Introducción
La
psicooncología es una especialidad que a modo de interfaz
conecta a la medicina y a la psicología para dar una mejor
comprensión a los comportamientos entre los estados de salud y
enfermedad del paciente oncológico y su entorno. También
se ocupa de la articulación entre las diferentes disciplinas
que intervienen en el proceso de tratamiento, rehabilitación y
seguimiento del paciente oncológico, como del nuevo campo que
es el asesoramiento genético, aportando los conocimientos
necesarios para una adecuada comunicación entre médicos,
pacientes y familiares que van a recibir este servicio.
Contempla
la atención integral del paciente oncológico y su
entorno (entendiéndose como entorno no solo la familia, sino
también equipo profesional, y otros ámbitos
relacionales del paciente que se pueden ver afectados por el problema
que lo aqueja).
Atiende
tanto los aspectos físicos-emocionales, como sociales,
espirituales y los orientados hacia la mejoría de la calidad
de vida, asistiendo al paciente oncológico y su entorno desde
el primer momento del conocimiento de la enfermedad hasta el momento
del final de la vida.
La
psicooncología surge en el hemisferio Norte en las décadas
de 60-70 como una subespecialidad, alcanzando hoy la mayoría
de edad y con un volumen de conocimientos y desarrollos que le son
propios que la constituyen en una verdadera especialidad como ejemplo
de un gran valor en la multidisciplinar de las ciencias sociales y
del comportamiento (Holland, 2002; 2003)
En
este trabajo nos enfocamos en el momento del diagnóstico y los
procesos de adaptación normal diferenciándolos del
proceso desadaptativo a los fines de poder realizar un trabajo
psicoeducativo que permita tanto al paciente, su familia y los
profesionales tratantes no confundir estados emocionales propios de
una evolución hacia la adaptación, resolución de
problemas y aceptación, con estados patológicos.
El
conocer los procesos de ajuste psicosocial por los que atraviesa el
paciente oncológico se ha hecho cada vez más importante
en virtud que el cáncer junto con las enfermedades infecciosas
y la depresión son según la OMS (Organización
Mundial de la Salud) las pandemias del siglo XXI [CITATION Sal13 \l 3082 ].
Según
la OMS (2004) se registran más de 10 millones de nuevos casos
por año de cáncer y 6 millones de muertes por esta
enfermedad, siendo una de las causas más frecuentes de
morbimortalidad en el mundo actual. Se calcula que para el 2020 se
registraran 15 millones de nuevos casos anuales y 10 millones de
defunciones. Se considera que parte de este incremento se debe al
envejecimiento de la población especialmente en los países
desarrollados donde la expectativa de vida va en aumento.
Ansiedad
y Depresión en el paciente con cáncer
Los
trastornos como la depresión en todos sus espectros y la
ansiedad, son dos de los problemas en salud mental que más
aquejan a los pacientes oncológicos siguiéndoles en
prevalencia los problemas psicorgánicos derivados del
tratamiento y la misma enfermedad como por ejemplo el "delirium".
La
prevalencia de los desórdenes depresivos (DD) en la población
general se estima en un rango que va del 6,6 % al 16 %. En los
pacientes con cáncer el riesgo va del 0% al 38 % para la
depresión mayor (DM) y de 0% a 58 % para los ssíndromes
del espectro depresivo. La amplia variación se debe al método
que se utilice para la medición, los criterios, el momento y
tipo de cáncer que tenga el paciente; el sexo también
es otro de los elementos a considerar (Massie y Miller, 2010). Otras
enfermedades crónicas como diabetes y enfermedades cardiacas
muestran tasas similares, siendo las neurológicas levemente
mas prevalentes.
En
un estudio observacional de cohorte con 222 pacientes con cáncer
de mama en estadio inicial se observó una prevalencia de
depresión y ansiedad de 33 % durante la etapa diagnostica y
del 15 % al año. Pero los pacientes que presentaban
recurrencias tuvieron una prevalencia del 45%. Este mismo arrojó
resultados de una prevalencia del 26% para los pacientes con cáncer
en etapas avanzadas (Burgess, Graham y Ramirez, 2005).
Con
respecto a los Trastornos de ansiedad generalizada (TAG) la
prevalencia en la población general es del 1.9 % al 5.1%. Para
los pacientes con cáncer en el periodo temprano de la
enfermedad se han encontrado valores del 8% al 12%. Para la población
de pacientes con cáncer en general se han estimado
prevalencias de ansiedad entre 10% a 30%, la ansiedad está
asociada al TAG y a la depresión. Al igual que en el caso da
la depresión estos valores pueden variar según el
instrumento de medición, sexo, momento del tratamiento,
gravedad de la enfermedad, características individuales del
paciente, etc. (Levin y Yesne, 2010).
Como
se desprende de los párrafos anteriores, si bien la
prevalencia de los desórdenes de ansiedad y depresión
son significativamente más elevados que en la población
general, hay un grupo de individuos que no los padecen o bien si lo
padecen experimentan un ajuste psicológico progresivo luego de
transcurrido el primer año del diagnóstico de la
enfermedad.
Si
pensamos a la enfermedad como una pérdida: la pérdida
de la salud, podemos parafrasear para comprender los procesos de
adaptación normal a la enfermedad a Bowlby en su postura con
respecto a las perdidas. Él sostenía que en el curso de
la evolución la pérdida irrecuperable es
estadísticamente irrelevante en comparación con todas
las que se recomponen, resultando de esto que el equipamiento
biológico responde como si todas las pérdidas fueran
posibles de recuperar (Marrone y Juri , 2001). La ira, el enojo
("esto
es un monstruo"
"no
puede estar pasándome a mí"
grita una paciente entre sollozos) son respuestas que se pueden
presentar en cualquier situación de pérdida que tienen
como función iniciar el camino de recomposición de
aquello que se ha roto.
Por
lo que la pérdida de la salud puede ser afrontada como un
duelo, el cual puede resultar adaptativo o mal adaptativo. Enfermedad
viene del latín infirmitas:
daño,
roto, falta de firmeza. Un proceso de duelo exitoso culmina cuando el
individuo asume que su condición no es la misma, que ya no es
esposo, esposa, y es viudo, viuda de o en el caso de una separación
es ex de y así hasta llegar a ser alguien distinto de quien
era ni mejor ni peor distinto, lo que supone un cambio de
posicionamiento del Self[ CITATION Sal06 \l 3082 ]
El
estrés como dependiente de la variable personal y relacional
Cuando
Robert
M. Sapolsky, profesor de Stanford, se pregunta porque las cebras no
se estresan
(Sapolsky, 1994)
y los seres humanos sí, en el libro de título
homónimo, hace
referencia al desarrollo
de nuestras capacidades cognitivas, la cual es ventajosa para un sin
número de situaciones pero hace que nos alarmemos no solo
ante el riesgo inminente sino también ante lo que imaginamos
que podría llegar a suceder y potencialmente sería
desagradable. Pero no todas las personas respondemos de la misma
manera ante los eventos que imaginados o reales nos podrían
poner en peligro o tener un impacto negativo en nuestras vidas.
No
es la misma respuesta emocional a corto y mediano plazo que va a
experimentar ante el diagnóstico de cáncer cuando
piensa y dice: "dentro
de todo el Dr. me dice que tengo suerte porque lo agarramos a tiempo"
que
aquella persona que angustiada llora diciendo "yo
siempre me hice todos los estudios, mamografía, PAP, ecografía
y ahora me pasa esto, no puede ser, si sabía no me hubiera
hecho nada".
También las circunstancias vitales, el momento evolutivo den
individuo en el cual aparece la enfermedad va a estar ligado a la
respuesta emocional. Recuerdo a Aurora, una paciente que había
tenido un cáncer de mama de muy joven antes de tener hijos.
Después de la operación le dijeron que no era
conveniente que quedara embarazada, quince años después
cuando viene a la atención psicoprofiláctica, relata
que tiene dos hijos, que después de tantos años en el
último estudio le encontraron una metástasis y debe
volver a realizar quimioterapia. Pero aun en las mismas
circunstancias y sabiendo esto hubiera actuado igual, nada ni nadie
le sacan la felicidad de ser madre.
Hoy
ya no hablamos de la reacción al estrés como una
relación estimulo-respuesta, este razonamiento además
de ser una explicación facilista es tautológica.
Acontecimientos graves como el cáncer llamado "el
emperador de todos los males" por
Siddharta Mukherjee
no afecta a todos por igual. Aun cuando reúna todos los
requisitos que se le adjudican a "un agente estresor" [CITATION Rem11 \l 3082 ]
como ser novedoso, impredecible, vivenciado como algo que no pueda
ser controlado y una cuarta instancia agregada más
recientemente que es la evaluación del evento como "una
amenaza social" (Dikerson y Kemeny, 2002 ). Porque el principal
problema para que un evento o estimulo sea estresante depende de
alguna manera de las características de la persona expuesta al
mismo. En otras palabras, de las variables individuales del sujeto,
del grado de vulnerabilidad del mismo. Son las diferencias
individuales las que hacen que las personas respondan de manera
diferente a los mismos estímulos.
Otro
elemento que no podemos dejar de lado es el "significado
relacional"
(Lazarus, 2000c).
Este contempla las características ambientales y personales
junto con su importancia relativa. El significado relacional nos
aporta la valoración subjetiva de la importancia que tiene
para el individuo lo que está sucediendo. Una persona se
estresa cuando, por ejemplo, se pone en peligro el compromiso hacia
una meta importante o viola expectativas altamente valoradas. En el
caso de Rosario esto no fue así, cuando le dieron el
diagnóstico de cáncer ella manifestó. "No
me pone contenta lo que tengo, preferiría que no fuera así,
pero ya tengo 73 años, tuve una buena vida, cumplí con
todas mis expectativas, si tengo que morirme no dejo nada pendiente,
solo deseo no sufrir".
Un evento inesperado, desagradable que incluso pone en riesgo la vida
no necesariamente se transforma en un estresor, lo que no significa
que afloren otro tipo de emociones como la ansiedad o la tristeza
(depresión).
La
valoración que realiza un individuo sobre un hecho y que van a
influir sobre el estrés y la emoción está
regulada, según Lazarus por cuatro variables ambientales que
serían – las demandas, las limitaciones, las
oportunidades y la cultura- a esto se le sumarian las variables
personales.
Se
observó que algunas características personales que
están relacionadas con los recursos contribuirían a
hacer a las personas más resistentes a posibles situaciones
estresantes. Como ser el sentido de autoeficacia (Bandura, 1977,
1997), la habilidad para pensar en términos constructivos
(Epstein y Maier, 1998), la resistencia (Maddi y Kobassa 1984); la
esperanza (Snyder et al., 1991), los recursos aprendidos (Rosenbaum,
1990), el optimismo (Scheir y Caver, 1987) y el sentido de la
coherencia (Antonovky, 1987) (Lazarus, 2000b)
Las
emociones y el estrés están íntimamente ligados,
pero puede haber estrés sin emoción (estrés
físico) y emoción sin estrés (Lazarus, 2000b)
como en la elaboración de una perdida en este caso la salud.
Ansiedad
y Depresión como emociones adaptativas
Vivimos
en un mundo en el cual las emociones que nos tiran para arriba están
sobrevaloradas, los mejores estándares de vida y comodidades
que ha alcanzado la población en algunos partes del planeta
(al menos en el que nosotros habitamos) plantea un marco en el que se
hace difícil tolerar el malestar que acompaña a ciertas
circunstancias vitales. Una paciente cuanta "mi
marido falleció de cáncer hace seis meses, me tengo que
esconder en el baño para llorar, porque cuando me ven triste
mis hijos me retan".
Otro paciente a quien su oncólogo lo había derivado al
Servicio de Salud Mental al preguntarle el porqué de la
derivación relata: "El
Dr. me dijo que viniera porque me puse a llorar en la consulta, mi
esposa falleció hace un mes. 50 años juntos Dra. toda
una vida, como no voy a llorar, ¿está mal?".
A
lo largo de su existencia el hombre desarrolló características
evolutivas que le permitieron su supervivencia y su reproducción,
cualquier característica que se haya mantenido a través
de siglos de generaciones evidentemente ha tenido y tiene un papel
importante en esta evolución. De esta habilidad de adaptación
a partir de la evolución de la mente, han surgido la memoria
de trabajo, el sistema ejecutivo, la teoría de la mente, la
conciencia (tema aun con muchas incógnitas) y las emociones
como por ejemplo la ansiedad y la depresión.
Sin
las emociones nuestras decisiones serian meras ramas de un árbol
marchito: Las emociones regulan e inducen y preparan a nuestro
organismo todo a partir de la información que nos brindan del
mundo exterior e interior, para dar respuestas concretas y
específicas. Nos informan a nosotros y a los otros, sobre lo
que ocurre dentro de una persona (motivaciones, planes, cambios
fisiológicos, afrontamientos, etc.). Las emociones tienen una
fisiología diferencial y una actividad psicológica
específica. A través de los sistemas neurales y
hormonales veían órdenes y generan cambios de índole
global. [ CITATION Már04 \l 3082 ].
Activan y cambian números circuitos cerebrales, generando
comportamientos, modificando las representaciones que el cerebro
tiene y dan un tono particular a la relación de la persona con
el entorno y otras personas.
Lazarus
nos ofrece la perspectiva de otro autor Dreikurs quien describe como
sería una persona sin emociones: "...Tal
persona seria fría, casi inhumana. No podría
experimentar ninguna asociación que lo hiciera sesgarse o
posicionarse a un lado en sus perspectivas. No podría querer
nada con mucho entusiasmo y no podría ir más lejos. En
síntesis, sería un ser humano carente completamente de
afectos"
También agrega que "...
no sería capaz de adoptar una postura definida, de actual con
fuerza, con convicción, porque la objetividad completa no
induce acciones firmes...esto requiere un fuerte sesgo
personal..."
(Lazarus, 2000a)
Ha
sido más fácil encontrar una explicación
evolutiva para la ansiedad y el enojo que para la tristeza. La
ansiedad es imprescindible en situaciones de conflicto que ameritan
toma de decisiones y valoración de riesgo. Si no contáramos
con la ansiedad sería muy difícil poder valorar
alternativas aparentemente similares y potencialmente todas correctas
o bien elegir por la menos mala, cuando ninguna ofrece en apariencia
mejores perspectivas. El derrotero de un paciente oncológico a
partir del momento que se le diagnostica la enfermedad está
lleno de esta situación. Lleno de situaciones poco claras,
muchas veces contradictorias donde es difícil predecir a
mediano y largo plazo las consecuencias de esas decisiones. Una
paciente que se le había diagnosticado cáncer de mama
con receptores hormonales positivos debía tomar Tamoxifeno por
cinco años. Si bien esta medicación prevenía una
posible recaída, le ocasionaba una cantidad de síntomas
adversos que perjudicaban su calidad de vida y que ella no estaba
dispuesta a tolerar. Cuando le comunicó su decisión al
oncólogo de no tomar más la medicación este le
manifestó que él no seguiría su tratamiento y
debía cambiar de profesional. En la toma de decisiones de
ambos se manifiesta la ansiedad que implica tanto tomar en la
paciente tomar el riesgo como en el médico no aceptarlo por
temor.
La
ansiedad promueve activación para escapar de una amenaza
potencial, el enojo facilita posiciones de enfrentamiento-lucha.
Ambas emociones con funciones evidentemente adaptativas que se pueden
transformar en patológica e inmovilizarte cuando son
excesivas.
¿Pero
cuál es el valor adaptativo de la depresión? (Dahab,
Rivadaneira y Minici, 2016). Para contestar esta pregunta tenemos que
pensar que no siempre el contexto es gratificante, en la vida de
todos los individuos hay situaciones adversas de rechazo social en
ocasiones, pérdidas de toda índole, trabajo, seres
queridos, por cambios de etapas vitales: fin de la secundaria,
mudanzas, perdida de la juventud, perdida de la salud, y podemos
seguir enumerando infinidad. En estas ocasiones el esfuerzo y el
retorno del mismo sueles ser bajo, poco gratificantes y con grandes
posibilidades de hacer daño. Las acciones que se instrumentan
para resolver estas circunstancias adversas muchas veces conducen al
fracaso poniendo al individuo en situaciones de riesgo. Este es un
contexto donde puede dejar de ser conveniente invertir esfuerzos,
retraerse momentáneamente, no gastar energía
inútilmente donde hay un retorno escaso y poco gratificante.
La
hipótesis de conservación de la energía y los
recursos avala a la depresión- tristeza como una emoción
de índole adaptativa. La inhibición de las funciones
apetitivas que se dan en los momentos de depresión-tristeza,
permite conservar los recursos para luego redirigirlos hacia
objetivos más productivos o cuando las condiciones del medio
sean más favorables y el individuo tenga o pueda recobrar el
control de los sucesos y de su vida. Estos conceptos tienen relación
con el Modelo de Socioambiental de Depresión propuesto por
Lewinshon y Ferster en la década del 70 (Dahab, Rivadaneira y
Minici, 2016).
Otro
aspecto interesante de la depresión como elemento adaptativo
es lo que en la década de 1990 se empezó a llamar
"realismo depresivo" (Alloy y Abranzon , 1988) según
este concepto los individuos depresivos hacen
inferencias del mundo más realistas o
acertadas que los individuos no deprimidos. Aunque se piensa que las
personas deprimidas muestran un sesgo
cognitivo negativo
que hace que vean siempre el vaso medio vacío, y en
consecuencia presenten conductas desadaptadas coherentes con esa
realidad, el "realismo
depresivo" argumenta
que esta negatividad no solo refleja una mayor precisión en la
valoración de las cosas, sino también que las
evaluaciones de los individuos no deprimidos sugieren
un sesgo positivo
no del todo realista.
O, en otras palabras, que los sujetos "normales", los que
no padecen depresión, lo ven todo "más brillante"
de lo que es, mientras que los sujetos deprimidos ven el mundo más
aproximado a como es en realidad.
El
estado de ánimo negativo en términos adaptativos podría
orientar al individuo a un estilo cognitivo más
situacionalmente orientado, acomodador e inductivo que sería
más útil en un ambiente socialmente adverso o escaso de
recursos "mis
hijas quieren que venga a terapia porque dicen que estoy deprimida.
La oncóloga me dijo que me quedaba poco tiempo de vida que
tengo un derrame cancerígeno en el corazón, que no hay
mucho para hacer salvo cuidados paliativos. Yo voy a hacerlo todo.
Pero hace 20 años que lucho contra esta enfermedad, que
quieren que esté contenta.".
Las personas con ánimo depresivo parecen tener una visión
más realista y precisa de los sucesos que aquellos que tienen
un ánimo ligeramente "disfórico". Estos
últimos a su vez tienden a generar soluciones más
pragmáticas y centradas en el ambiente.
Las
reacciones emocionales evolutivas adaptativas no son ni buenas ni
malas, la ventaja de la utilización de las mismas y la
diferenciación con los estados patológicos de ansiedad
y depresión radica, en la oportunidad en el que son
instrumentadas, el tiempo de duración la frecuencia y la
intensidad.
Adaptación
normal frente al diagnóstico de Cáncer
El
significado que los pacientes y su entorno incluyendo al personal de
salud, que dan al cáncer puede resumirse en cinco ítems:
Muerte-Discapacidad-Desfiguración
física-Dependencia-Disrupción en la relación con
los otros (Holland y Almanza -Muñoz, 1997).
Cómo
van a manejar estos aspectos que rodean a la enfermedad va a depender
de los significados relacionales que subyacen al proceso de manejo de
la situación, que a su vez dependerá de las
características individuales, del momento evolutivo que está
atravesando el individuo y la familia, de los compromisos vinculados
a los objetivos, las creencias sobre uno mismo y el mundo y los
recursos. En estos últimos se incluyen tanto los personales
como el acceso a los medios de salud.
En
el paciente con cáncer y su entorno los factores que van a
influir en el proceso de adaptación se pueden resumir en tres
grandes grupos según lo plantea Jimmie Holland (2003).
(a)
La sociedad, que incluye actitudes sociales y creencias acerca del
cáncer que impactan al paciente;
(b)
El paciente, con las características personales que el
paciente aporta al proceso de enfermedad (agregamos el momento
evolutivo por el cual individuo está pasando y es atravesado
por la enfermedad)
(c) El
cáncer, que representa la realidad clínica de la
enfermedad a la cual el paciente debe adaptarse.
A
estos tres ítems cabe agregar dos más que están
relacionados con:
(d)
El entorno familiar del paciente. Incluye tanto los vínculos
consanguíneos como los que no lo son, pero forman parte de la
red vincular, con sus vulnerabilidades y momentos evolutivos propios
(e)
El equipo de salud que a su vez está inserto en un sistema de
salud que puede facilitar o entorpecer el proceso adaptativo del
paciente a la enfermedad
Cada
uno de estos puntos requiere un tratamiento en sí mismo que
excede la posibilidad de ser tratada en este artículo, pero
invita a la investigación.
El
momento diagnóstico sumerge al paciente en un período
de crisis situacional esperable, ya que lo ubica ante un futuro
incierto, aun a aquellos que por antecedentes familiares vienen
realizándose controles periódicos. Se deberán
afrontar las posibilidades de cambios físicos y como el
tratamiento y el después del tratamiento influirá en la
vida personal y de los otros. Holland (2002) realiza una descripción
que sitúa este proceso de adaptación en tres tiempos:
Un
primer tiempo o fase I en el cual el desconcierto por la noticia es
la negación y resistencia que creer que esto está
pasando. Puede llegar al punto de ocultar el diagnostico a sus
allegados en una búsqueda de poder atenuar y procesar el
impacto que el mismo produce. La anestesia afectiva y la
incomprensión de lo que está ocurriendo son
sentimiento normal en esta etapa. El enojo, la ira "...es
un monstruo..."
gritaba una paciente, también son emociones esperable y que
preparan al paciente para la lucha. Un grupo más reducido de
pacientes puede caer en la desesperación más que en la
negación, son aquellos que siempre estuvieron temerosos a la
posibilidad de desarrollar la enfermedad con sustento por
antecedentes familiares o sin él. Este período puede
durar aproximadamente una semana poco más. En la medida que
el paciente va realizando una valoración secundaria de los
hechos se transita a otro momento.
Segundo
tiempo o fase II. En esta etapa entran a jugar la ansiedad y la
depresión-tristeza como procesos adaptativos. En esta etapa
puede existir las disforia, la confusión la inquietud el
desconcierto, e inclusive la mirada cruda negativa y descarnada de
alguien que esta desesperanzado. Pero estos son elementos que como
dijimos forman parte de un proceso adaptativo donde la ansiedad
motoriza a partir de la rumiación que conduce finalmente a la
búsqueda de alternativas. Inclusive el insomnio que esté
ligado a la preocupación en el momento del día (la
noche) donde están ausentes los estímulos que distraen
en el día y el individuo se encuentra con sus pensamientos
más íntimos, forma parte de este momento adaptativo.
Otros pacientes se volcarán a una situación más
introspectiva y con una visión negativa e hiperrealista que
también lo conducirá a la búsqueda de
alternativas. Igualmente, estos estados no son lo uno u otro
coexisten en el sujeto al mismo tiempo alternan y también
terminan atenuándose cuando el paciente va tomando las
decisiones desde donde se hará el tratamiento, hasta la
elección de profesional, y que opciones de tratamiento dentro
de las propuestas terapéuticas elegirá coherente con
su postura ante la vida. Tenernos que ser conscientes como
profesionales que los pacientes no eligen todos igual ante las
aparentemente mismas circunstancias, los valores, las creencias, la
cultura los diferentes estilos de cánones morales etc., van a
marcar estas decisiones. Hay que tener presente que puede parecernos
a veces que el paciente toma la decisión equivoca, pero no
hay decisiones equivocadas hay decisiones y siempre que la tome el
paciente sin coerciones de familiares ni del equipo de salud es la
mejor decisión. Consecuentemente don la decisión
tomada se va calmando la tormenta emocional para entrar en un
periodo de relativa calma y confianza en el rumbo tomado en su
elección del plan oncológico. Esta segunda etapa puede
durar entre dos y tres semanas aproximadamente.
Tercer
tiempo o fase 3 es la adaptación a largo plazo que va a durar
semanas o meses en los cuales el paciente se va ajustando al
diagnóstico y al tratamiento, trata de estructurar su rutina
dentro de los márgenes que le van permitiendo los efectos
adversos de la quimioterapia, radioterapia, eventuales cirugías,
etc. Aparecen momentos de optimismo y regresan las modalidades de
afrontamiento que le fueron útiles en el pasado y también
algunas nuevas a partir de replantearse algunos valores o creencias
a la luz de apreciar la vida de otra manera. Retomando la frase de
la paciente con la que se inaugura este artículo, "...
me tuve que enfermar para aprender a vivir..."
para muchas personas el hecho de enfermar de cáncer es un
punto de inflexión en sus vidas hasta el punto de que pueden
producirse cambios profundos en sus esquemas de personalidad.
Los
pacientes no tienen una sola forma de afrontar la enfermedad, por
ejemplo, dilatar el momento de ingresar al tratamiento por qué
no se decide es una forma de afrontar que puede irritar y preocupar
al entorno. Pero no es ni bueno ni malo, es lo que en ese momento el
paciente puede hacer, presionarlo, enojarse, amenazarlo con
abandonarlo si no hace lo que el familiar o los médicos
quieren puede ser altamente contraproducente y alterar el curso de un
proceso de adaptación normal. Si nos adentramos en la historia
vital del paciente puede que veamos que en otros momentos de crisis
por la dilación por ejemplo fue una forma de afrontamiento del
problema hasta que pudo retomar el hilo para zanjar el problema. La
postura frecuentemente generalizada de optimismo a ultranza y dar
batalla sin titubear que tiende a adoptar la sociedad frente al
cáncer, es irreal y tiene como efecto contraproducente sobre
el paciente el hacerlos sentir culpables de su enfermedad y de las
posibles progresiones del tumor si las hubiera. Los falsos conceptos
acerca de, si no se es optimista el cáncer va a avanzar, que
en muchas ocasiones se trasmiten al paciente, pueden tener el efecto
devastador de la culpa ante la falsa creencia que uno solamente con
el "poder de la mente" y "la voluntad" puede
controlar la enfermedad.
Estas
fases que hemos descripto puede de enojo, no creer que esto esté
pasando, disforia, ansiedad, insomnio, etc.; pueden repetirse
secuencialmente, cuando surgen nuevas situaciones de crisis por la
progresión de la enfermedad, aparición de metástasis,
recidivas, otros procesos cancerígenos distintos al original
que actualmente vemos debido a la prolongación de la vida de
nuestros pacientes y también la falla de los tratamientos. Lo
que antes funcionó ahora no sirve y se debe entrar en la etapa
de cuidados paliativos.
Si
en la medida que se van sumando acontecimientos esta ansiedad y
depresión de tipo adaptativo puede dejar de serlo adquiriendo
connotaciones patológicas. Ese es el momento de intervenir
psicoterapéutica y psicofarmacológicamente no antes.
La
entrevista de psicoprofilaxis, que hace más de 20 años
instrumentamos en el Servicio de Salud Mental como parte de la hoja
de ruta del paciente que es admitido en el Hospital de Oncología
María Curie, tiene como uno de los principales objetivos
diferenciar a los pacientes que están transitando por un
proceso normal de adaptación, asesorar al paciente a los
familiares y al equipo de salud, sobre la normalidad de este proceso.
No interferir en los mecanismos de afrontamiento que despliega el
paciente para hacer frente a su enfermedad, y en el caso que sea
necesario cuando vemos que la ansiedad y la depresión se está
deslizando hacia un camino de permanencia patológica, proponer
una intervención que valoraremos en función de las
características con la que se prestan.
Emprender
el camino de los tratamientos a los que se tiene que enfrentar un
paciente oncológico requiere un nivel de coraje y resistencia
que los médicos no advierten, y su entorno muchas veces
tampoco. Es un camino donde las pasiones y la razón se
combinan en nuestra mente y como dice Lazarus "...Solo
cuando estamos en guerra con nosotros mismos divergen ambas, pero en
este caso nos referimos a un estado patológico y no a uno
sano. Ambas son partes de un todo, embebido cada subsistema en un
sistema mayor integrado, Nada hay más humano
que nuestra razón y nuestras emociones. Probablemente somos
las criaturas más emocionales del mundo como resultado de la
complejidad y sutileza de nuestro pensamiento, el rol de nuestra
mente y nuestro cuerpo en la adaptación y nuestra dependencia
de las restantes personas, todos ellos factores relevantes para
sobrevivir y para nuestro florecimiento como individuos y como
especie."
(Lazarus, 2000a)
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