ISSN 2618-5628
 
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Trastornos alimentarios  
Imagen corporal, Prevención  
     

 
Prevención en trastornos alimentarios
 
Rutsztein, Guillermina
Universidad de Buenos Aires (UBA)
Academy for Eating Disorders
 
Lievendag, Leonora
Universidad de Buenos Aires (UBA)
 
Custodio, Jesica
Universidad de Buenos Aires (UBA)
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) 
 
Elizathe, Luciana
Universidad de Buenos Aires (UBA)
 
Murawski, Brenda
Universidad de Buenos Aires (UBA)
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) 
 
Scappatura, M. Luz
Universidad de Buenos Aires (UBA)
 

 

Los trastornos alimentarios (TA) constituyen actualmente un serio problema de salud pública. Se definen como alteraciones graves de la conducta alimentaria, que se acompañan de gran preocupación por el peso o la silueta y elevada insatisfacción con la imagen corporal. El espectro de los TA incluye no solamente la anorexia nerviosa (AN) y la bulimia nerviosa (BN), sino también el trastorno por atracón (BED) y los síndromes subclínicos (American Psychiatric Association [APA], 2013).

En los últimos años, la literatura especializada destaca el aumento en las tasas de incidencia y prevalencia de estos cuadros (Keel & McCormick, 2010; Machado, Machado, Goncalves & Hoek, 2007; Mancuso et al., 2015; Ng et al., 2014; OMS, 2014; Peláez Fernández, Raich Escursell & Labrador Encinas, 2010; Smink, Van Hoeken & Hoek, 2012; Vega Alonso, Rasillo Rodríguez, Lozano Alonso, Rodríguez Carretero & Martín, 2005). A nivel internacional, los TA presentan una prevalencia combinada del 13.1% en mujeres jóvenes (Stice, Marti & Rohde, 2013), resultados similares a los hallados a nivel local en un estudio previo de nuestro equipo de investigación (Rutsztein, Murawski, Elizathe & Scappatura, 2010).

Estas elevadas tasas de prevalencia resultan aún más preocupantes si se tiene en cuenta la gravedad de la sintomatología asociada, la tendencia a la cronicidad y la elevada comorbilidad de estas patologías (López-Guimerà, Sánchez-Carracedo, Fauquet, Portell & Raich, 2011; Martin-Rodríguez, Guillen-Grima, Martí & Brugos-Larumbe, 2015; Ulfvebrand, Birgegård, Norring, Högdahl & von Hausswolff-Juhlin, 2015), además de las múltiples consecuencias tanto físicas (Cali, Bonadonna, Trombetta, Weiss & Caprio, 2008; Westmoreland, Krantz, & Mehler, 2016) como sociales y psicológicas (López-Guimerà & Sánchez-Carracedo, 2010; Mond & Baune, 2009; Murakami, Essayli & Latner, 2016; Puhl & Suh, 2015; Swanson, Crow, Le Grange, Swendsen & Merikangas, 2011; Vartanian & Porter, 2016). Por lo general, las personas que presentan dichos trastornos suelen demorar años en consultar, y sólo una minoría accede a tratamientos especializados. Pero, aún recibiendo tratamiento, muchos pacientes no logran la remisión de sus síntomas y problemas, especialmente cuando se trata de condiciones crónicas y graves (Swanson et.al., 2011; Hudson et al., 2007). Por ello, la prevención constituye la respuesta más efectiva a la creciente preocupación y demanda en relación con estas problemáticas (Ciao, Loth, & Neumark-Sztainer, 2014; Levine, Mc Vey, Piran & Ferguson, 2012; Levine & Smolak, 2006).

Un indicador del reconocimiento del impacto de estos trastornos en la salud de la población es la creciente atención que organismos internacionales comenzaron a concederles, a través del desarrollo de programas de prevención y de tratamientos especializados (Austin, 2012; Canalda, Villanueva, & Rodríguez, 2003; Puhl, Neumark-Sztainer, Austin, Luedicke & King, 2014; Soldado, 2006).

La prevención de trastornos relacionados con la alimentación, el peso y la imagen corporal se ha convertido en los últimos años en un área de continuo debate, al integrar modelos teóricos y modalidades de intervención diferentes con el fin de reducir su aumento creciente.

Los primeros programas de prevención se centraban en proporcionar información acerca de los TA, las características de la anorexia y la bulimia nerviosa, y los efectos negativos de llevar a cabo conductas no saludables para alcanzar la delgadez (Stice & Shaw, 2004). Esos primeros programas no lograron los cambios esperados con respecto a las actitudes, los hábitos y las conductas para controlar el peso. En algunos casos se observaron, incluso, efectos contraproducentes (Carter, Stewart, Dunn, & Fairburn, 1997; Mann et al., 1997).

Actualmente se considera de suma importancia que la información ofrecida a los jóvenes incluya la promoción de hábitos saludables para el desarrollo y crecimiento normal. También se ha señalado que la psicoeducación basada en hábitos alimentarios es necesaria pero no suficiente (Stice & Shaw, 2004) y debe complementarse con un enfoque interactivo y participativo, en el cual se aborden otras variables involucradas en el desarrollo de estas problemáticas (López-Guimerà & Sánchez-Carracedo, 2010).

En los últimos años se desarrollaron y evaluaron numerosos programas de prevención con contenidos y formatos diversos, lo cual implicó un avance muy importante en este campo. Así, los estudios publicados muestran que las intervenciones produjeron una disminución de al menos algún factor de riesgo para estas problemáticas (Austin, 2016), y que la prevención no sólo es posible, sino que es necesaria. Actualmente se debate acerca de cuáles son los programas que deberían diseminarse, cómo se deberían diseminar, cuáles son los contextos en los que podrían aplicarse y a qué población deberían estar dirigidos; se debate también acerca de cómo y cuándo deberían evaluarse los resultados (Levine & Smolak, 2006; López-Guimerà & Sánchez-Carracedo, 2010).

Los diversos programas e intervenciones se basaron en diferentes modelos teóricos. Entre los más utilizados se incluyen el modelo informativo, el modelo feminista, el modelo de habilidades generales (o de vulnerabilidades no específicas), los modelos cognitivos (cognitivo social, cognitivo conductual, teoría de la disonancia cognitiva) y el enfoque de alfabetización en medios. Más allá del modelo teórico, se reconoce que múltiples factores de diversa naturaleza se combinan en la génesis y el desarrollo de los problemas y trastornos relacionados con la alimentación, el peso y la imagen corporal.

Los programas de prevención también difieren en cuanto a los contenidos que deben ser incluidos. Si bien no se ha llegado a un acuerdo en cuanto a los contenidos y temas que deben ser abordados, existe consenso en señalar la importancia de incluir los factores socioculturales en el diseño de los programas de prevención.

En cuanto a la población a la que se dirigen estos programas de prevención, se han propuesto intervenciones universales (dirigidas a población general), selectivas (dirigidas a población de riesgo), e indicadas (dirigidas a sujetos afectados por síntomas prodrómicos).

Los programas de prevención universales-selectivos se ofrecen a mujeres adolescentes independientemente de que presenten problemas relacionados con la alimentación, el peso o la imagen corporal. Se trata de intervenciones dirigidas a todas las estudiantes de escuelas y de ámbitos universitarios (aspecto universal), que por el hecho de ser mujeres adolescentes o jóvenes, constituyen un grupo de riesgo en nuestro medio sociocultural (aspecto selectivo).

Por otra parte, se diseñaron programas para diferentes grupos etarios y para ciertas poblaciones de riesgo como ser atletas, profesores de educación física y bailarinas. Pero la mayoría de los programas publicados fueron diseñados para ser implementados en el ámbito de las instituciones educativas. Los estudios muestran que la escuela es un contexto apropiado para ofrecer intervenciones preventivas para trastornos mentales en general (Jacka et al., 2013), y más específicamente para trabajar sobre la imagen corporal y la autoestima (Levine & Smolak, 2006; Yager , Diedrichs, Ricciardelli & Halliwell, 2013).

Los meta-análisis y estudios de revisión coinciden en señalar que las intervenciones que resultaron eficaces y seguras se dirigen a la reducción de factores de riesgo tales como la presión sociocultural hacia la delgadez, la internalización del ideal de delgadez, las preocupaciones por el peso y la insatisfacción con la imagen corporal, entre otros (Ciao et al., 2014; Cororve-Fingeret, Warren, Cepeda-Benito, & Gleaves, 2006; Stice, Rohde, & Shaw, 2013; Yager & O´Dea, 2008). Sin embargo, aún no se han identificado con precisión todos los factores de riesgo que intervienen en el desarrollo de los TA, ni se conoce la interacción que se produce entre ellos (Levine & Smolak, 2006; López-Guimerà & Sánchez-Carracedo, 2010; Rutsztein, Murawski, Elizathe, Armatta et al., 2010; Rutsztein, Elizathe et al., 2011).

Aunque aún no está del todo claro si alguno de los modelos es superior a otro, diversos meta-análisis señalan que los mayores efectos se produjeron con programas de prevención selectivos (orientados a grupos de riesgo), dirigidos a mujeres mayores de 15 años, de más de un encuentro, interactivos y administrados por profesionales de la salud (Fingeret, Warren, Cepeda-Benito, & Gleaves, 2006; Stice & Shaw, 2004; Stice, Shaw,& Marti, 2007).

Aunque los programas selectivos destinados a grupos en riesgo mostraron mejores resultados, muchos autores han señalado la necesidad de diseñar programas universales, ya que sus efectos podrían extenderse a las comunidades, creando un medio más apto para el logro y el mantenimiento de conductas más saludables.

El programa de prevención Body Project (Stice & Presnell, 2007; Stice, Rohde, & Shaw, 2013), por ejemplo, obtuvo excelentes resultados en numerosos estudios conducidos por grupos de investigadores independientes (Becker, Smith, & Ciao 2005; Green, Scott, Diyankova, Gasser, & Pederson, 2005; Matusek, Wendt, & Wiseman, 2004; Pineda García, Gómez Peresmitre, & Méndez Hernández, 2010; Rohering, Thompson, Brannick, & van den Berg, 2006). Este programa fue diseñado para trabajar con grupos de mujeres jóvenes que sentían preocupación por su figura -prevención selectiva-, pero posteriormente incluyeron jóvenes que no padecían esa preocupación -prevención universal-, y en ambas poblaciones resultó igualmente exitoso (Stice & Presnell, 2007).

Otros programas dirigidos a población universal que han logrado una reducción de factores de riesgo asociados a insatisfacción corporal y a desórdenes alimentarios, en estudios con diseños cada vez más refinados y seguimientos a más largo plazo, son: Happy being me (Richardson & Paxton, 2010), Media Smart (Wilksch & Wade, 2009), New moves (Neumark Sztainer, Friend, Flattum, Hannan, et. Al, 2010), Planet Health (Austin, Spadano-Gasbarro, Greaney, Blood, Hunt, et.al, 2012) y el Programa multimedia para prevención de Trastornos alimentarios (Raich, Sánchez Carracedo, López Guimera, Portell & Fauquet, 2007).

En una interesante revisión, se identificó que los programas que presentan mayor apoyo empírico son aquellos que adoptan un enfoque basado tanto en la alfabetización en medios como en la disonancia cognitiva (Watson et al., 2016).

La alfabetización en medios tiene como objetivo fomentar una mirada crítica frente a los mensajes que transmiten los medios masivos de comunicación vinculados con el ideal de delgadez (Levine & Kelly, 2012; Levine & Smolak, 2006). El importante rol de los medios en la formación e internalización del ideal actual de belleza influye fuertemente en la aparición de las preocupaciones por el peso y la insatisfacción con la imagen corporal. Al analizar la credibilidad de los mensajes se promueve limitar su influencia, se intenta que los participantes adviertan los estereotipos de género, de cuerpos "perfectos" que se difunden y atentan contra la aceptación de la diversidad de las medidas corporales (Levine & Smolak, 2006; Yager & O´Dea, 2008).

La teoría de la disonancia cognitiva (Festinger, 1957) sostiene que cuando se registra una inconsistencia o disonancia entre las creencias y las acciones que uno lleva a cabo, se experimenta un malestar que motiva al sujeto a cambiar, con el fin de reducir la inconsistencia percibida. En el área de los TA, los programas basados en esta teoría persiguen la reducción de la internalización del ideal de delgadez, uno de los factores de riesgo con mayor apoyo empírico. La internalización del ideal de delgadez consiste en la incorporación de este ideal al propio sistema de creencias, dando lugar a la comparación del propio cuerpo con el ideal de delgadez. De esta manera, se genera un aumento de la insatisfacción respecto de la propia imagen corporal (Richardson & Paxton, 2010).

Las intervenciones basadas en la disonancia cognitiva contribuyen a lograr cambios en actitudes y comportamientos a través de la reducción de esta internalización del ideal de delgadez (Stice, Rohde & Shaw, 2013). En las distintas actividades propuestas en estos programas se espera que los participantes cuestionen y actúen de modo activo en contra del ideal de delgadez.

Esta inconsistencia o disonancia cognitiva produce un malestar que sólo se resuelve cuando el sujeto abandona ciertos comportamientos comprometidos con la búsqueda del ideal de delgadez, reduciéndose así la internalización de dicho ideal. Como consecuencia, se observa también una disminución de la insatisfacción con la imagen corporal, el estado de ánimo negativo y las conductas inapropiadas presentes en los TA (Stice & Presnell, 2007). En la actualidad se considera que lo más conveniente es integrar el enfoque educativo de alfabetización en medios con aquellos programas basados en la disonancia cognitiva, con el fin de lograr cambios duraderos (Yager & O´Dea, 2008).

En Latinoamérica los desarrollos en prevención de TA son aún escasos. Además, la posibilidad de difusión del trabajo realizado en países de la región es en ocasiones limitada. No obstante, en los últimos años se ha experimentado un crecimiento notable, pudiendo observarse un incremento en la implementación y evaluación de programas de prevención en países como México, Colombia, Venezuela, Brasil y Argentina. Se trata en su mayoría de programas interactivos, multisesión, principalmente orientados a población adolescente, con estudios que indican buenos resultados en la disminución de factores de riesgo (Anuel, Bracho, Brito, Rondón & Sulbarán, 2012; Coelho, Gomes, Ribeiro, & Soares, 2014; Dunker, Philippi, & Ikeda, 2010; Escoto Ponce de León, Camacho-Ruiz, Rodríguez-Hernández, & Mejía-Castrejón, 2010; Escoto Ponce de León, Mancilla-Díaz, & Camacho-Ruiz, 2008; Pineda García, & Gómez-Peresmitré, 2006; Pineda-García, Gómez-Peresmitré, & Méndez-Hernandez, 2010; Rodriguez de Elias, & Gómez-Peresmitré, 2007).

A pesar de que en Argentina contamos con la ley 26.396, que declara la prevención y el control de los TA y la obesidad como temas de interés nacional (Congreso de la Nación, 2008), no hemos hallado publicaciones locales que hayan evaluado el impacto de programas de prevención de los TA.

En el marco de un proyecto con subsidio de la Universidad de Buenos Aires (Subsidio UBACyT "Prevención de Trastornos Alimentarios. Evaluación de un dispositivo de intervención". Directora: Prof. Dra. Guillermina Rutsztein), el equipo de investigación formado por Guillermina Rutsztein, Leonora Lievendag, Brenda Murawski, Jesica Custodio, Luciana Elizathe, M. Luz Scappatura, Paula Salaberry, Julieta López, Eduardo Leonardelli, M. Belén Banasco Falivelli, M. Eugenia Domínguez Copello y Germán Bidacovich, diseñó y evaluó el impacto del Programa de Imagen Corporal y Autoestima (Programa PIA) en estudiantes mujeres de escuelas medias de Buenos Aires. Para diseñar el programa se tomaron en consideración las conclusiones y las recomendaciones provistas por revisiones y meta-análisis ya mencionados. Se trata de un programa de prevención basado en los principios de la disonancia cognitiva y en el enfoque de alfabetización en medios, dirigido a mujeres adolescentes. Se incluyen actividades interactivas que se focalizan en reducir factores de riesgo, así como también en promover patrones alimentarios saludables y sostenibles en el tiempo. Durante la intervención se promueve la participación activa de las adolescentes, y se asignan tareas a realizar entre los encuentros con el fin de optimizar los resultados.

 

Programa de Imagen Corporal y Autoestima (Programa PIA)

Se diseñó un programa de tres encuentros de una duración de una hora cada uno para ser llevado a cabo en las instalaciones de las instituciones educativas. Las participantes son distribuidas en grupos de entre 10 y 15 integrantes, y se acuerda en realizar los tres encuentros en un lapso aproximado de un mes. Los tres encuentros son coordinados por una o dos profesionales de la salud y/o docentes que previamente hayan sido entrenados para conducir la intervención.

Los encuentros incluyen diversas actividades verbales, escritas y comportamentales, que se desarrollan en un formato interactivo. Se utiliza una variedad de materiales y actividades diseñados para atraer el interés y la participación activa del grupo de adolescentes. Se inician debates a partir de imágenes de publicidades, videos y presentaciones, y se proponen diferentes juegos de roles. Los principales objetivos consisten en promover el análisis crítico acerca de los mensajes que transmiten los medios con respecto al ideal de belleza y generar disonancia cognitiva acerca de ese ideal. Se propone reflexionar acerca de los modos en que los medios transmiten un ideal de belleza femenina asociado a la delgadez y a la perfección, se identifican métodos de manipulación de las imágenes y se debate acerca de los costos para la salud asociados con el intento de alcanzar este ideal de delgadez. A partir de una presentación sobre los ideales de belleza en diferentes épocas y culturas, se reflexiona acerca del ideal como una construcción socio-cultural y, mediante diferentes actividades, se debate acerca del lugar de la apariencia en nuestra cultura, así como también sobre otras características personales que podrían considerarse valiosas. Se alienta a las participantes a compartir sus propias preocupaciones en relación al cuerpo, reflexionando sobre aquellas situaciones en las que experimentaron presión para ser más delgadas y el modo para poder hacerles frente a estas presiones. También se analizan situaciones en las que ellas mismas alientan este ideal de delgadez sin percibirlo y se comparten estrategias para desalentarlas. A su vez, se analizan las dificultades que podrían encontrar en el futuro para resistir la presión del ideal de delgadez y se debate sobre las maneras de enfrentar estas situaciones. Otras actividades están dirigidas a identificar los costos emocionales y para la salud que implican perseguir ese ideal de delgadez intentando, a su vez, promover una postura activa en contra de ese ideal. Por último, se promueven hábitos alimentarios saludables, al enfatizar la importancia de algunas pautas alimentarias que las adolescentes suelen ignorar como, por ejemplo, la importancia de consumir alimentos de diferentes grupos y de no saltear comidas, especialmente el desayuno. Se alienta a las participantes para que compartan sus experiencias y opiniones, y se asignan actividades sobre los temas trabajados en cada encuentro.

 

Evaluación del impacto del Programa de Imagen Corporal y Autoestima (Programa PIA)

El estudio se realizó en dos escuelas medias de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, una pública y la otra privada. Se informó el objetivo del estudio y el formato del dispositivo de intervención a las autoridades de las instituciones educativas, así como a las adolescentes y a sus padres, y se les solicitó la autorización correspondiente para llevarlo a cabo. Tal como lo indican los principios éticos vigentes, se les aseguró el carácter confidencial de la información brindada y se informó que la participación era voluntaria.

De las 115 estudiantes que entregaron el consentimiento firmado por sus padres, 111 asistieron a la evaluación pre-intervención. Las participantes completaron los cuestionarios autoadministrados. Además, fueron pesadas y medidas individualmente por un profesional de la salud, en un espacio diferente al utilizado para la administración grupal, y se calculó el Índice de Masa Corporal (IMC) de cada una de ellas. Las participantes presentaron un Índice de Masa Corporal (IMC) de 21.76 kg/m2 (D.E. = 3.82). En función de la distribución del IMC ajustado por edad (Organización Mundial de la Salud, 2007), se encontró que el 6.8% presentaba riesgo de bajo peso, el 71.6% peso normal, el 13.6% sobrepeso y el 8% obesidad.

Con el fin de evaluar el impacto del Programa PIA, los siguientes instrumentos fueron administrados pre/post intervención, con seguimiento a los seis meses.

-Cuestionario sociodemográfico. Este instrumento fue diseñado con el propósito de recabar información sobre la edad, el nivel de escolaridad y la composición del núcleo familiar.

-Cuestionario de Influencia del Modelo Estético Corporal-26 (CIMEC-26) (Toro, Salamero, & Martínez, 1995). Se trata de una escala compuesta por 26 ítems que evalúa la internalización del ideal de delgadez y el impacto de las influencias socioculturales, por medio de cinco subescalas (Preocupación por la imagen corporal, Influencia de la publicidad, Influencia de los mensajes verbales, Influencia de los modelos sociales e Influencia de las situaciones sociales).

-Eating Disorder Inventory-3 (EDI-3) (Garner, 2004; adaptación argentina: Rutsztein et al., 2013). El EDI-3 es un inventario multidimensional que evalúa la presencia de síntomas asociados con los TA y que se utiliza como instrumento de cribado para detectar población de riesgo. La adaptación Argentina del EDI-3 fue llevada a cabo con adolescentes de población no clínica (Rutsztein et al., 2013).

Se consideró que presentaban actitudes alimentarias disfuncionales aquellas participantes que obtuvieron puntajes iguales o mayores a los puntos de corte en las subescalas de Búsqueda de delgadez y Bulimia, y/o que mostraron altos puntajes en la subescala de insatisfacción con la imagen corporal. A pesar de que no era un objetivo del estudio, se realizaron entrevistas semi-estructuradas con las participantes que presentaron actitudes alimentarias disfuncionales, con el fin de confirmar si presentaban un TA. El 10.8% de la muestra recibió un diagnóstico de anorexia nerviosa, bulimia nerviosa o trastorno por atracón. Estas adolescentes fueron derivadas para recibir tratamiento especializado en hospitales públicos de Buenos Aires.

Desde una perspectiva cualitativa se evaluó la aceptabilidad del programa, mediante tres preguntas: "¿Considerás que el programa PIA fue de ayuda para vos?", "¿Qué es lo que te resultó más útil y/o interesante?" y "¿Recomendarías el Programa a otras chicas?".

Una vez finalizada la etapa de evaluación, se iniciaron los encuentros del Programa PIA. Teniendo en cuenta la disponibilidad de las escuelas se conformaron nueve grupos. Cada grupo fue coordinado por dos profesionales entrenados, integrantes del equipo de investigación. Al primer encuentro asistieron 108 adolescentes. No obstante, fueron 99 las participantes que completaron la intervención y fueron evaluadas nuevamente (evaluación post-intervención). Finalmente, 88 adolescentes pudieron ser evaluadas a los seis meses. De este modo, la muestra final, que se incluyó en el análisis de los datos, quedó conformada por 88 mujeres adolescentes de entre 12 y 17 años (76.5 % de la muestra inicial).

Los resultados hallados indican un descenso en el porcentaje de adolescentes con actitudes alimentarias disfuncionales (pre 50%, post 28.4%), así como también una disminución en variables asociadas a los trastornos alimentarios (internalización del ideal de delgadez, búsqueda de delgadez y actitudes bulímicas), luego de recibir la intervención. Estos resultados van en la línea de lo hallado mediante programas preventivos basados en disonancia cognitiva y alfabetización en medios (González, Penelo, Gutiérrez, & Raich, 2011; Stice, Marti, Spoor, Presnell, & Shaw, 2008;Stice, Rohde, Gau, & Shaw, 2009; Stice, Shaw, Burton, & Wade, 2006).

Además, se trata de una intervención con un alto nivel de aceptación. La gran mayoría de las participantes (96.6%) consideró que el Programa PIA le había resultado de ayuda y lo recomendarían a otras adolescentes (98.9%). En cuanto a los temas o actividades que les había resultado útil o interesante, la mayoría de las chicas mencionó: haber recibido información interesante acerca de hábitos alimentarios saludables, haber comenzado a aceptar más su cuerpo o apariencia, y haberse percatado de cómo los medios manipulan las imágenes. Resulta interesante señalar que, de las tres participantes que consideraron que el programa no les ayudó, dos presentaban TA.

Si bien los resultados post intervención del Programa PIA se muestran promisorios, los resultados obtenidos en el seguimiento a los seis meses indican la necesidad de incluir sesiones de refuerzo con el fin de alcanzar el mantenimiento de los logros a largo plazo. Es posible que una intervención con una mayor cantidad de sesiones y/o que incluya sesiones de refuerzo mejore los resultados a largo plazo. En el mismo sentido, y como línea futura de investigación, sería importante considerar la posibilidad de intervención en otros niveles, por ejemplo, a través de la inclusión de actividades con padres y docentes. Las intervenciones podrían dirigirse a la disminución del propio ideal de delgadez (que transmiten a niños y adolescentes a su cargo), a la adquisición de conocimientos acerca de patrones de alimentación y ejercicio saludables, y a incrementar la conciencia acerca del impacto de ciertas actitudes sobre la autoestima y salud psicológica de las adolescentes. Por otra parte, podría contemplarse la inclusión de varones. En este caso, con intervenciones que apunten a la disminución de críticas y burlas, las cuales suelen incrementar la preocupación por la apariencia, la insatisfacción corporal y las conductas inadecuadas con el propósito de adelgazar a cualquier costo.

Con el objetivo de ampliar y mejorar el programa PIA, el nuevo proyecto del equipo ya está en marcha. Se mencionarán a continuación los cambios más relevantes previstos para este nuevo proyecto: en primer lugar, se ha diseñado una nueva versión del Programa PIA, con el objetivo de prevenir todo el espectro de problemas y trastornos relacionados con la alimentación, el peso y la imagen corporal, incluyendo no sólo los TA, sino también la obesidad. Este objetivo está en línea con las ideas de los grupos más activos e innovadores en el campo de la prevención. Aunque tradicionalmente el estudio y tratamiento de los TA y la obesidad se desarrollaron como áreas separadas, la propuesta de unificar esfuerzos surgió a partir del interés por la prevención de ambas problemáticas. Los programas de prevención de la obesidad no sólo se mostraron ineficaces en la mayoría de los casos sino que, en muchas ocasiones, promovieron en los participantes un aumento de la insatisfacción y de las conductas inapropiadas con el fin de adelgazar a cualquier costo (O´Dea, 2005; Pinhas & Taylor, 2012). Así es como comienzan a diseñarse programas integrados que se proponen la reducción de factores de riesgo comunes a todos estos desórdenes (Haines & Neumark-Sztainer, 2006; Pinhas & Taylor, 2012). Los principales factores de riesgo identificados fueron la realización de dietas muy restrictivas así como la excesiva exposición a las pantallas y medios de comunicación masiva.

La nueva versión del Programa PIA incluye actividades interactivas que promueven la alimentación saludable y la realización de actividad física adecuada y placentera. Otra novedad a destacar del nuevo proyecto consiste en el carácter multicéntrico del estudio, que abarcará tres ciudades argentinas situadas en el norte, el centro y el sur del país. Esto por un lado permitirá observar semejanzas y diferencias entre las poblaciones, y por otra parte ofrecerá la oportunidad de diseminar la intervención, y de entrenar a profesionales de diferentes puntos del país para que puedan incursionar en el campo de la prevención. En tercer lugar, se incluirá un grupo control, imprescindible para poder evaluar la eficacia de la intervención.

Se espera despertar y difundir el interés por el área de la prevención y de la promoción de hábitos saludables, un área poco desarrollada por los psicólogos en la Argentina y en Latinoamérica.

 

Referencias

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1ra Edición - Diciembre 2018
 
 
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