Aspectos
generales
El
Trastorno dismórfico corporal (TDC) es un trastorno conocido
desde hace siglos, que recibió diversas denominaciones. Fue
descrito por primera vez en 1891 por el italiano Enrico Morselli
(1891), quien lo denominó dismorfofobia definiéndola
como un "sentimiento subjetivo de fealdad o defecto físico
que el paciente cree que es evidente para los demás, aunque su
aspecto está dentro de los límites de la normalidad";
en este punto, el autor define a la fobia como "miedo a la
propia forma". Por su lado, Ladee (1966) se refirió a
éste
como "hipocondría dermatológica" o
"hipocondría de la belleza". Estos autores nos dan
la pauta de cómo la relación que establecen las
personas con su propio cuerpo es objeto de estudio desde la segunda
mitad del siglo XIX, pudiendo presentarse, en los casos patológicos,
de forma alterada y ser causa de un gran sufrimiento.
A
pesar de estas primeras aproximaciones, esta patología no fue
considerada como trastorno mental por la APA hasta el año
1980, con la publicación del DSM-III, en el cual se introdujo
la nomenclatura psiquiátrica de Dismorfofobia, del griego
dysmophia (fealdad), siendo categorizado como un Trastorno
Somatomorfo Atípico. La nomenclatura conocida en la
actualidad, Trastorno
Dismórfico Corporal,
fue establecida en la versión revisada dentro del subgrupo de
Trastornos Somatomorfos, en el DSM-III-R.
Actualmente,
en el DSM 5 (APA, 2014) se encuentra en la categoría de
Trastorno Obsesivo Compulsivo y Trastornos relacionados, y es
definido por una preocupación excesiva por uno o más
defectos o imperfecciones percibidas en el aspecto físico, en
el cual el sujeto realiza comportamientos repetitivos dando lugar a
un malestar clínico y deterioro importante. En este trastorno
una ligera anomalía física puede generar elevados
niveles de preocupación generando esto un alto impacto en
diversas áreas de la vida de la persona.
Las
preocupaciones del paciente con TDC por la apariencia física
suelen tener inicio durante la adolescencia, momento del desarrollo
donde las preocupaciones vinculadas al desarrollo físico y
social alcanzan su mayor expresión. El riesgo de desarrollar
TDC puede aumentar si hay historial de situaciones traumáticas,
como haber sido objeto de burlas, humillaciones y agresiones físicas
(Rosen et al., 1995). Teniendo en cuenta que su inicio tiende a ser
temprano, es un trastorno que suele tener un alto impacto negativo en
la vida de la persona, caracterizándose por ser muy angustioso
y perjudicial (Hollander
& Aronowitz, 1999; Phillips et al., 2005). Según Wilhem y
otros (2013), el nivel de funcionalidad será diferente en cada
uno de los pacientes con TDC, generalmente la mayoría
experimentan un deterioro en el funcionamiento social y
ocupacional/académico, alcanzando a menudo un elevado grado de
incapacidad.
Teniendo
en cuenta que se trata de un trastorno mental, un gran porcentaje de
los pacientes con TDC frente a la insatisfacción y el
sufrimiento ocasionado por el defecto percibido, suelen recurrir a
consultas médicas vinculadas con estética, dermatología
y cirugía (Veale y Neziroglu, 2010) con el objetivo de
"corregir" el defecto percibido, situación que se
encuentra asociada a la baja consciencia de enfermedad que se observa
en estos pacientes. En esta línea, estudios como el de
Vindigni et al. (2002) muestran que un 53% de los pacientes que
buscan cirugía estética cumplen criterios para ser
diagnosticados con TDC. De este número, el 82% se clasificaron
como leves, el 10% moderados y el 8% graves.
A
pesar del déficit en el conocimiento e información
sobre este trastorno, se ha observado que el TDC presenta una alta
prevalencia en nuestra sociedad. Estudios realizados en la población
no diagnosticada, ni bajo tratamiento especifico muestran
tasas de entre el 1,7% y el 2,4% (Koran et al., 2008; Rief et al.,
2006), llegando a un valor de 13% en estudiantes universitarios
(Bohne et al., 2002; Cansever et al., 2016). Estas elevadas cifras
nos plantean la alta incidencia de este trastorno, siendo superior a
otros que reciben una gran cantidad de atención por los
diversos sectores de la salud mental.
Por
otro lado, en el ámbito clínico se observan tasas del
9% y el 12% en personas que acuden a especialistas médicos del
área dermatológica, así como el 3% y el 53% en
personas que acuden a procedimientos quirúrgicos y estéticos
(Aouizerate et al., 2003; Castle et al., 2004; Conrado et al., 2010).
Modelo
Cognitivo Conductual de Fang y Wilhelm
Diversos
modelos cognitivo-conductuales buscan explicar la psicopatología
del TDC, así como el origen y mantenimiento subyacente del
trastorno. Todos los modelos presentan ciertos aspectos en común,
los cuales proponen que la sintomatología presente en los
pacientes con TDC es producto de una interpretación errónea
de las experiencias internas, es decir, de las percepciones,
emociones y cogniciones.
En
la Figura 1 {ver figura 1} se grafica el modelo propuesto por Fang y
Wilhelm (2015), en el cual los autores proponen un marco teórico
cognitivo conductual para explicar el origen y desarrollo del
trastorno. Este modelo parte de la idea de que todas las personas
presentamos contenido negativo acerca de nuestro aspecto, ya sea
imágenes o pensamientos. Que estos contenidos se vuelvan
disfuncionales y patológicos dependerán de sesgos
perceptivos: atención selectiva a los defectos percibidos,
generando así una sobredimensión de los mismos o
vivenciándolos como más relevantes y grandes de lo que
en realidad son. Por ende, los autores recalcan el rol activo de los
pacientes con TDC en la sintomatología, en la cual reaccionan
de forma disfuncional ante el contenido mental mencionado
anteriormente.
Además
de los sesgos mencionados, el modelo hará hincapié en
sesgos interpretativos, como el poseer estándares de belleza
exigentes y elevados, sobrevalorar la importancia del aspecto físico,
y sesgos de interpretación autorreferenciales en contextos
sociales.
Tanto
los sesgos atencionales como los interpretativos generan emociones
intensas (vergüenza, asco, disforia, ansiedad), dando lugar a
intentos de regulación emocional a través de conductas
disfuncionales como comportamientos compensatorios, comprobación,
camuflaje, evitación de eventos sociales. Lamentablemente
estas conductas, al reducir los niveles de emoción
desagradable a corto plazo, actúan como reforzadores
negativos, manteniendo de esta forma las creencias e interpretaciones
disfuncionales.
Fang
y Wilhelm (2015) proponen la presencia de influencias que predisponen
a que el individuo responda de forma disfuncional a través de
los sesgos perceptivos y de interpretación, entre estos
factores de influencia se pueden tener en cuenta la sensibilidad al
rechazo (Phillips et al., 1996).
Autoestima
y Trastorno Dismórfico Corporal
Se
ha encontrado una relación relevante entre TDC y la
autoestima. Podemos definir a esta última como un concepto
omnipresente en la vida y el desarrollo de la persona conceptualizado
como la evaluación subjetiva que hace un individuo de su valor
como persona (Donnellan
et al., 2011), la autoestima se conceptualiza comúnmente como
el "sentimiento de que uno es suficientemente bueno"
(Rosenberg, 1965, p. 31).
En
este trastorno hay una afectación importante de la autoestima,
como se observó en un metaanálisis de 25 estudios y
6278 participantes realizado por Kuck
et al., (2021),
en el cual se da una relación entre los síntomas del
TDC, su severidad y la autoestima global. En los diversos estudios
relevados se observó que los niveles más altos de
síntomas del trastorno se asocian a niveles más bajo de
autoestima. Por otro lado, estos autores identificaron que el
Trastorno Dismórfico Corporal, además de estar
vinculado con la apariencia física, también lo está
con otros dominios del yo con creencias centrales negativas sin que
esto esté vinculado con sintomatología depresiva.
Alteración
de la imagen corporal
Yaryura-Tobías
y otros (2003) describen como uno de los núcleos involucrados
en el TDC la distorsión
de la imagen corporal.
El concepto de imagen corporal es complejo, diversos autores han
dado una definición. Entre ellos, Raich (2000) la definió
como la representación mental del cuerpo que cada persona
construye; Guimón (1999), por su parte, la describe como la
vivencia que tiene la persona del propio cuerpo.
Autores
como Cash y Pruzinsky (1990) identificaron variables implicadas en la
conformación de la imagen corporal:
Aspectos
perceptivos:
precisión con que se percibe al tamaño, peso y la forma
del cuerpo en su totalidad.
Aspectos
cognitivos-afectivos:
actitudes, sentimientos, pensamientos, valoraciones que despierta el
cuerpo, su tamaño, peso y forma.
Aspectos
conductuales:
Conductas derivadas de la percepción y sentimientos asociados
al cuerpo.
Todas
las variables mencionadas confluyen y están relacionadas con
la imagen que una persona tiene de sí misma como un todo
asociado a la personalidad y el bienestar mental (Guimón,
1999).
Si
bien la imagen corporal es inherente a los seres humanos y está
vinculada con la internalización de la vivencia de nuestro
cuerpo, la misma puede presentar alteraciones dando lugar a diversos
cuadros patológicos englobados dentro de los Trastornos
de la Imagen Corporal.
En estos trastornos se observa una preocupación por el cuerpo
y una insatisfacción con el mismo, generando malestar e
interferencia con la vida de la persona. Según Cash y Brown
(1987) las alteraciones de la imagen corporal se definen por dos
aspectos, la presencia de alteraciones perceptivas
y alteraciones cognitivo – afectiva.
Por
su lado, Rosen (1995) identificó 4 niveles de respuesta en
pacientes con alteración de la imagen corporal, que se ponen
de manifiesto frente a situaciones asociadas a la preocupación:
Nivel
fisiológico: síntomas
asociados a la activación del Sistema Nervioso Autónomo.
Nivel
cognitivo:
cogniciones asociadas a pensamientos negativos y distorsionados sobre
la imagen corporal manifiestos en preocupaciones intensas,
distorsiones perceptivas.
Nivel
emocional: presencia
de emociones intensas como asco, tristeza, vergüenza, ansiedad.
Nivel
conductual: camuflaje,
conductas evitativas, chequeos, búsqueda de reaseguro.
En
el TDC la alteración de la imagen corporal estará
orientada a diferentes partes del cuerpo/ Por ejemplo, Yaryura
-Tobías y otros (2003) definieron como las quejas más
comunes aquellas vinculadas a defectos faciales, la forma corporal y
alteraciones de las zonas sexuales. Los autores definen que cualquier
zona del cuerpo puede ser foco de preocupación y que
generalmente suele observarse en los pacientes la tendencia estar
preocupados por más de un área corporal.
Síntomas
clínicos
El
TDC es un trastorno de la imagen corporal en el cual el paciente
presenta una preocupación por un defecto percibido en su
cuerpo, que puede ser imaginario o trivial. Estos síntomas
generan un alto malestar clínico acompañado de un
deterioro físico, psíquico o social (Borda y Rivera,
2012). Yaryura-Tobías y otros (2003) realizaron una definición
expresando los principales componentes alterados:
Componente
Perceptivo:
alteraciones de la imagen corporal.
Componente
Cognitivo:
cogniciones y pensamientos intrusivos sobre el defecto físico.
Componente
Conductual:
conductas de neutralización como compulsiones, rituales,
chequeos y evitación.
Componente
Neurocognitivo:
Alteración de la atención selectiva acompañado
de déficit en las funciones efectivas.
Componente
afectivo:
Alteraciones del estado de ánimo, ansiedad, baja autoestima.
Dado
a los diversos componentes involucrados en este trastorno, se debe
destacar la riqueza en la manifestación sintomatológica
del paciente con TDC, presentando de esta forma una compleja
interacción entre creencias, emociones, conductas y la
autopercepción de la propia apariencia (Cash, 1990). A
continuación, se realizará una descripción de
cada uno de los componentes patológicos del trastorno.
Componente
cognitivo
A
nivel cognitivo se observan diversas alteraciones vinculadas a
preocupaciones intensas y valoraciones negativas de la persona sobre
el área del cuerpo que genera malestar (Phillips, 1991), a
distorsiones perceptivas sobre la imagen corporal
(Cash y Brown, 1987), a la presencia de creencias disfuncionales
vinculadas al defecto percibido y a su relación con la
inadecuación personal (Raich et al., 1994).
Las
preocupaciones de las personas con TDC tienden a estar centradas en
uno o más aspectos de su apariencia, que son descriptos como
poco atractivos, deformes, defectuosos o "no correctos"
(Buhlmann & Wilhelm, 2004; Phillips et al., 1993). Wilhelm y
otros (2013) identificaron cogniciones de los pacientes según
las cuales se describen a sí mismos como 'poco
atractivos', mientras que otros usan etiquetas negativas (p.
ej., 'repulsivo' o 'parecido a un monstruo'),
siendo que las áreas del cuerpo señaladas presentaban
características normales y/o, si hubiera una imperfección
real, era leve y poco evidente.
Estas preocupaciones se caracterizan por ser intrusivas, recurrentes
y persistentes, son difíciles de controlar y generan altos
niveles de malestar y angustia (Yaryura-Tobías et al., 2003).
Las
preocupaciones en el TDC pueden centrarse en cualquier área
del cuerpo. Phillips (2008) afirma que generalmente involucran a la
cara y la cabeza, estando presente en la mente del paciente por un
mínimo de una hora al día. Asimismo la autora refiere
ciertas partes del cuerpo como aquellas en las cuales los pacientes
suelen obsesionarse, como preocupaciones con la piel (p. ej. acné
o cicatrices), cabello (p. ej. adelgazamiento o exceso de vello) y
nariz (p. ej. tamaño o forma). En
promedio, en el transcurso del trastorno, los pacientes están
excesivamente preocupados por alrededor de cinco o más áreas
corporales diferentes; sin embargo, algunos se obsesionan con una
sola área, mientras que otros se obsesionan con prácticamente
todas las áreas del cuerpo (Wilhem et al., 2013).
En
los pacientes se observan diferentes grados de convicción con
respecto a la existencia del defecto percibido. Por ello es posible
ubicar a estas preocupaciones en un continuo asociado a la
consciencia de enfermedad. En este continuo se define a las
preocupaciones como patológicas,
como ideas
sobrevaloradas
o como ideas
delirantes
(De León et al., 1989). La mayoría de los pacientes
tienen una visión deficiente o creencias delirantes sobre el
TDC. Es decir, no reconocen que los defectos de apariencia que
perciben son mínimos o inexistentes (Mancuso et al., 2010;
Phillips et al., 2005), presentando así una baja o nula
consciencia de enfermedad.
Componente
afectivo
El
TDC, como desorden de la imagen corporal representado por
preocupaciones persistentes focalizada al aspecto físico,
suele ser acompañado por emociones como disgusto hacia su
cuerpo, ansiedad frente a situaciones sociales y síntomas
depresivos que en ocasiones conforman un desorden comórbido
(Yaryura-Tobías et al., 2003).
Veale
(2004) identificó
y describió las emociones vinculadas al TDC: (a) vergüenza
interna (o asco de sí mismo)
cuando el paciente realiza comparaciones; (b) vergüenza
externa y ansiedad social
anticipatoria asociadas al temor de ser juzgados negativamente por
los otros; (c) depresión
y desesperanza
ante la imposibilidad de estándar estético; (d) ira
y frustración hacia uno
por la apariencia física; (e) culpabilidad.
La asociación entre desesperanza y vergüenza promueve
alto grado de comorbilidad con la depresión y el riesgo de
suicidio (Phillips et al., 1993;
Veale,
2004).
Este
intenso componente afectivo producto de la preocupación
permite distinguir la "insatisfacción" con la
apariencia física esperable en diversos momentos del
desarrollo con el diagnóstico de TDC (Veale y Neziroglu,
2010). Esto es debido a que presentar insatisfacción corporal
es un fenómeno común en los seres humanos,
llegando a presentarse en tasa del 50%. Lo que permite generar una
diferencia para categorizarlo como TDC es el malestar, el intenso
componente afectivo que acompaña una disfuncionalidad
significativa.
Componente
conductual
Dentro
del componente conductual se identifican un gran abanico de conductas
que se encuentran destinadas a examinar, mejorar u ocultar el defecto
percibido (Phillips et al., 2005; Rosen, 1995). Muchos de estos
comportamientos, como por ejemplo mirarse en el espejo en búsqueda
de reaseguro, por sus características intrínsecas como
ser repetitivos, consumir tiempo y ser difíciles de controlar
se consideran compulsivos.
Otros (p. ej., camuflar el defecto percibido con maquillaje o
prendas) pueden conceptualizarse como conductas
de seguridad,
en las cuales el objetivo es prevenir una consecuencia temida, como
ser ridiculizado por otros.
Wilhelm
y otros (2013) mencionan los comportamientos
de evitación
como comportamientos característicos en las personas con TDC,
que tienden a evitar situaciones sociales debido al temor a ser
juzgados o evaluados por otras personas. Este temor está
asociado a las creencias y percepciones propias de ser poco
atractivos o deformes. Esta situación da como resultado la
evitación de reuniones sociales, de los lugares con espejos o
de aquellas situaciones donde hay una exposición de sus
cuerpos (p.ej. la playa).
Los
comportamientos mencionados son producto de la preocupación y
consumen tiempo en la vida del paciente, llegando a ocupar entre 3 y
8 horas al día (Phillips, 1991). Debido a la intensidad y
duración, las mismas generan un impacto y disfuncionalidad en
las tareas de la vida cotidiana.
Yaryura
-Tobías y otros (2003) expresan que las conductas que
caracterizan al TDC tienden a ser crónicas y excesivas. Debido
al gran abanico de conductas presentes las diferencia en categorías:
-
Chequeo
por acicalamiento o camuflaje:
asociado con chequeos repetitivos dirigidos al reaseguro de los
camuflajes (p.ej. cosméticos, cabello, etc), con el objetivo
de ocultar el defecto percibido. En este tiempo de conductas
compulsivas se observa un mayor temor a la evaluación social
negativa.
-
Chequeo para buscar confort:
asociado a los chequeos repetitivos dirigidos a la búsqueda de
satisfacción o confortabilidad con respecto al supuesto
defecto.
-
Chequeo
por dudas:
asociado al chequeo y la duda con respecto a la severidad del defecto
percibido.
Los
autores expresan que el 80% de los pacientes se categorizan como
chequeadores, el 18% como evitadores y el 10% realiza ambas
conductas.
Conclusiones
En
este trabajo se buscó realizar una descripción
detallada de los síntomas característicos del Trastorno
Dismórfico Corporal y su presentación clínica.
El TDC es una patología mental con una alta prevalencia en
nuestra sociedad, que genera sufrimiento y disfuncionalidad en
diversos aspectos de la vida del paciente. A pesar de ello y de la
gravedad que conllevan sus síntomas, aún se encuentra
poco investigado y conocido en el ámbito de la salud mental,
generando esto que sea infradiagnosticado y, por ende, subtratado.
Teniendo en cuenta las características mencionadas hasta aquí
y que se trata de pacientes con altas tasas de suicidio, desempleo y
hospitalización psiquiátrica (Veale y Neziroglu, 2010),
es de gran importancia que los profesionales de la salud tengamos los
conocimientos para la realización de un diagnóstico
temprano, siendo esto una cuestión esencial en el desarrollo,
curso y respuesta al tratamiento de los pacientes con TDC. Esto cobra
gran relevancia en diversos contextos clínicos como de salud
mental, dermatológico y estético.
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