ISSN 2618-5628
 
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Terapias contextuales  
Orientación a padres  
     

 
Una Revisión de los Principales Modelos de Orientación a Familias desde una Perspectiva Conductual-Contextual
 
Kosovsky, Romina
Espacio infancias
Universidad Abierta Interamericana (UAI)
 
Rosenstein, Melisa
Espacio infancias
Universidad Abierta Interamericana (UAI)
 

 

Introducción

El entrenamiento a padres surge a comienzos de los años 70´ de la mano de Patterson y sus colaboradores (véanse, Patterson, Reid, Jones & Conger, 1975; Patterson, 1982), para dar respuesta a los problemas de comportamiento de los/as niños/as. 

Los primeros modelos que surgen en relación a la orientación en crianza, se conocen bajo la denominación de entrenamiento a padres. El entrenamiento a padres se define como un enfoque terapéutico que tiene como objetivo capacitar a los agentes de crianza en estrategias basadas en el análisis conductual aplicado para identificar y modificar la conducta de sus hijos.

Inicialmente surge como un enfoque conductual orientado a la modificación de la conducta de los/as niños/as estrictamente. Con la evolución y el avance en las investigaciones, empieza a aparecer la importancia de notar las creencias alrededor de las dinámicas e interacciones familiares abriendo nuevas perspectivas.

Actualmente en el marco de las terapias conductuales contextuales, el foco está puesto en darles más herramientas a los agentes de crianza, aprendiendo a notar e identificar sus propias creencias y conductas y como estas impactan en el comportamiento de sus hijos e hijas. En ese sentido, la modificación de conducta estará orientada hacia los comportamientos de los agentes de crianza y cómo esto afecta el sistema familiar. 

 

El Modelo Clásico con Mayor Evidencia Empírica 

Los primeros modelos de mayor divulgación fueron los enfoques de manejo de contingencias. El autor más conocido en esta línea es Russell Barkley.

Actualmente, existe fuerte evidencia que apoya el entrenamiento a padres como tratamiento para las problemáticas infanto-juveniles, pudiéndose aplicar a un amplio rango de dificultades y contextos, y con una tasa de mejoría de 2/3 de los participantes (Fonagy, Cottrell, Phillips, Dickon, Glaser, Allison, 2015).

El programa de entrenamiento a padres de Russell Barkley es considerado frecuentemente como "gold standard" (Ollendick, Booker, Ryan & Greene, 2018). El mismo está dirigido a padres de niños desafiantes de entre 2 y 12 años, y consiste en capacitar a las familias en principios técnicos y estrategias que permitan disminuir las conductas problemáticas de sus hijos/as y aumentar y/o desarrollar conductas mayormente funcionales. 

Teniendo en cuenta los desarrollos principalmente de Barkley y Benton (2000); y Barkley (1997), en un primer módulo, el objetivo es que los padres y/o cuidadores, puedan comprender los factores que interactúan en la conducta de su hijo/a, teniendo en cuenta la multicausalidad de las mismas: características del/a niño/a, estresores ambientales, características de los padres y/o cuidadores, y consecuencias situacionales. 

Este primer módulo cobra especial relevancia ya que va a guiar el resto de las estrategias conductuales que componen el tratamiento. Para ello, utiliza los conceptos de refuerzo, extinción, y castigo, y paralelamente se suele empezar a utilizar un registro de antecedentes, conductas y consecuencias para que los padres y/o cuidadores comiencen a identificar las conductas problemáticas y las consecuencias situacionales que las acompañan.

En un segundo módulo, el énfasis está puesto en mejorar la relación de los padres y/o cuidadores con sus hijo/as, a partir de técnicas como el tiempo especial en donde se dedicará un tiempo exclusivo de juego con su hijo/a sin conductas relacionadas con juzgar, guiar, cuestionar, o criticar, practicando la aprobación, los elogios, y la atención positiva (aquella que se presta a las conductas funcionales del/a niño/a).

En un tercer paso, el objetivo es capacitar a los padres y/o cuidadores en la manera de dar órdenes para que sean efectivas. El cuarto módulo, implica realizar y modelar con los padres y/o cuidadores un sistema de contingencias para aumentar la motivación del/a niño/a para modificar su conducta, por ejemplo, un sistema de incentivos con fichas y puntos. 

Tanto el quinto como el sexto módulo, se relacionan con la estrategia de tiempo fuera o time out, lo cual significa tiempo libre de refuerzo. El séptimo módulo tiene el objetivo de capacitar a los padres y/o cuidadores en la anticipación y manejo de los/as niños/as en lugares públicos, teniendo en cuenta las dificultades que podrían surgir, y elaborando planes para manejar aquellas situaciones. El octavo paso, tiene como objetivo capacitar a los padres y/o cuidadores junto con los/as docentes de la escuela del/a niño/a para fomentar conductas funcionales en el colegio. Los últimos dos módulos (noveno y décimo), tienen el objetivo de que los padres y/o cuidadores puedan revisar las estrategias trabajadas, anticipar futuros problemas que podrían surgir, y evaluar luego de algunos meses en sesiones de refuerzo el mantenimiento de los logros.

Herramientas del Pasado y del Presente

El denominador común de todos los modelos de intervención es el análisis funcional de la conducta. El Análisis Funcional de la Conducta (AF) es una estrategia que nos sirve para poder observar y comprender cuales son los factores que influyen y sostienen una conducta o patrón conductual en el tiempo; es decir, queremos saber porque las personas hacen lo que hacen. Consiste en analizar qué función cumple una conducta y cómo es que se sostiene en el tiempo cuando se la observa en un contexto en particular, notando entonces como se relacionan los antecedentes con las consecuencias con la presencia, intensidad y frecuencia de una conducta.  Se lleva a cabo a partir de una serie de preguntas que nos facilitan observar el circuito relacional entre estímulos-respuestas. Así mismo al poder notar como se relacionan los estímulos y respuestas se puede comenzar a observar como una conducta se va condicionada por un estímulo (Skinner, 1998; Skinner, 1953). Esta herramienta clínica deriva del conductismo radical, y se utiliza tanto en las Terapias Cognitivas Conductuales como en el programa de Barkley (2007, 2014) para niños y adolescentes con TDAH, en la Terapia Dialéctico Conductual para Adolescentes, en la Terapia Dialéctico Conductual en Niños Preadolescentes (Perepletchikova, 2020) y  en las Terapias Contextuales tales como Terapia de Aceptación y Compromiso, Mindfulness, o Terapia de la Compasión.

Modelos de Intervención Conductuales Contextuales

A continuación realizaremos una breve reseña de los modelos de intervención en orientación en crianza que han recibido mayor evidencia en estos últimos años. 

Terapia Dialectico Conductual (DBT) para Niños y Adolescentes y la implicancia en la Orientación en Crianza

DBT es un tratamiento derivado de la Terapia Cognitiva Conductual (TCC) con el fin de trabajar con pacientes multiproblemáticos que presentaban intentos de suicidio crónicos  y conductas autolesivas sin ideación suicida, y fue validada en primera instancia en personas que presenten el diagnóstico de Trastorno de Personalidad Límite (TLP) (Linehan,s/f). En cuanto al concepto de Dialéctica, hace referencia al proceso de evaluar e integrar ideas opuestas con el fin de llegar a un balance, sobre todo el balance entre la aceptación y el cambio.

Este tratamiento tiene el foco puesto en la capacidad de las personas de generar nuevos aprendizajes conductuales a través de habilidades, frente a su déficit de poder regular las emociones de manera efectiva; el TLP es considerado como Desregulación Emocional Crónica (DRE).  La DRE es producto de la transacción que se da entre las características biológicas que tiene una persona para poder percibir o sentir sus emociones y el ambiente contextual en el que se encuentra el cual puede ser validante o invalidante; siendo qué la forma en la que estos dos componentes interactúen da como resultado una historia de aprendizaje para la persona que logra o no tener la capacidad efectiva de regular sus emociones; a esto lo llamamos Teoría Biosocial y es la explicación de cómo se desarrolla entonces un TLP o DRE.  Es decir que la DRE es producto de la forma en la que interactúa la vulnerabilidad biológica de una persona con un ambiente invalidante. Y,  por esta misma razón, al presentar una alta sensibilidad emocional, con alta reactividad emocional y un lento retorno a la calma las personas que presentan DRE pueden tener experiencias de dolor emocional realmente intensas, y es por eso que terminan generando múltiples problemas en sus vidas, y el suicidio se vuelve una alternativa para poder solucionar el problema. 

La DBT incluye los siguientes dispositivos: tratamiento individual, grupo de entrenamiento en habilidades para regulación emocional, psiquiatría (si es necesario), coaching telefónico y el equipo de consultoría; cada una de estas partes es fundamental para poder generar cambios conductuales con nuevos aprendizajes de cómo abordar el malestar emocional y poder generalizarlo. 

Finalmente, teniendo en cuenta la complejidad de los pacientes y su tratamiento; si nos detenemos en la Teoría Biosocial y observamos que la DRE es consecuencia de cómo una persona interactúa con su contexto; es de suma importancia observar cómo en la clínica infantojuvenil generar nuevos aprendizajes de regulación emocional para intervenir en ese contexto puede prevenir (Perepletchikova et al., 2011) el desarrollo de este nivel de padecimiento en la vida y poder generar una vida que valga la pena ser vivida. Es por esta razón que tanto el tratamiento de DBT-Adolescentes  (Rathus, & Miller, 2006) como el tratamiento de DBT- Child (Perepletchikova & Perepletchikova, 2018) generan un gran énfasis en el trabajo del contexto de  los agentes de crianza, ya que son estos quienes refuerzan, extinguen, castigan, modelan y moldean los repertorios conductuales de los jóvenes y niños/as, volviéndose así un ambiente validante o invalidante para la experiencia interna de los mismos  (Perepletchikova & Perepletchikova, 2018).

Dentro de este marco teórico, la adaptación para población adolescente (DBT-A)  la han realizado Alec Miller y Jill Rathus (2000) y la adaptación para niños/as (DBT-C) ha estado a cargo de Francheska Perepletchikova y colaboradores (Perepletchikova et al., 2011).

DBT-A incluye todos los dispositivos que presenta DBT-Estándar, terapia individual, grupo de entrenamiento en habilidades (ofreciendo en la adaptación para adolescentes un taller que es multifamiliar para el aprendizaje de habilidades en formato grupal), coaching telefónico, psiquiatría (si es necesario) y equipo de consultoría (Rathus et al., 2018). 

Los/as adolescentes que presentan multi problemas, son jóvenes que presentan serios problemas incluidos conductas suicidas, autolesiones sin ideación suicida, trastornos alimentarios, abuso de alcohol y otras drogas, conductas sexuales riesgosas y otras conductas dañinas (Rathus et al., 2018). DBT considera estos problemas como una consecuencia de la DRE o como un intento poco efectivo de intentar regular las emociones intensas (Rathus et al., 2018). La forma de conceptualizar las conductas problemáticas de estos/as adolescentes es a través de la influencia primaria de 1: falta de habilidades atencionales, emocionales, interpersonales, de auto-regulación y para tolerar el malestar emocional; y 2: factores contextuales e individuales que inhiben el uso de las habilidades que los/as adolescentes ya tienen y refuerza habilidades inefectivas (Rathus et al., 2018). 

Rathus y colaboradores (2018), sostienen que el soporte e involucramiento de los agentes de crianza es un componente crucial para DBT-A. Este es facilitado a través de módulos adicionales como las sesiones para familiares, sesiones para padres y/o cuidadores y coaching telefónico para los mismos.

Otra especificidad de la DBT-A es el módulo ¨Caminando por el Sendero del Medio¨ que tiene como fin analizar los conflictos adolescentes-familia (Rathus et al., 2015). Las habilidades que aborda este módulo son validación, cambio conductual (reforzadores, extinción y castigo), y los dilemas dialécticos propios de la adolescencia y su familia (Rathus et al., 2015).

Los dilemas específicos entre adolescentes-cuidadores son conductas extremas en donde se resaltan los patrones de conducta que generan problemas entre los/as adolescentes y sus familias (Rathus et al., 2015). Los dilemas dialécticos específicos de DBT-A son: Tomar con Liviandad Conductas Problemas Vs. Exagerar Conductas Típicas Adolescentes, Familiares Permisivos Vs. Familiares Autoritarios y Forzar la Independencia Vs. Fomentar la Dependencia. 

El último desarrollo desde este modelo es DBT-C, cuyo principal objetivo es intervenir directamente en el ambiente. En esta línea, se entiende que la regulación emocional tiene que ver con modular la respuesta emocional ante la demanda del contexto, lo que requiere de la participación activa de los agentes de crianza en el proceso de tratamiento.

La DBT-C mantiene el marco teórico y los principios de la DBT estándar. Una de las principales modificaciones es el componente parental, es decir, el compromiso que se requiere en primer lugar de los padres y/o cuidadores y no del/a niño/a. En ese sentido, los objetivos primarios de la DBT-C son la regulación emocional parental, la construcción de un ambiente validante y la práctica diaria de habilidades. Estos objetivos primarios tienen la finalidad de reducir el riesgo de psicopatología en la adolescencia y en la adultez, abordar la relación padre/madre/cuidadores con su hijo/a y abordar la sintomatología actual del/a niño/a tal como conductas de riesgo o conductas que interfieren con su calidad de vida a causa de un déficit en habilidades de afrontamiento.

Siguiendo con la línea de la importancia del contexto, la premisa es que los padres y/o cuidadores son el instrumento para el avance del tratamiento. Desde esta perspectiva, la conducta del/a niño/a es irrelevante hasta que los padres y/o cuidadores no hayan podido crear un ambiente validante y listo para el cambio.

Mindful Parenting.

Continuando con el desarrollo de las terapias contextuales, Kabat-Zinn (1990) desarrolló el programa de reducción del estrés basado en la atención plena (MBSR) para tratar de ayudar a las personas con enfermedades crónicas a sobrellevar su enfermedad. MBSR ha sido útil para una variedad de condiciones físicas y psicológicas (Bogels., Lehtonen, Restifo, 2010).

Mindfulness es la adaptación occidental de prácticas derivadas de la meditación vipassana y otras tradiciones budistas, que consisten en orientar la atención, de manera abierta, prescindiendo de juicios y valoraciones a la experiencia presente (Kabat-Zinn, 1991; Mandil, 2021). 

Llevar la atención plena a la crianza de los/as hijos/as ('paternidad consciente') es una de las aplicaciones de la atención plena. Las intervenciones de crianza consciente se utilizan cada vez más para ayudar a prevenir y tratar los trastornos mentales en los/as niños/as, los problemas de crianza y prevenir la transmisión intergeneracional de los trastornos mentales de padres a hijos/as (Bogels, Lehtonen, Restifo, 2010). La crianza consciente ha sido definida por Kabat-Zinn y Kabat-Zinn (1997) como: 'prestar atención a su hijo/a y a su crianza de una manera particular: intencionalmente, aquí y ahora, y sin juzgar'.

En esa línea, las autoras holandesas Susan Bogels y Kathleen Restifo (2014) desarrollaron un programa de entrenamiento en atención plena para padres y/o cuidadores, basado en el entrenamiento de reducción del estrés de 8 semanas de Kabat-Zinn. Las ocho sesiones del programa se centran en las habilidades orientadas a la atención plena para los padres y/o cuidadores, como responder (en lugar de reaccionar) al estrés de los padres y/o cuidadores, manejar conflictos con los niños/as, fomentar la empatía y establecer límites (Bogels, Restifo, 2014). 

En un primer momento, el objetivo será indagar como observan su paternidad y la manera de actuar automática en las interacciones diarias con sus hijos/as. Luego, el énfasis estará puesto en compartir experiencias de observación de sus hijos/as con "mentes de principiantes", descubriendo características positivas que en la rutina del día a día no se observan por ocuparse mayormente de las problemáticas.

Con el correr de las sesiones, se busca que los padres y/o cuidadores tomen conciencia de sus propias sensaciones corporales cuando experimentan diferentes momentos en la crianza, experiencias desagradables como también agradables, y poder explorar la variedad de reacciones automáticas que se producen en las experiencias de estrés. 

En ese sentido, el objetivo es identificar patrones y esquemas de crianza que afecten la forma en la que crían a sus hijos/as, explorar los conflictos actuales con sus hijos/as y observarlos como oportunidad de aprendizaje y vínculo, definiendo a su vez la manera de poner los límites cuando consideran necesario.  Luego de las 7 sesiones de entrenamiento, se realiza una sesión de seguimiento para observar y compartir cómo continúa el proceso de crianza consciente en el hogar y las dificultades que pudieron haberse presentado.

Estudios recientes han demostrado la efectividad de la atención plena como una intervención para abordar comportamientos individuales como la agresión, el comportamiento auto agresivo y el incumplimiento, al mismo tiempo que aumentan los niveles generales de bienestar y felicidad. Se observan disminuciones significativas en los comportamientos objetivos en todos los estudios, así como aumentos en la satisfacción y el bienestar de los padres y/o cuidadores (Fuller & Fitter, 2020).

Kabat-Zinn y Kabat-Zinn (1997) sugirieron que la crianza consciente beneficia tanto a los padres como a los/as niños/as, independientemente de la situación. La crianza consciente ha ayudado a disminuir los comportamientos inadaptados al aumentar la atención de los padres y/o cuidadores al momento presente, aumentar el compromiso con el/la niño/a y disminuir el juicio de la situación.

Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT) y Orientación en Crianza.

Los modelos tradicionales de entrenamiento a padres son desarrollados desde el año 1968 con el objetivo de modelar a la familia estrategias referidas a contingencias. Estos modelos, tal como se describió anteriormente, cuentan con estudios que evidencian gran eficacia. 

Sin embargo, se realizaron otros hallazgos de investigación (Coyne et al., 2011; Whittingham & Coyne 2019 y Ollendick, & King, 2012) en los que se evidencia un número significativo de recaídas, especialmente porque las familias modifican los modos de organización, y con el correr del tiempo abandonan las competencias aprendidas en estos modelos de tipo psicoeducativo. 

Otra de las cuestiones llamativas es que se observan dificultades en la implementación de estrategias en aquellas familias que presentan conflictos de gran complejidad, trastornos psicológicos con o sin comorbilidades y/o desregulación emocional en algunas de las figuras parentales. Se podría pensar que existen dificultades por las propias vulnerabilidades de los padres y/o cuidadores, o porque la intensidad de los trastornos de los/as niños/as tiene efectos retroactivos en la estabilidad emocional de los padres y/o cuidadores, imposibilitando el retiro de refuerzos a conductas disfuncionales, y otorgando atención selectiva precisamente a la conducta disruptiva o disfuncional que resulta útil modificar.

Desde el modelo de la Terapia de Aceptación y Compromiso el modo en el que los padres y/o cuidadores se acercan a sus propios pensamientos, emociones, y sensaciones, es un ingrediente clave a tener en cuenta en la orientación en crianza. Tal como sostienen Coyne y Murrell (2009), la clave para el éxito del tratamiento con los padres y/o cuidadores, es identificar y considerar los pensamientos y sentimientos que los limitan y dificultan la adherencia al tratamiento.

Entre las distintas terapias contextuales que se desarrollan actualmente, se destaca la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT), por haber aportado una teoría sobre la cognición y el lenguaje, relacionando aquello con la regulación de la conducta (Díaz de Neira Hernando, M., Vidal Mariño, C., González Rueda, S. y Gutiérrez Recacha, P., 2016).

En palabras resumidas, el objetivo de la Terapia de Aceptación y Compromiso es generar flexibilidad psicológica, denominada como la capacidad de actuar de acuerdo con los valores personales, independientemente de las experiencias internas que a uno le sucedan (pensamientos, emociones, sensaciones, entre otros) (Hayes, Strosahl, & Wilson, 2012). Es decir, que es un enfoque terapéutico que fomenta que las personas podamos reconocer, aceptar, y tratar de manera compasiva nuestras experiencias internas en pos de ponerlas al servicio de perseguir aquellas cosas que consideramos valiosas.

La terapia de Aceptación y Compromiso, se compone de seis procesos centrales interrelacionados y conectados: aceptación, defusión cognitiva, momento presente, el yo como contexto, valores, y acciones comprometidas. (Hayes et al., 2012; Hayes, Luoma, Bond, Masuda, & Lillis, 2006; Páez, Gutiérrez, Valdivia, & Luciano, 2006; Whittingham, y Coyne, 2019). 

La aceptación se define como una voluntad activa de entrar en contacto con eventos privados sin intentar modificarlos o eliminarlos. A medida que los padres y/o cuidadores desarrollan aceptación como apertura a experiencias dolorosas, también favorecen la aceptación por parte del/a niño/a, de sus propios eventos privados, ya que, por ejemplo, se retirarían reforzadores negativos de parte de los padres y/o cuidadores a emociones intensas consideradas negativas. 

Un segundo proceso es la defusión cognitiva, que implica alterar la función psicológica de los eventos privados, modificando por lo tanto la interacción de los padres y/o cuidadores con ellos. Implica tomar distancia de sus propios pensamientos, y reglas, y observarlos simplemente como una parte de tantas que componen a la persona, y no como la realidad misma. Se relaciona de manera importante con un tercer proceso que es el Yo como Contexto, que se define como la capacidad de observar los eventos entendiéndose a uno mismo como el espacio en el que se desarrollan los eventos privados. Como padres y/o cuidadores implica poder abandonar las etiquetas relacionadas con las reglas, especialmente en relación a poner en tela de juicio la propia calidad como padre o madre.

Un cuarto proceso tiene que ver con poder tomar contacto con el momento presente sin juzgarlo. Implica todas las competencias relacionadas con la atención plena, el estar aquí y ahora, poder conectarse al presente y observar, promoviendo en el padre, madre y/o cuidador una sensibilidad mayor frente a las necesidades de su hijo/a y las propias.

El anteúltimo proceso involucrado, son los valores como cualidades importantes elegidas por cada persona, aquello que hace valiosa la vida para cada uno. Se trata de direcciones perseguidas en pos de construir una vida plena e importante para uno. La parentalidad orientada por valores, resulta imprescindible en cualquier tipo de crianza, pero sobre todo en casos difíciles en donde los resultados de las estrategias implementadas no son inmediatos. Con lo cual, los valores son reforzadores para los padres y/o cuidadores, favoreciendo la adherencia al tratamiento y orientando su rol en base a lo que consideran realmente importante enseñarle a su hijo/a.

La parentalidad basada en valores se observa de manera conductual en el sexto proceso, denominado acción comprometida. Implica definir metas con los padres y/o cuidadores a mediano y largo plazo relacionada con la madre o padre que ellos eligen ser, para poder definir las competencias parentales que habrá que trabajar en pos de poder responder a las conductas de sus hijos/as de manera consciente y apegada a sus valores.

Para poder implementar el tratamiento orientado a crear flexibilidad psicológica en los padres y/o cuidadores lo primero que debemos realizar es un análisis funcional de la situacion y otro que refleje el patrón conductual inflexible y por ende limitante de los padres y/o cuidadores. Este ejercicio brinda una imagen clara de la situación personal de la familia para poder definir mejor las intervenciones a realizar.

En la Terapia de Aceptación y Compromiso es de vital importancia la utilización de metáforas y ejercicios experienciales para generar un mayor impacto en las intervenciones y especialmente en la orientación en crianza se utilizan componentes conductuales clásicos en un contexto de flexibilidad psicológica.

Si bien la ACT se desarrolló principalmente en estos últimos años, existen múltiples estudios que avalan su eficacia para el trabajo tanto con niños/as como con sus padres (Fang, S., & Ding, D. 2020). A su vez,  la inflexibilidad cognitiva de los padres tiene una influencia directa en su comportamiento y puede influir en la relación con sus hijos/as y en el desarrollo funcional de los/as niños/as (Backen Jones et al., 2016; Whittingham y Coyne, 2019).

 

Conclusión

En el desarrollo de este trabajo hemos realizado un breve recorrido desde los primeros modelos de orientación en crianza hasta los últimos desarrollos teóricos en esta materia. En el mismo hemos podido observar cómo los primeros modelos estaban enfocados en un entrenamiento a padres instruccional, psicoeducativo y directivo  que poco tenían que ver con lo motivacional, con el cuidado de la interacción y las dinámicas familiares. En la actualidad, los modelos conductuales-contextuales han sabido extraer aquellos elementos terapéuticos que funcionaban de los primeros desarrollos tradicionales y han podido añadir factores transversales que colaboran con el mantenimiento a largo plazo de los aprendido durante el proceso de orientación en crianza. 

Así es como los programas más representativos de orientación en crianza, acuerdan en la importancia y el efecto potenciador que tiene la inclusión del trabajo psicoterapéutico sobre las personas que asumen el rol de madre/padre o cuidador. En ese sentido, aprender a registrar las propias sensaciones, pensamientos, emociones y conductas asociadas al rol de paternar es una inversión a futuro. La posibilidad de tener mayor registro sobre nuestros propios eventos privados como madres/padres o cuidadores nos brinda la flexibilidad necesaria para poder responder a la conducta disfuncional de los/as niños/as y no a lo que eso genera en nosotros. De esta manera, aparece la oportunidad de enseñar un repertorio conductual más amplio ligado al modelado y la posibilidad de crear comportamientos funcionales que puedan ser reforzados al mismo tiempo que se prioriza el cuidado del vínculo paterno-filial.  

 

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9na Edición - Diciembre 2022
 
 
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