Los
trastornos alimentarios (TA) constituyen actualmente un serio
problema de salud pública. Se
definen como alteraciones graves de la conducta alimentaria, que se
acompañan de gran preocupación por el peso o la silueta
y elevada insatisfacción con la imagen corporal. El espectro
de los TA incluye no solamente la anorexia nerviosa (AN) y la bulimia
nerviosa (BN), sino también el trastorno por atracón
(BED) y los síndromes subclínicos (American Psychiatric
Association [APA], 2013).
En
los últimos años, la literatura especializada destaca
el aumento en las tasas de incidencia y prevalencia de estos cuadros
(Keel & McCormick, 2010; Machado, Machado, Goncalves & Hoek,
2007; Mancuso et al., 2015; Ng et al., 2014; OMS, 2014; Peláez
Fernández, Raich Escursell & Labrador Encinas, 2010;
Smink, Van Hoeken & Hoek, 2012; Vega Alonso, Rasillo Rodríguez,
Lozano Alonso, Rodríguez Carretero & Martín, 2005).
A nivel internacional, los TA presentan una prevalencia combinada del
13.1% en mujeres jóvenes (Stice, Marti & Rohde, 2013),
resultados similares a los hallados a nivel local en un estudio
previo de nuestro equipo de investigación (Rutsztein,
Murawski, Elizathe & Scappatura, 2010).
Estas
elevadas tasas de prevalencia resultan aún más
preocupantes si se tiene en cuenta la gravedad de la sintomatología
asociada, la tendencia a la cronicidad y la elevada comorbilidad de
estas patologías (López-Guimerà,
Sánchez-Carracedo, Fauquet, Portell & Raich, 2011;
Martin-Rodríguez, Guillen-Grima, Martí &
Brugos-Larumbe, 2015; Ulfvebrand, Birgegård, Norring, Högdahl
& von Hausswolff-Juhlin, 2015), además de las múltiples
consecuencias tanto físicas (Cali, Bonadonna, Trombetta, Weiss
& Caprio, 2008; Westmoreland, Krantz, & Mehler, 2016) como
sociales y psicológicas (López-Guimerà &
Sánchez-Carracedo, 2010; Mond & Baune, 2009; Murakami,
Essayli & Latner, 2016; Puhl & Suh, 2015; Swanson, Crow, Le
Grange, Swendsen & Merikangas, 2011; Vartanian & Porter,
2016).
Por lo general, las
personas que presentan dichos trastornos suelen demorar años
en consultar, y sólo una minoría accede a tratamientos
especializados. Pero,
aún
recibiendo tratamiento, muchos pacientes no logran la remisión
de sus síntomas y problemas, especialmente cuando se trata de
condiciones crónicas y graves (Swanson et.al., 2011; Hudson et
al., 2007). Por ello, la prevención constituye la respuesta
más efectiva a la creciente preocupación y demanda en
relación con estas problemáticas (Ciao, Loth, &
Neumark-Sztainer, 2014; Levine, Mc Vey, Piran & Ferguson, 2012;
Levine & Smolak, 2006).
Un
indicador del reconocimiento del impacto de estos trastornos en la
salud de la población es la creciente atención que
organismos internacionales comenzaron a concederles, a través
del desarrollo de programas de prevención y de tratamientos
especializados (Austin, 2012; Canalda, Villanueva, & Rodríguez,
2003; Puhl, Neumark-Sztainer, Austin, Luedicke & King, 2014;
Soldado, 2006).
La
prevención de trastornos relacionados con la alimentación,
el peso y la imagen corporal se ha convertido en los últimos
años en un área de continuo debate, al integrar modelos
teóricos y modalidades de intervención diferentes con
el fin de reducir su aumento creciente.
Los
primeros programas de prevención se centraban en proporcionar
información acerca de los TA, las características de la
anorexia y la bulimia nerviosa, y los efectos negativos de llevar a
cabo conductas no saludables para alcanzar la delgadez (Stice &
Shaw, 2004). Esos primeros programas no lograron los cambios
esperados con respecto a las actitudes, los hábitos y las
conductas para controlar el peso. En algunos casos se observaron,
incluso, efectos contraproducentes (Carter, Stewart, Dunn, &
Fairburn, 1997; Mann et al., 1997).
Actualmente
se considera de suma importancia que la información ofrecida a
los jóvenes incluya la promoción de hábitos
saludables para el desarrollo y crecimiento normal. También se
ha señalado que la psicoeducación basada en hábitos
alimentarios es necesaria pero no suficiente (Stice & Shaw, 2004)
y debe complementarse con un enfoque interactivo y participativo, en
el cual se aborden otras variables involucradas en el desarrollo de
estas problemáticas (López-Guimerà &
Sánchez-Carracedo, 2010).
En
los últimos años se desarrollaron y evaluaron numerosos
programas de prevención con contenidos y formatos diversos, lo
cual implicó un avance muy importante en este campo. Así,
los estudios publicados muestran que las intervenciones produjeron
una disminución de al menos algún factor de riesgo para
estas problemáticas (Austin, 2016), y que la prevención
no sólo es posible, sino
que es
necesaria. Actualmente se debate acerca de cuáles son los
programas que deberían diseminarse, cómo se deberían
diseminar, cuáles son los contextos en los que podrían
aplicarse y a qué población deberían estar
dirigidos; se debate también acerca de cómo y cuándo
deberían evaluarse los resultados (Levine
&
Smolak, 2006; López-Guimerà & Sánchez-Carracedo,
2010).
Los
diversos programas e intervenciones se basaron en diferentes modelos
teóricos. Entre los más utilizados se incluyen el
modelo informativo, el modelo feminista, el modelo de habilidades
generales (o de vulnerabilidades no específicas), los modelos
cognitivos (cognitivo social, cognitivo conductual, teoría de
la disonancia cognitiva) y el enfoque de alfabetización en
medios. Más allá del modelo teórico, se reconoce
que múltiples factores de diversa naturaleza se combinan en la
génesis y el desarrollo de los problemas y trastornos
relacionados con la alimentación, el peso y la imagen
corporal.
Los
programas de prevención también difieren en cuanto a
los contenidos que deben ser incluidos. Si bien no se ha llegado a un
acuerdo en cuanto a los contenidos y temas que deben ser abordados,
existe consenso en señalar la importancia de incluir los
factores socioculturales en el diseño de los programas de
prevención.
En
cuanto a la población a la que se dirigen estos programas de
prevención, se han propuesto intervenciones universales
(dirigidas a población general), selectivas (dirigidas a
población de riesgo), e indicadas (dirigidas a sujetos
afectados por síntomas prodrómicos).
Los
programas de prevención
universales-selectivos
se ofrecen a mujeres adolescentes independientemente de que presenten
problemas relacionados con la alimentación, el peso o la
imagen corporal. Se trata de intervenciones dirigidas a todas las
estudiantes de escuelas y de ámbitos universitarios (aspecto
universal),
que
por el hecho de ser mujeres adolescentes o jóvenes,
constituyen un grupo de riesgo en nuestro medio sociocultural
(aspecto selectivo).
Por
otra parte, se diseñaron programas para diferentes grupos
etarios y para ciertas poblaciones de riesgo como ser atletas,
profesores de educación física y bailarinas. Pero la
mayoría de los programas publicados fueron diseñados
para ser implementados en el ámbito de las instituciones
educativas. Los estudios muestran que la escuela es un contexto
apropiado para ofrecer
intervenciones
preventivas para trastornos mentales en general
(Jacka
et al., 2013), y más específicamente para trabajar
sobre la imagen corporal y la autoestima (Levine & Smolak, 2006;
Yager , Diedrichs, Ricciardelli & Halliwell, 2013).
Los
meta-análisis y estudios de revisión coinciden en
señalar que las intervenciones que resultaron eficaces y
seguras se dirigen a la reducción de factores de riesgo tales
como la presión sociocultural hacia la delgadez, la
internalización del ideal de delgadez, las preocupaciones por
el peso y la insatisfacción con la imagen corporal, entre
otros (Ciao et al., 2014; Cororve-Fingeret, Warren, Cepeda-Benito, &
Gleaves, 2006; Stice, Rohde, & Shaw, 2013; Yager & O´Dea,
2008). Sin embargo,
aún no se han identificado con precisión todos los
factores de riesgo que intervienen en el desarrollo de los TA,
ni se conoce la interacción que se produce entre ellos (Levine
& Smolak, 2006; López-Guimerà &
Sánchez-Carracedo, 2010; Rutsztein, Murawski, Elizathe,
Armatta et al., 2010; Rutsztein, Elizathe et al., 2011).
Aunque
aún no está del todo
claro si alguno de los modelos es superior a otro, diversos
meta-análisis
señalan que los
mayores efectos se produjeron con programas de prevención
selectivos (orientados a grupos de riesgo), dirigidos a mujeres
mayores de 15 años, de más de un encuentro,
interactivos y administrados por profesionales de la salud (Fingeret,
Warren, Cepeda-Benito, & Gleaves, 2006; Stice & Shaw, 2004;
Stice, Shaw,&
Marti, 2007).
Aunque
los programas selectivos destinados a grupos en riesgo mostraron
mejores resultados, muchos autores han señalado la necesidad
de diseñar programas universales, ya que sus efectos podrían
extenderse a las comunidades, creando un medio más apto para
el logro y el mantenimiento de conductas más saludables.
El
programa de prevención Body
Project
(Stice & Presnell, 2007; Stice, Rohde, & Shaw, 2013), por
ejemplo, obtuvo excelentes resultados en numerosos estudios
conducidos por grupos de investigadores independientes (Becker,
Smith,
&
Ciao 2005; Green, Scott, Diyankova, Gasser, & Pederson, 2005;
Matusek, Wendt,
&
Wiseman, 2004; Pineda García, Gómez Peresmitre,
&
Méndez Hernández, 2010; Rohering, Thompson, Brannick, &
van den Berg, 2006). Este programa
fue diseñado para trabajar con grupos de mujeres jóvenes
que sentían preocupación por su figura -prevención
selectiva-, pero posteriormente incluyeron
jóvenes
que no padecían esa preocupación -prevención
universal-, y en ambas poblaciones
resultó igualmente exitoso (Stice
& Presnell, 2007).
Otros
programas dirigidos a población universal que han logrado una
reducción de factores de riesgo asociados a insatisfacción
corporal y a desórdenes alimentarios, en estudios con diseños
cada vez más refinados y seguimientos a más largo
plazo, son: Happy
being me
(Richardson & Paxton, 2010), Media
Smart
(Wilksch & Wade, 2009), New
moves
(Neumark Sztainer, Friend, Flattum, Hannan, et. Al, 2010),
Planet
Health (Austin,
Spadano-Gasbarro, Greaney, Blood, Hunt, et.al, 2012) y el Programa
multimedia para prevención de Trastornos alimentarios
(Raich, Sánchez Carracedo, López Guimera, Portell &
Fauquet, 2007).
En
una interesante revisión, se identificó que los
programas que presentan mayor apoyo empírico son aquellos que
adoptan un enfoque basado tanto en la alfabetización en medios
como en la disonancia cognitiva (Watson et al., 2016).
La
alfabetización en medios tiene como objetivo fomentar una
mirada crítica frente a los mensajes que transmiten los medios
masivos de comunicación vinculados con el ideal de delgadez
(Levine & Kelly, 2012; Levine & Smolak, 2006). El importante
rol de los medios en la formación e internalización del
ideal actual de belleza influye fuertemente en la aparición de
las preocupaciones por el peso y la insatisfacción con la
imagen corporal. Al analizar la credibilidad de los mensajes se
promueve limitar su influencia, se intenta que los participantes
adviertan los estereotipos de género, de cuerpos
"perfectos"
que se difunden y atentan contra la aceptación de la
diversidad de las medidas corporales (Levine & Smolak, 2006;
Yager &
O´Dea, 2008).
La
teoría de la disonancia cognitiva (Festinger, 1957) sostiene
que cuando se registra una inconsistencia o disonancia entre las
creencias y las acciones que uno lleva a cabo, se experimenta un
malestar que motiva al sujeto a cambiar, con el fin de reducir la
inconsistencia percibida. En el área de los TA, los programas
basados en esta teoría persiguen la reducción de la
internalización del ideal de delgadez, uno de los factores de
riesgo con mayor apoyo empírico. La internalización del
ideal de delgadez consiste en la incorporación de este ideal
al propio sistema de creencias, dando lugar a la comparación
del propio cuerpo con el ideal de
delgadez.
De esta manera, se genera un aumento de la insatisfacción
respecto de la propia imagen corporal (Richardson & Paxton,
2010).
Las
intervenciones basadas en la disonancia cognitiva contribuyen a
lograr cambios en actitudes y comportamientos a través de la
reducción de esta internalización del ideal de delgadez
(Stice, Rohde
&
Shaw, 2013). En las distintas actividades propuestas en estos
programas se espera que los participantes cuestionen y actúen
de modo activo en contra del ideal de delgadez.
Esta
inconsistencia o disonancia cognitiva produce un
malestar que sólo se
resuelve cuando el sujeto abandona ciertos comportamientos
comprometidos con la búsqueda del ideal de delgadez,
reduciéndose así la internalización de dicho
ideal.
Como consecuencia, se
observa también una disminución de
la insatisfacción con la imagen corporal, el estado de ánimo
negativo y las conductas inapropiadas presentes en los TA (Stice &
Presnell, 2007). En la actualidad se considera que lo más
conveniente
es integrar el enfoque educativo de alfabetización en medios
con aquellos programas basados en
la disonancia cognitiva, con el fin de lograr cambios duraderos
(Yager & O´Dea, 2008).
En
Latinoamérica los desarrollos en prevención de TA son
aún escasos. Además, la posibilidad de difusión
del trabajo realizado en países de la región es en
ocasiones limitada. No obstante, en los últimos años se
ha experimentado un crecimiento notable, pudiendo observarse un
incremento en la implementación y evaluación de
programas de prevención en países como México,
Colombia, Venezuela, Brasil y Argentina. Se trata en su mayoría
de programas interactivos, multisesión, principalmente
orientados a población adolescente, con estudios que indican
buenos resultados en la disminución de factores de riesgo
(Anuel, Bracho, Brito, Rondón & Sulbarán, 2012;
Coelho, Gomes, Ribeiro, & Soares, 2014; Dunker, Philippi, &
Ikeda, 2010; Escoto Ponce de León, Camacho-Ruiz,
Rodríguez-Hernández, & Mejía-Castrejón,
2010; Escoto Ponce de León, Mancilla-Díaz, &
Camacho-Ruiz, 2008; Pineda García, & Gómez-Peresmitré,
2006; Pineda-García, Gómez-Peresmitré, &
Méndez-Hernandez, 2010; Rodriguez de Elias, &
Gómez-Peresmitré, 2007).
A
pesar de que en Argentina contamos con
la ley 26.396,
que declara la prevención y el control de los TA y la obesidad
como temas de interés nacional (Congreso de la Nación,
2008),
no hemos hallado publicaciones locales que hayan evaluado el impacto
de programas de prevención de los TA.
En
el marco de un proyecto con subsidio de la Universidad de Buenos
Aires (Subsidio UBACyT "Prevención de Trastornos
Alimentarios. Evaluación de un dispositivo de intervención".
Directora: Prof. Dra. Guillermina Rutsztein), el equipo de
investigación formado por Guillermina Rutsztein, Leonora
Lievendag, Brenda Murawski, Jesica Custodio, Luciana Elizathe, M. Luz
Scappatura, Paula Salaberry, Julieta López, Eduardo
Leonardelli, M. Belén Banasco Falivelli, M. Eugenia Domínguez
Copello y Germán Bidacovich, diseñó y evaluó
el impacto del Programa de Imagen Corporal y Autoestima (Programa
PIA) en estudiantes
mujeres de escuelas medias de Buenos Aires. Para diseñar el
programa se tomaron en consideración las conclusiones y las
recomendaciones provistas por revisiones y meta-análisis
ya mencionados.
Se
trata de un programa de prevención basado en los principios de
la disonancia cognitiva y en el enfoque de alfabetización en
medios, dirigido a mujeres adolescentes.
Se incluyen actividades interactivas que se focalizan en reducir
factores de riesgo, así como también en promover
patrones alimentarios saludables y sostenibles en el tiempo. Durante
la intervención se promueve la participación activa de
las adolescentes, y se asignan tareas a realizar entre los encuentros
con el fin de optimizar los resultados.
Programa
de Imagen Corporal y Autoestima (Programa PIA)
Se
diseñó un programa de tres encuentros de una duración
de una hora cada uno para ser llevado a cabo en las instalaciones de
las instituciones educativas. Las participantes son distribuidas en
grupos de entre 10 y 15 integrantes, y se acuerda en realizar los
tres encuentros en un lapso aproximado de un mes. Los tres encuentros
son coordinados por una o dos profesionales de la salud y/o docentes
que previamente hayan sido entrenados para conducir la intervención.
Los
encuentros incluyen diversas actividades verbales, escritas y
comportamentales, que se desarrollan en un formato interactivo. Se
utiliza una variedad de materiales y actividades diseñados
para atraer el interés y la participación activa del
grupo de adolescentes. Se inician debates a partir de imágenes
de publicidades, videos y presentaciones, y se proponen diferentes
juegos de roles. Los principales objetivos consisten en promover el
análisis crítico acerca de los mensajes que transmiten
los medios con respecto al ideal de belleza y generar disonancia
cognitiva acerca de ese ideal. Se propone reflexionar acerca de
los modos en que los medios transmiten un ideal de belleza femenina
asociado a la delgadez y a la perfección, se identifican
métodos de manipulación de las imágenes y se
debate acerca de los costos para la salud asociados con el intento de
alcanzar este ideal de delgadez. A partir de una presentación
sobre los ideales de belleza en diferentes épocas y culturas,
se reflexiona acerca del ideal como una construcción
socio-cultural y, mediante diferentes actividades,
se
debate acerca del lugar de la apariencia en nuestra cultura, así
como también sobre otras características personales que
podrían considerarse valiosas. Se alienta a las participantes
a compartir sus propias preocupaciones en relación
al
cuerpo, reflexionando sobre aquellas situaciones en las que
experimentaron presión para ser más delgadas y el modo
para poder hacerles frente a estas presiones. También se
analizan situaciones en las que ellas mismas alientan este ideal de
delgadez sin percibirlo y se comparten estrategias para
desalentarlas. A su vez, se analizan las dificultades que podrían
encontrar en el futuro para resistir la presión del ideal de
delgadez y se debate sobre las maneras de enfrentar estas
situaciones. Otras actividades están dirigidas a identificar
los costos emocionales y para la salud que implican
perseguir ese ideal de delgadez intentando, a su vez, promover una
postura activa en contra de ese ideal. Por último, se
promueven hábitos alimentarios saludables, al
enfatizar
la importancia de algunas pautas alimentarias que las adolescentes
suelen ignorar como, por ejemplo, la importancia de consumir
alimentos de diferentes grupos y de no saltear comidas, especialmente
el desayuno. Se alienta a las participantes para que compartan sus
experiencias y opiniones, y se asignan actividades sobre los temas
trabajados en cada encuentro.
Evaluación
del impacto del Programa de Imagen Corporal y Autoestima (Programa
PIA)
El
estudio se realizó en dos escuelas medias de la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires, una pública y la otra
privada. Se
informó el objetivo del estudio y
el formato del dispositivo de intervención a las
autoridades de las instituciones educativas, así como a las
adolescentes y a sus padres, y se les solicitó la autorización
correspondiente para llevarlo a cabo. Tal como lo indican los
principios éticos vigentes, se les aseguró el carácter
confidencial de la información brindada y se informó
que la participación era voluntaria.
De
las 115 estudiantes que entregaron el consentimiento firmado por sus
padres, 111 asistieron a la evaluación pre-intervención.
Las
participantes completaron los
cuestionarios autoadministrados. Además, fueron pesadas y
medidas individualmente por un profesional de la salud, en un espacio
diferente al utilizado para la administración grupal, y se
calculó el Índice de Masa Corporal (IMC) de cada una de
ellas. Las participantes presentaron un Índice de Masa
Corporal (IMC) de 21.76 kg/m2
(D.E. = 3.82). En función de la distribución del IMC
ajustado por edad (Organización Mundial de la Salud, 2007), se
encontró que el 6.8% presentaba riesgo de bajo peso, el 71.6%
peso normal, el 13.6% sobrepeso y el 8% obesidad.
Con
el fin de evaluar el impacto del Programa PIA, los siguientes
instrumentos fueron administrados pre/post intervención, con
seguimiento a los seis meses.
-Cuestionario
sociodemográfico. Este
instrumento fue diseñado con el propósito de
recabar
información sobre la edad, el nivel de escolaridad y la
composición del núcleo familiar.
-Cuestionario
de Influencia del Modelo Estético Corporal-26
(CIMEC-26)
(Toro, Salamero, & Martínez, 1995). Se trata de una escala
compuesta por 26 ítems que evalúa la internalización
del ideal de delgadez y el impacto de las influencias
socioculturales, por medio de cinco subescalas (Preocupación
por la imagen corporal,
Influencia
de la publicidad,
Influencia
de los mensajes verbales,
Influencia
de los modelos sociales
e Influencia
de las situaciones sociales).
-Eating
Disorder Inventory-3
(EDI-3)
(Garner, 2004; adaptación argentina: Rutsztein et al., 2013).
El EDI-3 es un inventario multidimensional que evalúa la
presencia de síntomas asociados con los TA y que se utiliza
como instrumento de cribado para detectar población de riesgo.
La adaptación Argentina del EDI-3 fue llevada a cabo con
adolescentes de población no clínica (Rutsztein et al.,
2013).
Se
consideró que presentaban actitudes
alimentarias disfuncionales
aquellas participantes que obtuvieron puntajes iguales o mayores a
los puntos de corte en las subescalas de Búsqueda de delgadez
y Bulimia, y/o que mostraron altos puntajes en la subescala de
insatisfacción con la imagen corporal. A pesar de que no era
un objetivo del estudio, se realizaron entrevistas semi-estructuradas
con las participantes que presentaron actitudes alimentarias
disfuncionales, con el fin de confirmar si presentaban un TA. El
10.8% de la muestra recibió un diagnóstico de anorexia
nerviosa, bulimia nerviosa o trastorno por atracón. Estas
adolescentes fueron derivadas para recibir tratamiento especializado
en hospitales públicos de Buenos Aires.
Desde
una perspectiva cualitativa se evaluó la aceptabilidad del
programa, mediante tres preguntas: "¿Considerás
que el programa PIA fue de ayuda para vos?", "¿Qué
es lo que te resultó más útil y/o interesante?"
y "¿Recomendarías el Programa a otras chicas?".
Una
vez finalizada la etapa de evaluación, se iniciaron los
encuentros del Programa PIA.
Teniendo
en cuenta la disponibilidad de las escuelas se conformaron nueve
grupos. Cada grupo fue coordinado por dos profesionales entrenados,
integrantes del equipo de investigación. Al primer encuentro
asistieron 108 adolescentes. No obstante, fueron 99 las participantes
que completaron la intervención y fueron evaluadas nuevamente
(evaluación post-intervención). Finalmente, 88
adolescentes pudieron ser evaluadas a los seis meses. De este modo,
la muestra final, que se incluyó en el análisis de los
datos, quedó conformada por 88 mujeres adolescentes de entre
12 y 17 años (76.5 % de la muestra inicial).
Los
resultados hallados indican un descenso en el porcentaje de
adolescentes con actitudes alimentarias disfuncionales (pre 50%, post
28.4%), así como también una disminución en
variables asociadas a los trastornos alimentarios (internalización
del ideal de delgadez, búsqueda de delgadez y actitudes
bulímicas), luego de recibir la intervención. Estos
resultados van en la línea de lo hallado mediante programas
preventivos basados en disonancia cognitiva y alfabetización
en medios (González, Penelo, Gutiérrez, & Raich,
2011; Stice, Marti, Spoor, Presnell, & Shaw, 2008;Stice, Rohde,
Gau, & Shaw, 2009; Stice, Shaw, Burton, & Wade, 2006).
Además,
se trata de una intervención con un alto nivel de aceptación.
La gran mayoría de las participantes (96.6%) consideró
que el Programa PIA le había resultado de ayuda y lo
recomendarían a otras adolescentes (98.9%). En cuanto a los
temas o actividades que les había resultado útil o
interesante, la mayoría de las chicas mencionó: haber
recibido información interesante acerca de hábitos
alimentarios saludables, haber comenzado a aceptar más su
cuerpo o apariencia, y haberse percatado de cómo los medios
manipulan las imágenes. Resulta interesante señalar
que, de las tres participantes que consideraron que el programa no
les ayudó, dos presentaban TA.
Si
bien los resultados post intervención del Programa PIA se
muestran promisorios, los resultados obtenidos en el seguimiento a
los seis meses indican la necesidad de incluir sesiones de refuerzo
con
el fin de alcanzar el mantenimiento de los logros a largo plazo. Es
posible que una intervención con una mayor cantidad de
sesiones y/o que incluya sesiones de refuerzo mejore los resultados a
largo plazo. En el mismo sentido, y como línea futura de
investigación, sería importante considerar la
posibilidad de intervención en otros niveles, por ejemplo, a
través de la inclusión de actividades con padres y
docentes. Las intervenciones podrían
dirigirse
a la disminución del propio ideal de delgadez (que transmiten
a niños y adolescentes a su cargo), a la adquisición de
conocimientos acerca de patrones de alimentación y ejercicio
saludables, y a incrementar la conciencia acerca del impacto de
ciertas actitudes sobre la autoestima y salud psicológica de
las adolescentes. Por otra parte, podría contemplarse la
inclusión de varones. En este caso, con
intervenciones que
apunten
a la disminución de críticas y burlas, las cuales
suelen incrementar la preocupación por la apariencia, la
insatisfacción corporal y las conductas inadecuadas con el
propósito de adelgazar a cualquier costo.
Con
el objetivo de ampliar y mejorar el programa PIA, el nuevo proyecto
del equipo ya está en marcha. Se mencionarán a
continuación los cambios más relevantes previstos para
este nuevo proyecto: en primer lugar, se ha diseñado una nueva
versión del Programa PIA, con el objetivo de prevenir todo el
espectro de problemas y trastornos relacionados con la alimentación,
el peso y la imagen corporal, incluyendo no sólo los TA, sino
también la obesidad. Este objetivo está en línea
con las ideas de los grupos más activos e innovadores en el
campo de la prevención. Aunque tradicionalmente el estudio y
tratamiento de los TA y la obesidad se desarrollaron como áreas
separadas, la propuesta de unificar esfuerzos surgió a partir
del interés por la prevención de ambas problemáticas.
Los programas de prevención de la obesidad no sólo se
mostraron ineficaces en la mayoría de los casos sino que, en
muchas ocasiones, promovieron en los participantes un aumento de la
insatisfacción y de las conductas inapropiadas con el fin de
adelgazar a cualquier costo (O´Dea, 2005; Pinhas & Taylor,
2012). Así es como comienzan a diseñarse
programas
integrados que se proponen la reducción de factores de riesgo
comunes a todos estos desórdenes (Haines &
Neumark-Sztainer, 2006; Pinhas & Taylor, 2012). Los principales
factores de riesgo identificados fueron la realización de
dietas muy restrictivas así como la excesiva exposición
a las pantallas y medios de comunicación masiva.
La
nueva versión del Programa PIA incluye actividades
interactivas que promueven la alimentación saludable y la
realización de actividad física adecuada y placentera.
Otra novedad a destacar del nuevo proyecto consiste en el carácter
multicéntrico del estudio, que abarcará tres ciudades
argentinas situadas en el norte, el centro y el sur del país.
Esto por un lado permitirá observar semejanzas y diferencias
entre las poblaciones, y por otra parte ofrecerá la
oportunidad de diseminar la intervención, y de entrenar a
profesionales de diferentes puntos del país para que puedan
incursionar en el campo de la prevención. En tercer lugar, se
incluirá un grupo control, imprescindible para poder evaluar
la eficacia de la intervención.
Se
espera despertar y difundir el interés por el área de
la prevención y de la promoción de hábitos
saludables, un área poco desarrollada por los psicólogos
en la Argentina y en Latinoamérica.
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