ISSN 2618-5628
 
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Estrategias, Modelos, Psicopatología, Regulación emocional  
     

 
Regulación emocional en adultos: salud mental y bienestar
 
Arias, Camila Belén
Instituto de Psicología Básica, Aplicada y Tecnología (IPSIBAT)
CONICET
Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de Mar del Plata
 
Zamora, Eliana Vanesa
Instituto de Psicología Básica, Aplicada y Tecnología (IPSIBAT)
CONICET
Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de Mar del Plata
 
del-Valle, Macarena Verónica
Instituto de Psicología Básica, Aplicada y Tecnología (IPSIBAT)
CONICET
Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de Mar del Plata
 

 

Introducción

La manera de procesar y regular las emociones afecta el procesamiento cognitivo, el comportamiento y el bienestar de las personas. La evidencia muestra que si las respuestas emocionales son intensas, extensas o se producen en momentos inadecuados, pueden volverse disruptivas e interferir en la vida cotidiana del sujeto. En este tipo de situaciones se vuelven necesarios procesos complementarios que permitan el control y regulación de la emoción. Así, la regulación emocional puede ser definida como la sumatoria de procesos, tanto extrínsecos como intrínsecos, que se orientan a iniciar, mantener, monitorear, modular o modificar las reacciones emocionales de las personas, sea en su ocurrencia, valencia, intensidad o duración, con el propósito de alcanzar determinado objetivo específico. Las dificultades para regular eficazmente las emociones cotidianas prolongan los efectos del malestar e intensifican la negatividad asociada a las emociones displacenteras. La literatura muestra que quienes reportan mayores dificultades para regular sus emociones, tienden a experimentar mayores niveles de malestar y resultan más vulnerables a presentar psicopatologías de diverso tipo. En este capítulo se revisan algunas definiciones y modelos sobre la regulación emocional en adultos, las funciones instrumentales y hedónicas que cumple este mecanismo y las evidencias de los efectos sobre la salud mental y el bienestar. También se destaca la especificidad contextual del manejo de estrategias para la adaptación al entorno así como líneas futuras de investigación en esta área.

 

¿Qué es la regulación emocional y qué funciones cumple?

Las emociones han sido objeto de estudio en el ámbito científico debido a su evidente valor adaptativo, ya que le permiten al individuo responder eficazmente a las demandas del entorno, a través de respuestas coordinadas que involucran el dominio subjetivo, fisiológico y comportamental. Sin embargo, cuando se presentan en momentos inapropiados o con una intensidad desproporcionada en relación con la situación, pueden obstaculizar las metas del sujeto y, en último término, su ajuste al entorno (Gross & Thompson, 2007). Por ello, cobra relevancia el concepto de regulación emocional (RE), posibilitado por el carácter maleable de las emociones.

La RE puede definirse como el conjunto de procesos mediante los cuales las personas influyen en las emociones que experimentan, cuándo las tienen y cómo son expresadas (Gross, 2014). Este concepto no se limita a la inhibición de emociones, sino que incluye toda una serie de mecanismos que permiten modularlas, es decir, prevenir, incrementar, inhibir, sostener o promover reacciones emocionales. Para que este proceso regulatorio pueda desarrollarse se torna necesaria la activación de un objetivo específico, es decir, una meta que guíe la RE. Este objetivo puede ser más o menos explícito: en algunos casos, implica procesos deliberados y esforzados, mientras que en otros puede involucrar mecanismos implícitos, que ocurren de forma automática y sin esfuerzo consciente (Mauss et al., 2007). Implica, además, la puesta en marcha de un proceso, lo que supone la implementación de una o más estrategias para alcanzar el objetivo propuesto; y, finalmente, un resultado sobre la emoción: la modificación de su intensidad, duración o valor en los distintos dominios.

Tradicionalmente se sostenía que la RE respondía principalmente a objetivos hedónicos, es decir, a la disminución de los estados emocionales negativos y al aumento de los positivos (Larsen, 2000). Sin embargo, propuestas más recientes reconocen que las personas pueden estar motivadas también por objetivos instrumentales o utilitarios, siendo en estos casos la RE un medio para lograr otro objetivo (Gross, 2015). Así, una persona podría buscar reducir una emoción positiva en busca de otro objetivo personal, por ejemplo, no mostrarse excesivamente entusiasmado frente a una buena oferta laboral para dar una imagen profesional en una entrevista; o aumentar una emoción negativa, como incrementar el enojo en caso de tener que realizar un reclamo. Asimismo, la RE puede ser intrínseca, en la medida en que se buscan regular las propias emociones, o bien extrínseca, cuando el objetivo es la modulación de los estados emocionales de otras personas. También, una sola acción puede cumplir funciones regulatorias tanto intrínsecas como extrínsecas, por ejemplo, durante una discusión una persona podría respirar profundamente y hablar con calma para regular su enojo y, al mismo tiempo, esto podría reducir la intensidad emocional de su compañero.

Por otro lado, es necesario delimitar el concepto de RE para diferenciarlo de otros términos fronterizos que a menudo se solapan y utilizan de manera intercambiable, generando inexactitudes conceptuales. En líneas generales, la RE forma parte de un término más amplio, la regulación del afecto, que se refiere a los esfuerzos por influir en las respuestas valorativas. La regulación del afecto involucra el afrontamiento y la regulación del ánimo (Gross, 2015). Mientras que el rasgo definitorio de la RE es la activación de un objetivo para influir en la trayectoria de la emoción, el afrontamiento se enfoca predominantemente en la disminución del afecto negativo, y abarca períodos de tiempo más extensos. La regulación del ánimo, por su parte, también hace referencia a períodos de tiempo más prolongados y no suele ir dirigido a un objeto o target específico como las emociones. Por último, es preciso diferenciar la RE de la inteligencia emocional, que se refiere a las diferencias individuales con respecto a cómo los individuos identifican y utilizan sus propias emociones y las de los demás (Peña-Sarrionandia et al., 2015).

Los modelos de regulación emocional más difundidos

Entre los modelos teóricos contemporáneos de RE, el Modelo de Proceso de la Regulación Emocional propuesto por Gross (2015) se destaca como el más influyente a nivel de la psicología básica y aplicada. El mismo se basa en el Modelo Modal de la Emoción (Gross & Thompson, 2007), que detalla el proceso de generación de las emociones, postulando que una emoción inicia, como punto de partida, con una situación psicológicamente relevante para el sujeto, que puede ser externa (del ambiente) o interna (un pensamiento). A continuación, el individuo dirige su atención hacia la situación y realiza una evaluación de la misma, ponderando su relevancia y valencia para, finalmente, brindar una respuesta (una emoción) que involucra cambios fisiológicos, subjetivos y comportamentales. Asimismo, las respuestas pueden modificar la situación inicial.

El Modelo de Proceso de la RE sugiere que cada uno de estos procesos involucrados en la generación de emociones puede ser target para la regulación. Así, propone un conjunto de cinco estrategias {ver figura 1}: la Selección de la situación (aproximarse o evitar una situación en función del impacto emocional que puede suscitar); la Modificación de la situación (realizar cambios en la situación para modificar la reacción emocional); el Despliegue atencional (dirigir la atención a un aspecto específico para influir en las emociones); el Cambio cognitivo (cambiar la forma en que se interpreta o valora la situación); y la Modulación de la respuesta (modificar las respuestas emocionales en los distintos dominios).

Otra propuesta teórica relevante es la de Garnefski et al. (2001), para quienes la RE abarca respuestas de tipo biológico, social y comportamental, así como procesos cognitivos conscientes e inconscientes. Su modelo se enfoca en la gestión de las emociones negativas a través de procesos cognitivos conscientes. Sugieren nueve estrategias que las personas suelen implementar para modificar sus reacciones emocionales frente a sucesos negativos o displacenteros: Autoculparse (culparse a uno mismo por la situación); Culpar a otros (atribuir la responsabilidad del evento a los demás); Rumiación (persistir en los pensamientos y sentimientos asociados a la experiencia desagradable); Catastrofización (exagerar cognitivamente las consecuencias negativas del evento); Poner en perspectiva (disminuir o relativizar la gravedad de lo sucedido al compararlo con otras situaciones); Focalización positiva (centrarse en pensamientos y situaciones alegres y agradables en lugar de lo ocurrido); Reinterpretación positiva (reflexionar sobre el aprendizaje personal positivo derivado de la experiencia); Aceptación (aceptar que el evento negativo ha ocurrido); y Focalización en los planes (elaborar un plan para enfrentar el evento negativo). Las primeras cuatro estrategias se consideran desadaptativas, en función de su vinculación usual en la literatura con la presencia de psicopatología, y las restantes son consideradas estrategias adaptativas (Garnefski & Kraaij, 2016).

Además de ser susceptibles de modulación a través de procesos cognitivos, las emociones también pueden regularse comportamentalmente. El modelo de RE comportamental de Kraaij y Garnefski (2019) complementa el modelo cognitivo, proponiendo seis estrategias: Buscar distracción (distraerse del evento estresante realizando alguna actividad); Aproximación activa (comportamiento activo para afrontar el evento estresante); Buscar apoyo social (pedir apoyo a otros, compartir activamente emociones); Ignorar el problema (eludir la situación adversa, actuando como si no hubiese ocurrido); y Retirada (alejarse de la situación). En este caso, las primeras tres estrategias se considerarían adaptativas, y las dos restantes desadaptativas (Kraaij & Garnefski, 2019).

Los modelos teóricos reseñados ofrecen diferentes perspectivas sobre la manera en la que las personas regulan sus emociones instrumentalizando variadas estrategias. En su conjunto, facilitan la comprensión de los procesos emocionales, proporcionando un marco de referencia para la delimitación de intervenciones eficaces.

 

Estrategias de regulación emocional, psicopatología y salud mental

A continuación, basándonos en el Modelo de Proceso de la Regulación Emocional (Gross, 2015), destacaremos algunas de las principales estrategias de RE abordadas por la literatura, así como sus relaciones con la salud mental y el bienestar.

Estrategias de selección de la situación

Seleccionar una situación implica elegir o evitar algunas actividades, personas o lugares en función de su impacto emocional. Este momento del Modelo de Proceso abarca un grupo de estrategias que implican el punto de inicio en el proceso de RE, dado que afecta la situación a la que está expuesta una persona, y da forma a la RE en una etapa temprana. Tomar decisiones y elegir las situaciones, se ha considerado una de las estrategias más eficaces dado que implica tomar acciones que afectan el encuentro con el evento indeseable. Por ejemplo, no asistir al cine a ver películas de terror, si existe temor a ese tipo de films. Otros ejemplos, incluyen evitar el encuentro con alguien agresivo, ver una película de humor luego de un día duro o buscar algún amigo con quien poder llorar o desahogarse. La selección de la situación implica de este modo una comprensión de las características de las situaciones y también del monitoreo y previsión de las propias reacciones emocionales.

Dos de las estrategias de selección de la situación mayormente estudiadas son la confrontación y la evitación. Por un lado, la confrontación implica elegir enfrentar una situación a pesar de las emociones negativas que potencialmente podría suscitar. Esta estrategia es particularmente eficiente si es probable que la situación traiga beneficios a largo plazo. Por ejemplo, rendir exámenes orales en general induce emociones negativas a corto plazo, pero evitar todo tipo de exámenes orales, puede resultar perjudicial a largo plazo si el sujeto está realizando una carrera universitaria. En esta línea dos amplios metanálisis (Aldao et al., 2010; Sulz & Fletcher, 1985) confirman que, si bien la confrontación a menudo produce emociones negativas a corto plazo, es una estrategia eficiente para maximizar la felicidad y la salud mental a largo plazo.

Por otro lado, la evitación implica escapar de la situación en su conjunto. En general si es poco probable que enfrentar la situación conlleve beneficios, y no hay efectos secundarios ni obstaculiza el logro de objetivos, puede resultar una buena estrategia. Sin embargo, si la situación y despliegue regulatorio no es de este modo, lo más probable es que se torne disfuncional. En esta línea, la evidencia indica que la utilización de la evitación de manera sostenida implica una disminución del bienestar, y contribuye incluso a trastornos específicos tales como la ansiedad social (Dryman & Heimberg, 2018).

Estrategias de modificación de la situación

La modificación de la situación abarca las estrategias destinadas a cambiar la situación que genera la emoción, de modo que se altere su curso e impacto emocional. Por ejemplo, una persona que se siente abrumada por las demandas de su trabajo, puede tomarse descansos o establecer un plan de acción para cambiar responsabilidades. Se ha prestado especial atención a tres estrategias: la modificación directa de la situación, la búsqueda de apoyo y la resolución de conflictos. La modificación directa de la situación implica realizar acciones concretas que afectan directamente el entorno (por ejemplo, estudiar y practicar para un examen). Esta estrategia suele estar consistentemente vinculada con un mayor bienestar y una menor presencia de psicopatología (Aldao et al., 2010). La búsqueda de apoyo consiste en recurrir a otros o a una red de apoyo para enfrentar la situación (por ejemplo, pedir ayuda a un colega para entregar un proyecto o delegar tareas cuando el volumen de trabajo resulta abrumador). Esta estrategia está relacionada con el uso de redes de apoyo y el fortalecimiento de las relaciones sociales. La resolución de conflictos se refiere a tomar medidas para resolver (o desactivar) una situación conflictiva (como un desacuerdo laboral relacionado con las responsabilidades). Es importante señalar que, aunque algunas estrategias permiten alcanzar objetivos instrumentales (como ajustar las responsabilidades laborales al salario), no siempre son eficaces para abordar las dimensiones sociales del conflicto, como las relaciones con compañeros de trabajo.

Si bien las estrategias para modificar situaciones tienen un impacto temprano en el proceso de generación de emociones, no siempre es posible cambiar todas las circunstancias que las provocan (e.g., no podemos deshacernos de inmediato de un jefe autoritario). Por lo tanto, en ocasiones es necesario recurrir a otras estrategias de RE.

Estrategias de despliegue atencional

Las estrategias ligadas al despliegue atencional implican la modificación de aquella información a la que asignamos recursos atencionales, entre las que se destacan en la literatura, la distracción y la rumiación. La rumiación se refiere a la tendencia a enfocarse de manera repetitiva en pensamientos y emociones negativas relacionados con un evento o situación específicos. Se define como la producción involuntaria y no controlada de pensamientos repetitivos sobre aspectos personales negativos, así como sobre las causas, consecuencias e implicaciones de un estado emocional negativo (Nolen-Hoeksema et al., 2008). La evidencia sugiere que la forma en que las personas manejan sus pensamientos y sentimientos durante momentos difíciles influye en la gravedad y duración de síntomas depresivos y ansiosos posteriores (Nolen-Hoeksema, 2000), ya que la rumiación dificulta la superación de un estado de ánimo negativo y contribuye a prolongarlo (Joorman, 2010; Koster et al., 2011). Además, esta estrategia no conduce a una resolución activa de los problemas, sino que mantiene a las personas atrapadas en sus preocupaciones sin tomar medidas para solucionarlas. Como resultado, la rumiación se asocia con estilos cognitivos disfuncionales, como atribuciones negativas, actitudes poco adaptativas, neuroticismo y síntomas característicos de la depresión (De Rosa & Keegan, 2018).

Por otro lado, el uso de estrategias centradas en la distracción implica realizar actividades placenteras que desvían la atención de los sentimientos negativos hacia experiencias más neutrales o agradables, ya sea alejándose de la situación por completo o alejándose de los aspectos emocionales de la situación. De este modo, puede incluir el retiro físico (e.g., taparse los ojos) o la redirección interna de la atención (e.g., centrarse en los aspectos no emocionales de la situación o pensar en otra cosa totalmente diferente). Recurrir a un estilo de respuesta basado en la distracción puede reducir las emociones negativas e incluso los síntomas depresivos (Webb et al., 2012).

Estrategias de cambio cognitivo

Las estrategias centradas en el cambio cognitivo se enfocan en modificar la manera en que pensamos para influir en cómo nos sentimos. Este cambio puede referirse tanto a la interpretación de la situación como a modificar los pensamientos acerca de nuestra capacidad para gestionarla y resolverla. Cuatro tipos de estrategias han sido mayormente estudiadas: la autoeficacia, la valoración de desafío-amenaza, la reevaluación positiva y la aceptación (Peña-Sarrionandia et al., 2015). La autoeficacia se refiere a la confianza de una persona en su capacidad para manejar una situación. Aumentar la autoeficacia puede conducir a una reducción del afecto negativo. De manera semejante, la valoración de desafío-amenaza alude a considerar las ganancias y pérdidas en una situación adversa. Una situación se percibe como amenaza cuando alguien percibe que la misma supera sus recursos o se enfoca en las pérdidas potenciales u objetivas asociadas a esa situación. Mudar esta percepción en un desafío mejora la forma en que las personas se sienten sobre las situaciones negativas y suele redundar en un mejor afrontamiento.

Por su parte, la reevaluación positiva implica reinterpretar la situación o la propia respuesta de manera más favorable. Esto puede consistir en buscar el aspecto positivo a un evento, poner las cosas en perspectiva, o normalizar una reacción emocional negativa dadas las circunstancias. Estudios longitudinales, sugieren que las estrategias de reevaluación reducen la intensidad y expresión de emociones negativas (Brewer et al., 2016). La aceptación, por otro lado, se refiere a asumir la situación tal como es y/o la propia incapacidad para modificarla. Es particularmente útil en situaciones que no se pueden cambiar o reevaluar fácilmente, como las pérdidas significativas. La evidencia sugiere que aceptar eventos negativos y las emociones asociadas resulta beneficioso tanto a nivel psicológico (reduciendo las emociones negativas) como físico (fortaleciendo el sistema inmunológico y disminuyendo el dolor) (Aldao et al., 2010).

Estrategias de modulación de la reacción emocional

El conjunto de estrategias de modulación de la reacción emocional se caracteriza por presentarse más tardíamente en el proceso de generación de la emoción, una vez que se han puesto en marcha las tendencias de respuesta. De esta manera, se puede influir sobre los componentes experienciales, fisiológicos y/o conductuales de la respuesta emocional. Una de las estrategias más estudiadas de este grupo ha sido la supresión de la respuesta emocional, entendida como la inhibición de la expresión comportamental de una emoción. Paradójicamente, esta estrategia reduce las emociones positivas, pero no la percepción subjetiva de las negativas, produciendo un incremento de la activación fisiológica (Gross & Thompson, 2007). Por lo tanto, aunque podría reducir la expresión externa (y la experiencia subjetiva en el corto plazo), sería menos efectiva en el largo plazo. De manera consistente, la literatura científica reporta a la supresión emocional como un factor de riesgo para el inicio y/o mantenimiento de un variado número de cuadros psicopatológicos (Aldao et al., 2010; Lincoln et al., 2022; Zou et al., 2024), especialmente en trastornos internalizantes, como la ansiedad y la depresión.

Otra estrategia que puede incluirse dentro del grupo de modulación de la reacción emocional es la agresión, ya sea física o verbal. Puede adoptar diferentes modalidades: gritar, golpear objetos o personas, etc., y suele presentarse como una manera de reducir la tensión corporal derivada de una situación emocional. Si bien expresar las emociones suele tener efectos beneficiosos para la salud mental y física, cuando se presenta en forma de hostilidad puede tener efectos físicos, psicológicos e interpersonales adversos (Peña-Sarrionandia et al., 2015). Las personas que se involucran en conductas agresivas suelen presentar problemas externalizantes, tales como exhibir mayor comportamiento antisocial, conducta problemática, sensación de falta de control y falta de empatía; así como internalizantes, como depresión e ideas suicidas (Ybrandt & Armelius, 2010). La agresión puede ser dirigida hacia la propia persona, y en este sentido las autolesiones sin intencionalidad suicida también pueden presentarse con una función regulatoria, tanto intrapersonal, al reducir la intensidad del malestar emocional, como interpersonal, por ejemplo, al incrementar la atención por parte del entorno (McKenzie & Gross, 2014). Sin embargo, por supuesto, las autolesiones suelen acarrear consecuencias negativas en el largo plazo.

Otra estrategia, también vinculada con la presentación de síntomas psicopatológicos, es el uso de sustancias. Refiere a un consumo exagerado de alcohol, drogas o psicofármacos con el objetivo de anestesiar los pensamientos, emociones y/o la activación fisiológica (Peña-Sarrionandia et al., 2015). El uso crónico de sustancias se asocia al desarrollo de problemas interpersonales, como mayor violencia en los vínculos; e intrapersonales, como depresión, involucramiento en conductas de riesgo, conducta suicida, entre otros (Boles & Miotto, 2003; Swendsen & Merikangas, 2000; Vijayakumar et al., 2011). De modo similar, recurrir a la ingesta de alimentos o a los atracones (binge eating) puede cumplir esta misma función, brindando un alivio emocional transitorio (Gross & Thompson, 2007).

Entre las estrategias asociadas a un mayor bienestar psicológico se encuentra el compartir emociones, es decir, comunicar a otros los acontecimientos o las emociones asociadas. El efecto catártico que trae aparejado el compartir las emociones con otros puede redundar en beneficios indirectos para la salud mental, como el fortalecimiento de lazos sociales y el intercambio de afecto y calidez. Sin embargo, el desahogo emocional por sí solo no fomenta la recuperación emocional (Peña-Sarrionandia et al., 2015).

El ejercicio físico y la relajación también se encuentran dentro de este conjunto de estrategias de modulación asociadas a la salud mental. Realizar ejercicio de manera regular se asocia con mayor bienestar y menores síntomas de depresión y ansiedad (Bernstein & McNally, 2018). Además de actuar a nivel fisiológico, otros efectos que promueven un mayor bienestar tienen que ver con la interacción social en los casos de ejercicios grupales, el incremento de la autoeficacia y la autoestima y la disminución de los pensamientos rumiativos (Shafir, 2015). La relajación, por ejemplo, a partir del control voluntario de la respiración, también contribuye a reducir la activación fisiológica, influyendo de esta manera en la respuesta emocional una vez que ya ha sido desencadenada (Koole, 2009).

En consonancia con lo antedicho, los individuos con mayor inteligencia emocional recurren menos al uso de estrategias como la supresión emocional, realizan más ejercicio físico y comparten más sus emociones con otras personas (Peña-Sarrionandia et al., 2015). La aplicación de estas entre otras estrategias de RE les permite gestionar mejor sus emociones y aumentar su bienestar y, en el largo plazo, su salud mental. Presentan, además, una preferencia hacia formas más tempranas de RE (por ejemplo, son más propensos a modificar la situación y no la reacción una vez generada).

 

¿Estrategias adaptativas y desadaptativas? Importancia del contexto

Diferentes mecanismos de RE pueden tener diferentes consecuencias, tanto inmediatas como a largo plazo. Como se mencionó en los apartados anteriores, es usual que la literatura reporte que determinadas estrategias específicas pueden considerarse adaptativas, o desadaptativas (e.g., Kraaij & Garnefski, 2019). Esto se postula en función de que lo más usual es que el uso de ciertas estrategias de RE tienda a asociarse con mejores o peores resultados (outcomes) de adaptación al entorno y niveles de bienestar. Por ejemplo, la supresión de la expresión emocional sería una estrategia disfuncional o desadaptativa porque lo usual es que se asocie a menor salud mental (e.g., Kaplow et al., 2014; Mauss & Gross, 2004), mientras que la relajación progresiva supondría una habilidad funcional o adaptativa (e.g., Dayapoğlu & Tan, 2012).

Sin embargo, la adecuación de las distintas estrategias de RE debería ser juzgada en función de las condiciones particulares de la situación, las necesidades y características puntuales de cada persona y los contextos en los que fueron aplicadas (Gross & Thompson, 2007; Thompson & Calkins, 1996). En este sentido, aunque ciertos mecanismos como la relajación tienden a ser generalmente funcionales o adaptativos, esto no implica que lo sean en todas las situaciones o circunstancias en las que se pueden emplear. Por ejemplo, intentar realizar una relajación progresiva cuando faltan diez minutos para finalizar un examen resultará contraproducente, dificultando el cumplimiento del objetivo (aprobar el examen).

Así, aunque una gran cantidad de estudios se ha dedicado a indagar acerca de los efectos positivos o negativos del uso de las distintas estrategias de RE, debe también considerarse la especificidad contextual, ya que las conclusiones globales sobre si una estrategia es 'mejor' que otra pueden ser engañosas. De hecho, cualquier estrategia de RE puede utilizarse para mejorar o empeorar las cosas, dependiendo del punto de vista que se adopte, del resultado de interés y de los detalles relativos al contexto. Las estrategias "adaptativas" pueden no serlo en todas las circunstancias, mientras que las "desadaptativas" pueden resultar en ciertas ocasiones beneficiosas para algún objetivo específico (objetivos instrumentales vs. hedónicos).

Al respecto, un estudio realizado por Krys et al. (2020) en estudiantes universitarios encontró que cuando la estrategia de rumiación (usualmente considerada desadaptativa) se encuentra orientada a un objetivo positivo (por ejemplo, objetivos académicos), su uso frecuente puede redundar en un mejor rendimiento académico. De forma semejante, la aceptación suele ser considerada una estrategia de RE adaptativa que permite a las personas entender y aceptar que un evento negativo efectivamente ha ocurrido y empezar a afrontar las consecuencias del mismo (Wolgast et al., 2011). Ante eventos que no pueden alterarse, como el fallecimiento de alguien querido, la aceptación es una estrategia de innegable importancia. Sin embargo, cuando se emplea ante sucesos que sí pueden modificarse, como una pelea con una pareja, o una mala evaluación laboral, la aceptación suele ser incluso perjudicial, y dar lugar a pensamientos de desesperanza y a un menor afrontamiento. Así es que, del-Valle et al. (2021) reportan que un mayor uso de la estrategia de aceptación tiende a asociarse con mayores síntomas de depresión, y que este hallazgo ya ha sido reportado previamente en la literatura (e.g., Martin & Dahlen, 2005; Tuna & Bozo, 2012) puesto que la evaluación descontextualizada de la aceptación tiende interpretarse por los participantes como una forma pasiva y resignada de afrontar los problemas.

En función de este tipo de hallazgos, Aldao (2013) sostiene que el futuro de la investigación en el área de la RE reside justamente en tratar de captar y considerar el contexto en el cual se aplican las distintas estrategias de RE: el objetivo de la RE no es solo eliminar las emociones negativas y sustituirlas por positivas, sino influir en la dinámica de cada emoción en cada caso concreto para producir respuestas adaptativas a cada contexto. Esto ya había sido considerado por otros autores, como Gratz y Roemer (2004), quienes indican que el conocimiento sobre qué estrategia de RE utiliza una persona, en ausencia de información específica sobre el contexto en el que es utilizada, nos brinda poca información sobre la efectividad de esa persona al regular sus emociones. Esto apunta a que una caracterización más precisa de los aspectos contextuales que influyen en la RE permitirá profundizar en la comprensión de las condiciones en las que este proceso puede dar lugar a resultados adaptativos o desadaptativos (Aldao, 2013).

 

Áreas de vacancia y líneas de investigación futuras

En función de lo reportado en el apartado anterior, una importante área de vacancia en relación a la investigación en RE y el estudio de sus implicancias y su relación con el bienestar y la salud mental es la contextualización de los procesos de RE. Según Aldao (2013), esto puede lograrse a través del estudio y la caracterización de distintos elementos involucrados en el proceso de RE, a saber (a) quién regula, (b) qué inicia o promueve una RE, (c) cómo se seleccionan y/o aplican las estrategias de RE y (d) qué tipo de resultados se evalúan.

En primer lugar, con respecto a (a) quién regula, diversos estudios han indagado sobre diferencias en RE en función de algunas características sociodemográficas como género y edad (aunque no limitado a estas). Por ejemplo, del-Valle et al. (2022) han indicado en Argentina que las mujeres tienden a hacer un mayor uso de la reevaluación positiva que los hombres, e inversamente los hombres utilizan más frecuentemente la supresión de la expresión emocional. Otros estudios tienden a reportar diferencias en otras estrategias de RE, por ejemplo, las mujeres tienden a rumiar más que los hombres (Johnson & Whisman, 2013). También se han indagado las relaciones entre la frecuencia de uso de distintas estrategias de RE y algunos rasgos de personalidad (e.g., neuroticismo, Yang et al., 2020), o de algún proceso psicológico (e.g., mayor o menor memoria de trabajo, Jasielska et al., 2019). Sin embargo, la mayoría de estas investigaciones mencionadas sólo han examinado una o dos características a la vez, por lo que no llegan a establecer modelos de las complejas interacciones entre ellas. Respecto a los aspectos psicopatológicos, muchos estudios se realizan sobre personas normales, sin problemas de salud mental, y en los casos en los que se trabaja con población clínica, muchas veces no se incluyen participantes control o normales de comparación, o se aborda solo un grupo psicopatológico específico, lo que ha impedido identificar qué déficits en RE son específicos de cada trastorno y cuáles son transdiagnósticos. Según Aldao (2013), estas cuestiones podrían ser solventadas a través de estudios a mayor escala que recluten muestras lo suficientemente grandes como para realizar el examen simultáneo de múltiples variables, con un número suficiente de participantes en cada nivel de la variable moderadora, y que incluyan más de un grupo psicopatológico en el mismo estudio.

Acerca de (b) qué inicia o promueve una RE, es decir, a la validez ecológica de los resultados de las investigaciones, debe considerarse que muchos estudios en RE no son de carácter experimental, sino que se limitan a análisis correlacionales. Además, cuando los estudios sí son de diseño experimental, se suelen inducir emociones de algún tipo en los participantes para pedirles luego que las regulen. Pero, ¿qué tanto estos resultados se generalizan a situaciones reales de la vida cotidiana de estas personas? Por ejemplo, muchos experimentos (e.g., Hofer et al., 2015) inducen emociones a través de la visualización de videos o películas, pero luego hay evidencias (e.g., Starosta et al., 2021) de que ver televisión o series es justamente una estrategia de evitación frente a emociones negativas (e.g., estoy triste, así que pongo una película de humor para distraerme). De forma similar, las relaciones interpersonales son fuente de muchas emociones, pero pocos estudios indagan sobre la RE en contextos interpersonales. Existe una línea de investigación creciente en la última década sobre evaluaciones ecológicas momentáneas (ecological momentary assessments; EMA; Colombo et al., 2020) y la RE en condiciones más ecológicas (e.g., frente a la ansiedad ante exámenes, no es lo mismo ensayar el examen oral con tu terapeuta que ir a rendir el examen). Es esperable que este tipo de estudios proliferen durante los próximos años.

Acerca de (c) cómo las personas seleccionan y/o aplican las estrategias de RE, debe considerarse toda una conjunción de elementos que suele dificultar la extracción de conclusiones claras y generalizables de los estudios y, sobre todo, la realización de comparaciones entre ellos. Primero, debe considerarse qué instrucciones se dan a los participantes (Aldao, 2013). Por ejemplo, al hablar de la supresión de la expresión emocional (Gross, 2014), podemos referirnos a la supresión de las expresiones faciales o a la reducción de la activación fisiológica concurrente a una emoción. En segundo lugar, debe tenerse en cuenta si la selección de estrategias es espontánea o deliberada, ya que la mayoría de los estudios experimentales en RE indican a los participantes que controlen sus emociones o los instruyen para que lo hagan, pero poco se sabe sobre las estrategias que se utilizan espontáneamente. Sobre esta cuestión, por ejemplo, Dixon-Gordon et al. (2015) encontraron que las personas reportan un uso espontáneo más frecuente de estrategias de RE cuando los estímulos emocionales que las provocan son intensos, pero una menor frecuencia de uso de estrategias en contextos de emocionalidad moderada. Además, existen pocas evidencias sobre las formas de RE más automáticas, ya que la mayoría de los estudios analiza el uso controlado de estrategias. Finalmente, las nuevas líneas de investigaciones deberían considerar el número de estrategias con las que se trabaja, la singularidad y simultaneidad con las que se aplican y las relaciones o interacciones que pueden establecerse entre las mismas en cada participante (Aldao, 2013). Muchas investigaciones analizan únicamente una o dos estrategias (e.g. reevaluación y supresión), lo cual no refleja las complejidades del repertorio de RE de las personas en la vida cotidiana.

Por último, es importante avanzar en el estudio de (d) qué tipo de resultados se evalúan cuando se analiza la efectividad de la RE. La mayor parte de la literatura sobre RE ha trabajado sobre los objetivos hedónicos (aumentar el placer o disminuir el displacer), pero se ha relegado el estudio de los objetivos instrumentales. Un importante avance en esta área han sido las investigaciones sobre tolerancia al malestar emocional (distress tolerance; Zvolensky et al., 2010), y cómo las personas que tienen mayor tolerancia hacia estímulos emocionales negativos puede persistir en actividades a veces displacenteras para finalmente alcanzar metas concretas, produciendo esto también mayor bienestar en el largo plazo (Mattingley et al., 2022; Stemke, 2013). Otra ventana de trabajo en este sentido es el plazo para la obtención de resultados (Aldao, 2013), es decir, aunque la mayoría de las investigaciones sobre RE analiza los efectos inmediatos de la aplicación de distintas estrategias, los profesionales de la salud mental nos encontramos más interesados en los efectos en el mediano y largo plazo. Una estrategia evitativa puede ser considerada "adecuada" para regular la ansiedad en el momento (e.g., faltar a un examen universitario, reduce el malestar), pero puede ser perjudicial en el largo plazo (el malestar se volverá a presentar para el próximo examen, o para el logro del objetivo de graduarse). Este aspecto es crucial para la investigación en salud mental, ya que los trastornos psicopatológicos suelen presentarse en formatos recurrentes o cíclicos que privilegian las consecuencias a corto plazo frente a las consecuencias a largo plazo (Aldao, 2013). Es fundamental por tanto desarrollar estudios que examinen en conjunto los efectos inmediatos y retardados de la RE.

 

Conclusiones y cierre

Todas las cuestiones mencionadas en el apartado anterior deberán abordarse en el futuro en este campo de investigación. A pesar de que los estudios sobre RE se han multiplicado en los últimos años, todavía queda mucho camino por recorrer. Las investigaciones básicas sobre estas temáticas deben dar lugar luego a estudios aplicados que permitan a los profesionales de la salud mental contar con herramientas concretas para su actuar diario.

Los distintos mecanismos de RE desarrollados someramente en este capítulo se presentan como un proceso clave, no solo para el bienestar psicológico de las personas, sino también para prevenir y tratar diversas psicopatologías. Comprender las distintas estrategias que las personas utilizan para gestionar sus emociones, así como las circunstancias en las que son más efectivas, resulta crucial para el diseño de intervenciones más específicas y eficaces en el ámbito de la salud mental. La posibilidad de ajustar la RE a cada contexto y necesidad individual sigue siendo un desafío central tanto para la investigación como para la práctica clínica.

 

Referencias

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13ra Edición - Noviembre 2024
 
 
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