ISSN 2618-5628
 
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Estética  
Cambio, Proceso, Terapia existencial, Vivencia  
     

 
El proceso de cambio en la terapia existencial
 
Signorelli, Susana
ALPE
Fundación CAPAC
AAP
 

 

Introducción

En el momento en que un psicólogo decide ser terapeuta, se plantea también cómo evaluar el proceso de cambio de sus pacientes. Si esto fuera posible de alguna manera, tal procedimiento daría cuenta acerca de la efectividad del tratamiento realizado.

Hacía tiempo que percibía que los pacientes, avanzados en la terapia, expresaban que experimentaban profundos cambios durante el proceso terapéutico. El desafío fue entonces cómo evaluarlo. Con dicha finalidad elaboré una estrategia que consistió en solicitarles a los pacientes, la búsqueda de imágenes que representaran el estado vivencial en el que se encontraban cuando iniciaron la terapia y otra que mostrara sus vivencias en etapas más avanzadas de la misma. Luego de la búsqueda debían enviarme esas imágenes por correo electrónico para posteriormente evaluarlas junto a ellos. Esta nueva técnica resultó ser muy efectiva dentro de la misma terapia, permitió analizar aspectos que hasta ese momento se mantenían ocultos.

 

El cambio

Primeramente consideremos qué significa cambiar. Podemos hablar de cambio cuando se modifica, se altera o se transforma una cosa, persona o situación, para convertirse en algo distinto de lo que era. Proviene del latín tardío cambiare y significa dar y recibir recíprocamente, qué término más justo para aplicarlo a la relación terapéutica.

Un ser vivo puede cambiar simplemente por desplazarse de un lugar a otro. Pero no es a este cambio al que nos referiremos.

Ya Heráclito (Ortega Muñoz, 1999) nos decía que lo permanente es el cambio, expresando que nadie se baña dos veces en el mismo río. Y esto no es solamente porque el río fluye de manera continua y entonces las aguas no son las mismas, sino porque la propia persona que se baña, se encuentra en otra situación y por lo tanto ya no es la misma, ni la persona ni el río. Pero dentro de ese cambio, reconocemos también la permanencia. Es así que al río lo mencionamos con un nombre, lo cual le da una constancia, sabemos que mañana estará allí aunque no sean las mismas aguas, será el mismo río. Tiene para nosotros algo así como una identidad aunque sepamos que está en permanente fluir. El nombre del río, si bien convencional, nos permite una ubicación y arraigo en el mundo. Esto también es válido para el propio ser: yo que me bañé ayer y hoy en dicho río, soy el mismo no siendo el mismo y me reconozco en ese fluir tanto del río como de mi propio ser.

Desde que tomo conciencia de mí mismo, sé que seré siempre yo, un ser único, irrepetible e irreversible, (Rispo, 2001) pero abierto a las múltiples posibilidades que voy entretejiendo en el mundo con los otros en mi devenir temporal y que me permiten ir construyendo mi ser.

En definitiva, estamos expuestos en nuestra vida tanto a pequeños como a grandes cambios, que nos hacen alterar nuestra orientación hacia el futuro. El hilo conductor de nuestras vidas lo da la conciencia y nuestra relación con el otro, sin antes olvidar que lo primero y primordial que ocurre es la vida y sin ella nada de nuestra existencia sería posible. Y la vida misma, como nos dirá Henry (2010) es afectividad. Quien me afecta en esta vida que voy desarrollando es el otro, que me mueve a…, que me conmueve. (Rispo & Signorelli, 2005).

Continuamente es el otro quien me dice quién soy, soy madre para mi hija/o, si no tuviera al menos un hijo/a no sería madre. Soy terapeuta para "mi" paciente, si no me consultara ningún paciente, no podría ser terapeuta, por más que un título me habilite como tal. Sería solo una posibilidad no realizada. Este "mi" no se refiere al tener sino al ser. No implica una posesión sino una pertenencia, en la acepción de formar parte de un conjunto o grupo, que me brinda una cierta permanencia en mi existencia, en una relación que va de ellos hacia mí y de mí hacia ellos, (sin importar de dónde parte) en este caso, terapeuta-paciente en forma recíproca, pero no idéntica.

Las múltiples miradas en la relación con los otros conforman las variadas y renovadas identidades de mi propio ser, en un proceso incesante de cambios, pero también esas miradas nos devuelven un sentido de permanencia, tanto de mí mismo como del otro, ya que cuanto más conozco al otro, sé qué puedo esperar de él, puedo anticiparme a sus acciones, puedo futurizar con él, puedo confiar, aunque igualmente sé que en algún momento podamos desencontrarnos. Hasta aquí hablamos de conciencia y de relación con el otro, sea éste próximo o lejano. (Rispo, 2001). Uno y otro, partícipes de una relación pueden tener una influencia decisiva para sus respectivas vidas.

Pero también podemos hablar de los momentos puramente sensitivos, anteriores a la conciencia pero que dejan una huella imborrable en nuestras existencias, me refiero a la vida misma que se ofrece al mundo con nuestro nacer. Somos la vida que se manifiesta en cada latir, en cada respirar, somos la subjetividad de la vida. (Henry, 2010). Esta vida, llamémosle sensitiva, nunca se pierde. Muchas veces al hablar de conciencia hacemos referencia a un componente racional de la misma, pero la conciencia tiene otros referentes que no son únicamente el conocimiento racional recién mencionado, sino que puede disponer de la captación intuitiva, de las huellas emocionales que fue tejiendo en el transcurrir de su devenir temporal. Es el conocimiento que nos permite la afectividad a la cual apuntaré para "des-cubrir" la vivencia de cambio en el proceso terapéutico.

 

Percepción y evaluación del cambio

La pregunta que me hice entonces fue si las imágenes aportadas por los pacientes me permitirían evaluar su cambio. Las imágenes mostraron un componente artístico. Todo arte emplea técnicas pero son secundarias al resultado obtenido. Un cuadro, una escultura, una música se aprecian por su belleza, por lo que nos hacen sentir, no por la técnica empleada. Otro tanto ocurre en la relación terapéutica. Las más diversas escuelas psicológicas observan cambios en sus pacientes, esto ya nos da una idea de que lo que hace que un paciente cambie, no es la teoría o técnica utilizada, sino la propia humanidad del terapeuta dispuesta al encuentro con esa otra humanidad sufriente. En otras palabras lo que "cura" es la relación, Y seguramente quien más se aferre a la teoría o a la técnica, más lejos estará de contribuir a que su consultante logre adueñarse de su ser, en palabras existenciales que su ser se ilumine y salga de las penumbras en que lo mantenía su no-ser. Esto me posiciona en que la técnica creada pasa a un segundo plano, es solamente el vehículo para favorecer el encuentro y diálogo terapéutico.

Foucault quien expresa: La patología mental debe liberarse de todos los postulados abstractos… de los instrumentos terapéuticos de los que la rodea la práctica médica… que es siempre artificial (1984) (p. 23), es así que creé mi propio instrumento para evaluar los cambios, sabiendo que sería secundario al proceso terapéutico en sí mismo. Busqué un medio comunicativo en el que tampoco la palabra fuera lo primordial. Hay otros medios expresivos en el ser humano que amplían la riqueza comunicativa entre los seres. Fue entonces cuando utilicé imágenes, motivo de este trabajo.

 

Las imágenes

Empecé por pedir a cada uno de los pacientes que buscaran dos imágenes, una que representara cómo se sentían cuando iniciaron la terapia y otra que representara cómo se sentían ahora, en este presente terapéutico y que me la enviaran vía email. Con esto intentaba que el ser no se expresara no a través de la palabra como suele ser lo usual en psicoterapia sino a través de otro lenguaje y donde hubiera una búsqueda personal de su vivencia, expresada ahora de un modo simbólico-emotivo. Dicho de otra manera, buscaba la expresión simbólica y artística de lo que estaba sucediendo en sus vida y de cómo la valoraban.

Los pacientes de aquél momento llevaban mínimamente un año en tratamiento. Yo misma no tenía claro qué pedir respecto a esas imágenes. En principio requerí un paisaje, pero cuando algunos pacientes me preguntaron si podían expresarlo a través de una obra de arte, dije que sí. Otros preguntaron si podía haber personas, otros, si podía ser una foto personal, a todos les contesté que sí, me pareció que de este modo dejaba abiertas a las propias imágenes creativas que los mismos pacientes me iban brindando. Debido a esos ofrecimientos fui ampliando la consigna hasta que finalmente adopté una bien amplia para que los pacientes pudieran elegir desde su propia imaginación, simplemente les solicité que buscaran una imagen de cómo se sentían cuando iniciaron su terapia.

Con este pedido de búsqueda de imágenes intenté que los pacientes tuvieran una mirada diferente sobre sí mismos, lo cual a su vez, les permitió hablar sobre esa búsqueda y de las vivencias con que se fueron encontrando y sobre lo que significaban esas imágenes para ellos, o sea, su valor simbólico. Resultó descubrir en esa indagación aspectos creativos, valores estéticos y artísticos que se pusieron en juego en conjunción con lo afectivo. Con algunos de ellos pudimos analizar variados aspectos de la estructura básica de la existencia y con otros, otras situaciones que se hicieron presentes. Lo que importaba, como nos decía Binswanger (1962), era descubrir el contenido del mundo de ese ser-en-el-mundo y para lograr eso, aprecié que las imágenes lo permitían ampliamente. El conocimiento de la estructura básica de la existencia nos presta una guía sistemática para la exploración analítico-existencial práctica…los puntos de vista…que debemos tener presentes… (Binswanger, 1962). Y esos puntos de vista son la luminosidad y el colorido de la existencia, la espacialidad, la temporalidad, la materialidad o consistencia, la movilidad y agrego yo la afectividad implicada en todo lo recientemente mencionado, dejando para un segundo momento el contenido verbal agregado a las imágenes para disminuir la supremacía que le otorgaban a la razón.

Binswanger nos decía que en cualquier situación es posible captar el mismo proyecto existencial de mundo sea en las manifestaciones lingüísticas espontáneas, sea en la exploración sistemática, sea en los experimentos con el Rorschach o los asociativos, sea en los dibujos o en los sueños" (Binswanger, 1962). ¿Por qué entonces no captarlo en las imágenes buscadas por los pacientes? Ellas mismas hablarían del propio ser del paciente y su recorrido en la terapia, como manifestación de su proyecto existencial. En todas las imágenes puede reconocerse el "destino" personal.

Por imagen entiendo: la representación de algo que puede estar referido tanto al mundo de lo percibido como de lo imaginado, aunque para imaginar es preciso haber tenido algún tipo de percepción, plasmado de un modo perceptible. La imagen es también un lenguaje, expresa algo a descifrar.

Acerca de las imágenes Binswanger expresaba aún más. En sus estudios sobre el sueño decía que el sueño se da en imágenes creando un espacio onírico donde se revela el sentido mismo de la existencia del soñante. Le daba gran importancia a las imágenes que se generan en el sueño como reveladoras del despliegue existencial. El espacio del sueño es un espacio propio que no es geográfico ni geométrico sino que se presenta como paisaje.

Posteriormente fui pidiendo a todos los pacientes al inicio de su terapia, aproximadamente al mes o dos de iniciados los encuentros, una imagen que representara cómo se sentía al iniciar el tratamiento. La espera de uno o dos meses la hice para garantizar un primer momento de comprensión de su situación existencial y para que nuestra relación comenzara a ser significativa para ellos. Transcurrido un tiempo, aproximadamente un año, les pediría una nueva imagen que representara su momento actual para analizar las diferencias. Esto me permitió evaluar dos grupos, el primero, formado por los pacientes que mostraron las dos imágenes al mismo tiempo pero refiriéndose una a un tiempo pasado y la otra a su presente. El segundo grupo estaba formado por los pacientes entre los cuales había transcurrido un tiempo entre la primera imagen y la segunda. Esta diferencia resultó significativa, ya que en el primer grupo corría el riesgo que al no haber un tiempo que distancie la primera de la segunda elección de imagen podía ser probable que buscaran mostrar los cambios y esto invalidaba la muestra que podía estar sesgada por el deseo de complacer al terapeuta buscando cambios entre una y otra. El segundo grupo no corría ese riesgo, ya que transcurría un tiempo considerable en su propia búsqueda personal.

Pasaré a examinar cada aspecto que fue surgiendo en este análisis.

 

Lo simbólico

Desde lo simbólico y siguiendo a Guberman (2004), simbolizar significa lanzar conjuntamente, algo que contiene y algo que devela, algo visible y algo invisible. Nos dice apela a nuestra capacidad de intuir lo que no se dice (p. 20). En otras palabras: lo que se da, lo que significa y su sentido (p.72).

Lo simbólico se expresa por imágenes, pero un aspecto tomado de la realidad a su vez puede tener un carácter simbólico, por la neo significación que el paciente le otorga.

La lectura posterior a la búsqueda y hallazgo, se da a través de la hermenéutica conjunta entre paciente y terapeuta para llegar a la comprensión de su situación vivencial, que estará en correspondencia con su manera de interpretar la realidad, de darle significado, sentido, valor y en consecuencia actuará de acuerdo a ella con su propia modalidad.

 

Lo estético

El arte nos proporciona una cierta imagen del mundo, es una forma de exaltación de valores, interviene la simbolización, la intuición, permite expresar sentimientos y produce sentimientos, es una actividad expresiva, es una búsqueda comunicativa hacia otro, por lo tanto es interacción.

En la ocasión de pedir una imagen se entrelazan buscar, hacer, expresar y simbolizar, también está presente dar y comunicar al otro, en este caso al terapeuta, como presencia significativa para el paciente, que permite que todo lo mencionado ocurra.

Estética proviene del griego y significa sensación. O sea, está ligada a la sensibilidad, retomando aquel concepto de Henry (2010) sobre la manifestación de la vida misma que se da a través de la sensibilidad.

Para Gadamer, (1960) el arte genera un aumento del ser, ya que la verdad de la obra de arte es la verdad del ser. Aplicado este concepto a nuestro caso, el paciente al elegir una imagen tomada del mundo, sea propia o ya creada, manifiesta la verdad de su ser. El arte es el vehículo que le permite mostrar su modo de ser. En la reproducción artística, modelo e imagen, están interrelacionados, en una inseparabilidad ontológica de la imagen que hace que ésta imponga su propio ser para hacer ser lo representado (Gadamer, 1960).

Los pacientes en su búsqueda de la imagen, tenían que recurrir a su propia sensibilidad artística, a su intuición, a su afectividad, a la transformación de una imagen en símbolo de su vivencia personal, a la fantasía, al recuerdo, y donde en todo momento, estaba presente la presencia del terapeuta, ya que lo hacían para mí, devolviéndome en imagen su propio cambio y por qué pasajes y paisajes pasó en su recorrido terapéutico.

 

El espacio

Si bien como dice Minkowski (1973) tiempo y espacio están íntimamente ligados, me tomaré la licencia de dedicarme solamente a los aspectos espaciales ya que las imágenes con las que trabajé hacían referencias a distintos espacios.

Las imágenes que traían los pacientes como expresión metafórica de su sentir, daban cuenta de su ser-en-el-mundo acentuando el ahí de su ser-ahí, este ahí es la espacialidad en la que el ser se manifiesta. No es un lugar cualquiera, es su propio paisaje construido por él.

El ser no puede concebirse sin espacio. Los niños preguntan dónde están los muertos, con esa pregunta están buscando un lugar y la respuesta en el cielo o en la tierra, los conforma porque le dan un dónde. Hay otros, más atrevidos o más curiosos que se preguntan dónde estaban antes de nacer, esto no hace más que evidenciar la imperiosa necesidad de buscarse insertos en el mundo. (Signorelli, 2011b).

En esta dimensión se cimienta nuestra experiencia de ser, ya que ser significa estar en dicha dimensión. Es un estar en continuo espacializar, en la medida en que va siendo, va a su vez creando espacio. El hombre no sale al mundo exterior para habitarlo, como algo ajeno a él. No hay exterior sino que desde el nacimiento ya somos en el espacio al cual caemos. Esto es propio del existir. El salir afuera del ser ahí, significa existir. En la medida que este ser particular espacializa, puede encontrar sus adentros y afueras tanto como sus arriba y abajo, son las dimensiones que le permiten espacializar y entonces, recién ahí podemos decir que lo habita, lo hace suyo, lo crea. Pero indudablemente para que esto ocurra es porque somos y tenemos un cuerpo. No podemos hablar de espacio sin hablar de cuerpo.

Nuestro cuerpo ocupa un espacio, nos ancla en él pero ese espacio para el ser humano es diferente del espacio de los demás seres vivos, el hombre selecciona y configura ese espacio de un modo que le es propio y único, comparte con otros un espacio geográfico y un espacio existencial pero su modo de espacializar, de hacer espacio le son singulares, de ahí que podemos decir que no lo ocupa sino como expresé anteriormente, lo habita.

El espacio es entonces un espacio humano, es el espacio habitado por el hombre que aunque no esté presente en él, se sitúa en él de un modo humano. La ausencia humana marca precisamente un distanciarse que tiñe al paisaje con el propio color, o sea, sigue siendo humano y representativo de su ubicación en él. El espacio del hombre es entonces su paisaje, convierte al espacio en paisaje. El espacio convertido en paisaje permite generar vivencias y las vivencias transforman los paisajes en un diálogo permanente.

"Antes de ser geométrico o incluso geográfico, el espacio se presenta de entrada como un paisaje: se da originariamente como la distancia de las plenitudes coloreadas o la de las lejanías perdidas en el horizonte, envuelto por la distancia que lo encierra, o incluso también es el espacio de las cosas que están ahí, resistiendo bajo mi mano, desde su origen, a mi derecha o a mi izquierda; detrás de mí, oscuro, o transparente ante mi mirada". (Amuchástegui, 2008)

El espacio se configura con una significación vivencial. Algunos paisajes pueden ser aterradores y otros darnos paz y seguridad. Podemos estar lejos o cerca, chocamos, nos enfrentamos, nos deslizamos, nos desplazamos, estamos por encima de, hundidos en un pozo, anclados a la tierra, mucho de nuestro lenguaje tiene connotaciones espaciales, que son metafóricas y no formas literales de la manera de espacializar.

El espacio humano permite establecer planos: frontal, transversal, sagital y perspectivas: cerca-lejos en la horizontalidad y arriba-abajo en la verticalidad. En la verticalidad la cercanía o lejanía también está presente pero la vivencia es distinta, en la verticalidad lejana puede sentirse el abismo y el arriba puede sentirse como elevación.

Otros autores han utilizado los términos "temple", "atmósfera", "actitud vital", "sentimiento existencial" (Binswanger, 1956; Jaspers, 1993; Ratcliffe, 2008, citados por Duero) a los cuales Duero llama sentimiento de orientación vital, todos ellos se refieren al conjunto de vivencias y disposiciones básicas que determinan en una persona sus modos de insertarse, experimentar y dar sentido al mundo en el que vive. (2013)

Esto hace que el mundo se nos presente como familiar o extraño, amigable o amenazador, con o sin sentido y es lo que nos dispone a afirmarnos o replegarnos, a acercarnos o retirarnos, a desarrollar actitudes expansivas o de recogimiento. (Duero, 2006)

Podemos analizar el espacio en las imágenes con humanos desde la proxemia que nos permite estudiar la relación del hombre con su espacio desde la comunicación entre los humanos mismos y entre los humanos y su entorno y así podemos hablar de espacios públicos, espacios privados, espacios íntimos.

El espacio público hablará de la prioridad que se le da al vínculo con los otros en el mundo que les es común pero todavía no nos expresa nada de la calidad del vínculo. Es el espacio en el cual participo con los demás seres, situado por el lugar en el que desarrollo mi cotidianidad, sea trabajo, estudio, recreación, etc. El espacio privado es algo que me distancia del otro y el espacio íntimo es una invitación a una intimidad que puede ser compartida. El espacio familiar es aquel que conocemos y que compartimos con nuestros seres queridos o no tanto, en el cual puede haber o no conflicto, según las relaciones que se puedan tramar en la cercanía. Por lo general es un espacio en el que nos podemos aflojar las tensiones, nos sentimos como "en casa".

La privacidad generalmente se encuentra en espacios cerrados, por ejemplo, un consultorio médico o terapéutico, son espacios donde no se admite un continuo entrar y salir de ajenos. Son necesarios en determinados tipos de trabajos, a diferencia de los espacios íntimos que pueden darse en cualquier tipo de espacio porque se trata de lo más íntimo de sí, ejemplo, dos amantes que se miran en medio de una multitud, sin embargo, tienen un espacio en común, es el espacio del amor.

El espacio de la familiaridad es el espacio conocido, en el que me muevo con seguridad, hasta en la oscuridad. Este espacio puede convertirse en agobiante o en tranquilizador, tiene mucho que ver con el estado emocional.

La percepción de compulsión se relaciona con el tiempo de permanencia en un determinado espacio, con la posibilidad de alejarse o de estar obligado a permanecer, por ejemplo la prisión. Muchas personas no pueden permanecer mucho tiempo en un mismo espacio, algunos no soportan los espacios abiertos, otros los cerrados, otros los vacíos, otros las alturas. Hay quienes no soportan viajar mucho tiempo en un vehículo o viajar en avión.

La percepción de distancia tiene que ver ya sea con una distancia real y con una distancia de orden emocional, así podemos sentirnos muy lejos de la persona que tenemos al lado y muy cerca de alguien que está muy lejos físicamente. Ejemplo de esto lo percibimos cuando viajamos en un transporte público donde compartimos un espacio y un tiempo con un desconocido a quien sentimos casi como un inexistente.

Binswanger (1961) en el estudio de la espacialidad que hace de sus pacientes nos habló de un espacio orientado y de un espacio humorado. El primero se refiere al espacio ambiental, físico, presente, es el espacio homogéneo de las ciencias naturales, de la física, tiene sus límites y contenido, distancia y direcciones, es tridimensional. Es el espacio euclidiano, fundamental para nuestra actividad práctica y para nuestro conocimiento científico de la realidad (Straus, 1971).

Nuestro espacio orientado es construido a partir de la coordinación de varios campos perceptivos y de nuestra movilidad corporal. El cuerpo establece mi aquí, el tacto hace al espacio cercano y la vista y el oído permiten la captación de un espacio lejano pero que en el espacio humorado bien podría ser a la inversa. Porque nuestra experiencia no se limita al espacio orientado, en nuestra percepción del espacio se nos hace presente el espacio vivido en el que aparecen las emociones. Entonces las dimensiones del espacio cobran otra significación.

Binswanger (1961) también habló de otros espacios, como el espacio pragmático que es aquel donde el ser actúa, el espacio simbólico es el que el ser se representa y le da un significado, el espacio estético en el que distinguió el espacio de la vivencia de lo bello y el espacio de la representación, de lo simbólico. En el primer caso, la vivencia se da en el presente y corresponde a una forma del espacio humorado, el segundo comparte ambos espacios ya que por un lado supone una construcción espacial compleja dada por las leyes de la perspectiva como en la pintura, y más complejas aún para la arquitectura pero al cual se suma un valor simbólico que involucra a todo el ser. Por ejemplo lo que sentimos frente a un templo de adoración a un dios, corresponde entonces a un espacio humorado.

También se refirió al espacio del ser con otros, pero no se dedicó a estudiarlo en profundidad y entendió por espacio cultural al hecho de escribir una carta.

El espacio humorado es el espacio vivido con su tono afectivo. No está determinado por dirección, distancia ni ninguna otra dimensión, es en supremacía el espacio de la danza. Nuevamente siguiendo a Straus (1971), el espacio de la danza es un espacio acústico, espacio que no tiene límites. Quien baila, se mueve y sabe que no va hacia ninguna parte, todo el espacio es suyo, estamos dentro del espacio, formamos parte de ese espacio. El bailar abre el espacio, crea espacio. El caminar, en cambio, tiene principio y fin, en este caso decimos que atravesamos el espacio.

El espacio humorado manifiesta un contenido expresivo que parte de la vivencia. Se hace expansivo en la alegría, ahogante u oprimente en la angustia, estrecho en la tristeza, la plenitud lo expande, la desesperación lo encoge o lo convierte en vacío. La oscuridad oprime, la luminosidad lo amplía.

La percepción visual del espacio nos permite captar el color, éste le pertenece al objeto, está allí, está limitado y a la vez limita, nos revela un espacio sectorizado, las tonalidades permiten apreciar el relieve, es decir la tridimensionalidad manifiesta en profundidad. Straus lo relacionó con el tiempo, expresando:

"Lo que vemos se encuentra a cierta distancia delante o detrás de nosotros. El espacio que se extiende delante de nosotros es, pues, una metáfora de un futuro próximo; el espacio que está detrás es una metáfora del pasado que se aleja de nosotros". Straus (1971).

El espacio se halla íntimamente unido al movimiento, ya que nos movemos en un espacio. El espacio es el anclaje para nuestro movimiento como a éste lo es el cuerpo.

El espacio que nos posibilita la vista es el espacio del movimiento orientado, nos permite dirigirnos a una meta que está allí y es medible, pero ese mismo espacio puede experienciarse de disímiles modos y entonces ya hablamos de espacio humorado. Son dos espacios bien diferentes pero en este caso unidos. Sé que tengo que atravesar una cierta distancia para llegar a un lugar desconocido, pero mi camino de ida me parece largo y cansador, despierta cierta ansiedad, en cambio, el camino de vuelta parece mucho más corto y me resulta aliviador; sin embargo ambos medían lo mismo pero la vivencia es diversa. La distancia en sí misma ha perdido importancia, el espacio se abre ilimitado hacia lo desconocido en el primer caso y hacia lo conocido en el segundo. Ocurre que cuando el espacio me es familiar mi percepción del tiempo en la travesía varía en relación a si el espacio me es desconocido.

También la percepción del tiempo cambia cuando queremos llegar puntualmente a un lugar o cuando debemos esperar determinado tiempo para que algo ocurra entonces parece que el tiempo no pasa nunca pero cuando estamos entretenidos o relajados nos parece que el tiempo voló.

El espacio humano es también un espacio histórico, Straus citado por Binswanger (1973) lo demuestra con el siguiente ejemplo: adelante y atrás pueden cambiar su significado, cuando voy de mi casa al trabajo lo llamamos viaje de ida aunque vaya sentado de espaldas a la dirección que llevo en el vehículo que me transporta, lo que queda detrás de mí tiene carácter de hacia adelante, otro tanto ocurre cuando regreso. Ida y regreso no están determinados por la posición de mi cuerpo respecto de la dirección que transito sino por factores históricos, cuando regreso lo hago al lugar que habito. Ni el espacio induce a la vivencia ni la vivencia a la configuración del espacio, sino que ambos son dos polos de una unidad noético-noemática.

Otra forma de entender el espacio óptico es apreciar que para ver necesitamos de los ojos, del aparato visual que nos sitúa en un espacio orientado, al que llamamos espacio óptico o visual. Pero la persona que ve, no está en el ojo, sino en lo que ve. Está "afuera", en el lugar en el que se posa su vista (López Ibor y López Ibor Aliño, 1974). La visión permite un más allá de sí, nos permite acercar la lejanía y nos ubica en un paisaje. Este estar afuera, en el lugar de lo que vemos está referido al espacio humorado.

Tanto el espacio orientado como el espacio humorado o sintónico (Binswanger, 1961) (Signorelli, 2011a) responden a ejes que se refieren a una horizontalidad y a una verticalidad, pero con significación diversa. Para el espacio orientado tenemos un arriba-abajo, adelante-atrás, al lado izquierdo-al lado derecho, y nos permite establecer una cierta distancia pero para el espacio humorado estas dimensiones cobran otra significación:

el eje vertical tendría que ver con la elevación y con el descenso… elevarse por encima de lo dado… superar las limitaciones… alcanzar aspiraciones. El descenso se referiría al contacto con lo concreto y natural, con el mundo de las cosas y con el manejo práctico, lo cual significaría tomar conciencia de la propia sexualidad, de la motricidad, de las necesidades orgánicas, vegetativas y lúdicas… el eje horizontal sería metáfora del discurrir. Discurrir implica dos movimientos básicos: uno progresivo, en busca de nuevos horizontes, y otro de retorno, en busca de la recuperación de las experiencias vividas y de las fuentes históricas… (Boffa & Guberman, 2011)

Binswanger se refirió también al espacio onírico, éste se presenta con imágenes que asimismo constituyen un paisaje. El espacio onírico responde a las coordenadas que limitan su paisaje, hay un eje horizontal que nos ubica cerca o lejos, un eje en profundidad que se expresa a través de una ondulación dada por las luces y sombras y el eje vertical referido a la ascensión y la caída o descenso.

El eje horizontal permite un ir y venir de lo lejano a lo cercano y viceversa. Lo lejano como apertura y descubrimiento; lo cercano, como lo familiar, lo conocido, lo que se tiene a la mano. A veces lo lejano y lo cercano se aproximan demasiado y sus límites pasan a no estar claramente marcados. Es un horizonte diluido.

El eje de la profundidad dado por la luminosidad produce un espacio claro o un espacio oscuro, en el espacio claro cada cosa ocupa su lugar según su función, todo está dado, cumplido. El espacio oscuro, es un lugar de fusión y confusión donde se pierden los límites entre lo lejano y cercano.

El eje vertical de la ascensión y la caída muestra un arriba y un abajo, que también puede ser lejano o cercano, se llega a la cima o al abismo, el ascenso produce vértigo al mirar hacia abajo por temor a la caída.

Foucault siguiendo a Binswanger se refiere a este eje como el de la cima resplandeciente, donde la claridad de sombras se ha purificado como luz absoluta o bien puede vivenciarse como una existencia que ha perdido su hogar sobre la tierra. (Amuchástegui, 2009). Así podemos hablar de mundo subterráneo, etéreo, terrenal o celestial.

El espacio en su entrelazamiento con la luminosidad nos revela espacios oscuros o luminosos, en penumbras o brillantes, opacos o transparentes. Estas características las podemos vislumbrar tanto en el espacio orientado como en el humorado. En el espacio humorado no se refieren a características propias del espacio sino a las connotaciones que le damos a ese paisaje, así, si nos sentimos alegres las imágenes que asociaremos de espacio serán de espacios luminosos, brillantes, amplios, el espacio claro se abre con amplitud, me permite ver colores y diferencias lumínicas. Si nos sentimos tristes, será lo contrario.

El espacio se me aparece como telón de fondo (Minkowski, 1973) donde se destacan los demás objetos. Es el espacio en el que me muevo y se mueven los otros. El espacio claro es un espacio socializado (Minkowski, 1973) en el que desarrollo mi actividad y donde siempre encuentro un lugar, tiene distancia, extensión y amplitud, pero no es medible como el orientado.

Un espacio oscuro despierta en cada ser distintas vivencias pero lo común posiblemente sea un repliegue sobre sí mismo.

El espacio oscuro no se extiende delante de mí sino que me envuelve, me penetra. El espacio claro es enemigo de la confusión, todo resulta nítido. En el espacio oscuro existe el misterio, todo lo que imaginamos son imágenes traídas del espacio claro, el espacio oscuro no tiene distancia ni extensión pero tiene una dimensión de profundidad que no tiene que ver con el eje vertical ni horizontal, parece un espacio enorme pero que me encoge porque no sé cómo moverme en él. En el espacio oscuro no hay ningún saber más allá de mí.

Elegir el paisaje es mostrar cómo me veo en el espacio que habito. El espacio claro va más allá incluso de lo que abarcan mis ojos, cuando me encuentro en mi cuarto, sé que el mundo continúa detrás de esos muros. El espacio hace a mi ser y mi ser hace mi espacio.

Al espacio se le asocian otras características como por ejemplo la materialidad que se refiere a la consistencia que tienen los objetos, ésta puede ser fluida o viscosa, húmeda o seca, blanda o dura, áspera o suave, a su vez tienen una tensión, puede ser resistente o flexible, pesada o liviana, blanda o dura. Del mismo modo el espacio hace referencias a la temperatura, podemos percibir el frío o el calor del ambiente, la luminosidad nos permite apreciar si la imagen es clara, tenue u oscura, desde el color visualizamos si aparecen colores brillantes u opacos, con una gran gama de colores o en una misma tonalidad, o en blanco y negro. A cada una de las características recién mencionadas le podemos dar una significación.

 

Análisis de las imágenes

Lo expuesto hasta aquí nos va a permitir acercarnos a las imágenes mostradas por los pacientes para analizarlas con esos parámetros. Son solo pautas, caminos posibles para la comprensión del mundo del paciente.

Los pacientes presentaron imágenes de obras de arte, fotografías propias o extraídas de Internet o de algún otro medio gráfico, algunos las retocaron con fotoshop para que expresaran más cabalmente su vivencia o presentaron imágenes pintadas por ellos a partir de alguna imagen que quisieron modificar.

La imágenes aportadas fueron de varios tipos: a) imágenes cósmicas, b) imágenes de la naturaleza, c) imágenes urbanas, d) persona en un entorno natural (naturaleza) o creado por el hombre (ciudad), e) rostro humano, f) imágenes con expresiones dadas por signos, g) imágenes no reales, h) abstractas, i) animales, j) plantas, k) objetos, l) obras de arte, m) caricatura, ñ) imágenes de creación digital.

Estas imágenes permiten analizar si hay o no presencia humana, si aparecen en soledad, o en pareja o en grupo, qué otros significativos están presentes, el cuerpo como corporalidad expresiva, el posicionamiento del protagonista: activo-pasivo, la disposición corporal: actividad-quietud, si utiliza el color o el blanco y negro, elementos que hacen a la atmósfera del espacio, cómo es el espacio y el ambiente elegido: urbano, rural, natural, hecho por el hombre; la organización espacial: arriba-abajo, centrado-descentrado, sobre un margen u otro, la profundidad dada por la perspectiva, desde qué ángulo es visto, etc.

En cada imagen puede analizarse un "tema" que lo brinda tanto la primera como la segunda imagen solicitada, algunos mantienen el mismo tema, otros lo cambian totalmente, podríamos pensar que este último caso se debe a la visión modificada que tienen de su situación actual en referencia a la vez que consultaron por primera vez. Sin embargo, en los que no modificaron el tema, igualmente se observan cambios muy notorios. Por tema entiendo al tipo de imagen elegida, paisaje cósmico, paisaje donde aparece agua, rostro, objetos, etc. Dentro del tema, a su vez podemos analizar la estructura del paisaje en la cual inscriben la imagen central.

Para realizar un análisis de la composición, tomando todo lo que hasta el momento expuse, podemos ordenarlo y ⋠sintetizarlo del siguiente modo: 1) figura central a la cual llamamos protagonista y en ella podemos analizar la agencia (cómo se dispone a actuar) y la acción misma; 2) telón de fondo es el contexto que rodea al protagonista, espacio orientado; 3) atmósfera referido al espacio humorado; 4) caracterización de otros significativos como protagonistas secundarios; 5) espacio con o sin humanos; 6) materialidad; 7) color; 8) tema; 9) afectividad a través de los puntos 3, 6 y 7; 10) acercamiento a un diagnóstico1 inicial y actual; 11) acercamiento a un posible pronóstico2

 

Conclusión

Esta "técnica", resultó ser una apelación al otro dirigida a un encuentro de comunicación en otro lenguaje que no fuera únicamente el verbal.

La búsqueda de las imágenes da lugar a utilizar un lenguaje visual con contenido simbólico y altamente significativo desde el punto de vista emocional para el paciente. Este lenguaje, me pareció una forma enriquecida de intento comunicativo, ya que admite descubrir nuevas posibilidades expresivas que no están basadas únicamente en la palabra y en el entendimiento racional. Plasmar un sentimiento a través de una imagen permitió posteriormente un acercamiento hermenéutico al intentar hacer una lectura interpretativa a la elección de las imágenes.

Cada paciente asumió con responsabilidad, libertad y compromiso, la búsqueda de sus imágenes tomadas del mundo conocido, de lo que estaba a su alcance con una nueva significación, para brindarlo a otro, en este caso a mí por ser su terapeuta.

Esta nueva alternativa brindada en la relación terapéutica resultó muy valiosa a la hora de evaluar con los pacientes qué significaban esas imágenes en el marco de su existencia llevando comprensión a la historia vivida, les dio una perspectiva de su búsqueda futura, como para arribar a otras realidades posibles, dándole un nuevo sentido a la existencia.

Resultó ser un modo novedoso de verse a sí mismo construyendo su mundo, abriendo nuevos horizontes a sus acciones, comprendiendo y comprometiéndose a que de ahora en más, puede darle otro final al cual venía sometiéndose con repetición tras repetición de un mismo discurso. Al analizar sus imágenes pudieron verse a sí mismos cómo construían su mundo y la significación que le otorgaban a esa experiencia de vida, lo cual significó un nuevo incentivo para el cambio. Les permitió apreciar una perspectiva temporal de su existencia, había un antes y un después y entre ambos un tiempo vivencial transcurrido con significaciones para sus vidas.

 

Resumen del análisis de las imágenes presentadas por un paciente a modo de ejemplo

1° imagen: Paisaje de plaza urbana (fotografía propia) transcurridos dos meses de iniciado el tratamiento {ver figura 1}

Expresión del paciente sobre su elección: Armonía en un espacio urbano, no es común ver un espacio urbano vacío, es lo ambiguo que tiene, habla de mi soledad.

2° imagen: paseo por Cataratas del Iguazú (fotografía propia) al año del proceso terapéutico {ver figura 2}

Expresión del paciente: para mí significa romper un prejuicio que yo tenía de no poder disfrutar en un lugar así. Es estético. Elegí la lancha no por la gente que implica sino para dar cuenta de la dimensión. Abrazarte a eso no tiene retorno, sería un dulce suicidio sin quererlo. Es una dimensión que supera la razón y exalta, paradojalmente, la vida.

Análisis de la primera imagen:

Soledad en medio de la urbe, colores tenues, apagados, presencia humana por ausencia, espacio público en atmósfera de soledad. Predomina el verde que puede significar calma, es un espacio abierto dentro de una ciudad que aparece como telón de fondo. Los humanos solo se insinúan por ser un contexto urbano, es algo construido por el hombre pero sin presencia del mismo. Predomina el reino vegetal que le da frescura al cemento de las construcciones de materialidad dura.

Análisis de la segunda imagen:

Paisaje claro, se percibe la amplitud. Hay dureza dada por la roca pero la vegetación intenta cubrirla y le quita pesadez. La frescura del agua en pleno dinamismo de fluidez contrasta con los elementos rígidos, dando a la totalidad una atmósfera vital. Aparece la presencia humana dentro de una lancha que apenas se percibe en la inmensidad, dando una sensación de fragilidad pero al mismo tiempo de estar "metido en" comprometido con su entorno.

Diferencias entre ambas imágenes:

Si bien podemos considerar que el tema paisaje amplio, abierto y claro, se mantiene en ambos, cambió, de algo construido por el hombre a algo en lo cual el hombre se sumerge, se entrega, forma parte, se integra, se compromete, no lo hace de forma rígida sino dinámica (agua que fluye). Hasta el color del cielo es más intenso en la segunda elección que en la primera. Por su expresión verbal pasa de la soledad al disfrute. Aspectos que coinciden con la evolución y vivencias expresadas por el paciente al año del tratamiento.

 

Referencias

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6ta Edición - Junio 2021
 
 
Figura 1
 
 
Figura 2
 
 
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