Introducción
La rumiación es un
proceso transdiagnóstico que sostiene la sintomatología
y la incrementa, al ser un patrón de pensamiento repetitivo y
pasivo centrado en la angustia personal. La rumiación afecta
las funciones cognitivas fundamentales para el funcionamiento diario
y su deterioro impacta negativamente en la calidad de vida. Por ello,
el estudio de la rumiación es crucial debido a su amplia
implicación en la salud mental y el funcionamiento cognitivo.
El presente trabajo se centrará en un análisis
teórico-conceptual de la rumiación, su presencia en
algunos trastornos psicológicos y su impacto en la atención,
mediante una revisión narrativa de la literatura. La
rumiación, al estar vinculada a múltiples trastornos,
actúa como predictor y mantenedor de estos trastornos,
reforzando pensamientos negativos y dificultando la regulación
emocional. De igual forma, impacta en la atención, impidiendo
el procesamiento adecuado de la información y perpetuando la
psicopatología.
Delimitación
del objeto de estudio
La
rumiación es definida por Nolen-Hoeksema (2008) como un patrón
de pensamiento repetitivo y pasivo centrado en las causas y
consecuencias de la angustia personal. Debido a la focalización
en los aspectos negativos y auto-referenciales de la experiencia
subjetiva emocional de la persona, permite el sostenimiento de
estados de ánimo negativos, exacerbando síntomas
depresivos y ansiosos.
En
este sentido, Watkins y Roberts (2020), postulan que la
rumiación es un proceso psicopatológico
transdiagnóstico y un mecanismo que está implicado en
la base y mantenimiento de la depresión y de diversos
trastornos. De igual forma, De Rosa y Keegan (2018) consideran que la
rumiación se encuentra presente en varios trastornos por ser
un componente crucial de la vulnerabilidad cognitiva, ya que se
considera un mecanismo cognitivo de regulación emocional.
Sin
embargo, la rumiación no sólo se relaciona y tiene
consecuencias en las emociones, sino en otras funciones cognitivas de
relevancia. Al ser un proceso vinculado a las dificultades en la
actualización de la memoria de trabajo y la inhibición
de información irrelevante, la rumiación afecta a la
memoria, pensamiento, atención, percepción y resolución
de problemas (Whitmer
& Gotlib, 2013). Dichas funciones cognitivas son
imprescindibles para el funcionamiento diario y la calidad de vida de
las personas, por lo que la rumiación conlleva a un deterioro
significativo en la capacidad de una persona para funcionar
efectivamente en su vida cotidiana.
Es
pertinente profundizar sobre el concepto de rumiación dado su
amplia implicación en la salud mental y el funcionamiento
cognitivo. Al ser un proceso transdiagnóstico, la rumiación
constituye la base psicopatológica para una gran cantidad de
trastornos, contribuyendo al desarrollo, mantenimiento y exacerbación
de diferentes psicopatologías (De Rosa y Keegan, 2018).
Además, afecta las funciones cognitivas, acarreando aún
más complicación al malestar subjetivo del consultante
(Watkins y Roberts, 2020). De esta forma, comprender los mecanismos
subyacentes de la rumiación, identificar su presencia en los
trastornos psicológicos y su impacto en las funciones
cognitivas es crucial para desarrollar intervenciones efectivas que
puedan reducir su influencia negativa y mejorar la calidad de la
salud mental.
Antecedentes
En
la literatura se observa que el estudio de la rumiación está
íntimamente vinculado a los trastornos psicopatológicos,
en tanto que es un elemento disfuncional que vulnera el
desencadenamiento de la psicopatología y favorece el
mantenimiento y el incremento de la misma (Nolen-Hoeksema et al.,
2008). En este sentido, la rumiación se encuentra en diversas
patologías como la depresión, ansiedad, los trastornos
de la conducta alimentaria [TCA], hasta puede verse involucrada en la
disfuncionalidad de relaciones interpersonales, como las relaciones
de pareja, entre otros.
Los
orígenes del estudio de la rumiación están
relacionados con las emociones. Según Lyubomirsky et al.
(2015) las investigaciones de Nolen-Hoeksema fueron pioneras al
proponer que la rumiación es una forma de regular las
emociones disfuncionalmente, por lo cual actúa como vulnerador
ante la depresión y aumenta la afectividad negativa.
Además,
se encontró evidencia de que la rumiación es un
elemento predictor de la depresión en niños y
adolescentes.
De
esta forma, la principal psicopatología vinculada con la
rumiación ha sido la depresión, habiendo un gran caudal
de investigaciones sobre la temática, en las cuales se indica
que la rumiación es una característica prácticamente
indispensable para la disforia y depresión (Papageorgiou &
Siegle, 2003). En esta misma línea, Nolen-Hoeksema et al.
(2008) proponen la teoría de los estilos de respuesta, según
la cual la rumiación favorece el pensamiento negativo,
interfiere en la capacidad de resolución de problemas y
refuerza la representación de la persona de tener un déficit
en el apoyo social, reforzando su aislamiento.
Igualmente,
la rumiación también predispone a estilos de
pensamiento desadaptativos, como la preocupación. Esto vulnera
también al desarrollo y mantenimiento de la ansiedad tanto en
adolescentes como en adultos (Papageorgiou & Siegle, 2003),
favoreciendo el negativismo y estrategias de afrontamiento
disfuncionales como la evitación (McLaughlin &
Nolen-Hoeksema, 2011), dificultad para regular el estrés y
adaptarse a nuevas situaciones (Whitmer & Gotlib, 2013). Además,
la rumiación amplifica la relación entre intolerancia a
la incertidumbre y síntomas de ansiedad (Liao & Wei,
2011).
En
cuanto a la rumiación y su relación con TCA, se ha
encontrado que los grupos con TCA muestran mayores niveles de
rumiación en comparación a grupos control sin TCA
(Smith et al., 2018). Asimismo, la rumiación actúa como
predictor y agente de mantenimiento de la sintomatología de
TCA ya que incrementa el deseo de restricción en pacientes con
Anorexia Nerviosa y el deseo de atracón en pacientes con
Bulimia Nerviosa (Naumann et al., 2015), a la vez que refuerza los
sesgos en las creencias de peso (Wang et al., 2017).
De
la misma forma, la rumiación afecta la calidad de las
relaciones interpersonales, ya que podría derivar a emociones
problemáticas en las parejas, reforzando sentimientos
negativos y dificultad para resolver los problemas, además de
mantener conflictos y tensión en el vínculo
(Nolen-Hoeksema et al., 2008).
A
partir de las investigaciones sobre la relación de rumiación
y los trastornos psicopatológicos se evidencia el impacto de
esta primero sobre las funciones cognitivas, como la atención.
Así, la rumiación estaría relacionada con
déficits en la atención alternante y selectiva, ya que
afecta procesos de las funciones ejecutivas como la flexibilidad
cognitiva y la inhibición de estímulos como
pensamientos negativos irrelevantes. Estas deficiencias impiden a la
persona procesar la información adecuadamente, reforzando la
aparición de pensamientos negativos que sostienen la
psicopatología (Watkins y Brown, 2002; Whitmer y Gotlib,
2013). Sumado a esto, existen investigaciones que ponen el foco en el
impacto que tiene la rumiación en la atención interna
(Lo et al., 2012); las dificultades más pronunciadas al
cambiar la atención cuando la información negativa está
presente en la memoria de trabajo (Koster et al., 2013); el papel
central en la relación entre control atencional y síntomas
depresivos (Yaroslavsky et al., 2019); el control atencional pobre y
su consecuente aumento de los síntomas depresivos y ansiosos
(Hsu et al., 2015); y la correlación de la rumiación
con la capacidad de atención dividida (Matsumoto et al.,
2019).
Fundamentación
teórica
Rumiación
La
rumiación es un mecanismo cognitivo que genera pesimismo,
desesperanza, autocrítica desmedida, dependencia, estilos
atributivos o inferenciales negativos, actitudes o comportamientos
disfuncionales, bajo autocontrol y neuroticismo. A partir de la
amplificación de estos pensamientos negativos, se generan
predicciones negativas o catastróficas sobre el futuro, lo
cual produce una interferencia en la resolución de conflictos
o afrontamiento activo de los mismos, manteniendo y potenciando los
estresores negativos (de Rosa & Keegan, 2018).
Los
efectos negativos de la rumiación están directamente
relacionados con la magnificación de la emocionalidad
negativa. La primera consecuencia negativa que tiene la rumiación
es que se prolonga y se incrementa el estado emocional negativo
existente, ya sea de ira, tristeza, depresión o ansiedad. Esto
sucede ya que, al poner el foco en uno mismo, se repite y amplifica
el círculo vicioso que se genera entre cognición y
estado de ánimo -ambos negativos- y en el que cada uno aumenta
la probabilidad del otro. Entre otras consecuencias, la rumia
interfiere directamente con la resolución de problemas y,
además, reduce la disposición a participar en
actividades placenteras o significativas para el individuo, ya que
disminuye el comportamiento de aproximación activa. Asimismo,
afecta la concentración y la sensibilidad al contexto,
disminuyendo así la efectividad personal. La preocupación
derivada de la rumia predice un aumento de la posibilidad de
enfermedades cardíacas y asociadas al estrés (Watkins y
Roberts, 2020).
La
hipótesis de la cognición perseverativa (Brosschot et
al., 2006) propuso que a partir de que una persona rumia o presenta
otros procesos de pensamiento repetitivos, se reactivan
constantemente las representaciones cognitivas de eventos estresantes
prolongandos, así como las respuestas psicológicas,
emocionales y fisiológicas del evento original. Por lo tanto,
la rumia podría desempeñar un rol importante en la
desaceleración de la recuperación de cortisol, ya que
activa los sistemas corporales asociados con el estrés.
Atención
A
pesar de que la rumiación afecta a una gran diversidad de
procesos cognitivos, el estudio del impacto que tiene sobre la
atención es crucial por ser un mecanismo cognitivo básico
que influye en cómo se procesa, almacena y responde a las
experiencias emocionales y cognitivas, por ende, está
involucrado íntimamente con la memoria, pensamiento, emoción
y conducta. Asimismo, las deficiencias atencionales interfieren
significativamente en las actividades diarias, afectando
negativamente en las diferentes áreas de desempeño del
sujeto, ya sean académicas, laborales y sociales. Además,
la comprensión de cómo la rumiación afecta la
atención puede favorecer la utilización de
intervenciones psicológicas efectivas y que tenga como
resultado la disminución de sintomatología
psicopatológica.
En
este sentido, la atención es un proceso psicológico
básico necesario para el procesamiento de información y
que participa en todos los procesos cognitivos superiores. La
atención se compone por un conjunto de componentes que actúan
de forma coordinada y tienen como función seleccionar del
ambiente los estímulos relevantes según el estado
cognitivo del sujeto en un tiempo y espacio determinado con la
finalidad de generar conductas y alcanzar metas (Londoño
Ocampo, 2009).
En
la literatura son bien conocidos cinco tipos de atención, los
cuales se exponen en orden ascendente de complejidad (Londoño
Ocampo, 2009):
-La
atención
focalizada: permite
enfocar la atención en un estímulo y es necesaria para
nuevos aprendizajes.
-La
atención
sostenida: mantiene
una respuesta conductual durante un período extenso de tiempo.
-La
atención
selectiva: permite
la realización de una tarea a pesar de la presencia de
estímulos distractores y selecciona la información
relevante para que sea procesada.
-La
atención
alternante: ayuda a
que se puedan realizar tareas en donde es necesario cambiar el foco
atencional y la dirección de las conductas, cambiando el foco
atencional entre dichas tareas.
-La
atención
dividida: facilita
que se pueda responder ante dos tareas de forma simultánea.
Cómo afecta la
rumiación a la atención
La
rumiación depresiva genera un déficit de las funciones
ejecutivas en el contexto de información negativa. Las
funciones ejecutivas procesan de manera flexible la información
relevante con el objetivo de suprimir y descartar la información
que es irrelevante para la tarea (Watkins y Roberts, 2020).
La
rumiación tiene un impacto directo en el cambio de la atención
interna, es decir que afecta la capacidad de cambiar la atención
entre distintas representaciones mentales internas. Los individuos
con alta tendencia a rumiar necesitan desplegar más recursos
neuronales al cambiar la atención hacia materiales afectivos
en un estado de ánimo triste (Lo et al., 2012). En el contexto
de información emocional negativa, los rumiadores mostraron
dificultades más pronunciadas al cambiar la atención
cuando la información negativa estaba presente en la memoria
de trabajo (Koster et al., 2013).
Se
encontró que la rumiación tiene un papel central en la
relación entre control atencional y síntomas
depresivos, ya que los déficits en el control de la atención,
marcados por una lenta desvinculación de estímulos
negativos y rápida desvinculación de estímulos
positivos, predijeron niveles elevados de depresión y afecto
negativo (Yaroslavsky et al., 2019).
La
rumiación también genera un control atencional pobre,
que tiene como consecuencia el aumento en la gravedad de los síntomas
depresivos y ansiosos (Hsu et al., 2015). Por otro lado, la rumiación
negativa se correlaciona con la capacidad de atención
dividida, es decir que las personas que presentan una alta tendencia
a la rumiación, tienen mayores dificultades para dividir la
atención entre información interna y externa (Matsumoto
et al., 2019).
Las
personas con cuadros depresivos suelen presentar tanto distorsiones
cognitivas como alteraciones en sus estilos de pensamiento. Estos
patrones son generados y potenciados por la rumiación negativa
(Watkins y Brown, 2014).
Síntesis
y conclusiones
La
rumiación, definida por Nolen-Hoeksema (2008) como un patrón
de pensamiento repetitivo y pasivo centrado en las causas y
consecuencias del malestar subjetivo, juega un rol crucial en la
perpetuación de estados de ánimo negativos y síntomas
depresivos y ansiosos, entre otras afecciones. Este proceso cognitivo
se enfoca en aspectos negativos y auto-referenciales de la
experiencia emocional, exacerbando la sintomatología asociada.
Por ende, la rumiación es un mecanismo central en el
mantenimiento de diversos trastornos psicológicos.
Watkins
y Roberts (2020) postulan que la rumiación es un proceso
psicopatológico transdiagnóstico implicado en la base y
mantenimiento de múltiples trastornos, incluyendo depresión,
ansiedad y déficit de los procesos cognitivos. De Rosa y
Keegan (2018) refuerzan esta perspectiva al considerar la rumiación
como un componente crucial de la vulnerabilidad cognitiva, actuando
como un mecanismo de regulación emocional disfuncional.
Más
allá de su impacto emocional, la rumiación afecta
significativamente otras funciones cognitivas esenciales, como la
memoria, el pensamiento, la atención, la percepción y
la resolución de problemas. Según Whitmer y Gotlib
(2013), la rumiación está vinculada a dificultades en
la actualización de la memoria de trabajo y la inhibición
de información irrelevante, lo que conlleva un deterioro en la
capacidad de funcionamiento diario de las personas. Esto resalta la
relevancia de abordar la rumiación no solo desde una
perspectiva emocional, sino también cognitiva.
El
estudio de la rumiación y su impacto en la atención es
particularmente relevante debido a que la atención es un
proceso cognitivo básico que influye en cómo se
procesan y responden las experiencias emocionales y cognitivas. Las
deficiencias atencionales interferidas por la rumiación pueden
afectar negativamente el rendimiento académico, laboral y
social, exacerbando el malestar subjetivo y reduciendo la calidad de
vida.
La
revisión de la literatura muestra que la rumiación está
íntimamente relacionada con los trastornos psicopatológicos,
actuando como un factor disfuncional que favorece el
desencadenamiento y mantenimiento de la psicopatología.
Múltiples investigaciones han evidenciado que la rumiación
no solo predice la depresión, sino también otros
trastornos como la ansiedad y los trastornos de la conducta
alimentaria. Este amplio espectro de influencia subraya la
importancia de comprender los mecanismos subyacentes de la rumiación
(Papageorgiou & Siegle, 2003; Nolen-Hoeksema et al., 2008;
Naumann et al., 2015; Wang et al., 2017; Smith et al., 2018).
Estudios
específicos han demostrado que la rumiación afecta el
control atencional, aumentando la gravedad de los síntomas
depresivos y ansiosos. La capacidad de cambiar la atención
entre representaciones mentales internas y externas se ve
comprometida en individuos con alta tendencia a rumiar, lo que
requiere más recursos neuronales y provoca un mayor deterioro
cognitivo (Lo et al., 2012; Koster et al., 2013; Yaroslavsky et al.,
2019).
Por ende, la literatura brinda diversas investigaciones donde se
evidencia la relación y las consecuencias de la rumiación
y la atención.
En
conclusión, la rumiación es un mecanismo cognitivo y
emocional que exacerba una variedad de trastornos psicológicos
y afecta significativamente las funciones cognitivas como la
atención. Comprender y abordar la rumiación desde una
perspectiva integral, que incluya sus efectos emocionales y
cognitivos, es crucial para desarrollar intervenciones efectivas que
mejoren la calidad de vida de las personas afectadas.
Referencias
Brosschot, J. F., Gerin, W., &
Thayer, J. F. (2006). The
perseverative cognition hypothesis: A review of worry, prolonged
stress-related physiological activation, and health. Journal
of Psychosomatic Research,
60(2), 113-124.
De Rosa, L.
y Keegan, E. (2018). Rumiación:
consideraciones teórico-clínicas. Revista Argentina
de Clínica Psicológica
XXVII (1), p.36-43.
Hsu,
K., Beard, C., Rifkin, L., Dillon, D., Pizzagalli, D., &
Björgvinsson, T. (2015). Transdiagnostic mechanisms in
depression and anxiety: The role of rumination and attentional
control. Journal
of Affective Disorders,
188, 22-7.
Koster,
E., Lissnyder, E., & Raedt, R. (2013). Rumination is
characterized by valence-specific impairments in switching of
attention. Acta
Psychological,
144(3),
563-70.
Liao,
K., & Wei, M. (2011). Intolerance of uncertainty, depression, and
anxiety: the moderating and mediating roles of rumination. Journal
of Clinical Psychology,
67(12),
1220-39.
Lo,
B., Lau, S., Cheung, S., & Allen, N. (2012). The impact of
rumination on internal attention switching. Cognition
and Emotion, 26,
209 - 223.
Londoño
Ocampo, L. P. (2009). La atención: un proceso psicológico
básico. Pensando
psicología,
5(8),
91-100.
Manterola,
Carlos, Rivadeneira, Josue, Delgado, Hugo, Sotelo, Catalina, &
Otzen, Tamara. (2023). ¿Cuántos Tipos de Revisiones de
la Literatura Existen? Enumeración, Descripción y
Clasificación. Revisión
Cualitativa. International
Journal of Morphology,
41(4), 1240-1253.
Matsumoto,
A., Asano, M., & Matsunaga, M. (2019). The relationship of
negative rumination with divided attention between internal and
external information. Japanese
Journal of Research on Emotions.
McLaughlin,
K., & Nolen-Hoeksema, S. (2011). Rumination as a transdiagnostic
factor in depression and anxiety. Behaviour
Research and Therapy,
49(3),
186-93.
Naumann,
E., Tuschen-Caffier, B., Voderholzer, U., Caffier, D., & Svaldi,
J. (2015). Rumination but not distraction increases eating-related
symptoms in anorexia and bulimia nervosa. Journal
of Abnormal Psychology,
124(2),
412-20.
Nolen-Hoeksema,
S., Wisco, B., & Lyubomirsky, S. (2008). Rethinking Rumination.
Perspectives
on Psychological Science,
3, 400 - 424.
Nolen-Hoeksema,
S., Lyubomirsky, S., Layous, K., Chancellor, J., & Nelson, S.
(2015). Thinking about rumination: the scholarly contributions and
intellectual legacy of Susan Nolen-Hoeksema. Annual
Review of Clinical Psychology,
11, 1-22.
Papageorgiou,
C., & Siegle, G. (2003). Rumination and Depression: Advances in
Theory and Research. Cognitive
Therapy and Research,
27, 243-245.
Smith,
K., Mason, T., & Lavender, J. (2018). Rumination and eating
disorder psychopathology: A meta-analysis. Clinical
Psychology Review,
61, 9-23.
Watkins,
E., & Brown, R. (2002). Rumination and executive function in
depression: an experimental study. Journal
of Neurology, Neurosurgery & Psychiatry,
72, 400-402.
Watkins,
E.R. & Roberts, H. (2020). Reflecting on rumination:
Consequences, causes, mechanisms and treatment of rumination.
Behaviour
Research and Therapy,
127.
Whitmer,
A., & Gotlib, I. (2013). An attentional scope model of
rumination.
Psychological Bulletin,
139(5),
1036-61.
Yaroslavsky,
I., Allard, E., y Sánchez-López, Á. (2019).
Can't look Away: Attention control deficits predict Rumination,
depression symptoms and depressive affect in daily Life. Journal
of Affective Disorders,
245, 1061-1069.