ISSN 2618-5628
 
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Análisis funcional  
Conducta, Conducta verbal  
     

 
Introducción al análisis funcional de la conducta y aportes de la conducta verbal
 
Ruffinatto, Facundo
Universidad Nacional de San Luis
 

 

La psicología como ciencia de la conducta

El objetivo de la psicología como ciencia del comportamiento radica en describir, predecir e influir en la conducta. Para dicho cometido se han desarrollado diversos programas y líneas de investigación que especifican principios y clasificaciones para la conducta. La premisa desde la que partimos surge desde una perspectiva monista donde se observa el comportamiento del organismo como una unidad, evitando así la reducción del mismo a una fracción del organismo (Ortega, 2017). Debido a la complejidad propia del estudio de la conducta, el uso de cuestionarios psicométricos, biomarcadores y entrevistas por sí solos pueden resultar insuficientes e incluso insatisfactorios para nuestro cometido. En palabras de Skinner:

"La conducta es un tema difícil, no porque sea inaccesible sino porque es extremadamente complejo. Puesto que se trata de un proceso más que de una cosa, no puede ser retenida fácilmente para obsérvala. Es cambiante, fluida, se disipa, y por esta razón exige del científico grandes dosis de inventiva y energía" (Skinner, 1970, pp. 34).

 

Análisis de la conducta

Surge bajo la concepción tratada anteriormente una alternativa de estudio dentro del conductismo radical, que propone una metodología de análisis con la que se puede estudiar el comportamiento en virtud de las propiedades estructurales o sus propiedades funcionales. Cuando se habla de la estructura de la conducta se hace referencia a su morfología o topografía, mientras que cuando se habla de funcionalidad de la conducta se habla de las relaciones de contingencia entre los elementos de una secuencia (Parga, 2020). Sin embargo, ambos análisis no son excluyentes entre sí.

Tomando de ejemplo una conducta autolesiva, al observar la dirección de las lesiones, su profundidad, su longitud, el tipo de lesión, los instrumentos utilizados, entre otros, podemos hacer una descripción topográfica de la conducta. Sin embargo, este modo de análisis puede ser algo insuficiente para intervenir, dado que si bien nos detalla la forma de la conducta, no nos manifiesta una explicación del surgimiento, y/o mantenimiento de la misma.

El análisis funcional, por su parte, busca comprender los diversos aspectos y procesos incluyendo los principios de aprendizaje que suscitan el comportamiento. No se trata de un marco teórico, sino de una metodología que nos permite vislumbrar aquellos procesos subyacentes de la conducta nutriéndose de los aportes y principios del conductismo (Parga, 2020). El análisis funcional es la hipótesis dinámica (que puede cambiar con el tiempo) que se mantiene sobre los problemas de comportamiento y los objetivos del tratamiento del cliente, las relaciones funcionales entre las unidades de análisis (estímulos, respuestas, consecuencias). También busca identificar la fuerza y la forma de las relaciones causales y no causales influyentes en dichos procesos (Kaholokula, 2013).

Analizar funcionalmente nos resulta relevante en dos aspectos:

1. Permite describir y descomponer la complejidad de las secuencias o unidades funcionales propias de la conducta. Identificando los factores predisponentes (Estímulos antecedentes), los eventos que resultaron ante la aparición de dicho factor (Respuestas del organismo) y los efectos de las mismas sobre sus unidades de análisis precedentes, de este modo llegamos a comprender la relación entre los eventos (por ejemplo, ante el estímulo ''sentir hambre'', emitir la respuesta de proceder a buscar comida en la heladera y lograr saciarme).

2. Por otro lado, nos permite establecer funciones de contingencia, que serían las consecuencias de dichos vínculos establecidos entre las unidades de análisis; lo cual nos permite comprender cómo se mantienen, extinguen, aumentan, o disminuyen su probabilidad de aparición ciertas respuestas ante cierto estímulo. En términos conductuales se hablaría de refuerzos de la conducta (aumento de probabilidad que se de la misma respuesta), castigos (disminución de probabilidad de que ocurra una respuesta), y/o extinción (disminuir una conducta previamente aprendida).

De este modo se destaca el análisis funcional como una de las características y metodologías definitorias de las terapias conductuales. Sin embargo, para entender el análisis funcional es necesario tener en cuenta que se trata de relaciones complejas entre variables; y de este modo evitar caer en principios mecanicistas y/o reduccionistas de la conducta.

El énfasis en las relaciones funcionales en la terapia conductual tiene dos orígenes interdependientes: (a) el rechazo de un enfoque estructuralista para comprender los problemas de conducta y (b) una evitación de algunas de las cuestiones metafísicas asociadas con un enfoque en las relaciones "causales" (Haynes, & O'Brien, 1990).

Centrarse en las relaciones funcionales evita la mayoría de las controversias que rodean las relaciones causales, principalmente porque las relaciones funcionales no tienen por qué implicar causalidad. Las relaciones funcionales implican solo covarianza entre variables, esto quiere decir que la variabilidad de ambas están asociadas, sin embargo no significa que una genera el cambio directo sobre la otra (Haynes, & O'Brien, 1990).

Dentro de los principios a tener en cuenta para el análisis funcional de la conducta, es necesario destacar el modelo de análisis más sencillo de dos términos, conocido como condicionamiento pavloviano o asociativo. Mediante el mismo, se explica el proceso de asociación por el cual un estímulo inicialmente neutro, en tanto no generaba respuesta fisiológica alguna, logra adquirir las propiedades de elicitación de dicha respuesta fisiológica, pasando a ser un estímulo condicionado y generando una respuestas condicionada (Domjan, 2019). Esto se da por la presentación del estímulo neutro (aquel que originalmente no presenta respuesta fisiológica) junto al estímulo incondicionado (aquel que generaba respuesta fisiológica). El ejemplo clásico de este proceso es el experimento diseñado por Ivan Pavlov en el cual hacía sonar una campana frente a perros. En un inicio no generaba respuesta salival. Sin embargo, al mostrar alimento si se exhibía dicha respuesta en los perros. Luego de sucesivas presentaciones conjuntas de ambos estímulos, el sonido de la campana adquirió las propiedades del alimento, produciendo salivación en los canes.

Esto se puede graficar como como E→ R, destacando un estímulo antecedente, incondicionado y una respuesta incondicionada. Como se observa en la figura 1 {ver figura 1}.

Dentro de las múltiples propuestas de B. F. Skinner se destacan los aportes del condicionamiento operante que se plantea el condicionamiento en tres términos: Estímulo → Respuesta → Contingencia. Esto se observa en la Figura 2 {ver figura 2}, donde se ve un Estímulo antecedente que puede ser un estímulo discriminativo (aquel que previamente fue reforzado en la historia individual por lo que posee la capacidad de generar una respuesta específica) que indica la posibilidad de que la respuesta sea reforzada; o también, un estímulo delta (que predice la ausencia del reforzador, por lo cual no genera emisión de respuesta). La respuesta tiende a ser una actividad del organismo y el estímulo consecuente posee el efecto de reforzamiento de la conducta si es apetitivo (agradable), o en caso de ser aversivo (desagradable) se producirá un efecto de castigo de la conducta (Reyes, 2021). En el caso de la extinción surge ante la ausencia del estímulo consecuente, es decir, de la consecuencia (Reyes, 2021). Todo lo anteriormente mencionado tiene el valor de comprender las unidades de análisis (estímulo, respuesta, consecuencia) una en relación a la otra, mostrando así su aspecto funcional {ver figura 2}.

Existen diferentes tipos de relaciones funcionales y variables funcionales. Algunas son causales mientras que otras son correlacionales pero no causales. Algunas son controlables, otras no (como la edad); algunas son significativas, y otras poseen baja influencia sobre el evento psicológico. Las relaciones funcionales que son causales pueden ser recíprocas o bidireccionales (Haynes, & O'Brien, 1990). A modo de ejemplo, planteamos un caso hipotético. Una persona presenta sintomatología compatible con depresión, manifestando ideas asociadas a la baja autoeficacia, que puede asociarse a un aumento del retraimiento social (refuerzos negativos sobre la conducta debido a la evitación los eventos considerados desagradables) y baja tasa de intentos en resolución de problemas (baja probabilidad de reforzamiento de dicha conducta debido a su falta de emisión). A su vez, dichas conductas contribuyen a mantener dichas cogniciones (relación estímulo-respuesta reforzada).

Con el paso de los desarrollos en el campo del análisis de la conducta surge la necesidad de operativizar las variables propias del organismo que podemos simbolizar como: O; que es el estado biológico del organismo, en el que intervienen variables biológicas como la presencia de enfermedades, o capacidades para ejecutar actividades o respuestas. Con el tiempo dicha variable incluye, a su vez, las respuestas cognoscitivas que el sujeto emite y que median la ejecución del Análisis Funcional (Reyes, 2021).

En la Figura 2.1 {ver figura 2.1} se puede observar la operativización de un análisis funcional simplificado realizado en conjunto a un cliente en tratamiento, en la cual se observa el mantenimiento de su conducta mediante las consecuencias que traen. A su vez, se observa un puente intermedio donde se incorporan los eventos internos de la persona, los cuales se definen como aquellos observables solamente por el organismo {ver figura 2.1}

Dentro de las decisiones clínicas más difíciles y decisivas encontramos el diseño de tratamientos conductuales individualizados. La formulación del caso clínico es una integración de información disponible sobre los problemas y objetivos de conducta del cliente, las variables causales y las variables que afectan el resultado del tratamiento, con el fin de poder generar una planificación de tratamiento y explicación de la conducta (Haynes, & Williams, 2003).

 

Conducta verbal y aportes de la RFT

Un amplio rango de comportamientos ha mostrado ser adecuado para su análisis a través de contingencias directas. Sin embargo, explicar el comportamiento a través de una historia explícita de reforzamiento ha representado un desafío a las propuestas analíticas de la conducta compleja, ya que es extremadamente remota o completamente deficiente.

Dentro del campo de la conducta verbal, Skinner (1981) al observar que algunas conductas no se encontraban explicadas mediante el paradigma del condicionamiento operante mencionado hasta ahora. Explica el papel funcional del lenguaje y los pensamientos, que no serían indiferentes a los principios anteriormente trabajados. De este modo surgen las conductas gobernadas por reglas, donde se comprende la regla (una cognición) como un estímulo o estímulos que especifican contingencias de refuerzo, lo que permite al oyente (uno mismo u otra persona) resolver problemas sin contactar directamente con contingencias ambientales. Estas conductas surgen en el marco de una comunidad verbal, que se entiende como ese conjunto de oyentes y hablantes (a veces uno mismo cumple ambos roles) que tienen la capacidad para compartir y comprender el significado de palabras y expresiones dentro de un grupo social.

Skinner estableció así la primera distinción entre la conducta bajo control directo de las contingencias inmediatas, y la conducta bajo control de reglas o estímulos verbales. El lenguaje puede tener una función instruccional, indicando donde se puede encontrar la contingencia y el tipo de la misma. Esto hace que al implicar la conducta verbal en nuestras actividades, la conducta resultante no presenta las mismas características que cuando los aspectos verbales no se encuentran implicados (Luciano, 1993).

Esta capacidad para formular y seguir reglas cada vez más complejas puede interrumpir la sensibilidad a las contingencias directas del refuerzo, lo que puede ser una variable importante en el sufrimiento psicológico humano. En múltiples ocasiones se puede perder el refuerzo en el entorno natural, debido al seguimiento de reglas (Harte, Barnes-Holmes, & Kissi, 2020).

Dentro de la literatura se ha utilizado el término "insensibilidad". Sin embargo, las personas no se vuelven insensibles a la experiencia directa; sino que se vuelven relativamente sensibles al control mediante estímulos verbales. Dichos estímulos en última instancia son parte de la experiencia directa, pero la experiencia ahora es remota (Harte, Barnes-Holmes, & Kissi, 2020).

La forma en que los humanos interaccionan tienen como repertorio más frecuente el comportamiento verbal. Esto se da en el marco de una comunidad verbal donde aprendemos nuevas formas de comportarnos sin que nadie nos enseñe directamente a hacerlo. Por ejemplo, en términos académicos aprendemos la mayor parte de nuestras habilidades a través del lenguaje. Nos enseña a seguir instrucciones, generar reglas, usar lo aprendido para otras actividades, etcétera (Luciano, 1993).

Particularmente los aspectos aparentemente generativos del lenguaje y la cognición humana han probado ser difíciles de trasladar dentro de una explicación basada en contingencia directa (Dymond, Roche, & Rehfeldt, 2005).

Frente a esta problemática surgen líneas de investigación que pueden aportar un puntapié para resolver dichas carencias. Sidman (1971) investigó cómo los organismos aprenden a relacionar estímulos de manera equivalente. Por ejemplo, si un individuo aprende que un cierto estímulo A está relacionado con un resultado B, y otro estímulo C también está relacionado con B, entonces el individuo puede relacionar A con C, aunque nunca haya sido directamente enseñado. Este fenómeno se conoce como relaciones de equivalencia y tiene implicaciones importantes para entender el aprendizaje y la cognición, ampliando así el condicionamiento operante mediante el entrenamiento directo. Esto lo podemos observar en la Figura 3 {ver figura 3}.

Resulta así la equivalencia como resultado directo de contingencias de refuerzo (Sidman, 2000). Esta capacidad de generar relaciones implica, a su vez, que la adición directa de un solo nuevo miembro a la clase produce un enorme aumento en el número de nuevas relaciones establecidas indirectamente (Sidman, 2009).

Sin embargo, las relaciones de equivalencias entre un objeto y su nombre no necesariamente son equivalentes en sí; el contexto tendrá un papel fundamental en la determinación de la pertenencia o no a una clase (Sidman, 2009). En relación a lo anterior, Sidman señala que aunque aplastamos moscas, no aplastamos la palabra mosca.

Surge frente a estos aportes la importancia de integrar dentro del análisis funcional y la comprensión de la conducta los aportes relacionados al lenguaje y cognición. En consonancia con los descubrimientos de Sidman, Steven Hayes, por su parte, nos aporta la teoría del marco relacional con la cual intenta explicar la riqueza del lenguaje humano y la cognición, así como su generatividad. En este contexto surge el concepto de respuestas relacionales aplicadas arbitrarias (RRAA), que se refieren a la capacidad de una persona para relacionar estímulos que no tienen una relación directa o natural entre sí. Aquí aparecen diversas maneras de relacionar: coordinación, comparación, distinción, oposición, jerarquía, entre otras. Aunque los marcos relacionales se distinguen entre sí, comparten tres propiedades definitorias: vinculación mutua, vinculación combinatoria y transformación de la función de estímulo (Barnes-Holmes et al., 2004). La vinculación mutua describe las relaciones entre dos estímulos o eventos. La vinculación combinatoria describe las relaciones entre tres o más estímulos. Por ejemplo, si me dicen que A es mayor que B y B es mayor que C, entonces fácilmente deduciré que A es mayor que C y que C es menor que A. Las relaciones combinatorias implicadas difieren de las relaciones mutuamente implicadas no solo en términos del número de eventos relacionados, sino también en términos de especificidad. Por ejemplo, si A es más que B y A es más que C, entonces las relaciones implicadas entre B y C no están especificadas (es decir, no pueden determinarse; B y C pueden ser iguales, o uno puede valer más/menos que el otro). La transformación de función es la tercera característica definitoria de un marco relacional y, según RFT, este concepto proporciona el contenido psicológico de las relaciones derivadas (Barnes-Holmes et al., 2004).

Gracias a estos aportes se puede predecir y comprender la RRAA desde una conceptualización operante, implicando la alteración de procesos de contingencia directos. Supongamos el siguiente ejemplo hipotético:

Imagina a un niño que siempre come papas para saciar su hambre. En este caso, la papa actúa como un estímulo discriminativo que señala la oportunidad de comer y satisfacer su necesidad de alimentarse.

Ahora, supongamos que el niño aprende que el puré se hace con papas. A través de este aprendizaje, el niño establece una relación entre la papa y el puré. Aunque el puré en sí mismo no tiene un historial de refuerzo directo para provocar la respuesta de comer, el niño, al aprender esta conexión, generaliza su respuesta de comer de manera agradable cuando ve puré. Esto ilustra cómo los marcos relacionales permiten que el niño aplique su experiencia previa con las papas al nuevo estímulo del puré, facilitando así la extensión de su comportamiento de comer agradablemente a esta nueva situación.

La teoría del marco relacional sugiere que dicho desempeño se debe a un aprendizaje derivado, proceso que transformó las funciones discriminativas y apetitivas de dicho estímulo (Hayes & Berens, 2004).

Según RFT, las reglas o instrucciones involucran redes relacionales y transformaciones de funciones que proporcionan a la regla sus propiedades de control del comportamiento. Bajo dicha concepción se puede hipotetizar la variabilidad de comportamientos en relación a los contextos y el lenguaje privado (cogniciones) de las propias personas. Bajo dicho paradigma se clasifican 3 tipos de reglas verbales: Pliance, Tracking y Augmentin.

Pliance se refiere al comportamiento regido por reglas que es predominantemente controlado por consecuencias mediadas por el hablante, ya sea la persona misma o un tercero. Por ejemplo, cuando alguien dice: "Sólo puedes ver la televisión después de terminar tus tareas domésticas" (Harte et al., 2021). En cambio, el Tracking se refiere al comportamiento regido por reglas que está predominantemente controlado por la correspondencia entre contingencias ambientales y la regla. Por ejemplo, cuando alguien dice "Si como ahora, luego no tendré hambre'. Es importante destacar que, en el Tracking, la consecuencia debe ser inferida por el oyente (Harte et al., 2021).

Los Augmentin son, en cambio, reglas verbales que modifican el valor de la contingencia, haciéndola más o menos reforzante o aversiva. Dentro de ellos destacan el Augmentin motivacional y el formativo. Un Augmentin motivacional aumenta o disminuye momentáneamente el grado en que una consecuencia previamente establecida funciona como reforzador o castigador. Por otro lado, el Augmentin formativo establece funciones reforzantes o castigadoras para un estímulo previamente neutral. Por ejemplo, "este papel es un vale que te dará un sombrero gratis" podría considerarse un Augmentin formativo si estableciera el papel como reforzador. En general, al definir el Pliance, el Tracking y los Augmentin es importante enfatizar que se refieren a estímulos verbales antecedentes y, por lo tanto, influyen en el comportamiento de un oyente porque se refieren (explícita o implícitamente) a consecuencias "aparentes", es decir, actualizan funciones específicas en los estímulos para el oyente (Harte et al., 2021).

 

Conclusión

En consideración a lo anteriormente expresado es necesario resaltar que para el análisis de la conducta es necesario centrarse en lo que está ocurriendo en la actualidad, dado que es lo que sostiene y mantiene el comportamiento, y es el punto en el que se puede generar un espacio de intervención. Esto resulta de que es imposible modificar el pasado, pero sí las conductas actuales en relación a éste (Reyes, 2021).

Al observar la Figura 4 (Ortega & Kanter, 2017) {ver figura 4}, podemos integrar todo el recorrido del presente trabajo para comprender y lograr una base de análisis funcional que permita una extensión del modelo clásico, ampliando complejidad.

Cabe destacar que la conducta no es un punto aislado a lo largo de la historia del organismo, sino que es un conjunto de eventos que se mantiene en constante modificación y vínculo consigo mismo: cada aprendizaje da pie a futuras modificaciones dentro de este continuo. Sin embargo, a fines de operativizar dicho análisis, es necesario generar un espacio de corte dentro de la historia conductual para poder describir, comprender e intervenir en la misma.

 

Referencias

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12ma Edición - Junio 2024
 
 
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Figura 2
 
 
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