Desde hace varias décadas se reconoce que los jóvenes
presentan un patrón de consumo de alcohol (APA, 2013), el
consumo excesivo episódico (CEEA), que aumenta
considerablemente el riesgo de sufrir lesiones (producto de
siniestros viales, peleas, caídas, etc) o verse involucrados
en problemas de diversa índole (interpersonales, legales,
etc.) asociados al consumo de alcohol (Caamaño-Isorna et al.,
2017; Rossow et al., 2013). Según datos obtenidos por la
Organización Mundial de la Salud [OMS] (2018), en 2016 un 22%
de los jóvenes argentinos de entre 15 y 19 años
tuvieron al menos un episodio de CEEA en el último mes, con
considerables diferencias por género (35,8% en varones, 7,7%
en mujeres). Dicha cifra asciende cuando solamente se considera a
aquellos jóvenes argentinos de entre 15 y 19 años que
toman alcohol, encontrando una prevalencia de 40,4% de consumo
excesivo episódico en el último mes (52,5% en varones y
19,1% en mujeres). Por otra parte, según datos recientemente
publicados por el Observatorio Argentino de Drogas (OAD) (2021) y
recabados en una muestra de universitarios, en Argentina la edad
promedio de inicio de consumo de alcohol de este grupo fue de 16
años, y la prevalencia de consumo fue de casi el 90% en el
último año y 75% en el último mes. Por su parte,
casi un 30% de los universitarios que consumieron alcohol en el
último año presentaron un consumo de riesgo.
En general, de todas las personas que poseen un problema asociado al
consumo de alcohol, sólo un pequeño porcentaje busca
tratamiento (Alonso et al., 2004; Cohen et al., 2007; Rehm et al.,
2014). Sin embargo, esto no significa que quienes no lo buscan
carguen con sus problemas asociados al consumo durante toda su vida.
Algunas de estas personas logran lo que se considera una recuperación
auto-guiada (Tucker, Chandler, & Witkiewitz, 2020); es decir que
estas personas tuvieron un período de sus vidas en el cual
cumplían con los criterios para ser diagnosticadas con un
Trastorno por Uso de Alcohol (TUA), pero actualmente han logrado
alcanzar un patrón de consumo de menor riesgo para la salud
sin haber realizado tratamiento especializado. Se trata de una
remisión auto-guiada ya que es la propia persona, sin ayuda
externa, quien emprende el proceso de cambiar su patrón de
consumo. Se han propuesto diversas explicaciones para explicar el
fenómeno de la remisión auto-guiada. Entre ellas, un
proceso relevante para determinar la remisión es el de
"madurar" a partir de cambios vitales significativos
(Dawson et al., 2006; Lee & Sher, 2018). Algunas de las
investigaciones que se revisarán en el presente escrito
abordan la prevalencia y los motivos por los cuales jóvenes
argentinos llevan a cabo una remisión auto-guiada de su
consumo de alcohol.
Sin embargo y debido a las dificultades que puede tener una persona
para reducir o abandonar el consumo de alcohol, existen
intervenciones específicas que han probado ser eficaces para
la reducción del mismo y de los problemas asociados en
jóvenes. La Intervención Breve (IB) es una técnica
que permite detectar mediante algún método de screening
el nivel de consumo de las personas y, en caso de identificar un
consumo riesgoso, motivarlos a modificar el mismo. La ventaja de la
IB es su corta duración y fácil administración
por cualquier personal de salud entrenado para tal fin (Babor &
Higgins-Biddle, 2001). Numerosos estudios han demostrado la eficacia
de las IB para reducir el consumo de alcohol en adolescentes y
jóvenes, aunque muy pocos de estos estudios han sido
desarrollados en países de latinoamérica, y son escasos
los ensayos clínicos aleatorizados que se han llevado a cabo
en dicho contexto (Gimenez et al., en prensa). En el presente
artículo se abordarán algunos de los estudios llevados
a cabo en Argentina acerca del diagnóstico del consumo
problemático, los predictores del consumo, la remisión
auto-guiada, y distintas intervenciones que buscan la reducción
del consumo de alcohol y los problemas asociados.
Diagnóstico
Instrumentos de
tamizaje
El primer paso para realizar cualquier intervención o conocer
el estado del problema del consumo de alcohol en los jóvenes
es la evaluación. Un estudio reciente comparó en una
población de jóvenes universitarios argentinos las
propiedades psicométricas de los instrumentos de tamizaje más
comúnmente utilizados a nivel mundial (Conde et al., 2018).
Estos son: el Alcohol Use Disorder Identification Test (AUDIT), una
versión abreviada de éste denominada AUDIT-C, El TWEAK
(Tolerance, Worried, Eye-Opener, Amnesia, Kut-down), el RAPS-QF
(Rapid Alcohol Problems Screen - Quantity Frequency) y el CAGE
(Cut-down, Annoyed, Guilty, Eye-Opener). Los instrumentos que mejores
índices de sensibilidad/especificidad indicaron fueron el
AUDIT y el RAPS-QF. El AUDIT es un instrumento creado por la OMS
(Saunders et al., 1993), sencillo de administrar en pocos minutos,
que incluye 10 preguntas sobre el consumo de alcohol en los últimos
12 meses. Las primeras 3 evalúan cantidad de unidades estándar
consumidas por ocasión, frecuencia de consumo y frecuencia de
CEEA. Las siguientes preguntas miden la frecuencia con la que las
personas experimentan problemas por uso de alcohol. En jóvenes
argentinos se encontró que el puntaje más adecuado para
establecer consumo de riesgo es de 7, un punto más abajo del
corte usualmente utilizado en población general (Babor et al.,
2001). Para determinar un posible TUA, el puntaje adecuado sería
de 15 puntos.
Por su parte el RAPS-QF (Cherpitel, 2002) es un instrumento que
originalmente se construyó para ser usado en salas de
emergencia, por lo cual es muy breve y sencillo de administrar y
evaluar. Está compuesto por cinco ítems que se
responden en forma positiva o negativa. Las respuestas positivas
suman 1 punto. El punto de corte para un consumo de riesgo en la
población evaluada es 2, es decir, al menos 2 preguntas
respondidas de manera positiva.
En esta línea también se ha evaluado la modalidad de
administración (Conde & Cremonte, 2015). Entre las tres
modalidades comparadas (online, lápiz y papel, y entrevista
cara a cara) no se hallaron diferencias con respecto a la precisión
de los datos. Sin embargo, se encontró una ventaja en la tasa
de respuesta cuando se autoadministrada en lápiz y papel o
mediante una entrevista cara a cara respecto de la versión
online, ya que una gran cantidad de estudiantes no contestaron el
cuestionario que fue enviado a sus correos electrónicos por
distintos motivos.
Por otra parte, un
estudio reciente evaluó la validez de mediciones
retrospectivas del consumo de alcohol en jóvenes argentinos
comparándolas con el registro de un diario de consumo durante
60 días. En este estudio se encontraron correlaciones
moderadas o altas entre la mayoría de los indicadores
asociados al consumo evaluados (cantidad y frecuencia, episodios de
CEEA, entre otros) (Pilatti et al., 2021).
Transición
del colegio a la universidad y predictores del consumo
A nivel local, se han realizado algunos estudios que abordaron los
factores que predicen el consumo de riesgo en jóvenes, así
como los problemas asociados al consumo de alcohol en este período
vital. Un estudio local encontró relaciones entre diversos
aspectos de la autopercepción de los adolescentes y su consumo
de alcohol (Calero, Schmidt & Bugallo, 2016). Algunos de los
aspectos de la autopercepción asociados al aumento o la
disminución del consumo fueron: la aceptación de los
pares, el atractivo amoroso, la percepción del propio
comportamiento como bueno y el autoconcepto académico.
Otro estudio con población local abordó los predictores
del CEEA en estudiantes de colegios secundarios utilizando como
modelo los componentes de la Teoría del Comportamiento
Planeado (Ajzen, 1991), y encontró que el principal predictor
de la intención de CEEA (es decir, la propensión o
predisposición de los estudiantes hacia realizar este
comportamiento) fue la actitud (es decir, la evaluación
positiva o negativa que se tuviera hacia la realización de
este comportamiento) (Peltzer et al., 2013). Este estudio encontró
una diferencia interesante entre géneros, ya que en el caso de
las mujeres también la norma social (es decir, la opinión
de los otros significativos acerca del CEEA, y la importancia que las
personas le dan a esa opinión) resultó un predictor
significativo de la intención de CEEA. Esto no fue así
para los estudiantes secundarios varones.
En esta misma línea, otro estudio con población local
buscó aplicar el modelo de la TCP para la predicción
del CEEA, pero esta vez en jóvenes universitarios (Peltzer et
al., 2017). En este estudio nuevamente se encontró que la
actitud fue el principal predictor de la intención de CEEA, y
también se encontraron diferencias por género:
únicamente en mujeres, la intención de CEEA fue
predicha por la norma social y por el control conductual percibido
(es decir, la medida en la cuál se cree poseer los recursos
para llevar a cabo el comportamiento, y la posibilidad efectiva de
llevarlo a cabo). Por otra parte, este estudio también abordó
la capacidad del modelo para predecir el comportamiento de CEEA (no
sólo la intención de realizarlo) y se encontró
que en varones el único predictor del CEEA fue la intención,
mientras que en mujeres también se encontró que tanto
la intención como el control conductual percibido influyeron
directamente en la conducta.
En relación a los problemas asociados al consumo de alcohol en
jóvenes, resulta interesante analizar los cambios en los
mismos debido al paso de la educación secundaria a la
universidad. Un estudio reciente que abordó esta temática
en estudiantes de ambos niveles encontró que la probabilidad
de reportar problemas asociados al consumo de alcohol fue mayor en
universitarios que en estudiantes secundarios en todas las áreas
indagadas (Conde, Brandariz & Cremonte, 2016). Esta probabilidad
fue 4 veces mayor para problemas como la amnesia anterógrada
producida por la ingesta de alcohol y las lesiones propias o de
terceros en situaciones de consumo. Sin embargo, esto no implica que
en el nivel secundario no existan problemas asociados al consumo de
alcohol: un 23% de los estudiantes secundarios experimentaron
episodios de amnesia anterógrada, un 16% reportaron
sentimientos de culpa o remordimiento y descuido de actividades
debido al consumo, y un 10% reportó momentos de pérdida
de control en situaciones de consumo, entre otros problemas
manifestados.
Remisión
auto-guiada
En nuestro país,
diversos estudios han abordado la remisión auto-guiada en
jóvenes; especialmente en estudiantes universitarios. En uno
de estos estudios (Conde, Lichtenberger et al., 2016) se encontró
que los universitarios con un TUA actual tendían a tomar
cantidades de alcohol levemente más altas y con la misma
frecuencia que quienes habían cumplido alguna vez en sus vidas
los criterios para diagnosticar un TUA y luego habían
realizado una remisión auto-guiada. Además, se encontró
que existían diferencias respecto al nivel de severidad del
TUA desarrollado por quienes habían logrado la remisión
auto-guiada y quienes aún lo mantenían actualmente (más
leve para el primer grupo). Por otra parte, este estudio muestra un
indicador que no puede pasar desapercibido a la hora de pensar el
concepto de remisión espontánea: casi 6 de cada 10
universitarios en este grupo aún presentaban algún
criterio diagnóstico, reflejando que si bien no llegaban al
mínimo para alcanzar un diagnóstico de TUA, todavía
experimentaban algún tipo de problema o experiencia negativa
asociada a la bebida.
Otro estudio
llevado a cabo con estudiantes universitarios comparando a quienes
presentaban un TUA actual con quienes habían logrado una
remisión auto-guiada, encontró que estos últimos
tuvieron una probabilidad menor de sufrir lesiones asociadas al
consumo de alcohol en el último año que quienes
integraron el primer grupo (Conde, Lichtenberger, et al., 2017).
Además, el grupo de remisión auto-guiada se diferenció
del grupo con un TUA actual por una menor prevalencia de episodios de
amnesia anterógrada y un menor consumo de otras sustancias
psicoactivas. Por otra parte, se encontró que en el caso de
las mujeres, estar casadas o unidas de hecho representó una
menor probabilidad de mantener un TUA en la actualidad, indicando la
existencia de diferencias por género en jóvenes en
relación a la remisión auto-guiada.
Otra línea de investigación en torno a la remisión
espontánea es aquella que se pregunta acerca de los motivos
por los cuales las personas deciden cambiar su consumo de alcohol. En
otro estudio realizado con 100 universitarios (Conde, Peltzer, et
al., 2017), los principales motivos referidos estuvieron asociados a:
disgusto o indiferencia hacia la bebida, cambios vitales, reducción
de ocasiones sociales en donde se consumía, motivos médicos
(por ejemplo, tomar alguna medicación con la cual está
contraindicada la ingesta de alcohol), realizar prácticas
deportivas que resultan contradictorias con el consumo, temer la
aparición de consecuencias negativas para la salud asociadas
al consumo, motivos económicos (e.g., el precio de la bebida),
no querer experimentar las consecuencias desagradables del consumo
(e.g. resaca), tener responsabilidades que se ven entorpecidas por la
ingesta de alcohol, que el consumo de alcohol afectara alguna
relación interpersonal, haber reflexionado acerca de los
cambios que produce el alcohol en sí mismo y/o los demás,
contradicción entre el consumo y alguna práctica
religiosa y/o espiritual, búsqueda de evitar el aumento de
peso asociado al alcohol, haber sentido alteraciones mentales
producto del consumo, tener algún familiar con un TUA, o haber
sido multado y/o sancionado por su consumo al conducir un vehículo.
Otro aspecto interesante que se halló en este estudio fue que
en el caso de quienes habían tenido un TUA de tipo moderado o
grave, los principales motivos reportados fueron los problemas de
salud, las consecuencias interpersonales, y los cambios vitales.
Medidas
eficaces para disminuir el consumo y sus daños
Disponibilidad
del alcohol
La restricción de la accesibilidad al alcohol, por ejemplo
reduciendo el horario y los puntos de venta, es una de las medidas
recomendadas por la OMS para disminuir el consumo (OMS, 2019). En
nuestro país, un estudio realizado en jóvenes (Conde,
Nesoff et al., 2020) encontró que la probabilidad de sufrir
una lesión asociada al alcohol aumenta en zonas donde hay
mayor densidad de puntos de venta para consumo dentro del
establecimiento (por ejemplo, restaurantes y bares). Contrario a lo
hallado en países de altos ingresos, no se encontró la
misma relación entre lesiones por consumo y la densidad de
puntos de venta fuera del establecimiento. Entre otros motivos, esto
puede estar relacionado con el horario de venta del alcohol en
supermercados y almacenes, el cual se encuentra restringido en la
ciudad donde se realizó el estudio.
Otro estudio realizado en universitarios argentinos demostró
que tanto la densidad de puntos de venta en el área de
residencia como la disponibilidad percibida (es decir, la cantidad de
puntos de venta que la persona cree que hay en el área de
residencia) se asociaron de forma significativa a variables tales
como la cantidad y la frecuencia de consumo de alcohol, la compra en
dichos puntos de venta, los problemas asociados al consumo, y la
cantidad de dinero gastada en alcohol, con diferencias por género
(Rivarola Montejano et al., 2019).
Limitación
de la publicidad, promoción y patrocinio del alcohol
Otra medida recomendada es restringir la exposición de los
jóvenes a publicidades relacionadas con el alcohol. Bardach et
al. (2019) estudiaron las normativas de nuestro país sobre la
publicidad, promoción y patrocinio, y concluyeron que estas
medidas son débiles. Los niños y jóvenes se
encuentran expuestos a publicidades de alcohol siendo las únicas
restricciones el contenido de las mismas en horario de protección
al menor y la prohibición de su emisión durante
programas infantiles.
En este sentido, otra cuestión que se ha estudiado son las
campañas de responsabilidad social empresarial. La
investigación ha demostrado que estas campañas tienen
el objetivo oculto de promocionar las marcas (Babor et al., 2018). En
un estudio reciente (Bachmann & Peltzer, 2019) se les mostró
a jóvenes videos de estas campañas y se les preguntó
sus percepciones en relación a su contenido. Ellos
interpretaron que estas campañas mostraban a otros jóvenes
en situaciones festivas consumiendo alcohol, y consideraron que los
videos recomendaban el consumo responsable y promocionaban la bebida.
Tamizaje e
Intervención Breve
La IB consiste en una evaluación del consumo de alcohol
utilizando algún método de tamizaje validado, una
entrevista de corta duración, donde mediante diferentes
estrategias se intenta que la persona cambie su consumo de alcohol, y
un monitoreo de los cambios. Los componentes que se utilizan en estas
entrevistas suelen variar dependiendo el modelo de IB que se utilice.
Sin embargo, la IB más común y que ha demostrado
mejores resultados es aquella que incorpora elementos de la
entrevista motivacional (Tanner-Smith & Lipsey, 2015; Miller &
Rollnick, 2012). El resultado del tamizaje indica los pasos a seguir.
En el caso de personas con consumo de riesgo, se motiva a alcanzar un
consumo de menor riesgo o abstinencia. En cambio, si la persona
presenta indicadores de TUA, el objetivo será derivar a
tratamiento especializado (Babor & Higgins-Biddle, 2001).
Si bien la IB es ampliamente recomendada, son pocos los estudios que
se han realizado en latinoamérica evaluando su eficacia
(Gimenez et al, en prensa). En Argentina se realizaron algunos
estudios que muestran su eficacia en adolescentes y jóvenes.
Un ensayo clínico aleatorizado en adolescentes estudiantes de
escuelas públicas que tenían alrededor de 15 años
(Conde et al., 2018), mostró que quienes recibieron la IB
redujeron luego de tres meses la cantidad de unidades estándar
de alcohol consumidas por ocasión y el CEEA significativamente
más que quienes no la recibieron.
Además de evaluar la eficacia de las IB, es importante evaluar
aquellos ingredientes que son necesarios para su eficacia y los
factores que moderan sus resultados. Por ejemplo, en un estudio
realizado con jóvenes universitarios (Gimenez et al., 2021) se
encontró que los resultados de las intervenciones eran
diferentes según la severidad de los problemas por uso de
alcohol. Entre aquellos que presentaban mayor severidad, no se
encontraron diferencias entre dos tipos de IB: una que incluía
un componente de retroalimentación normativa (corregir la
sobreestimación del consumo de sus pares universitarios y la
subestimación del propio consumo otorgando datos reales) y
otra que no lo incluía. En cambio, entre aquellos que
presentaban menor severidad, la IB que no incluía este
componente resultaba más eficaz para reducir la frecuencia de
CEEA.
Recomendaciones
para profesionales
En base a las investigaciones comentadas, recomendamos a los
profesionales de la salud:
Aprovechar cada
oportunidad de encuentro con adolescentes y jóvenes para
consultar sobre su consumo de alcohol. Cuanto antes se detecte un
consumo problemático, se estará más a tiempo de
evitar una trayectoria hacia un TUA. También es importante
apoyar la abstinencia en los menores y promover el retraso de la
edad de inicio del consumo.
Utilizar
instrumentos validados para evaluar el consumo de alcohol. En
nuestro país recomendamos el uso del AUDIT y el RAPS-QF.
Cuando se
detecta un posible problema relacionado al consumo de alcohol,
invitar al paciente a realizar una IB. La misma toma unos pocos
minutos y puede tener gran beneficio para el paciente y, a largo
plazo, para el sistema de salud.
Estar al tanto
de los componentes que son efectivos a la hora de realizar una IB y
cuáles no lo son. Si bien hay poca investigación en
nuestro país al respecto, a nivel mundial la evidencia es más
vasta. Uno de los aspectos a tener en cuenta es seguir los
lineamientos de la entrevista motivacional.
Cuando se
detecta un posible TUA, una IB puede no ser suficiente, por lo que
se recomienda derivar a tratamiento especializado.
Conclusiones
En Argentina el consumo per cápita se encuentra entre los más
altos de la región y el aumento del CEEA entre la población
más joven es preocupante (OMS, 2018). Una gran cantidad de
adolescentes y jóvenes presentan criterios para diagnosticar
un TUA. Si bien muchos de ellos presentan una remisión
auto-guiada de esos síntomas, los problemas que les ocurren
durante ese periodo pueden resultar irreversibles (i.e. lesiones
graves propias o de terceros, muerte, etc.) Además, muchos de
ellos avanzan hacia niveles de mayor gravedad, más difíciles
de recuperar y que requieren más recursos, lo que se traduce
en un costo para los sistemas de salud.
El alcohol es parte de la cultura de nuestro país, existiendo
una gran aceptabilidad y naturalización del mismo, y la
industria del alcohol es en parte responsable de esta realidad. La
iniciativa SAFER de la OMS indica las medidas recomendadas para
reducir el consumo de alcohol y sus daños (OMS, 2019). Sin
embargo, rara vez se implementan como políticas públicas.
Al mismo tiempo, los estudios al respecto en población
adolescente y joven son escasos en nuestro país. Por ello,
continuar estudiando el alcance de estas intervenciones y cómo
implementarlas es un desafío importante.
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