Introducción
En
el momento en que un psicólogo decide ser terapeuta, se
plantea también cómo evaluar el proceso de cambio de
sus pacientes. Si esto fuera posible de alguna manera, tal
procedimiento daría cuenta acerca de la efectividad del
tratamiento realizado.
Hacía
tiempo que percibía que los pacientes,
avanzados
en la terapia, expresaban que experimentaban profundos cambios
durante el proceso terapéutico. El desafío fue entonces
cómo evaluarlo. Con dicha finalidad elaboré una
estrategia que consistió en solicitarles a los pacientes, la
búsqueda de imágenes que representaran el estado
vivencial en el que se encontraban cuando iniciaron la terapia y otra
que mostrara sus vivencias en etapas más avanzadas de la
misma. Luego de la búsqueda debían enviarme esas
imágenes por correo electrónico para posteriormente
evaluarlas junto a ellos. Esta nueva técnica resultó
ser muy efectiva dentro de la misma terapia, permitió analizar
aspectos que hasta ese momento se mantenían ocultos.
El
cambio
Primeramente
consideremos qué significa cambiar. Podemos hablar de cambio
cuando se modifica, se altera o se transforma una cosa, persona o
situación, para convertirse en algo distinto de lo que era.
Proviene del latín tardío cambiare
y significa dar y recibir recíprocamente, qué término
más justo para aplicarlo a la relación terapéutica.
Un
ser vivo puede cambiar simplemente por desplazarse de un lugar a
otro. Pero no es a este cambio al que nos referiremos.
Ya
Heráclito (Ortega Muñoz, 1999) nos decía que lo
permanente es el cambio, expresando que nadie se baña dos
veces en el mismo río. Y esto no es solamente porque el río
fluye de manera continua y entonces las aguas no son las mismas, sino
porque la propia persona que se baña, se encuentra en otra
situación y por lo tanto ya no es la misma, ni la persona ni
el río. Pero dentro de ese cambio, reconocemos también
la permanencia. Es así que al río lo mencionamos con un
nombre, lo cual le da una constancia, sabemos que mañana
estará allí aunque no sean las mismas aguas, será
el mismo río. Tiene para nosotros algo así como una
identidad aunque sepamos que está en permanente fluir. El
nombre del río, si bien convencional, nos permite una
ubicación y arraigo en el mundo. Esto también es válido
para el propio ser: yo que me bañé ayer y hoy en dicho
río, soy el mismo no siendo el mismo y me reconozco en ese
fluir tanto del río como de mi propio ser.
Desde
que tomo conciencia de mí mismo, sé que seré
siempre yo, un ser único, irrepetible e irreversible, (Rispo,
2001) pero abierto a las múltiples posibilidades que voy
entretejiendo en el mundo con los otros en mi devenir temporal y que
me permiten ir construyendo mi ser.
En
definitiva, estamos expuestos en nuestra vida tanto a pequeños
como a grandes cambios, que nos hacen alterar nuestra orientación
hacia el futuro. El hilo conductor de nuestras vidas lo da la
conciencia y nuestra relación con el otro, sin antes olvidar
que lo primero y primordial que ocurre es la vida y sin ella nada de
nuestra existencia sería posible. Y la vida misma, como nos
dirá Henry (2010) es afectividad. Quien me afecta en esta vida
que voy desarrollando es el otro, que me mueve a…, que me
conmueve. (Rispo & Signorelli, 2005).
Continuamente
es el otro quien me dice quién soy, soy madre para mi hija/o,
si no tuviera al menos un hijo/a no sería madre. Soy terapeuta
para "mi" paciente, si no me consultara ningún
paciente, no podría ser terapeuta, por más que un
título me habilite como tal. Sería solo una posibilidad
no realizada. Este "mi" no se refiere al tener sino al
ser. No implica una posesión sino una pertenencia, en la
acepción de formar parte de un conjunto o grupo, que me brinda
una cierta permanencia en mi existencia, en una relación que
va de ellos hacia mí y de mí hacia ellos, (sin importar
de dónde parte) en este caso, terapeuta-paciente en forma
recíproca, pero no idéntica.
Las
múltiples miradas en la relación con los otros
conforman las variadas y renovadas identidades de mi propio ser, en
un proceso incesante de cambios, pero también esas miradas nos
devuelven un sentido de permanencia, tanto de mí mismo como
del otro, ya que cuanto más conozco al otro, sé qué
puedo esperar de él, puedo anticiparme a sus acciones, puedo
futurizar con él, puedo confiar, aunque igualmente sé
que en algún momento podamos desencontrarnos. Hasta aquí
hablamos de conciencia y de relación con el otro, sea éste
próximo o lejano. (Rispo, 2001). Uno y otro, partícipes
de una relación pueden tener una influencia decisiva para sus
respectivas vidas.
Pero
también podemos hablar de los momentos puramente sensitivos,
anteriores a la conciencia pero que dejan una huella imborrable en
nuestras existencias, me refiero a la vida misma que se ofrece al
mundo con nuestro nacer. Somos la vida que se manifiesta en cada
latir, en cada respirar, somos la subjetividad de la vida. (Henry,
2010).
Esta vida, llamémosle sensitiva, nunca se pierde. Muchas veces
al hablar de conciencia hacemos referencia a un componente racional
de la misma, pero la conciencia tiene otros referentes que no son
únicamente el conocimiento racional recién mencionado,
sino que puede disponer de la captación intuitiva, de las
huellas emocionales que fue tejiendo en el transcurrir de su devenir
temporal. Es el conocimiento que nos permite la afectividad a la cual
apuntaré para "des-cubrir" la vivencia de cambio
en el proceso terapéutico.
Percepción
y evaluación del cambio
La
pregunta que me hice entonces fue si las imágenes aportadas
por los pacientes me permitirían evaluar su cambio. Las
imágenes mostraron un componente artístico. Todo arte
emplea técnicas pero son secundarias al resultado obtenido. Un
cuadro, una escultura, una música se aprecian por su belleza,
por lo que nos hacen sentir, no por la técnica empleada. Otro
tanto ocurre en la relación terapéutica. Las más
diversas escuelas psicológicas observan cambios en sus
pacientes, esto ya nos da una idea de que lo que hace que un paciente
cambie, no es la teoría o técnica utilizada, sino la
propia humanidad del terapeuta dispuesta al encuentro con esa otra
humanidad sufriente. En otras palabras lo que "cura" es
la relación, Y seguramente quien más se aferre a la
teoría o a la técnica, más lejos estará
de contribuir a que su consultante logre adueñarse de su ser,
en palabras existenciales que su ser se ilumine y salga de las
penumbras en que lo mantenía su no-ser. Esto me posiciona en
que la técnica creada pasa a un segundo plano, es solamente el
vehículo para favorecer el encuentro y diálogo
terapéutico.
Foucault
quien expresa: La
patología mental debe liberarse de todos los postulados
abstractos… de los instrumentos terapéuticos de los que
la rodea la práctica médica… que es siempre
artificial
(1984)
(p. 23), es así que creé mi propio instrumento para
evaluar los cambios, sabiendo que sería secundario al proceso
terapéutico en sí mismo. Busqué un medio
comunicativo en el que tampoco la palabra fuera lo primordial. Hay
otros medios expresivos en el ser humano
que amplían la riqueza comunicativa entre los seres. Fue
entonces cuando utilicé imágenes, motivo de este
trabajo.
Las
imágenes
Empecé
por pedir a cada uno de los pacientes que buscaran dos imágenes,
una que representara cómo se sentían cuando iniciaron
la terapia y otra que representara cómo se sentían
ahora, en este presente terapéutico y que me la enviaran vía
email. Con esto intentaba que el ser no se expresara no a través
de la palabra como suele ser lo usual en psicoterapia sino a través
de otro lenguaje y donde hubiera una búsqueda personal de su
vivencia, expresada ahora de un modo simbólico-emotivo. Dicho
de otra manera, buscaba la expresión simbólica y
artística de lo que estaba sucediendo en sus vida y de cómo
la valoraban.
Los
pacientes de aquél momento llevaban mínimamente un año
en tratamiento. Yo misma no tenía claro qué pedir
respecto a esas imágenes. En principio requerí un
paisaje, pero cuando algunos pacientes me preguntaron si podían
expresarlo a través de una obra de arte, dije que sí.
Otros preguntaron si podía haber personas, otros, si podía
ser una foto personal, a todos les contesté que sí, me
pareció que de este modo dejaba abiertas a las propias
imágenes creativas que los mismos pacientes me iban brindando.
Debido a esos ofrecimientos fui ampliando la consigna hasta que
finalmente adopté una bien amplia para que los pacientes
pudieran elegir desde su propia imaginación, simplemente les
solicité que buscaran una imagen de cómo se sentían
cuando iniciaron su terapia.
Con
este pedido de búsqueda de imágenes intenté que
los pacientes tuvieran una mirada diferente sobre sí mismos,
lo cual a su vez, les permitió hablar sobre esa búsqueda
y de las vivencias con que se fueron encontrando y sobre lo que
significaban esas imágenes para ellos, o sea, su valor
simbólico. Resultó descubrir en esa indagación
aspectos creativos, valores estéticos y artísticos que
se pusieron en juego en conjunción con lo afectivo. Con
algunos de ellos pudimos analizar variados aspectos de la estructura
básica de la existencia y con otros, otras situaciones que se
hicieron presentes. Lo que importaba, como nos decía
Binswanger (1962), era descubrir el contenido del mundo de ese
ser-en-el-mundo y para lograr eso, aprecié que las imágenes
lo permitían ampliamente. El
conocimiento de la estructura básica de la existencia nos
presta una guía sistemática para la exploración
analítico-existencial práctica…los puntos de
vista…que debemos tener presentes… (Binswanger,
1962). Y esos puntos de vista son
la
luminosidad y el colorido de la existencia, la espacialidad, la
temporalidad, la materialidad o consistencia, la movilidad y agrego
yo la afectividad implicada en todo lo recientemente mencionado,
dejando para un segundo momento el contenido verbal agregado a las
imágenes para disminuir la supremacía que le otorgaban
a la razón.
Binswanger
nos decía que en cualquier situación es posible captar
el mismo proyecto existencial de mundo sea en
las manifestaciones lingüísticas espontáneas, sea
en la exploración sistemática, sea en los experimentos
con el Rorschach o los asociativos, sea en los dibujos o en los
sueños"
(Binswanger, 1962). ¿Por qué entonces no captarlo en
las imágenes buscadas por los pacientes? Ellas mismas
hablarían del propio ser del paciente y su recorrido en la
terapia, como manifestación de su proyecto existencial. En
todas las imágenes puede reconocerse el "destino"
personal.
Por
imagen entiendo: la representación
de algo que puede estar referido tanto al mundo de lo percibido como
de lo imaginado, aunque para imaginar es preciso haber tenido algún
tipo de percepción, plasmado de un modo perceptible. La imagen
es también un lenguaje, expresa algo a descifrar.
Acerca
de las imágenes Binswanger expresaba aún más. En
sus estudios sobre el sueño decía que el sueño
se da en imágenes creando un espacio onírico donde se
revela el sentido mismo de la existencia del soñante. Le daba
gran importancia a las imágenes que se generan en el sueño
como reveladoras del despliegue existencial. El espacio del sueño
es un espacio propio que no es geográfico ni geométrico
sino que se presenta como paisaje.
Posteriormente
fui pidiendo a todos los pacientes al inicio de su terapia,
aproximadamente al mes o dos de iniciados los encuentros, una imagen
que representara cómo se sentía al iniciar el
tratamiento. La espera de uno o dos meses la hice para garantizar un
primer momento de comprensión de su situación
existencial y para que nuestra relación comenzara a ser
significativa para ellos. Transcurrido un tiempo, aproximadamente un
año, les pediría una nueva imagen que representara su
momento actual para analizar las diferencias. Esto me permitió
evaluar dos grupos, el primero, formado por los pacientes que
mostraron las dos imágenes al mismo tiempo pero refiriéndose
una a un tiempo pasado y la otra a su presente. El segundo grupo
estaba formado por los pacientes entre los cuales había
transcurrido un tiempo entre la primera imagen y la segunda. Esta
diferencia resultó significativa, ya que en el primer grupo
corría el riesgo que al no haber un tiempo que distancie la
primera de la segunda elección de imagen podía ser
probable que buscaran mostrar los cambios y esto invalidaba la
muestra que podía estar sesgada por el deseo de complacer al
terapeuta buscando cambios entre una y otra. El segundo grupo no
corría ese riesgo, ya que transcurría un tiempo
considerable en su propia búsqueda personal.
Pasaré
a examinar cada aspecto que fue surgiendo en este análisis.
Lo
simbólico
Desde
lo simbólico y siguiendo a Guberman (2004), simbolizar
significa lanzar conjuntamente, algo que contiene y algo que devela,
algo visible y algo invisible. Nos dice apela
a nuestra capacidad de intuir lo que no se dice
(p. 20). En
otras palabras: lo que se da, lo que significa y su sentido
(p.72).
Lo
simbólico se expresa por imágenes, pero un aspecto
tomado de la realidad a su vez puede tener un carácter
simbólico, por la neo significación que el paciente le
otorga.
La
lectura posterior a la búsqueda y hallazgo, se da a través
de la hermenéutica conjunta entre paciente y terapeuta para
llegar a la comprensión de su situación vivencial, que
estará en correspondencia con su manera de interpretar la
realidad, de darle significado, sentido, valor y en consecuencia
actuará de acuerdo a ella con su propia modalidad.
Lo
estético
El
arte nos proporciona una cierta imagen del mundo, es una forma de
exaltación de valores, interviene la simbolización, la
intuición, permite expresar sentimientos y produce
sentimientos, es una actividad expresiva, es una búsqueda
comunicativa hacia otro, por lo tanto es interacción.
En
la ocasión de pedir una imagen se entrelazan buscar, hacer,
expresar y simbolizar, también está presente dar y
comunicar al otro, en este caso al terapeuta, como presencia
significativa para el paciente, que permite que todo lo mencionado
ocurra.
Estética
proviene del griego y significa sensación. O sea, está
ligada a la sensibilidad, retomando aquel concepto de Henry (2010)
sobre la manifestación de la vida misma que se da a través
de la sensibilidad.
Para
Gadamer, (1960) el arte genera un aumento del ser, ya que la verdad
de la obra de arte es la verdad del ser. Aplicado este concepto a
nuestro caso, el paciente al elegir una imagen tomada del mundo, sea
propia o ya creada, manifiesta la verdad de su ser. El arte es el
vehículo que le permite mostrar su modo de ser. En la
reproducción artística, modelo e imagen, están
interrelacionados, en una inseparabilidad
ontológica
de la imagen que hace que ésta imponga
su propio ser para hacer ser lo representado
(Gadamer, 1960).
Los
pacientes en su búsqueda de la imagen, tenían que
recurrir a su propia sensibilidad artística, a su intuición,
a su afectividad, a la transformación de una imagen en símbolo
de su vivencia personal, a la fantasía, al recuerdo, y donde
en todo momento, estaba presente la presencia del terapeuta, ya que
lo hacían para mí, devolviéndome en imagen su
propio cambio y por qué pasajes y paisajes pasó en su
recorrido terapéutico.
El
espacio
Si
bien como dice Minkowski (1973) tiempo y espacio están
íntimamente ligados, me tomaré la licencia de dedicarme
solamente a los aspectos espaciales ya que las imágenes con
las que trabajé hacían referencias a distintos
espacios.
Las
imágenes que traían los pacientes como expresión
metafórica de su sentir, daban cuenta de su ser-en-el-mundo
acentuando el ahí de su ser-ahí, este ahí es la
espacialidad en la que el ser se manifiesta. No es un lugar
cualquiera, es su propio paisaje construido por él.
El
ser no puede concebirse sin espacio. Los niños preguntan dónde
están los muertos, con esa pregunta están buscando un
lugar y la respuesta en el cielo o en la tierra, los conforma porque
le dan un dónde. Hay otros, más atrevidos o más
curiosos que se preguntan dónde estaban antes de nacer, esto
no hace más que evidenciar la imperiosa necesidad de buscarse
insertos en el mundo. (Signorelli, 2011b).
En
esta dimensión se cimienta nuestra experiencia de ser, ya que
ser significa estar en dicha dimensión. Es un estar en
continuo espacializar, en la medida en que va siendo, va a su vez
creando espacio. El hombre no sale al mundo exterior para habitarlo,
como algo ajeno a él. No hay exterior sino que desde el
nacimiento ya somos en el espacio al cual caemos. Esto es propio del
existir. El salir afuera del ser ahí, significa existir. En la
medida que este ser particular espacializa, puede encontrar sus
adentros y afueras tanto como sus arriba y abajo, son las dimensiones
que le permiten espacializar y entonces, recién ahí
podemos decir que lo habita, lo hace suyo, lo crea. Pero
indudablemente para que esto ocurra es porque somos y tenemos un
cuerpo. No podemos hablar de espacio sin hablar de cuerpo.
Nuestro
cuerpo ocupa un espacio, nos ancla en él pero ese espacio para
el ser humano es diferente del espacio de los demás seres
vivos, el hombre selecciona y configura ese espacio de un modo que le
es propio y único, comparte con otros un espacio geográfico
y un espacio existencial pero su modo de espacializar, de hacer
espacio le son singulares, de ahí que podemos decir que no lo
ocupa sino como expresé anteriormente, lo habita.
El
espacio es entonces un espacio humano, es el espacio habitado por el
hombre que aunque no esté presente en él, se sitúa
en él de un modo humano. La ausencia humana marca precisamente
un distanciarse que tiñe al paisaje con el propio color, o
sea, sigue siendo humano y representativo de su ubicación en
él. El espacio del hombre es entonces su paisaje, convierte al
espacio en paisaje. El espacio convertido en paisaje permite generar
vivencias y las vivencias transforman los paisajes en un diálogo
permanente.
"Antes
de ser geométrico o incluso geográfico, el espacio se
presenta de entrada como un paisaje: se da originariamente como la
distancia de las plenitudes coloreadas o la de las lejanías
perdidas en el horizonte, envuelto por la distancia que lo encierra,
o incluso también es el espacio de las cosas que están
ahí, resistiendo bajo mi mano, desde su origen, a mi derecha o
a mi izquierda; detrás de mí, oscuro, o transparente
ante mi mirada".
(Amuchástegui, 2008)
El
espacio se configura con una significación vivencial. Algunos
paisajes pueden ser aterradores y otros darnos paz y seguridad.
Podemos estar lejos o cerca, chocamos, nos enfrentamos, nos
deslizamos, nos desplazamos, estamos por encima de, hundidos en un
pozo, anclados a la tierra, mucho de nuestro lenguaje tiene
connotaciones espaciales, que son metafóricas y no formas
literales de la manera de espacializar.
El
espacio humano permite establecer planos: frontal, transversal,
sagital y perspectivas: cerca-lejos en la horizontalidad y
arriba-abajo en la verticalidad. En la verticalidad la cercanía
o lejanía también está presente pero la vivencia
es distinta, en la verticalidad lejana puede sentirse el abismo y el
arriba puede sentirse como elevación.
Otros
autores han utilizado los términos "temple",
"atmósfera", "actitud vital",
"sentimiento existencial" (Binswanger, 1956; Jaspers,
1993; Ratcliffe, 2008, citados por Duero) a los cuales Duero llama
sentimiento
de orientación vital,
todos ellos se refieren al
conjunto de vivencias y disposiciones básicas que determinan
en una persona sus modos de insertarse, experimentar y dar sentido al
mundo en el que vive.
(2013)
Esto
hace que el mundo se nos presente como familiar o extraño,
amigable o amenazador, con o sin sentido y es lo que nos dispone a
afirmarnos o replegarnos, a acercarnos o retirarnos, a desarrollar
actitudes expansivas o de recogimiento. (Duero, 2006)
Podemos
analizar el espacio en las imágenes con humanos desde la
proxemia que nos permite estudiar la relación del hombre con
su espacio desde la comunicación entre los humanos mismos y
entre los humanos y su entorno y así podemos hablar de
espacios públicos, espacios privados, espacios íntimos.
El
espacio público hablará de la prioridad que se le da al
vínculo con los otros en el mundo que les es común pero
todavía no nos expresa nada de la calidad del vínculo.
Es el espacio en el cual participo con los demás seres,
situado por el lugar en el que desarrollo mi cotidianidad, sea
trabajo, estudio, recreación, etc. El espacio privado es algo
que me distancia del otro y el espacio íntimo es una
invitación a una intimidad que puede ser compartida. El
espacio familiar es aquel que conocemos y que compartimos con
nuestros seres queridos o no tanto, en el cual puede haber o no
conflicto, según las relaciones que se puedan tramar en la
cercanía. Por lo general es un espacio en el que nos podemos
aflojar las tensiones, nos sentimos como "en casa".
La
privacidad generalmente se encuentra en espacios cerrados, por
ejemplo, un consultorio médico o terapéutico, son
espacios donde no se admite un continuo entrar y salir de ajenos. Son
necesarios en determinados tipos de trabajos, a diferencia de los
espacios íntimos que pueden darse en cualquier tipo de espacio
porque se trata de lo más íntimo de sí, ejemplo,
dos amantes que se miran en medio de una multitud, sin embargo,
tienen un espacio en común, es el espacio del amor.
El
espacio de la familiaridad es el espacio conocido, en el que me muevo
con seguridad, hasta en la oscuridad. Este espacio puede convertirse
en agobiante o en tranquilizador, tiene mucho que ver con el estado
emocional.
La
percepción de compulsión se relaciona con el tiempo de
permanencia en un determinado espacio, con la posibilidad de alejarse
o de estar obligado a permanecer, por ejemplo la prisión.
Muchas personas no pueden permanecer mucho tiempo en un mismo
espacio, algunos no soportan los espacios abiertos, otros los
cerrados, otros los vacíos, otros las alturas. Hay quienes no
soportan viajar mucho tiempo en un vehículo o viajar en avión.
La
percepción de distancia tiene que ver ya sea con una distancia
real y con una distancia de orden emocional, así podemos
sentirnos muy lejos de la persona que tenemos al lado y muy cerca de
alguien que está muy lejos físicamente. Ejemplo de esto
lo percibimos cuando viajamos en un transporte público donde
compartimos un espacio y un tiempo con un desconocido a quien
sentimos casi como un inexistente.
Binswanger
(1961) en el estudio de la espacialidad que hace de sus pacientes nos
habló de un espacio orientado y de un espacio humorado. El
primero se refiere al espacio ambiental, físico, presente, es
el espacio homogéneo de las ciencias naturales, de la física,
tiene sus límites y contenido, distancia y direcciones, es
tridimensional. Es el espacio euclidiano, fundamental para nuestra
actividad práctica y para nuestro conocimiento científico
de la realidad (Straus, 1971).
Nuestro
espacio orientado es construido a partir de la coordinación de
varios campos perceptivos y de nuestra movilidad corporal. El cuerpo
establece mi aquí, el tacto hace al espacio cercano y la vista
y el oído permiten la captación de un espacio lejano
pero que en el espacio humorado bien podría ser a la inversa.
Porque nuestra experiencia no se limita al espacio orientado, en
nuestra percepción del espacio se nos hace presente el espacio
vivido en el que aparecen las emociones. Entonces las dimensiones del
espacio cobran otra significación.
Binswanger
(1961) también habló de otros espacios, como el espacio
pragmático que es aquel donde el ser actúa, el espacio
simbólico es el que el ser se representa y le da un
significado, el espacio estético en el que distinguió
el espacio de la vivencia de lo bello y el espacio de la
representación, de lo simbólico. En el primer caso, la
vivencia se da en el presente y corresponde a una forma del espacio
humorado, el segundo comparte ambos espacios ya que por un lado
supone una construcción espacial compleja dada por las leyes
de la perspectiva como en la pintura, y más complejas aún
para la arquitectura pero al cual se suma un valor simbólico
que involucra a todo el ser. Por ejemplo lo que sentimos frente a un
templo de adoración a un dios, corresponde entonces a un
espacio humorado.
También
se refirió al espacio del ser con otros, pero no se dedicó
a estudiarlo en profundidad y entendió por espacio cultural al
hecho de escribir una carta.
El
espacio humorado es el espacio vivido con su tono afectivo. No está
determinado por dirección, distancia ni ninguna otra
dimensión, es en supremacía el espacio de la danza.
Nuevamente siguiendo a Straus (1971), el espacio de la danza es un
espacio acústico, espacio que no tiene límites. Quien
baila, se mueve y sabe que no va hacia ninguna parte, todo el espacio
es suyo, estamos dentro del espacio, formamos parte de ese espacio.
El bailar abre el espacio, crea espacio. El caminar, en cambio, tiene
principio y fin, en este caso decimos que atravesamos el espacio.
El
espacio humorado manifiesta un contenido expresivo que parte de la
vivencia. Se hace expansivo en la alegría, ahogante u
oprimente en la angustia, estrecho en la tristeza, la plenitud lo
expande, la desesperación lo encoge o lo convierte en vacío.
La oscuridad oprime, la luminosidad lo amplía.
La
percepción visual del espacio nos permite captar el color,
éste le pertenece al objeto, está allí, está
limitado y a la vez limita, nos revela un espacio sectorizado, las
tonalidades permiten apreciar el relieve, es decir la
tridimensionalidad manifiesta en profundidad. Straus lo relacionó
con el tiempo, expresando:
"Lo
que vemos se encuentra a cierta distancia delante o detrás de
nosotros. El espacio que se extiende delante de nosotros es, pues,
una metáfora de un futuro próximo; el espacio que está
detrás es una metáfora del pasado que se aleja de
nosotros". Straus
(1971).
El
espacio se halla íntimamente unido al movimiento, ya que nos
movemos en un espacio. El espacio es el anclaje para nuestro
movimiento como a éste lo es el cuerpo.
El
espacio que nos posibilita la vista es el espacio del movimiento
orientado, nos permite dirigirnos a una meta que está allí
y es medible, pero ese mismo espacio puede experienciarse de
disímiles modos y entonces ya hablamos de espacio humorado.
Son dos espacios bien diferentes pero en este caso unidos. Sé
que tengo que atravesar una cierta distancia para llegar a un lugar
desconocido, pero mi camino de ida me parece largo y cansador,
despierta cierta ansiedad, en cambio, el camino de vuelta parece
mucho más corto y me resulta aliviador; sin embargo ambos
medían lo mismo pero la vivencia es diversa. La distancia en
sí misma ha perdido importancia, el espacio se abre ilimitado
hacia lo desconocido en el primer caso y hacia lo conocido en el
segundo. Ocurre que cuando el espacio me es familiar mi percepción
del tiempo en la travesía varía en relación a si
el espacio me es desconocido.
También
la percepción del tiempo cambia cuando queremos llegar
puntualmente a un lugar o cuando debemos esperar determinado tiempo
para que algo ocurra entonces parece que el tiempo no pasa nunca pero
cuando estamos entretenidos o relajados nos parece que el tiempo
voló.
El
espacio humano es también un espacio histórico, Straus
citado por Binswanger (1973) lo demuestra con el siguiente ejemplo:
adelante y atrás pueden cambiar su significado, cuando voy de
mi casa al trabajo lo llamamos viaje de ida aunque vaya sentado de
espaldas a la dirección que llevo en el vehículo que me
transporta, lo que queda detrás de mí tiene carácter
de hacia adelante, otro tanto ocurre cuando regreso. Ida y regreso no
están determinados por la posición de mi cuerpo
respecto de la dirección que transito sino por factores
históricos, cuando regreso lo hago al lugar que habito. Ni el
espacio induce a la vivencia ni la vivencia a la configuración
del espacio, sino que ambos son dos polos de una unidad
noético-noemática.
Otra
forma de entender el espacio óptico es apreciar que para ver
necesitamos de los ojos, del aparato visual que nos sitúa en
un espacio orientado, al que llamamos espacio óptico o visual.
Pero la persona que ve, no está en el ojo, sino en lo que ve.
Está "afuera", en el lugar en el que se posa su
vista (López Ibor y López Ibor Aliño, 1974). La
visión permite un más allá de sí, nos
permite acercar la lejanía y nos ubica en un paisaje. Este
estar afuera, en el lugar de lo que vemos está referido al
espacio humorado.
Tanto
el espacio orientado como el espacio humorado o sintónico
(Binswanger, 1961) (Signorelli, 2011a) responden a ejes que se
refieren a una horizontalidad y a una verticalidad, pero con
significación diversa. Para el espacio orientado tenemos un
arriba-abajo, adelante-atrás, al lado izquierdo-al lado
derecho, y nos permite establecer una cierta distancia pero para el
espacio humorado estas dimensiones cobran otra significación:
… el
eje vertical tendría que ver con la elevación y con el
descenso… elevarse por encima de lo dado… superar las
limitaciones… alcanzar aspiraciones. El descenso se referiría
al contacto con lo concreto y natural, con el mundo de las cosas y
con el manejo práctico, lo cual significaría tomar
conciencia de la propia sexualidad, de la motricidad, de las
necesidades orgánicas, vegetativas y lúdicas… el
eje horizontal sería metáfora del discurrir. Discurrir
implica dos movimientos básicos: uno progresivo, en busca de
nuevos horizontes, y otro de retorno, en busca de la recuperación
de las experiencias vividas y de las fuentes históricas…
(Boffa & Guberman, 2011)
Binswanger
se refirió también al espacio onírico, éste
se presenta con imágenes que asimismo constituyen un paisaje.
El espacio onírico responde a las coordenadas que limitan su
paisaje, hay un eje horizontal que nos ubica cerca o lejos, un eje en
profundidad que se expresa a través de una ondulación
dada por las luces y sombras y el eje vertical referido a la
ascensión y la caída o descenso.
El
eje horizontal permite un ir y venir de lo lejano a lo cercano y
viceversa. Lo lejano como apertura y descubrimiento; lo cercano, como
lo familiar, lo conocido, lo que se tiene a la mano. A veces lo
lejano y lo cercano se aproximan demasiado y sus límites pasan
a no estar claramente marcados. Es un horizonte diluido.
El
eje de la profundidad dado por la luminosidad produce un espacio
claro o un espacio oscuro, en el espacio claro cada cosa ocupa su
lugar según su función, todo está dado,
cumplido. El espacio oscuro, es un lugar de fusión y confusión
donde se pierden los límites entre lo lejano y cercano.
El
eje vertical de la ascensión y la caída muestra un
arriba y un abajo, que también puede ser lejano o cercano, se
llega a la cima o al abismo, el ascenso produce vértigo al
mirar hacia abajo por temor a la caída.
Foucault
siguiendo a Binswanger se refiere a este eje como el de la
cima resplandeciente, donde la claridad de sombras se ha purificado
como luz absoluta o bien puede vivenciarse como una existencia que ha
perdido su hogar sobre la tierra. (Amuchástegui,
2009).
Así
podemos hablar de mundo subterráneo, etéreo, terrenal o
celestial.
El
espacio en su entrelazamiento con la luminosidad nos revela espacios
oscuros o luminosos, en penumbras o brillantes, opacos o
transparentes. Estas características las podemos vislumbrar
tanto en el espacio orientado como en el humorado. En el espacio
humorado no se refieren a características propias del espacio
sino a las connotaciones que le damos a ese paisaje, así, si
nos sentimos alegres las imágenes que asociaremos de espacio
serán de espacios luminosos, brillantes, amplios, el espacio
claro se abre con amplitud, me permite ver colores y diferencias
lumínicas. Si nos sentimos tristes, será lo contrario.
El
espacio se me aparece como telón
de fondo
(Minkowski, 1973) donde se destacan los demás objetos. Es el
espacio en el que me muevo y se mueven los otros. El espacio claro es
un espacio socializado
(Minkowski, 1973) en el que desarrollo mi actividad y donde siempre
encuentro un lugar, tiene distancia, extensión y amplitud,
pero no es medible como el orientado.
Un
espacio oscuro despierta en cada ser distintas vivencias pero lo
común posiblemente sea un repliegue sobre sí mismo.
El
espacio oscuro no se extiende delante de mí sino que me
envuelve, me penetra. El espacio claro es enemigo de la confusión,
todo resulta nítido. En el espacio oscuro existe el misterio,
todo lo que imaginamos son imágenes traídas del espacio
claro, el espacio oscuro no tiene distancia ni extensión pero
tiene una dimensión de profundidad que no tiene que ver con el
eje vertical ni horizontal, parece un espacio enorme pero que me
encoge porque no sé cómo moverme en él. En el
espacio oscuro no hay ningún saber más allá de
mí.
Elegir
el paisaje es mostrar cómo me veo en el espacio que habito. El
espacio claro va más allá incluso de lo que abarcan mis
ojos, cuando me encuentro en mi cuarto, sé que el mundo
continúa detrás de esos muros. El espacio hace a mi ser
y mi ser hace mi espacio.
Al
espacio se le asocian otras características como por ejemplo
la materialidad que se refiere a la consistencia que tienen los
objetos, ésta puede ser fluida o viscosa, húmeda o
seca, blanda o dura, áspera o suave, a su vez tienen una
tensión, puede ser resistente o flexible, pesada o liviana,
blanda o dura. Del mismo modo el espacio hace referencias a la
temperatura, podemos percibir el frío o el calor del ambiente,
la luminosidad nos permite apreciar si la imagen es clara, tenue u
oscura, desde el color visualizamos si aparecen colores brillantes u
opacos, con una gran gama de colores o en una misma tonalidad, o en
blanco y negro. A cada una de las características recién
mencionadas le podemos dar una significación.
Análisis
de las imágenes
Lo
expuesto hasta aquí nos va a permitir acercarnos a las
imágenes mostradas por los pacientes para analizarlas con esos
parámetros. Son solo pautas, caminos posibles para la
comprensión del mundo del paciente.
Los
pacientes presentaron imágenes de obras de arte, fotografías
propias o extraídas de Internet o de algún otro medio
gráfico, algunos las retocaron con fotoshop
para que expresaran más cabalmente su vivencia o presentaron
imágenes pintadas por ellos a partir de alguna imagen que
quisieron modificar.
La
imágenes aportadas fueron de varios tipos: a) imágenes
cósmicas, b) imágenes de la naturaleza, c) imágenes
urbanas, d) persona en un entorno natural (naturaleza) o creado por
el hombre (ciudad), e) rostro humano, f) imágenes con
expresiones dadas por signos, g) imágenes no reales, h)
abstractas, i) animales, j) plantas, k) objetos, l) obras de arte, m)
caricatura, ñ) imágenes de creación digital.
Estas
imágenes permiten analizar si hay o no presencia humana, si
aparecen en soledad, o en pareja o en grupo, qué otros
significativos están presentes, el cuerpo como corporalidad
expresiva, el posicionamiento del protagonista: activo-pasivo, la
disposición corporal: actividad-quietud, si utiliza el color o
el blanco y negro, elementos que hacen a la atmósfera del
espacio, cómo es el espacio y el ambiente elegido: urbano,
rural, natural, hecho por el hombre; la organización espacial:
arriba-abajo, centrado-descentrado, sobre un margen u otro, la
profundidad dada por la perspectiva, desde qué ángulo
es visto, etc.
En
cada imagen puede analizarse un "tema" que lo brinda
tanto la primera como la segunda imagen solicitada, algunos mantienen
el mismo tema, otros lo cambian totalmente, podríamos pensar
que este último caso se debe a la visión modificada que
tienen de su situación actual en referencia a la vez que
consultaron por primera vez. Sin embargo, en los que no modificaron
el tema, igualmente se observan cambios muy notorios. Por tema
entiendo al tipo de imagen elegida, paisaje cósmico, paisaje
donde aparece agua, rostro, objetos, etc. Dentro del tema, a su vez
podemos analizar la estructura del paisaje en la cual inscriben la
imagen central.
Para
realizar un análisis de la composición, tomando todo lo
que hasta el momento expuse, podemos ordenarlo y ⋠sintetizarlo
del siguiente modo: 1) figura central a la cual llamamos protagonista
y en ella podemos analizar la agencia (cómo se dispone a
actuar) y la acción misma; 2) telón de fondo es el
contexto que rodea al protagonista, espacio orientado; 3) atmósfera
referido al espacio humorado; 4) caracterización de otros
significativos como protagonistas secundarios; 5) espacio con o sin
humanos; 6) materialidad; 7) color; 8) tema; 9) afectividad a través
de los puntos 3, 6 y 7; 10) acercamiento a un diagnóstico1
inicial y actual; 11) acercamiento a un posible pronóstico2
Conclusión
Esta
"técnica", resultó ser una apelación
al otro dirigida a un encuentro de comunicación en otro
lenguaje que no fuera únicamente el verbal.
La
búsqueda de las imágenes da lugar a utilizar un
lenguaje visual con contenido simbólico y altamente
significativo desde el punto de vista emocional para el paciente.
Este lenguaje, me pareció una forma enriquecida de intento
comunicativo, ya que admite descubrir nuevas posibilidades expresivas
que no están basadas únicamente en la palabra y en el
entendimiento racional. Plasmar un sentimiento a través de una
imagen permitió posteriormente un acercamiento hermenéutico
al intentar hacer una lectura interpretativa a la elección de
las imágenes.
Cada
paciente asumió con responsabilidad, libertad y compromiso, la
búsqueda de sus imágenes tomadas del mundo conocido, de
lo que estaba a su alcance con una nueva significación, para
brindarlo a otro, en este caso a mí por ser su terapeuta.
Esta
nueva alternativa brindada en la relación terapéutica
resultó muy valiosa a la hora de evaluar con los pacientes qué
significaban esas imágenes en el marco de su existencia
llevando comprensión a la historia vivida, les dio una
perspectiva de su búsqueda futura, como para arribar a otras
realidades posibles, dándole un nuevo sentido a la existencia.
Resultó
ser un modo novedoso de verse a sí mismo construyendo su
mundo, abriendo nuevos horizontes a sus acciones, comprendiendo y
comprometiéndose a que de ahora en más, puede darle
otro final al cual venía sometiéndose con repetición
tras repetición de un mismo discurso. Al analizar sus imágenes
pudieron verse a sí mismos cómo construían su
mundo y la significación que le otorgaban a esa experiencia de
vida, lo cual significó un nuevo incentivo para el cambio. Les
permitió apreciar una perspectiva temporal de su existencia,
había un antes y un después y entre ambos un tiempo
vivencial transcurrido con significaciones para sus vidas.
Resumen
del análisis de las imágenes presentadas por un
paciente a modo de ejemplo
1°
imagen: Paisaje de plaza urbana (fotografía propia)
transcurridos dos meses de iniciado el tratamiento {ver figura 1}
Expresión
del paciente sobre su elección: Armonía
en un espacio urbano, no es común ver un espacio urbano vacío,
es lo ambiguo que tiene, habla de mi soledad.
2°
imagen: paseo por Cataratas del Iguazú (fotografía
propia) al año del proceso terapéutico {ver figura 2}
Expresión
del paciente: para
mí significa romper un prejuicio que yo tenía de no
poder disfrutar en un lugar así. Es estético. Elegí
la lancha no por la gente que implica sino para dar cuenta de la
dimensión. Abrazarte a eso no tiene retorno, sería un
dulce suicidio sin quererlo. Es una dimensión que supera la
razón y exalta, paradojalmente, la vida.
Análisis
de la primera imagen:
Soledad
en medio de la urbe, colores tenues, apagados, presencia humana por
ausencia, espacio público en atmósfera de soledad.
Predomina el verde que puede significar calma, es un espacio abierto
dentro de una ciudad que aparece como telón de fondo. Los
humanos solo se insinúan por ser un contexto urbano, es algo
construido por el hombre pero sin presencia del mismo. Predomina el
reino vegetal que le da frescura al cemento de las construcciones de
materialidad dura.
Análisis
de la segunda imagen:
Paisaje
claro, se percibe la amplitud. Hay dureza dada por la roca pero la
vegetación intenta cubrirla y le quita pesadez. La frescura
del agua en pleno dinamismo de fluidez contrasta con los elementos
rígidos, dando a la totalidad una atmósfera vital.
Aparece la presencia humana dentro de una lancha que apenas se
percibe en la inmensidad, dando una sensación de fragilidad
pero al mismo tiempo de estar "metido en" comprometido
con su entorno.
Diferencias
entre ambas imágenes:
Si
bien podemos considerar que el tema paisaje amplio, abierto y claro,
se mantiene en ambos, cambió, de algo construido por el hombre
a algo en lo cual el hombre se sumerge, se entrega, forma parte, se
integra, se compromete, no lo hace de forma rígida sino
dinámica (agua que fluye). Hasta el color del cielo es más
intenso en la segunda elección que en la primera. Por su
expresión verbal pasa de la soledad al disfrute. Aspectos que
coinciden con la evolución y vivencias expresadas por el
paciente al año del tratamiento.
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