ISSN 2618-5628
 
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Distorsiones cognitivas  
Heurísticos, Narrativa autobiográfica, Psicoterapia cognitiva, Sesgos  
     

 
Pensamiento, sesgos y narrativas del Self
 
Longo, Fernanda
Fundación Aiglé
 

 

No somos racionales

Las teorías actuales acerca del pensamiento coinciden en postular que, más que un conjunto de reglas abstractas independientes del contexto y del contenido, el pensamiento humano en sus entornos reales de ocurrencia depende de reglas específicas (por dominios) y está condicionado por variables motivacionales que pueden producir errores de razonamiento (Carretero y Asensio, 2008).

Si el enfoque logicista se concentraba en el razonamiento formal (matemático, deductivo), desde un abordaje semántico, en cambio, se supone la existencia en el pensamiento de procesos que requieren la elaboración de modelos mentales. La teoría de los modelos mentales de Johnson-Laird (1989) plantea que "el pensamiento humano no depende de reglas, sino de la elaboración, manipulación y evaluación de representaciones mentales estructuralmente análogas a los objetos representados" (Carretero y Asensio, 2008, p. 21); es decir, moldes o modelos con determinadas propiedades. Para este enfoque semántico, no es viable estudiar los procesos de razonamiento excluyendo el significado de los contenidos manipulados. Por otra parte, la teoría cognitiva actual dice también que, en sus contextos reales, las personas no toman decisiones ni realizan predicciones a partir de deducciones racionales o cálculos matemáticos abstractos, sino de manera intuitiva, muchas veces implícita y bajo la influencia de factores contextuales, motivacionales y pragmáticos.

A diferencia del razonamiento deductivo, proposicional o silogístico, el pensamiento probabilístico, al ser un tipo de razonamiento inductivo, exige reponer información que no ha sido dada previamente. El razonamiento inductivo o probabilístico requiere manejar la incertidumbre y la variabilidad situacional. El resultado de las conclusiones que se obtienen en la vida cotidiana es más incierto que definitivo, y está sujeto a múltiples variables que no se pueden controlar. Según Pérez Echeverría y Bautista (2008), el pensamiento probabilístico responde a las exigencias de una sociedad en constante cambio y transformación, y con un volumen de información al que no se puede acceder completamente.

Muchos autores coinciden en que el razonamiento probabilístico explica mejor que el pensamiento lógico-racional las decisiones e inferencias que realizan las personas en la vida cotidiana, así como también los errores de pensamiento que cometen. Es decir, muchos de esos errores (atajos mentales o sesgos cognitivos) serían adaptativos, estarían al servicio de controlar la incertidumbre y la imprevisibilidad de la vida diaria.

El pensamiento probabilístico se sustenta en las reglas del aprendizaje asociativo e implícito, que fueron transmitidas de manera experiencial, tácita, y que constituyen la base de las creencias de las personas sobre el mundo. Al ser naturalmente incompleto, este tipo de pensamiento es también falible, aunque se puede mejorar y educar, ya que resulta fundamental por el menor esfuerzo cognitivo que requiere (Pérez Echeverría y Bautista, 2008).

Un ejemplo de pensamiento probabilístico son los juicios heurísticos, procedimientos cognitivos que permiten reducir la complejidad de las variables contextuales y simplificar la toma de decisiones, en la medida en que ayudan a priorizar determinada información y desatender otra, incluso de una manera que induce a que, en ciertas circunstancias, se cometan errores. Los juicios heurísticos suelen ser automáticos, no conscientes, y están condicionados por procesos atencionales y de memoria, como la limitada capacidad de la memoria de trabajo.

 

Heurísticos y sesgos

Kahneman (2012) describe dos tipos de procesos cognitivos o modos de pensamiento, a los que llama Sistema 1 y Sistema 2. El Sistema 1 es el pensamiento rápido, intuitivo, automático, asociativo, que no requiere esfuerzo ni voluntad. El Sistema 2 es el pensamiento lento, deliberado, que requiere esfuerzo, atención, un orden secuencial, el uso de reglas lógicas y la manipulación de una cantidad de recursos de memoria. Otros autores, como Mischel (2015) hablan de pensamiento caliente y pensamiento frío. El Sistema 1 se correspondería con el pensamiento caliente, se asocia al sistema límbico o cerebro emocional, es automático e inconsciente. El Sistema 2 se correspondería con el pensamiento frío, que es reflexivo, más lento de activar y se asocia a las funciones ejecutivas, la capacidad de autocontrol y se ubicaría en la corteza prefrontal del cerebro (Mischel, 2015).

Los juicios heurísticos son atribuciones de causalidad o probabilidad en los cuales interviene el pensamiento intuitivo (caliente), o Sistema 1. Son procedimientos rápidos, económicos y eficientes, fruto de la experiencia y el entrenamiento, que se aplican en la mayor parte de las decisiones de la vida cotidiana, aunque en algunos casos pueden presentar fallas, conocidas como sesgos cognitivos.

Kahneman (2012) identifica tres tipos de sesgos cognitivos comunes, que todas las personas cometen: juicios de representatividad, de accesibilidad y de anclaje y ajuste. Los heurísticos de representatividad se refieren a los juicios atribucionales en los cuales el error de razonamiento se debe a la supuesta semejanza entre un ejemplar (cosa, persona, acontecimiento, etcétera) y un modelo o categoría a la cual ese ejemplar podría pertenecer. Los heurísticos de accesibilidad o disponibilidad son juicios erróneos de probabilidad basados en la facilidad para evocar ejemplos o información accesible o disponible a la memoria (por la tendencia a creer que si lo recuerdo más es porque es más frecuente o probable). Y los heurísticos de anclaje y ajuste se refieren a los juicios atribucionales motivados por la presentación de datos numéricos de un cierto modo que predisponga a una conclusión errónea. Estos tres tipos de errores, según Kahneman (2012), se apoyarían en una premisa común: "Los acontecimientos recientes y el contexto actual tienen el máximo peso en el momento de optar por una interpretación" (p. 110).

En ausencia de información explícita, el Sistema 1 construye contextos probables y llega rápidamente a conclusiones plausibles. Las personas prefieren la familiaridad o "facilidad cognitiva" a la tensión, incluso cuando esta conlleve el riesgo de la falsedad o la ilusión de verdad (Kahneman, 2012). Según Kahneman esto es así, entre otras cosas, porque la facilidad cognitiva se asocia evolutivamente a emociones positivas. En una línea semejante, Schwarz & Clore (2003) sostienen que las emociones y la experiencia subjetiva juegan un papel central en los procesos de pensamiento, dada la naturaleza situacional y encarnada de la cognición humana. Para estos autores, las emociones positivas se asocian a estilos top-down de procesamiento cognitivo, que exigen una atención menos focalizada y mayores componentes de creatividad, entusiasmo y experimentación (Schwarz & Clore, 2003).

 

Aspectos motivacionales de los sesgos

Para Kahneman (2012), entonces, el Sistema 1 predomina y tiende a imponerse, al menos en el razonamiento cotidiano. La excepción serían los expertos en algún dominio, que han logrado automatizar razonamientos complejos para mejorar su toma de decisiones (Pérez Echeverría y Bautista, 2008). Esta manera de imponerse del pensamiento rápido sobre el lento no responde solo a las limitaciones de la arquitectura de la mente (o de la memoria de trabajo); se debe también y principalmente, dirán algunos autores, a factores motivacionales, afectivos. El Sistema 1 no actuaría solo con un objetivo económico, para ahorrar esfuerzos cognitivos. También lo hace para defender la consistencia y la coherencia de los juicios, eliminando la duda y la ambigüedad, es decir: para proteger al Self o sentido de sí mismo.

La necesidad de congruencia en la construcción del Self o sí mismo fue descripta hace décadas por los modelos humanístico-existenciales como una de las claves para el desarrollo de una personalidad funcional, sana o autorrealizada (Rogers, 1984). Para Kahneman, el "efecto halo" y el sesgo de confirmación, por ejemplo, serían otros errores de pensamiento que demuestran la búsqueda de coherencia emocional o confianza excesiva que las personas suelen tener en sus propios juicios y creencias, con el fin de defender su sentido de identidad. Este sentido de identidad sería, según él, esencialmente narrativo: "Ni la cantidad, ni la cualidad de la evidencia cuentan mucho en la confianza subjetiva. La confianza que los individuos tienen en sus creencias depende sobre todo de la cualidad de la historia que pueden contar acerca de lo que ven, aunque lo que ven sea poco" (Kahneman, 2012, p. 120). Más aún, sostiene Kahneman que cuanta más información disponen las personas, más amenazada resulta la coherencia de las historias que se cuentan a sí mismas y sobre sí mismas. El Sistema 2, al complejizar el razonamiento y cuestionar la información disponible, sumando variables normalmente no tenidas en cuenta por el Sistema 1, genera duda, ansiedad, sospecha y/o incertidumbre, emociones que atentan contra el sentido de integridad que el sí mismo se esmera por construir, incluso de manera ilusoria.

En una línea similar, y siguiendo a Gilbert (2006) y su definición de "sistema inmunitario psicológico", Mischel (2015) explica cómo la sobrevaloración, o los sesgos de atribución y autocomplacencia, preservan el sentimiento de autoafirmación y autoeficacia (Bandura, 1977), son adaptativos y funcionan como factores protectores de la salud mental y física; aun cuando sean malos consejeros a la hora de tomar decisiones riesgosas por el exceso de optimismo que conllevan (Mischel, 2015). Para Mischel, la ilusión de control, aunque emocionalmente necesaria, es frágil. El autor se refiere a la "paradoja de la consistencia" de la personalidad para explicar que el Self o representación de sí mismo depende más del contexto o la situación que de sus características intrínsecas; es mucho más cambiante y menos estable de lo que los teóricos de la personalidad querrían; depende de metas, expectativas, experiencias pasadas, emociones, competencias específicas, y no de rasgos fijos e inmutables como algunos modelos proponen (Mischel, 2015).

 

La falacia narrativa y la falacia referencial

La ilusión de control de la que hablan los autores mencionados se asocia, a su vez, a los sesgos retrospectivos, que hacen creer a las personas que las explicaciones que encuentran para entender hechos pasados demuestran que esos hechos eran predecibles o inevitables. Al creer que puede explicar y comprender el pasado, construyendo buenos relatos posteriores, la mente humana cree también que puede predecir y comprender (=controlar) el futuro. El Sistema 1 no se apaga nunca, parafraseando a Watzlawick (2014), no puede no significar. N. Taleb (2012), por su parte, describe este fenómeno como "falacia narrativa", y la define como la "escasa capacidad de fijarnos en secuencias de hechos sin tejer una explicación o, lo que es igual, sin forzar un vínculo lógico" entre ellos (p. 117). De acuerdo con este autor, la tendencia a interpretar, otorgar sentido, racionalizar, tiene que ver con la facilidad que otorgan las narraciones para almacenar información en la memoria que de otra forma se perdería. Según él, lo concreto es más fácil de recordar que lo abstracto, y lo sensacional más que lo ordinario. Las historias reducen la aleatoriedad, establecen relaciones causales entre hechos que no necesariamente las tienen; y, por lo tanto, protegen contra la complejidad del mundo que hace sentir a las personas vulnerables (Taleb, 2012).

Taleb (2012) cita como ejemplo la manera en la que se presentan las noticias en los periódicos, y advierte que la no-ficción puede ser más persuasiva y propensa al engaño que la ficción. La tendencia a narrativizar y ficcionalizar la información pública en los medios de comunicación, a través, por ejemplo, de la presentación de casos (como los casos policiales), en detrimento de otros géneros discursivos más afines a la explicación y a la búsqueda de la verdad (como la argumentación), es un fenómeno que ha sido descripto como una característica de la cultura contemporánea (Ford y Longo, 1997). Incluso los historiadores han cuestionado el problema de la narratividad como inherente al discurso de las ciencias sociales. Así como Taleb habla de falacia narrativa, Hayden White (2011), crítico de la historiografía, se refiere a la "falacia referencial" como la creencia de que se puede acceder al significado referencial de un discurso sin que haya mediación de las formas retóricas del relato. Para él, ni siquiera en el discurso histórico existe la garantía de literalidad a la cual la ciencia supuestamente aspira. Es más, el autor sugiere que la pretensión de transparencia y referencialidad es el principal peligro ideológico de la historiografía tradicional (p. 356). Más que cuestionar o denunciar la imposición de una forma narrativa a contenidos (hechos pasados) no narrativos, White propone considerar, en cambio, el "estatus cognitivo" de la ficcionalización o narración. El autor sugiere que el discurso histórico es narrativo porque la narrativa es en sí misma una forma de cognición: las personas piensan y encadenan los hechos de la realidad de manera narrativa y los representan de ese mismo modo, ajustándose a los distintos géneros disponibles o dominantes (mito, fábula, leyenda, noticia policial, etcétera) en una cultura determinada (White, 2011).

 

Narrativas del Sí mismo

En una línea afín a lo planteado hasta aquí, Bruner (2012) habla de dos modalidades de pensamiento, dos maneras de conocer. Un modo de pensamiento al que llama paradigmático o lógico científico, y un modo de pensamiento narrativo. Cada uno de ellos respondería a reglas de funcionamiento diferentes, y podrían emparentarse con el Sistema 1 (pensamiento narrativo) y Sistema 2 (pensamiento paradigmático) de Kahneman. Lo que dice Bruner es que los productos de estos dos modos de conocer, el relato y el argumento, se diferencian entre sí principalmente por sus criterios de verificación. Mientras que los argumentos o hipótesis se verifican a través de una prueba formal o empírica, los relatos o narraciones se juzgan por su verosimilitud: "Los argumentos convencen de su verdad, los relatos de su semejanza con la vida" (Bruner, 2012, p. 23).

Para Bruner la narrativa nunca es inocente. Los relatos construyen la experiencia, o lo que es lo mismo, la distorsionan. Entre los relatos existentes, distingue un tipo de relatos particularmente estructurante: los relatos sobre sí mismo, narrativas autobiográficas o narrativas del Yo. Los define como relatos autorreferenciales, reflexivos o metacognitivos, que no pueden aislarse del contexto histórico y cultural dentro del cual aparecen y que dictamina lo que es posible o deseable narrar sobre uno mismo en un momento dado (Bruner, 2012). Las narraciones autobiográficas, para Bruner son, entre otras cosas, un ejercicio de equilibrio inestable entre la autonomía, el libre albedrío, y el compromiso con las expectativas que los demás imponen (Bruner, 2013). El Self, la identidad, no sería algo a descubrir o describir, sino más bien el producto de un cierto tipo de relato situado en un contexto sociohistórico que lo condiciona y habilita. Bruner inventa el término "dysnarrativia" para definir la incapacidad de narrar, y postula que esta incapacidad sería destructiva para la identidad (Bruner, 2013, p. 124).

Desde el campo de la antropología social, por su parte, Ervin Goffman (2012) describe la identidad como aquello que hace a un individuo objeto de una biografía: "Una entidad alrededor de la cual es posible estructurar una historia" (p. 85). Para este autor, cuanto más pública es esa historia, es decir, más sujeta al juicio de los otros, se constituye como "una reducida selección de acontecimientos verdaderos que son inflados hasta adquirir una apariencia dramática y llamativa, y que se utilizan entonces como descripción completa de su persona" (p. 95). Se puede apreciar aquí un señalamiento de la distorsión inherente que la narración opera sobre las representaciones del Self, similar al que planteaban los autores cognitivistas.

En referencia al tema de la identidad, la narración y la memoria, Kahneman (2012) distingue "dos yo", cuyos intereses no suelen coincidir: el yo que experimenta y el yo que recuerda, advirtiendo sobre el error de confundir la experiencia con la memoria. El autor sostiene que la inconsistencia entre experiencia y memoria es estructural al diseño de la mente humana: el que organiza los relatos del Self es el yo que recuerda, pero, como vimos, la memoria comete errores, distorsiona y falsea los recuerdos. Las decisiones y las preferencias, así como las narraciones autobiográficas, son competencia del yo que recuerda (porque la memoria es una función del Sistema 1) y, por lo tanto, son influidas por recuerdos muchas veces falsos. Algunas distorsiones particulares del yo que recuerda, con las que las personas se identifican, podrían convertirse en fuente de malestar psicológico.

Dentro del campo de la psicoterapia, Fernández-Álvarez (1992) se refiere al guion personal como la actividad mental que organiza los significados sobre uno mismo, y que requiere de una serie de desplazamientos: de un guion parental (en el inicio de la vida) a la construcción de un guion individual, y de uno sociohistórico a la conformación del propio sistema de creencias, en una tensión constante entre continuidad y cambio. Para este autor, el Self es un sistema jerárquico de significados orientados a metas, que consume recursos cognitivos para preservar su consistencia interna. Las amenazas de ruptura del guion personal, cuando las metas que lo organizan se frustran o no pueden alcanzarse, serían predisponentes o desencadenantes de psicopatología (Fernández -Álvarez, 1992, p. 188).

 

Distorsiones cognitivas y psicoterapia

El modelo de psicoterapia cognitiva parte de la asunción de que los problemas psicológicos tienen en común una distorsión del pensamiento que afecta las emociones y la conducta de las personas (Beck, 2006). El objetivo de este abordaje terapéutico es producir un cambio en el pensamiento (las creencias disfuncionales) de los pacientes para aliviar el malestar que estos pensamientos equivocados les generan. El diálogo socrático es una de las intervenciones centrales de este enfoque, y consiste en interrogar y desafiar las creencias disfuncionales y distorsiones cognitivas de los pacientes que están en el origen de su sufrimiento. Cuando esas creencias se cuestionan y corrigen, cambian las emociones y la conducta que las acompañan y/o sostienen. Para la terapia cognitiva no son los acontecimientos sino la interpretación que las personas hacen de ellos lo que determina la conducta y los sentimientos.

Un concepto clave de la psicoterapia cognitiva es el de "pensamientos automáticos". Se trata de pensamientos breves (palabras, imágenes), intuitivos, que se gatillan de manera no deliberada, suelen estar acompañados de emociones negativas e intensas y cuyo contenido tergiversa la realidad, aunque sea naturalizado o quede fusionado en la emoción que genera. Estos pensamientos expresan distintos tipos de distorsiones, y, en general, conllevan conclusiones erradas sobre sí mismo, los demás o sobre el curso de los acontecimientos (Beck, 2006, p. 105).

Las distorsiones cognitivas o errores del pensamiento no son exclusivos de las personas con trastornos psicológicos: tal como se explicó hasta aquí, hacen a la naturaleza misma del pensamiento humano, aunque puedan presentarse con diversos grados de rigidez, intensidad y pregnancia.

Las distorsiones cognitivas más frecuentes descriptas desde el modelo cognitivo son, por ejemplo, la polarización del pensamiento, la tendencia a catastrofizar, la sobregeneralización o la abstracción selectiva de información (Beck, 2006, 152). Muchas de ellas coinciden con los heurísticos y sesgos descriptos por Kahneman, originados por las limitaciones de la memoria (el yo que recuerda) para evaluar y sopesar, en simultáneo, toda la información disponible, tener en cuenta la secuencia temporal y, al mismo tiempo, los aspectos motivacionales o afectivos de una situación dada, mientras se ocupa a la vez de preservar la consistencia de los relatos que construye.

Los pensamientos automáticos serían, a su vez, emergentes de conceptos más profundos, alojados en la memoria semántica, contenidos arraigados y dominantes que Beck definió como creencias centrales negativas, y que agrupó en dos series principales: creencias de desamparo y de no merecer amor (Beck, 2006, p. 205). La reestructuración de estas creencias sobre sí mismo sería el objetivo último de la terapia cognitiva.

Las psicoterapias narrativas, por ejemplo, ponen el acento en las historias que (se) cuentan los pacientes, y en la posibilidad de intervenir a partir de la conversación para generar un cambio terapéutico, facilitando la narración de historias alternativas más efectivas, que incluyan aspectos (personajes, tramas, argumentos, tópicos, motivos) que no fueron considerados o priorizados inicialmente (White & Epston, 1990). En esta línea, Duncan (2010), por ejemplo, postula que detrás de cada historia de sufrimiento o fracaso que los pacientes llevan al espacio terapéutico hay una "historia heroica" que los tiene como protagonistas que fue desatendida y que está esperando emerger. Uno de los objetivos de la psicoterapia sería activar los recursos propios de los pacientes para que se cuenten mejores historias sobre sí mismos.

 

Cierre

El recorrido propuesto hasta aquí buscó trazar una línea conectora desde procesos psicológicos básicos (pensamiento, razonamiento, memoria) hacia una teoría del funcionamiento de la mente, modelos psicopatológicos y abordajes terapéuticos (Fernández-Álvarez, 1992) que apuntan a esos procesos. Se mostró cómo los modos de procesamiento cognitivo en general, y la narración como un tipo particular de cognición, pueden facilitar u obstaculizar el acceso a significados vinculados al bienestar y la salud mental de las personas, y, por lo tanto, no deberían ser ignorados o desatendidos. De esta forma, los relatos que ofrecen y despliegan los pacientes en la psicoterapia no constituyen un mero intercambio de información, de contenidos a desagregar (y/o corregir), sino que representan un instrumento único, particular y privilegiado, la via regia de intervención para la psicología clínica actual.

 

Referencias

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13ra Edición - Noviembre 2024
 
 
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