ISSN 2618-5628
 
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Datos normativos  
Dimensiones, Estímulos afectivos, Imágenes afectivas  
     

 
Desarrollo de la investigación sobre emoción y estímulos afectivos en Argentina
 
Tonini, Fernando
Universidad de Palermo
CONICET
 

 

El estudio de las emociones ha capturado la atención de numerosos investigadores en las últimas décadas. Este fenómeno se encuentra impulsado, entre varias razones, por los avances en las técnicas de medición e inducción emocional. El creciente interés en el estudio de las emociones es evidente en la evolución del número de publicaciones en esta área. Esto puede observarse de manera grafica en la Figura 1 {ver figura 1}. Tras realizar una búsqueda de las investigaciones que involucran estímulos emocionales en la base PubMed, se puede observar un incremento significativo en las investigaciones sobre desde 1990 hasta principios de la década del 2020. Este aumento se debe a varios factores, entre los que se incluyen los avances tecnológicos que han permitido mediciones más precisas de las emociones, la interdisciplinariedad del campo, y la relevancia práctica de comprender cómo las emociones afectan diversos procesos cognitivos y comportamentales. Además, la adaptación cultural de estímulos emocionales ha sido crucial para llevar a cabo investigaciones más precisas y culturalmente relevantes.

Pese al interés actual, el estudio de las emociones continúa presentando una serie de preguntas que es necesario responder a la hora de abordar su estudio. Uno de ellos reside en el problema de la definición, dado que aún no es posible hallar consenso en torno a qué es una emoción.

La emoción puede definirse como una respuesta psicológica y fisiológica a estímulos que tienen significado personal o social. Las emociones no solo son experiencias subjetivas, sino que también incluyen componentes fisiológicos, comportamentales y cognitivos. Los estímulos afectivos son aquellos que tienen el potencial de inducir estados emocionales en los individuos (Harmon-Jones et al., 2017). Estos pueden ser visuales, auditivos o incluso multisensoriales, y se utilizan ampliamente en la investigación para estudiar las respuestas emocionales y su impacto en la cognición.

Otro de los problemas se encuentra a la hora de determinar cómo se clasifican las emociones con el objetivo de explicar su estructura y funcionamiento (Sohn, 2011). Existen dos grandes perspectivas en torno a la clasificación de las emociones: una perspectiva discreta o de las emociones básicas, y otra dimensional, en la que la respuesta emocional se encuentra caracterizada por dos o más dimensiones, siendo las dimensiones más estudiadas la valencia y la activación (Bujarski et al, 2015; Yarrington & Craske, 2024).

El enfoque discreto considera las emociones como categorías básicas, es decir, respuestas específicas con características distintivas que las diferencian entre sí (Power, 2006). Ejemplos claros de este enfoque son las emociones básicas propuestas por Ekman (1992): miedo, alegría, ira, asco, tristeza y sorpresa. Este modelo asume que cada emoción tiene un propósito evolutivo y cumple funciones específicas para la supervivencia. Sin embargo, presenta dos limitaciones importantes. La primera es el número de emociones básicas incluidas, que varía según el paradigma y el tipo de emoción evaluada; algunas teorías proponen seis (Levenson, 2011), mientras otras identifican siete (Ekman, 1992), ocho (Plutchik, 2001) o hasta doce emociones básicas (Izard, 1992). Además, las medidas de las diferentes emociones básicas suelen estar interrelacionadas. Por ejemplo, la tristeza y el enojo pueden agruparse en una única medida de afecto negativo (Hamann, 2012).

En el enfoque dimensional, las emociones se clasifican según distintas dimensiones que definen la respuesta afectiva (Bradley, Cuthbert, & Lang, 1996; Harmon-Jones et al., 2017; Lang, Bradley, & Cuthbert, 1995). A diferencia del modelo discreto, este enfoque entiende las emociones como entidades que se distinguen entre sí según su posición en estas dimensiones. La principal ventaja de las propuestas dimensionales es que pueden explicar una amplia gama de estados emocionales y ofrecer un sistema de clasificación que permite identificar similitudes y diferencias entre emociones. Por ejemplo, una respuesta afectiva puede caracterizarse por un bajo nivel de agrado y un alto nivel de activación.

Un enfoque altamente difundido dentro de esta perspectiva es el modelo dimensional de Lang (1995). Desde su mirada, Lang entiende a las emociones como una predisposición para la acción. Es decir, aquello que se despliega tas la percepción de un estímulo y que prepara al organismo para responder. Esta respuesta se basa en la activación de tres sistemas organizados jerárquicamente: el inferior fisiológico, el intermedio motor y el superior cognitivo (Bradley et al., 2007). El sistema fisiológico interactúa de manera específica con los sistemas nervioso y endocrino en respuesta a ciertos estímulos. El sistema motor recoge la información de la respuesta fisiológica y ejecuta sub-rutinas que implican acciones corporales predefinidas como huir o atacar. Finalmente, el sistema de respuesta cognitivo combina las respuestas de los sistemas fisiológico y motor, y asigna significado a la respuesta afectiva. Esta respuesta se compone de tres dimensiones: dos que forman la respuesta afectiva bidimensional (valencia afectiva y activación, que explican gran parte de la variación en la respuesta afectiva), y una tercera dimensión que es la dominancia (Jerram et al., , 2014; Watanabe & Yamamoto, 2015).

En primer lugar, la valencia se refiere al grado de agradabilidad de un estímulo, variando de lo altamente desagradable a lo extremadamente agradable. Esta dimensión representa la activación de sistemas motivacionales de aproximación y evitación, y se la conceptualiza como la dimensión crucial para la evaluación de la respuesta emocional (Imbir, 2016). La valencia también ha demostrado ser un factor significativo en la lateralización del recuerdo afectivo, influenciando la manera en que los recuerdos emocionales son procesados en diferentes hemisferios cerebrales (Bradley et al., 2007; Moek et al., 2020).

En segundo lugar, si la valencia representa la dirección de la respuesta afectiva, entonces la activación describe la intensidad de la experiencia emocional, que oscila entre lo altamente activante y lo calmo. Así la respuesta a un estímulo cruento puede describirse como desagradable y excitatoria, mientras que la reacción afectiva a una situación pacifica puede ser agradable y calma. Investigaciones han mostrado que esta dimensión está asociada con respuestas físicas significativas, como cambios en la conductancia de la piel y la frecuencia cardíaca durante la visualización de imágenes afectivas (Lang, 1995).

Por último, la dominancia refleja el grado de control que una persona siente en una situación emocional. Aunque no es una de las dimensiones más estudiadas, se ha identificado como un componente esencial para describir completamente las respuestas afectivas. Por lo tanto, una respuesta agradable y calmada también se caracterizará por una alta sensación de control frente a esa situación, mientras que en una respuesta desagradable y activante, el individuo no se percibirá en control (Jerram et al., 2014).

En resumen, estas dimensiones se configuran como componentes clave para entender la respuesta afectiva. Representan cómo los individuos perciben y reaccionan emocionalmente ante diferentes estímulos. Al analizar la valencia, la activación y la dominancia, se puede indagar sobre la complejidad de las experiencias emocionales y cómo estas influyen en el comportamiento y la percepción. Esta comprensión es fundamental no solo para la teoría emocional, sino también para aplicaciones prácticas en áreas como la psicología clínica y la educación. Para poder estudiar estas dimensiones de manera efectiva es esencial contar con métodos adecuados para elicitar emociones en un entorno controlado. Esto se refiere a la capacidad de generar o provocar una respuesta emocional específica mediante el uso de diversos estímulos, como imágenes, música y palabras.

 

Estímulos capaces de generar respuestas afectivas

La habilidad de elicitar respuestas afectivas de forma confiable y ética es tan importante como el desarrollo de sistemas que puedan detectar, interpretar y adaptar el afecto humano (Moltó et al., 2013). Existen distintos abordajes a la hora de elicitar emociones, cada uno de ellos difiere en función de qué tanto implica al sujeto en la situación experimental. Uno de los paradigmas más utilizados se basa en la percepción de estímulos con contenido emocional, como imágenes, palabras, clips de video y sonidos (Lang y Bradley, 2007). El objetivo principal de esta metodología es identificar estímulos que difieran cuantitativamente en sus características tanto físicas como afectivas y que puedan ser manipulados fácilmente. Uno de los aspectos más importantes de este paradigma es que el estímulo debe simular una situación de la vida cotidiana sin generar rechazo ni producir el mismo efecto que tendría el escenario real, algo a tener en cuenta cuando se trata de estímulos desagradables (Moltó et al., 1999; 2013). Esto permite a los investigadores observar y medir las respuestas emocionales de los sujetos en un entorno controlado, sin la interferencia de factores externos que podrían distorsionar los resultados. Estos estímulos deben ser lo suficientemente variados para cubrir un amplio espectro de respuestas afectivas, lo que permite un análisis detallado y preciso de cómo diferentes tipos de estímulos generan un amplio abanico de repuestas emocionales.

El uso de estímulos emocionales validados localmente es crucial en la investigación psicológica y clínica. En Argentina, la creación y validación de bases de datos con estímulos normativos para la población local ha permitido investigaciones más precisas y culturalmente relevantes. En la Tabla 1 se mencionan los últimos conjuntos de estímulos validados o confeccionados en población local, tanto en niños y adolescentes como en adultos {ver tabla 1}.

Por un lado, se encuentran las imágenes del IAPS (International Affective Picture System), desarrollado por el Centro para el Estudio de la Atención y la Emoción en la Universidad de Florida. Esta base de estímulos incluye aproximadamente 1200 imágenes en color que representan una amplia gama de situaciones. El contenido de estas imágenes varía entre diferentes categorías semánticas, abarcando desde lo agradable a lo desagradable, lo activante a lo calmado, y lo controlable a lo incontrolable, incluyendo también situaciones neutras. Esta diversidad permite estudiar cómo distintos tipos de estímulos visuales afectan las respuestas emocionales de los individuos, proporcionando una herramienta valiosa para la investigación en psicología afectiva. Las imágenes cubren diversas categorías, incluyendo escenas naturales, eventos cotidianos, y situaciones extremas, proporcionando una herramienta versátil para la investigación emocional.

Esta base es de las más utilizadas debido a su facilidad para manipular los estímulos. Además, permite replicar y comparar resultados entre diferentes estudios y laboratorios a nivel mundial. En Argentina se dispone de datos normativos para todas las imágenes de la base (Estrada et al., 2016; Irrazabal et al., 2015; Irrazabal & Tonini, 2020; 2023), así como para 60 imágenes en niños y adolescentes (Mina et al., 2017). Esta herramienta cuenta con evidencia sobre su utilidad para generar respuestas emocionales medidas a través de autoinformes y registros físicos, como la conductancia de la piel, la variabilidad de la frecuencia cardíaca y la actividad cerebral. Esta versatilidad y estandarización hacen del IAPS una herramienta invaluable para comprender cómo diferentes estímulos afectan las respuestas emocionales.

Otra de las herramientas más utilizadas son las palabras afectivas que se encuentran en la base ANEW (Affective Norms for English Words). El ANEW fue desarrollado para proporcionar una base de datos de palabras en inglés con normativas afectivas. Incluye 1034 palabras evaluadas en términos de las tres dimensiones afectivas (valencia, activación y dominancia) y son evaluadas mediante el SAM, tal como sucede con el IAPS. En Argentina se encuentra adaptada el español rioplatense en su totalidad (Sarli y Justel, 2021).

El LATEMO-E (Michelini et al., 2019) es un conjunto de 28 cortometrajes desarrollados en el país en el año 2019 para inducir emociones en adultos. Estos fragmentos de filmes (4 fragmentos para cada emoción) fueron cuidadosamente seleccionados y validados para provocar una variedad de respuestas emocionales, que pueden caracterizarse tanto desde modelos dimensionales como desde modelos discretos. Uno de los aspectos a destacar de esta herramienta es que se confeccionó con población local y que se trata de un recurso audiovisual en español latinoamericano. Su desarrollo demostró ser útil para inducir varias categorías de emociones y junto con los estímulos también se aportan sus datos normativos.

El IADS 2 y el IADS-E surgen como un complemento a las imágenes del IAPS y entre ambas herramientas aportan más de 900 sonidos afectivos organizados en torno a las tres dimensiones antes mencionadas. Los sonidos varían desde sonidos de la naturaleza hasta ruidos humanos, mecánicos, efectos especiales y situaciones de la vida cotidiana como alarmas, automóviles y vocalizaciones. Esta clase de estímulos no se utilizó mucho en el pasado debido a la dificultad en torno a su manipulación, un problema que hoy en día ya se encuentra saldado producto del avance tecnológico. En Argentina, se cuenta con datos normativos para los 167 sonidos del IADS-2 y para 180 sonidos del IADS-E (Tonini et al., 2024), lo que los convierte en una buena opción al considerar estímulos dinámicos.

Por último, resulta importante destacar cómo es posible medir las respuestas causadas por los conjuntos de estímulos descriptos anteriormente. Fakhrhosseini y Jeon (2017) describen varias maneras de medir la respuesta emocional, destacando las medidas fisiológicas, subjetivas y neurológicas. Las medidas fisiológicas incluyen la conductancia de la piel, la variabilidad de la frecuencia cardíaca y la electromiografía facial (EMG), que evalúan la actividad autonómica y muscular en respuesta a emociones. Las medidas neurológicas, como la resonancia magnética funcional (fMRI) y la espectroscopia funcional de infrarrojo cercano (fNIRS), observan la actividad cerebral.

Las medidas subjetivas, centradas en autoevaluaciones de los participantes, utilizan cuestionarios estandarizados como el Self-Assessment Manikin (SAM, Bradley & Lang, 1994) y diarios de emociones, permitiendo reflejar la intensidad y cualidad de las experiencias emocionales. El SAM es una técnica de evaluación pictórica no verbal que mide directamente el placer, la activación y la dominancia asociados con la reacción afectiva de una persona a una variedad de estímulos. Es fácil de usar, rápido y ha sido validado para su uso con diferentes poblaciones, incluyendo niños y personas con trastornos del lenguaje. Los sujetos colocan una 'X' sobre cualquiera de las cinco figuras en cada escala, o entre dos figuras, creando una escala de 9 puntos para cada dimensión. A diferencia del Diferencial Semántico (Russell and Mehrabian, 1974), que requiere 18 evaluaciones diferentes por estímulo, el SAM es mucho más rápido y sencillo, proporcionando evaluaciones más consistentes de la dominancia, reflejando mejor el control personal percibido en una situación.

 

Reflexiones finales

El desarrollo y la validación de bases de datos de estímulos emocionales en Argentina representan un avance significativo para la investigación psicológica. La disponibilidad de estos recursos permite estudios más precisos y culturalmente relevantes, ofreciendo nuevas oportunidades para explorar la interacción entre emociones y cognición tanto dentro del laboratorio como en otros entornos. A esto se le suma que hoy en día se cuenta con herramientas que permiten la manipulación de esta clase de estímulos, haciendo más accesible su uso en diversas plataformas y contextos de investigación. Estas herramientas incluyen software de presentación de estímulos, plataformas de recopilación de datos en línea y aplicaciones móviles, que facilitan su implementación a gran escala.

No obstante, aún quedan otros tipos de estímulos que pueden ser validados o desarrollados para ampliar el abanico de recursos disponibles. Entre ellos se encuentran las baterías de imágenes de comida, que pueden ser utilizadas para estudios sobre el apetito y la alimentación (Miccoli et al., 2014); situaciones eróticas, importantes para investigar la sexualidad y las respuestas afectivas relacionadas (Prantner et al., 2024); emojis, que representan una forma contemporánea y universal de comunicación emocional en la era digital (Kaye et al., 2021); y GIFs, que combinan imágenes y movimiento para capturar reacciones emocionales de manera dinámica y atractiva (Cowen & Keltner, 2017). La validación de estos estímulos no solo aumentaría la precisión y relevancia cultural de las investigaciones, sino que también proporcionaría una mayor diversidad de herramientas para estudiar las emociones humanas en contextos variados y realistas. Este enfoque integral no solo enriquecería la investigación en psicología, sino que también podría tener aplicaciones prácticas en campos como la publicidad, la educación y la salud mental, donde la comprensión y manipulación de las emociones son fundamentales.

 

Referencias

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12ma Edición - Junio 2024
 
 
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