Introducción
Los
estudios epidemiológicos confirman que el Trastorno de
Ansiedad Social (TAS) resulta, entre todos los trastornos de
ansiedad, aquel que tiene las tasas más bajas de consulta y
tratamiento, principalmente porque la persona, creyendo que se trata
de una forma de ser y no de un trastorno modificable, no la busca. Y
cuando lo hace no siempre encuentra profesionales que conocen a fondo
el tema.
Pese a ser muy común,
mucho más de lo que se piensa, se trata de uno de los
trastornos por ansiedad más descuidados en su proceso de
identificación. Conforma el tercer trastorno en frecuencia
después de la depresión y el abuso de sustancia. Si lo
expresamos en términos de prevalencia las cifras están
entre el 1,7 al 3,2 %. Su incorporación al DSM se produjo
recién con la versión III ya que el II incluía
todas las fobias en una sola categoría. Los estudios
epidemiológicos y evolutivos la fraccionaron: diferían
en la etiología, edad de comienzo, curso y respuesta al
tratamiento. La agorafobia fue la primera en ser separada mientras
que la fobia social fue muy posterior, pese a que su diferenciación
fuera precisada por Marks y Gelder en 1966. En la clínica
persiste la dificultad ya que un 50% de los pacientes agorafóbicos
sufre ansiedad social y el 25% de quienes sufre TAS experimentan
ansiedad en las mismas situaciones que los agorafóbicos. Pero
ambos cuadros difieren en variables epidemiológicas: los
fóbicos sociales son, al momento de la consulta más
jóvenes, solteros, de mayor nivel educativo y frecuentemente,
profesionales (Stein, Torgrud L, Walker JR, 2000; Somers, Goldner,
Waraich y Hsu, 2006). Un informe ECA parece contradecir esta
descripción (Schneier y col, 1992), pero al estar basado en
datos epidemiológicos se detectaron grados menores
subclínicos, por ejemplo en mujeres que no estaban presionadas
para actuar socialmente por su nivel sociocultural más bajo,
sin motivación para buscar tratamiento, en tanto que los
pacientes que consultan presentan una forma clínica más
severa de tipo generalizado,
con mayor grado de perturbación, Las
diferencias en cuanto al nivel económico entre el grupo de
pacientes y el de los encuestados favorecería la consulta
precoz de quienes contaban con recursos, mientras que el informe ECA
incluye todos los niveles económicos.
Si
consideramos la predisposición al padecimiento, una reciente
revisión exhaustiva de datos recogida de diversas fuentes
entre enero de
2000 a diciembre de 2008 señala que los factores más
importantes son el temperamento
y la personalidad, ambas asociadas a penetración genética.
(Lampe, 2009) siendo menor la
contribución del medio ambiente. Estos hallazgos no deben
hacer pensar que no es modificable. Teniendo en cuenta la
comorbilidad asociada y la discapacidad, debemos lograr el
reconocimiento de los profesionales y su tratamiento temprano con
terapias basadas en la evidencia. La ciencia cognitiva, que llevó
a una mejor comprensión de los factores de mantenimiento
independientes de aquellos invocados como causales, contribuyó
al aumento de la eficacia terapéutica, sola o asociada a
intervenciones farmacológicas.
Se
requiere que el conocimiento de estas alternativas terapéuticas
resulten conocidas por los profesionales para asegurar que el
trastorno sea explorado y diagnosticado. Este es claramente, el
propósito de esta presentación.
¿Qué
es la Fobia Social?
Se conoce como tal al fenómeno
psicológico caracterizado por experimentar ansiedad o temor de
diverso grado, en las interacciones sociales, que en grado severo
puede interferir en el funcionamiento apropiado de la persona. El
DSM-IV la define como "el
miedo persistente y acusado en situaciones sociales o actuaciones en
público por temor a que resulten embarazosas (Criterio A). La
exposición a estos estímulos produce una respuesta
inmediata de ansiedad (Criterio B). Para
Stein (1995) no es una definición apropiada, coincidiendo
otros autores (Filho y col. 2010). La problemática central
sería el
temor a
ser juzgado negativamente
por los otros.
Temen parecer tonto, ser rechazado o no gustar: de modo que el
aspecto más importante lo constituye el sentirse
observado, estar
bajo el juicio de otros. La persona se pone en la "cabeza de
los demás" y desde allí se juzga negativamente
diciéndose "parezco
un tonto", "me voy a equivocar", "se nota que
no gusto", o "todos se darán cuenta que estoy
nervioso".
El DSM-V tomó en
cuenta esta característica incorporándola en el
criterio A que dice: "Miedo
o ansiedad marcada en una o más situaciones sociales en las
que el individuo está expuesto al posible examen por parte de
otras personas. Algunos ejemplos son la interacciones sociales (p.ej.
mantener una conversación, reunirse con personas extrañas),
ser observado (p. ej. comiendo o bebiendo) y actuar delante de otras
personas (p.ej. dar una charla). Mientras que el criterio B resalta
que "el individuo tiene miedo de actuar de cierta manera o de
mostrar síntomas de ansiedad que se valoren negativamente."
Sentirse ansioso en un
encuentro social es bastante frecuente, si se interactúa con
extraños, y particularmente con el sexo opuesto, denominándose
a este sentimiento inseguridad.
Afrontar las
situaciones sociales conduce a la superación progresiva;
ganando en seguridad y confianza. De allí que para
diagnosticar TAS la ansiedad debe perturbar el desempeño,
llevar a una vida social insatisfactoria, a dificultades para hacer
amistades o para formar pareja, contribuyendo al aislamiento
progresivo. Cuando la persona la padece en la mayoría de las
situaciones sociales se denomina fobia
social generalizada.
En cambio si la sufre solamente situaciones particulares como cuando
debe hablar en público o al dar exámenes, se la
denomina fobia
social específica
El cuadro clínico es
bastante característico: la persona está dominada por
el temor a interactuar socialmente y correr el riego de ser evaluado
o juzgado por los demás. Fuera de la situación, puede
considerar que el temor es irracional, pero en la certeza de su
repetición buscará no exponerse. Cuando la evitación
no es posible, la inminencia de una interacción social es
vivida como amenazante, anticipando errores y fracasos inevitables;
la intensidad de los síntomas físicos puede llegar al
extremo de desencadenar una crisis de pánico.
Viñeta 1. AA joven de
22 años consulta por crisis de pánico. La primera se
presentó yendo con un primo y otros amigos a un cumpleaños.
En el trayecto sus pensamientos se centraron en la inminencia de la
interacción social experimentando temor: se sabía
insegura y creía que no se habría de manejar
adecuadamente en esas situaciones. Temía hacer el ridículo.
Junto a esos pensamientos se activaron síntomas de angustia,
opresión en el pecho, palpitaciones y creciente ansiedad. Se
veía a sí misma haciendo el ridículo. Temía
que todos se dieran cuenta de su estado. Los síntomas se
intensificaron: ahogos y temor a perder el control. Desistió
de ir al cumpleaños y pidió ser regresada su domicilio.
La crisis que padeció
AA fue una de pánico, pero el trastorno desencadenante su
fobia social: sus pensamientos automáticos anticipaban un
desempeño negativo en el encuentro con otras personas y no en
la certeza de padecer una dolencia grave, como en el pánico.
El contenido de los
pensamientos que
automáticamente se disparan es clave para el diagnóstico
diferencial. Como en este caso, las personan con TAS suelen consultan
por otras causas, depresión, angustia o trastornos
psicosomáticos, solamente un 3 % por padecer fobia social -
demoran hasta 10 años desde el inicio del trastorno- cuando
concluyen que no pueden superarlo o lo precipita un cambio laborar o
académico que demande mayor interacción social. No lo
hacen por creer que ¨son
así¨, no
que tienen un trastorno para el cual haya tratamiento. Además,
el mismo sufrimiento social es anticipado para con la consulta ya que
es vista como amenazante.
La ansiedad que se experimenta
al imaginar un encuentro se denomina "ansiedad anticipatoria",
tal el caso clínico que acabamos de citar. Si ésta es
leve, la persona puede seguir adelante, pero si es intensa desistirá
y evitará exponerse. Se ha generado evitación
fóbica. Si se expone a la situación suele incorporar
"medidas de seguridad": consiste en aferrarse a reglas
estrictas para sentirse seguros, las que, paradójicamente
mantienen el problema: p.ej. hablar precipitadamente para no ser
interrumpido o sufrir lagunas; ponerse a un costado en la reunión
para no llamar la atención o al tomar una copa con la mano con
firmeza para no temblar. Una muy disruptiva es llevar un control
atento de lo que dice para no incurrir en algo impropio: las
consecuencias serán peores aún: si se toma una copa
demasiado fuerte aumenta la posibilidad de temblar o si habla en
forma precipitada parecerá poco natural. Igualmente si
permanece más bien apartada del resto en una reunión,
es probable que atraiga más atención.
El aspecto más
perturbador es de naturaleza cognitiva: su pensamiento se verá
invadido por frases destructivas: "Hago
todo mal"… "Parezco un estúpido"…
"Todos me miran":
se intensificará la ansiedad y su inseguridad: sudoración,
pulso trémulo, obnubilación del pensamiento, flojedad
en las piernas. Además la palabra y sus movimientos se tornan
poco naturales. Se iniciará una lucha entre seguir
adelante o huir: un impulso irresistible a escapar de la situación
ocupa su pensamiento, teme la vergüenza social, tratará
de controlar los síntomas y solo consigue incrementarlos. La
lucha contra los síntomas generará ansiedad
secundaria, que
retroalimenta los síntomas (Chappa, 2006). Todo nuevo episodio
aumentará la ansiedad anticipatoria y puede llevarlo a una
conducta de evitación, restringiendo aún más la
interacción social y aumentando el sentimiento de ineficacia.
Se ha instalado la fobia
social, la forma
más intensa de TAS. Se trataría de un continuo:
incomodidad, ansiedad social, fobia social (Crome et al. 2010). Pero
hay más: es muy interesante desde el punto de vista
terapéutico la descripción de una condición que
ha sido denominada fobia
social subclínica,
detectada aplicando
test específicos para fobia social a poblaciones grandes de
adolescentes: un subgrupo presentaba manifestaciones leves ante
situaciones bastante comunes -comer frente a otros, aun cuando sean
conocidos, hablar frente a desconocidos o ser presentados a una
nueva persona. No se trata de vergüenza,
que se diferencia
de la fobia social por experimentarse bruscamente en
la situación misma
por un comportamiento o expresión que la persona vivencia como
inadecuada. También difiere en que la ansiedad social se
disipa en cuanto la persona abandona el lugar mientras que la
vergüenza tiende a generar sentimientos y rumiaciones negativas
posteriores por su torpeza (Gilbert y Andrews, 1998). En suma: los
límites entre estas categorías tienen a ser difusos: se
debe tener en cuenta en cada caso particular la intensidad del
malestar experimentado y la interferencia que produce en la vida o en
las actividades de la persona. En algunos casos puede que la persona
no se atreva siquiera a salir a la calle como en el caso que paso a
referir.
Viñeta 2. BB.
Estudiante universitario de 23 años, unos meses atrás,
había interrumpido su concurrencia a la facultad. Seguía
estudiado en su casa, sin asistir a clases. Tampoco visitaba a sus
amigos, ingeniándoselas para reunirse siempre en su casa.
Construía excusas razonables para evitar salir, consiguiendo
ocultar su padecimiento. Un familiar consulta por resultarle
llamativo su comportamiento, informándosele que podría
tratarse de una fobia social. Lograron convencerle para hiciera un
consulta. Acepta realizarla solamente en un horario nocturno, ya que
no podía salir a calle de día.
Si bien tiende de eclosionar
en la adolescencia muchas veces las manifestaciones se presentan en
la niñez. La ansiedad de separación y el temor a los
extraños son comunes en los niños más pequeños
y desaparecen progresivamente entre los 4 y 5 años. La timidez
frente a desconocidas, la fobia escolar u otras formas de Trastorno
Evitativo son frecuentes entre los antecedentes de fóbicos
sociales adultos, poniendo en evidencia el factor temperamental y las
influencias genéticas. (Meyer, 2010; Kagan y col.1988). Muchas
veces se tiende a considerar estas manifestaciones en los niños
como menores o pasajeras, sin embargo es el momento oportuno para
intervenir y evitar consecuencias posteriores. Hoy se sabe del
inicio precoz de este trastorno que de persistir más allá
de la adolescencia tiende a seguir un curso crónico, afectando
aspectos fundamentales del desenvolvimiento y desarrollo social,
frustrar el desempeño académico, formar pareja o
dificultar la inserción laboral. Posteriormente serán
más proclives a sufrir depresión o abusos de
sustancias, particularmente alcohol. La comorbilidad es tanto más
frecuente cuanto más precozmente se instala la ansiedad social
en la vida de la persona.
Podemos adelantar algunas
conclusiones:
- El Trastorno de Ansiedad
Social es muy alta frecuencia
- Es de comienzo precoz y
tiende a la cronicidad
- Genera significativa
perturbación y discapacidad
- A menudo cursa sin
tratamiento
Estos señalamientos nos
alertan sobre la importancia de un adecuado conocimiento por parte de
los profesionales de la salud.
Etiopatogenia
Es
razonable que una vez reconocido el trastorno preguntarse a sí
mismo "¿por
qué me pasa esto?", la
respuesta es un tema abierto a la controversia: no podemos
atribuirlo a un factor único. Un indicador importante es la
edad de comienzo: la mayoría de los estudios señalan
que es precoz: en el 62% antes de los 15 años; y si tomamos
como edad de corte 20 años, abarcaremos el 80 % de los casos.
Estos datos nos hablan de probables factores genéticos o de
influencias ambientales muy tempranas. No son excluyentes una de
otras. Los estudios de más peso para evaluar los factores
genéticos se han llevado a cabo en gemelos idénticos,
criados juntos o separados. La concordancia de TAS en gemelos
idénticos es del orden del 25% mientras que en los dizigóticos
o mellizos es del 15%. La contribución genética de la
fobia social es evidente y explicaría alrededor del 21% de la
variancia. Los gemelos con TAS son más concordantes en
timidez, temerosos o aprensivos en presencia de extraños y
tienen dificultad en comer frente a otros. Pero cuando son criados
separados se observa una relación entre la sociabilidad y
timidez de la madre y la del gemelo adoptivo. Estos datos se
corresponden con la prevalencia del TAS en los padres de niños
inhibidos: es más alta que en los padres de niños no
inhibidos (18 % a 0 %).
Lo
expuesto reafirma la interacción entre el genotipo y su
ambiente. Los estudios en niños pequeños son muy
relevantes a este respecto. Merece ser citado el estudio de Jerome
Kagan (Kagan, 1988; Mayer 2010) que fue realizado para evaluar el
potencial daño psicológico de las guarderías al
separar a los niños pequeños de sus madres. Al estudiar
su comportamiento cuando ingresaban comprobó que mientras
algunos se dirigían a los juguetes e interactuaban con otros
niños, otros mostraran un comportamiento inhibido,
permanecían más tiempo aferrados a la madre, tardaban
en empezar a jugar, hablar o interactuar en ese medio no familiar.
Kagan llamó a este comportamiento Comportamiento
Inhibido-IC"
y lo definió como de bases genéticas o biológicas,
no aprendidas, temperamental, y caracterizado por tendencia a la
pasividad, a mostrar inhibición, temor o vergüenza en
situaciones nuevas o frente a extraños. Realizó el
seguimiento de estos niños según crecían
comprobando que estas características continuaban en algunos
hasta los 7 años. Persistía la tendencia a ser más
reservados y evitativos que los desinhibidos. que interactuaban y
conversaban más. Con algunos realizó entrevistas cuando
adolescentes comprobando que varios desarrollaban ansiedad social. Un
reciente meta-análisis sugiere que la IC es el predictor más
importante de desarrollo del TAS: aproximadamente la mitad de los
niños con IC lo sufrirán en algún grado. El
reconocimiento de estos hechos es importante desde el punto de vista
preventivo ya que los efectos ambientales pueden ser negativos,
desfavorables o positivos si ayudan al niño a superar sus
inhibiciones (Clauss et al., 2012). Influye el
grado en que una familia socializa siendo negativo que el niño
tenga limitada exposición a interacciones sociales. Se
comprueba que
los niños inhibidos, con más frecuencia que los no
inhibidos, tienen padres que han sufrido o tienen TAS. El TAS hace
eclosión en la adolescencia, cuando se inician los cambios
físicos, psicológicos y sociales. Se producen
modificaciones puberales, cambios de escuela, y mayor preocupación
por la imagen personal. Crece la importancia sobre "la opinión
de los demás", ser aceptado e integrarse a nuevas
amistades, pudiendo generarse mayor inseguridad. Es en este período
cuando la persona busca su "lugar social", su posición
en relación con los otros. Sin duda un período
conflictivo. Para lo etólogos sería la expresión
evolucionaría de las confrontaciones que llevan a la sumisión/
dominancia que tienen lugar en las especies que viven en grupos para
ordenarse jerárquicamente. Gilbert (1992) se pregunta "¿por
qué ciertas construcciones del self y del mundo producen
trastornos psicopatológicos?
se responde: "porque
nuestro cerebro está estructurado de ese modo" como
resultado de la evolución. La transformación de las
especies solo puede darse en el contexto social: la evolución
es, de hecho, el
estudio de lo social:
progresa mediante tácticas interactivas que signifiquen una
ventaja sobre los demás. Prima la adaptación social:
nuestro cerebro- que participa en la construcción de la
realidad- contiene patrones incorporados por la evolución
para hacer efectiva esa adaptación que de fallar resultará
disfuncional (Gilbert, 1987; 1988).
Un
ejemplo paradigmático sobre la influencia de la genética
en las conductas socialmente inhibidas lo tenemos en el
comportamiento plácido de los ratones blancos de laboratorio.
Estos pueden tomados en la mano sin que agredan. Hasta un niño
puede jugar con ellos sin ser herido. Esta cepa de ratoncitos dóciles
conocida como NC100, se logró por entrecruzamiento selectivo.
Resultan de 20 o más
generaciones consecutivas de acoplamiento seleccionando los
ejemplares más dóciles. Pero este comportamiento no es
inmodificable: si son
sometidos a experiencias sociales repetidas pueden superar su
inhibición. Ciertos fármacos logran el mismo efecto:
estudios neuroquímicos mostraron que tienen reducida la
dopamina en el Núcleo Acumbens, que en los ratones agresivos
es muy alta. Se comprobó que si los NC100 reciben Fenelzina-
un inhibidor de la MAO que aumenta la disponibilidad de dopamina-
disminuiye su comportamiento inhibido.
Otra
distinción que debemos hacer es entre factores causales y de
mantenimiento: entre aquello que creemos responsable de que una
persona sufra fobia
social de aquello
responsable de que siga
siendo fóbica social.
Esta distinción es importante: ha habido mayores progresos en
la identificación y modificación de los factores de
mantenimiento con terapéuticas cognitivo-comportamentales de
la fobia social. Esto no significa reducir la importancia de
identificar los orígenes de la misma para la prevención
de su desarrollo.
En
suma: las siguientes variables participan en el origen y
mantenimiento del TAS:
1)
Penetración
familiar:
mayor incidencia de TAS en los familiares directos del paciente.
2) Factores
Genéticos: su
participación ronda aproximadamente 30% de la penetración
familiar.
3)
Patrones psicoevolucionarios: nuestro
cerebro, que participa en la construcción de la realidad,
contiene patrones incorporados por la evolución para la
competencia social. Si resultan disfuncionales ésta resultará
desadaptada.
4)
Pruebas
neurofarmacológicas:
la primera teoría basada en el efecto beneficioso de los IMAOs
fue la dopaminérgica (Leibowitz y col. 1987). Posteriormente
se comprobaron alteraciones de los sistemas serotoninérgicos y
la efectividad de los IRSS. Los Receptores 1 A que inhiben la
síntesis y la liberación de serotonina muestran
down-regulation en el TAS y aumento del transporte de serotonina en
la actividad pre- sináptica. Usando PET se encontraron índices
más elevados de síntesis de serotonina y de
transportadores de 5HT en la amígdala, el núcleo
caudado, el putamen, el tálamo y la corteza de la ínsula;
tanto más elevada cuanto más intensos los síntomas
de ansiedad social (Frick y col., 2015; Klumppa
et al., 2010).
5) Aprendizaje
social:
la imitación del comportamiento de los padres y adultos
significativos podrían favorecer la adquisición de
independencia y del aprendizaje de habilidades sociales; o bien
perjudicarlo.
6) Persistencia
de las conductas de apego:
el
apego facilita la supervivencia al mantener las crías próximas
a los adultos y favorece el aprendizaje social y la exploración.
Si se prolonga puede perturbar el desarrollo y generar inseguridad e
inhibición frente a los otros, favoreciendo la activación
de los sistemas de defensa con subactivación de las conductas
de seguridad.
7) Estrés
social: aumento de
las demanda en ciertas etapas de la vida, por ej. en la adolescencia
o haber sufrido traumas sociales, bulliyng entre otros.
Un programa terapéutico
debe tener en cuenta estas variables e integrarlas
para su mayor efectividad.
Modelos
propuestos para el TAS
Es
ampliamente aceptado que para llevar a cabo el tratamiento eficaz de
un trastorno psiquiátrico o psicológico se requiere el
conocimiento de sus causas y el modo en cómo distintos
factores operan en su presentación y mantenimiento, datos que
permiten construir una explicación o modelo en el cual basar
los procedimientos terapéuticos. David Clark (1997) sostuvo:
"Históricamente
algunos de los tratamientos psicológicos más efectivos
para los trastornos emocionales se han desarrollado por la
construcción de un
modelo del origen y mantenimiento del trastorno
y luego ideando procedimientos terapéuticos con el foco en la
patología central y también poder revertir los factores
de mantenimiento" Algunos
modelos explicativos toman en cuenta una o pocas variables. Los
primeros modelos de las fobias se basaron en una única común
todas la inhibición
condicionada (Watson,
1969). En cambio Gray en su "modelo
de los sistemas neurales"
(Morgan y col.
2009) propone la existencia de tres sistemas que actúan en
interacción: 1- el sistema fight/flyght responsable de la
respuesta ante amenazas incondicionadas; 2- el sistema de inhibición
de la conducta (BIS) responsable de preparar las repuestas del animal
ante amenazas no condicionados- que para Gray constituye la base
neurológica de la ansiedad; y 3- un sistema de aproximación
o de activación conductual (BAS) en respuesta a estímulos
reforzadores o no amenazantes. Propone que la aproximación y
la evitación son las dos dimensiones más importantes en
la psicopatología resultantes del equilibrio BIS/BAS. Morgan
y col, (op.cit.)
estudiaron un
grupo de fóbicos sociales sin depresión comórbida
y lo compararon con un grupo control, encontrando que los primeros
mostraban aumento del BIS y reducción del BAS. Otros autores
ponen el acento en el
déficit de habilidades sociales: carencia
del repertorio adecuado de respuestas y habilidades para interactuar
eficazmente. Es probable que todas estas variables tengan algún
grado de participación en la etiopatogenia. Sin embargo, estos
modelos neurobiológicos y de aprendizaje no contemplaban el
balance entre la evaluación de la amenaza y de los recursos
disponibles para aventarla ni tampoco la participación de las
variables cognitivas. Fue Beck (1985) quien explícitamente las
incorporó en su Modelo
Cognitivo. La
importancia del mismo reside no solamente en explicar la emergencia
de ciertos fenómenos de ansiedad sino también dar
cuenta del hecho de que sujetos con habilidades sociales suficientes
se muestren incapaces de ejercerlas o que la ansiedad se mantenga
elevada pese a lograr desempeños eficaces. Su Modelo
Cognitivo permite, además, ciertas predicciones, como por
ejemplo, que la persona: 1.evalúe negativamente el feedback
interpersonal; 2. rememore más fácilmente las
experiencias interpersonales negativas que las positivas; 3.
subestime su capacidad para el desempeño social; 4. genere un
mayor número de cogniciones negativas en situaciones sociales
y en las de estrés en general y 5. anticipe evaluaciones
sociales negativas. Beck considera esta última variable como
la más importante desde el punto de vista cognitivo, capaz de
generar ansiedad e inhibir el comportamiento social. En línea
con esta perspectiva se han realizado estudios para determinar si en
efecto los pacientes que sufren ansiedad social realmente sobrestiman
la probabilidad de resultados sociales negativos, con resultados
confirmatorios. Por su parte Lazarus y Folkman (1986)
proponen el
Modelo Cognitivo del
Estrés
sosteniendo que el proceso se cumple en dos etapas: a) evaluación
primaria
negativa sobre la situación social (amenaza) b) expectativas
negativas sobre la eficacia de los recursos disponibles para
enfrentarla (evaluación
secundaria). Como
resultante emerge la ansiedad anticipatoria y la consecuente
evitación
o ya en la situación social tomar medidas
de seguridad.
Clark
y Wells (1985) por su parte sostienen que el primer componente está
dado por las presunciones
que se expresan en
forma de cogniciones catastróficas ("no
sabré que decir, pareceré un tonto, todos notarán
mis nervios")
que surgen ante la percepción del peligro {ver figura 1}.
Tales cogniciones se acompañan de síntomas de ansiedad:
palpitaciones, temblor, calor en la cara, sudoración etc.
Estos síntomas confirman la incapacidad y aumentan la
magnitud de la amenaza. Se activarán entonces medidas de
seguridad: pasar desapercibido, evitar el contacto visual, hablar sin
pausas si se ve obligado a conversar, y otras– que se
convierten en factores de mantenimiento. Por último se produce
un tercer componente: la reconcentrarse
en sí mismo,
monitoreando todo lo que dice o hace, confirmando sus presunciones
negativas y llevándole a la conclusión de que la gente
lo habrá de notar perturbado y ridículo.
Un
modelo integrativo del TAS
Estos
modelos han dado lugar a abordajes terapéuticas en línea
con las propuestas analizadas: comportamentales, farmacológicos,
intervenciones sociales o modificaciones cognitivas con cierto grado
de éxito. ¿Es posible integrar las variables descriptas
en un modelo abarcativo? Hace unos años desarrollamos en el
CETEM un programa terapéutico basado en una propuesta de
Modelo Integrativo (Chappa, 2000) suficientemente abarcativo como
para intervenir secuencialmente en el proceso terapéutico de
la fobia social, y lograr mayor eficacia terapéutica {ver
figura 2}. En su propuesta integrativa el autor sostiene que las
manifestaciones precoces de la ansiedad social nos hablan de un
proceso no aprendido caracterizado por patrones neurobiológicos
de inhibición de la conducta social
que conforman el
temperamento del niño o adolescente, corroborado en estudios
de seguimiento. Sobre este temperamento actuarían variables
ambientales, particularmente familiares (sobreprotección,
imitación inhibitoria, restricciones en la interacción
social, experiencias negativas, etc.) que limitan el desarrollo de
habilidades sociales. Se generan de este modo esquemas
cognitivos precoces disfuncionales
que progresivamente se integran al self de tal modo que la persona
se rotula a ella misma "ser así". Las demandas
sociales- comúnmente de presentación en la
adolescencia- favorecen la activación del "set cognitivo
fóbico social" caracterizado por los componentes
cognitivos y somáticos de ansiedad, la puesta en marcha
conductas de seguridad y la destructiva focalización en sí
mismo que resultan factores de mantenimiento. Si este set se activa
ante la inminencia de la participación social- ansiedad
anticipatoria- favorece conductas evitativas, que, de repetirse,
conducirán al progresivo aislamiento social.
Propuesta
Terapéutica Integrativa
Los
distintos niveles causales, psicopatológicos y de
mantenimiento desarrollados constituyen la base conceptual para una
propuesta integrativa de tratamiento, psicofarmacológica y
psicoterapéutica, conformada por un grupo de estrategias de
cambio destinadas a
modificar los factores de mantenimiento de la ansiedad social-
fundamentalmente lo
que se piensa, lo que se hace y lo que se deja de hacer-
cualquiera sea
el proceso que subyace a su origen. La frecuente resistencia del
paciente a integrarse a grupos terapéuticos de inicio, no
llevó a proponer formato
individual para las cuatro primeras y grupal las dos últimas
una vez que alcanza cierta tolerancia a la exposición. Estas
son:
1.
Evaluación:
con entrevista y batería de escalas, tanto para tener un
diagnóstico
de certeza de la FS
como de la detección
de comorbilidad asociada,
que de no detectarse puede llevar al fracaso terapéutico
(Chappa, 1996,1997, 2011), particularmente la depresión, los
rasgos obsesivos y el abuso de alcohol.
2.
Psicoeducacionales:
destinadas a cambiar la actitud
hacia sí mismo - de "ser así" a sufrir
un trastorno modificable,
corregir la autopercepción de insuficiencia como rasgo de
personalidad e inocular esperanzas de cambio. Si
la actitud es de rechazo a sentirse ansioso, vivenciándolo
como intolerable, disparará cogniciones negativas e imaginará
juicios críticos de los otros que le rodean, retroalimentando
la ansiedad. La aceptación de la ansiedad no es resignación,
se la reformulará como indicadora de que algo debemos cambiar,
pero no lo que sentimos, sino lo que pensamos, es decir nuestros
pensamientos automáticos negativos, denigrantes. El paciente
será entrenado en la auto-observación y registro de sus
pensamientos automáticos ya que conocerlos es fundamental para
poder modificarlos.
3.
Psicofarmacológicas:
Los IRSS han demostrado ser los más efectivos y muy
particularmente la paroxetina (Westenbrg y den Boer, 1999). Si bien
sigue considerándose a la Fenelzina, un IMAO, como el más
efectivo (Davis et al., 2014) las restricciones alimentarias y otros
secundarismos han hecho que se empleen solo ente el fracaso de los
IRSS. Recientemente se ha comprobado que la oxitocina reduce la
reactividad de la amígdala; su uso intranasal reduciría
la ansiedad y el estrés facilitando la interacción
social al activar las interneuronas gabaérgicas de la
amígdala. Pero solamente en TAS leve (Labuschaghe et al.,
2013).
4.
Cognitivas: La
aceptación debe acompañarse de un giro en el foco de la
atención de lo que siente a aquello que piensa. Se reorientará
la atención hacia los pensamientos automáticos,
buscando neutralizarlos para evitar la escalada de la ansiedad. Un
primer paso es cuestionarlos:
¿Qué evidencia tengo que realmente me toman por tonto?
Decatastrofizarlos: ¿Y
si me ocurre, qué…? ¿Qué importancia
tiene? La técnica
de registros también ayuda a debilitarlos: se escriben los
pensamientos negativos y a renglón seguido la alternativa
neutralizadora o afirmativa. La oportunidad propicia para hacerlo es
cuando estos pensamientos se activan antes de entrar en una
interacción social,
5.
Comportamentales:
Si bien las situaciones sociales no pueden programarse para emplear
técnicas de exposición graduales, resulta de mucho
valor el entrenamiento en técnicas de afrontamiento tales como
la relajación y el entrenamiento asertivo, para ser aplicado
en las interacciones sociales. Adicionalmente abandonar las medidas
de seguridad.
6.
Entrenamiento
en
habilidades sociales.
Por habilidades sociales debe entenderse no
solamente cómo nos desempeñamos frente a otros en un
contexto social sino también si interpretarnos adecuadamente
los comportamientos y mensajes del otro de modo de responder de
manera adecuada. Se trata de funciones de un proceso de conocimiento:
la Cognición
Social. La
habilidad para entender al otro y otros puntos de vista se conoce
como "teoría
de la mente". Esta
etapa terapéutica se efectiviza con técnicas grupales.
Tratándose de un trastorno de naturaleza social, este formato
se constituye en la mejor opción de abordaje.
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