Introducción
Según la Organización Mundial de
la Salud (OMS, 2023) los trastornos de ansiedad son los problemas de
salud mental de mayor prevalencia a
nivel mundial, afectando aproximadamente
a 301 millones de personas. Dentro de esta categoría, la
amaxofobia o miedo a conducir se clasifica como una fobia específica,
caracterizada por una respuesta de ansiedad intensa e irracional ante
la situación de conducir o la anticipación de ésta.
La amaxofobia se manifiesta con síntomas físicos como
taquicardia, respiración rápida y tensión
muscular, entre otras. Además de provocar una evitación
activa de la conducción, afecta negativamente la vida
cotidiana de quien lo padece.
Para el diagnóstico de fobia específica,
se requiere que el miedo o la ansiedad experimentada frente al
estímulo de la conducción sean significativamente
desproporcionados, con comportamientos de evitación que
interfieren en las actividades personales, laborales y sociales de
quien lo padece. La etiopatogenia de la amaxofobia incluye factores
predisponentes biológicos, psicológicos y experiencias
traumáticas, junto a una tendencia a la sobrestimación
del riesgo, que intensifica la ansiedad anticipatoria en estos
pacientes. En términos de tratamiento, la Terapia
Cognitivo-Conductual, específicamente la exposición en
vivo, ha mostrado evidencia sólida de eficacia, promoviendo el
afrontamiento gradual del estímulo fóbico y una
disminución de la respuesta emocional negativa.
Qué
es la amaxofobia?
La amaxofobia o fobia a conducir, es una fobia específica
ubicada dentro de los trastornos de ansiedad. Según el DSM 5
(APA, 2013) la fobia específica se caracteriza por la
presencia de ansiedad y malestar clínicamente significativo
como respuesta a la exposición a situaciones u objetos
específicos temidos, lo que suele dar lugar a comportamientos
de evitación.
La amaxofobia se caracteriza principalmente por el miedo intenso,
persistente e irracional a conducir un vehículo. Para que se
determine la presencia de fobia a manejar, la acción de
conducir ya sea que esté presente o en pensamientos
anticipatorios, debe provocar en quien lo padece una respuesta
desproporcionada y exagerada al peligro o amenaza real implicado en
la situación, considerando además, el contexto
sociocultural. Este miedo o temor lleva a las personas a evitar en
forma activa ese estimulo temido, y aun cuando no lo evitan, llegan
a soportarlo a costa de un intenso malestar.
La amaxofobia se clasifica como una fobia
situacional ya que el malestar de la persona que lo padece se
relaciona con la acción de conducir el auto, y no por la
presencia del objeto en sí mismo. Se caracteriza por una
inquietud permanente y descontrolada a situaciones de tránsito,
experimentada antes y durante la conducción, con la
consiguiente evitación de la acción de conducir.
(Badós, 2015).
Quienes tienen fobia a manejar pueden
manifestar temor a tener un accidente, atropellar a alguien, ser
criticados por alguien o desmayarse, entre otros (Antony y Barlow,
1997).
La persona puede experimentar miedo y ansiedad
desproporcionadas para lo que representa el estímulo de
manejar un auto, desarrollando además, ansiedad anticipatoria
sobre la situación de conducir. Esta respuesta se ve
intensificada por cierta tendencia a sobreestimar las consecuencias
adversas y a presentar distorsiones en la percepción del
riesgo, lo que indicaría un procesamiento defectuoso de la
información (Antony y Barlow, 2002).
En cuanto a las recciones fisiológicas,
frente a situaciones percibidas como amenazantes, el cuerpo responde
activando su sistema nervioso autónomo, específicamente
el sistema nervioso simpático. Esta activación provoca
una serie de respuestas fisiológicas diseñadas para
preparar al organismo ante el peligro (p.e. aumento en la frecuencia
cardíaca, respiración acelerada, tensión
muscular, sudoración, malestares gástricos, entre
otros). Estos síntomas, no solo reflejan la intensidad de la
respuesta emocional, sino que también incrementan la
percepción de vulnerabilidad y pérdida de control,
exacerbando así la ansiedad ante situaciones relacionadas con
la conducción.
Diagnóstico
de la fobia a conducir
Para determinar un diagnóstico correcto
se debe tener presente que tanto el comportamiento de evitación,
el miedo o la ansiedad anticipatoria en relación con el
estímulo que lo provoca, genera en quien lo padece una
interferencia lo suficientemente importante como para afectar su vida
diaria, laboral o personal.
Para establecer un diagnóstico de fobia
a conducir se describen a continuación aquellos criterios
según el Manual Diagnóstico y Estadístico de los
Trastornos Mentales (DSM5, APA, 2013):
-Debe
presentar un temor acusado y persistente, excesivo o irracional, el
cual se desencadena ante la presencia o bien la anticipación
de la situación de conducir un vehículo.
-Exponerse
a esta situación provoca casi inevitablemente una respuesta
inmediata de ansiedad, tomando como respuesta posible una crisis de
angustia situacional.
-Quien
padece la fobia a manejar puede reconocer que este miedo es excesivo
o irracional.
-La
situación de manejo del vehículo se evitan o soportan
con un intenso malestar o nivel de ansiedad.
-Los
comportamientos de evitación, anticipación ansiosa o
malestar provocados por las situaciones temidas interfieren
significativamente en la rutina habitual de la persona, tiene que
afectarle en alguna o varias actividades de su vida diaria.
-La
ansiedad, crisis de angustia o el comportamiento de evitación
fóbica asociados al manejo del auto, no pueden ser explicadas
por ejemplo por un trastorno por estrés postraumático
(p.ej. Evitación de conducir posterior a un accidente).
Respecto a las conductas de evitación a
la acción de conducir un vehículo se suman aquellas de
búsqueda de seguridad o conductas de reaseguro, las cuales se
relacionan con minimizar las supuestas amenazas y el nivel de
ansiedad. Por ejemplo, podría ser conducir solo por calles
conocidas sin subirse a autopistas o rutas, conducir con poco
tráfico, conducir acompañada, entre otras.
Cabe mencionar que los criterios para las
fobias específicas detalladas en esta 5ta edición del
DSM no presentaron importantes cambios estructurales respecto a la
versión anterior del manual (DSM VI-TR); asimismo, las
modificaciones que se han realizado no debieron alterar el modo de
entender y abordar dicho trastorno (Solari, 2013).
Etiopatogenia
y mantenimiento
En cuanto a los factores que predisponen a la
aparición de fobias específicas, se encuentran los
hechos traumáticos previos, tal como haber sufrido un
accidente, crisis de angustia inesperada en la situación que
se convertirá en temida, observar a otros que sufren a causa
del manejo o situaciones asociadas y recibir información aun
cuando no se esté presente en algún accidente o
situación traumática previa.
Barlow (2021)
refiere que para el desarrollo de una fobia específica,
debemos tener en cuenta los siguientes factores que participan en su
desarrollo:
-vulnerabilidad biológica
-vulnerabilidad psicológica generalizada
-vulnerabilidad psicológica específica
La vulnerabilidad
biológica se entiende como
una hipersensibilidad neurobiológica que responde ante un
estrés que tiene un gran componente genético. (p.ej.
una tendencia heredable a experimentar afectividad negativa) o la
inhibición conductual ante situaciones desconocidas. Algunas
personas poseen un sistema nervioso autónomo más
inestable que es fácil de activarse y que puede ser lento al
reducir dicha activación.
No obstante, también existe cierta
vulnerabilidad familiar a tener una fobia específica, en lo
que la heredabilidad sería una fuerte influencia. (LeBeau et
al., 2010).
La vulnerabilidad
psicológica generalizada
se refiere a la percepción en personas con fobias específicas
de que ciertas situaciones pueden ser incontrolables o impredecibles,
lo que incrementa su predisposición a experimentar miedo y
ansiedad en contextos percibidos como amenazantes. Dicha
percepción se da en base a las propias experiencias tempranas.
Algunos ejemplos, incluyen un estilo parental sobreprotector, la
presencia de trastornos psicológicos de los padres, falta de
apoyo social, y experiencias de eventos traumáticos, estén
o no asociados a la fobia, especialmente cuando dichos eventos se
cronifican o resultan particularmente adversos (Rapee, 1997).
Tanto la vulnerabilidad genética, el
apoyo social y poseer ciertas características de personalidad
tales como: estilo de afrontamiento o sensibilidad a la ansiedad, son
factores que inciden en la respuesta a eventos estresantes que puede
tener una persona con fobia a conducir. El abuso/dependencia de
alcohol e historial de trastorno psiquiátrico previo, puede
facilitar la vulnerabilidad psicológica generalizada (Antony
y Barlow, 2002).
La vulnerabilidad psicológica específica se
refiere a cierta predisposición individual a desarrollar
ansiedad que es facilitada por la vulnerabilidad biológica y
la vulnerabilidad psicológica generalizada. Así, ante
ciertas experiencias de aprendizaje, se puede intensificar la
ansiedad haciendo más foco en que estas situaciones o eventos,
sean percibidas como peligrosas o amenazantes para quien padece fobia
a conducir. (p.ej., el haber tenido experiencias negativas en el
aprendizaje a manejar, un accidente automovilístico, entre
otros, pueden influir en la percepción de que la conducción
de un vehículo es una situación peligrosa para sí
mismo o para terceros). Estas experiencias negativas seguidas de una
exposición poco frecuente a la situación temida son
variables importantes para el desarrollo de la fobia a manejar.
Según Hernández Gómez (2023), en el desarrollo
del miedo a conducir y de la amaxofobia influyen diversos factores de
ansiedad, además de otros elementos relevantes para su
evolución, como haber sufrido un accidente, padecer algún
trastorno psicológico, la experiencia como conductor y ciertos
rasgos de personalidad. Todos estos factores están implicados
en el desarrollo de la amaxofobia (Barp &
Mahl, 2013; Clapp et al., 2011; Taylor et al., 2000).
Desde la perspectiva de la teoría de la
preparación biológica, los estímulos que
representaron una amenaza a la supervivencia a lo largo de la
evolución filogenética humana son más
susceptibles de generar respuestas de miedo (Seligman, 1971).
En el caso del miedo a conducir, se plantea que
este puede desarrollarse no solo por factores biológicos, sino
también por influencias socioculturales, como creencias y
connotaciones negativas asociadas a la conducción en
determinados contextos.
Según esta teoría, para que un
estímulo se asocie con una respuesta fóbica (en este
caso, conducir un vehículo), es necesario que haya una
experiencia aversiva previa, ya sea directa (haber experimentado
personalmente una situación peligrosa o recibir advertencias
sobre los riesgos de conducir) o indirecta (como conocer a alguien
que haya sufrido un accidente o recibir información de medios
de comunicación sobre siniestros viales). Este fenómeno,
conocido como 'pertenencia', se refiere a la mayor
probabilidad de desarrollar miedo a conducir cuando la experiencia
previa está relacionada con un evento adverso, como un
accidente o malestar psicológico o físico experimentado
en un vehículo (Craske, Antony, & Barlow, 1997).
Otra experiencia que conlleva menos fuerza para
adquisición de la fobia a conducir, es haber visto a otras
personas tener experiencias negativas relacionadas con la conducción
de un auto, o haber recibido transmisión de información
acerca de algún evento negativo relacionado. Además,
la fobia puede surgir o intensificarse, si alguien del entorno social
refuerza las primeras experiencias de evitación o ansiedad
ante el acto de conducir. La probabilidad de adquirir una fobia a
manejar puede aumentar si estos tres tipos de experiencias de
aprendizaje interactúan entre sí. Por ejemplo, un
accidente automovilístico podría generar miedo a
conducir; si además un familiar fallece en un accidente de
tráfico, este evento traumático adicional podría
intensificar el temor a manejar en el futuro.
El grado de expectativa de miedo y percepción del peligro
(p.ej., ocasionar un accidente automovilístico) de quien tiene
fobia a manejar están influidas en mayor o menor medida por
ciertas características. Una de ellas es el estímulo
fóbico (conducir un auto), y el grado de control autopercibido
que se tiene sobre la situación de manejar (cuánto de
esto se puede controlar o bien cuál es la posibilidad de huir
de la situación temida); el estado anímico presente y
las circunstancias estresantes.
Dichas expectativas de que pudiese experimentar
un elevado nivel de miedo o ansiedad, sumado a la autopercepción
de los recursos para afrontar dichas emociones o la situación
amenazante, facilitan aun más la acción de evitar
conducir.
Dicha conducta de evitación recibe
tanto refuerzos negativos como positivos. El refuerzo negativo se da
cuando en la evitación a manejar, se previene el aumento del
nivel de ansiedad y según el paciente, se impide que además
ocurran eventos aversivos relacionados con la conducción del
vehículo. Esta evitación sostiene las expectativas de
amenaza al no poder comprobar mediante la conducción del
vehículo, si la percepción de amenaza o peligro es
realista o no. En tanto, el refuerzo positivo se da cuando el entorno
social de quien padece fobia a conducir, brinda una ayuda
extraordinaria para realizar las actividades que requeriría la
acción de conducir. (p.e. ofrecerse a trasladar a la persona
al lugar que necesite).
En cuanto a las causas de la aparición de fobia a conducir, en
los hombres va muy relacionada con la disminución de las
capacidades y/o habilidades físicas, con lo cual muchos casos
son por edad, enfermedades, recomendaciones médicas. En el
caso de las mujeres, la amaxofobia está relacionada en un alto
porcentaje con familiares que le debilitaron la autoestima, padres o
maridos muy dominantes y que en sus primeras experiencias como
conductoras sufrieron un alto nivel de estrés y ansiedad lo
que les provocó no volver a conducir. (Grupo Mapfre, 2005).
Prevalencia
En población general la tasa de prevalencia anual en las
fobias específicas se sitúan alrededor del 9%, mientras
que la prevalencia global oscila entre el 10 y el 11,3%. (APA,
2013). En Argentina, la prevalencia de vida de cualquier trastorno
mental en la población general en mayores de 18 años de
edad fue del 29.1%, en este marco de investigación, la
prevalencia a lo largo de la vida de las fobias específicas
fue del 6,8%. (CONICET, 2022).
Según un estudio, la edad de inicio para las fobias
situacionales se da entre los 13-22 años (LeBeau et al.,
2010). Según Lipsitz (2002) la edad media de inicio para la
fobia a conducir se encuentra en 24,5 años. En comparación
con otro tipo de fobias (animales, claustrofobia, etcétera)
sólo el 18% de quienes padecen fobias situacionales tuvieron
edad de inicio en la infancia (12años).
En tanto, en población adulta, de no recibir tratamiento
específico, la remisión espontánea se estima en
un 20%.
Según datos obtenidos en el National Epidemiologic Survey
on Alcohol and Related Conditions (Stinson et al., 2007), las
fobias situacionales presentan un 5,2% de prevalencia-vida en
comparación con otras fobias específicas como volar en
avión 2,9%, fobia a animales 4,7% y fobia a sangre, inyección
y daños 4,%. En cuanto a la fobia a conducir los datos de
prevalencia a lo largo de la vida son de 0,7% (Le-Beau et al., 2010).
Tratamiento
de la amaxofobia con intervenciones de la Terapia Cognitivo
Conductual
Respecto a los tratamientos eficaces para
trabajar con este trastorno, se suelen indicar técnicas
pertenecientes a la corriente cognitivo-conductual (Bádos,
2015).
Uno de los tratamientos más eficaces
para abordar la fobia a conducir es la exposición en vivo a la
situación temida, en esta oportunidad, a la conducción
del vehículo. (Society of
Clinical Psychology, n.d.).
Según la American Psychological
Association, a través de la Society of Clinical Psychology
(n.d.), las terapias de exposición comprenden diversos
enfoques conductuales diseñados para ayudar a las personas con
fobia a conducir a enfrentar de manera gradual los estímulos
que suelen evitar. Desde esta perspectiva conductual, la fobia se
mantiene principalmente por la evitación constante, lo que
impide al individuo aprender a tolerar el malestar y las emociones
asociadas. En la exposición en vivo, quien padece fobia a
conducir un vehículo, aprendería además que el
miedo disminuirá por sí solo y que los resultados
temidos luego de la acción de manejar no serán tan
terribles como los imagina. La exposición gradual a estos
estímulos permite que la intensidad emocional disminuya a
medida que se incrementa la tolerancia al malestar (Society of
Clinical Psychology, n.d.).
Estos ejercicios de exposición gradual,
alientan a las personas a entrar paulatinamente y sostenerse en esa
situación tan temida y evitada. Para llevar adelante la
terapia de exposición en forma efectiva, se deberá
realizar una previa selección de las situaciones que le
provocan ansiedad, comenzando con aquellas que provocan un nivel leve
de ansiedad, avanzando progresivamente hacia las situaciones que le
generan ansiedad más elevada.
Así, se elabora una jerarquía de
situaciones que deberán ser ordenadas, detalladas y
especificadas, colaborando en tener más control sobre el nivel
de ansiedad que generan en quien padece la fobia a conducir. En dicha
jerarquía de exposición se tendrán en cuenta
diversidad de lugares y estímulos temidos además de
aquellos factores que influyen en la evitación (p.e. la
densidad del tráfico, el clima, el tipo de camino o calles, la
velocidad). Concretamente, estaríamos trabajando en la no
generalización y prevención del retorno del temor
(Antony y Barlow, 2002).
En cuanto a la duración de la exposición
en vivo, desde la perspectiva de la habituación en ansiedad,
quien está realizando el procedimiento permanecerá en
la situación hasta que el nivel de ansiedad y el posible deseo
de huir del lugar se vayan reduciendo (Antony y Barlow, 1997).
A continuación, cuando logra disminuir significativamente la
ansiedad asociada a la situación, se pasará a trabajar
en la situación siguiente dentro de la jerarquía de
situaciones realizada. En cuanto a las situaciones a afrontar, es
importante el número de veces de realización de dicha
exposición para que la ansiedad disminuya significativamente.
En cuanto al respaldo acerca del tratamiento de
exposición para las fobias específicas, recibe según
esta asociación, la categoría de "fuerte
evidencia" ya que cumple los criterios para lo que se denominan
tratamientos bien establecidos, dejando afuera las otras dos
categorías de "modesta evidencia" para los
tratamientos probablemente eficaces, y la de "apoyo
controvertido", cuando estudios diversas investigaciones
producen resultados contradictorios o son ineficaces (Society of
Clinical Psychology, n.d.).
Dentro de la terapia cognitivo conductual,
encontramos técnicas de reestructuración cognitiva, las
mismas se recomendarían para abordar los pensamientos
negativos que interfieren en la exposición en vivo (Bados
y García-Grau, 2010).
Además
existen una serie de variaciones de la terapia de exposición
que funcionan eficazmente en el tratamiento de fobias específicas,
por lo que hasta cierto punto el enfoque específico
seleccionado puede depender de la naturaleza de la fobia y de las
preferencias del terapeuta y del cliente. No obstante, la evidencia
de la investigación proporciona un apoyo más sustancial
para algunas terapias de exposición (es decir, exposición
in vivo) que otras (por ejemplo, desensibilización
sistemática).
En un estudio
realizado en el que se trabajó la fobia a conducir junto con
técnicas de mindfulness o conciencia plena, los resultados de
la evaluación revelan que la combinación de técnicas
de la terapia cognitivo conductual junto con componentes de
mindfulness pueden considerarse más eficaces para lograr
superar el miedo a conducir. En dicho estudio, se redujeron las
conductas d evitación, los niveles de ansiedad y los
pensamientos disfuncionales. Aumentando además, el sentido de
autoeficacia de quien padecía fobia a manejar (Hernández
Gómez, 2017).
Para finalizar, es fundamental considerar el
rol del acompañante en las primeras experiencias de manejo. En
general, son familiares quienes asumen el rol de instructores
informales, aunque no suelen recibir capacitación específica
sobre cómo enseñar de manera efectiva. A menudo, se
trasladan al vehículo temas personales que pueden ir más
allá de la práctica de manejo, lo cual puede interferir
en el proceso de aprendizaje y obstaculizar las buenas intenciones de
ambas partes (tanto del familiar que enseña como de quien
recibe las instrucciones para conducir) (Hartman & Díaz,
2024).
Comentarios finales
La amaxofobia representa una fobia situacional
que limita considerablemente la funcionalidad de las personas,
afectando su autonomía y su bienestar emocional. Tanto las
predisposiciones biológicas y psicológicas como las
experiencias traumáticas en torno a la conducción
desempeñan un rol crucial en el desarrollo y la persistencia
de esta fobia. Además, los pacientes con amaxofobia tienden a
experimentar distorsiones cognitivas en la percepción del
peligro, lo que refuerza las conductas de evitación y la
severidad de su ansiedad anticipatoria.
La Terapia Cognitivo-Conductual (TCC), y en
particular la técnica de exposición en vivo, ha
mostrado ser el abordaje más eficaz para el tratamiento de la
amaxofobia. La exposición gradual a la situación temida
permite una reducción sostenida de los niveles de ansiedad y
promueve el desarrollo de habilidades para gestionar el malestar
emocional. La reestructuración cognitiva puede complementar el
proceso terapéutico al facilitar una evaluación más
objetiva de la amenaza percibida y reducir las reacciones somáticas.
En conclusión, el tratamiento de la
amaxofobia requiere un abordaje multimodal y estructurado, que
permita una progresiva reducción del temor irracional al
conducir. La implementación de un acompañamiento
capacitado en el proceso de exposición, así como la
inclusión de prácticas de manejo específicas,
pueden optimizar los resultados, ofreciendo apoyo tanto emocional
como funcional al paciente.
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