Introducción
El
objetivo de este trabajo es presentar una actualización del
artículo sobre la Psicoterapia Basada en Evidencias publicado
en este mismo medio en 2022 (Scherb
y Kerman, 2022),
particularmente para los casos complejos.
Se proponen cuatro vías de desarrollo de los nuevos paradigmas
de psicoterapia basada en evidencias, partiendo desde una perspectiva
trans-diagnóstica y trans-teórica. La primera, el
cambio de foco de las investigaciones de efectividad de los modelos o
técnicas psicológicas en trastornos psicopatológicas,
hacia intervenciones efectivas, y mediadores del cambio. La segunda,
la creciente evidencia de la importancia de los factores vinculados a
la relación terapéutica en el proceso y resultado de
los tratamientos. La tercera, el giro hacia la personalización
de los tratamientos, y la importancia de la conceptualización
y formulación del caso y no tanto a la clasificación
diagnóstica. La cuarta, la inclusión del trabajo en
equipo como factor que interviene, particularmente en casos
complejos. A
partir de una nueva manera de entender la práctica en
Psicología Clínica, se impone un cambio en la
conceptualización de las intervenciones psicológicas
basadas en evidencias, hacia un abordaje más idiográfico
y centrado en procesos. Este enfoque es el resultado de una evolución
de la psicoterapia científica, y se asienta sobre las
prácticas e intervenciones psicológicas que han dado
los mejores resultados a través de las décadas, en una
perspectiva distinta y prometedora (Hoffman
y Hayes, 2021).
Mediadores
del cambio
Una
buena salud no es ausencia de enfermedad
(WHO,
2022). La buena salud requerirá de una constante adaptación
a los distintos factores que generan estrés, tanto en lo
social, personal y contextual. Es un concepto dinámico,
multidimensional, donde prevalecen nociones como equilibrio o
adaptación antes que ausencia de enfermedad. Tal vez sea en el
campo de la Salud Mental, más que en ningún otro, donde
la clínica nos demuestra día a día los alcances
de esta afirmación. Dicho de manera simple, el padecimiento
psicológico no está causado por una enfermedad
subyacente. La idea de ¨ enfermedad subyacente ¨ proviene
desde los inicios del Psicoanálisis freudiano, atraviesa la
Psiquiatría moderna y está presente en los intentos de
clasificación de la psicopatología tales como el ICD,
DSM e incluso el recientemente establecido RDoC (Research Domain
Criteria), propuesto por el NIMH (Instituto Nacional de Salud Mental
de USA). Si bien los esfuerzos por catalogar el padecimiento
psicológico han sido necesarios para facilitar la
identificación de las variables en los estudios de eficacia y
efectividad y han dado como resultado un enorme cuerpo de
tratamientos validados, esto no se logró sin un alto costo
(Hoffman y Hayes, 2021). Si bien se incrementó el repertorio
de tratamientos efectivos para trastornos específicos (De
Rubeis y Crits-Christoph, 1998), queda una significativa proporción
de pacientes que no pudieron alcanzar los resultados esperados. Sin
quererlo, el modelo de diagnóstico por protocolo de
tratamiento, emulando el criterio de eficacia en otras ciencias de la
salud, pudo habernos conducido a focalizar demasiado en el síntoma
en detrimento de comprender el padecimiento dentro del contexto y la
complejidad de la persona que sufre. Paradójicamente, el hecho
de tratar más el síntoma que al individuo y su
contexto, ha llevado a una tendencia a la bio-medicalización
del padecimiento psicológico. Desde 1998 a 2007, se ha
incrementado el uso de las medicaciones solas, sin trabajo de
psicoterapia, en dos de tres personas (Olfson y Marcus, 2010), cuando
en realidad lo que indica sistemáticamente la investigación
es que las intervenciones psicológicas efectivas combinadas
con medicación es lo que da mejores resultados, y no la
medicación sola, en casos que revisten severidad y complejidad
(Scherb, 2022). ¿Tal vez parte de esta confusión
radique en el hecho de considerar a los síntomas como
resultado de las luchas internas de un individuo con "una
enfermedad"? Una generación entera ha crecido con la
idea comercialmente conveniente pero científicamente falsa, de
que las luchas mentales implican que uno tiene una enfermedad mental
con base biológica
(Hoffman
y Hayes, 2021). La psicoterapia esencialmente es un tratamiento que
se orienta a la comprensión del padecimiento humano dentro de
un contexto y con un sistema de creencias y significado personal, que
subyace al padecimiento. Es así que, como resultado de ello,
comparando con la farmacoterapia, algunos autores han observado que
se reduce el interés de los consumidores en la psicoterapia, a
pesar de que los datos científicos indican que no sólo
es igualmente beneficiosa en muchos casos, sino que es costo-eficaz y
previene recaídas. ¿Cómo abordar la complejidad
y la influencia del contexto desde las intervenciones basadas en
evidencias? Una opción es considerando los mediadores, en una
perspectiva transa-teórica y trans-diagnóstica, más
allá del síntoma y del modelo terapéutico.
Los
mediadores del cambio son las
variables que cambian como consecuencia del tratamiento y que
producen los resultados. El estudio de los mediadores puede
realizarse durante o al finalizar el tratamiento o incluso evaluar si
hay progreso o no. Por ejemplo, desde una perspectiva transteórica
y transdiagnóstica, Hoffman y otros,
a
partir de un gigantesco metanálisis, identificaron 55.000
potenciales mediadores, sin excluir ningún modelo
psicoterapéutico. Con metodologías estadísticas
se extrajo la siguiente lista de mediadores por dimensión y
nivel: atención, cognición, sí-mismo, afecto,
comportamiento, motivación, biofisiológico, contexto y
sociocultural. Sobre estos mediadores los autores identificaron
intervenciones psicológicas efectivas en distintos niveles de
la experiencia. Este nuevo enfoque se lo conoce como Terapia Basada
en Procesos, y plantea la necesidad de superar el modelo diagnóstico
por tratamiento hacia una nueva manera de implementar intervenciones
psicológicas efectivas personalizadas para cada paciente.
Este
enfoque podría conducirnos a la superación de las
limitaciones del paradigma anterior.
La
creciente importancia de la relación terapéutica para
la efectividad de la psicoterapia basada en evidencia
La
relación terapéutica como factor predictivo de buenos
resultados en los tratamientos ha sido reconocida desde los inicios,
no solamente en psicología sino también en psiquiatría
y otros campos de la salud. A pesar de las dificultades metodológicas
que presenta su estudio a nivel científico, se han aplicado
distintas medidas para evaluar su variabilidad
y valor predictivo en relación con los resultados, en
distintos diseños incluidos multi-céntricos y doble
ciego. Ya en 2008, Priebe y McCabe publicaban un artículo
sobre la evidencia de la importancia de una buena relación
terapéutica y una buena comunicación terapeuta-paciente
en el contexto de la consulta psiquiátrica. Especialmente en
el caso de pacientes complejos, y a diferencia de las intervenciones
psicológicas, las intervenciones psiquiátricas pueden
consistir en la implementación de medidas coercitivas, o en
encuentros con frecuencias más esporádicas, o
tratamientos con final abierto. Se demuestra que también en
estos casos, la calidad de la relación terapéutica, o
la alianza terapéutica, es relevante no solamente a la
adherencia al tratamiento sino al resultado de éste. La buena
calidad de esta relación implica, por ejemplo, generar un
impacto positivo en el paciente, particularmente en relación a
sus dificultades emocionales, versus un impacto negativo. Sus
investigaciones demostraron un alto porcentaje de deserción y
abandono del tratamiento solamente por la percepción del
paciente de que su médico no tenía una actitud
contenedora. Resaltan también la importancia de incluir el
entrenamiento en habilidades del terapeuta para los psiquiatras
(Priebe
y McCabe, 2008).
En
el ámbito de la psicoterapia, recordemos que, en 2012, la
Asociación Norteamericana de Psicología emitió
una Declaración por la cual quedó validado por el
Instituto de Salud Mental de Estados Unidos que la psicoterapia es el
tratamiento efectivo reconocido para la asistencia de problemáticas
en salud mental (American
Psychological Association, 2012).
La definición de psicoterapia que se utilizó en la
Declaración fue la siguiente: 'La
psicoterapia es la aplicación informada e intencional de
métodos clínicos y de posturas interpersonales
derivadas de principios psicológicos establecidos con el
objetivo de asistir a las personas a modificar sus comportamientos,
cogniciones, emociones y/u otras características personales en
la dirección que los participantes consideren deseable"
(Norcross, 2019, p. 218). Para
el caso de la Psicoterapia Basada en Evidencias (PBE), la definición
se completa del siguiente modo "es
la
integración de la mejor investigación disponible
posible; más la experiencia clínica; la relación
terapéutica, la conceptualización del caso, dentro del
contexto de las características del consultante, las
preferencias culturales; de valores y de tratamientos disponibles".
En
ambas está presente la relación terapéutica.
En
la larga tradición de la investigación en psicoterapia
forma parte en la primitiva distinción de factores específicos
(o sea, las técnicas) y factores inespecíficos o
genéricos (la relación terapéutica y otros). Hay
muchísimas investigaciones donde se estudia particularmente su
papel. Por ejemplo, la
evidencia sugiere que los clientes que asisten a psicoterapia valoran
más los factores comunes no específicos, como tener a
un terapeuta cálido y cercano. Esa misma preferencia se
encontró en los clientes potenciales que nunca habían
recibido ayuda profesional, quienes también mostraban una
tendencia a buscar terapeutas que destaquen en los factores no
específicos (Swan
y Heesacker, 2013).
Los factores comunes en la terapia son también importantes
para los pacientes en términos de la selección de un
terapeuta (O'
Callaghan et al., 2023). La incidencia de lo vinculado a la relación
terapéutica para el proceso y resultado de los tratamientos ha
sido ampliamente estudiada por distintos autores dentro del marco de
la investigación de efectividad de los tratamientos
psicológicos. Todas las investigaciones coinciden en el rol
central de la alianza terapéutica dada la naturaleza
conversacional y dialéctica de la psicoterapia.
Se
ha encontrado que los beneficios de la alianza se deben
principalmente a la contribución del terapeuta y a sus
habilidades interpersonales. Estas incluyen capacidad de persuasión,
fluidez verbal, expectativas positivas, expresión emocional,
comprensión, calidez y capacidad de reparación de
ruptura de alianza
(Wampold
y Flückiger, 2023).
En un reciente estudio aleatorizado se encontró que una mayor
calificación positiva de la alianza terapéutica por
parte del paciente y el terapeuta predice mejoras y reducción
en los síntomas del trastorno por estrés post
traumático y de uso de sustancias (Saraiya
et al., 2023).
Una
gran cantidad de investigaciones concluyen que las primeras sesiones
en el tratamiento son las más relevantes para la construcción
de una buena alianza terapéutica. Pero en el tratamiento de
consultantes con patologías más complejas y severas, la
alianza terapéutica no tiene un comportamiento lineal, sino
que se desarrolla a través de "rupturas y reparaciones"
(Safran y Muran, 2000). Diversos
estudios indican que los terapeutas son la fuerza dominante que
determina la calidad de la alianza terapéutica
(Horvath, 2018).
Dado
que las investigaciones han demostrado que la calidad de la relación
terapéutica es el predictor más robusto de éxito
en el tratamiento,
se postula un marco sistemático para negociar las posibles
tensiones o rupturas que se van a producir necesariamente en el
proceso de la terapia, y cómo transformarlas en hitos en el
tratamiento o reparaciones. Existen
dos componentes en la relación terapéutica, uno
emocional y uno cognitivo. El primero está relacionado con la
comprensión, la atención y la relación entre
terapeuta y consultante. El segundo está relacionado a la
creencia en la competencia del terapeuta y su capacidad para
gestionar el tratamiento de forma eficaz (Wampold
y Flückiger, 2023). Precisamente
es la experiencia clínica del terapeuta lo que facilita esta
transformación, en particular en consultantes con
características complejas.
Por
otro lado, la ruptura de la alianza terapéutica puede tener un
efecto perjudicial en el desarrollo y éxito del proceso
terapéutico; por ello es muy importante mantener una adecuada
relación entre terapeuta y consultante ya que esta resulta
crucial para lograr la eficacia de cualquier psicoterapia (Okamoto
y Kazantzis, 2021). Las
rupturas en la alianza terapéutica pueden presentarse en
diversos formatos,
desde
el componente empático de la relación, o el desacuerdo
entre objetivos o tareas del tratamiento. Para poder identificar
estos momentos claves en el tratamiento, es necesario poder
comprender el nivel de la metacomunicación y tener una
conceptualización de caso que pueda guiar al terapeuta para
ayudar a que el consultante tome conciencia de estos patrones
disfuncionales. La conceptualización de caso es otro
ingrediente fundamental para la toma de decisiones clínicas en
Psicoterapia Basada en Evidencias.
Personalización
de los tratamientos y conceptualización de caso
La
tendencia actual es a preferir tratamientos personalizados, no tanto
estandarizados, donde se espera poder incrementar la efectividad y la
accesibilidad de las buenas prácticas psicoterapéuticas
a una mayor cantidad de pacientes (Hoffman
y Hayes, 2021).
La
conceptualización del caso es el proceso por el cual se
desarrolla una hipótesis acerca de las causas, los
precipitantes y los factores de mantenimiento de los problemas
psicológicos de una persona, así como los posibles
planes de tratamiento para ello (Eells,
2022).
Esta metodología permite abordar las complejidades más
allá de las categorías diagnósticas que orientan
al clínico, y más allá del modelo diagnóstico
por tratamiento. Las clasificaciones diagnósticas
categoriales,
que definen en términos de síntomas o grupos de
síntomas el diagnóstico en un sujeto, no son
suficientemente elocuentes para guiar al clínico en cuanto a
la toma de decisiones respecto de las intervenciones clínicas.
Sobre la base de la formulación del caso, el terapeuta elabora
hipótesis que le permiten diseñar un tratamiento,
siguiendo un proceso en fases o etapas, en el que irá
comprobando su efectividad en el sentido del cambio que buscan las
partes, a medida que avanza el tratamiento. Hay muy diversas maneras
de conceptualizar el caso o hacer una formulación de caso,
pero la investigación ha demostrado que una buena formulación
de caso es un ingrediente fundamental para éxito del proceso
terapéutico. Para una buena conceptualización, es
necesario tener una perspectiva multimodal desde donde comprender la
experiencia humana,
que abarque lo socio - histórico cultural, familiar, sistemas
de creencias y otras dimensiones que afectan directamente la
subjetividad (Kerman, 2015). La investigación en este aspecto
ha demostrado que se pueden obtener grados aceptables de
confiabilidad en las conceptualizaciones de caso, estudiando cómo
distintos terapeutas formulan hipótesis respecto de un mismo
paciente, aunque aún faltan desarrollos de investigación
respecto de si la conceptualización de caso aporta un
diferencial en cuanto a los resultados de los tratamientos, si la
misma está presente o no lo está. No obstante, está
comprobado que sin la conceptualización del caso no se puede
hacer un diseño de tratamiento y por tal motivo es una parte
importante de la psicoterapia basada en evidencias. La perspectiva
del paciente y el contexto son también factores que deben ser
integrados para la toma de decisiones en la clínica. La
perspectiva de la psicología humanista también aporta
valiosos elementos sobre cómo integrar los factores sociales y
contextuales que influyen en la salud mental (Kousteni,
2018).
Un
ingrediente importante que no siempre tiene la relevancia que merece
es tomar en cuenta la perspectiva el paciente. A pesar de que es un
componente de la práctica basada en evidencias, es un
ingrediente poco estudiado que amerita futuras investigaciones para
poder captar verdaderamente su poder
(Bohart y Tallman, 2010).
El
trabajo en equipo e interdisciplinar
Particularmente
en las situaciones clínicas complejas en ámbitos
naturales, se trabaja de manera interdisciplinar o interprofesional.
El equipo puede estar compuesto por psicólogos, médicos,
enfermeros, terapeutas ocupacionales, según cada caso. Lo que
vemos más frecuentemente, sobre todo en pacientes con
diagnósticos que revisten complejidad y severidad, es al
psicólogo y psiquiatra trabajando en tratamiento combinado. El
modo en que se articula este equipo de trabajo y cómo impacta
esa articulación en el proceso y resultado de los tratamientos
ha sido poco estudiado desde la investigación. Son muchas las
razones por las que no hay tantos estudios sobre el equipo
terapéutico, una de ellas es la dificultad que presenta
metodológica y éticamente. No obstante, es un fenómeno
común en la práctica diaria tanto en el consultorio
privado como en el ámbito clínico institucional.
Sabemos, desde la teoría interpersonal metacognitiva (Dimaggio
et al., 2007), que la cohesión y colaboración entre los
miembros del equipo terapéutico importa, ya que aporta al
sentido de comunalidad
que el paciente tiene que poder recuperar para sanar. Del mismo modo
en que una buena alianza terapéutica va a ser definitiva para
el buen desarrollo del tratamiento entre paciente y terapeuta, lo
debe ser entre los miembros del equipo entre sí y el paciente.
Una manera de alcanzar un buen funcionamiento en el trabajo conjunto
interdisciplinar es que los participantes compartan la misma
representación sobre lo que causa, escala y mantiene el
trastorno, desde una visión bio-psico-social integrada del
malestar. Dicho simplemente, el que coordina el tratamiento deberá
proveer al equipo de una adecuada formulación de caso, que
pueda servir como una plataforma común para la comprensión
del mismo, desde donde coordinar cada una de las intervenciones y el
rol de cada uno de los participantes en el proceso terapéutico.
Si hay un entendimiento compartido cada uno podrá desplegar
sus intervenciones y se coordinarán de manera acorde. Es en
este punto, en cuanto a la toma de decisiones en la clínica,
cuando surgen posibles conflictos, debido a las disidencias en la
interpretación sobre lo que causa, escala y mantiene el
malestar y cómo intervenir en cada momento. La colaboración
e integración armónica en los tratamientos combinados
es lo que aporta mejores resultados (Scherb y Kerman, 2023). En un
reciente número del Journal
of Clinical Psychology,
distintos autores aportan evidencias con ejemplos de la clínica
real de intervenciones basadas en trabajo de equipo en distintas
situaciones (problemas severos de parejas, pacientes psicóticos
en ámbitos institucionales, pacientes oncológicos con
dificultades psicológicas severas en equipos
multidisciplinarios y el caso de un paciente bipolar y un tratamiento
combinado) (Montesano y Scherb, 2023). Del mismo modo en que la
práctica rutinaria desafía el paradigma del diagnóstico
específico hacia un paradigma transdiagnóstico
(Cuijpers et al., 2023), el trabajo del equipo terapéutico en
la práctica rutinaria lo hace con el paradigma del uno-a-uno
en la terapia individual. Este enfoque ha dado y continúa
dando sus beneficios, pero ante la complejidad de ciertas situaciones
clínicas es necesario trascenderlo hacia un trabajo de equipo,
que aporta otras herramientas para enriquecer la práctica
clínica. Poner al paciente en el foco del problema y no a las
divergencias entre los participantes suele ser un ingrediente
fundamental para el buen funcionamiento del equipo (Montesano y
Scherb, 2023). El pensamiento sistémico también aporta
una metodología adecuada para estudiar este fenómeno
(Botella et al., 2023).
Intervenciones
psicológicas efectivas para casos complejos
Por
el momento, los sistemas de clasificación DSM 5 e ICD 11
siguen siendo los que se utilizan en investigación y
comunicación académico-científica, pero es
necesario conocer su alcance. Uno de los aspectos más
importantes para los que se utiliza la clasificación DSM 5 y
la ICD 11 es la identificación del nivel de severidad del
trastorno, que tiene consecuencias para la toma de decisiones
clínicas y también para la identificación de
riesgo. En este aspecto es fundamental tener una clara diferenciación
para incluir o no incluir terapia farmacológica o internación
psiquiátrica, o combinar con la intervención que sea
necesaria en cada caso particular. Las siguientes intervenciones
psicológicas para pacientes con trastornos severos, a partir
de estudios donde se ha observado su efectividad para el tratamiento
de trastornos específicos, han sido incluidas en protocolos de
investigación para estudios randomizados a fin de comprobar su
efectividad (trials), y ser incluidas a futuro en las guías de
tratamiento.
Modelo
TEAMS - Trial
Para
trastornos bipolares,
el modelo TEAMS (Think Effectively About Mood Swings), es un abordaje
de base cognitivo-conductual que está orientado al tratamiento
de los síntomas que se manifiestan, incluidos hipomanía
subclínica, depresión y ansiedad, y promueve la mejoría
a largo plazo y prevención de recaídas, desde una
perspectiva transtéorica, de base cognitivo-conductual
(Mansell et. al, 2014).
Thrive-B
programme - Trial
Es
un derivado de la Terapia Dialéctico Conductual de Linehan
para el tratamiento de la variabilidad del estado del ánimo,
diseñado para abordar trastornos bipolares y ciclotímicos,
los cambios de humor frecuentes y las dificultades que estas pueden
causar. El programa tiene una duración de 15 sesiones grupales
semanales y 8 sesiones de terapia individual. Utiliza también
como apoyo una aplicación en el teléfono inteligente.
El programa tiene estudios que validan su eficacia
(Wright
et al., 2021).
UP
- Unified Protocol - Trial
Para
distintos tipos de trastornos, incluidos ansiedad y depresión
resistentes, es un abordaje de base cognitivo-conductual, orientado a
ayudar a los pacientes a aprender formas alternativas de responder a
sus sensaciones emocionales que generan malestar, utilizando
distintas técnicas como mindfulness y otras, con el objetivo
de reducir los síntomas y prevención de recaídas,
desde una perspectiva transdiagnóstica
(Barlow y Farchione, 2018).
The
say yes to life (SYTL) - Trial
Es
un programa de terapia grupal para la depresión que integra
principios de la terapia cognitivo-conductual, la psicología
positiva y la terapia de grupo, en fase de ensayo. Tiene un carácter
psicoeducativo, se enseñan habilidades de meditación y
atención plena. Consta de 20 sesiones de 2 horas de duración
cada una. Con tareas post sesión que tienen por objetivo el
cambio en el estilo de vida y el bienestar (Carr
y Finnegan, 2014).
Tratamiento
integrativo para Trastornos de la Personalidad
Es
un modelo integrativo ecléctico que se organiza alrededor de
principios de cambio comunes a todas las terapias efectivas, más
ingredientes específicos que surgen de intervenciones
puntuales según el caso particular. El tratamiento se diseña
por fases que se desarrollan a medida que se van resolviendo los
síntomas, de una manera sistémica y según su
estabilidad y potencial para el cambio. Se propone también una
conceptualización del trastorno de personalidad desde una
perspectiva que es transdiagnóstica (Livesley, 2012).
Terapia
Basada en Procesos - EEMM (Extended Evolutionary Meta Model)
Plantea
que los procesos son el modo en que los individuos organizan su
experiencia de vida, que puede ser más o menos adaptativo o
funcional, y está en la base de la experiencia del malestar.
Los
procesos se organizan en Dimensiones y Niveles de experiencia (modelo
EEMM, o Extended Evolutionary Meta Model).
La
Grilla EEMM es un modelo para ayudar al clínico a organizar lo
que le pasa al paciente, dónde ubicar los procesos de cambio,
como reconocer los avances a medida que se suceden, y cómo
promover el mantenimiento de los logros. Además ayuda al
clínico a tener una perspectiva siempre abierta, considerando
las distintas dimensiones y niveles de la experiencia del paciente.
Esta
Grilla es una ayuda para conceptualizar el caso individual, las
intervenciones psicológicas efectivas que se recomiendan son
de base cognitivo-conductual (Hoffman
y Hayes, 2022).
Terapias
artísticas y psicomotoras para trastornos de la personalidad
- Revisión sistemática
Actualmente
se desarrolló una guía de tratamiento basada en una
revisión sistemática usando GRADE. Se evidencian los
efectos positivos de las terapias artísticas y psicomotoras en
los trastornos de la personalidad. La versatilidad de las terapias
artísticas y psicomotoras pueden ser aplicadas
independientemente de la edad, el sexo o las características
diagnósticas específicas de los consultantes. Esto
permite entrar en contacto emocional para trabajar los objetivos
terapéuticos como la regulación de las emociones, el
estrés, la autoimagen, la autoexpresión, el estado de
ánimo, la ansiedad, entre otros (Haeyen,
2022).
Tratamiento
combinado individual y grupal para pacientes con trastorno de
personalidad evitativo - Estudio piloto
Tratamiento
basado en la mentalización y en terapia interpersonal
metacognitiva, con evidencia de buenos resultados aún en casos
severos. Se necesita replicar e incrementar la muestra para avanzar
en la generalización de estos resultados (Wilberg et al.,
2023).
Protocolo
Unificado (UP) para trastornos de ansiedad y del estado de ánimo
Estudio
controlado randomizado que demostró no-inferioridad de la
aplicación de UP en formato grupal para pacientes con
problemas de ansiedad y del estado de ánimo de diversos grados
de severidad (Reinholt et al., 2021). La efectividad del enfoque
transdiagnóstico para el tratamiento de ansiedad y depresión
ha sido confirmado en sendos meta-análisis que incluyen miles
de pacientes en distintos contextos (Cuijpers et al., 2023).
Conclusiones
La
buena noticia es que las prácticas basadas en evidencias gozan
de buena salud. Las nuevas perspectivas se asientan sobre las
intervenciones que han demostrado eficacia y efectividad (deRubeis y
Crits Christoph, 1998), para evolucionar hacia otro paradigma de
salud mental, de metodología de la investigación y de
práctica basada en evidencias que promete superar las
limitaciones del anterior. Después de haber experimentado la
Pandemia del COVID-19 con sus diarios informes sobre la eficacia de
las vacunas y de ciertos medicamentos, hemos tenido una percepción
más clara y evidente de la necesidad de validar
científicamente las intervenciones. Asimismo, somos
conscientes de que nuestras intervenciones psicológicas
difieren de las de otros campos de la salud en una cantidad de
aspectos, pero hay otros que compartimos. Por ejemplo, el impacto de
la relación terapéutica, del trabajo en equipo, del
contexto, de la perspectiva del paciente y de la necesidad de
encontrar intervenciones que se ajusten a esa persona o paciente en
particular. En estos días, la máxima autoridad de
Servicios Humanos y de la Salud de Estados Unidos (HHS), emitió
un informe donde si identifica a la soledad y el aislamiento como
factor de riesgo de enfermedades, al igual que el tabaco, el
sedentarismo y otros, y propone una estrategia a nivel nacional para
promover la conectividad social (Murthy, 2023).
Las
nuevas metodologías de investigación, bajo la
implementación de estas nuevas conceptualizaciones de salud en
general y de salud mental en particular, permitirán abordar
con mas precisión los fenómenos en su complejidad y
unicidad, sin perder solidez científica. Esta evolución
promete conducir a la psicoterapia al siguiente nivel. Para las
nuevas generaciones, es importante incluir estos conceptos en la
capacitación y entrenamiento de los terapeutas. Asimismo, bajo
una comprensión compartida acerca de qué causa, escala
y mantiene el malestar, la colaboración interdisciplinar e
interprofesional será un ingrediente fundamental para abordar
en forma conjunta estrategias terapéuticas más
efectivas y para más personas.
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