A
modo de introducción
Al
decir del Dr. H. Fernández Álvarez (2011) el
sufrimiento es una experiencia inherente al ser humano, sin embargo
no todo sufrimiento humano requiere de la intervención
psicoterapéutica. Tendríamos que estar frente a un
sufrimiento disruptivo, discordante con las expectativas de la
persona, interferente y con pocas herramientas para resolverlo.
Podemos
decir que las personas tenemos la posibilidad de obtener muy diversas
formas de intervención que alivien ese padecimiento, que puede
ser clínico psicoterapéutico, inclusive farmacológico,
religioso, político, comunitario, etc. etc.
Dado
que el origen del trabajo en psicología fue clínico,
(observación y tratamiento de los padecimientos individuales),
siempre se sostuvo sobre premisas subjetivas. El sufrimiento de las
personas y sus propias herramientas para aliviarlo, a veces eficaces,
otras veces no. A veces en soledad con su terapeuta, otras veces con
todo el grupo familiar o parte del mismo, o quizás con otros
grupos. Siempre en la búsqueda del alivio de su sufrimiento.
Diversos
marcos conceptuales entre los que el psicoanálisis tuvo un
fuerte impacto como modelo psicopatológico y que fue
gradualmente compartiendo con otros paradigmas, como es natural
frente a la complejidad y diversidad del ser humano mismo, fueron
investigando los factores que más frecuentemente dieron
origen al padecimiento humano en sus diferentes etapas de la vida.
De
esa manera la psicología incursionó gradualmente en
todo aquel escenario en el que la persona actúa: Factores de
riesgo social en la infancia y adolescencia, adicciones y consumo de
sustancias tóxicas, traumas masivos, el desempeño en
general, el rol social, etc. permitieron diseñar nuevos
modelos de aplicación, nuevos procedimientos (Fernández
Álvarez, 2011, p. 18).
El
modo de entender los comportamientos de los diferentes grupos
poblacionales ante situaciones sociales disruptivas, tiene más
que ver con los marcos culturales en los que se producen que con una
explicación causal procedente de teorías emanadas de
diferentes concepciones psicológicas.
De
tal manera desde este punto de vista, no es la teoría un
marco explicativo si no se construye a la luz de la diversidad de
comportamientos que las experiencias vividas producen.
La
psicología debe incursionar con una mirada dirigida hacia los
otros y no desde sí misma, intentando comprender,
compadecerse, empatizar y llevar esa mirada a las situaciones más
diversas.
De
las políticas públicas a la psicología
"La
carga cultural se hace sentir de manera muy intensa en el andamiaje
científico y al mismo tiempo los desarrollos científicos
se hacen sentir de una manera muy potente sobre la sociedad Y generan
sesgos y confusión sobre los supuestos hallazgos" (F.
Alvarez, 2011, p. 19).
En
ese sentido y bajo influencia de "modas teóricas o
científicas" el Estado percibe los problemas desde una
perspectiva impuesta por el pensamiento científico de "moda".
Esto
puede conducir a dar prioridades asistenciales o a determinados
procedimientos que influyen directamente sobre los presupuestos
asignados.
Si
la pobreza (económica) determina un concepto de clases
sociales y se la asocia con la delincuencia, se aumentarán los
presupuestos otorgados a la seguridad (seguridad ante el delito). Si
la escolarización se asocia a la disminución del
delito, se aumentarán los presupuestos en educación.
Podemos
decir, en base a la experiencia sociopolítica, que las
políticas públicas se van diseñando en función
de las percepciones y miradas de la sociedad misma y sobre todo desde
los sectores sociales de mayor influencia económica y no desde
una evaluación más profunda intentando entrar en los
factores del padecimiento social, analizarlos, diseñar modelos
explicativos y sobre esa base, modelos de intervención. Con
una mirada académica y científica, en la que la
psicología tiene tanto para decir (Puello Socarras, 2007).
Por
otra parte y en función de la necesidad de sostener el poder
político, las políticas públicas se van
diseñando con fines electorales sobre la base del
clientelismo.
Tomando
esta variable, se puede entender por qué se asocia "seguridad"
a necesidad de controlar el delito que afecta sobre todo a a los
sectores sociales de mayor poder económico y de mayor
influencia en la economía de los países y no se toma la
"educación" como un factor fundamental de
movilidad social y disminución del delito. Se debe tener en
cuenta que en general se asocia muy rápidamente y de modo
naturalizado el delito a la pobreza, entendiendo que el pobre
delinque para obtener bienes materiales que de otra forma no tendría.
También
se asocia el delito al consumo de drogas. En un silogismo fácil,
el pobre se droga y por eso delinque. Porque está drogado o
para obtener drogas.
Ya
no son bienes materiales, sino la droga el motivo del delito. Se
cierra el círculo.
En
las sociedades capitalistas se explica la presencia de la pobreza con
afirmaciones de tipo individualistas (pobre es el que no trabaja o no
tiene deseos de superación) o del tipo sociales (pobres hubo
siempre). Desde este punto de vista la pobreza no es el resultado de
la desigualdad social, sino de las acciones y de la responsabilidad
del mismo individuo pobre (Kreimer, 2010).
El
concepto pobreza varía en relación a los marcos
ideológicos del equipo gobernante. En las sociedades
capitalistas, la pobreza no se mide por cantidad de bienes mínimos
para mantenerse con vida sino en relación de los bienes que
posee un individuo con respecto al promedio de los bienes que posee
la población del contexto que habita. (Kreimer, 2010)
De
modo que en el diseño de políticas públicas el
marco conceptual de referencia que otorgue herramientas para
significar las situaciones problemáticas, tiene crucial
importancia en la búsqueda de caminos de solución y
cambio.
Un
paradigma en términos de Kuhn son "las realizaciones
científicas universalmente reconocidas que durante cierto
tiempo proporcionan modelos de problemas y soluciones a una comunidad
científica" (Kuhn, 1962, p. 14.). Edgar Morin opina:
"(...) nos acercamos a una revolución considerable"
que hasta el momento no se asomaría consistentemente en la
politología (Morin, 1996, pp. 83-84.)
En
contraste, la "toma de conciencia radical" sobre la
complejidad sería apostar –en términos de Morin–
por una ciencia con conciencia; una invitación hacia la
"aventura de la inteligencia humana" que a partir de la
reflexión tradicional en la política no es posible
interceder en tanto se continúe a la sombra del carácter
común y habitual que termina en un modo mutilante de
organización del conocimiento, incapaz de reconocer y
aprehender "la complejidad de lo real.
Así
las cosas, complejizar no es tampoco complicar pues, parafraseando a
Morin, se trata de tener la cabeza bien puesta, pero nunca llena
(Morin, 1996).
¿Se
puede acercar una línea de entendimiento entre "hacer
ciencia" y "hacer política a través de las
políticas públicas?" Este argumento puede ser
expresado a la inversa: la comprensión de la realidad social
está inextricablemente vinculada a la de la consciencia
reflexiva.
La
dimensión cognitiva es justamente lo que los análisis
de los procesos de decisión pública y políticas
públicas han querido omitir sistemáticamente.
Por
tanto, proponer una perspectiva cognitiva en las políticas
públicas parece no solo una alternativa plausible de análisis
sino que, ante todo, se traduce en la exigencia de promover una
reflexión compleja de la política (politics) y de lo
público (en tanto public policy), y en la "necesidad de
mejores teorías" –como ha reclamado
insistentemente en este tema Paul Sabatier (1999) incluso bajo la
presión actual que suscita el pensar en una ciencia de la
política, no en caricatura, sino por fin realmente auténtica..
Igual Müller (2003) anota: "(…)….l'analyse
des politiques publiques a montré –de manière
sans doute définitive– que les fonctions de gouvernement
sont irréductibles aux processus de représentation
politique, et que l'on ne peut pas "déduire"
le contenu et les formes des activités gouvernementales (en
tant qu'activités spécifiques) des
caractéristiques de la 'politique électorale'"
( p. 2.).
….el
análisis de las políticas públicas mostró
sin lugar a dudas, de manera definitiva, que las funciones de
gobierno son irreductibles a los procesos de representación
política y que de las actividades gubernamentales (actividades
específicas), no se pueden deducir características de
política electoral…(Müller,
2003).
Pierre
Müller– sería portador de una idea específica
y distintiva de un problema (el problema agrícola, de la
exclusión, del empleo, etc.); de una representación de
un grupo social que permite su existencia pública (la
modernización de los agricultores, la visibilidad de los
excluidos, la favorabilidad al empleo o hacia los desempleados,
etc.); y de una "teoría del cambio social".
Teniendo en cuenta este último elemento, resultaría
lógico pensar que para responder al entorno cambiante, ya sea
este económico, político o social, buena parte de la
capacidad de los gobernantes depende de la existencia de "un
gran conjunto de ideas y propuestas".
Las
políticas públicas contribuyen, entonces, por un lado,
a la configuración de un "espacio de sentido"
(público, desde luego) que proporciona una mundo-visión
y, por el otro actúan, en últimas, a la manera de un
"sistema de creencias" que guía las conductas
públicas (Surel, 2000).
Las
políticas (policies) aparecen como fruto de "las
interacciones sociales que dan lugar a la producción de ideas,
representaciones y valores comunes". Jobert, de manera mucho
más precisa, propone que el proceso de elaboración de
políticas estaría determinado sustancialmente por las
creencias más comunes de los actores públicos y
privados involucrados en los subsistemas de acción pública
(Jobert, 2004).
Los
marcos cognitivos y normativos definirían así cómo
los actores entienden, enfrentan y solucionan los problemas públicos
mediante respuestas que se ajustan a un conjunto determinado de
percepciones.
En
este sentido, los procesos de producción y elaboración
de políticas serían fruto de "creencias
compartidas" en el terreno público o, si se quiere, de
una construcción pública de la realidad social, mediada
ideológicamente.
Los
marcos cognitivos definen las visiones del mundo que animan, a su
vez, los principios de la acción pública y las
metodologías prácticas que convergen en un sistema
estructurado de instrumentos conceptuales y analíticos,
legítimos a la hora de justificar e interpretar las relaciones
sociales, y el manejo de los asuntos públicos y las políticas
en un dominio particular de acción en la esfera pública.
De este modo, determinan en buena parte las posibilidades para el
cambio social.
Las
políticas públicas sirven paralelamente para construir
la realidad y para definir los modelos normativos de acción
sociales.
Modelos
normativos que en definitiva surgen de las creencias, valores y
representaciones que los mismos actores políticos comparten o
disputan en el campo social.
A
partir de allí se despliegan, aunque sin constreñirlos
por completo, los demás estratos normativos. Siempre bajo la
mirada de las necesidades electorales para la consolidación
del poder político.
Los
trabajos de Jobert y Müller han desarrollado la noción de
"referencial" para explicar cómo los sistemas de
ideas sirven de guía para la acción pública en
el seno de un subsistema de política (o sector) y entre las
relaciones sectoriales y la sociedad global.
Desde
sus primeras elaboraciones, han insistido en la invocación de
variables ideológicas para el estudio de las políticas
públicas con el fin de observar de qué manera "la
definición social de la realidad" constituye a los
mismos actores y predetermina, en buena parte, sus marcos de acción.
El
problema de la elaboración de una política pública
"se reduce a construir una representación, una imagen de
la realidad sobre la cual se quiere intervenir" y así el
manejo de las políticas se ejerce a través de un
sistema de representaciones sociales (Jobert, 2004).
Claramente
la constitución de foros para el diseño de políticas
públicas, permitiría a los políticos en uso del
poder gobernante, representar la realidad social en un sistema
teórico y normativo que les permita construir estrategias de
intervención. Lo que interfiere en este tipo de acciones es
indudablemente la variable electoral como una "norma selectiva
de acciones" que impide el desarrollo de políticas de
estado permanentes que son el verdadero factor de cambio social.
La
dimensión intelectual del Estado y de las políticas
públicas "definen e imponen" un tipo de
representaciones socioeconómicas comunes y, formas de
regulación sobre las relaciones de fuerza desplegadas
alrededor del proceso mismo de intervención pública. Es
decir, las políticas públicas construyen la realidad
social y definen "modelos normativos de acción sociales"
con referencia a "creencias, valores y representaciones"
que los actores comparten (o disputan) en el campo social (Rodríguez,
2014).
"Los
intereses sociales" son "construcciones sociales"
que movilizan creencias y representaciones. Esto no es otra cosa que
la situación de adopción de un referencial (Jobert,
2004).
Estos
'referenciales' personifican "recetas o repertorios
estratégicos" que tienden a institucionalizarse en
instrumentos de políticas públicas; formas de ver el
mundo, su orden y organización que no se quedan simplemente
como meras ideas, sino que se concretan en diversos espacios macro y
microsociales y se realizan e institucionalizan, sobre todo, en los
procesos de la política y de las políticas
(politics-policy-polity). Este aspecto, muchas veces eclipsado en los
análisis, es un poderoso instrumento para desatar los desafíos
de la política, la gestión y el manejo público
actual.
No
hacer un análisis de las variables cognitivas que están
en la base del diseño de estrategias específicas para
el desarrollo de políticas públicas, es dejar este
diseño exclusivamente en el marco del sistema de ideas y
creencias que los políticos tienen, ya sea concordantes con
variables ideológicas que fundamentarán sus objetivos,
ya sea concordantes con sus necesidades electorales con el fin de
sostener el poder.
En
todos los casos, se naturalizan pensamientos, representaciones,
atribuciones y creencias que sostienen las acciones políticas
sin llegar a ser un factor real de cambio social.
Tomemos
el ejemplo del análisis de la pobreza: Si hay un argumento que
sostiene a los políticos para el diseño de políticas
públicas es modificar la situación de pobreza. En este
sentido es corriente escuchar insistentemente mencionar factores como
la "exclusión", la "marginalidad", la
falta de escolaridad o el abandono de la misma, la drogadicción
y sin solución de continuidad se llega a la delincuencia,
cerrando un círculo que termina en la necesidad de trabajar
sobre el "sistema de seguridad" entendiendo la misma como
refuerzo policial para "atacar la delincuencia" que es
considerada la base de la "violencia social" (Kreimer,
2010).
Este
modo de percibir la pobreza es reforzada por los "reclamos de
seguridad" de amplios sectores sociales, que no pueden dejar de
mirar el delito como una realidad amenazante, causa y consecuencia de
"la pobreza". Así se llega desde la política
a formular diferentes programas de acciones diversas que logren el
"apoyo" de estos amplios sectores que serán uno de
los principales ejes de los programas electorales.
Mientras
tanto a los pobres, que viven en zonas excluidas se los atiende con
"planes sociales" que no hacen otra cosa que sostener el
círculo de la pobreza.
Basta
realizar una escucha rápida de los discursos políticos
y se podrá comprobar que se define la pobreza como una
situación en sí misma aparentemente creada por la misma
población pobre.
Se
escuchará hablar de la "pobreza estructural",
"generaciones de familias criadas en la pobreza",
"necesidades básicas no satisfechas", aspectos que
separan la "línea de la pobreza" de la "línea
de la indigencia", poblaciones que habitan "zonas urbano
marginales" que inmediatamente evocan a las villas de
emergencia, cuando en realidad estas zonas solamente ubican una
región geográfica. Visto de este modo los countries
también se sitúan en zonas "urbano marginales"
sin embargo a ningún habitante de un country les gustaría
que lo señalen de este modo.
Así
es como una localización determinada, forma parte de un
sistema de representaciones específicas en el imaginario
social.
Este
mismo imaginario, no se detiene en "imaginarse" o sea
poner en imágenes el modo de vida de este sector, cada vez más
amplio de la población: Por ejemplo poder ponerse en la
situación de este modo de vida. Vivir en construcciones muy
precarias, donde no se puede resguardar del frío ni de la
lluvia. No tener un baño adecuado. Vivir en hacinamiento. No
tener dinero para poder adquirir la comida diaria. No poder acceder a
todo aquello que los diferentes sistemas de publicidad señalan
como factores de éxito social: zapatillas de ciertas marcas,
autos, casas, etc. Imaginarse pasar 48 horas en esa situación,
dormir allí, comer allí, higienizarse allí.
Visto
así no es difícil adherir al concepto definido por la
UNESCO: la pobreza expresa la "población sobrante"
de una sociedad, la que queda privada de sus derechos humanos, que no
son solo económicos (derecho al trabajo y a un nivel de vida
adecuados), sino también sociales(derecho a la asistencia
médica y a la educación), políticos (derecho a
la libertad de pensamiento, de expresión y asociación)
y culturales (derecho a mantener la propia identidad cultural y a
participar en la vida cultural de la comunidad). Esta definición
expresa una propuesta de la UNESCO que fue ganando terreno en el
sentido que la pobreza implicaría la violación de
derechos humanos básicos que deben ser respetados para
garantizar la dignidad de las personas. (Kreimer, 2010, p. 99).
Si
se siguen escuchando los discursos de los políticos se podrá
fácilmente reconocer que en realidad se alejan de la
definición arriba citada y no de una manera ingenua, sino que
claramente se refieren a la población pobre, como una
población "vulnerable" que no lo es. Porque
construyó un entramado social que le permite sobrevivir en
condiciones de extrema carencia. No son vulnerables. Es una población
VULNERADA, de todos sus derechos. Es una población que no
tiene una vida digna. Que si la definimos como vulnerada, la
responsabilidad se pone sobre las acciones de gobierno para la
restitución de derechos. Si es vulnerable requieren ayuda.
Requieren asistencia. Políticas asistenciales. Que son
factores de sostén de la pobreza, a lo sumo con algún
alivio, pero no son factores de cambio social.
De
alguna manera sin embargo, fueron cambiando los criterios de
definición de pobreza. El Dr. Martín Maldonado describe
por lo menos ocho tipos de pobreza y dependiendo de los criterios que
se tome, serán los porcentajes de población pobre que
se encuentre (Maldonado, 2015).
Si
se define la pobreza por los servicios habitacionales, muy
probablemente no carezcan de luz, agua, artefactos domésticos,
conectividad.
Si
se define por las posibilidades de desarrollar sus capacidades y por
el respeto a su identidad y valores culturales, probablemente el
número aumente. La pobreza también puede considerarse
relativa con respecto a las diferencias adquisitivas entre una
población y otra. No es una dimensión única y
menos aún universal. Sin embargo, claramente es la
consecuencia de una vulneración de sus derechos como
ciudadanos constitucionalmente garantizados.
Desprendimientos
de diferentes discursos políticos muestran con claridad como
en diferentes gestiones de gobierno en países de América
Latina y con diferentes marcos ideológicos hay temas en las
campañas electorales que atraviesan sus consideraciones
programáticas:
Problemáticas
de Género, ambientales, drogadependencias, dependencias a
diferentes formas de consumo, seguridad (entendida como acciones que
tiendan a disminuir la existencia de hechos delictivos), violencia
social, problemas habitacionales, disminución de fuentes de
trabajo, etc. es decir, problemas vinculados a la pobreza.
En
la otra punta, se refieren a aumento de las riquezas de los países,
generación de créditos para empresarios, disminución
de cargas tributarias para alentar al desarrollo productivo, etc.
Marcando
las diferencias con respecto a cuál población se
dirigen y casi siempre con fines electorales.
La
Psicología cognitiva y social comunitaria, el trabajo en
redes, los modelos económicos alternativos como opción
de inclusión y movilidad social, las posibilidades de analizar
y comprender a través del pensamiento crítico los
factores de cambio y conocimiento real de las poblaciones ocultas
(Maimone y Edelstein, 1998) permitirían un diseño
científico de las políticas públicas, basado en
marcos conceptuales de la psicología moderna, la sociología
y la antropología. Sin embargo no son consultadas, quedando
todo en manos de las ideas, creencias, convicciones y atribuciones de
los políticos en carrera electoral.
No
obstante se puede ver una luz de esperanza con el involucramiento
cada vez mayor de los espacios académicos en el análisis
de las problemáticas sociales que ponen en riesgo la
fortaleza del entramado social.
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