
exponerlas a hormonas del estrés había algún
efecto en sus crías.
Al
igual que Wolf Reik, de cuyos trabajos científicos ya les he
comentado, encontró que la siguiente generación durante
el resto de la vida útil tenía alterada su respuesta
ante el estrés y mostraba comportamientos de ansiedad.
Para
comprobar si eso afectaba a los mismos genes decidieron criarlas y
ver si los efectos del estrés podrían encontrarse en
generaciones nunca expuestas a la hormona del estrés. Y sus
hijos e hijas también tenían la propensión a
respuestas anormales ante el estrés. Es decir, la
vulnerabilidad había sido transmitida por mecanismos
epigenéticos.
Para
Jonathan Seckl la explicación era que los sucesos estresantes
ponían en marcha un interruptor en el gen que luego era
heredado. Y si bien su trabajo podía haber concluido allí,
los acontecimientos mundiales del 11-S irrumpieron de golpe en su y
nuestras vidas.
Cuando
el 11 de septiembre los aviones de los terroristas se estrellaron
contra las torres gemelas de New York y estas se derrumbaron, tanto
Rachel Yehuda como Jonathan Seckl fueron tristemente conscientes del
impacto y potencia que esto alcanzaría, incluso afectando a
generaciones que aún no habían nacido.Ambos se unieron
para hacer un estudio de mujeres que estaban embarazadas en aquel
momento, y que habían formado directamente parte de la
tragedia o bien circundaban casualmente la zona, hoy llamada cero.
El
tema era estudiar los efectos que el 11 de septiembre causaría
en los niños que nacieran de padres que desarrollaron un
trastorno de estrés postraumático como respuesta a los
acontecimientos de aquel día, y particularmente aquellos que
habían estado expuestos en el útero.
Al
exponerse a un suceso estresante la persona produce cortisol, la
hormona que ayuda a regular la respuesta del cuerpo ante el estrés.
Si los niveles de cortisol son muy bajos se le hace difícil
hacer frente al estrés y es propensa al trastorno de estrés
postraumático. Esto se comprueba en el laboratorio de análisis
clínicos con un simple estudio de cortisol.
De
alrededor de 200 mujeres (varias de ellas habían estado en las
Torres Gemelas), la mitad desarrollaron trastorno de estrés
postraumático. Y al examinarlas, descubrieron que tenían
una cantidad anormal de cortisol en la saliva. Pero el descubrimiento
más llamativo fue que también tal alteración del
cortisol la tenían sus bebés. Comprobaron que se pueden
transmitir esos efectos traumáticos, químicamente, a
los hijos.
El
argumento de Yehuda para explicar lo epigenético en los
supervivientes del holocausto había sido que sus hijos tenían
las hormonas del estrés anormales porque habían sido
estresados al escuchar infatigablemente las historias de sus
progenitores acerca de sus pavorosas experiencias del holocausto.
Pero
este no es el caso de los supervivientes del 11 de septiembre, ya que
esos niños solo tenían 1 año de edad cuando el
ataque terrorista ocurrió.
Y
dieron cuenta, en relación al 11-S, que no solo los niños
tienen unos niveles anormalmente bajos de cortisol, sino que son
diferentes dependiendo de lo avanzado del embarazo de sus madres en
el momento exacto llamado 11-S.
Los
efectos más importantes solo se vieron en aquellas madres con
estrés postraumático que estaban en los últimos
tres meses de su embarazo.
En
cambio, en las madres con el mismo nivel de estrés pero que
estaban embarazadas de entre 4 y 6 meses, el efecto en el cortisol de
su bebé fue mínimo.
Por
ello no sólo se trata de genética. Hay algo que es
transmitido en el último tramo del embarazo. Los síntomas
de la madre tienen cierto efecto en el desarrollo del sistema de
cortisol de su descendencia.
Si
se encuentran los mismos efectos de estrés en los hijos de los
niños del 11-S, rastros tras los cuales caminan Johnatan y
Rachel, entonces estará claro que la memoria genética
de un suceso estresante puedo transmitirse de una generación a
la otra. Y que la epigenética puede ser la responsable de que
un suceso altere la respuesta al estrés en los niños.
Ahora
bien. La investigación nos indica que esto persiste en la
siguiente generación. Y más. ¿Entonces estamos
hablando de estrés transgeneracional?
La
población del 11 será muy importante para poder seguir
lo que es un único y específico suceso y lo producido
transgeneracionalmente.
El
trabajo de Yehuda y Seckl ofrece una evidencia tentadora que prueba
los efectos de la herencia epigenética en humanos. Pero
necesitan informes que abarquen más de una generación.
Epílogo
transitorio y pleno de incertidumbre creadora
Es
posible modular los cambios epigenéticos mediante el cambio en
nuestros estilos de vida y las drogas provenientes de la nueva
tecnología farmacológica. Manel Esteller ya ha
desarrollado en España varios fármacos de acción
epigenética, con todo éxito, en relación al
tratamiento de diferentes tipos de neoplasias. Y Carlos Soria, en
Argentina, ha liderado un proyecto ejemplar para nuestra región
en cuanto a los posibles efectos epigenéticos del Alprazolam
en relación al endofenotipo vulnerable CRH a los trastornos de
ansiedad. Su modulación es bien fundamentada.
Nuestro
epigenoma es más fácilmente moldeable por nuestros
hábitos que nuestro genoma en sí. Entonces, si los
conocimientos y la tecnología médica avanzan en el
sentido lógico y sin frenos interesados, la epigenética
se usará cada vez más como "objetivo"
terapéutico. Como el blanco al que hay que acertar con la
mejor de nuestras flechas.
La
industria farmacéutica, los médicos, y las personas
todas, tendremos que atravesar la incómoda incertidumbre de un
nuevo cambio paradigmático respecto a los conceptos sobre la
salud y la enfermedad.
Referencias
Bygren,
L.O, Kaati, G, Edvinsson, S. (2001). Longevity determined by
ancestors' overnutrition during their slow growth period. Acta
Biotheoret,
49:53-9.
Celnikier,
F. (2007). Construcción
Cuerpo-Mente. Raíces de la Terapia Integrativa.
Buenos
Aires: Editorial Salerno.
Mello,
C. (2021) Recuperado en:
https://www.nobelprize.org/prizes/medicine/2006/mello/biographical/
Fire,
A. Z. (2021) Recuperado en:
www.nobelprize.org/prizes/medicine/2006/fire/facts/>
Kandel,
E. R. (2021). Recuperado en:
www.nobelprize.org/prizes/medicine/2000/kandel/facts/
Lipton;
B. (2021). Recuperado en: https://www.brucelipton.com/about/
Pembrey,
M., Bygren, L.O., Kaati, G.P., Edvinsson, S., Northstone, K.,
Sjostrom, M., Golidng, J., ALSPAC Study Team. (2005). Sex-specific,
sperm-mediated transgenerational responses in humans. Eur
J Hum Genet; 14:159-66.
Remedi,
C. (2021) Recuperado en:
https://www.gador.com.ar/wp-content/uploads/2015/04/alplax_0310.pdf
Roemer,
I., Reik. W., Dean, W., Klose, J. (1997). Epigenetic inheritance in
the mouse. Curr
Biol, 7:277-80.
Seckl,
J. (2021) Recuperado en:
https://www.research.ed.ac.uk/en/persons/jonathan-seckl
Skinner,
M. (2021). Recuperado en: https://sbs.wsu.edu/michael-skinner/
Turner,
B. (2021). Recuperado en: https://www.birmingham.ac.uk › staff
Waddington,
C.H. (1940). The genetic control of wing development in Drosophila.
Genet,
39:75-139.
Waddington,
C.H. (1941). Evolution of developmental systems. Nature,
147:108- 110.
Waddington,
C.H. (1946). How
animals develop.
London: George Allen & Unwin Ltd. 1946.
Waddington,
C.H. (1966). Principles
of development and differentiation.
New York: Macmillan Company.
Waddington,
C.H. (1966). New
patterns in genetics and development.
New York: Columbia University Press.
Walter,
J. (2021)
http://www.deutsches-epigenom-programm.de/project/groups/uds-walter
Wilson,
E. O. (1999). Consilience:
la unidad del conocimiento.
Galaxia Gutenberg, S.L.
Yehuda,
R.
(2002) .Treating
Trauma Survivors With PTSD.
Virginia: American Psychiatric Publishing Inc.