La
psicología positiva tiene 20 años de desarrollo. Su
vastedad e inclusión de temáticas varias, así
como su constante y creciente avance convierte a este cuerpo
científico en una tarea como mínimo, difícil de
aprehender. Este capítulo se propone entregar algunos
conceptos centrales que faciliten su incorporación en la
práctica clínica, así como también tener
presente la dificultad que conlleva su implementación. Incluir
la psicología positiva en la clínica o en la vida
cotidiana es una tarea compleja: no significa tener un pensamiento
positivo ni repetir autoafirmaciones positivas, no implica un humor
elevado permanente ni evitar el conflicto y la negatividad. Integrar
la psicología positiva implica incluir la búsqueda del
bienestar de un modo sistemático y consciente, guiando la
atención hacia los elementos de la experiencia y los procesos
de funcionamiento cognitivo que favorecen dicho bienestar. ¿Para
qué introducir la psicología positiva en nuestra
práctica? Dos respuestas posibles y complementarias: 1) para
encontrar "aquello que nos salve" y 2) para transformar
poco a poco nuestras comunidades con el fin de vivir más
cooperativa, solidaria y empáticamente.
Se
intentarán dilucidar un par de cuestiones:
¿Qué
tenemos que saber sí o sí acerca de la psicología
positiva?
¿Posee
el cuerpo científico de la psicología positiva
elementos para enriquecer nuestra práctica? Si así
fuere, ¿cómo incorporarlo?
...El alma abrió
una mano para que todo
[quepa,
la
alegría, los miedos del deseo,
lo
que será, lo siempre, lo nunca.
Juan Gelman
Este
capítulo, no intenta ser un compendio o resumen de psicología
positiva, básicamente porque la diversidad de temáticas
lo impide. Más importante aún es que sería una
tarea estéril e incompleta. Por tanto, dejo al profesional
interesado la investigación profunda sobre la psicología
positiva, y me dedicaré a lo que llamo "los cielos"
que este cuerpo científico puede ofrecernos para la práctica
psicoterapéutica.
Antes
de comenzar con lo que sí o sí tenemos que saber para
ingresar a dichos "cielos" se hará una breve
introducción.
Las
intervenciones tradicionales se han ocupado históricamente de
"solucionar o mejorar" aquello que funcionaba mal,
focalizan en la disminución del sufrimiento (fundamental
tarea). En cambio, las intervenciones encuadradas dentro de la
psicología positiva, se dedican o integran sistemáticamente
dentro de sus modelos teóricos, intervenciones tendientes a
optimizar aquello que funciona bien en las personas, y en las
instituciones.
La
psicología positiva describe rutas de acceso
al bienestar
validadas empíricamente. Sus conceptos podrían ser
utilizados y pensados como luces que permitirían a las
personas y sus contextos escapar de pequeñas peceras,
laberintos, y mandatos tradicionales acerca de lo que es "esperable
hacer". En palabras de Barry Schwartz (2004),
la
sobreoferta
en el mundo globalizado actual nos invita con multiplicidad de
opciones, con relatividad moral y con supuesta libertad de elección
(cada vez más sabemos cuán manipulados estamos por la
poca privacidad a la que nos somete la tecnología y la big
data) a padecer los efectos de la insatisfacción, de la
ansiedad por tamaña incertidumbre y de la parálisis.
La
psicología positiva ofrece un cuerpo científico que
enseña qué es "valioso y vale la pena" para
recuperarnos, "salvarnos" y generar comunidades más
empáticas y solidarias (Kelmanowicz, 2015).
La
psicología positiva es la ciencia que se dedica a entender los
aspectos que generan bienestar. Es el estudio
científico acerca de cómo la gente detecta, utiliza y
optimiza sus fortalezas en pos del bienestar.
Tal Ben Shahar (2016) lo expresa muy coloquialmente, "la
ciencia de la felicidad no te hace más feliz, no ahuyenta el
dolor, lo que hace es fortalecer el sistema inmune psicológico.
Esto significa que si la aplicaras, podrías enfermarte menos,
te recuperarías más rápidamente, te volverías
más resiliente". Albert Camus (1954) condensa más
poéticamente un principio básico de los avances
recientes de la psicología positiva de la Segunda Ola, en
donde lo positivo y lo negativo aparecen como conceptos entrelazados
y no diametralmente opuestos, y el bienestar como un constructo más
dialéctico. "En las profundidades del invierno
finalmente aprendí que en mi interior habitaba un verano
invencible".
Felicidad
e infelicidad no pertenecen a un mismo continuum. Los mecanismos que
llevan a uno u otro polo están relacionados, pero no
son idénticos.
No son simplemente uno el contrario del otro. Es
crucial prestar atención a ambos procesos:
Cultivar lo positivo y Disminuir lo negativo.
Según
la International Positive Psychology Association la psicología
positiva es el estudio científico de lo que permite prosperar
a los individuos y las comunidades. Su objetivo es impulsar un cambio
que permita equilibrar la balanza y fomentar la investigación
y el desarrollo de lo positivo en el ser humano. Heredera de muchas
corrientes de investigación previas, su plus radica en haber
unificado e impulsado (a partir de la elección de Martin
Seligman, en 1998, y su discurso inaugural como presidente de la
APA, [Seligman, 1999]) lo que habían sido desarrollos teóricos
y de investigación aislados, muy valiosos, pero desconectados
entre sí. La Psicología Positiva intenta explicar
cómo se aprenden, mantienen y desarrollan las fortalezas,
habilidades y estilos de vida positiva (Costa
y López, 2008), y cuáles son las condiciones y procesos
que llevan a estados subjetivos, sociales y culturales que
caracterizan una vida plena, haciendo hincapié en la
rigurosidad del método científico (Lindley, Joseph,
Harrington y Wood, 2006, citado en Castro Solano, pag. 19).
Diferentes estudios han encontrado que cultivar fortalezas de
carácter se encuentra asociado con mejor rendimiento
académico, mayor resiliencia, optimismo, mejor calidad de vida
y altos niveles de bienestar entre otros (Park, Peterson y Seligman,
2006).
Podríamos
sostener que la Psicología Positiva se propone promover el
diseño de "contextos favorecedores" de
afectividad positiva que permitan construir en el presente y en el
futuro comportamientos activos hacia la búsqueda del
bienestar. ¿A qué nos referimos con afectividad
positiva? Sin lugar a dudas, a una percepción de bienestar o
satisfacción con la vida. El bienestar implica tres
componentes, 1) un juicio cognitivo positivo sobre la vida o
satisfacción vital, 2)
un
balance del afecto positivo frente al negativo que implique una
vivencia de felicidad y
3) atributos
de buen desarrollo y ajuste al medio. Pero la apreciación del
bienestar tiene su complejidad. En general, en la cotidianidad, nos
es complicado discernir las causas del bienestar estable de fondo,
nuestro sistema cognitivo se centra más en detectar los picos
de emocionalidad positiva, que son bastante más transitorios.
A la hora de evaluar el bienestar, es la frecuencia de emociones
positivas por sobre las negativas lo que marca la diferencia, dado
que aquellas personas que experimentan intensamente la emocionalidad
negativa, también lo hacen con la positiva. Es la alta
frecuencia de experiencias positivas y no la intensidad, la
responsable del bienestar percibido, tanto para sentirnos satisfechos
como abatidos (Castro Solano, 2010). La manera en que percibimos el
bienestar y el malestar es más complejo aún, ya que
también está sesgado por nuestra percepción.
Kahneman (2012) señala en su peak- end theory que las
personas juzgamos las situaciones en base a nuestra atención
selectiva a la última
sensación y a algún pico de intensidad vivido en algún
momento de la experiencia. Esto es, percibimos el evento con este
sesgo y no valoramos la experiencia en su totalidad. Y con este
recuerdo, emitimos nuestros juicios valorativos en la mayoría
de las situaciones recordadas. Nuestra atención es
determinante para nuestro estado emocional. En general prestamos
atención a momentos seleccionados y olvidamos lo que sucede en
otros. A este error cognitivo se le llama "ilusión de
focalización". En efecto, el estado emocional se debe
generalmente, a lo que atendemos, y normalmente es la actividad del
momento y el entorno inmediato (Kahneman, 2012).
Cabe
entonces la pregunta, ¿es posible generar contextos en dónde
se pueda guiar la atención hacia los aspectos luminosos de la
experiencia? ¿Cuáles son algunas de las variables que
comparten características que nos lleven a funcionamientos
cognitivos que subrayen lo positivo?
¿Cómo llevar la
atención
para que sea selectiva
a los elementos positivos de la situación? ¿Cómo
intervenir para que la memoria sea más proclive a la
evocación de experiencias positiva? ¿Cómo guiar
mecanismos para que el pensamiento se incline a la resolución
de problemas, al trazado de metas y objetivos claros, a
procedimientos cognitivos y creencias metacognitivas positivas? ¿Cómo
ayudar a instalar autodiálogos efectivos o un estilo
explicativo optimista?
¿Nuestras
intervenciones psicoterapéuticas pueden guiar hacia allí
a nuestros consultantes? ¿Son parecidos los mecanismos si lo
intentamos con niños, jóvenes o adultos? La respuesta
es fuertemente positiva, podemos diseñar intervenciones que
ayuden a guiar la atención hacia los elementos positivos de la
experiencia y claramente no
es igual en niños, adolescentes y adultos. Si tomamos la
frase
de Frederick Douglas
"es
más fácil construir niños fuertes que reparar
hombres rotos", podemos afirmar que las posibilidades para
sembrar intervenciones que incluyan mecanismos de autocuidado, la
construcción de "aquello que nos salva", y la
mirada hacia un encuentro más solidario y compasivo es no sólo
una prioridad, sino que podría ser más sencillo en lo
que respecta a los niños. Las políticas educativas y
las pautas de crianza debieran diseñarse con la consciencia
de innovar en sus prácticas para generar este objetivo. Los
adultos tenemos la responsabilidad
y
la oportunidad
de generar en los niños/jóvenes una actitud activa
hacia la búsqueda del bienestar individual y con su entorno.
Es
posible intervenir para generar emociones positivas en niños.
Como ejemplo, la investigación que se llevó a cabo con
Grupo Awe en dónde la
estimulación de emociones positivas de optimismo y gratitud
redujo la presencia de relaciones interpersonales negativas en niños
de 9 años en un 41% (Czar et al., 2017, Lozada et al., 2017).
Qué
debemos saber
entonces como un pre-requisito para poder intervenir en pos de estos
mecanismos positivos de funcionamiento superior cognitivo? Tres
cuestiones fundamentales: 1) cuáles son los factores que
inciden en la experimentación de la felicidad, 2) PERMA o las
rutas de acceso al bienestar, 3) la dificultad
para cambiar, aprender y mantener hábitos
positivos.
Se
desarrollará brevemente cada uno de estas cuestiones básicas:
1)
En primer lugar, cuáles son los factores que intervienen a la
hora de evaluar cómo las personas experimentamos la felicidad.
Las investigaciones de Sonjya Lyubomirsky (2008) recorrieron el
mundo explicando sus tan aclamados estudios con 225.000 personas
acerca de este tema. Sostiene
que el rango en que experimentamos felicidad es en un 50%
hereditario, sólo el 10% está definido por las
circunstancias que atravesamos (si las necesidades básicas
están cubiertas) y se enumeran situaciones como el estado
civil, el nivel socioeconómico, entre otras. Y el 40%
restante, generará más o menos bienestar en función
de lo
que hagamos y pensemos
en forma intencional
para producirnos mejores estados de ánimo, o mayor bienestar.
¿Es sencillo desplegar ese 40%? Dependerá de los
genes, del temperamento, del carácter, la vitalidad, la
sociabilidad, la regulación emocional, entre otras cosas.
Estos rasgos, junto con nuestro modo de percibir las circunstancias
vitales influyen también. Hay circunstancias muy dolorosas que
influirán grandemente y temporalmente (a veces no tan
temporalmente) en nuestra percepción. Pero claramente, se han
investigado determinadas actitudes que pueden enseñarse,
aprenderse y entrenarse y que harían más sencillo el
despliegue de ese 40% descripto por Lyubomirsky. Se puede afirmar,
que no depende sólo de la voluntad individual, aunque esta sea
una condición necesaria, más necesaria aún, si
el 50% hereditario no acompaña. La adversidad aparece en cada
consulta psicoterapéutica y en la vida, la idea es diseñar
intervenciones que incidan en nuestras actitudes para que no
permanezcamos presos de nuestro temperamento.
Lyubomirsky y su equipo (2017) se encuentra estudiando bajo qué
condiciones las estrategias para aumentar el bienestar resultan más
o menos eficaces, cuándo podrían tener un efecto
negativo, y cuál es el "dosaje" y variación
óptima para cada actividad (gratitud, actos de amabilidad,
actos dirigidos hacia nosotros o hacia otros, etc.). Hanson
(2013) propone estrategias para lograr que el bienestar sea cada vez
más incondicional y no dependiente de situaciones externas.
2)
Para lograr en cierto modo esta "independencia de campo",
es necesario conocer cuáles serían las rutas descriptas
por Seligman (2011) para el acceso al bienestar y dedicarse a
transitarlas de alguna manera. La experimentación consciente,
activa, con esfuerzo, y dedicación (Lyubomirsky, 2008) de
estas rutas podría servir para aumentar la actitud
intencional, aún a sabiendas de lo difícil que es
hacerlo con la sistematicidad que se requiere. Las rutas descriptas
por Seligman y condensadas en el acrónimo PERMA se refieren a
cinco posibilidades para experimentar mayor calidad de vida.
Son
las emociones positivas (P. Positive Emotions), el flow o experiencia
óptima (E. Engagement), las relaciones auténticas y
saludables (R. Relationships), el sentido del propósito o
significado en la vida (M. Meaning), y los logros (A.
Accomplishment).
Ninguno
de estos cinco caminos define por sí solo el bienestar, pero
cada uno de ellos contribuye a alcanzarlo.
Numerosas
investigaciones describen los beneficios de experimentar emociones y
relaciones positivas, de vivir con sentido del propósito, de
comprometernos en lo que hacemos y de lograr lo que nos proponemos
(Seligman, 2011). Se describirá brevemente cada una de estas
cinco rutas:
Las
EMOCIONES
POSITIVAS
son 10 según Fredrickson: diversión,
gratitud, alegría, entusiasmo, esperanza, serenidad, orgullo,
inspiración, asombro, y el amor que nuclea a todas y que es
concebido como resonancia positiva, compartir positividad.
(Fredrickson, 2013). La autora sostiene que las personas encarnan
las emociones que sienten y que las emociones positivas cambian la
manera en que nos movemos en el espacio y pueden además, crear
fisiología diferente en el cuerpo (Fredrickson, 2017).
Describió lo que ha llamado la teoría de la ampliación
y la construcción, en la que distingue los efectos que la
experimentación frecuente de emociones positivas genera en las
personas. En cuanto al efecto de la ampliación, aumentan
el foco de atención y pensamiento,
permiten
ampliar las conexiones asociativas y nos ayudan a limitar los
prejuicios. Con respecto al efecto de construcción, ayudan a
descubrir y desarrollar Recursos Personales:
a)
Cognitivos
(saborear, optimismo, atención plena), b) Psicológicos
(tranquilidad, resiliencia, aumento de percepción de dominio
sobre desafíos del ambiente) (Tugade, Fredrickson y Barret,
2004), c) Sociales
(habilidad
de dar y recibir soporte emocional, relaciones más cercanas e
íntimas), d) Físicos
(barrera
contra el resfrío y enfermedades). Fredrickson sostiene
también, que las emociones positivas pueden "deshacer"
los efectos fisiológicos que generan las emociones negativas
(Fredrickson, 2009) y advierte
acerca del mecanismo de "adaptación hedónica",
esto es, la rápida habituación que nos generan estas
emociones. En palabras de Hanson (2013), las emociones negativas se
nos quedan pegadas como velcro, y las positivas resbalan como si
fuésemos de teflón. Esta adaptación hedónica
que como humanos generamos, es la responsable de que nos cueste
identificarlas y demos por "garantizadas" situaciones que
debiéramos atender y valorar más.
Czikszentmihalyi
(2000) describe el FLOW
como aquellas experiencias en las cuales 1) las personas se
encuentran inmersas con concentración
focalizada e intensa. 2) Se genera el fenómeno de pérdida
del yo como actor social. 3) El reto externo es elevado y al mismo
tiempo fluye el control de las acciones presentes y futuras
(inmediatas).
Existe
en el estado de flow un equilibrio entre la acción y el
conocimiento que implica que el nivel de habilidades es el óptimo
para la complejidad de la tarea. Este equilibrio es frágil, si
el desafío comienza a exceder las habilidades generará
vigilancia y luego ansiedad y si las habilidades exceden la
complejidad de la tarea se experimentará relajación que
culminará en aburrimiento. Cuando el equilibrio es óptimo
aparece distorsión del tiempo (el tiempo pasa "volando")
y motivación por el proceso (intrínseca). La
experiencia óptima puede aparecer en variadas actividades
cotidianas como el trabajo, el estudio, el ocio, el deporte, la
religión, y en conversaciones. Tienen que darse determinadas
condiciones para su aparición: el reto de la tarea tiene que
requerir de la persona concentración, dedicación y
generar satisfacción
por el uso de las competencias personales (aspecto cognitivo), así
como variables emocionales y motivacionales que variarán
dependiendo del ámbito de aplicación, de la importancia
de las metas para el sujeto y del deseo que genera en el corto plazo
esa actividad. Algunos consideran a la experiencia de flow como la
"brújula psicológica" de los sujetos a lo
largo de sus vidas (Delle Fave, Massimini, 2009)
¿Qué
características deben poseer las
RELACIONES
que nos permitan acceder al bienestar? Los estudios revelan que las
relaciones personales ocupan un lugar fundamental en la percepción
de felicidad. Seligman (2003) colocaba a las relaciones
interpersonales positivas como el cuarto pilar de la psicología
positiva en su primera teoría sobre la felicidad. El beneficio
del contacto frecuente con personas con las cuales nos sentimos
cómodos, libres, que valoramos y nos valoran, con las cuales
se desarrolla un sentimiento de pertenencia es prioritario en una
"buena vida". Las características centrales de
estas relaciones se expresan en un apego
saludable y un sentido de confianza y autenticidad. Son relaciones
que aumentan la satisfacción de las necesidades básicas
emocionales, incluyen la capacidad para resolver problemas y para
reparar malos entendidos y dolores. Nos
permiten o estimulan nuestra evolución y nuestros logros
satisfactorios, y empujan a una buena relación con nosotros
mismos y a una sana autoestima (conocerse, aceptarse y valorarse).
Fundamentalmente y a pesar de contener momentos de desazón,
las relaciones positivas nos llevan a vínculos orientados a la
alegría, la armonía y la prosperidad, minimizando el
miedo, el conflicto y la escasez. Cristopher Peterson (2006) acuñó
la frase "otras personas importan" ("other people
matter") para enmarcar la importancia que las relaciones
tienen para la psicología positiva. Carol Gilligan (1982)
desarrolla la idea de que lo moral es cuidar al otro. "Pobre es
el que no tiene comunidad" subrayan los indios Aymara.
¿Qué
le da sentido a nuestra vida? El SIGNFICADO
EN LA VIDA
se refiere al sentimiento que la gente tiene acerca de que sus
experiencias tienen sentido e importan. Peterson y Seligman (2004)
afirman que para promover una vida con sentido, trascendente se deben
identificar fortalezas y virtudes y utilizarlas para pertenecer y
servir a algo que es más "grande" que uno mismo.
El asombro, la sorpresa, la esperanza, el optimismo, la capacidad
lúdica, la apreciación de la belleza y la excelencia,
así como la gratitud se hallan vinculados con el significado
en la vida. En general, las personas perciben significado en sus
vidas cuando se sienten conectados con algo superior, y parte de
proyectos y actividades que aporten algo a los demás. El
contacto con la naturaleza, la espiritualidad, la religión, la
familia, las artes, las actividades prosociales en las que "hacer
el bien nos hace bien" son algunas actividades que generan
sentido del propósito. (AWENTURA.
App para desarrollar empatía y comportamiento prosocial, ver
awentura.net)
Tener
sentido del propósito se relaciona con mayor bienestar, mayor
satisfacción con la vida, menor sentimiento de depresión
y ansiedad y mayor satisfacción en el trabajo. Hay evidencia
que sostiene que un buen porcentaje de las diferencias en como las
personas experimentan el significado en la vida es debido a causas
genéticas aunque otros estudios señalan que las
actividades que emprendemos en forma cotidiana influyen también
en esta percepción (Steger, 2017).
En
los últimos años se profundizó el estudio sobre
el sentido en la vida, Steger (2017) sostiene que la mayoría
de las personas lo tiene, y que existen diferentes tipos de
significado: 1)
Big: la certeza que pertenecemos al universo, a un TODO, 2) Medium:
se relaciona con el dominio de nuestra propia vida. Está
emparentado con el valor que le damos a ciertas cosas, con la
coherencia para entendernos y sostener nuestros objetivos que se
convierten en nuestro propósito, 3) Little: nivel de dominio
relacionado en general, con el lugar de trabajo, 4) Fluid:
relacionado con la construcción de significado en el
crecimiento post traumático.
¿A
qué se refiere Seligman (2011) cuando habla de LOGROS?
Claramente, a concretar lo que nos proponemos, a cierta libertad y
autonomía para llevar a la realidad nuestros objetivos. El
bienestar desde esta ruta se relaciona con la esperanza y la
sensación de control (autoeficacia), esto es la transformación
de la primera en un plan de acción para achicar el gap entre
intención y acción. Dado que las intenciones son
inestables, es preciso diseñar planes concretos. Los conceptos
de autoeficacia y esperanza estrechamente vinculados al optimismo y
la confianza, muestran de qué modo es plausible achicar esa
brecha,
perseverando ante la aparición de obstáculos y
manteniéndose en el camino diseñado.
La
autoeficacia es la
capacidad para orquestar destrezas y desafiar y transformar los
sucesos (Bandura,
1982). La autoeficacia
no
es una habilidad percibida. Es lo que considero que puedo hacer con
mis habilidades en ciertas condiciones. Es producción de
resultados (Maddux, 2002, citado en Nakamura
y Csikszentmihalyi, 2005). La esperanza (fortaleza
de carácter que nos ayuda a planear el futuro) es
la guía. Aunque
algunos crean que es simple ilusión, las investigaciones
muestran que está íntimamente relacionada con la
claridad del camino a seguir para conseguir una meta (Snyder, 2000).
Crece cuando sé cómo hacer lo que imaginé.
El primer componente de la esperanza es pensar en el futuro. Aquí
entran sueños e ilusiones, fundamentales para crear el estado
interno que guie hacia la acción. El paso para convertir
los sueños en metas precisas es central, y para ello, se
necesita claridad, compromiso, motivación y
persistencia. Snyder (2000) desarrolló una teoría
psicológica en la que explica a la esperanza como expectativas
claras dirigidas a metas.
¿Qué se pone en
juego cuando aparece la esperanza? a) La agencia personal (capacidad
para lograr lo imaginado, autonomía, percepción de
autoeficacia). La persona tiene la determinación y la creencia
que los eventos deseados son más probables si realiza acciones
específicas. b) Los caminos (pathways), descriptos por Snyder
como la creencia que pueden generarse estrategias y planes
exitosos para lograr las metas. Existe una relación directa
entre la claridad del plan (evaluación contextual e influencia
personal posible) y la autoeficacia.
3)
¿Qué más debemos saber sí o sí?
Que para tener mayor bienestar el camino es arduo y complejo.
La
dificultad para cambiar, adquirir, aprender, mantener hábitos
e incorporar nuevas rutinas es grande.
Es posible, pero como se decía en un comienzo, es
imprescindible el trabajo decidido, sistemático, frecuente y
consciente con respecto a lo que se desea incorporar o modificar. No
es fácil "ser feliz".
Davidson
(Davidson y Begley, 2012) afirma
que el cerebro es adaptable, cambia en respuesta a la experiencia,
cambia en respuesta a nuestras acciones. Enfatiza en la posibilidad
y responsabilidad para rediseñar el cerebro, esto es para
cambiar su estructura y funcionamiento de manera significativa.
Sostiene que los condicionantes biológicos gozan de gran
plasticidad. A través de la actividad mental (pensamientos e
intenciones) se puede modificar en forma intencional el cerebro,
¿cómo? fortaleciendo o debilitando conexiones entre
diferentes zonas cerebrales e incrementando o reduciendo la actividad
en circuitos específicos. Sostiene que las intervenciones
comportamentales y psicológicas son biológicas, y
pueden generar más cambios en el cerebro que el que generan
los fármacos.
Hanson
(2013) plantea a su vez, que podemos dirigir la instalación de
rasgos neuronales activando estados emocionales específicos,
utiliza la idea de neuroplasticidad dirigida, de neuroplasticidad
dependiente de la experiencia, y sostiene que lo que se experimenta
importa por: 1) lo que se vive en el momento y 2) por el rastro
duradero que cada experiencia deja en el cerebro. "El cerebro
adopta la forma de aquello en lo que reposa" (pag.30). El
cerebro se formatea con las rutinas mentales. Las sinapsis activas se
hacen más sensibles con lo que se repite (experiencias,
pensamientos, sentimientos). Hanson (p.p. 31) afirma "tu
atención es foco y aspiradora"
Barbara
Fredrickson (2017) investiga cómo se producen los cambios en
el estilo de vida para aumentar el bienestar y la salud de modo
perdurable. Y sostiene que no es a través de la voluntad y el
esfuerzo cognitivo, debido a que estos pueden perderse a lo largo del
día. Sostiene que la perdurabilidad para la adquisición
de hábitos está más ligada a la irrupción
de pensamientos automáticos positivos con respecto a la
actividad que se desea incorporar. Las
personas o situaciones placenteras permanecen más tiempo en
nuestra percepción, sobresalen del contexto, generan una
especie de magnetismo perceptual y te invitan a re-experimentar esa
situación. En cada encuentro se suceden una serie de
mecanismos en niveles no conscientes que generarán aprendizaje
a largo plazo. No se trata únicamente de conducta deliberada.
Sucede. Lo que se disfruta y apasiona, capta, toma la atención
y genera pensamientos espontáneos positivos. Es por esto, que
se hace imprescindible en psicoterapia, guiar a los consultantes en
la búsqueda de hábitos que sintonicen con sus valores y
maneras naturales de disfrutar. Lo realmente importante es la
adherencia a lo que nos proponemos, el ingrediente activo y central
para que se mantenga una nueva conducta es la experimentación
de emociones positivas. A mayor emoción positiva mayor
adherencia a la conducta elegida. El circuito que permite comenzar
algo no es el mismo que permite mantenerlo. Tal Ben Shahar (2010)
afirma que si se desea mantener un cambio en el tiempo es aconsejable
diseñarlo con rutinas y rituales.
Sostiene
que construir rituales requiere definir comportamientos precisos y
realizarlos en momentos específicos, y esto facilita la acción
y el mantenimiento de la nueva conducta.
La
psicología positiva es vasta y se ocupa como se enunciara
anteriormente, de una variedad de temas. Este capítulo se
propuso hasta aquí, describir someramente un esquema básico
para comprender conceptos centrales con el fin de ofrecer una
propuesta a tener en cuenta a la hora de diseñar un abordaje
general en la práctica clínica.{ver figura 1}
¿Cuáles
son los elementos que pueden servir para el diseño de
intervenciones positivas? ¿Cuáles son esos "cielos"
que la psicología positiva le ofrece a la práctica
para rediseñar la experiencia psicoterapéutica?
Básicamente,
un esquema de abordaje de la realidad (que se integra a otros modelos
para intervenir en la resolución de los problemas) que utiliza
vocabulario y conocimiento empíricamente validado asociado al
bienestar, por tanto, incorpora información y condiciones que
iluminan un modo de aprehender las cuestiones humanas y moverse en
el mundo. Un abordaje que fundamentalmente apunta a la construcción
y adherencia a hábitos positivos. Hábitos que
estimulen la aparición de un funcionamiento cognitivo en el
que la atención se fije en elementos positivos de las
situaciones vividas. La atención es el primer paso para que se
desencadenen otros mecanismos cognitivos positivos (memoria,
autodiálogos, autoevaluación). Los procesos
atencionales forman las experiencias personales. Aquello en lo que me
detengo moldea mi mente (Csikszentmihaly, 1998, Hanson, 2013).
Entonces,
¿cómo crear un diseño de experiencia
psicoterapéutica en la cual los consultantes encuentren y
construyan "aquello que los salva"?
Los
"cielos" o "el aquello que salva" tiene dos
características: la de proveer una experiencia interna e
individual de recuperación, de pausa, y la conexión
con otros. Se trata de encontrar la congruencia entre la
construcción individual de hábitos reparadores y la
posterior mirada hacia el entorno.
¿Cómo
guiamos la atención para que aparezca "aquello que
salva"? Si bien el cuerpo científico de la psicología
positiva describe una gran cantidad de caminos para acceder a
experiencias con mayor bienestar, hay un elemento central que por sus
características, provee la potencialidad de "salvar".
Es el flow
o experiencia óptima. Tener claro cómo funcionan los
principios del flow reorienta una porción de la práctica
psicoterapéutica hacia la construcción de intereses y
fortalezas, hacia el crecimiento de habilidades, confianza y
motivación intrínseca. El objetivo es ayudar a los
consultantes a identificar e invertir su tiempo y atención en
actividades que "los salven" (deportes, artes en general,
innovación científica, conversaciones, prácticas
contemplativas, etc.). Estas actividades se caracterizan por la
satisfacción y el estímulo que genera el uso de
destrezas personales (autoeficacia). No se habla aquí de
tareas simples o repetitivas que raramente se asocian al flow. Sí
se tiene en cuenta que en el flow se ponen en juego componentes
cognitivos en general estables (concentración elevada y
control de la tarea), y componentes emocionales y motivacionales que
variarán de acuerdo al deseo que genere a corto plazo la
actividad y el valor que se de a las metas de largo plazo. Por
ejemplo, las actividades de ocio y las interacciones sociales
conjugan ambas características emocionales y motivacionales.
No suele suceder así en las actividades productivas en las que
se le daría importancia a las metas a largo plazo y no
necesariamente existiría tanto deseo en la tarea a corto plazo
(dependerá de la actividad). En estas experiencias
"salvadoras" la existencia de elementos positivos
asociados al estado de presencia y atención favorece el
esfuerzo de la práctica y la inversión de tiempo. Se
genera así un círculo virtuoso en el que la dedicación
invertida genera mayor habilidad y este incremento en la habilidad
empuja hacia mayores retos, mayor concentración focalizada e
incremento sostenido de la satisfacción. Poco a poco la
implicancia activa e intencional y el control de la tarea crece y la
experiencia se va complejizando y sofisticando. La persona se abstrae
del mundo, del reconocimiento exterior, y se sume en una experiencia
en la cual la satisfacción está dada por la manera en
que se ponen en juego sus fortalezas, por la atención en ese
proceso y por alejarse momentáneamente de los resultados
¿Cómo
guiamos a los consultantes hacia la construcción de
experiencias óptimas? ¿Cómo los ayudamos a
percibir oportunidades de "salvarse" en sus actividades
cotidianas? ¿Qué es necesario observar e incluir para
el diseño de una vida en donde las experiencias óptimas
sean un lugar de recuperación, reparación y estén
disponibles para fortalecer a las personas cuando vuelvan a salir al
entorno? ¿Qué debemos averiguar junto a nuestros
consultantes?
1)
La predisposición biológica y los talentos específicos
2)
Los factores de personalidad como ser extraversión o
introversión, apertura a la novedad, necesidad de autonomía
y vinculación, entusiasmo, vitalidad, proactividad
3)
La percepción de autoeficacia con respecto a destrezas
específicas personales
4)
Las interpretaciones personales acerca del valor de posibles
experiencias a elegir, tanto en el eje individual como en congruencia
con el valor que se les otorgue en el nivel social y comunitario.
(Delle Fave, Massi, Massimino. 2009)
5)
El análisis detallado de cada una
de estas variables permitirá identificar y construir en las
sesiones un abanico de experiencias "salvadoras" que
generen motivación intrínseca, pensamientos automáticos
positivos, y que puedan ser experimentadas sistemáticamente en
la vida cotidiana como un modo de construir una base segura y una
referencia a la cual acudir en momentos en que la persona lo
requiera. Es imprescindible dedicar preguntas y tiempo a buscar
experiencias óptimas pasadas, presentes o futuras. Se podrá
llegar antes o después, pero en general, se puede afirmar que
se encuentran o construyen a lo largo de la experiencia
psicoterapéutica. Hay que saber preguntar. Hay que saber
buscar. Hay que saber construir. Las experiencias de flow son la
clave para encontrar reparación y equilibrio.
Agradecimientos:
A la Lic. Laura Macias, y a la Dra. Florencia Roitstein
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