Los
trastornos alimenticios han suscitado las más diversas
publicaciones, acepciones y abordajes fundamentalmente durante el
siglo XX y comienzos del XXI. En la actualidad estas patologías
se han vuelto más comunes en los jóvenes de todo el
mundo, incluso más allá de la adolescencia y con un
nivel de masividad que lleva a una alta tasa de mortalidad. Los
trastornos alimenticios son condiciones de salud mental que afectan
la relación de una persona con la comida, su cuerpo y su
imagen corporal. Estos trastornos pueden tener consecuencias
devastadoras en la vida de quienes los padecen, así como en su
salud física y emocional. Los tres trastornos alimenticios más
comunes son la anorexia nerviosa, la bulimia nerviosa y el trastorno
por atracón (Hernández et al., 2020).
Ortiz
(2013) describe cómo las personas que sufren de anorexia
nerviosa o bulimia están afectadas en gran medida en su
calidad de vida. De acuerdo con la especialista, en la anorexia
nerviosa, por ejemplo, a medida que avanza la enfermedad y se
disminuye de peso, los pacientes se van sintiendo más
cansados, surgen dificultades para concentrarse y para mantener el
ritmo diario. A su vez, se aíslan socialmente y su mundo
empieza a girar en torno a las calorías ingeridas y a cómo
quemarlas. De este modo se vuelve evidente que la anorexia disminuye
la calidad de vida del paciente y, en el caso de la bulimia, ésta
disminuye de manera radical, perturbando a todas las áreas del
paciente.
Belloch
et al. (2008) destacan que es en los estudios epidemiológicos
donde mayormente se aprecia la relevancia de los factores
socioculturales en el desarrollo y la incidencia de los trastornos
alimentarios, ya que afectan principalmente a mujeres (un 95% de
pacientes) entre 10 y 30 años (edad de inicio entre los 13 y
18), según los autores.
Asimismo,
en dos investigaciones llevadas a cabo por González et al.
(2013) y por Etxeberría et al. (2002) se han realizado
estudios sobre la calidad de vida en personas afectadas por
trastornos de la alimentación. Ambos estudios arribaron a
resultados similares: en el primero se evidenció cómo
los pacientes con trastorno de la alimentación presentaban
peor calidad de vida en comparación a la población en
general. En el otro, los pacientes y su entorno social coincidieron
en que las relaciones sociales y familiares y el estado de ánimo
eran los aspectos más afectados, junto con la salud física,
entre otros elementos.
A
partir de ello, se presenta al interrogante ¿Cómo
repercuten los factores socioculturales en los procesos de trastornos
ligados a la alimentación? Los objetivos, entonces, de este
trabajo son:
-Indagar
sobre la influencia sociocultural y la cultura de la delgadez en el
desarrollo de los trastornos de alimentación, Anorexia y
Bulimia, en estudiantes universitarios;
-Investigar
acerca de la influencia sociocultural sobre la formación del
ideal de belleza; -Conocer qué estímulos visuales de
diferentes plataformas digitales y/o redes sociales pueden potenciar
la aparición de dicho trastornos alimenticios (Anorexia y
Bulimia); y
-Analizar
la posible asociación entre delgadez y éxito.
Se
presentan las siguientes hipótesis de trabajo:
-La
cultura de la delgadez influye en el desarrollo de los trastornos de
alimentación (Anorexia y Bulimia) en estudiantes
universitarios;
-
Los estímulos visuales de diferentes plataformas digitales y/o
redes sociales pueden potenciar la aparición de dicho
trastorno alimenticios (Anorexia y Bulimia);
-Los
medios de comunicación actúan para la construcción
de la propia imagen corporal y autoestima, asociando la delgadez con
el éxito.
Según
Eizaguirre y Málaga (2007) los trastornos de la conducta
alimentaria son alteraciones multideterminadas, es decir, que se
hacen presentes niveles biológicos, psicológicos y
sociales que actúan de forma determinante para su aparición
y sustento.
A
nivel psicológico, mencionado por Eizaguirre y Málaga
(2007), puede presentarse un incremento en la modificación de
la personalidad, distorsión en la percepción de la
imagen corporal y baja autoestima, llevando a un estado depresivo por
las conductas alimentarias disfuncionales. A nivel social, Eizaguirre
y Málaga refieren que a lo largo de los años se ha
instalado la moda de la delgadez y el éxito que esta mismo
trae aparejada en la sociedad. Este fenómeno repercute de
forma tal que hace que personas susceptibles sean más
vulnerables a los trastornos alimentarios. De igual modo, las
relaciones familiares pueden dificultar la autonomía de sus
miembros y así también las alteraciones de la
comunicación familiar pueden facilitar la aparición de
trastornos alimentarios en personas susceptibles. Estos factores,
junto con, por ejemplo, separaciones, pérdidas e incluso
fracasos; es decir, acontecimientos vitales estresantes, juegan desde
un lugar etiológico, entonces una vez que el trastorno de
alimentación se ha instaurado puede convertirse en un agente
de mantenimiento, tal como menciona Torresani (2003).
La
etiología de los trastornos alimenticios son complejas y
múltiples, se las puede aislar en categorías
fundamentales. En primer lugar, según expone Torresani (2003),
existen evidencias de que la genética y la biología
desempeñan un papel en la predisposición a los
trastornos alimenticios. Las personas con antecedentes familiares de
trastornos alimenticios pueden tener un mayor riesgo de
desarrollarlos. Además, desequilibrios químicos en el
cerebro, como la serotonina, la dopamina y la noradrenalina, también
pueden contribuir a la aparición de trastornos alimenticios.
Torresani
(2003) menciona que, en el ámbito de los factores
psicológicos, la baja autoestima, la insatisfacción con
la imagen corporal, la ansiedad, la depresión y la perfección
son factores psicológicos que pueden influir en el desarrollo
de trastornos alimenticios. Las personas que luchan con la
autoaceptación y la autocrítica excesiva pueden
recurrir a la restricción alimentaria o atracones como
mecanismos de afrontamiento. En el plano de los factores sociales,
hay que señalar que la sociedad actual valora la delgadez y la
apariencia física, lo que puede ejercer una presión
significativa sobre las personas para que cumplan con estos
estándares. Los medios de comunicación, la publicidad y
las plataformas de redes sociales a menudo promueven imágenes
corporales poco realistas y perjudiciales, lo que puede contribuir a
la insatisfacción corporal y al deseo de lograr la
"perfección" (Torresani, 2003).
Las
dinámicas familiares pueden influir en el desarrollo de
trastornos alimenticios (Losada y Bidau, 2017). Familias con patrones
de comunicación disfuncionales, baja cohesión familiar
o historias de abuso emocional pueden aumentar el riesgo de que un
individuo desarrolle un trastorno alimenticio como una forma de
control o escape.
Las
experiencias traumáticas, como el abuso sexual, el acoso o el
trauma emocional, pueden contribuir al desarrollo de trastornos
alimenticios (Losada, 2011). Algunas personas pueden recurrir a la
restricción alimentaria o atracones como una forma de lidiar
con el estrés y la angustia emocional.
Del
mismo modo Losada (2011) expresa que las presiones académicas
y laborales intensas pueden llevar a una búsqueda de control
en diferentes áreas de la vida, incluida la alimentación
y el peso corporal. El perfeccionismo y la necesidad de destacar en
todos los aspectos pueden aumentar el riesgo de desarrollar
trastornos alimenticios. Las metas y expectativas personales poco
realistas, especialmente en relación con la apariencia física,
pueden llevar a la adopción de comportamientos alimentarios
extremos. El deseo de cumplir con ciertos estándares puede
provocar la adopción de dietas extremadamente restrictivas o
comportamientos compulsivos en torno a la comida.
Por
último, hay que señalar que los cambios significativos
en la vida, como la transición a la adolescencia, la
universidad, el matrimonio o el embarazo, pueden desencadenar
trastornos alimenticios. Estos momentos de cambio pueden generar
estrés y ansiedad, lo que a su vez puede afectar la relación
de una persona con la comida (Losada, 2011;
Losada y Whittingslow, 2013;
Losada et al., 2015).
Según
lo expresado en Hernández
et al. (2020), una de
las consecuencias más evidentes de los trastornos alimenticios
es el impacto en la salud física. En el caso de la anorexia
nerviosa las personas restringen severamente su ingesta de alimentos,
lo que puede llevar a la desnutrición, la pérdida de
masa muscular, la debilidad ósea, el deterioro de la función
cardíaca y la desregulación hormonal. Las personas con
bulimia nerviosa suelen recurrir a episodios de atracones seguidos de
comportamientos de purga, como el vómito autoinducido o el uso
excesivo de laxantes, lo que puede causar desequilibrios
electrolíticos, daño en el esófago, problemas
dentales y gastrointestinales.
A
nivel emocional, los trastornos alimenticios pueden causar depresión,
ansiedad, aislamiento social y baja autoestima. Las personas que
luchan con la anorexia o la bulimia a menudo sienten una intensa
vergüenza en torno a su relación con la comida y su
cuerpo, lo que puede perpetuar un ciclo de comportamientos
destructivos y sentimientos negativos. La preocupación
constante por la comida, el peso y la imagen corporal puede consumir
gran parte de su energía mental y dificultar el disfrute de la
vida (Hernández et al., 2020).
Además,
los trastornos alimenticios pueden tener un impacto significativo en
las relaciones interpersonales. Las personas que padecen estos
trastornos pueden volverse más retraídas, evitando
eventos sociales que involucren comida y sintiéndose aisladas
de amigos y familiares. Las conversaciones en torno a la comida
pueden convertirse en situaciones estresantes y desencadenantes. Esto
puede llevar a la ruptura de amistades y relaciones familiares, lo
que a su vez puede empeorar los síntomas del trastorno
(Hernández et al., 2020).
En
casos graves, Hernández et al. (2020) mencionan que los
trastornos alimenticios pueden poner en peligro la vida. La
desnutrición extrema y los desequilibrios electrolíticos
pueden llevar a complicaciones médicas graves, como
insuficiencia cardíaca, problemas renales y daño
cerebral. Además, el riesgo de suicidio es más alto en
las personas que padecen trastornos alimenticios, especialmente en
aquellos casos en los que la enfermedad no recibe tratamiento
adecuado.
Es
importante destacar que los trastornos alimenticios son tratables y
la recuperación es posible con el apoyo adecuado. El
tratamiento suele involucrar una combinación de terapia
individual, terapia familiar, apoyo nutricional y, en algunos casos,
medicación. Cuanto antes se busque ayuda, mejores serán
las perspectivas de recuperación y prevención de
complicaciones graves.
Las
redes sociales y los Trastornos Alimenticios
En
la era digital actual, las redes sociales han transformado la forma
en que nos comunicamos, interactuamos y compartimos información.
Sin embargo, esta revolución tecnológica también
ha traído consigo una serie de desafíos, uno de los
cuales es el impacto en la salud mental, especialmente en lo que
respecta a los trastornos alimenticios. Los trastornos alimenticios,
como la anorexia nerviosa, la bulimia y la ortorexia, son
enfermedades complejas que involucran una relación
disfuncional con la comida, el peso y la imagen corporal. Las redes
sociales pueden influir significativamente en la percepción
del cuerpo y en los comportamientos alimenticios, exacerbando estos
trastornos de manera alarmante (Losada et al., 2015).
Esta
influencia se da a través de distintos procesos, como puede
ser la comparación constante de la propia imagen. Las redes
sociales a menudo son un escaparate de vidas aparentemente perfectas,
donde la comparación es inevitable.
Según
lo expuesto por Ortega Navas et al. (2023) las fotos retocadas y los
cuerpos ideales presentados en las plataformas pueden crear una
presión abrumadora para que las personas se sientan inseguras
acerca de sus cuerpos. Esta constante comparación puede
agravar los trastornos alimenticios existentes o desencadenar nuevos.
Las imágenes de cuerpos perfectos pueden llevar a la adopción
de comportamientos extremos de restricción alimentaria y
ejercicio excesivo, en un intento de alcanzar los estándares
de belleza promovidos por las redes.
La
comparación social, según lo expuesto por Ortega Navas
et al. (2023), es un fenómeno humano inherente, pero las redes
sociales lo han exacerbado. La constante exposición a las
vidas aparentemente perfectas de otros puede llevar a una
insatisfacción crónica con la propia vida y la imagen
corporal. Las publicaciones cuidadosamente seleccionadas y retocadas
pueden crear la ilusión de que todos los demás están
viviendo una vida sin problemas, lo que puede generar sentimientos de
envidia, inadecuación y ansiedad en quienes los ven. Este
ciclo de comparación constante puede alimentar la
insatisfacción con uno mismo y, en casos extremos, contribuir
al desarrollo de trastornos alimenticios.
La
autoimagen es la percepción subjetiva que una persona tiene de
su propio cuerpo. Las redes sociales influyen en la construcción
de esta autoimagen de manera significativa. La exposición
constante a imágenes de cuerpos 'ideales' y
estereotipados puede llevar a una desviación de la percepción
realista del propio cuerpo. La obsesión por alcanzar los
estándares de belleza presentados on line puede fomentar
sentimientos de inferioridad y autoestima disminuida, según
expresan Moreno y Ortiz (2009, citado por Ortega Navas et al., 2023).
Ortega
Navas et al. (2023) mencionan y explican cómo la búsqueda
de validación en forma de 'me gusta' y comentarios
positivos puede convertirse en una fuente adictiva de gratificación,
lo que hace que la autoestima de una persona dependa en gran medida
de la respuesta que reciba en las redes sociales. La exposición
constante a imágenes de cuerpos delgados y comentarios
elogiosos sobre la pérdida de peso puede reforzar la idea de
que la delgadez extrema es deseable y alcanzable. Esto puede llevar a
comportamientos restrictivos en la alimentación, el exceso de
ejercicio y la preocupación constante por la apariencia. Es
crucial reconocer que las redes sociales no son la única causa
de los trastornos alimenticios y los problemas de autoimagen, pero
definitivamente influyen en su desarrollo y exacerbación. Para
abordar este problema, es importante promover la educación
sobre el uso saludable de las redes sociales y la alfabetización
mediática. Fomentar la autoaceptación, la resiliencia
emocional y el pensamiento crítico puede ayudar a las personas
a resistir los efectos negativos de la comparación social. Las
redes sociales pueden ser una herramienta poderosa para el cambio
positivo, la expresión creativa y la conexión genuina,
pero también pueden ser un campo minado para la autoestima y
la salud mental. Es esencial que las personas aprendan a navegar por
estas plataformas de manera consciente y cuidadosa, manteniendo una
perspectiva realista sobre lo que se presenta y priorizando su
bienestar emocional por encima de la validación virtual.
Otro
tema recurrente con relación a los trastornos alimenticios es
la cultura de la dieta y la perfección. Las publicaciones
sobre dietas restrictivas, planes de adelgazamiento y consejos de
pérdida de peso pueden influir en la adopción de
comportamientos alimenticios poco saludables, expresan Ortega Navas
et al. (2023).
Las
comunidades en línea que fomentan la pérdida de peso
rápida y drástica pueden atraer a individuos
vulnerables a desarrollar trastornos alimenticios, ya que la
necesidad de cumplir con los estándares de belleza
prevalecientes se convierte en una obsesión peligrosa. La
intersección entre la cultura de la dieta en las redes
sociales y los trastornos alimenticios es un tema complejo y
multifacético que merece una exploración detallada
(Ortega Navas et al., 2023).
La
cultura de la dieta en las redes sociales se refiere a la tendencia
prevalente de compartir y promover hábitos alimenticios
específicos, métodos de pérdida de peso y
enfoques de estilo de vida que prometen mejorar la salud y el
bienestar. Las plataformas de redes sociales, como Instagram, TikTok,
Facebook y Twitter, se han convertido en escaparates para el
intercambio de recetas, consejos para adelgazar, imágenes de
transformaciones corporales y testimonios de éxito personal en
el ámbito de la alimentación y la salud. Aunque muchas
personas utilizan las redes sociales como una plataforma para
compartir sus experiencias genuinas y promover un estilo de vida
saludable, también hay una cara oscura en esta cultura de la
dieta (Ortega Navas et al., 2023).
Asimismo,
Ortega Navas et al. (2023) mencionan que es esencial promover la
educación en alfabetización mediática y de
salud, tanto para los consumidores como para los creadores de
contenido en línea. Fomentar la diversidad de cuerpos y
estilos de vida en las redes sociales, así como resaltar la
importancia de la salud física y mental en lugar de la
conformidad con estándares estéticos, puede contribuir
a crear un entorno digital más inclusivo y positivo.
Desde
otro punto de vista, Ortega Navas et al. (2023) exponen que
las
redes sociales también pueden ser caldo de cultivo para la
desinformación sobre la salud y la nutrición. La
difusión de consejos no respaldados por evidencia científica,
así como la promoción de métodos peligrosos de
pérdida de peso, pueden ser especialmente perjudiciales para
las personas que ya están luchando contra trastornos
alimenticios. La exposición a contenido dañino puede
perpetuar las creencias erróneas sobre la alimentación
y el cuerpo, y contribuir a la gravedad de los trastornos existentes.
En respuesta a estas preocupaciones, algunas plataformas de redes
sociales han tomado medidas para abordar el impacto negativo en la
salud mental. Han implementado funciones para denunciar contenido
preocupante, han proporcionado recursos de apoyo y han intentado
limitar la promoción de dietas peligrosas. Sin embargo, queda
mucho trabajo por hacer para abordar este problema en crecimiento.
Lucciarini
et al. (2021)
se
propusieron analizar la posible relación entre el uso de redes
sociales y el desarrollo de la anorexia en adolescentes de 10 a 19
años mediante un enfoque sistémico y cognitivo
conductual. Para ello, se estudiaron las redes sociales más
empleadas por esta franja etaria. Se concluyó que existe una
relación significativa entre el desarrollo de Anorexia
Nerviosa y el uso de redes sociales. Los cambios corporales en el
adolescente, así como la necesidad de validación de su
identidad por parte de su entorno, los sitúan en una situación
de vulnerabilidad. Si bien las redes sociales pueden ser un factor
para esa validación positiva, podrían constituir un
factor de riesgo desencadenante de un TCA.
Método
Se
llevó a cabo una investigación de tipo cuantitativa no
experimental transversal con alcance correlacional (Losada et al.,
2022), sobre una muestra de 60 personas de entre 18 y 25 años,
de
diferentes estratos sociales, estudiantes universitarios
pertenecientes
del Área Metropolitana de Buenos Aires. Como instrumento
de recolección de datos se utilizó un cuestionario de
enunciados y preguntas con opción múltiple dentro de la
escala Likert, basado en Sociocultural
Attitudes Towards Appearance Questionnaire-3
–SATAQ-3– (Thompson et al., 2004) y el cuestionario
Eating
Attitudes Test
(EAT) (Garner et al., 1982) ambos validados en la Argentina. Los
participantes firmaron un Consentimiento Informado que respalda
que se respete la autonomía, la libre determinación, el
principio de no discriminación, la integridad física y
psíquica y la dignidad de la persona (Losada, 2014).
Como
primera instancia se tomó contacto, a través de
publicaciones realizadas en los diferentes medios de redes sociales,
con estudiantes universitarios entre los 18 y 25 años que
habitan en la AMBA. Luego se procedió a brindar la información
necesaria sobre la investigación, sus fines y todo lo
inherente a su participación. Los participantes recibieron un
formulario para la firma del consentimiento. La encuesta abordó
temas inherentes a la imagen corporal, la insatisfacción
corporal, a la influencia de los medios socioculturales, la cultura
de la delgadez y a episodios congruentes con la presencia de Bulimia
y Anorexia.
Resultados
Se
llevaron a cabo encuestas cerradas a 60 personas residentes en el
Área Metropolitana de Buenos Aires. Las respuestas se
agruparon por ejes temáticos, permitiendo de esa forma
cuantificar los resultados. La muestra estuvo conformada por 60
participantes que respondieron a la encuesta utilizada para la
recolección de datos, de los cuales 70% eran mujeres y el 30%
varones {ver figura 1}.
De
la totalidad de la muestra, un 80% afirmó no haber sido
diagnosticado nunca con un TCA y un 18,3% afirmó haber sido
diagnosticado con un TCA. El 80% de participantes con un TCA
diagnosticado son mujeres. De aquellas participantes con un TCA
diagnosticado, un 15,4% afirma haber sido diagnosticada con Anorexia
Nerviosa de tipo restrictiva mientras que el otro 15,4%, con Anorexia
Nerviosa de tipo purgativa o con atracón. Asimismo, un 23,1%
de las participantes fue diagnosticado con Trastorno por Atracones.
La Bulimia Nerviosa representó un 23,1% de la muestra y los
TCA no Especificados un 15,4%. Asimismo, cabe destacar que dentro
del total de la muestra un 58,3% manifestó que ha recibido
tratamiento terapéutico en algún momento de su vida,
mientras que el 41,7% refirió no haberlo recibido nunca. Un
40% afirmó estar actualmente bajo tratamiento terapéutico,
mientras que el 60% no {ver figura 2}.
Los
resultados de la encuesta arrojan que los participantes estudiaban
carreras afines a las Ciencias Sociales y Humanidades, Ciencias
Exactas, Ciencias industriales, Profesorados y otros. El 2% de los
hombres fueron diagnosticados con un TCA y estudian Ciencias Sociales
y otras carreras. En cuanto a las mujeres estudiantes que fueron
diagnosticadas con TCA el 5% estudia Ciencias Exactas, el 2% Ciencias
Sociales y Humanidades, el 7% Profesorados y el 3% otra carrera {ver figura 3}.
Al
preguntarles si su cuerpo les hacía sentir insatisfacción,
dentro del 30% de los participantes hombres, el 2,4% manifestó
que muy a menudo siente insatisfacción con su cuerpo, el 5,4%
refirió que a veces y el 3% que nunca su peso le ha hecho
sentir insatisfacción. Por otra parte, dentro del 70% restante
de participantes mujeres, el 16,6% dijo que siempre su peso le ha
hecho sentir insatisfacción; el 9% que muy a menudo; el 9,6%
que a veces y el 1,8% nunca han sentido insatisfacción por su
peso corporal {ver figura 4}.
Se
les preguntó asimismo a los participantes si comparaban su
cuerpo con el de otras personas, como por ejemplo familiares, amigos,
pares, etcétera. De los encuestados hombres, el 8,3% manifestó
que estaba totalmente de acuerdo con esa afirmación, el 11,6%
que estaba de acuerdo, el 3,3% se encontraba indeciso y el 6,6% en
desacuerdo.
De las participantes mujeres, el 26,6% se encontró
totalmente de acuerdo, el 21,6% de acuerdo, el 8,3% se mostró
indecisa y el 13,3% en desacuerdo.
De
este mismo modo, al intentar indagar sobre qué estímulos
visuales de diferentes plataformas digitales y/o redes sociales
pueden potenciar la aparición de trastornos alimenticios como
Anorexia y Bulimia, se le enunció a los participantes la frase
"Al
usar redes sociales comparo mi cuerpo con el de los famosos y
celebridades".
Las participantes femeninas respondieron que el 16,7% estaba
totalmente de acuerdo; el 28,3% de acuerdo; el 13,3% indeciso y el
11,6% en desacuerdo. En cambio, los encuestados masculinos
respondieron que, el 6,6% estaba totalmente de acuerdo, el 10% estaba
de acuerdo, el 3,3% indeciso y el 10% restante se mostró en
desacuerdo {ver figura 5} {ver figura 6}.
Al
comparar los resultados de las preguntas respecto de comparar mi
cuerpo con otras personas de mi alrededor y la del usar redes
sociales comparando mi aspecto con el cuerpo de famosos, sus
respectivas respuestas, respecto de las mujeres, se encuentra una
diferencia del 9,9% en base a estar totalmente de acuerdo al comparar
su cuerpo con otras personas a su alrededor como se señala en
la Figura 5 {ver figura 5} y
del comparar el cuerpo con el de famosos y celebridades, como se
destaca en la Figura 6 {ver figura 6}. Respecto a las que están
de acuerdo se muestra una diferencia del 6,7%, asimismo las que están
indecisas se presenta una diferencia del 5% y por último las
que están en desacuerdo hay una diferencia de 1,7%.
Las
Figuras 5, 6 y 7 ilustran la relevancia de las comparaciones
corporales, donde los items son: comparar su cuerpo con otros y con
personas famosas en las redes sociales. Respecto de los hombres se
muestra una diferencia del 1,7% al preguntarles si comparaban su
cuerpo con personas a su alrededor {ver figura 5} y comparar el
cuerpo con el de famosos y celebridades, en base a los que están
de acuerdo hay una diferencia del 1,6%, los que se encuentran
indecisos no hay diferencia entre los participantes masculinos de la
Figura 5 y la Figura 6 {ver figura 5} {ver figura 6}y por último
en desacuerdo arrojó una diferencia del 3,4% {ver figura 7} {ver figura 8}.
Buscando
comprender el grado en el que los participantes de la muestra están
expuestos a la cultura de la delgadez y las consecuencias de ello,
con el objetivo de analizar la posible asociación entre
delgadez y éxito, se les realizó preguntas referidas a
si consideraban que los cuerpos delgados son más atractivos.
En el 30% de la muestra que son hombres, el 0,6% mencionó que
siempre los cuerpos delgados son más atractivos; el 3% que muy
a menudo lo considera así; el 6% que a veces y por último
el 1,2% dijo que nunca. Respecto del 70% restante de mujeres, el 6,6%
mencionó que siempre los cuerpos delgados le parecen
atractivos; el 4,2% que muy a menudo; el 10,8% que a veces y por
último el 3,6% dijoe que nunca. En base a estos resultados se
puede concluir que el público femenino tiene impuesto de
manera implícita que los cuerpos delgados son más
atractivos {ver figura 9}.
Por
otro lado, a los encuestados se les preguntó si les gustaría
parecerse físicamente a modelos/influencer de las redes
sociales. Con esta pregunta lo que se buscó es poder encontrar
una relación entre la cultura de la delgadez y la influencia
sociocultural, ya que las personas que trabajan en los medios de
comunicación, redes sociales, etcétera responden a
ciertos estereotipos de apariencia física.
Las
participantes femeninas respondieron que el 4,2% siempre quiere
parecerse físicamente a famosos/celebridades; el 3,6% que muy
a menudo; el 13,8% que a veces desea parecerse físicamente; y
el 3,6% restante dijo que nunca ha querido tener la apariencia física
de algún famoso o celebridad. Respecto de los participantes
masculinos, el 0,6% mencionó que nunca ha querido parecerse
físicamente a un famoso; el 3% que muy a menudo; el 4,2% dijo
que a veces y el 3% restante que nunca {ver figura 10}.
Al
mismo tiempo, se realizó la pregunta "Cuando te aburres,
¿te preocupa tu apariencia física?", queriendo
indagar si para los encuestados la apariencia física es un
tema recurrente de preocupación, y no solamente al estar
expuestos ante un otro, en redes sociales o situaciones públicas.
De los participantes varones, el 0,6% dijo que siempre suele
ser una preocupación su apariencia física cuando se
aburre; el 2,4% que muy a menudo;, el 4,8% que a veces; y el 3%
restante, que nunca. En cambio, las mujeres mencionaron que a un 7,2%
le preocupa su apariencia física cuando se aburre; para otro
6% es una preocupación que ocurre muy a menudo; el 9,6% dijo
que a veces y el 2,4% mencionó que nunca.
Del mismo modo
y buscando una posible relación entre la influencia
sociocultural y la cultura de la delgadez se les preguntó a
los encuestados: "Los
anuncios en los diferentes medios de comunicación (redes
sociales, televisión, revistas, etc.) ¿son una fuente
importante de información sobre la moda y ser atractivo?"
. Los resultados fueron:
para los varones, el 1,8% siempre toma
como fuente importante de información sobre moda y ser
atractivo a los medios de comunicación; el 4.2% muy a menudo,
el 1,8% a veces y el 3% restante, nunca. Respecto de las mujeres, el
12% mencionó que siempre; el 7,2% muy a menudo; el 4,8% a
veces y el 1,2% nunca.
Tomando en cuenta ambas preguntas, se
puede decir que, de forma inconsciente y potenciando de este modo las
redes sociales, la apariencia física, los cuerpos delgados y
la presión sociocultural se encuentran relacionados y son una
preocupación recurrente en la muestra de esta investigación.
Continuando
con el análisis anterior, se realizó la pregunta "¿En
qué medida te causa incomodidad que otros vean tu cuerpo? Por
ejemplo, en los vestuarios, en la playa o con prendas ajustadas".
Los hombres respondieron que al 3% no le causa incomodidad nada en lo
absoluto; al 4,2% levemente; al 2,4% moderadamente y al 1,2% restante
totalmente. En cambio, las mujeres respondieron que al 2,4% no le
causa incomodidad nada en absoluto; al 5,4% levemente; al 7,8%
moderadamente y, por último, al 9,6% restante totalmente.
A
continuación se comparan los resultados de las siguientes
preguntas. En primer lugar, "¿Tu
peso ha tenido una influencia importante al momento de valorarte a ti
mismo como persona?"
Del 70% de la muestra, que son mujeres, el 4,2% consideró que
nada en lo absoluto; el otro 4,2% levemente; el 8,4% moderadamente y
el 8,4% restante mencionó que totalmente. En cambio, los
varones respondieron que el 3,6% nada en absoluto; el 3% levemente;
el 2,4% moderadamente y el 1,8% restante totalmente.
En
segundo lugar, a la pregunta "¿En
qué medida tu peso te ha hecho sentir insatisfacción?",
las mujeres respondieron el 6% que siempre su peso les ha hecho
sentir insatisfacción; el 8,4% que muy a menudo; el 9% que a
veces; y el 1,8% restante dijo que nunca. Los varones respondieron el
2,4% que muy a menudo su peso le ha hecho sentir insatisfacción;
el 5,4% que a veces y, por último, el 3% restante que nunca su
peso le ha hecho sentir insatisfacción {ver figura 11} {ver figura 12}.
Al
ser consultados los participantes respecto de su
satisfacción/insatisfacción corporal, representado
graficamente en las Figuras 11 y 12, y tomando como punto de partida
de comparación en ambas preguntas asociadas al peso como
valoración personal {ver figura 11} y el peso en cuanto a la
insatisfacción personal {ver figura 12} en la población
masculina se encontraron diferencias de 0,6% en cuanto "nada en
absoluto" entre el peso como valoración personal y el
peso como insatisfacción personal, luego una diferencia del
2,4% en base a "levemente" donde el peso de los hombres
le causa mayor insatisfacción que validación y por
último "totalmente" donde el 1,8% es en base al
peso con la validación personal {ver figura 13}.
Continuando
de igual modo que el análisis anterior, se comparó
la población femenina, encontrándose una diferencia
respecto de "nada en absoluto" del 2,4%, donde el peso
como valoración personal es más predominante que el
peso como insatisfacción; luego una diferencia a favor del
peso como insatisfacción (es mayor al 4,8% que el peso como
validación personal) y por último una diferencia del
2,4% ante el "totalmente" en base a qué predomina
más el peso como validación personal ante la
insatisfacción {ver figura 14}.
Discusión
En
este apartado se presenta la articulación de los resultados
obtenidos en esta investigación con otras investigaciones
sobre el tema. Respecto de la muestra que respondió la
encuesta, se puede decir que al consultarles si comparaban su cuerpo
con el de famosos/celebridades, el 45% de las mujeres sí se ha
comparado físicamente con diferentes famosos o celebridades y,
de los participantes hombres, el 16,6% también se ha comparado
físicamente.
Holland y Tiggeman (2017) describieron la tendencia a posibles
trastornos de alimentación como bulimia y ejercicio compulsivo
en aquellas jóvenes que compaban sus cuerpos con los
publicados en la plataforma Instagram. De
igual modo, Kampf (2019) examinó 37 investigaciones para
analizar cómo el uso de las redes sociales influye en la
imagen corporal y los comportamientos alimentarios de los
adolescentes. En esta misma línea de investigación,
Tiggemann y Slater (2013) abordaron cómo la exposición
a imágenes corporales ideales en los medios de comunicación
afectaba la autoestima y el deseo de perder peso en mujeres jóvenes.
Estos resultados concuerdan con los arrojados por nuestra
muestra, ya que las participantes de esta pesquisa se han comparado
alguna vez con algún famoso o celebridad. Se sugiere entonces
que existe una relación significativa entre el tiempo dedicado
a las redes sociales y una percepción negativa de la imagen
corporal, lo que a su vez se asocia con una mayor propensión a
desarrollar comportamientos alimentarios perjudiciales. También
se encontró que la exposición a estas imágenes
en las redes aumentaba la insatisfacción corporal y reducía
la autoestima. Además, se observó que aquellas con baja
autoestima inicial eran más susceptibles a estos efectos, lo
que sugiere que la autoestima juega un papel crucial en la
vulnerabilidad a la influencia mediática relacionada con la
anorexia.
Los
resultados de la investigación al preguntar si "los
anuncios de las redes sociales son una fuente importante de
información sobre moda y ser atractivo"
arrojaron que el 24% de las participantes mujeres considera que las
redes sociales le proporcionan dicha información,
asociando validación personal con las redes sociales. Por otra
parte
y con una notoria diferencia, el 7,8% de los participantes varones
mostró que las redes le proporcionan dicha información.
Así mismo, Eizaguirre y Málaga (2007) mencionan que los
trastornos de la conducta alimentaria son alteraciones
multideterminadas, es decir, que comprenden niveles biológicos,
psicológicos y sociales que actúan de forma
determinante en su aparición y sustento. De este modo y
sumando a lo anterior, los medios de comunicación, la
publicidad y las plataformas de redes sociales a menudo promueven
imágenes corporales poco realistas y perjudiciales, lo que
puede contribuir a la insatisfacción corporal y al deseo de
lograr la 'perfección', de acuerdo a lo mencionado
por Torresani (2003).
De
igual modo, Lucciarini et al. (2021), analizó la posible
relación entre el uso de redes sociales y el desarrollo de la
anorexia en adolescentes de 10 a 19 años mediante un enfoque
sistémico y cognitivo conductual, y, en la misma línea,
Andsager (2014) analizó cómo el uso de Instagram afecta
la comparación social y la insatisfacción corporal en
adolescentes. Dichos resultados concuerdan con los analizados en el
presente trabajo, ya que se concluye que los cambios corporales en el
adolescente, así como la necesidad de validación de su
identidad por parte de su entorno, lo sitúan en una situación
de vulnerabilidad y que la exposición a imágenes de
cuerpos idealizados en Instagram contribuye significativamente a la
insatisfacción con el propio cuerpo y a la adopción de
actitudes alimentarias restrictivas. Entonces se puede inferir que,
si bien las redes sociales pueden ser un factor para esa validación
positiva, podrían constituir un factor de riesgo
desencadenante de un TCA, particularmente la Anorexia.
Como
primera aproximación a la primer hipótesis de trabajo,
puede destacarse que la no aceptación del propio cuerpo está
íntimamente ligada a la influencia sociocultural que
exigecumplir con determinado estándar de belleza impuestos de
forma implícita y es sustentada en la actualidad mendiante las
redes sociales.
Al
consultarle a los encuestados, en relación con la
insatisfacción corporal mencionada anteriormente, las
respuestas a la pregunta "¿En
qué medida tu peso te ha hecho sentir insatisfacción?",
los
resultados arrojaron que el 23,4% de las participantes mujeres
respondieron que su peso -leve, moderada y totalmente- les ha hecho
sentir insatisfacción; en cambio los participantes hombres
respondieron el 7,8% que leve, moderada y totalmente su peso los ha
hecho sentir insatisfechos.
Ahora bien, la autoimagen es la
percepción subjetiva que una persona tiene de su propio
cuerpo. Las redes sociales influyen en la construcción de esta
autoimagen de manera significativa. La exposición constante a
imágenes de cuerpos 'ideales' y estereotipados puede
llevar a una desviación de la percepción realista del
propio cuerpo. La obsesión por alcanzar los estándares
de belleza inalcanzables presentados en línea puede fomentar
sentimientos de inferioridad y autoestima disminuida, según
expresan Moreno y Ortiz (2009, citado en Ortega Navas et al., 2023).
Fardouly y Vartanian (2015) examinan cómo ciertos
factores de riesgo individuales, como la insatisfacción
corporal previa, interactúan con el uso de redes sociales para
predecir la insatisfacción posterior. De forma tal que al
comparar los resultados de dicha pesquisa con el de esta
investigación se encontró una fuerte concordancia en el
hecho de que aquellas personas con niveles más altos de
insatisfacción previa eran más propensas a experimentar
una mayor insatisfacción después de interactuar con
imágenes corporales ideales en las redes sociales.
En
base a lo planteado hasta aquí se puede inferir que las redes
sociales pueden tener un impacto significativo en la percepción
de la imagen corporal, los comportamientos alimentarios y la salud
mental de las usuarias que consumen el contenido que estas brindan.
Eizaguirre y Málaga (2007) mencionan que puede presentarse un
incremento en la modificación de la personalidad, distorsión
en la percepción de la imagen corporal, baja autoestima y
conductas alimentarias disfuncionales. Así
mismo, Stice y Shaw (2002), en un estudio seminal, investigaron la
relación bidireccional entre la insatisfacción corporal
y la Anorexia. Entonces de acuerdo con los resultados de dichos
autores, al analizar ambas muestras se descubrió que, en ambas
pesquisas la insatisfacción corporal predecía el
desarrollo posterior de síntomas anoréxicos, y a su
vez, los síntomas anoréxicos exacerbaron la
insatisfacción corporal, destacando así como la baja
autoestima relacionada con la imagen corporal podría ser un
factor de riesgo para el desarrollo de la Anorexia.
De
este modo se les consultó a los participantes si su peso ha
tenido una gran influencia al momento de valorarse a sí mismo
y los resultados arrojaron que, para el 21% de las mujeres, de modo
leve, moderado o en su totalidad su peso ha sido motivo de valoración
personal; en cambio para los hombres, también de forma leve,
moderada o en su totalidad, un 7,2% dijo que su peso ha inferido en
su valoración personal.
Según
Escursell (2017) todas las sociedades crean ideales de belleza que
señalan la meta a alcanzar y que ejercen su exigencia en la
belleza femenina, influyendo en la en la percepción de la
imagen corporal asociada a la adhesión de los ideales y
valores culturales.
De
forma similar, Vohs y Heatherton (2000) exploraron la relación
entre la regulación de la autoestima y los trastornos
alimentarios y descubrieron que las personas con baja autoestima
estaban más inclinadas a adoptar comportamientos restrictivos
y obsesivos en relación con la alimentación como una
forma de aumentar su autoestima. Estos resultados coinciden con los
analizados aquí, ya que la anorexia podría surgir como
un intento de controlar la autoestima a través del control del
peso y la apariencia.
Haciendo
referencia a la insatisfacción corporal se les ha consultado a
los participantes encuestados "¿En
qué medida tu peso te ha hecho sentir insatisfacción?".
El 35,2% de las participantes mujeres dijo que siempre, muy a menudo
y a veces su peso les ha hecho sentir insatisfechas; mientras que el
7,8% de los hombres respondió que muy a menudo o a veces se
han sentido insatisfechos con su peso. Se entiende así a la
insatisfacción corporal como un constructo complejo que
abarca percepciones, pensamientos, sentimientos y comportamientos con
respecto al propio cuerpo (Cash y Pruzinsky, 1990).
La
presente invesitgación coincide con el estudio de Stice et al.
(2011), centrada en el papel de la insatisfacción corporal y
la autoestima para la predicción del desarrollo de la bulimia
nerviosa, concordante con la falta de valor personal y baja
autoestima.
En
conjunto, estas investigaciones avalan las hipótesis
planteadas anteriormente, que buscan poner en evidencia cómo
los estímulos visuales de diferentes plataformas digitales y/o
redes sociales pueden potenciar la aparición de trastornos
alimenticiosEs importante comprender cómo el uso de las redes
sociales puede influir en la percepción de la imagen corporal,
los comportamientos alimentarios y la salud mental en general,
especialmente entre los adolescentes y adultos jóvenes. La
relación entre la bulimia y las redes sociales es un tema
complejo y en constante evolución, y se requiere una
investigación continua para comprender plenamente sus
implicaciones y desarrollar estrategias efectivas de prevención
y apoyo.
La
presente investigación pretendió indagar acerca de la
influencia que tienen los medios socioculturales y la cultura de la
delgadez en el desarrollo de los trastornos alimenticios como la
Bulimia y la Anorexia, como así también sobre la
construcción de la imagen corporal y sobre la insatisfacción
corporal. Se buscó conocer las diferentes formas en las que la
influencia sociocultural favorece la aparición de la
insatisfacción corporal, y determina el posible desarrollo de
la Bulimia y la Anorexia.
A
nivel social, esta investigación pretende colaborar con la
visibilización de la problemática de la influencia
sociocultural y la cultura de la delgadez y sus consecuencias tanto
en la imagen corporal como en el padecimiento de insatisfacción
corporal de los individuos expuestos a ella, ofreciendo información
que pueda ayudar a conocer más sobre el fenómeno en
cuestión, buscando aportar datos que ayuden a mejorar la
calidad de vida de las personas. A nivel clínico psicológico,
este trabajo intentó mostrar las consecuencias psicológicas
que genera la influencia sociocultural y la cultura de la delgadez
sobre la imagen corporal, la insatisfacción corporal y los
trastornos de la conducta alimentaria.
Los
resultados de esta investigación demostraron la necesidad de
continuar el estudio problemática, especialmente a lo que hace
a las consecuencias tanto psicológicas como físicas que
genera la influencia sociocultural y la cultura de la delgadez y su
relación con el surgimiento de trastornos de la conducta
alimentaria, con el objetivo de lograr predecir y prevenir. Por lo
expuesto, se sugiere que la la influencia sociocultural, la cultura
de la delgadez y la incidencia de las redes sociales puedan abordarse
como fenómenos sinérgicos, dada su aparición y
permanencia en la franja etaria adolescente.
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