ISSN 2618-5628
 
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Clasificaciones  
Diagnóstico, Perfiles, Procrastinación, Tipologías  
     

 
Procrastinación: una revisión de sus clasificaciones, perfiles y tipologías
 
Lemos, Pablo
Universidad Nacional de Córdoba. Laboratorio de Evaluación Psicológica y Educativa
 
Furlan, Luis Alberto
Universidad Nacional de Córdoba. Laboratorio de Evaluación Psicológica y Educativa
 

 

Algunas nociones preliminares

La procrastinación se define como la postergación reiterada y voluntaria de actividades ya sea en su inicio, desarrollo o finalización. El aplazamiento se da de manera deliberada, incluso priorizando la realización de otras tareas, a pesar de las consecuencias que esto puede acarrear (Sirois, 2023; Steel, 2007). Sin embargo, el carácter voluntario de las conductas no quiere decir que sean planificadas, reflexivas y libres de perjuicios. De hecho, la literatura informa acerca de sus múltiples incidencias sobre el bienestar subjetivo y el desempeño en distintos ámbitos de la vida (Angarita, 2012).

El fenómeno de la procrastinación es heterogéneo en al menos dos sentidos. En primer lugar, el campo de estudio de los antecedentes, correlatos y consecuencias de las conductas de aplazamiento ha crecido ampliamente en las últimas décadas. Factores intrasubjetivos, intersubjetivos, cognitivos, motivacionales, conductuales y contextuales pueden favorecer o inhibir su desarrollo. Algunos de los que cuentan con mayor apoyo en la evidencia son la autorregulación, el miedo al fracaso, la gestión del deficiente del tiempo, la autoeficacia y la ansiedad (Steel y Klingsieck, 2016).

En segundo lugar, esta heterogeneidad se justifica también a partir de la delimitación y el agrupamiento de quienes procrastinan. El estudio del fenómeno facilitó la emergencia de diversas propuestas de clasificación de las personas que procrastinan en base a características individuales y otros parámetros. Este interés y los distintos caminos para materializarlo concluyeron en que efectivamente existen distintos perfiles de este constructo. Sin embargo, las diferencias en las metodologías utilizadas (revisiones teóricas, Análisis de Componentes Principales, Análisis de Perfiles Latentes, entre otras), las variables seleccionadas y los criterios utilizados, revelan que este campo de investigación está en constante evolución y desarrollo (Grusnchel et al., 2013).

Las primeras propuestas de clasificación surgieron en el ámbito de la autoayuda y son fundamentalmente teóricas. Estas perspectivas buscan ayudar a los individuos a comprender los motivos principales detrás de su procrastinación, permitiéndoles abordarla de manera efectiva (Ellis y Knaus, 1977; Burka y Yuen, 1983). A medida que las metodologías empíricas fueron tornándose más robustas, comenzaron a definirse perfiles más rigurosos en base a criterios tales como rasgos de la personalidad, razones subyacentes a la procrastinación, efectos asociados, patrones de conducta y, más recientemente, niveles de gravedad o severidad. Además, la caracterización de dichos perfiles se desarrolló a partir de la medición de un gran abanico de variables utilizando múltiples instrumentos (Chun y Choi, 2005; Day, et al., 2000; Ferrari, 1992; Grusnchel et al., 2013; Lay, 1997; McCown et al., 1989; Rist et al., 2023; Rozental et al., 2015; Schouwenburg, 1992).

 

¿Por qué definir subtipos?

La distinción y descripción de clases diferenciales de cualquier constructo psicológico tiene muchas potencialidades. Primeramente y como se viene mencionando, dado que muchos de los fenómenos estudiados en psicología son sumamente complejos, una forma exhaustiva de analizarlos es a través de la delimitación de perfiles.

Por otro lado, identificar tipos particulares de procrastinación puede ayudar a las personas a comprender mejor los patrones y las razones detrás de sus conductas. Esto puede situar a quienes experimentan conductas dilatorias en una mejor posición para abordar sus cogniciones y emociones (Gueorguieva, 2011).

En el ámbito de la investigación clínica, la tipificación de estas categorías también resulta beneficiosa. La efectividad de diferentes tratamientos puede variar no sólo en función de los problemas, trastornos o conductas que conciernen al campo de la salud mental, sino también según las diversas manifestaciones que estas adoptan en personas y contextos concretos. En otras palabras, intervenciones o procedimientos específicos pueden ser más efectivos para un perfil particular de procrastinación que para otro.

Más recientemente, en el campo del psicodiagnóstico, el interés se desplazó hacia la posibilidad de considerar a la procrastinación como una entidad clínica. Es decir, ¿cuándo sería necesario un tratamiento? ¿En alguna de sus expresiones sería útil considerarla disfuncional o severa? Los estudios que surgen de esta corriente emplean sus hallazgos para delinear criterios que permitan detectar y diferenciar formas seriamente perjudiciales de procrastinación de conductas postergatorias de menor magnitud (Rist, 2023).

 

Revisión de clasificaciones

Distintos estudios han puntualizado, descrito y analizado clasificaciones posibles para la procrastinación. Las propuestas teóricas hipotetizan variaciones del fenómeno identificando comportamientos, emociones y pensamientos que, según su observación y aportes de la literatura precedente, caracterizan a cada tipo. Estas concepciones originarias de la esfera del desarrollo personal dieron lugar a tipologías de procrastinación basadas en factores como la autodesvalorización, la baja tolerancia a la frustración, la hostilidad, el miedo al fracaso o al éxito, la separación o la intimidad. Además, identificaron perfiles como perfeccionistas, generadores de crisis, soñadores, políticos, castigadores, entre otros (Ellis y Knaus, 1977; Fiore, 2007; Sapadin y Maguire, 1997; Walker, 2004).

Descriptivamente, estas categorías abarcan varias razones para procrastinar: evitar sensaciones displacenteras que puede producir una tarea (como frustración y cansancio); temores o ansiedades sobre el futuro; dudas sobre las propias capacidades; percepciones de injusticia en el entorno interpersonal; o la utilización de estas conductas como estrategias, no necesariamente conscientes, para rendir bajo presión.

Por otro lado, los abordajes empíricos examinan patrones de puntajes obtenidos en los diversos instrumentos de medición y escalas administradas para definir perfiles (Gueorguivea, 2011). Estos estudios han complejizado el campo de investigación e intervención, aportando una mayor cantidad de variables que interaccionan y caracterizaciones más exhaustivas de cada variedad.

Considerando las razones subyacentes a la procrastinación como principal criterio, se definieron tipologías vinculadas a la aversión a la tarea, al miedo al fracaso, a la tendencia a evitar situaciones cognitivamente exigentes (estilo evitativo), a la búsqueda de sensaciones (arousal), al estado de ánimo deprimido, a la alta ansiedad ante las evaluaciones, entre otros (Day, et al., 2000; Ferrari, 1992; Solomon y Rothblum, 1984). En este caso, las clasificaciones comparten muchas similitudes con las presentadas teóricamente, no obstante, para describir y validar las diferencias entre perfiles se miden variables tales como: ansiedad, autoestima, depresión y asertividad.

Otros estudios dentro del campo de las relaciones entre procrastinación y los rasgos de la personalidad, definieron clasificaciones de procrastinadores/as mayormente rebeldes, con rasgos de psicoticismo, neuróticos-extravertidos y depresivos (Lay, 1997; McCown et al., 1989). Desde este criterio, las distintas expresiones de aplazamiento estarían atravesadas por cualidades más estables de las personas y se obtuvieron a partir de la administración de inventarios de personalidad. McCown et al. (1989), por ejemplo, definieron que sujetos procrastinadores con rasgos de psicoticismo podrían postergar por sus altos niveles de impulsividad o baja respuesta a presiones sociales. Los neuróticos-extravertidos lo harían por asumir demasiadas tareas autoimpuestas. Quienes presentan rasgos depresivos, por su parte, tienen menores niveles de energía y mayor aislamiento social, lo que podría resultar en mayor dilación de ciertas actividades.

Chun y Choi (2005), por su parte, propusieron la separación de un tipo deliberado y mayormente adaptativo de conductas dilatorias (procrastinación activa) de una clase más disfuncional, vinculada a la dificultad para la toma de decisiones (procrastinación pasiva). Esta distinción ha sido y continúa siendo sumamente útil para comprender la diferencia entre una postergación planificada y reflexiva que no presenta consecuencias mayores en el bienestar subjetivo, y la procrastinación que viene siendo descrita.

Estudios recientes incluyeron análisis centrados en la persona para identificar tipologías de acuerdo con las razones para procrastinar (Gross et al., 2024; Grusnchel et al., 2013) o los niveles de severidad de la conducta (Rebetez et al., 2015, Rist et al., 2023; Rozental et al., 2015). Estos últimos establecieron clases que abarcan un rango desde individuos altamente regulados hasta aquellos sin regulación alguna; desde leves hasta severos; y desde quienes ejecutan rápidamente hasta los que procrastinan de manera disfuncional. A grandes rasgos, quienes se ubican en el polo menos saludable o adaptativo del constructo tienden a percibir sus conductas postergatorias como altamente problemáticas, a la vez que experimentan mayores niveles de ansiedad y depresión. Conjuntamente, presentan deficiencias en sus estrategias de regulación emocional, además de menores niveles de motivación y bienestar psicológico general.

{ver tabla 1}

 

Conclusiones

En vista de que la definición de perfiles es importante para una mayor comprensión de la procrastinación como fenómeno, para la investigación clínica e incluso para el psicodiagnóstico, se abren nuevas líneas de acción. Primeramente, la literatura más reciente en la materia propone que los próximos estudios acerca de subtipos del constructo se realicen a partir de análisis centrados en la persona y avancen en optimizar los criterios de severidad (Grusnchel et al., 2013; Rist et al., 2023). Otros autores enfatizan la necesidad de desplegar investigaciones longitudinales para evaluar la estabilidad de los perfiles, a la vez que minimizar sesgos y obtener una visión más profunda no sólo de las diferencias interindividuales, sino también intraindividuales (Gross et al., 2024).

Por otra parte, casi todos los estudios se han llevado a cabo en América del Norte y Europa. Sería considerablemente valioso el desarrollo de investigaciones en poblaciones latinoamericanas para analizar de qué manera se manifiesta la procrastinación en muestras locales. En paralelo, pueden añadirse a estos trabajos ejes de análisis, criterios y variables que aporten valor y enriquezcan el conocimiento en esta área.

La posibilidad de agrupar a las personas que procrastinan en función de su pertenencia a una determinada clase puede tener marcadas implicancias en futuras preguntas y objetivos de investigación, así como en las hipótesis y abordajes clínicos. Considerando estos modelos de clasificación coexistentes, surgen las preguntas: ¿es posible abordar la procrastinación como fenómeno o entidad clínica sin tener en cuenta la existencia de distintos perfiles? ¿Será adecuado aproximarse a las conductas postergatorias de todas las personas de la misma manera, sin reconocer previamente a qué subtipo pertenecen? De esta manera, los resultados obtenidos no deberían pretender ampliar la gama de etiquetas diagnósticas existentes, sino que, por el contrario, sirven para formular hipótesis menos reduccionistas, contribuyendo a complejizar la conducta de los/as consultantes o participantes.

 

Referencias

Angarita Becerra, L. (2012). Aproximación a un concepto actualizado de la procrastinación. Revista Iberoamericana De Psicología, 5(2), 85-94. https://doi.org/10.33881/2027-1786.rip.5209.

Burka, J., & Yuen, L. M. (2007). Procrastination: Why you do it, what to do about it now. Hachette Uk.

Clun Chu, A. H., & Choi, J. N. (2005). Rethinking procrastination: Positive effects of' active' procrastination behavior on attitudes and performance. The Journal of social psychology, 145(3), 245-264. https://doi.org/10.3200/SOCP.145.3.245-264.

Day, V., Mensink, D., & O'Sullivan, M. (2000). Patterns of academic procrastination. Journal of College Reading and Learning, 30(2), 120-134. https://doi.org/10.1080/10790195.2000.10850090.

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Fiore, N. (2007). The now habit: A strategic program for overcoming procrastination and enjoying guilt-free play. Tarcher.

Gross, S., Schulze-Vorberg, L., & Hansen, M. (2024). The Procrastinating PhD student: A Latent Profile Analysis. International Journal of Doctoral Studies, 19, 005. https://doi.org/10.28945/5302.

Grunschel, C., Patrzek, J., & Fries, S. (2013). Exploring different types of academic delayers: A latent profile analysis. Learning and Individual Differences, 23, 225-233. https://doi.org/10.1016/j.lindif.2012.09.014.

Gueorguieva, J. M. (2011). Procrastination a measurement of types. University of Illinois at Chicago.

Lay, C. H. (1987). A modal profile analysis of procrastinators: A search for types. Personality and Individual Differences, 8(5), 705-714. https://doi.org/10.1016/0191-8869(87)90069-9.

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Rebetez, M. M. L., Rochat, L., & Van der Linden, M. (2015). Cognitive, emotional, and motivational factors related to procrastination: A cluster analytic approach. Personality and Individual Differences, 76, 1-6. https://doi.org/10.1016/j.paid.2014.11.044.

Rist, F., Engberding, M., & Hoecker, A. (2023). Diagnostic criteria to differentiate pathological procrastinators from common delayers: a re-analysis. Frontiers in Psychology, 14, 1147401. https://doi.org/10.3389/fpsyg.2023.1147401.

Rozental, A., Forsell, E., Svensson, A., Forsström, D., Andersson, G., & Carlbring, P. (2015). Differentiating procrastinators from each other: A cluster analysis. Cognitive behavior therapy, 44(6), 480-490. https://doi.org/10.1080/16506073.2015.1059353.

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Solomon, L. J., & Rothblum, E. D. (1984). Academic procrastination: frequency and cognitive-behavioral correlates. Journal of counseling psychology, 31(4), 503. https://doi.org/10.1037/0022-0167.31.4.503.

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Steel, P., & Klingsieck, K. B. (2016). Academic procrastination: Psychological antecedents revisited. Australian Psychologist, 51(1), 36-46. https://doi.org/10.1111/ap.12173.

Walker, L. J. S. (2004). Overcoming the Patterns of Powerlessness That Lead to Procrastination. https://doi.org/10.1037/10808-006.

 

 
13ra Edición - Noviembre 2024
 
 
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