Proceso
de la maternidad y maternaje: fundamentación teórica
Madre
proviene del latin Mater y, según el diccionario de la Real
Academia Española, significa hembra que ha parido, hembra
respecto de su hijo o hijos. Sin embargo, en el ser humano, el
fenómeno de la maternidad excede el hecho biológico y
tiene un significado, no solamente a nivel social y cultural sino, de
manera importante en el nivel psicológico. La maternidad y
paternidad son crisis vitales y evolutivas, que conllevan un cambio
psíquico en la mujer y en el hombre que van a ser padres. La
forma en que madres y padres atravesarán esta crisis depende
de una multiplicidad de factores. Históricamente se ha
producido un pasaje desde el concepto de maternidad impuesta a la
maternidad elegida. La contracepción, surgida a partir de los
años '70, le ha dado a la mujer la posibilidad de poder
postergar su maternidad, así como también decidir no
quedar embarazada. Sin embargo, en nuestras sociedades actuales, el
tener un bebé revela a la vez una elección y una
imposición social y biológica. Numerosas presiones
implícitas determinan a la mayoría de las parejas a
reproducirse con el sentimiento de haber procedido a una libre
elección. Esta presión normativa tendría por
principal efector a la generación precedente, sin embargo no
parecería estar ligada a cuestiones religiosas, pero no
obstante podría ser otra fuente independiente de incitación
o de exigencia a procrear.
Diversos autores han descrito la
existencia de procesos psicológicos presentes en la madre que
afectan los cuidados que brinda a su hijo recién nacido.
Therese
Benedek (1983) plantea que la maternidad no es secundaria, ni un
sustituto del pene que falta, ni es impuesta por el hombre a la mujer
al servicio de la especie, sino que es la manifestación del
instinto de supervivencia del niño, este instinto, que todo lo
impregna, es el organizador primario de la pulsión sexual de
la mujer, y por ello también de su personalidad.
Los
atributos específicos de la femineidad se originan, entonces,
en esa cualidad inherente a la psique de la mujer que es
manifestación y resultado de la organización central de
las tendencias receptivas y retentivas del impulso reproductor, el
cual se convierte en la fuente de la "cualidad maternal"
(motherliness).
Afirma
Benedeck,
Ya
sea que la mujer goce plenamente su embarazo o sea ambivalente hacia
su maternidad, la tarea integrativa del embarazo y la maternidad- en
lo biológico, en lo psicológico y en la vida real- es
mucho mayor que cualquiera que haya emprendido jamás una
mujer. (Anthony y Benedek, 1983, p.148)
Erikson
es quien conceptualiza la Parentalidad, equivalente a la maternidad
-como un estadio del ciclo vital. Erikson (1959) afirma. "Es en
el segundo trimestre, cuando el feto da sus primeras señales
de vida, es para muchas mujeres una etapa de satisfacción y
deleite" (Erikson, 1959, p.222). Erikson la llama "la
relevancia del interior productivo, un sentimiento de potencia vital
interior" (Erikson, 1959, p.222). Confirma este autor "que
en la experiencia femenina hay un espacio interno en el centro de la
desesperación y a la vez en el centro mismo del cumplimiento
potencial (Erikson, 1959, p.222).
La
mayoría de los autores, utilizan la palabra parentalidad para
referirse a este concepto de maternidad y maternaje. El termino
Parentalidad es una palabra utilizada desde hace algunos años
por los profesionales de la temprana infancia. Surge a partir de que
Paul Claude Racamier (especialista en psicosis puerperales) reagrupo
los términos "maternalidad" y "parentalidad"
bajo esta apelación. Para Lebovici una definición de la
parentalidad es: "como el producto de la paternidad y el fruto
de la parentalizacion de los padres" (Solis-Ponton, 2004). Sin
embargo, este término no expresa en su totalidad la
singularidad del aspecto femenino del concepto de maternaje.
Recuperar este concepto permite profundizar en los sentimientos que
surgen en la mujer durante el proceso de embarazo, parto y puerperio.
Sabemos
que algunas mujeres vivencian el feto de manera ambivalente
fluctuando entre la bienaventuranza y el resentimiento contra el
intruso.
Como
ejemplo, Lewis (1950) describe este sentimiento con la siguiente
expresión:
Oh
Dios, la furia negra que cae sobre mi a veces, en especial por las
noches, ¡la desfachatez, la impudicia de esta criatura que
plácidamente toma el alimento de mi cuerpo sin haber sido
siquiera invitada " (Lewis, 1950, p.222).
La
maternalidad representa
un paso importante en el desarrollo humano, más allá
del nivel de maduración genital. Implica una pugna entre
identificación y diferenciación en relación con
los padres o con la imagen de los padres inserta en el ideal del yo,
pero ambos conceptos implican que por debajo de las apariencias se
ocultan conflictos más profundos.
La
cualidad maternal es una función del aparato psíquico
humano que, por evolución, se ha desarrollado hasta volverse
capaz de modificar patrones pulsionales, sobre todo por medio de la
integración de huellas mnémicas en organizaciones de la
personalidad y funciones yoicas. Esto da razón de las
diferencias en cualidad maternal entre mujeres que pertenecen a la
misma civilización o grupo social, o aun dentro de la misma
familia (Anthony y Benedek, 1983). Otros autores como Jessner,
Weigert y Foy (1970), plantean que no hay camino de retorno cuando se
está por ser madre.
Hay
también un sentimiento siniestro, un vago reconocimiento de
que la satisfacción perfecta de este anhelo podría
significar la muerte del individuo. Freud ha interpretado esta
nostalgia como el anhelo familiar, aunque siniestro de retornar al
vientre materno, de reunirse con la Madre Tierra.
Es
decir según los autores mencionados, decidirse a ser
progenitor, desencadena, sobre todo en la mujer una nostalgia, por
revivir en la unión con el futuro hijo, una inversión
de la simbiosis original que, como hijo o hija tenía con su
madre. La alegría ante la perspectiva de la maternidad encubre
angustias inconscientes.
Por
su parte para Helene Deutsch (1977), la maternidad es una cualidad
inherente al carácter femenino, aún en la mujer que
nunca ha dado a luz un hijo.
La
maternidad provee una oportunidad para desarrollar esta cualidad
femenina, incluso en mujeres que previamente habían escapado
hacia una fingida masculinidad por el temor de ser más
vulnerables como mujeres.
Laplanche
y Pontalis (1971) en el Diccionario de psicoanálisis plantea
que la maternalización es una técnica de psicoterapia
de la psicosis, especialmente de la esquizofrenia, que tiende a
establecer, entre el terapeuta y el paciente, de un modo tanto
simbólico como real, una relación análoga a la
que existía entre una buena madre y su hijo.
Para
Freud, en relación al concepto de amor maternal, escribe que
la madre adquiere una importancia única, inalterable y
permanente, y deviene, para los dos sexos, el objeto del primero y
más importante de todos los amores, prototipo de todas las
relaciones amorosas ulteriores (Freud, 1967). Él consideraba
el amor de una madre como el único sentimiento en el mundo que
no es ambivalente.
Sin
embargo contra el optimismo freudiano, Winnicott (1947) demuestra
la ambivalencia del sentimiento maternal, principalmente en los
primeros meses de la vida del niño, la madre siente que su
bebé la requiere a cada instante, la distrae de su vida
sexual, no la tiene en cuenta como una persona diferente sino como
una extensión de él mismo. La corriente agresiva que
todo esto genera en la madre, es natural, pero aún cuando
estos sentimientos aparezcan como los más evidentes, no son
en general, los más fuertes.
Racamier afirma:
En
fin, este resentimiento de fondo, puede resonar más fuerte
cuando la madre es, para su bebé, la persona que siente, no
sin razón, el gran poder de vida o muerte sobre el otro.
(Racamier, 1984, p.45).
Winnicott
(1947) propone la hipótesis de que la madre odia al bebé
antes de que él pueda odiarla, y antes de que él pueda
saber de que su madre pueda odiarlo. Por otra parte, también
Winnicott (1956) conceptualiza la capacidad empática de la
madre para entender y responder oportunamente a las necesidades del
bebé como " Preocupación
Materna Primaria".
>Esta
condición psicológica de la madre, caracterizada por un
estado de sensibilidad extrema, le permite identificarse plenamente
con las necesidades del bebé y así poder satisfacerlas.
Para ello, la mujer debe estar sana, lo que supone no sólo su
estado psíquico sino también incluye el ambiente social
y familiar. Este estado psicológico materno se complementa con
la situación de dependencia absoluta del bebé, siendo
los cuidados pacientes y continuos de la madre los que permiten que
el desarrollo se inicie sin que se comprometa la unidad
¨cuerpo-mente¨ del bebé.
En
consecuencia, la función del cuidado materno en estas épocas
tempranas será especialmente el sostenimiento. La falla
ambiental, entendiendo como ambiente a la madre y a los intercambios
que provee, provocará la conformación de una
experiencia de vulnerabilidad máxima, afectando así el
desarrollo biopsicológico del recién nacido.
Bion
(1962) hace referencia a la "Reverie
Materna" como
la capacidad de la madre para aceptar, alojar y transformar las
angustias y los estados altamente desestructurantes del bebé,
recibiendo sin pánico lo que él transmite en una
atmósfera de urgencia y catástrofe, actuando como
modulador del dolor en su respuesta transformadora. Pero si la madre
fracasa en esta tarea, el lactante, desde su vulnerabilidad deberá
ser quien haga frente a esos estados.
Racamier
plantea que la maternalización es el conjunto de procesos
psicoafectivos que se desarrollan e integran en la mujer en ocasión
de su maternidad, y que, por lo tanto es un fenómeno
psicobiológico. Es necesario tomar en cuenta las siguientes
nociones:
-
El amor maternal es ambivalente. En efecto, el amor maternal no es,
de ninguna manera puro e ideal, un sentimiento simple y sin conflicto
como siempre aparece representado en el imaginario colectivo. Por el
contrario, es un sentimiento ambivalente, complejo y ambiguo, donde
se mezclan estrechamente el amor y la agresividad, el investimento y
el reconocimiento del otro y la confusión con él
(Racamier, 1984).
-
La maternidad es una fase del desarrollo psicoafectivo de la mujer:
los procesos que se desarrollan en esta etapa, encuentran su sentido
en las relaciones conscientes e inconscientes de la madre con su
niño. A su vez, estas relaciones se basan en las que ella tuvo
con sus propios padres. La realidad corporal del bebé hace
emerger la historia de la misma como hija.
Parece
evidente que el proceso de maternalización se desarrolla al
producirse la primera maternidad. Pero a veces no sucede de ese modo,
pues no porque haya una maternidad habrá necesariamente un
proceso de maternalización, este último puede quedar
diferido o escamoteado por los mecanismos de defensa de la mujer.
La
maternidad, como fenómeno psicobiológico, y como crisis
evolutiva, reactiva conflictos del pasado y potencia las
problemáticas presentes, sobre todo las relacionadas con los
vínculos con los otros.
Así
como el niño se desarrolla de etapa en etapa, su madre también
debe pasar por una serie de fases del desarrollo. Cada una de estas
etapas, confronta a la madre con nuevos desafíos que debe
superar, valiéndose de sus propios recursos internos y
externos.
La
Maternidad representa, entonces una crisis evolutiva que afecta a
todo el grupo familiar. La madre atraviesa esa crisis en función
de:
Su
historia personal, la estructura de su personalidad, su situación
presente, conyugal, familiar y social, las características
del temperamento del bebe y la ubicación de ese niño en
el encadenamiento histórico de su familia.
En el sentido Eriksoniano, el
maternaje representa en la madre una crisis de identidad y de la
personalidad en el sentido amplio. Comparándola con la
adolescencia se encuentran varios puntos comunes con ella:
-
Una transformación corporal y hormonal.
-
Un cambio de status social.
-
Importantes fluctuaciones pulsionales.
-
Reactivación de conflictos infantiles, en particular aquellos
que se relacionan con las primeras etapas.
-
La disolución y reconstrucción de identificaciones
precoces, en particular, la identificación con la propia
madre.
-
Una transformación de la imagen corporal en dos tiempos:
primero al producisrse el embarazo, y luego, después del
nacimiento del bebé.
-
Una transformación del sentimiento de identidad personal.
-
Los sistemas defensivos que anteriormente estaban organizados, están
a veces fragmentados o violentamente reforzados.
Al
igual que en la adolescencia, el estado de crisis confiere a las
situaciones reales una pregnancia reforzada: tanto el Yo es más
sensible a las realidades externas como es más flotante en su
intimidad. Determinados sucesos que, en otro momento pasarían
sin otorgarles mayor relevancia, en esta situación cobran un
sentido inusitado.
Las
etapas de la evolución del bebé se reflejan en la
realidad psíquica de la madre.
La
lactancia le va a permitir a la mujer seguir unida al bebe en cierta
forma. Pero, el destete posterior, va a significarle una ruptura, al
igual que el inicio de la locomoción, puesto que el niño
ya puede desplazarse por sus propios medios del cuerpo materno.
Se
observa que los logros evolutivos del bebe que lo llevan a una mayor
independencia, tienen su correlato en la psiquis materna.
En cuanto al vínculo,
Spitz (1965) postula que son las experiencias afectivas que se hallan
en el primer año de vida las que actúan como un tractor
roturador en los desarrollos posteriores, el establecimiento del
precursor del objeto libidinal inicia el proceso de relacionabilidad
con las cosas.
De
ello se desprende la importancia del establecimiento temprano de un
vínculo afectivo saludable entre una madre y su hijo, puesto
que impactará positivamente en el desarrollo del niño.
Monique Bydlowski fue una de las primeras psicoanalistas que realizo
aportes teóricos de la mujer embarazada. Ella trabajó
directamente en la maternidad con una presencia sistemática.
Trabajó junto a obstetras y contribuyó a la comprensión
de los orígenes de la vida de todo ser humano, aportando dos
conceptos originales: la
transparencia psíquica del embarazo y la deuda de vida
para comprender la maternidad y su desarrollo psicoafectivo.
Escribe:
...el
don de la vida, a la vez promesa de inmortalidad y de muerte, induce
que una deuda circula de madre a hija… esta deuda de
existencia, deuda simbólica que el niño viene a
encarnar remite al hecho confirmado por la observación clínica
en la crianza especialmente del primer hijo, una mujer cumple su
deber de gratitud con su propia madre. A menudo observamos que las
mujeres dan por un tiempo a su primer hijo para ser criado por su
madre.
(Bydlowski, 2010, p. 163).
La
deuda de vida: la aptitud para transformarse en madre, según
Bydlowski implica el reconocimiento de gratitud hacia quien
inicialmente le otorgó la vida a esa mujer. La deuda de vida o
deber de gratitud es un tema de la literatura poética o
folklórica que se encuentra en forma metafórica de la
sombra o del doble narcisismo.
Dice
la autora que en el poema de von Hofmannsthal, Die Frau ohne Schatten
(La mujer sin sombra), la cuestión de la sombra está
directamente ligada a la fecundidad y a la filiación femenina.
La heroína no posee sombra y no puede engendrar. Ella
comprende que poseer una sombra significa poder transmitir la vida
porque es proyectando mas allá de ella su propia sombra, que
se puede entregar a la tierra su deuda de existencia. La sombra es
así una metáfora poética del niño deseado
proyectado más allá del sí mismo, promesa de
pasaje de un cuerpo ya sin posibilidades de engendrar a un cuerpo
fértil que contiene el niño por nacer.
Esta
deuda de vida, deuda simbólica que la sombra viene a
representar y que el niño viene a encarnar, es confirmada por
la observación clínica, a través de relatos
donde la mujer expresa su deber de gratitud hacia su propia madre
que la trajo al mundo.
A
menudo las mujeres cerca del alumbramiento buscan tener al niño
cerca de donde residen sus propias madres.
Bydlowski
considera desde el punto de vista psicológico, que
inversamente abortar es a menudo matar a la madre en el interior de
ellas mismas. Y en nombre de un odio maternal declarado, necesario
para poder instalar el sentimiento de gratitud que hace falta
reconocer. De esa forma el aborto puede ser el precio de la sangre a
tirar para poder convertirse ella misma en mujer.
Otro
concepto aportado por la misma autora que permite enriquecer y
comprender el sentido del maternaje es el concepto de transparencia
psíquica.
Al
igual que otros autores ya mencionados, plantea que el acceso a la
maternidad acarrea una crisis vital, que actualiza vivencias
infantiles y se acompaña de conflictos infantiles. Esta
reminiscencia de afectos sin contenido representativo consciente
están en un primer plano y son fácilmente movilizables
en el sujeto con buena salud psíquica.
Esta
transparencia psíquica es un aspecto del funcionamiento mental
durante el embarazo. Consiste en el establecimiento de una relación
transferencial entre el terapeuta y la paciente, donde hay un acceso
al preconciente, se observa asociaciones libres mas ricas y
espontaneas, especialmente alrededor de la infancia y de las
relaciones con imagos parentales con una cierta forma de inhibición.
Este funcionamiento permite mejor comprender el interés de las
psicoterapias en ese periodo pues consiste en una verdadera
aceleración del proceso terapéutico. En efecto, durante
el embarazo se transforma la vida mental, su conflictualidad, su
dinámica. Además está comprobado que las
modificaciones hormonales que aparecen con una temporalidad
específica modifican el comportamiento maternal especialmente
la socialización y la cognición. La mujer que está
embarazada, como lo ha demostrado la literatura científica,
sufre una serie de regresiones y de evoluciones que la conducen a
identificarse con su propia madre, madre todo poderosa de los
primeros años de cuidado y de identificaciones con el bebé
que ella misma ha sido. Este mecanismo es calificado como regresivo
y la particularidad del fenómeno del embarazo consiste en que
está puesta en tensión la identidad, que incluye
importantes modificaciones corporales en poco tiempo, solo nueve
meses. Eso también conlleva a una modificación de los
mecanismos de defensa y de los investimentos. Este fenómeno
de identificaciones con su propia madre, como al niño que ella
misma a ha sido, puede ser fácilmente trabajado durante el
proceso de transferencia con un terapeuta.
Pues
ella, en esos momentos está dispuesta a ser cuidada, a acudir
a la ayuda de una persona que la sostenga emocionalmente, y que la
ayude en sus cuidados y comprenda sus necesidades en tanto madre.
Dayan,
Andro y Dugant (2014) afirman que el reaseguro narcisista asociado al
estado de embarazo favorece el levantamiento parcial de la represión
y permite un abordaje más fácil de la conflictualidad
interna y de los puntos de fijación.
Sin
embargo, no siempre el concepto de transparencia psíquica es
operable fácilmente. Existen casos de mujeres embarazadas
donde podemos asistir a mecanismos que tienden a alejar las
representaciones desfavorables y aparecen en el lugar de la
transparencia psíquica, otros mecanismos: el clivaje, la
denegación, el pensamiento operatorio y a menudo las psicosis
funcionales. Aclara que los motivos de tal anticipación pueden
ser diversos: puede ser lo social, lo físico o sin fundamento
real, que la representación de transformarse en madre sea
intolerable para ella o demasiado conflictivo, o que la estima de sí
misma sea insuficiente para sostener el proceso de la maternidad.
También,
que los mecanismos de defensa ordinarios sean insuficientes para
hacerse cargo de la perdida de control sobre su cuerpo o de las
transformaciones del estatus social. Entonces la transparencia
psíquica es reemplazada por una "gran opacidad que
seduce y fascina todo lo alrededor". (Dayan
et al., 2014, p. 45).
En
resumen, la maternidad implica para la mujer atravesar una sucesión
de diversos procesos: la pubertad, la fecundación, el
embarazo, el parto, la lactancia, la crianza, la educación y
la separación. Sabemos que la mujer que entra a esta aventura
nunca esta sola: desarrolla su experiencia individual dentro de una
comunidad. Sin embargo transformarse en madre es un viaje interior
que realiza una mujer. Se va realizando etapa por etapa y podemos
decir con certeza que es un secreto infantil.
Las
mujeres al ser madres inician el viaje de la maternidad. ¿Por
qué utilizar la palabra viaje? Porque una madre no nace, se
hace:
"…es
un largo camino, que reencuentra un tesoro dejado de lado en la
infancia pero construido durante la infancia. La madre es un secreto
de infancia…es un asunto del inconsciente" (Delassus,
1998, p.31).
Por
ello, es necesario diferenciar la maternidad del maternaje, siendo
este último el proceso psicoafectivo que puede o no acontecer
en la mujer cuando tiene a su bebé.
Y son los psicólogos
perinatales quienes en el siglo XXI permitieron la inclusión
de la palabra en el embarazo, parto y puerperio.
La
psicología perinatal recupera un espacio perdido: el de la
palabra en el momento del nacimiento. La palabra inaugurada por el
nombre de una mujer y de un niño. Por el nombre que entrega en
el compromiso solidario del encuentro intimo con un hombre que da el
apellido.
La
psicología perinatal intenta devolver la identidad en el acto
de parir, fortaleciendo un espacio simbólico al acto de
nacimiento, acto solemne y a todos los que rodean en la actualidad
tal acontecimiento, incluyendo el saber médico, e
introduciendo la palabra ya no mágica de antaño, sino
la que es capaz de elaborar la psicología actual para dar
respuesta a una necesidad ancestral: la de toda mujer de sentirse
escuchada, respetada acompañada y sostenida ante la llegada de
un bebe en el inicio de la vida de su hijo.
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