ISSN 2618-5628
 
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Exposición en vivo  
Fobia a manejar, Miedo a conducir, Terapia cognitivo-conductual, Terapias basadas en evidencia  
     

 
Amaxofobia: comprensión y abordaje de la fobia a conducir desde Terapias basadas en evidencia
 
Diaz, Amorina
Fundación Foro
 

 

Introducción

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2023) los trastornos de ansiedad son los problemas de salud mental de mayor prevalencia a nivel mundial, afectando aproximadamente a 301 millones de personas. Dentro de esta categoría, la amaxofobia o miedo a conducir se clasifica como una fobia específica, caracterizada por una respuesta de ansiedad intensa e irracional ante la situación de conducir o la anticipación de ésta. La amaxofobia se manifiesta con síntomas físicos como taquicardia, respiración rápida y tensión muscular, entre otras. Además de provocar una evitación activa de la conducción, afecta negativamente la vida cotidiana de quien lo padece.

Para el diagnóstico de fobia específica, se requiere que el miedo o la ansiedad experimentada frente al estímulo de la conducción sean significativamente desproporcionados, con comportamientos de evitación que interfieren en las actividades personales, laborales y sociales de quien lo padece. La etiopatogenia de la amaxofobia incluye factores predisponentes biológicos, psicológicos y experiencias traumáticas, junto a una tendencia a la sobrestimación del riesgo, que intensifica la ansiedad anticipatoria en estos pacientes. En términos de tratamiento, la Terapia Cognitivo-Conductual, específicamente la exposición en vivo, ha mostrado evidencia sólida de eficacia, promoviendo el afrontamiento gradual del estímulo fóbico y una disminución de la respuesta emocional negativa.

 

Qué es la amaxofobia?

La amaxofobia o fobia a conducir, es una fobia específica ubicada dentro de los trastornos de ansiedad. Según el DSM 5 (APA, 2013) la fobia específica se caracteriza por la presencia de ansiedad y malestar clínicamente significativo como respuesta a la exposición a situaciones u objetos específicos temidos, lo que suele dar lugar a comportamientos de evitación.

La amaxofobia se caracteriza principalmente por el miedo intenso, persistente e irracional a conducir un vehículo. Para que se determine la presencia de fobia a manejar, la acción de conducir ya sea que esté presente o en pensamientos anticipatorios, debe provocar en quien lo padece una respuesta desproporcionada y exagerada al peligro o amenaza real implicado en la situación, considerando además, el contexto sociocultural. Este miedo o temor lleva a las personas a evitar en forma activa ese estimulo temido, y aun cuando no lo evitan, llegan a soportarlo a costa de un intenso malestar.

La amaxofobia se clasifica como una fobia situacional ya que el malestar de la persona que lo padece se relaciona con la acción de conducir el auto, y no por la presencia del objeto en sí mismo. Se caracteriza por una inquietud permanente y descontrolada a situaciones de tránsito, experimentada antes y durante la conducción, con la consiguiente evitación de la acción de conducir. (Badós, 2015).

Quienes tienen fobia a manejar pueden manifestar temor a tener un accidente, atropellar a alguien, ser criticados por alguien o desmayarse, entre otros (Antony y Barlow, 1997).

La persona puede experimentar miedo y ansiedad desproporcionadas para lo que representa el estímulo de manejar un auto, desarrollando además, ansiedad anticipatoria sobre la situación de conducir. Esta respuesta se ve intensificada por cierta tendencia a sobreestimar las consecuencias adversas y a presentar distorsiones en la percepción del riesgo, lo que indicaría un procesamiento defectuoso de la información (Antony y Barlow, 2002).

En cuanto a las recciones fisiológicas, frente a situaciones percibidas como amenazantes, el cuerpo responde activando su sistema nervioso autónomo, específicamente el sistema nervioso simpático. Esta activación provoca una serie de respuestas fisiológicas diseñadas para preparar al organismo ante el peligro (p.e. aumento en la frecuencia cardíaca, respiración acelerada, tensión muscular, sudoración, malestares gástricos, entre otros). Estos síntomas, no solo reflejan la intensidad de la respuesta emocional, sino que también incrementan la percepción de vulnerabilidad y pérdida de control, exacerbando así la ansiedad ante situaciones relacionadas con la conducción.

 

Diagnóstico de la fobia a conducir

Para determinar un diagnóstico correcto se debe tener presente que tanto el comportamiento de evitación, el miedo o la ansiedad anticipatoria en relación con el estímulo que lo provoca, genera en quien lo padece una interferencia lo suficientemente importante como para afectar su vida diaria, laboral o personal.

Para establecer un diagnóstico de fobia a conducir se describen a continuación aquellos criterios según el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM5, APA, 2013):


-Debe presentar un temor acusado y persistente, excesivo o irracional, el cual se desencadena ante la presencia o bien la anticipación de la situación de conducir un vehículo.

-Exponerse a esta situación provoca casi inevitablemente una respuesta inmediata de ansiedad, tomando como respuesta posible una crisis de angustia situacional.

-Quien padece la fobia a manejar puede reconocer que este miedo es excesivo o irracional.

-La situación de manejo del vehículo se evitan o soportan con un intenso malestar o nivel de ansiedad.

-Los comportamientos de evitación, anticipación ansiosa o malestar provocados por las situaciones temidas interfieren significativamente en la rutina habitual de la persona, tiene que afectarle en alguna o varias actividades de su vida diaria.

-La ansiedad, crisis de angustia o el comportamiento de evitación fóbica asociados al manejo del auto, no pueden ser explicadas por ejemplo por un trastorno por estrés postraumático (p.ej. Evitación de conducir posterior a un accidente).

Respecto a las conductas de evitación a la acción de conducir un vehículo se suman aquellas de búsqueda de seguridad o conductas de reaseguro, las cuales se relacionan con minimizar las supuestas amenazas y el nivel de ansiedad. Por ejemplo, podría ser conducir solo por calles conocidas sin subirse a autopistas o rutas, conducir con poco tráfico, conducir acompañada, entre otras.

Cabe mencionar que los criterios para las fobias específicas detalladas en esta 5ta edición del DSM no presentaron importantes cambios estructurales respecto a la versión anterior del manual (DSM VI-TR); asimismo, las modificaciones que se han realizado no debieron alterar el modo de entender y abordar dicho trastorno (Solari, 2013).

 

Etiopatogenia y mantenimiento

En cuanto a los factores que predisponen a la aparición de fobias específicas, se encuentran los hechos traumáticos previos, tal como haber sufrido un accidente, crisis de angustia inesperada en la situación que se convertirá en temida, observar a otros que sufren a causa del manejo o situaciones asociadas y recibir información aun cuando no se esté presente en algún accidente o situación traumática previa.

Barlow (2021) refiere que para el desarrollo de una fobia específica, debemos tener en cuenta los siguientes factores que participan en su desarrollo:

-vulnerabilidad biológica

-vulnerabilidad psicológica generalizada

-vulnerabilidad psicológica específica

La vulnerabilidad biológica se entiende como una hipersensibilidad neurobiológica que responde ante un estrés que tiene un gran componente genético. (p.ej. una tendencia heredable a experimentar afectividad negativa) o la inhibición conductual ante situaciones desconocidas. Algunas personas poseen un sistema nervioso autónomo más inestable que es fácil de activarse y que puede ser lento al reducir dicha activación.

No obstante, también existe cierta vulnerabilidad familiar a tener una fobia específica, en lo que la heredabilidad sería una fuerte influencia. (LeBeau et al., 2010).

La vulnerabilidad psicológica generalizada se refiere a la percepción en personas con fobias específicas de que ciertas situaciones pueden ser incontrolables o impredecibles, lo que incrementa su predisposición a experimentar miedo y ansiedad en contextos percibidos como amenazantes. Dicha percepción se da en base a las propias experiencias tempranas. Algunos ejemplos, incluyen un estilo parental sobreprotector, la presencia de trastornos psicológicos de los padres, falta de apoyo social, y experiencias de eventos traumáticos, estén o no asociados a la fobia, especialmente cuando dichos eventos se cronifican o resultan particularmente adversos (Rapee, 1997).

Tanto la vulnerabilidad genética, el apoyo social y poseer ciertas características de personalidad tales como: estilo de afrontamiento o sensibilidad a la ansiedad, son factores que inciden en la respuesta a eventos estresantes que puede tener una persona con fobia a conducir. El abuso/dependencia de alcohol e historial de trastorno psiquiátrico previo, puede facilitar la vulnerabilidad psicológica generalizada (Antony y Barlow, 2002).

La vulnerabilidad psicológica específica se refiere a cierta predisposición individual a desarrollar ansiedad que es facilitada por la vulnerabilidad biológica y la vulnerabilidad psicológica generalizada. Así, ante ciertas experiencias de aprendizaje, se puede intensificar la ansiedad haciendo más foco en que estas situaciones o eventos, sean percibidas como peligrosas o amenazantes para quien padece fobia a conducir. (p.ej., el haber tenido experiencias negativas en el aprendizaje a manejar, un accidente automovilístico, entre otros, pueden influir en la percepción de que la conducción de un vehículo es una situación peligrosa para sí mismo o para terceros). Estas experiencias negativas seguidas de una exposición poco frecuente a la situación temida son variables importantes para el desarrollo de la fobia a manejar.

Según Hernández Gómez (2023), en el desarrollo del miedo a conducir y de la amaxofobia influyen diversos factores de ansiedad, además de otros elementos relevantes para su evolución, como haber sufrido un accidente, padecer algún trastorno psicológico, la experiencia como conductor y ciertos rasgos de personalidad. Todos estos factores están implicados en el desarrollo de la amaxofobia (Barp & Mahl, 2013; Clapp et al., 2011; Taylor et al., 2000).

Desde la perspectiva de la teoría de la preparación biológica, los estímulos que representaron una amenaza a la supervivencia a lo largo de la evolución filogenética humana son más susceptibles de generar respuestas de miedo (Seligman, 1971).

En el caso del miedo a conducir, se plantea que este puede desarrollarse no solo por factores biológicos, sino también por influencias socioculturales, como creencias y connotaciones negativas asociadas a la conducción en determinados contextos.

Según esta teoría, para que un estímulo se asocie con una respuesta fóbica (en este caso, conducir un vehículo), es necesario que haya una experiencia aversiva previa, ya sea directa (haber experimentado personalmente una situación peligrosa o recibir advertencias sobre los riesgos de conducir) o indirecta (como conocer a alguien que haya sufrido un accidente o recibir información de medios de comunicación sobre siniestros viales). Este fenómeno, conocido como 'pertenencia', se refiere a la mayor probabilidad de desarrollar miedo a conducir cuando la experiencia previa está relacionada con un evento adverso, como un accidente o malestar psicológico o físico experimentado en un vehículo (Craske, Antony, & Barlow, 1997).

Otra experiencia que conlleva menos fuerza para adquisición de la fobia a conducir, es haber visto a otras personas tener experiencias negativas relacionadas con la conducción de un auto, o haber recibido transmisión de información acerca de algún evento negativo relacionado. Además, la fobia puede surgir o intensificarse, si alguien del entorno social refuerza las primeras experiencias de evitación o ansiedad ante el acto de conducir. La probabilidad de adquirir una fobia a manejar puede aumentar si estos tres tipos de experiencias de aprendizaje interactúan entre sí. Por ejemplo, un accidente automovilístico podría generar miedo a conducir; si además un familiar fallece en un accidente de tráfico, este evento traumático adicional podría intensificar el temor a manejar en el futuro.

El grado de expectativa de miedo y percepción del peligro (p.ej., ocasionar un accidente automovilístico) de quien tiene fobia a manejar están influidas en mayor o menor medida por ciertas características. Una de ellas es el estímulo fóbico (conducir un auto), y el grado de control autopercibido que se tiene sobre la situación de manejar (cuánto de esto se puede controlar o bien cuál es la posibilidad de huir de la situación temida); el estado anímico presente y las circunstancias estresantes.

Dichas expectativas de que pudiese experimentar un elevado nivel de miedo o ansiedad, sumado a la autopercepción de los recursos para afrontar dichas emociones o la situación amenazante, facilitan aun más la acción de evitar conducir.

Dicha conducta de evitación recibe tanto refuerzos negativos como positivos. El refuerzo negativo se da cuando en la evitación a manejar, se previene el aumento del nivel de ansiedad y según el paciente, se impide que además ocurran eventos aversivos relacionados con la conducción del vehículo. Esta evitación sostiene las expectativas de amenaza al no poder comprobar mediante la conducción del vehículo, si la percepción de amenaza o peligro es realista o no. En tanto, el refuerzo positivo se da cuando el entorno social de quien padece fobia a conducir, brinda una ayuda extraordinaria para realizar las actividades que requeriría la acción de conducir. (p.e. ofrecerse a trasladar a la persona al lugar que necesite).

En cuanto a las causas de la aparición de fobia a conducir, en los hombres va muy relacionada con la disminución de las capacidades y/o habilidades físicas, con lo cual muchos casos son por edad, enfermedades, recomendaciones médicas. En el caso de las mujeres, la amaxofobia está relacionada en un alto porcentaje con familiares que le debilitaron la autoestima, padres o maridos muy dominantes y que en sus primeras experiencias como conductoras sufrieron un alto nivel de estrés y ansiedad lo que les provocó no volver a conducir. (Grupo Mapfre, 2005).

 

Prevalencia

En población general la tasa de prevalencia anual en las fobias específicas se sitúan alrededor del 9%, mientras que la prevalencia global oscila entre el 10 y el 11,3%. (APA, 2013). En Argentina, la prevalencia de vida de cualquier trastorno mental en la población general en mayores de 18 años de edad fue del 29.1%, en este marco de investigación, la prevalencia a lo largo de la vida de las fobias específicas fue del 6,8%. (CONICET, 2022).

Según un estudio, la edad de inicio para las fobias situacionales se da entre los 13-22 años (LeBeau et al., 2010). Según Lipsitz (2002) la edad media de inicio para la fobia a conducir se encuentra en 24,5 años. En comparación con otro tipo de fobias (animales, claustrofobia, etcétera) sólo el 18% de quienes padecen fobias situacionales tuvieron edad de inicio en la infancia (12años).

En tanto, en población adulta, de no recibir tratamiento específico, la remisión espontánea se estima en un 20%.

Según datos obtenidos en el National Epidemiologic Survey on Alcohol and Related Conditions (Stinson et al., 2007), las fobias situacionales presentan un 5,2% de prevalencia-vida en comparación con otras fobias específicas como volar en avión 2,9%, fobia a animales 4,7% y fobia a sangre, inyección y daños 4,%. En cuanto a la fobia a conducir los datos de prevalencia a lo largo de la vida son de 0,7% (Le-Beau et al., 2010).

 

Tratamiento de la amaxofobia con intervenciones de la Terapia Cognitivo Conductual

Respecto a los tratamientos eficaces para trabajar con este trastorno, se suelen indicar técnicas pertenecientes a la corriente cognitivo-conductual (Bádos, 2015).

Uno de los tratamientos más eficaces para abordar la fobia a conducir es la exposición en vivo a la situación temida, en esta oportunidad, a la conducción del vehículo. (Society of Clinical Psychology, n.d.).

Según la American Psychological Association, a través de la Society of Clinical Psychology (n.d.), las terapias de exposición comprenden diversos enfoques conductuales diseñados para ayudar a las personas con fobia a conducir a enfrentar de manera gradual los estímulos que suelen evitar. Desde esta perspectiva conductual, la fobia se mantiene principalmente por la evitación constante, lo que impide al individuo aprender a tolerar el malestar y las emociones asociadas. En la exposición en vivo, quien padece fobia a conducir un vehículo, aprendería además que el miedo disminuirá por sí solo y que los resultados temidos luego de la acción de manejar no serán tan terribles como los imagina. La exposición gradual a estos estímulos permite que la intensidad emocional disminuya a medida que se incrementa la tolerancia al malestar (Society of Clinical Psychology, n.d.).

Estos ejercicios de exposición gradual, alientan a las personas a entrar paulatinamente y sostenerse en esa situación tan temida y evitada. Para llevar adelante la terapia de exposición en forma efectiva, se deberá realizar una previa selección de las situaciones que le provocan ansiedad, comenzando con aquellas que provocan un nivel leve de ansiedad, avanzando progresivamente hacia las situaciones que le generan ansiedad más elevada.

Así, se elabora una jerarquía de situaciones que deberán ser ordenadas, detalladas y especificadas, colaborando en tener más control sobre el nivel de ansiedad que generan en quien padece la fobia a conducir. En dicha jerarquía de exposición se tendrán en cuenta diversidad de lugares y estímulos temidos además de aquellos factores que influyen en la evitación (p.e. la densidad del tráfico, el clima, el tipo de camino o calles, la velocidad). Concretamente, estaríamos trabajando en la no generalización y prevención del retorno del temor (Antony y Barlow, 2002).

En cuanto a la duración de la exposición en vivo, desde la perspectiva de la habituación en ansiedad, quien está realizando el procedimiento permanecerá en la situación hasta que el nivel de ansiedad y el posible deseo de huir del lugar se vayan reduciendo (Antony y Barlow, 1997). A continuación, cuando logra disminuir significativamente la ansiedad asociada a la situación, se pasará a trabajar en la situación siguiente dentro de la jerarquía de situaciones realizada. En cuanto a las situaciones a afrontar, es importante el número de veces de realización de dicha exposición para que la ansiedad disminuya significativamente.

En cuanto al respaldo acerca del tratamiento de exposición para las fobias específicas, recibe según esta asociación, la categoría de "fuerte evidencia" ya que cumple los criterios para lo que se denominan tratamientos bien establecidos, dejando afuera las otras dos categorías de "modesta evidencia" para los tratamientos probablemente eficaces, y la de "apoyo controvertido", cuando estudios diversas investigaciones producen resultados contradictorios o son ineficaces (Society of Clinical Psychology, n.d.).

Dentro de la terapia cognitivo conductual, encontramos técnicas de reestructuración cognitiva, las mismas se recomendarían para abordar los pensamientos negativos que interfieren en la exposición en vivo (Bados y García-Grau, 2010).

Además existen una serie de variaciones de la terapia de exposición que funcionan eficazmente en el tratamiento de fobias específicas, por lo que hasta cierto punto el enfoque específico seleccionado puede depender de la naturaleza de la fobia y de las preferencias del terapeuta y del cliente. No obstante, la evidencia de la investigación proporciona un apoyo más sustancial para algunas terapias de exposición (es decir, exposición in vivo) que otras (por ejemplo, desensibilización sistemática).

En un estudio realizado en el que se trabajó la fobia a conducir junto con técnicas de mindfulness o conciencia plena, los resultados de la evaluación revelan que la combinación de técnicas de la terapia cognitivo conductual junto con componentes de mindfulness pueden considerarse más eficaces para lograr superar el miedo a conducir. En dicho estudio, se redujeron las conductas d evitación, los niveles de ansiedad y los pensamientos disfuncionales. Aumentando además, el sentido de autoeficacia de quien padecía fobia a manejar (Hernández Gómez, 2017).

Para finalizar, es fundamental considerar el rol del acompañante en las primeras experiencias de manejo. En general, son familiares quienes asumen el rol de instructores informales, aunque no suelen recibir capacitación específica sobre cómo enseñar de manera efectiva. A menudo, se trasladan al vehículo temas personales que pueden ir más allá de la práctica de manejo, lo cual puede interferir en el proceso de aprendizaje y obstaculizar las buenas intenciones de ambas partes (tanto del familiar que enseña como de quien recibe las instrucciones para conducir) (Hartman & Díaz, 2024).

 

Comentarios finales

La amaxofobia representa una fobia situacional que limita considerablemente la funcionalidad de las personas, afectando su autonomía y su bienestar emocional. Tanto las predisposiciones biológicas y psicológicas como las experiencias traumáticas en torno a la conducción desempeñan un rol crucial en el desarrollo y la persistencia de esta fobia. Además, los pacientes con amaxofobia tienden a experimentar distorsiones cognitivas en la percepción del peligro, lo que refuerza las conductas de evitación y la severidad de su ansiedad anticipatoria.

La Terapia Cognitivo-Conductual (TCC), y en particular la técnica de exposición en vivo, ha mostrado ser el abordaje más eficaz para el tratamiento de la amaxofobia. La exposición gradual a la situación temida permite una reducción sostenida de los niveles de ansiedad y promueve el desarrollo de habilidades para gestionar el malestar emocional. La reestructuración cognitiva puede complementar el proceso terapéutico al facilitar una evaluación más objetiva de la amenaza percibida y reducir las reacciones somáticas.

En conclusión, el tratamiento de la amaxofobia requiere un abordaje multimodal y estructurado, que permita una progresiva reducción del temor irracional al conducir. La implementación de un acompañamiento capacitado en el proceso de exposición, así como la inclusión de prácticas de manejo específicas, pueden optimizar los resultados, ofreciendo apoyo tanto emocional como funcional al paciente.

 

Referencias

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13ra Edición - Noviembre 2024
 
 
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