"Fue
un gran error poner el acento solo en la capacidad de autonomía
y de racionalidad de la persona con demencia. El ser persona debería
estar más ligado estrechamente a los sentimientos, las
emociones y a la capacidad de vivir en relación con otros,
ámbitos en los cuales las personas con demencias son altamente
competentes"
Stephen
Post "The moral challenge of Alzheimer´s disease"
(1995)
Introducción
El
envejecimiento poblacional mundial es un reto y un desafío
para las políticas públicas de salud en todo el mundo.
Gracias a los avances en medicina, la prevención y la
detección temprana de ciertas enfermedades nos encontramos
frente a una población cada día más longeva.
Hoy
la vejez se presenta como una etapa más en la vida de las
personas, con una mirada más optimista y menos patogénica.
El viejismo, definido como
el conjunto
de prejuicios, estereotipos y discriminaciones que se aplican a las
personas mayores exclusivamente en función de su edad (Butler,
1969), ya sea explícito o implícito, queda en
evidencia, a diferencia de años atrás en los cuales era
solo tendencia.
La
vejez propone desafíos, proyectos, nuevos vínculos,
nuevas oportunidades, muchas de las cuales hubieran sido impensadas e
inimaginables. Pero, a pesar de todo, el paso del tiempo continúa
siendo el mayor factor de riesgo para la aparición de
determinadas patologías, algunas de ellas irreversibles, para
las cuales deberíamos ser más conscientes y estar más
preparados. El envejecimiento puede producir que una persona mayor
enlentezca la marcha, altere su capacidad de concentración,
su vocabulario, sus funciones ejecutivas y otras cuestiones, pero
quizás se evidencie cierto declive cognitivo. Si el declive
cognitivo avanza puede transformarse en deterioro cognitivo y en
algunos casos evolucionar hacia la demencia.
Cuando
nos referimos a las demencias es importante conocer y saber cuáles
son, ya que la más conocida pero no la única es la
Enfermedad de Alzheimer. Y si de demencias hablamos nos surge
inmediatamente la idea de la pérdida de memoria. Pero no es
éste sino uno de los tantos síntomas que pueden o no
presentarse.
Trabajar
con y para las personas con demencias implica una tarea casi
artesanal en el campo de la salud, y en lo asistencial, ya sea para
quienes ejercen el cuidado formal o informal de estas personas como
para los profesionales mismos. Muchas veces nos comprometemos a
brindar calidad de vida sin poder identificar a que nos estamos
refiriendo con ello.
Uno
de los aspectos más importantes a considerar para trabajar con
personas con deterioro cognitivo y demencia es la comunicación.
Ahora bien: ¿qué sucede en las personas con demencias
cuando quizás quieren comunicarse y no pueden porque no
recuerdan la palabra, por una afasia o simplemente porque nadie los
escucha? ¿Las personas con demencias se comunican solamente
hablando?
Envejecimiento
y cognición
Se
define al envejecimiento como un proceso
dinámico, progresivo e irreversible en el que intervienen
múltiples factores biológicos, genéticos,
psicológicos y socio ambientales.
Al
respecto la Organización Mundial de la Salud (2022) nos dice
que:
-Entre
2015 y 2050 el porcentaje de los habitantes del planeta mayores de 60
años casi se duplicará, pasando del 12% al 22%.
-En
2020, el número de personas de 60 años o más
superó al de niños menores de cinco años.
-En
2050, el 80% de las personas mayores vivirá en países
de ingresos bajos y medianos.
-El
ritmo de envejecimiento de la población es mucho más
rápido que en el pasado.
-Todos
los países se enfrentan a retos importantes para garantizar
que sus sistemas de salud y de asistencia social estén
preparados para afrontar ese cambio demográfico.
Si
consideramos que una de las características que definen esta
etapa de la vida es la heterogeneidad, es importante conocer cuáles
son los factores diferenciales entre lo que se denomina
envejecimiento normal y envejecimiento patológico,
principalmente desde los aspectos biológicos, psicológicos
y sociales.
En
el envejecimiento normal, o lo que sería un envejecimiento
saludable, encontramos que en cuanto al aspecto biológico hay
sincronismo del envejecimiento de órganos, los procesos
patológicos se encuentran diagnosticados y tratados, y no hay
hospitalización frecuente. En cuanto a lo psicológico,
observamos que puede haber declive o deterioro en algunos procesos
cognitivos, existe un buen afrontamiento del stress y hay un sentido
optimista de la vida. Y sobre lo social notamos que existe la
sustitución o evolución de roles, el apoyo social, la
autonomía, y las discrepancias generacionales.
En
cambio, en el envejecimiento patológico encontramos que, desde
lo biológico, se evidencia un deterioro prematuro y no
sincrónico de órganos, surgen procesos patológicos
descompensados, y la hospitalización es frecuente. Sobre lo
psicológico surge la pérdida progresiva o irreversible
de procesos cognitivos, hay un fallido afrontamiento del stress y
encontramos menoscabado el autoconcepto o la autovaloración,
en sintonía con el surgimiento de sentimientos de
desesperanza, pérdida de deseo y optimismo. Y en cuanto a lo
social, se transita patológicamente la pérdida de roles
o vínculos, no hay red de apoyo social, predominando el
aislamiento, y surge la dependencia, la inactividad y los conflictos
generacionales.
Cabe
hacer mención de que ninguno de los dos tipos de
envejecimiento es lineal y que pueden compartir características,
visto que además dependen mucho del entorno en que esa persona
mayor transita la vejez y los recursos con los que cuenta.
Para
poder determinar el estado de salud integral de una persona mayor es
fundamental la consulta con un médico geriatra o con un equipo
interdisciplinario especializado en gerontología. Muchas veces
y con la mejor intención, pero sin conocimientos suficientes,
encontramos que se sub diagnostican enfermedades o se subestiman
síntomas. Es de suma importancia conocer y tratar con
especialistas que puedan establecer un buen diagnóstico
diferencial, para poder tratar a tiempo las enfermedades que puedan
presentarse en esta etapa de la vida y trabajar sobre la prevención,
pero por sobre todas las cosas con un panorama preciso y claro. Aún
seguimos escuchando términos como "demencia senil"
o "arterioesclerosis", cuando sabemos que son conceptos
que no definen ni nombran ninguna enfermedad. Como así también
profesionales que definen la enfermedad en función de la edad
de la persona que consulta. La mirada viejista lamentablemente sigue
presente, no solo en la comunidad en general sino también en
los profesionales que deberían saber, más allá
del expertise de cada uno, que las cosas que les suceden a las
personas mayores ya no son "propias de la edad". Ese
prejuicio viejista no solo limita la posibilidad de un tratamiento
eficaz, sino que también puede llegar a funcionar como un
disparador de un estado anímico no deseado en la persona
mayor, como así también un gran sentimiento de
desesperanza en su entorno, porque "ya no hay nada más
que hacer". Como profesionales de la salud ir más allá
de ese prejuicio es el primer gran paso para comenzar a otorgar la
tan mencionada "calidad de vida" que solemos promover.
Durante
el proceso de envejecimiento encontramos muchas veces lo que se
denomina "declive cognitivo": un leve descenso en las
funciones cognitivas que no afectan la calidad de vida de la persona.
Este declive puede avanzar hacia lo que se denomina "deterioro
Cognitivo": la memoria se encuentra alterada pero las
actividades de la vida diaria se encuentran preservadas. Si
evoluciona el deterioro y afecta la funcionalidad de la persona y sus
actividades de la vida diaria, entonces podemos comenzar a pensar en
una "demencia". La más conocida es la Enfermedad
de Alzheimer, con más de 50 millones de casos en el mundo, un
caso nuevo diagnosticado cada tres segundos y diez millones de casos
nuevos por año (Alzheimer´s Disease International
[ADI], 2019).
Sobre
esto el ADI (2019) nos informa que:
-casi
el 80% del público en general está preocupado
por desarrollar demencia en algún momento y 1 de cada
4 personas piensa que no hay nada que podamos hacer para
prevenir la demencia;
-el
35% de los cuidadores en todo el mundo dijeron que habían
ocultado el diagnóstico de demencia de un miembro de la
familia;
-más
del 50% de los cuidadores de todo el mundo dicen que su
salud ha sufrido como resultado de sus responsabilidades de cuidado,
incluso mientras expresan sentimientos positivos sobre su papel;
-casi
el 62% de los proveedores de atención médica
en todo el mundo piensan que la demencia es parte del envejecimiento
normal;
-el
40% del público en general piensa que los médicos
y las enfermeras ignoran a las personas con demencia (ADI., 2019).
Intervenciones
en demencias
Los
profesionales de la salud estamos acostumbrados a pensar las
intervenciones y tratamientos en la persona que padece. No es el caso
de las demencias. En las personas con demencias las intervenciones
van dirigidas a la persona que presenta la patología pero no
podemos dejar de intervenir con su entorno. Y cuando hablamos de
entorno es necesario tener en cuenta que puede ser: la familia, los
amigos, la pareja, los cuidadores formales e informales, el personal
de la residencia donde se aloja, el personal de un hospital o
clínica, los profesionales de asistencia directa y toda
aquella persona que tenga contacto con la persona con demencia.
Comunicación
con la familia y el entorno
Cuando
trabajamos con las familias tenemos que considerar que son los
informantes principales de la historia de esa persona y quienes
generalmente presentan actitudes compatibles con el desconocimiento o
la negación de la enfermedad. En estos casos, es fundamental
integrarlos a las consultas y que formen parte de los tratamientos,
no solo para saber qué es lo que su familiar tiene, sino
también para ofrecerles herramientas que les permitan una
convivencia saludable y que la terapéutica incluya dar calidad
de vida a todos. En muchas ocasiones el cuidador principal suele ser
un familiar directo, quien presenta la "saturación del
cuidador", esto es, un conjunto de síntomas que llegan a
manifestaciones psicológicas y físicas que alteran
notablemente su calidad de vida. Es así que solemos
encontrarnos entonces con dos pacientes en vez de uno, el cuidado y
el cuidador. Por tal motivo, es importante mantener un canal de
comunicación claro y eficaz con la familia que permita
reestablecer el equilibrio que muchas veces un diagnóstico de
demencia altera. En los casos de demencias en estadios avanzados, si
fuera necesaria la institucionalización, es importante poder
realizar un acompañamiento a la familia en dicho momento,
adelantando lo que podrá suceder en esa transición,
conteniendo los sentimientos de culpa que esto genera, y trabajando
sobre las expectativas respecto a la residencia en cuestión.
También se les puede brindar información sobre los
grupos de apoyo y contención para familiares que muchas veces
permiten compartir experiencias sumamente enriquecedoras y empáticas.
Comunicación
institucional
Visto
que hemos hecho referencia a las instituciones, vamos a mencionar
algunas consideraciones respecto a cómo se debería
trabajar con una persona con demencia. El modelo asistencial en el
cual la institucionalización respondía a que la persona
se encontrase aseada, alimentada, se le diera la medicación y
tuviera un buen descanso ya fue superado por el Modelo de Atención
Centrada en la Persona. En este modelo, que tiene origen en Rogers
con su "atención centrada en el cliente" (1981) y
que luego Kitwood (1997) denominó "la atención
centrada en la persona con demencia", se propone un cambio de
paradigma. Mientras que antes la persona mayor era objeto de atención
y cuidado, ahora es sujeto activo de su nueva vida, ya que la
institucionalización es considerada una etapa más en la
vida de la persona, quitando fuerza al estigma de la muerte en el
geriátrico. De hecho, hasta las nomenclaturas han sido
cambiadas. Lo que antes era "el geriátrico" ahora
se llama "residencia de larga estadía". La persona
mayor que ingresa a una de estas instituciones anteriormente debía
adaptarse a la cultura institucional. Ahora es la institución
la que debe adaptarse a la persona, respetando principalmente su
historia, gustos, preferencias e identidad. Este cambio de paradigma
no solo afecta a la calidad de atención sino que incluso llega
a modificar lo edilicio, donde se busca que los lugares sean
luminosos, que cuenten con espacios de esparcimiento, con vistas a la
calle, con actividades de estimulación y recreativas acordes a
las limitaciones funcionales, sensoriales y cognitivas de cada
residentes, pero también a sus preferencias. En este modelo se
pone mucho énfasis en la estimulación de las
capacidades aún conservadas y disponibles de las personas, aún
en estadios avanzados de la enfermedad.
Para
que todo esto se lleve a cabo de manera exitosa es fundamental en
primer lugar generar un cambio en la gestión de este tipo de
servicios. En segundo lugar, contar con personal idóneo y
capacitado en la temática gerontológica. Y cuando se
menciona al personal no son solamente las enfermeras sino también
el personal de limpieza, mantenimiento, cocina y toda aquella persona
que en algún momento del día pueda tener contacto con
un residente. Y, por último, que la institución tenga
un equipo interdisciplinario con formación en geriatría
y gerontología, considerando que ante todo está primero
la atención del residente. Un equipo sin mezquindades a la
hora de comunicarse, solidario en sus intervenciones y considerando y
respetando la especificidad de cada profesión. Esto es clave
para que un abordaje en una población a veces tan compleja y
heterogénea sea exitoso.
Ahora
bien, hemos mencionado la importancia de comunicarnos claramente con
las familias o entornos de las personas que padecen demencias
haciendo referencia a la importancia en la comunicación
institucional y en los equipos interdisciplinarios para lograr que
los tratamientos funcionen. Veamos entonces qué sucede a la
hora de comunicarnos con las personas con demencias.
Comunicación
con personas con demencias
Cuando
la persona con demencia no se siente escuchada, se enoja, se aísla
o reacciona mal. Cuando no puede mencionar una palabra, ya sea porque
no la recuerda o porque quizás padece de un trastorno del
lenguaje que le impide nombrarla, busca hacerse entender de otra
manera o se pone nervioso, quizás hasta grite o insulte.
Cuando una persona vive con otra persona que padece demencia y quizás
le repita varias veces lo mismo, o le haga muchas veces la misma
pregunta, entonces esa persona se satura y puede reaccionar de manera
violenta o con malos tratos. Es decir, todo problema de comunicación
afecta la calidad de vida tanto de la persona que padece la demencia
como de quien lo acompaña.
Dice
el axioma comunicacional de Palo Alto: "todo el tiempo estamos
comunicando. Es imposible no comunicar" (Watzlawick, 2002). Por
esto, es fundamental tener en cuenta cuando trabajamos con personas
con demencias los tres tipos de lenguaje:
-lenguaje
verbal: todo aquello que decimos;
-lenguaje
paraverbal: el tono y la manera en que decimos lo que decimos;
-lenguaje
no verbal: todo lo que expresamos sin palabras, los gestos, los
ruidos, los movimientos con el cuerpo, las miradas, la forma en que
nos movemos, cómo nos vestimos, cómo estamos sentados,
todo lo que exprese algo, de manera consciente o inconsciente
(Vigorelli, 2015).
Cuando
la comunicación con las personas con demencias se altera,
somos los profesionales los responsables de poder revertir estas
situaciones. Si no comprendemos a la persona con demencia cuando nos
habla, el problema de comunicación es nuestro. La persona con
demencia se expresa como puede y como la enfermedad le permite,
conforme al estadio de la enfermedad en que se encuentre y cuánto
estén alteradas las funciones que le permitan mantener un
diálogo. Es importante considerar que la expresión
fallida, repetitiva, o incluso hasta el mutismo en la demencia es un
síntoma de la enfermedad y que todo intento por hacer que se
exprese mejor o corregir a la persona cuando habla puede generar
mucha frustración.
En
el año 1997 Tom Kitwood creó el grupo de demencias en
la Universidad de Bradford, en el Reino Unido. El formuló el
concepto de "atención centrada en la persona con
demencia" e hizo referencia a que la enfermedad es el resultado
de la interacción entre el deterioro neurológico y
factores psicosociales. Kitwood describe al entorno como
condicionante de la evolución de la enfermedad. El desafío
más importante de su teoría es la propuesta de
considerar a la enfermedad como una interacción entre: el daño
neurológico, el estado físico de la persona, su
biografía, su personalidad y el entorno. Propone un modelo
psicosocial de atención que genera un cambio de paradigma
(Kitwood, 1997).
Su
principal aporte hacia una mirada más humanizada del cuidado y
la comunicación con las personas con demencias es su teoría
sobre lo que denomina "Psicología Social Maligna",
definición que refiere a los factores no biológicos
sino ambientales que influyen sobre la enfermedad causando
alteraciones conductuales (Kitwood, 1997). Al respecto menciona
conductas que no se realizan con mala intención, sino que
forman parte de la cultura asistencial. Podemos presentar muchísimos
ejemplos que responden incluso al desempoderamiento de las personas
mayores, aun cuando tengan su cognición alterada. Pensemos los
casos en los que se les dice "abuelo" o "abuela",
en lugar de llamarlos por su nombre, cuando se les habla en
diminutivo, o no se los escucha cuando preguntan muchas veces algo,
cuando se los viste a la fuerza, o se les da de comer en la boca aún
cuando la persona puede hacerlo sola. Cuando no se les explica si se
le va a dar una medicación o se lo va a trasladar de un
espacio a otro. Si la persona mayor con demencia reacciona solemos
escuchar frases como: "hoy está alterado", "está
cada vez más agresivo", "es el avance de la
enfermedad". Son frases que obturan la posibilidad de hacer
algo que revierta ese comportamiento. A las personas mayores se las
suele llamar "abuelo o abuela" pero no con mala
intención. La abuelidad está estrechamente relacionada
con la vejez. Hay aún conceptos muy instalados en la sociedad,
incluso en los medios de comunicación. Pensemos cuantas veces
vemos en las noticias "asaltaron a un abuelo". No hay
mala intención pero sí hay una lectura de la vejez
menoscabada.
Las
personas con demencias suelen ser reactivas a este tipo de
situaciones. A veces con los familiares, los cuidadores, e incluso
con los mismos profesionales que cometen errores gravísimos,
como no hacerlos participar de las consultas, o dirigirse solo al
familiar que lo acompaña. Si la persona con demencia se enoja
e imaginemos que insulta al profesional en cuestión, la
lectura será: se agrava la sintomatología conductual.
Pero pensemos en lo sencillo que es revertir este tipo de situaciones
desde nuestra conducta y nuestros modos de comunicarnos.
Las
"interacciones negativas" con las personas con demencias
suelen ser causantes de alteraciones conductuales que agravan el
desarrollo de la enfermedad. Algunas de estas interacciones pueden
ser la infantilización, la intimidación, la amenaza, la
manipulación, la evitación, la estigmatización,
la imposición, ignorar, burlarse, excluir a la persona.
Gracias
a los aportes de Kitwood pudo comenzar a pensarse una nueva cultura
respecto a la atención de las personas con demencias,
principalmente considerando que esta enfermedad es una condición
con la que hay que vivir, y no un proceso de enfermedad que hay que
"manejar". El objetivo de la atención pasa a tener
como objetivo mantener la condición de persona más allá
de la capacidad cognitiva, respetando la singularidad y la
individualidad, teniendo en cuenta que las conductas problemáticas
o síntomas son intentos de comunicación que debemos
interpretar.
Es
en esta línea que el autor nos propone "interacciones
positivas" que favorezcan y fomenten el bienestar, conservando
la condición de persona. Algunas de las que más se
destacan son: la calidez, el apoyo, el respeto, el reconocimiento, la
validación, el empoderamiento, la inclusión y
fundamentalmente la aceptación (Kitwood, 1997).
Haciendo
referencia a la validación como forma de interactuar
positivamente con una persona con demencia, no podemos dejar de
destacar el enorme aporte de Naomi Feil (1982) con su "Validation
Therapy", quien comenzó a desarrollar esta teoría
en el año 1963 y aún sigue difundiéndola en todo
el mundo.
Naomi
Feil es una trabajadora social que nació en Alemania pero
creció en Estados Unidos. Desde pequeña interactuó
con personas mayores con demencias, ya que sus padres trabajaban en
un "hogar de ancianos" y la llevaban con ellos porque no
tenían quien la cuidara. Una vez graduada dedicó sus
estudios a crear la Terapia de Validación. Su especial interés
se centra en trabajar la empatía con la "persona
desorientada", tal como denomina ella a las personas con
demencias. El método consiste en que la empatía sea
"entrar" en el mundo en el que la persona se encuentra
para poder comprenderlo mejor y desde allí interactuar. Muchas
veces las personas con demencias suelen regresar al pasado o a
situaciones lejanas, a veces reales, a veces no. Solemos escuchar
frecuentemente decir: "está en otro mundo". Feil
sostiene que sí, y que es en ese mundo de la demencia donde
deberíamos entrar para tranquilizar a la persona enferma. Esto
no significa darle la razón ni "seguirle la corriente",
porque no se trata de una pérdida de realidad, como quizás
pueda suceder en las psicosis, sino más bien de "otra"
realidad posible, síntoma de una enfermedad neurodegenerativa
(Feil, 1982).
Al
entrar en la realidad de la persona enferma, y al interactuar de
manera genuina, logramos que se reduzca la ansiedad, aumente la
confianza y principalmente restauramos la dignidad y sostenemos su
identidad. Todo esto es posible gracias al lenguaje que usemos, a las
palabras, los gestos, la mirada. Entablar encuentros, escuchar,
conversar, intentar comprender que dicen y desde dónde lo
dicen es una tarea poco compleja y sumamente productiva.
Considerando
entonces el valor de la palabra con relación a la terapéutica
con personas con demencias, haremos referencia al "Enfoque
Capacitante". Este enfoque comenzó a desarrollarse a
partir del año 2000 en Milán, Italia. Quien lo trabaja
es el Dr. Pietro Vigorelli y su propuesta consiste básicamente
en "fomentar la palabra como vértice de la dignidad de
la persona en todos los estadios de la enfermedad" (Vigorelli,
2011).
El
Enfoque Capacitante apunta a reconocer a la persona con demencia como
un interlocutor posible siempre, aún cuando la enfermedad se
encuentra avanzada. Considera, al igual que Feil, que la persona con
demencia habita "mundos posibles" y expresa "identidades
múltiples", relacionadas con recuerdos del pasado, con
emociones, con estímulos que provienen del cuerpo, con
sensaciones como puede ser el dolor o el hambre, con la ficción
televisiva que genera muchas veces confusión
con la realidad. La persona habita esos mundos y manifiesta
diferentes identidades según el momento. A veces se sienten
niños, otras vuelven a reconocerse en sus lugares de trabajo,
tal vez confunden entornos y quieren regresar a sus casas, aun
estando en ellas.
La
manera de intervenir que propone este enfoque es a través de
lo que se denominan las "técnicas conversacionales".
Las mismas tienen como objetivo escuchar a la persona con demencia,
entrar en su mundo, calmar su ansiedad, hacerlo sentir tranquilo,
comprendido en su desorientación y respetado sobre todo en su
identidad.
Sostener
esa identidad, reconocerla en ese "yo funcional" aún
disponible, focalizando en el potencial que tiene, nos permite
restituirle valor y consideración como tal, más allá
de su patología y más acá de su "yo
disfuncional", que es el que suele evidenciarse en las
demencias y sobre el cual se realizan la mayor
parte de los abordajes terapéuticos (Vigorelli 2015).
La
conversación con las personas con demencias se torna
fundamental, aún cuando la enfermedad se encuentre avanzada o
con el lenguaje alterado.
Para
ello podemos usar algunas de las siguientes técnicas
conversacionales:
-Escuchar
de forma activa y genuina.
-No
interrumpir.
-Respetar
las pausas, los silencios y los tiempos de la conversación.
-No
hacer
preguntas abiertas ni poco claras que generen frustración.
-Responder
a las preguntas del otro.
-No
corregir ni juzgar.
-No
completar las frases dejadas en suspenso.
-Reconocer
en la persona con demencia la intención de comunicar.
-Responder
en eco.
-Restituir
el motivo narrativo.
-Devolver
efectividad sobre el tema que se conversa.
-Dar
respuestas de ampliación.
-Responder
con empatía.
-Participar
hablando de uno mismo.
-Reconocer
las emociones (del interlocutor y propias).
-Tomar
en serio las palabras del otro.
-Acompañar
con las palabras el mundo posible del interlocutor, dando la
posibilidad de apertura a otros mundos posibles.
-Buscar
un punto de encuentro en la conversación.
-Resumir
lo conversado.
Es
muy importante siempre poder abrir y cerrar la conversación. Y
al cerrarla hacerlo con una frase que de sentido a lo conversado, que
valorice lo que se ha dicho, de manera tal que la persona pueda
sentir que fue escuchada. Para ello es fundamental también
cumplir con lo que en el Enfoque Capacitante se denomina la "Regla
de Oro": elegir palabras que generen efectos positivos y
resultados favorables en la conversación y evitar aquellas que
hagan que la persona no quiera hablar, que se asuste, se aislé
o se altere (Vigorelli, 2015).
Conclusiones
El
envejecimiento poblacional es un logro de la humanidad y un desafío
enorme a la vez. Es necesario hacer más énfasis en el
conocimiento de las enfermedades que pueden prevenirse y tratarse a
tiempo, trabajando más sobre la psicoeducación y la
desestigmatización, comenzando a hablar de ellas y a llamarlas
por su nombre.
Algunas
patologías son irreversibles, como sucede con las demencias.
Pero si bien a nivel médico los logros son muchos y pueden
controlarse tanto los síntomas conductuales como psicológicos
de la enfermedad, su evolución por ahora es inevitable. El
enlentecimiento del progreso de una demencia dependerá
entonces de la calidad de vida de la persona que la padece, de su
entorno y del tratamiento más adecuado según la
enfermedad.
Hoy
en día contamos con múltiples abordajes para tratar las
demencias, desde medicamentos hasta terapias de estimulación y
recreativas de lo más innovadoras. Si bien es cierto que es
fundamental estimular la cognición, no deberíamos
olvidar que básicamente somos seres sociales. Que a veces no
es suficiente que una persona con demencia tome su medicamento para
la memoria, realice actividades y se la estimule. Solemos encontrar
personas con alteraciones cognitivas que se encuentran híper
estimuladas pero no tienen con quién conversar, lo cual
genera angustia que luego se traduce en síntomas conductuales.
Las personas con demencias no encuentran fácilmente un
interlocutor. Entonces deberíamos preguntarnos ¿a qué
llamamos calidad de vida si no podemos tomarnos tiempo para escuchar
lo que tienen para decir? ¿Y qué tenemos nosotros para
decirles a ellos? ¿Cómo podemos hablar más
claramente con sus familiares al momento de comunicar un diagnóstico?
¿Nos comunicamos con otros profesionales cuando comenzamos a
trabajar con una persona con demencia para saber de su evolución?
Como
hemos visto, la comunicación en el trabajo con las personas
con demencias es clave, no solo con la persona que padece la
enfermedad sino con su entorno, familia, cuidadores, con el equipo
que la asiste. No se puede tratar a una persona con demencia de
manera aislada. Ningún abordaje de un adulto mayor debería
prescindir de un equipo interdisciplinario formado en geriatría
y gerontología. Ello nos asegura un diagnóstico
diferencial preciso, un pronóstico más favorable y
contar con todas las estrategias de intervención posibles para
ofrecer una genuina calidad de vida.
Referencias
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Recuperado el 15 de Abril del 2023 de
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