Evaluación
y diagnóstico psicológico. Conceptos básicos.
El objetivo de este capítulo
es ofrecer una visión integral de lo que hoy se denomina
Evaluación y Diagnóstico Psicológico, como
disciplina y como campo de trabajo específico del psicólogo.
En su práctica el
psicólogo recibe la consulta por problemáticas
diversas. Debe actuar con el propósito de promover un cambio
en los comportamientos disfuncionales. Para poder intervenir necesita
conocer pormenorizadamente el perfil psicológico del
consultante y es entonces, cuando cobran relevancia las tareas de
Evaluación Psicológica.
En todos los tiempos el ser
humano ha estado interesado en conocerse a sí mismo. Pueden
considerarse antecedentes de Evaluación de orden mítico
el horóscopo, las cartas astrales, (Fernández
Ballesteros, 1990) o la interpretación de cómo se
distribuían las hojas de té en el fondo de una taza.
Posteriormente, en una etapa racional-especulativa, desde el campo de
la Medicina, Hipócrates y luego Galeno desarrollaron la teoría
de los cuatro temperamentos, que obran también como
antecedentes de esta intención de generar diagnósticos.
Pero será después que la Psicología se
constituya como ciencia, a fines del siglo XIX, cuando el
Psicodiagnóstico se constituye como una subdisciplina de
aquella.
En su etapa fundacional, son tres
los investigadores que destacan con fuerza: Francis Galton, McKeen
Cattell y Alfred Binet (Fernández Ballesteros, 1990). Galton
es quien inicia el estudio de las diferencias individuales; Cattell
(1890), por primera vez enuncia el constructo Test, diseña
diversas pruebas y plantea el empleo de procedimientos objetivos para
el estudio de las ejecuciones del sujeto, dejando de lado la
introspección. Binet (Binet y Simon, 1905) propone el estudio
de facultades psíquicas superiores y no solo funciones
aisladas. Tiene el mérito de ser quien formula con claridad el
concepto de diagnóstico psicológico, a partir del
estudio de la inteligencia.
Inicialmente el Psicodiagnóstico,
a fines del Siglo XIX y comienzos del siglo XX estuvo centrado tal
como refiere Fernández Ballesteros (1990), en el estudio de la
individualidad, haciendo foco en características sensoriales,
motrices y perceptivas. Es decir, estuvo orientado a la producción
de tecnología, más que a la generación de
teorías que respaldaran dicha tecnología. En tal
sentido, los primeros desarrollos en Psicodiagnóstico se
vieron influidos fuertemente por las teorizaciones que provenían
del campo de la Psicología Clínica.
Hacia fines del siglo XIX se
produjo un marcado movimiento científico que determinó
el nacimiento de la Psicología Clínica. Hubo un
creciente interés por explicar diversos trastornos mentales,
con lo cual la observación sistemática se complementó
con inferencias que se formulaban a partir de los datos que se iban
recogiendo con el uso de pruebas
Se fueron desarrollando variadas
teorías que se proponían explicar comportamientos y se
enunciaron constructos para denominar las inferencias que el
psicólogo hacía del caso particular. Así es como
surgieron los sistemas de clasificación diagnóstica de
los trastornos (DSM y CIE), directamente vinculados al ámbito
de la Psicología Clínica.
Pueden identificarse algunos
hitos para el surgimiento de la Psicología Clínica: la
creación del laboratorio de Binet, la fundación de la
primera clínica psicológica para niños en la
Universidad de Pensilvania por Witmer en 1896, a quien se considera
padre de la Psicología Clínica; en el mismo año
por primera vez Freud
(1978) enuncia la noción de Psicoanálisis; otro
hito son los trabajos de Pavlov, aunque la traducción de su
obra al idioma inglés se produjo recién en 1927. En
1930 Kanner inaugura la primera clínica psiquiátrica en
una unidad pediátrica en la Universidad J. Hopkins y Lauretta
Bender organiza la primera unidad infantil en el hospital
psiquiátrico Nueva York Bellevue Hospital (Schoeps y González
Barrón, 2015).
Como bien señala Sendín
(2000), más allá de los modelos existentes, hay
consenso acerca de que el proceso diagnóstico incluye siempre
la observación directa del sujeto evaluado. Se dirá al
mismo tiempo que dicha observación se acompaña de la
capacidad del psicólogo para escuchar el discurso del
consultante. Puede afirmarse así, que la esencia del enfoque
clínico se centra en la observación y en la capacidad
de escuchar. El Psicodiagnóstico en sus comienzos y lo que
posteriormente se denominó Evaluación Psicológica
ha estado y continúa estando muy vinculado al enfoque clínico.
Sendín (2000) considera que, sin ser idénticos, se los
emplea casi siempre como sinónimos.
A su vez, el término
Psicodiagnóstico surge inicialmente para designar una prueba –
y no un proceso - de evaluación de variables de personalidad.
Se trata de la técnica de manchas de tinta que Rorschach
publicó en 1921. Posteriormente se comenzó a emplear
dicho término para hacer referencia a las valoraciones
realizadas con más de una técnica, es decir a un
proceso.
De
la noción de Psicodiagnóstico a la de Evaluación
Psicológica
Los conceptos de Psicodiagnóstico
y de Evaluación Psicológica se presentan aun hoy
solapados en su significación. Más allá de las
diferencias- ambos aluden a algo más que la administración
de tests y técnicas -, se está haciendo referencia a un
proceso que va a definir con juicio clínico una estrategia
para conocer al sujeto; la piedra angular es el análisis,
comparación e interpretación de datos. Muchas veces se
ha simplificado esta tarea multidimensional, a la administración
de pruebas. Probablemente este sesgo sea un resabio de los comienzos
fundacionales de la disciplina, donde se hacía una fuerte
referencia a tests. Un ejemplo de ello fue la administración
masiva de pruebas durante la Primera Guerra Mundial con fines de
selección de personal.
Es durante la Segunda Guerra
Mundial cuando la Oficina de Servicios Estratégicos de EE.UU.
llevó a cabo procedimientos de valoración empleando
pruebas psicológicas, en situaciones tales como seleccionar
personal militar para que ocuparan puestos especializados. Los datos
que se generaban eran evaluados e integrados por especialistas (Cohen
y Swerdlik, 2000). Esto implicaba algo más que la
administración de tests, y de allí es que el término
evaluación se consideró más apropiado que
el de administración de pruebas.
Casullo (1999) afirma que el área
de la denominada Evaluación Psicológica, o también
designada como Evaluación y Diagnóstico Psicológico
tiene una existencia autónoma recién en la segunda
mitad del siglo XX. Admite que se trata de un constructo con un
espectro semántico muy amplio, en el que puede incluirse al
Psicodiagnóstico, a la evaluación conductual, o a la
valoración de distintos tipos de intervenciones.
El vocablo Psicodiagnóstico
posteriormente comenzó a ser empleado como sinónimo de
Evaluación Psicológica. En Europa y en los países
anglosajones fue utilizado con un sentido orientado a la Psicología
Clínica (Casullo, 1999). Cuando se hace referencia al campo de
la clínica, se está aludiendo a prácticas
vinculadas a la tradición médica, centradas en la
identificación de la psicopatología y el déficit.
Así, desde un punto de vista etimológico, diagnóstico
es relativo a la diagnosis (del griego: conocimiento).
Vale decir que diagnosticar es entender algo, conocer en profundidad
(Maganto, 1995).
A su vez, el Psicodiagnóstico
se presentó asociado en algunos países anglosajones y
posteriormente en algunos países latinoamericanos - como
Argentina - con el modelo psicoanalítico.
El término Evaluación
Psicológica deriva de la voz inglesa Psychological
Assessment y se originó en una publicación,
Assessment of Man, de la Oficina de Servicios estratégicos
del ejército de EE.UU. La novedad de este concepto es que al
mismo tiempo que mantenía la indagación de variables
psicopatológicas se proponía valorar los recursos
potenciales del sujeto y sus fortalezas. Se afirma que la noción
de Evaluación es más amplia que la de Psicodiagnóstico
(Casullo, 1999; Forns, 1993); siempre subyace al concepto de
evaluación la noción de valoración de
comportamientos. Valorar es entonces, ejercitar un juicio antes de
tomar decisiones.
Qué
es la Evaluación Psicológica
A partir de las consideraciones
precedentes se puede definir la Evaluación Psicológica
como un proceso cuyos objetivos son describir, analizar, categorizar,
contrastar, comprender y en lo posible explicar el comportamiento de
un sujeto tanto en sus aspectos saludables como psicopatológicos
(Casullo, 1999, 2009; Fernández Ballesteros, 1990; Maganto,
1995; Kirchner, Torres y Forns, 1998; Jiménez Gómez
et.al., 1992; Sendín, 2000). La tarea esencial es integrar
numerosos datos provenientes no solo de los instrumentos específicos
de la disciplina – a los que se hará referencia más
adelante -, sino de otras áreas de la Psicología y de
las Ciencias Sociales. Es así que se concibe a la Evaluación
Psicológica como una tarea multidimensional y
pluridisciplinar. Para poder llevarla a cabo se utiliza una serie de
instrumentos y técnicas que le son propias y que van a estar
condicionados por el marco teórico del Psicólogo
(Kirchner et al. 1998). En Argentina el modelo psicoanalítico
ha logrado amplios desarrollos, y ello ha incidido en el empleo
preferente de técnicas proyectivas más que de
psicométricas. En cambio, en los países anglosajones,
han tenido mayor predicamento modelos como el cognitivo –conductual
y el sistémico.
A su vez, la Evaluación
Psicológica como proceso, enlaza la etapa de diagnóstico
con otra, de toma de decisiones. Sobre la base de los resultados
obtenidos se determina qué estrategias de intervención
debieran concretarse a fin de lograr el cambio que mejore la calidad
de vida del sujeto. Cuentan como importantes las funciones de
orientación al consultante y de propuestas de intervención
(Fernández Ballesteros, 1990; Casullo, 1999; Kirchner et al.
1998; Sendín, 2000). Por todo lo expuesto se considera a la
Evaluación Psicológica como una forma de intervención
preventiva (Sendín, 2000) y una forma breve de intervención
terapéutica (Castro Solano, 2017). Este último concepto
alude al valor de la entrevista de devolución de información.
Con ello se quiere significar que, cuanto más tempranamente se
identifiquen las problemáticas, habrá mayor oportunidad
de intervenir, evitando la cristalización de un cuadro.
Siguiendo a Casullo (1999) se
dirá entonces que, mientras el Psicodiagnóstico es una
forma de evaluación que se realiza vinculado al campo de la
Psicología Clínica, y por lo tanto conectado con las
polaridades salud-enfermedad, la Evaluación Psicológica
es un proceso más amplio, que se distancia del modelo médico
y que contiene como una subcategoría al Psicodiagnóstico.
La Evaluación Psicológica puede llevarse a cabo en
campos diferentes del clínico, tales como el educacional,
laboral, forense o comunitario. A su vez, en las últimas
décadas se ha ampliado aún más el concepto,
aplicándola a áreas como la valoración de
programas de intervención que se alejan totalmente del campo
del Psicodiagnóstico clásico.
El término
Psicodiagnóstico prevaleció hasta la década del
'80 en Argentina, tanto en las prácticas profesionales
como en la formación universitaria del Psicólogo.
Progresivamente se fue diferenciando del modelo médico, y fue
criticado desde los ámbitos psicoanalíticos por el uso
y abuso de tests, que se pensó rotulaban al sujeto y dejaban
afuera su singularidad. Se desarrolló vinculado al modelo
psicoanalítico y al empleo casi excluyente de técnicas
proyectivas con devaluación de los procedimientos
cuantitativos. Maganto (1995) afirma que el progreso en la
comprensión y explicación de los fenómenos
psicológicos ha ido asociado a las posibilidades de medición,
pero al mismo tiempo lleva a un cuestionamiento de fondo referido a
temas complejos, tales como, la correspondencia entre unidades de
medida y propiedades del objeto de estudio, a la objetividad de lo
que se mide y la utilidad de la misma. Inclusive el término
medición o medida ha ido perdiendo terreno por el trasfondo
que implica en el campo de las Ciencias Humanas.
Evaluación
de fortalezas y debilidades
Se dejó planteado que la
Evaluación Psicológica se fue distanciando en la
segunda mitad del siglo XX del modelo médico y que no solo
identifica síntomas, psicopatología y déficit,
sino también fortalezas (Casullo, 1999; Contini, 2011; Forns,
1993; Maganto, 1995). Igualmente se destacó que el proceso de
Evaluación Psicológica supone la integración de
resultados de instrumentos empleados, con aportes de otros campos de
la Psicología y de las Ciencias Sociales. En tal sentido, la
Psicología Positiva, que ha tenido un inusitado desarrollo en
las últimas dos décadas, ha impactado en el campo de la
evaluación, ampliando la perspectiva de análisis del
comportamiento.
Resulta atinada la crítica
de Seligman (2003) a la Psicología centrada solo en curar la
enfermedad y reparar el daño, luego de concluida la Segunda
Guerra Mundial. El beneficio de este enfoque fue el conocimiento
riguroso de diversos cuadros psicopatológicos, como así
también el tratamiento más adecuado para muchos de
ellos. El costado negativo es que se dejó de lado otros
aspectos que hacen a la condición humana. La propuesta de
Seligman es entonces, recuperar objetivos que se consideran
esenciales y que sintetiza en hacer más productiva la vida de
los sujetos, lograr una mayor calidad de vida y promover el potencial
humano. Estos conceptos sintonizan con los desarrollos de la
Evaluación Psicológica. En el ámbito de la
evaluación de la discapacidad intelectual es donde impactó
inicialmente este modelo teórico. Así, se puso énfasis
no solo en el Cociente Intelectual como medida cuantitativa, sino en
las diversas habilidades adaptativas y sociales.
Como bien señala Gancedo
(2008) este cambio de posición, de una mirada psicopatológica
a otra salugénica, que Seligman propuso, encuentra sus raíces
en la Psicología Humanista y se reinstaló en el campo
de las Ciencias Sociales en las últimas décadas. El
bienestar será uno de los temas primordiales objeto de estudio
de la Psicología Positiva, recuperados dentro de los objetivos
de la evaluación psicológica.
En suma, la Psicología
Positiva plantea que el campo de la Psicología había
sido deformado. Su objeto de estudio no sería solo la
enfermedad, el déficit y el daño; no solo ausencia de
síntomas y ajuste a normas de acuerdo a criterios estándar,
sino que es también el estudio de las fortalezas, poniendo
énfasis en el desarrollo de potencialidades. Se trata de
identificar el capital psíquico con que cuenta el
sujeto. La salud se presenta asociada, dice Seligman (2005) a la vida
plena.
Falta aún la construcción
de instrumentos que permitan identificar científicamente
constructos tales como emociones positivas, sabiduría,
resiliencia, espiritualidad, capacidad de perdonar. Habiéndose
heredado del siglo XX numerosas problemáticas de salud, la
tendencia natural es emplear el modelo clásico psicopatológico
a la hora de dar respuesta a la consulta psicológica.
Valorización
y desvalorización de la Evaluación Psicológica y
el Psicodiagnóstico
Con posterioridad a la creación
de la técnica de Rorschach, que dio nombre a las tareas de
Psicodiagnóstico, fueron surgiendo nuevas propuestas teóricas
y tecnológicas centradas en el modelo médico clínico,
con énfasis en el empleo de tests psicológicos, tanto
psicométricos como proyectivos (Casullo, 1999). Posteriormente
se desencadenó una polémica entre los defensores del
modelo médico clínico y los que adscribían a la
predicción en base a la estadística.
En Argentina, el sesgo psicoanalítico en la formación
universitaria del psicólogo ha impactado en el área de
la evaluación. Persiste aún hoy la tendencia a dar
mayor valor a las técnicas proyectivas que a las
psicométricas. En la actualidad comienzan a tener mayor
presencia las técnicas objetivas, pero sobrevive el
preconcepto de que se trata de técnicas sencillas, de
aplicación mecánica, con las que se puede obtener datos
cuantitativos en un tiempo breve. Puede afirmarse que se mantienen
las resistencias a todo intento de medición y posturas
dogmáticas, a partir de concepciones epistemológicas
reduccionistas.
Las tareas de Evaluación
Psicológica han pasado así por períodos de
desvalorización y revalorización (Frank de Verthelyi,
1992). La década del '70 del siglo XX fue la de mayor
desvalorización por las críticas a los déficits
que se observaban tanto en el modelo psicométrico como en el
enfoque clínico. En cambio, a partir de los '90 se
asiste a una revalorización de las tareas de Evaluación
Psicológica, por cuanto hubo una consciencia creciente de que
no era posible tomar decisiones a ciegas, sin contar con un
diagnóstico de situación. También por el
progreso de los métodos estadísticos e informáticos
que respaldan la construcción y validación de técnicas.
De igual modo se avizora un progreso epistemológico ya que, en
la actualidad, en primer lugar, se formula la teoría y, sobre
esas bases recién se construyen los instrumentos de
valoración. Este procedimiento va a dar mayores garantías
a la evaluación de comportamientos.
Psicología
Transcultural y Evaluación Psicológica
Se hizo alusión en
párrafos anteriores a un período de desvalorización
de la Evaluación Psicológica. Tal estado de cosas llevó
a interrogar acerca de los métodos que se empleaban para
evaluar y las teorías que los sustentaban. Gran parte de las
pruebas surgieron en contextos ecológicos y culturales
diferentes del ámbito de aplicación local, lo que
conllevaba el riesgo de subdiagnosticar o sobrediagnosticar a los
sujetos.
A
partir de 1930, estudiosos de la Antropología se guiaron por
la formulación axiomática de que cultura y personalidad
estaban relacionadas. Visualizaron a la cultura como un conjunto de
condiciones que determinaban experiencias tempranas y concluyeron que
aquella sería la mayor formadora de la personalidad.
La Psicología
Transcultural recupera estos conceptos y busca determinar el vínculo
entre las variables ecológicas, sociales y culturales y el
comportamiento. Trata de describir cómo y en qué
grado el ambiente influye en el sujeto; se interesa tanto por las
semejanzas (uniformidad) como por las diferencias (diversidad) en el
funcionamiento psicológico individual en varios grupos étnicos
y culturales. (Berry, Segall y
Kagitçibasi, 1997; Berry, Poortinga,
Breugelmans, Chasiotis, y Sam, 2011; Casullo, 2009; Contini,
2003; Georgas, van de Vijver y Berry, 2004; Sam y Berry, 2006).
Eckensberger
(2006) señala que la investigación en Psicología
Transcultural es la sistemática comparación de
variables psicológicas bajo diferentes condiciones culturales
a fin de poder especificar los antecedentes y procesos que median en
la emergencia de diferencias en el comportamiento.
Se
destaca la noción de cultura
como concepto clave,
entendida como los modos de vida compartidos por un grupo de personas
(Berry et al, 1997) o como la parte del medio ambiente construida por
el hombre (Herskovits, 1981). De la cultura concebida como proveedora
de un marco estable para el desarrollo del sujeto, se ha pasado a
otro enfoque que la considera como un contexto
en cambio, tanto por
su dinámica interna, como por el contacto entre culturas
(Berry et al 2011). Sobre la base de esta diversificación no
es prudente arriesgar definiciones simples.
Asimismo,
Berry puntualiza la importancia de incluir en este análisis
del comportamiento las variables
ecológicas, por
cuanto se considera a los diversos grupos humanos en un proceso de
adaptación a su medio ambiente natural. Como afirma Berry, et
al
(2011) una cuestión
central en inacabado debate en Psicología Transcultural
refiere hasta qué punto las funciones psicológicas y
los procesos subyacentes son comunes a la condición humana
(Universalismo) o, por el contrario, si son específicos de
ciertos grupos culturales (Relativismo). Estas funciones psicológicas
son las que se espera identificar en un proceso de evaluación
y diagnóstico psicológico.
En
términos generales se puede afirmar que gran parte de las
investigaciones en Psicología y en Evaluación
Psicológica del siglo XX se ha focalizado en universales
psicológicos.
De este modo ha sido frecuente la expresión el
niño, el
adolescente, el
sujeto, estando ausentes las referencias al contexto. El área
de la cognición ha sido una de las más estudiadas desde
la Psicología Transcultural. Los sujetos permanentemente deben
resolver problemas de la vida cotidiana a fin de ajustarse al entorno
en el cual viven. Para poder resolver tales problemas se ponen en
marcha actividades intelectuales (Binet y Simon, 1905; Terman, 1916,
Wechsler, 1939, 2011; Bruner 1991). A lo largo del siglo XX se
diseñaron tests y técnicas que permitieran identificar
esas capacidades. Es en el campo de la infancia - con la
democratización de la escolarización - donde se
realizaron numerosas investigaciones y construcción de
pruebas. Desde la Psicología Transcultural como bien señalan
Segall, Dasen, Berry y Poortinga (1992) las preguntas giran en torno
a si la cualidad de esas capacidades es única o diversa, a
cómo se implementan tales procesos de pensamiento, a los
contenidos que se procesan y a los contextos en los que se
desarrollan (Berry
et al, 2011;
Contini, 2000). ¿Qué
relación existe entre diversas funciones psíquicas –
en este caso la cognición - y el contexto cultural? ¿Es
posible construir pruebas libres de influencias culturales? ¿Es
posible elaborar categorías diagnósticas de uso
universal?
También el área de
la personalidad ha sido muy sensible a los estudios transculturales.
Cabe preguntarse, a modo de ejemplo, si las situaciones de prueba de
técnicas que evalúan retraimiento y orientación
interpersonal internalizante, en la adolescencia tienen la misma
significación para un habitante de zona rural que para otro de
zona urbana de una sociedad tecnológica. En igual sentido, si
la Escala Bajas aspiraciones adolescentes del MMPI-A evalúa
la misma función si se administra a adolescentes urbanos de
nivel socioeconómico alto, que si se evalúa a un
adolescente que vive bajo condiciones de pobreza.
En la segunda mitad del siglo XX
en Argentina destaca la figura de M. Martina Casullo como impulsora
de los estudios transculturales. Estas investigaciones han precisado
que es necesario definir el constructo a evaluar, realizar la
adaptación lingüística y conceptual de la prueba
para la población con la cual se la quiere emplear; o bien,
diseñar una prueba específica para una determinada
población; por último, se trata de profundizar el
estudio del vínculo entre la función estudiada - tipo
de inteligencia, orientación interpersonal - y el contexto en
el cual habita el sujeto. Ello puede evitar la confusión entre
diferencias culturales y desvíos de la norma o
deficiencias entre un grupo cultural y otro.
Como ya se ha puntualizado, la
Evaluación Psicológica requiere articular los datos que
se genera sobre el sujeto, con otras áreas de la Psicología.
Una esencial es el campo de la psicopatología, que deslinda
comportamientos saludables de otros disfuncionales. La necesidad de
comunicar resultados entre profesionales y la prestación de
servicios en los sistemas de salud ha traído como consecuencia
que se empleen categorías diagnósticas de uso
internacional.
La Psicología
Transcultural señala al respecto, que la cultura ejerce cierto
grado de influencia en los procesos psicopatológicos, no
habiéndose encontrado trastornos que sean inmunes al modelado
cultural.
El enfoque universalista plantea
que es posible construir categorías aplicables en diversos
contextos, tales como la CIE 10 (OMS, 1999), el DSM V (APA, 2014) y
la CCMD-3 (Chinese Society of Psychiatry, 2001) y sistematizan los
trastornos mentales en diversos tipos basándose en una serie
de criterios con rasgos definitorios.
Si bien desde la concepción
universalista el DSM V puede ser empleado en cualquier contexto,
desde la 4a. edición se ha incluido un apartado referido a
cuadros propios de determinados contextos culturales. El objetivo es
lograr un diagnóstico más fiable e implícitamente
reconoce la importancia de los factores culturales en la
configuración y expresión de la psicopatología.
A las críticas por la
falta de especificidad cultural del DSM V subyacen, como bien lo
señalan Tanaka-Matsumi y Draguns (1997), problemas
fundamentales con relación al diagnóstico psicológico,
que se refieren a cómo se define el funcionamiento normal y
anormal en sujetos de diferentes contextos culturales y cómo
se puede reconocer si se trata de un trastorno del comportamiento
clínicamente significativo en el medio en el que vive ese
sujeto. En tal sentido, el DSM V reconoce que las decisiones
diagnósticas que impliquen comparaciones transculturales
constituyen un reto para el profesional, ya que éste deberá
apelar al juicio clínico que atenúe las limitaciones
propias del enfoque categorial.
La crítica a esta
perspectiva universalista apunta a que es improbable que los sistemas
clasificatorios provean de un modelo de diagnóstico que pueda
ser empleado en poblaciones de distinta cultura; igualmente se
considera que la construcción de instrumentos estandarizados
de diagnóstico ha afectado significativamente la investigación
transcultural puesto que dichas pruebas emplean los mismos criterios
para identificar la anormalidad en diferentes culturas.
No obstante estas críticas,
la posición universalista ha registrado avances en los métodos
de diagnóstico mediante la comparación de datos
epidemiológicos entre culturas y en estudios multinacionales
sobre trastornos específicos. La inclusión de muestras
clínicas y no clínicas ha enriquecido la comprensión
del comportamiento normal y anormal desde una perspectiva
transcultural.
En contraposición al
enfoque universalista desde la concepción relativista se
desconfía de estos sistemas de categorías diagnósticas
generalizables a cualquier ámbito; Kleinman (2008) señala
que las categorías psiquiátricas están limitadas
al contexto de las teorías y prácticas psiquiátricas
occidentales. Esta posición sitúa al fenómeno
psicopatológico que se va a estudiar en un determinado
contexto cultural y busca comprenderlo en ese marco de referencia.
Por ende, esta posición va a tener un efecto sustancial en el
uso de pruebas psicológicas estandarizadas en el marco de un
proceso de Evaluación Psicológica
Además de estas dos
posiciones, se puede mencionar una tercera, más bien
ecléctica, que no se basa en una distinción conceptual,
sino en la realidad de la práctica profesional, en la cual el
psicólogo se ve enfrentado a problemáticas concretas de
salud y a la necesidad de intervenir de un modo eficiente en países
multiculturales como han sido los americanos. Esta posición
incluye variables universales y rasgos específicos de una
cultura.
Hoy la expectativa está
centrada en que las investigaciones vinculen los estudios
relativistas y los métodos estandarizados de diagnóstico
empleando instrumentos de evaluación y criterios como el DSM
V; ello puede contribuir a superar los enfoques dicotómicos,
tanto como evitar confundir etnicidad con aculturación, cuyo
mayor riesgo es subdiagnosticar o sobrediagnosticar en el campo de la
Evaluación Psicológica.
Acerca
de las pruebas psicológicas
La Evaluación Psicológica
se nutre del empleo de diversos tipos de pruebas que hicieron su
aparición a comienzos del siglo XX en el campo de la educación
y de las fuerzas armadas. Desde entonces se dio un largo camino de
investigación y refinamiento de los instrumentos. Tuvieron un
notable éxito y un alto impacto en lo que posteriormente se
denominaría la medición en psicología (Cohen y
Swerdlik, 2000).
La Primera Guerra Mundial (1917)
determinó que el ejército de EE.UU necesitara evaluar
numerosos reclutas a fin de identificar problemáticas
intelectuales o emocionales. La Segunda Guerra Mundial exacerbó
esta necesidad y dio gran impulso al diseño de pruebas
psicológicas. A partir de estos desarrollos su empleo se fue
generalizando y así, la década de 1950 y comienzos de
1960 fueron de auge en su uso. En EE.UU. se utilizaron en los ámbitos
clínico, educacional, laboral y gubernamental. Pero luego
ocurrieron excesos en su empleo y cuestionamientos éticos de
sus alcances.
A su vez, cabe señalar que
se denominó tests, técnicas objetivas, pruebas
psicológicas a instrumentos de características muy
disímiles.
Ahora bien, cuando se hace
referencia a tests o a pruebas, la pregunta que subyace alude a si es
posible la medición en psicología (Cortada de Kohan,
1999). Tal como señala Cortada, el principal objetivo de la
ciencia no es solo la descripción de los fenómenos, en
nuestro caso, el comportamiento, sino el establecimiento mediante
leyes y teorías de principios con los cuales se puede explicar
y pronosticar tales fenómenos empíricos. Por medio de
la medición, el lenguaje matemático se aplica a la
Psicología. Para llegar a este fin, la Psicología
necesita recoger y comparar datos para obtener correlaciones que
conduzcan a la formulación de tales hipótesis, leyes y
teorías. Un modo de recoger dicha información es por
medio de tests y técnicas psicológicas. La Evaluación
Psicológica sin el empleo de estos instrumentos puede llevar a
serios errores de diagnóstico por el sesgo que subjetivamente
el evaluador puede imprimir al proceso de evaluación.
Las denominadas pruebas objetivas
responden a lo que se denominó Psicología Actuarial,
que pone énfasis en el análisis estadístico de
los datos, y en la interpretación de la producción del
sujeto con referencia a normas. Tales procedimientos se asocian a la
tradición de la ciencia nomotética, interesada en la
obtención de leyes generales (Bellak, 1990). Este enfoque se
contrapone sustancialmente con el de las técnicas proyectivas,
vinculadas a la ciencia ideográfica que se centra en la
comprensión de un suceso en particular.
Otro aspecto a destacar es el
sorprendente desarrollo que en la actualidad se observa en las
pruebas objetivas. El respaldo teórico de las mismas está
dado por los estudios sobre análisis factorial y, que se han
visto impactadas por los vertiginosos desarrollos informáticos
que hacen posible la construcción de pruebas y el
procesamiento de datos de un modo riguroso.
Los detractores de las técnicas
objetivas argumentan que estas identifican signos que conducen
a puntajes compuestos, todo lo cual surge de una concepción
atomística de la personalidad (Anzieu, 1961). En un intento de
respuesta a estas críticas se dirá que en la actualidad
se destaca un esfuerzo notable de refinamiento de las técnicas,
a partir de teorías contemporáneas de construcción
de instrumentos. La expectativa es que todo ello permitirá
arrojar datos cada vez más confiables. Se considera que será
tarea del Psicólogo, integrar esos datos atomísticos
en una totalidad con sentido. Y ello será posible si
cuenta con una sólida formación teórica y una
capacidad de observar y de escuchar que supere paradigmas
aparentemente irreconciliables (psicométrico versus
clínico).
Técnicas
proyectivas
Las técnicas proyectivas
fueron designadas con ese nombre a partir del término
proyección procedente de la teoría
psicoanalítica. Se caracterizan por ser instrumentos
que evalúan variables inconscientes y conscientes del
comportamiento. Al respecto Frank (1939) afirma que los aspectos más
importantes del mundo interno del sujeto son aquello que no puede
decir o no dirá. Con ello quiere señalar que es
improbable que aquel pueda verbalizar contenidos que le resultan
angustiantes y excesivos para el yo. En ese sentido, las técnicas
proyectivas permitirían al sujeto, poner fuera de sí
tales contenidos significativos en el contexto de su biografía,
constituyéndose de este modo, en un valioso recurso para la
etapa de diagnóstico.
Se caracterizan por ser
multidimensionales, es decir, evalúan diversas variables de
personalidad. Estas técnicas se proponen indagar la
personalidad total o dimensiones de la misma, pero consideradas
dentro de una estructura. La indagación es globalista,
en contraste con la atomística, que evalúa
rasgos de personalidad puntuales propios de los cuestionarios e
inventarios. Son técnicas de amplio espectro y serán
mejores cuanto mayor repertorio de respuestas puedan controlar en el
menor tiempo posible (Bell, 1944).
Otro aspecto distintivo es que a
un ítem específico le puede corresponder una variedad
de significados según el modo en que esté integrado
dentro de la totalidad de la producción del sujeto. De allí
es que estas técnicas sean de difícil tratamiento
estadístico en comparación con las pruebas objetivas.
Se las denomina también enmascaradas por que el sujeto no
conoce el objetivo de las mismas y por ello se las considera como
métodos indirectos de evaluación de la personalidad.
Por el tipo de tareas que proponen es improbable que el examinado
pueda distorsionar a voluntad las respuestas. (Fernández
Ballesteros, Vizcarro y Oliva Márquez, 1990; Bellak, 1990;
Cohen y Swerdlik, 2000).
Un argumento a favor de las
técnicas proyectivas es que no requieren gran destreza
lingüística (decir qué ve frente a unas
manchas de tinta, relatar un cuento a partir de una imagen gráfica
o indicar verbalmente qué se ha dibujado). Por este motivo,
inicialmente se pensó que estaban libres de influencias
culturales en comparación con otro tipo de tests, hecho que
fue puesto en duda posteriormente por diversas investigaciones
transculturales (Berry et al, 2011; Contini, 2013,
Segall, Dasen, Berry y Poortinga, 1992).
Las técnicas proyectivas
surgieron como una rebelión contra las pruebas llamadas
objetivas basadas en datos normativos (Cohen y Swerdlik (2000). Los
investigadores de la personalidad que empleaban métodos
sujetos a normas y a la búsqueda de uniformidades fueron
criticados por quienes adherían a las técnicas
proyectivas basadas en un enfoque psicoanalítico y, por lo
tanto, ideográfico. Así, en contraste con las pruebas
objetivas, las técnicas proyectivas fueron vistas como las más
apropiadas para enfocar el estudio de la individualidad desde una
perspectiva clínica. Se proponían evaluar la forma
singular en que un sujeto proyectaba sus contenidos internos a partir
de estímulos ambiguos. Las técnicas proyectivas fueron
de uso corriente en el proceso Psicodiagnóstico durante 40
años del siglo XX y, a partir de la década del '60
fueron sometidas a fuertes críticas debido a los resultados
negativos de investigaciones básicas referidas a su validez
(Fernández Ballesteros et al., 1990).
Por otra parte, si bien el
énfasis estuvo puesto inicialmente en un enfoque ideográfico,
las críticas a la confiabilidad, a la validez y su puesta a
prueba durante muchos años de práctica clínica,
han conducido a la intención de que cada vez más estén
referidas a normas. Este propósito, por la misma naturaleza de
las pruebas, se torna una labor difícil y aun inconclusa.
Perspectivas
futuras
La Evaluación y
Diagnóstico Psicológico es hoy un proceso de toma de
decisiones, de intervención preventiva y de intervención
terapéutica breve. Se ha redimensionado sustancialmente con
relación al inicial Psicodiagnóstico clásico.
Además del ámbito clínico donde nació, ha
tenido un despliegue considerable en el campo educacional, laboral,
forense y comunitario. Si bien mantiene el objetivo de identificar
déficit y/o psicopatología, se propone valorar el
capital psíquico con que cuenta el sujeto.
Con respecto a los logros se
observa un marcado desarrollo de técnicas monorrasgo con
respaldo psicométrico refinado; jerarquización de las
autopercepciones del consultante y una mayor articulación
entre el juicio clínico y una metodología rigurosa en
la generación e interpretación del material. Cabe
destacar el impacto que ha tenido en la disciplina los planteos de la
Psicología Transcultural. Existe mayor consciencia de la
diversidad ecológica y cultural del consultante, y de la
notable incidencia de estas variables en el comportamiento. De este
modo la Evaluación Psicológica no puede circunscribirse
a la identificación de universales psicológicos - la
inteligencia, la personalidad –. Es preciso, de cara al
futuro una mayor y sistemática comparación de variables
psicológicas bajo diferentes condiciones ecológicas y
culturales, a fin de especificar los antecedentes y procesos que
intermedian en la emergencia de diferencias en el comportamiento.
Este es quizá el mayor desafío de lo que aún
falta consolidar.
Igualmente falta superar las
antinomias: técnicas cuantitativas / cualitativas; objetivas /
proyectivas e integrar la variedad de información que todas
ellas proveen.
Así también se hace
necesario lograr mayor precisión en la búsqueda de
consistencia lógica de los diagnósticos. Otro punto
débil reside en la diversidad de modelos teóricos que
se han desarrollado en forma inconexa unos de otros y que sostienen
variados tipos de pruebas psicológicas. Es un reto lograr una
mayor integración de dichos cuerpos teóricos. De todos
estos factores va a depender el progreso de la disciplina.
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