Las
situaciones de evaluación
Las
situaciones de evaluación forman parte del trayecto que
realizamos desde la infancia por las instituciones educativas, y si
bien pueden variar en sus formatos, contienen tres elementos comunes
y particularmente relevantes para la subjetividad (Gil-Flores,
2012).
El
primero, es que la evaluación implica la ejecución de
una tarea específica que presupone la presencia de ciertas
habilidades, que no pueden evaluarse de forma directa, pero se pueden
inferir de manera aproximada a partir del desempeño en la
tarea. Por eso, la evaluación ofrece la oportunidad de
contrastar con evidencias, las creencias sobre las propias
habilidades o competencias y, en consecuencia, pueden afectar el
autoconcepto y la autoeficacia (Pekrun & Perry, 2014).
El
segundo elemento, es la presencia de un estándar que establece
lo considerado como un desempeño adecuado y en base al cual se
va a valorar la ejecución. Este puede resultar más o
menos explícito, y expresar las expectativas, exigencias o
ideales que sobre el desempeño en la tarea, pueden tener los
diferentes participantes de la relación evaluativa
(Gil-Flores, 2012). Esto genera la posibilidad de cumplir las
expectativas (propias o ajenas) y, en consecuencia, experimentar
satisfacción, orgullo, alegría o alivio, o por el
contrario, sentir frustración, miedo o tristeza, al no
lograrlo (Pekrun & Perry, 2014).
El
tercer componente es la presencia de otras personas, cuya misión
será observar y valorar la ejecución, en base a la
comparación con los estándares de desempeño y
suministrar retroalimentación a la persona evaluada. Esto
define el carácter social de la situación evaluativa,
como una relación entre actores con roles complementarios y
asimétricos (Ringeisen & Buchwald, 2010).
La
presencia de estos elementos permite entender por qué las
evaluaciones pueden movilizar una amplia gama de emociones asociadas
con el desempeño en la tarea, algunas de valencia positiva
como la satisfacción, el orgullo, la alegría o el
alivio y otras de valencia negativa como la vergüenza, el
enojo, la ansiedad o la culpa (Pekrun & Perry, 2014; Ringeisen &
Buchwald, 2010). Las emociones forman parte de la experiencias de
aprendizaje y evaluación, brindan información valiosa
sobre su desarrollo y motivan comportamientos de aproximación
y evitación a la tarea (Goetz, et al, 2010). La regulación
emocional consiste en un conjunto de procesos cognitivos y
conductuales conducentes a modular la intensidad y duración de
las respuestas emocionales que pueden activarse durante el tránsito
por las situaciones evaluativas, permitiendo mantener el bienestar
subjetivo y la conducta orientada al logro de metas (Gross, 2007;
Medrano et al, 2013).
Las
evaluaciones como eventos estresantes
Por
otro lado, las evaluaciones académicas o exámenes se
pueden conceptualizar como transacciones estresantes (Zeidner, 2007).
La mediación cognitiva es fundamental para comprender la
activación de las emociones, a partir de la doble valoración
que se realice de a) la naturaleza del desafío y 2) de los
recursos subjetivos y contextuales disponibles para hacerle frente
(Lazarus & Folkman, 1984, citado en Piemontesi y Heredia, 2009).
El estrés es el proceso de autorregulación que se
activa ante la percepción de un desequilibrio entre desafío
y recursos, y moviliza los procesos de afrontamiento, orientados a
reducir dicho desequilibrio, a través del incremento de los
recursos subjetivos para lidiar con el estresor y mitigar el malestar
subjetivo asociado con el mismo. Los exámenes contienen todos
estos elementos y por eso constituyen situaciones donde los procesos
de estrés y afrontamiento pueden estudiarse en profundidad
(Piemoentesi y Heredia, 2009).
Además,
un examen es un evento que se desarrolla en cuatro fases,
denominadas: de preparación, confrontación, espera y
resultados (Zeidner, 2007). La incertidumbre acerca de la naturaleza
de la tarea es generalmente elevada en la fase de preparación
(ya que la idea sobre lo que la misma contendrá es parcial) y
disminuye luego durante la confrontación (etapa en la que se
resuelven las tareas). La espera nuevamente supone incertidumbre
sobre resultado, y si bien se puede hacer una hipótesis a
partir de la autoevaluación del desempeño, se deberá
esperar a conocer la valoración realizada por quien tiene la
misión de evaluar. La etapa de resultados aporta la
información que reduce la incertidumbre y da comienzo a otro
ciclo, enfrentado un desafío nuevo o volviendo sobre el actual
si no se logró el resultado buscado (Zeidner & Matews,
2005).
Para
la mayoría de las personas, las evaluaciones representan
situaciones estresantes capaces de activar emociones diversas, que
requieren tolerancia de la incertidumbre y demandan esfuerzo para
obtener los resultados esperados. Cuando se cuenta con un repertorio
adecuado de estrategias para aprender y rendir exámenes
(Zimmerman, 2015), suficiente flexibilidad psicológica (Hayes
et al, 2014; Pires et al, 2020) y se dispone de habilidades para
afrontar el estrés y regular las emociones (Medrano, et al
2013; Piemontesi et al, 2012; Zeidner y Mattews, 2005) el tránsito
por los procesos de evaluación no presenta, por lo general,
mayores dificultades. Sin embargo, un porcentaje considerable de
estudiantes (entre el 10 y 20 %) experimentan elevado malestar
emocional o afecto negativo, durante las diversas fases de las
situaciones de evaluación, y no logra completar
satisfactoriamente su preparación, desistiendo entonces, de
presentarse a rendir o haciéndolo en forma deficiente, lo que
va a incrementar sentimientos de incompetencia y retroalimentar su
malestar emocional (Furlan, 2013 ; Furlan, et al, 2019).
Ansiedad
frente a los exámenes
La
ansiedad es una respuesta emocional que se activa ante situaciones de
incertidumbre y potencial amenaza. Tiene carácter
anticipatorio y activa los sistemas cognitivo-atencionales para
detectar señales de peligro, movilizando al organismo para
auto-preservarse, manteniéndose lejos (o alejándose)
del estímulo valorado como amenazador. En los exámenes
lo que se valora como amenaza fundamentalmente es la posibilidad de
fracasar en la ejecución de la tarea y exhibir incompetencia
ante los demás. La ansiedad frente a los exámenes (en
adelante AE) se ha definido como el conjunto de respuestas
fenomenológicas, cognitivas y conductuales que acompañan
la preocupación por cometer errores y fracasar en la situación
de evaluación (Zeidner y Matews, 2005). El fracaso en una
evaluación puede tener consecuencias objetivas, como la
pérdida de un beneficio esperado y subjetivas, como la
afectación del autoconcepto académico o las creencias
de autoeficacia (Gutiérrez - Calvo, 1996; Putwain, 2008).
Niveles
elevados de AE se asocian con disminución del rendimiento
académico (Cassady & Johnson, 2002; Zeidner, 2007), demora
en el avance en la carrera (Furlan, 2013), dificultades en diferentes
etapas del procesamiento de información (Naveh-Benjamin,
1991), en la comprensión de textos (Cassady, 2004),
procrastinación y sintomatología mental (Furlan et al,
2014; Putwain el at, 2021), inflexibilidad psicológica (Pires
et al, 2020); y menor bienestar subjetivo (Putwain & Sismes,
2012), entre otros correlatos.
Si
bien la AE constituye una respuesta emocional esperable ó
adaptativa en situaciones de estrés evaluativo, en algunos
casos puede convertirse en un problema que requiere tratamiento
psicoterapéutico. Algunos criterios para determinar la
relevancia clínica de la AE, suelen ser además de su
elevada intensidad, la afectación significativa del desempeño
académico y del bienestar subjetivo (Putwain, 2008) y la
presencia de conductas frecuentes de evitación que se expresan
como postergación de la confrontación o déficits
en la ejecución (Furlan, 2013b) o inhibición de la
expresión oral (Furlan y Sánchez-Rosas, 2018). Quienes
desarrollan un cuadro de AE recurrente tienen mayor riesgo de
replantearse la continuidad de sus carreras y abandonar los estudios,
disminución de la autoestima, aparición de sentimientos
de desesperanza, pérdida del grupo de referencia y
ocultamiento del problema a su entorno familiar, por los sentimientos
de vergüenza y culpa que conlleva.
Factores
involucrados en la respuesta de AE
En
modelo de procesamiento ejecutivo auto referencial (S-REF; Zeidner y
Mattews, 2005), explica el funcionamiento de la AE, considerando la
influencia de tres sistemas: procesos de regulación ejecutiva,
auto-creencias y patrones desadaptativos de interacción con
las situaciones estresantes (Symes & Putwain, 2020).
En
este modelo, el procesamiento ejecutivo (Putwain, 2019) se
desencadena a partir de la percepción de una amenaza
situacional externa (un examen próximo) o estímulos
internos (pensamientos de fracaso). Los aumentos en el estado de
ansiedad y angustia ocurren inmediatamente, al realizar una
autoevaluación negativa de competencia personal, y se activa
la motivación de evitación y algunas estrategias de
afrontamiento contraproducentes (autoculparse) y creencias
metacognitivas (por ejemplo, que es importante monitorear la
preocupación). La angustia a largo plazo es mantenida por
estilos disfuncionales de interacción entre la persona y las
situaciones (por ejemplo, evitar situaciones en las que las
habilidades y los conocimientos relevantes para la tarea se podrían
practicar y evaluar).
La
mayoría de las formas en que se presenta a nivel clínico
la AE, pueden conceptualizarse a partir del modelo S-REF (Zeidner
y Mattews, 2005),
ya que resulta suficientemente amplio y comprensivo. Sin embargo, la
diversidad sintomática y de procesos implicados en el origen y
mantenimiento de la elevada AE requiere de conceptos adicionales que
permitan una descripción más precisa y a la vez,
orienten el abordaje psicoterapéutico.
Subtipos
de estudiantes con elevada AE
La
mayoría de las personas con elevada AE van presentan algunos
indicadores comunes de tipo cognitivo (preocupación por el
desempeño y el fracaso, interferencia en los procesos
cognitivo - atencionales y de recuperación de la información
almacenada en la memoria de largo plazo, sesgos atencionales hacia
las amenazas) o afectivo - emocional (activación, tensión,
inquietud, sensación de temor, angustia), pudiendo variar su
intensidad y el predominio relativo de unos u otros síntomas
(Escolar y Serrano, 2014)
Sin
embargo, la población de estudiantes con elevada AE presenta
una heterogeneidad considerable y que se asocia a la presencia de
algunos rasgos de la personalidad, modalidades funcionales y de
autorregulación del aprendizaje, perfiles motivacionales y su
repertorio de habilidades para estudiar y rendir exámenes.
Zeidner (1998) distinguió varios subtipos (no excluyentes) de
estudiantes con elevada AE, cuatro de los cuales se caracterizan a
continuación, para considerar luego las respectivas variantes
en su tratamiento.
Perfeccionistas
no adaptativos
Lo
que define a una persona como perfeccionista es la búsqueda de
estándares
elevados en su desempeño
en actividades o aspectos de su vida considerados valiosos (Eum &
Rice, 2011). Los estudiantes de este grupo presentan elevadas
auto-exigencias y realizan una evaluación rigurosa de su
desempeño. Por lo general, exhiben elevada motivación
para estudiar y destinan una gran cantidad de horas a sus actividades
de aprendizaje, actúan en forma metódica y organizada y
suelen sentir satisfacción y orgullo cuando alcanzan sus
logros académicos (Rice & Slaney, 2002).
El
segundo componente del perfeccionismo se refiere a la autoevaluación
crítica del desempeño, y es el que permite diferenciar
formas adaptativas y desadaptativas de perfeccionismo (Arana &
Keegan, 2016). La discrepancia
es la distancia existente entre el desempeño real
autopercibido y el estándar a lograr, y cuanto más
grande es, mayor sensación de frustración y fracaso
puede generar, afectando el autoconcepto y la motivación.
La
ansiedad frente a los exámenes está relacionada en
forma directa con la discrepancia, pero no con los estándares
elevados por lo que, es sobre los procesos autoevaluativos,
particularmente rígidos y poco adecuados al contexto, donde se
origina el elevado temor a fracasar durante el examen (Arana &
Furlan, 2016).
Este
grupo de estudiantes, siente que no está preparado o no sabe
todo lo necesario, pese a haber estudiado mucho y logrado
aprendizajes profundos. Presentan atención selectiva hacia lo
que falta y tiene a considerar altamente probable que eso se les
pregunte en el examen, temiendo no poder responder en forma
satisfactoria (Zeidner, 1998). Esto lleva al aplazamiento de la
evaluación, para poder prepararse mejor, tornando su proceso
de estudio menos eficiente, ya que demanda recursos elevados y se
acompaña de sentimientos de tensión e inseguridad
frecuentes (Gutiérrez-Calvo, 1996; Arana, 2002; Arana &
Furlan, 2016).
Estudiantes
con dificultades para regular la ansiedad durante el examen y que se
bloquean.
Este
grupo puede presentar estándares diversos de desempeño,
suele estudiar con estrategias adecuadas y lograr una preparación
aceptable para la evaluación. Sin embargo, durante el examen,
experimentan incrementos significativos de ansiedad que no pueden
regular con los recursos de afrontamiento disponibles (Cassady, 2004;
Covington y Omelich, 1897; Putwain, 2008; Zeidner, 1998).
Generalmente la ansiedad se activa en respuesta a un estímulo
valorado como amenazador (una pregunta cuya respuesta se desconoce o
resulta muy difícil, una confusión u olvido al
responder, o el incremento de los síntomas físicos
auto-percibidos) y de inmediato se disparan pensamientos
catastrofistas que intensifican el malestar, y surgen sentimientos de
angustia y vergüenza y deseos de huir de la situación
(Moyano, 2009; Furlan, 2014). El bloqueo mental es la incapacidad
transitoria para recuperar información almacenada en la
memoria de largo plazo y que suele acompañarse de inhibición
de la expresión oral, generando imposibilidad de responder o
haciéndolo de manera desorganizada.
También
ha sido conceptualizado como "Stage-fright o quedarse
congelado", por Meijer y Oostdam (2007) quienes lo equiparan
con el miedo escénico que padecen los artistas (Steptoe &
Fidler, 1987). En una revisión de la literatura sobre el
bloqueo en los exámenes (Moyano, 2009) se le han atribuido
tres potenciales funciones.
Alivio
de tensión: El bloqueo es un método de alivio de
tensión, que es producido y va junto con la interpretación
de amenaza o daño que la persona anticipa como el resultado
inevitable de la situación de examen (Cassady, 2004). El
fenómeno se presentaría como "caerse en pedazos"
ante una situación para la que la persona se encontraba
suficientemente preparada. Siendo la reacción, bloquearse por
completo o contestar/ejecutar inadecuadamente, y de esa manera ser
incapaces de lograr metas las cuales están en su competencia
el poder alcanzar. De este modo, ante la elevada ansiedad y el
surgimiento de sentimientos de aprensión y temor en el
examen; la persona encontraría un alivio rápido para
ello mediante el bloqueo.
Preservación
del ego: Esta concepción, bastante difundida (Gutierrez -
Calvo, 1996), surge de los datos hallados por Covington y Omelich
(1987), quienes a raíz de su investigación sostienen
que a pesar de que la hipótesis del bloqueo fue parcialmente
apoyada para los ítems fáciles, en aquellos
estudiantes con adecuadas estrategias de estudio; la creencia del
bloqueo como causa del fracaso, parece más atractiva como
defensa, por parte de los alumnos, para preservar el sentimiento de
competencia ante un evento de fracaso. Según la evidencia
encontrada en este estudio empírico, la creencia del bloqueo
parece estar erróneamente ubicada, en cuanto que, el fenómeno
sería más una atribución post examen, que un
impedimento real durante la situación evaluativa.
Procesamiento
selectivo (orientado a la amenaza): Una posible función sería
bloquear el procesamiento de información relativamente inútil
(p. e. el razonamiento de las consignas de examen y la recuperación
de información relativa a ellas), en cuanto el estado
emocional vivenciado (arousal de ansiedad) que impulsa respuestas
fisiológicas, cognitivas y conductuales, de índole de
la supervivencia ante la amenaza de un peligro inminente,
promoviendo el procesamiento de información o claves
ambientales relacionadas con el enfrentamiento o escape de la
situación. Dicha función resulta congruente y
complementaria, con la hipótesis planteada sobre la
interferencia atencional provocada por la AE. Al respecto, Arcas
Guijarro & Cano Vindel (1999) señalan que, en situaciones
ansiógenas donde estuviera implícita una evaluación
social o un potencial de rechazo de los otros, los esquemas
ansiógenos dirigirán el procesamiento hacia los
aspectos externos e internos congruentes con ellos, de manera que el
individuo atendería selectivamente a los estímulos
amenazantes del ambiente, daría interpretaciones amenazantes
a los estímulos ambiguos, recuperando de la memoria
información relativa a la amenaza.
Estudiantes
con perfiles de Self handicapping y conductas de procrastinación.
Este
grupo de estudiantes suele atribuir su bajo rendimiento académico
a diversos factores que escapan a su control (distracciones, eventos
externos o estados emocionales negativos), tienden a planificar el
estudio en forma poco realista (subestimando las demandas de la tarea
o sobre estimando su capacidad para estudiar por tiempo prolongado).
Por otro lado, utilizan buena parte del tiempo previsto para el
estudio en otras actividades menos relevantes. Zeidner, (1998).
define al self handicapping como una estrategia cognitiva orientada a
preservar la autoimagen, ante los resultados negativos en las
evaluaciones. Cuando la evaluación o el plazo para entregar un
trabajo son inminentes, se activan y realizan un esfuerzo intenso
para completar lo que se pospuso previamente. Sus estrategias de
aprendizaje suelen ser poco reflexivas o profundas y se orientan
motivacionalmente hacia la aprobación (el resultado) más
que a la adquisición significativa de conocimientos
(maestría). Muestran labilidad atencional, escasa inhibición
de las respuestas ante estímulos distractores (Beck, et al,
2000; Barutçu Yıldırım & Demir, 2019;
Zeidner 2007).
Estudiantes
con déficits en el procesamiento de la información y
bajas habilidades para rendir.
Presentan
un repertorio limitado de estrategias de aprendizaje, empleando
recursos de utilidad limitada para codificar, organizar, almacenar y
recuperar la información (Naveh-benjamin, 1991; Cassady,
2004). Por lo general destinan un tiempo considerable para estudiar
pero utilizan estrategias poco profundas de procesamiento,
aprendiendo de memoria y con poca capacidad para establecer
relaciones entre conceptos, vincular nociones teóricas con
situaciones prácticas y reflexionar críticamente. Por
otro lado, anticipan de manera insuficiente o inadecuada los
requerimientos de la evaluación, y si bien pueden exhibir
esfuerzo y perseverancia, no logran asimilar de manera adecuada los
conocimientos fundamentales para afrontar con éxito la
evaluación. Tampoco practican lo suficiente con ejercicios
similares a los que contendrá la evaluación, suelen
presentar baja autoeficacia académica, y experimentan ansiedad
secundaria a la inadecuada preparación. Durante los exámenes
disponen de escasas alternativas para resolver situaciones
imprevistas y emplear el tiempo disponible de manera provechosa
(Cassady, 2004; Furlan, et al, 2009, Zeidner, 2007)
Lineamientos
generales para tratamiento de la AE
Las
intervenciones para disminuir la AE son numerosas y diversas, en lo
atinente a sus bases teóricas y características
técnicas y se dispone de numerosos estudios empíricos
que reúnen evidencias sobre su eficacia y algunas revisiones y
metaanálisis (Hembree, 1988; Zeidner, 1998; Ergene, 2003).
Dentro de los enfoques cognitivos y comportamentales pueden
distinguirse, a grandes rasgos, 3 tipos de intervenciones básicas,
relacionadas con los procesos psicológicos en los que se
focalizan (Zeidner, 1998). Las intervenciones enfocadas en la
emoción, utilizan estrategias comportamentales para reducir la
activación y las manifestaciones afectivo fisiológicas
de ansiedad. Las mismas incluyen entrenamiento en relajación
(respiración profunda y relajación muscular progresiva
o autógena), desensibilización sistemática con
exposición in vivo, encubierta o, más recientemente, en
entornos de realidad virtual). Desde una perspectiva diferente, las
intervenciones basadas en la terapia de aceptación y
compromiso (Hayes et al, 2014), van a emplear procedimientos de
mindfulness para promover actitudes de observación, no juzgar,
ni reaccionar ante los eventos internos típicos de una
respuesta de ansiedad, y orientar la conducta para aproximarse a los
valores, aceptando el malestar emocional como parte del proceso.
Las
intervenciones focalizadas en los procesos cognitivos, apuntan a la
identificación de pensamientos irracionales, su contrastación
con evidencias y la generación de pensamientos alternativos o
auto instrucciones. La psicoeducación y reestructuración
cognitiva, son procedimientos estándar (Medrano y Moretti,
2013). También se ha utilizado el entrenamiento atencional,
como estrategia para enfocar la atención en la tarea
principal, en los momentos en los que las preocupaciones o los
síntomas físicos aumentan (Escalona y Miguel-Tobal,
1996; Wong, 2008; Zeidner, 2007).
Finalmente,
las intervenciones centradas en las habilidades académicas,
parten del supuesto de que la AE es generada principalmente por la
preparación inadecuada, derivada de prácticas de
estudio deficientes, e incluyen programas de entrenamiento en
técnicas de estudio y habilidades para rendir. Estas
intervenciones por lo general están orientadas a estudiantes
con niveles moderados de AE y que no presentan conductas de evitación
recurrentes.
Como
se ha señalado, la variedad de propuestas de intervención
existentes es amplia, y pueden encontrarse programas que combinan
componentes de cada modalidad, algo que diversos autores señalan
como en enfoque más adecuado, para cubrir la necesidades de
una población sintomatologicamente heterogénea
(Escalona y Miguel Tobal, 1996; Furlan, 2013; Furlan, et al, 2019,
Putwain & von der Embse, 2021; Serrano, et al, 2016; Zeidner,
1998)
Especificaciones
del tratamiento para cada subtipo.
La
propuesta de diferenciación de subtipos de estudiantes con
elevada AE formulada por Zeidner (1998), llamativamente no ha tenido
un correlato en el desarrollo de propuestas de intervención
específicas para cada grupo, al menos en los estudios sobre
tratamiento de la AE publicados en las últimas décadas.
No obstante, hay una producción interesante que aborda
constructos relacionados (perfeccionismo, procrastinación,
aprendizaje autorregulado, autoeficacia, habilidades para rendir,
ansiedad social, habilidades sociales y socio-académicas), de
la cual pueden recuperarse conceptos y procedimientos de intervención
para formular programas diferenciados.
A
continuación se presentan algunos lineamientos para el
abordaje de cada subtipo, basados en las experiencias de intervención
desarrolladas en los últimos 12 años por el equipo de
Regulación Emocional en Situaciones de Evaluación. Las
mismas se nutren de aportes diversos que se han ido integrando en una
práctica de investigación y servicio desarrollada desde
el Laboratorio de Evaluación Psicológica y Educativa,
en la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de
Córdoba. Como toda propuesta de intervención, requiere
de un proceso de protocolización, que aún está
en curso y de estudios sistemáticos que reúnan
evidencias respecto de su eficacia para lograr los objetivos
terapéuticos. Hasta el momento, hay resultados parciales que
indican que las propuestas están operando en las direcciones
esperadas, pero aún es prematuro afirmar que su eficacia
cuenta con respaldo sólido. Por lo tanto deben tomarse como
ideas a contrastar, el implementarlas con una perspectiva crítica.
Intervenciones
para el subtipo perfeccionista.
Este
grupo, definido por la presencia de estándares elevados de
desempeño y altas auto exigencias en lo académico,
otorga un valor significativo a sus logros y funda una parte
importante de su identidad en los mismos. Esto no resulta
problemático cuando las metas son adecuadas a las propias
capacidades y se dispone del tiempo y la motivación necesarias
para realizar el trabajo que conduzca a su logro (Arana, 2002; Arana
& Furlan, 2016)
En
otros casos, se puede convertir en motivo de sufrimiento emocional
para los estudiantes y afectar su calidad de vida, cuando por
ejemplo, los estándares se generan a partir de un criterio de
referencia externo y preexistente (las expectativas de docentes, el
desempeño académico de padres o hermanos, o del grupo
de pares), y no tienen en cuenta las propias habilidades y recursos
para procesar la información. En este caso, es preciso revisar
los estándares, aumentar el autoconocimiento y redefinir el
criterio de logro considerando las características
individuales, para buscar la excelencia a partir de allí.
Otra
fuente de malestar se relaciona al escaso ajuste entre metas a lograr
y tiempo disponible para realizar el trabajo necesario y al no
admitir errores como parte del aprendizaje. En estos casos es
preciso trabajar sobre la noción de proceso, reconocer sus
tiempos y dificultades y ubicar el estándar de logro elevado
como dirección hacia la cual dirigir los esfuerzos,
entendiendo que el resultado puede depender también de
factores que no estén bajo control. Este grupo presenta además
estilos de pensamiento poco flexibles, que operan generando una
interpretación sesgada de los hechos e intensifican los
sentimientos negativos, como el pensamiento polarizado, la
descalificación de lo positivo, deberías, la atención
selectiva a lo que falta, magnificación de los errores y
tendencia a la catastrofización y rumiación.
En
función de esta caracterización, se deben tener en
cuenta algunos principios para el tratamiento de la AE en personas
perfeccionistas.
Los
estándares elevados no se deben cuestionar o invalidar, ya que
no son el factor que origina el sufrimiento. Es necesario trabajar
sobre la conciencia acerca del proceso que permite alcanzar esos
estándares de desempeño, las capacidades auto -
percibidas, los niveles de motivación y compromiso requeridos
para llevar adelante el proceso de preparación, atendiendo al
contexto particular de vida en el cual esa persona se propone
desarrollarlo.
Por
otro lado, es preciso incrementar la aceptación de los errores
y los logros parciales como parte del proceso, flexibilizar
pensamientos absolutistas y detectar sesgos en las autoevaluaciones
que llevan a maximizar los errores o lo que falta y minimizar los
logros.
También,
es necesario cotejar la similitud entre los estándares
personales y los que establecen los y las docentes, ya que es
frecuente que haya una sobre preparación asociada a la
expectativa de que se evaluarán cuestiones complejas o muy
específicas, pero que es poco probable que se presenten.
Finalmente,
es preciso incrementar la tolerancia a la incertidumbre sobre lo que
ocurrirá durante la evaluación y la aceptación
del malestar asociado a un resultado inferior al pretendido, poniendo
en perspectiva el mismo, dentro de un proceso formativo mucho más
amplio, que lo trasciende y abarca numerosas oportunidades futuras
para la mejora.
Intervenciones
para el grupo self handicapper y que procrastina el estudio.
Este
conjunto de estudiantes suele interpretar los eventos de su vida
académica de modo tal que refuerza la creencia de que los
principales determinantes de sus resultados están fuera de
control y en consecuencia tienen un escaso sentido de agencia
personal y bajas creencias de autoeficacia para regular sus procesos
de aprendizaje (Wong, 2008; Zeidner, 2007). Tienden a emplear excusas
ante el incumplimiento de sus compromisos, externalizando la
responsabilidad o asumiendo que lo que afectó su desempeño,
tanto en la preparación para rendir (distracción) como
durante el examen (olvidos, malestar emocional intenso) son factores
que no pueden modificar de manera voluntaria.
En
consecuencia, el abordaje psicoterapéutico requiere de la
psicoeducación sobre motivación (que metas de logro
guían su aprendizaje) y regulación emocional (que
emociones se activan durante las actividades de aprendizaje y como
las gestionan). También es necesario el entrenamiento en
monitoreo y análisis funcional de su propia conducta, para
incrementar el conocimiento de los factores que le motivan a
comprometerse con una tarea, ó a su aplazamiento. Al
incrementar el autoconocimiento, mejora la posibilidad de entender
que algunas de las dificultades son reversibles, pues se puede
ejercer un mejor control en la medida que se identifican los procesos
subjetivos implicados.
Se
incorporan reforzadores para el cumplimiento de compromisos y se
revisa el modo de planificar el tiempo de estudio, considerando
evidencias del funcionamiento real obtenidas en base al monitoreo de
la propia actividad. Se debe enriquecer el repertorio de estrategias
de aprendizaje para tornar esta actividad más atractiva y
provechosa, incorporando el estudio con pares como un reforzador
social.
También
es preciso incrementar la tolerancia al malestar que precede el
inicio de las tareas y se asocia a creencias como "es muy
difícil, o muy larga, no voy a poder" reestructurando
estos pensamientos a partir de experiencias que les permitan
descubrir la relación entre cómo y para qué se
aborda la actividad y la experiencia emocional al realizarla.
Finalmente,
la procrastinación y la ansiedad de evaluación deben
conceptualizarse como parte de un proceso común, donde las
estrategias de evitación del afecto negativo asociado con
actividades o situaciones percibidas como aversivas juega un rol
clave, para el mantenimiento de las dificultades (Beck, et al, 2000;
Barutçu Yıldırım & Demir, 2019.
Intervenciones
para el grupo de estudiantes que se bloquea durante el examen
El
bloqueo es un fenómeno difícilmente prevenible, ya que
se activa de manera involuntaria como respuesta a la elevada tensión
emocional que surge de la percepción de una amenaza inminente.
En el caso de un examen, la amenaza al autoconcepto se relaciona con
la exhibición de incompetencia. Si bien se pueden disminuir
las probabilidades de su ocurrencia mediante la relajación
previa a iniciar el examen, o el incremento de la autoeficacia a
través del ensayo conductual previo, que aporte información
sobre la competencia lograda, o las auto instrucciones que orienten
la atención hacia la tarea y no hacia las señales
subjetivas de activación emocional, a veces el bloqueo
igualmente se produce y genera elevado malestar.
Por
eso, la estrategia fundamental de abordaje se basa en la aceptación
de que el bloqueo puede ocurrir y en su afrontamiento en caso de que
suceda. Comprender que es un fenómeno episódico y de
tiempo limitado, permite enfocarse transitoriamente en otra tarea, en
la medida que se disponga del tiempo necesario para hacerlo. Se
apunta que la persona que experimenta el bloqueo en situación
de evaluación naturalice la experiencia y no reaccione ante
ella con juicios que la auto devalúen e incrementen el
malestar subjetivo, lo que llevaría a conductas de inhibición
generalizada y tentativas de escape. Se promueve entonces, la
búsqueda de ayuda externa, intentando exhibir ante el/la
evaluador/a la mayor cantidad de información relacionada con
el asunto a resolver, de manera tal que se evidencie que hay
conocimiento y la dificultad de recuperación de información
de la memoria de largo plazo es puntual (Moyano, 2009). El ensayo
conductual en situaciones simuladas de evaluación, aporta
experiencias de exposición y desensibilización que
coadyuvan a la disminución de la intensidad de la respuesta
ansiosa. También se busca ampliar las vías de acceso a
la información almacenada empleando durante la fase de
organización y consolidación estrategias verbales
profundas (definir los conceptos con palabras propias o ejemplos) y
visuales (realizar esquemas o gráficos). Finalmente se apunta
a la resignificación de la experiencia, mediante la
comprensión de que el bloqueo no indica incompetencia en lo
académico, sino más bien una dificultad en la
regulación emocional, reversible mediante los procedimientos
descritos previamente.
Intervenciones
para el grupo con déficits en las habilidades para estudiar y
rendir.
En
este grupo de estudiantes es necesario realizar psicoeducación
sobre la relación existente entre el aprendizaje autorregulado
y las emociones de logro, específicamente la ansiedad, para
comprender que una disminución de los síntomas
fisiológicos inducida por un psicofármaco, o la
práctica de técnicas de relajación, resulta
insuficiente para modificar los procesos cognitivos que originan la
ansiedad de evaluación.
Cuando
la preocupación que emerge al autoevaluar las competencias
como insuficientes, tiene anclaje en evidencias, relacionadas con un
procesamiento poco profundo, reflexivo y significativo de la
información relativa a la asignatura que se intenta rendir, lo
que hay que trabajar es la mejora del proceso de preparación
(Naveh-Benjamín, 1991). La consciencia de la diferencia
existente entre habilidades para estudiar y habilidades para rendir,
habilita también un trabajo de entrenamiento para incrementar
ambos grupos de habilidades (Zeidner, 1998).
Dentro
del primer grupo es necesario entrenar en establecimiento de metas de
logro, elección de estrategias de aprendizaje, monitoreo y
regulación del tiempo y el esfuerzo, búsqueda de ayuda
académica e incremento de la motivación intrínseca
o centrada en el aprendizaje. El segundo grupo de habilidades
incluye, anticipación del exámen, práctica o
ensayo y auto-evaluación. En esta instancia es de utilidad la
búsqueda de pares con quienes realizar procesos colaborativos
de hetero - evaluación formativa (Zimmerman, 2000).
Complementariamente,
se puede trabajar con reestructuración cognitiva,
actualización del autoconcepto, revisión de los estilos
atribucionales y consolidación de hábitos que
promuevan un estilo de vida saludable.
Conclusiones
El
tratamiento de la ansiedad frente a los exámenes sigue siendo
un campo abierto a la exploración y al diseño de
propuestas, que abarquen por un lado la diversidad de perfiles de
estudiantes existentes y por lado, otro incorporen perspectivas
teóricas alternativas a la Psicoterapia Cognitivo - Conductual
(por ejemplo, de la Terapia de Aceptación y Compromiso, la
Psicoterapia Gestalt, o los programas de reducción del estrés
basado en el mindfulness).
Además,
y a partir de la situación sanitaria generada por la
pandemia de COVID 19, se avanzó rápidamente en la
adaptación de los protocolos de intervención para su
aplicación en entornos virtuales, una práctica que si
bien existía previamente, emergió con fuerza y se
generalizó durante los últimos dos años. Por eso
resulta necesario continuar con la investigación relacionada
tanto a los procesos como a los resultados en estos nuevos entornos
de trabajo, para tener mayor claridad sobre las similitudes y
diferencias con los observados en entornos presenciales.
Por
otro lado, todo programa puede adecuarse a un contexto de asistencia
individual o en grupos, con las ventajas y limitaciones relativas a
cada modalidad. En la práctica desarrollada en nuestro ámbito
de trabajo, desde el año 2010, la mayoría de las
intervenciones se aplicaron de manera grupal y solo en los últimos
dos años se comenzaron a aplicar algunos protocolos en forma
individual, para casos donde el perfil de síntomas era mixto y
contemplaba aspectos de más de un subtipo.
El
abordaje individual permite una mayor personalización de la
intervención, aumentando las probabilidades de generar los
cambios deseados, en tanto que las modalidades grupales, permiten la
cobertura de una población más numerosa (cuestión
relevante en servicios públicos de salud y para fines de
investigación) y agregan los factores terapéuticos
grupales descritos en la literatura (Vinogradov y Yalom, 1996)
La
cuestión de determinar un tratamiento de elección con
apoyo en evidencias en este campo, aún parece incipiente, lo
que entre otras razones obedece a que la ansiedad frente a los
exámenes ha sido subdiagnosticada, tomándose como un
síntoma secundario a otras condiciones, como la fobia social o
trastorno de ansiedad generalizado (Grandis, 2009; Putwain et al,
2021); una cuestión que con este trabajo se espera poder
problematizar.
Por
otro lado, buena parte de la investigación sobre
intervenciones para la AE, se ha realizado en el campo de psicología
educacional y en países anglosajones, por lo que su impacto en
las prácticas clínicas en Latinoamérica ha sido
escaso, sea por la infrecuente comunicación entre los ámbitos
clínico y educacional, como por las barreras idiomáticas
y las dificultades asociadas a la obtención y lecto -
comprensión de artículos de investigación
empírico - cuantitativa.
Este
artículo apunta a promover el interés por la
actualización en el campo temático específico,
operando como puerta de ingreso al mismo para la comunidad
profesional hispano parlante en salud mental, y motivar el desarrollo
de innovaciones, la revisión crítica de los saberes y
la integración entre práctica profesional asistencial e
investigación.
Agradecimientos:
este trabajo recupera e integra saberes construidos en el trabajo
colaborativo con los y las integrantes del equipo de regulación
emocional en situaciones de evaluación, donde han participado
un número importante de colegas, Javier Sánchez-Rosas,
María José Ferrero, Gabriela Gallart, Sebastián
Piemontesi, Daniel Heredia, Marcos Moyano, Agustín Alonso.
Graciela Yaryura, Natalia Costantini, Natalia Rivera, Melania Díaz
Gutiérrez, Gonzalo Martínez Santos, Paula Pesarini,
Abib Oliva y Gerardo Gnavi.
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