Introducción
El
contexto de origen de la psicología comunitaria es la década
del 60, vinculado al movimiento de salud mental comunitaria en los
Estados Unidos y a las críticas del modelo médico de
atención, a la perspectiva individual orientada factores
biológicos e intrapsíquicos,
a las dificultades del acceso a los centros de atención por
parte de la población, la ausencia de intervenciones
orientadas a la prevención y el papel desempeñado por
los hospitales neuropsiquiátricos entre otros. Surge así
un movimiento orientado a la desinstitucionalización de los
pacientes.
Los
estudios sobre las consecuencias el síndrome del hospitalismo,
el perfeccionamiento de las drogas psicoactivas que permitían
el tratamiento de los pacientes con autonomía de los centros
hospitalarios y en los espacios de la propia comunidad facilitan este
proceso de desmacomialización. Sin embargo, este último
aspecto parece vinculado a aspectos de carácter económico
y administrativos, sin que se realizara una adecuada planificación
de las alternativas para el tratamiento de los pacientes en la
comunidad (Levine, 1982, citado por Sánchez, 1991).
En
América Latina, la Psicología Comunitaria, ha
enriquecido estos aspectos al incorpora la comprensión las
consecuencias psicosociales que genera las condiciones de pobrezas
(no sólo económicas) en el marco de relaciones de
dominación y opresión. Al enfoque inicial en salud
mental comunitaria se le suman los aportes de la Educación
Popular la Psicología de la Liberación la Sociología
Critica y en particular las contribuciones de Falls Borda con la
Metodología de la Investigación Acción
Participativa - IAP.
En
la República Argentina, con escasa diferencia en el tiempo
surgieron políticas públicas y un sinnúmero de
experiencias vinculados a la psiquiatría social, y a una
psicología en la comunidad. Lapalma (1993), Chinkes, Lapalma
y Nicemboin (1995) y Fuks y Lapalma (2011), han intentado ordenar
todas estas experiencicas lexperiencias que dan cuenta la diversidad
cultural propia en la inmensidad del territorio argentino.
Algunos
antecedentes. El enfoque comunitario en salud mental en Argentina
Bleger
(1966) en la primera década de la psicología argentina
define el rol profesional del psicólogo en el campo
comunitario, que implica la transformación de un rol centrado
en la enfermedad y la atención individual a un enfoque
preventivo grupal y social, reconociendo que las intervenciones se
realizan en "estructuras tan complejas que constituyen una
verdadera constelación multifactorial integrada por todas las
actividades, instituciones, normas e interacciones que se dan en una
comunidad." (p 119).
Una
experiencia significativa de la época, es la creación
en el Hospital Gregorio Aráoz Alfaro en la localidad de Lanús,
provincia de Buenos Aires un servicio de psiquiatría (1956)
dirigido por el Dr. Mauricio Goldemberg, quien incorpora los
principios de la psiquiatría social que se orientaban a la: a)
Acción
comunitaria
como intervenciones masivas en el campo preventivo, la
concientización de la población en problemas
sanitarios, como así también la formación de
promotores de la salud; b) en
el ámbito de
la
educación,
con acciones preventiva de salud en las instituciones escolares;
c)
la prevención materno infantil mediante
la constitución de grupo de embarazadas y su seguimiento
después el parto y d) la
investigación
que intento la planificación y evaluación de las
actividades como así también y la elaboración
teórica de los datos que surgían de las intervenciones
(Chevalier et al., 1973).
Esta
experiencia influyo en la formulación del Primer Plan de Salud
de la ciudad de Buenos Aires (1969) que integraba tres niveles
asistenciales según tipo de paciente y de la ubicación
física de la demandan: a) Servicios de psicopatología
en Hospitales Generales; 2 Centros de Salud con acción
preventiva en la comunidad y b) equipos de salud mental integrados en
los Centros Municipales de salud general (Hirsch y Rosario, 1967)
En
la Provincia de Córdoba, el Centro de Investigaciones en
Psicología Social, dependiente de la Facultad de Filosofía
y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba, crea el
Programa Intercomunitario de Salud Mental de Córdoba, cuyo
objetivo era ejecutar un programa integral de salud mental basada en:
a) la sectorialización de la comunidad, b) determinación
de los objetivos en salud; c) la descentralización operativa,
d) determinación de los efectos multiplicadores, e) la
creación de centros comunitarios, f) desarrollo de unidades de
enseñanza programada por la comunidad y g) la transferencia
de conocimientos.
En
la década del 70 encontramos los trabajos de los psicólogos/as
en el "Programa de erradicación de Villas de emergencias
(PEVE) y el Plan de Núcleos Habitacionales Transitorios (NHT),
que dan cuenta de las intervenciones psicosociales en familias y
jóvenes en el marco de la efervescencia y de la participación
política de la época. En este contexto es Nocetti
(1974), es quién dará la primera definición de
Psicología Comunitaria en Argentina.
En
1984 en la carrera de Psicología de la Universidad Nacional
nace el Proyecto de Asistencia a la comunidad – CEAC, que se
propone llevar adelante un modelo de prevención de la salud
con participación comunitaria, la creación y
transferencia de conocimientos y herramientas para que la comunidad
pueda generar de autogestión de tales procesos.
Desde
la perspectiva académica, promueve la producción de
investigaciones y publicaciones que influyeran en la planificación
en salud, educación y las políticas sociales. Ha sido
un "factor decisivo para la construcción del CeAC…
la inclusión - política y relacional – de los
vecinos del barrio como co-constructores de la experiencia",
(Fuks, 2015, p 18), condiciones que han garantizado la continuidad de
la experiencia hasta el día de hoy.
Los
aportes de Caplan (1989) en el campo el prevención en salud
mental; el surgimiento de la antipsiquiatría y los premisas
de Cooper y Laing (1969), las experiencias de las comunidades
terapéuticas de Maxwell, (1970); la experiencia en Triestre
(Italia) (1971-79) conducida por Franco Basaglia (1977) y los
aportes al trabajo grupal en salud mental de la Clínica
Tavistock de Londres influyeron en el surgimiento de las comunidades
terapéuticas en Argentina (Fuks y Lapalma, 2011).
En
el Hospital Neuropsiquiátrico "Antonio Roballos"
de la Provincia de Entre Ríos, el Dr. Luis Cesar Guedes
Arroyo, aportó su experiencia en psiquiatría
comunitaria para generar la primera experiencia de comunidad
terapéutica en un hospital psiquiátrico de
Latinoamérica. Allí los miembros del hospital,
familiares y líderes comunitarios/as del poblado discutían
en asamblea los más diversos temas y tomaban las decisiones
importantes acerca de la vida cotidiana de la institución y su
entorno.
Estas
experiencias se propagaron por distintos puntos del país; con
Wilbur Ricardo Grimson, en el Hospital Psiquiátrico (hoy
Hospital Interzonal) "José Estévez" de
Lomas de Zamora (Provincia de Buenos Aires); Julio J. Herrera en el
Hospital Psiquiátrico "El Sauce" (Mendoza); Raúl
Camino en Colonia Federal (Entre Ríos), la experiencia del
Pabellón 3 del Hospital Psiquiátrico "Agudo
Ávila" de Rosario (Santa Fe),
son algunas referencias de corta duración que instalaron lo
"social" y lo comunitario en el campo de la salud mental
e influyeron en la manera de entender la función del
psicólogo/a y su formación (Grimson, 1973).
A
casi 50 años de estas prácticas, podemos señalar
que fue posible una alternativa a la clínica psicológica
y psiquiátrica tradicional sin embargo son antecedentes
históricos que han desaparecido- ¿qué aconteció
en la historia de la psicología y de la psiquiatría en
Argentina, para que sea un relato histórico?
Chinkes,
et al. (1995) proponen tres escenarios a tener en cuenta en el
intento de comprender este proceso: 1) las sucesivas dictaduras
para
los cuales el abordaje comunitario resultaba básicamente
sospechoso y frecuentemente subversivo; 2) la influencia del modelo
médico-clínico instaurado en las carreras de psicología
y 3) los esfuerzos del estudiantado avanzado y jóvenes
graduados/as por construir y legitimar una identidad profesional
orientada a la práctica clínica.
A
partir de 1983, con el retorno a la vida democrática, merece
especial mención Reforma de Salud mental de la Provincia de
Río Negro, que inicia con el Plan de Salud Comunitaria, el
cierre del Hospital de Psiquiatría en 1988 y la Sanción
de Ley 2440 de promoción sanitaria y social de las personas
que padecen sufrimiento mental, con un fuerte, enfoque comunitario.
Podríamos
hacer un largo inventario de prácticas con enfoque preventivo
en el campo de la salud mental, en todo el territorio; sin embargo
son fragmentadas y poco sistematizadas que crecen a medida que se
consolida la psicología comunitaria, la salud comunitaria y
otros enfoques similares en las Universidades y cuya presencia
creciente se puede verificar en los anales de los congresos
profesionales. Cabe interrogarse ¿Este desarrollo es producto
de nuestra historia? ¿Cuál es la condición de la
salud mental en nuestro mundo contemporáneo? en relación
con los aspectos hasta aquí mencionados.
Para
dar un amplia respuesta apelaremos al Informe de las Naciones Unidas
del año 2017 (Naciones Unidas, 2017) sobre la Salud Mental, en
el cual se destaca que la diferencia presupuestaria entre los
recursos asignados a la salud física y mental es cercana al 10
%, y en "esta inversión se canalizan para modelos de
atención de larga duración en instituciones y
hospitales psiquiátricos, lo que se traduce en una ausencia
casi total para la promoción integración de la salud
mental para todos" (p3),… el modelo biomédico
reduccionista "ha generado la exclusión, el descuido,
la coacción, y el maltrato a las personas con discapacidad
intelectual, cognitiva y psicosocial, de las personas con autismo y
de las personas que se apartan de las convenciones culturales,
sociales y políticas predominantes." (p4).
Se
identifican tres obstáculos para un cambio en el paradigma en
salud mental: uno de ellos se refiere al predomino del modelo
biomédico orientado a la medicalización con el apoyo de
la psiquiatría y la industria farmacéutica, que modelan
las prácticas y la proliferación de excesiva de
características diagnosticas "que invade la experiencia
humana hasta el punto que podría terminar reduciendo la
aceptación de la diversidad humana" (p6). El segundo se
refiere a la asimetría del poder que violan los principios de
la atención integral y los derechos humanos de los usuarios y
que se traduce en relaciones paternalistas con los servicios y los
usuarios, y la desconfianza que ello despierta, y en tercer lugar la
utilización sesgada de los datos empíricos de la salud
mental, que cuestiona la eficacia de los medicamentos psicotrópicos
como, así también, algunas intervenciones
psiquiátricas biomédicas, fortalecida por el
reduccionismo de la enseñanza e investigación a los
componentes biológicos dela salud mental.
Saforcada
(1999), define las dimensiones de este modelo en salud como una
concepción individual
– restrictiva
basada en la enfermedad centrada en un organismo individual, sin
considerar la influencia del entorno social más amplio. La
consideración del ser humano como entidad
biopsicosociocultural y económica y política dan origen
al paradigma social
expansivo.
Diversas
Declaraciones y Pactos Internacionales, ha incluido en el campo de
los Derechos el derecho a la integración y al tratamiento en
la comunidad, abriendo las puertas a los procesos participativos de
los usuarios, familiares y organizaciones de la sociedad Civil,
acciones que pueden ser potenciados por la vigencia de las normar
jurídicas tales como la Convención sobre los Derechos
de Personas con Discapacidad; la Convención sobre la
Eliminación de todas formas de Discriminación contra la
Mujer y la Convención sobre los Derechos del Niño.
Todos estos instrumentos legales que son herramientas de incidencias
públicas con capacidad para empoderar a los usuarios, a las
organizaciones, a los profesionales y a los decisores políticos
que formulan, planifican gestionan las políticas públicas.
Así la participación, el empoderamiento, la
interdisciplina y la intersectorialidad se transforman en
herramientas sinérgicas y complementarias para el cambio
deseado en el campo de la salud mental.
En
Argentina la Ley Nacional de Salud Mental Nro. 26.657, reconoce "a
la salud mental como un proceso determinado por componentes
históricos, socioeconómicos, culturales, biológicos
y psicológicos, cuya preservación y mejoramiento
implica una dinámica de construcción social vinculada a
la concreción de los derechos humanos y sociales de toda
persona".
En
el marco de este trabajo se destacan Cap. VI. - Art. 7, d) establece
el Derecho a recibir tratamiento y a ser tratado con la alternativa
terapéutica más conveniente, que menos restrinja sus
derechos y libertades, promoviendo
la integración familiar, laboral y comunitaria.;
en el Cap. V. Art. 9 - El proceso de atención debe realizarse
preferentemente fuera del ámbito de internación
hospitalario y en el marco de un abordaje interdisciplinario e
intersectorial, basado en los principios de la atención
primaria de la salud. Se
orientará al reforzamiento, restitución o promoción
de los lazos sociales.
Así
también el Art.
11. – define que "La Autoridad de Aplicación debe
promover que las autoridades de salud de cada jurisdicción, en
coordinación con las áreas de educación,
desarrollo social, trabajo y otras que correspondan, implementen
acciones de inclusión social, laboral y de atención en
salud mental comunitaria. Se debe promover el desarrollo de
dispositivos tales como: consultas ambulatorias; servicios de
inclusión social y laboral para personas después del
alta institucional; atención domiciliaria supervisada y apoyo
a las personas y grupos familiares y comunitarios; servicios para la
promoción y prevención en salud mental, así como
otras prestaciones tales como casas de convivencia, hospitales de
día, cooperativas de trabajo, centros de capacitación
socio-laboral, emprendimientos sociales, hogares y familias
sustitutas".
Estas
menciones están alineado con las recomendaciones a los
principios de los Principios de las Naciones Unidas – para la
Protección de los Enfermos Mentales y para el Mejoramiento de
la Atención de Salud Mental, como así también,
a las recomendaciones de la Declaración de Caracas de la
Organización Panamericana de la Salud – OPS y la
Organización Mundial de la Salud – OMS para la
reestructuración de los servicios de psiquiatría y su
reemplazo por alternativas comunitarias.
La
Declaración de Montevideo, contempla la incorporación
de líneas "estratégicas sobre la Atención
Primaria de Salud, tales como el desarrollo de sistemas sanitarios
basados en la inclusión social, la equidad, la promoción
de la salud y la calidad de la atención" (Rodríguez
y González, 2007).
Observamos
la existencia de modelos conceptuales, interventivos y normativos
internacionales como locales, y experiencias en políticas
públicas significativas que expresan diferentes alternativas
para desarrollar intervenciones desde la perspectiva comunitaria.
Enfoque
comunitario y la psicología comunitaria
Las
ciencias sociales han desarrollado un sinnúmero de modelos de
intervención comunitaria, cada una de ellas fundamentadas
disciplinar y metodológicamente. Fernandez- Alvarez (1998)
señala dos enfoques comunitarios en el campo de lo que
denomina la psicología clínica comunitaria: a)
Intervenciones
a la comunidad,
orientadas al conjunto de la sociedad, a veces sin dar cuenta de la
complejidad y el contexto cultural del interior de las comunidades.
En general son campañas masivas, orientadas a la prevención,
a la instalación o sensibilización de un tema en
particular, con un impacto en los individuos y grupos; b) las
Intervenciones
en la comunidad:
donde las actividades se realizan en un territorio, lo cual hace
necesario una descentralización de servicios y de las
decisiones.
Pueden
identificarse tres modalidades en que se orientan las intervenciones;
la primera dirigida a trastornos específicos (urgencia y
detección precoz), la segunda orientada al asesoramiento, el
estudio e investigación, y la tercera a la formación
de redes de asistencia y prevención (grupos de autoayuda y el
diseño e implementación de comunidades terapéuticas).
Fernández-Alvarez (1998) Ello implica una actitud activa en
intervenciones directas modificando la tradicional pasividad de
esperar" la demanda".
Podemos
identificar un tercer enfoque comunitario, que son las intervenciones
con
la comunidad;
las personas, los grupos y las organizaciones comunitarias que los
representan, actores sociales que transforman la realidad y que en la
vida cotidiana coexisten con situaciones complejas que facilitan o
quebrantan su estado de bienestar. Este enfoque incorpora la
condición relacional, dialógica y colaborativa y es la
que denominaremos Psicología Comunitaria. .
Montero
(2005), establece cinco dimensiones que definen al paradigma de esta
subdisciplina: 1) el reconocimiento de que se facilitan procesos de
cambio conjuntamente con actores sociales en un escenario social
situado históricamente, en el cual la población
construye y trasforma su realidad y genera conocimientos, el cual
debe ser considerado (dimensión ontológica); 2) La
construcción del conocimiento de la realidad siempre se da
desde una perspectiva histórica, y en esta realidad se crea
una relación social entre la población y los equipos de
base interdisciplinaria. La producción del conocimiento no es
una relación sujeto -objeto, sino una interacción de
mutua influencia (dimensión epistemológica) entre
sujetos-sujetos; 3) la investigación acción
participativa como metodología – IPA, orientada a la
investigación en la acción para facilitar procesos de
transformación participativa de las diferentes condiciones de
vida la población garantizando la circulación de la
información, retroalimentación permanentes, control de
los procesos y transparencia en la toma de las decisiones, aspectos
entre otros que definen esta dimensión (dimensión
metodológica).
Estas
tres dimensiones son clásicas del paradigma científico;
pero es en relación con la población (con los otros)
lo que da identidad a la psicología comunitaria. Estas tres
dimensiones desde esta perspectiva con inseparables entre sí y
su expresión práctica de traduce en el proceso de la
IAP.
Dos
dimensiones más específicas de la Psicología
comunitaria lo son la dimensión
ética
al registrar a la población como autora de conocimiento,
creadora de una diversidad cultural, otra es la dimensión
política
como espacio de ciudadanía vinculada con la participación,
a la incidencia pública y a inclusión en los derechos
de la sociedad en la cual habitan. Sin embargo, esta participación
no es de caracter formal, sino que tiene un sentido reflexivo,
movilizadora, concientizadora y transformadora y se inscribe en las
relaciones de poder de toda sociedad.
Desde
esta perspectiva Montero (2005) define a la psicología
comunitaria como:
"la rama de la psicología,
cuyo objeto es el estudio de los factores psicosociales que permiten
desarrollar, fomentar y mantener el control y poder que los
individuos pueden ejercer sobre su ambiente individual y social para
solucionar problemas que los aquejan y lograr cambio en esos
ambientes y en la estructura social" (p.70).
Posteriormente
la autora amplia esta definición al referirse como "una
psicología de las relaciones creada para un modo relacional
entre personas unidas por lazos identitarios históricamente
establecidas, que a su vez construyen y delimitan un campo: la
comunidad" (p.107).
Desde
el contexto de origen la psicología comunitaria ha estado
vinculada a la salud mental comunitaria, sin embargo, ha ampliado sus
límites incorporando otros ámbitos de la salud, como
así también, en la educación y el desarrollo
comunal. Ha incorporado las contribuciones Latinoamericanas de la
Psicología de la Liberación, la Educación
Popular y la Sociología Crítica, interviniendo
preventivamente en problemas psicológicos, psicosociales y en
el desarrollo de contexto favorables (grupales, institucionales y
sociales) que impactan en la vida cotidiana de la población y
en su bienestar.
El
escenario de la Intervención Comunitaria
Las
estrategias de intervención orientadas por la perspectiva de
la psicología comunitaria se llevan a cabo en el mundo real y
éstas deben ser culturalmente apropiadas, es decir, estar
basadas, en "los valores culturales básicos de un grupo,
y deben incorporar la cultura subjetiva del mismo" (Marín,
1998: 283).
De
este modo la intervención comunitaria se orienta a la
facilitación de procesos intencionales de cambio situados
territorialmente mediante procesos participativos conducente al
desarrollo, fortalecimiento de los recursos físicos,
psicosociales y socioculturales de una comunidad; al reconocimiento y
potenciación de sus organizaciones representativas con el fin
del incremento de las posibilidades de influencia y análisis
crítico de su entorno. Estos procesos de acción
colectiva tienden a la modificación de sus propias
representaciones sociales y al reconocimiento del valor de sus
propias acciones para la transformar aquellas condiciones que los
desmovilizan, marginan y excluyen (Lapalma, 2012)
La
intencionalidad de cambio implica métodos colaborativos entre
decisores políticos, el sistema de servicios de salud, las
corporaciones de profesionales, los usuarios, los familiares de
usuarios, que generen de recursos físicos, humanos; que
planifiquen procesos de descentralización en programas
culturalmente apropiados que involucren a la diversidad de actores de
la comunidad.
Estas
relaciones se estructuran en un contexto histórico, político,
económico, social y cultural que se constituye en un escenario
social en el cual se articulan y complementan necesidades sociales,
formas organizativas orientadas a satisfacerlas y la interacción
con otros actores sociales, construyendo una turbulenta red donde se
expresarán los procesos de participación comunitaria,
ciudadana política y social. (Lapalma, 2003)
La
participación es un proceso dinámico, complejo y
situado históricamente, no se refiere a acciones individuales,
sino colectivas, con una diversidad de formas organizativas que crean
dispositivos de decisión o de influencia según la
cultura a la cual pertenece. Sanchez (2000) reconoce en la
participación
"el carácter
interactivo de la participación se prefiere hablar de
cooperación entre profesionales y comunidad para la
formulación y puesta en práctica de programas sociales
(Davis, 1982) o de proceso para alcanzar acuerdos entre decisores
gubernamentales e individuos para la elaboración u ejecución
conjunta de políticas (Draisen, 1983). No obstante, algunos
autores como Gow y Van Sant (1983), enfatizan la autonomía que
la comunidad debe mantener respecto del agente gubernamental para
poder hacer sus escogencias o proponer alternativas en función
de sus propias necesidades." (p. 33).
A
pesar a la diversidad de definiciones, de la creciente bibliografía
y modelos operativos sobre participación como acción
colectiva en salud es mínima, Una investigación
realizada por ISALUD (2008) en cuatro países (Argentina,
Bolivia, Paraguay y Uruguay) los resultados para nuestro país
indican que la población entiende a la participación
como la accesibilidad a los servicios cuando está enfermo y a
una buena calidad de atención; los equipos técnicos
refieren a la participación como transparencia en la
accesibilidad y a la deseabilidad democrática de las
relaciones; y los decisores políticos priorizan el control
de las relaciones de poder que se ponen en juego en la participación.
En
la investigación se reconocen una diversidad de formas de
participación, que van desde el altruismo (población,
operadores comunitarios), hasta el funcionamiento de una diversidad
de Consejos Consultivos. Sin embargo, participación, como una
de las dimensiones de la gestión de la Salud es caracterizada
como una "tecnología
blanda".
Otra
de las dimensión del escenario de la intervención
comunitaria en la Gestión de la Salud es la
intersectorialidad (Castell-Florit -Ferrate, 2007) entendida como la:
"Intervención
coordinada de instituciones representativas de más de una
sector social, en acciones destinadas total o parcialmente a tratar
los problemas vinculados con la salud, el bienestar y la calidad de
vida y se orienta estratégicamente a aquellos problemas, donde
las actividades de otros pueden ser decisivas" (p. 33)
La
viabilidad de la intersectorialidad requiere de decisión
política, planificación y descentralización de
recursos para su eficiencia y eficacia y es una dimensión
estratégica en los enfoques comunitarios en salud mental.
Veamos el siguiente ejemplo:
En
un Consejo Consultivo Municipal, los integrantes discuten sobre la
reinserción social de tres pacientes adolescentes que han sido
dado de alta en el tratamiento por adicciones, Estos desean dedicarse
al deporte como proyecto de utilización del tiempo libre en el
club social y deportivo cercano a sus domicilios. Participan el
delegado municipal, la inspectora de educación, integrantes de
la una ONG (sede donde se realiza la reunión), autoridades el
club, representantes del sistema de salud del área
programática, un pastor y un sacerdote integrantes de dos
Iglesias locales y un directivo de la Escuela Provincial de Salud
Pública. Todos acuerdan que es un proyecto adecuado y el club
acepta ser parte y armar un plan de trabajo coordinado por el área
de salud. Sin embargo, uno de los participantes da información
sobre la comercialización de estupefacientes por un sector de
la "barra brava" del club. Confirmada esta situación,
los jóvenes son incorporados a otro plan deportivo.
Los
datos empíricos y las teorías acerca de los programas
deportivos y su aplicabilidad en la vida en el tratamiento de las
adicciones se puso a prueba en situaciones concretas la vida
cotidiana (relevancia externa) y en este proceso de interacción
entre actores sociales significó la incorporación de
una "relevancia emancipadora" (Palmonari, A; Zani,
B,1990) al ampliar el debate sobre las adicciones, su lugar con el
deporte y en la economía y no tomar los datos de manera
acrítica y descontextualizada, generando un nuevo nivel de
conciencia sobre la problemática.
La
psicología Comunitaria ha generado un conjunto de dispositivos
relacionales y colaborativos capaces de desencadenar y afianzar la
intersectorialidad a nivel grupal, institucional, comunitario y en la
sociedad. Los psicólogas/as en el territorio participando de
programas que surjan de un diagnóstico realizados en y con la
comunidad no es una decisión conceptual y operativa
disciplinar, sino fundamentalmente un definición política.
La
psicología comunitaria se ha visibilizado en el ámbito
académico y paulatinamente se consolidan experiencias
concretas; existe en Argentina una Ley de Salud Mental que
explicita la importancia del enfoque comunitario en salud mental, sin
embargo la norma jurídica está atravesada por los
intereses disciplinares, de formación y económicos que
invalidan su principios rectores. Desde la dinámica histórica
podemos observar que el modelo de salud individual restrictivo y el
social expansivo están influidos por ciclos políticos
conservadores con perspectiva biomédica centrada en la
enfermedad, frente a periodos reformistas que acentúa la
importancia de los las condiciones medioambientales, sociales,
cultuales y políticas como determinantes de la salud mental.
(Levine, 1970, citado por Heller y Goddard, 1998).
Así
la construcción de conocimientos y su aplicabilidad están
entrecruzados por la relaciones de poder de una sociedad y se
expresa como modos de gestión política, en este caso la
salud mental.
La
Psicología comunitaria no está libre de las tensiones y
contradicciones al modelar su crecimiento conceptual y operativo en
un espacio histórico, multicultural complejo, turbulento,
conflictivo. Dos autoras realizan una excelente caracterización
al referirse a la psicología comunitaria como un "área
paradigmática de conocimiento científico comprometido"
(Sawaia, 1998, p 175), como así también "como un
conjunto de estrategias psicológicas tendientes al
afianzamiento de un verdadero ejercicio de la libertad"
(Videla, 2009, p 20).
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