Introducción
Han
pasado treinta años desde que Sol Garfield señaló
que los esfuerzos para comprender cómo funcionaba y cómo
podía mejorarse la psicoterapia descuidaba una variable
crítica: el terapeuta. Miller,
Hubble y Wampold, 2017
La
práctica de la psicoterapia se nutre del conocimiento
científico. Un conocimiento que provee información
respecto de tratamientos específicos para problemas
específicos y sobre modelos de intervención
transdiagnósticos para múltiples problemas. La
investigación también nos brinda un conocimiento que
nos habla de factores comunes compartidos por todas las modalidades
psicoterapéuticas y un conocimiento transteórico que
permite al profesional ampliar su marco conceptual. También
contamos con principios generales, nacidos de la investigación,
que guían nuestras intervenciones. Pero el recorrido no
termina aquí, nuestra práctica es ciencia y arte. John
Bowlby (1989), convocado por la Asociación Psicoanalítica
Canadiense para su reunión anual, dicto una conferencia en
Quebec en 1978 titulada El
psicoanálisis como arte y ciencia,
en la misma sostuvo que la práctica psicoanalítica
incluía conocimiento científico y un trabajo artesanal,
mutatis mutandis, sirve como ejemplo para entender el ejercicio de la
psicoterapia de hoy. Podríamos decir que, lo que para Bowlby
era
ciencia
y arte, para Stiles y Horvath (2017) hoy, es capacidad
de respuesta apropiada.
Siguiendo
esta línea de pensamiento, una postura contemporánea
sostiene que no se trata de intervenciones terapéuticas
específicas o factores comunes que explican el efecto de la
psicoterapia, sino más bien de la interacción o incluso
la sinergia entre ambos aspectos (Nissen-Lie et al, 2015; Norcross y
Lambert, 2011; Wampold y Imel, 2015). A esta última noción,
se le pueden sumar algunas de las características de los
terapeutas, que tienen efecto sobre los resultados de la psicoterapia
y que se desarrollaran en el presente capítulo, Cuando
hablamos de los resultados de la psicoterapia y de los tratamientos
psicológicos, entendemos que en los mismos intervienen:
variables del terapeuta, del paciente, recursos técnicos y la
situación única generada por ambos, dentro de un
contexto social y ético que atraviesa todo el proceso.
El
siguiente texto no tiene la intención de declarar cuales son
los tratamientos que mayor eficacia tienen para determinados
trastornos. Ni nos vamos a ocupar de las características de
los pacientes que pueden modular los efectos de las intervenciones
psicológicas. Hoy sabemos que
los efectos del terapeuta representan alrededor del 5% al 8 % de la
varianza de los resultados psicoterapéuticos (Baldwin y Imel,
2013; Wampold, 2001).
El
objetivo del siguiente trabajo es desarrollar sintéticamente
algunas de las características de los terapeutas que mejoran
los resultados de la psicoterapia
Contribución
del terapeuta a los resultados
En
este trabajo definimos los efectos del terapeuta como la contribución
hecha por los mismos a la varianza de los resultados, es decir, este
concepto capta la variabilidad atribuible a los terapeutas. Si no
hubiera efecto del terapeuta, todos obtendrían resultados
idénticos, no habría variabilidad. Entonces la pregunta
que deberíamos hacernos es la siguiente ¿Qué
hacen los terapeutas efectivos en sus sesiones que los terapeutas
menos efectivos no hacen? O, ¿qué cualidades aportan
los terapeutas más efectivos, comparados con los terapeutas
menos efectivos, que producen resultados consistentemente mejores
para sus pacientes? (Barkham, Lutz, Lambert y Saxon, 2017).
Distintas
investigaciones apoyan el argumento de que hay psicoterapeutas más
efectivos que otros, que difieren en su efectividad (Kraus,
Castonguay, Boswell, Nordberg y Hayes, 2011; Okiishi, Lambert,
Nielsen y Ogles, 2003; Saxon y Barkham, 2012). Y esto es,
independientemente del modelo teórico al cual adhieran o de
los recursos técnicos que estén utilizando.
Características
de los terapeutas que mejoran los resultados
Como
se mencionó anteriormente en los resultados de los
tratamientos intervienen variables del terapeuta, del paciente, de la
interacción y del contexto micro y macro social de ambos
participantes. Una buena manera de representar todas las variables
que participan en un proceso psicoterapéutico es el modelo
genérico de la psicoterapia de Orlinsky y Howard que fue
presentado por primera vez en 1984, cuya última versión
data del año 2009 (Orlinsky,
2009). A continuación, solamente se iluminará una
pequeña porción de este modelo para desarrollar siete
de las variables de los terapeutas que mejoran los resultados de la
psicoterapia.
Alianza
terapéutica
La
alianza es un constructo tridimensional compuesto por el acuerdo de
objetivos, acuerdo de metas y la calidad del vínculo. Los
precursores en operacionalizar este concepto transteórico
fueron Bordin y Luborsky creando cada uno de ellos una escala para
evaluar el constructo. Hace unos años, Gelso (2014) desde un
modelo psicodinámico, al igual que los dos autores recién
mencionados, propuso un modelo tripartito, pudiendo usarse
transteóricamente, en el que incluye la relación real,
la alianza de trabajo y la trasferencia/contratransferencia. Según
el autor existe la posibilidad de separar los últimos dos
conceptos quedando así un modelo de cuatro elementos.
El
papel crucial de la relación terapéutica en el proceso
de cambio y el resultado del tratamiento, así como la
contribución del terapeuta a esa relación (Del Re et
al., 2012), se reconoce cada vez más en la investigación
en psicoterapia.
La
alianza es el vehículo utilizado para crear expectativas y es
necesaria para que los pacientes promulguen los rituales de la
psicoterapia, llevando a realizar acciones de promoción de la
salud. Un argumento fuertemente respaldado por la investigación
es que la alianza es central para el cambio psicoterapéutico
(Wampold, et al. 2017).
Si
bien, es conocido que la alianza es una condición necesaria
para el cambio en psicoterapia, hasta hace una década atrás
no se sabía si era el psicoterapeuta o el paciente el que
aportaba más para el logro de resultados. Baldwin, Wampold e
Imel (2007) desenmarañaron las contribuciones del terapeuta y
del paciente a la alianza y encontraron que solo la contribución
del terapeuta a la misma predijo el resultado. En la misma línea,
Del Re y colaboradores (2012) en un metaanálisis realizado con
el propósito de evaluar los efectos del terapeuta en la
correlación alianza/resultado, corroboraron que la
variabilidad del terapeuta en la alianza parece ser más
importante que la variabilidad del paciente para mejorar los
resultados en el paciente.
Así,
el terapeuta es el agente más activo en la construcción
de la alianza. Los pacientes tienen características distintas
en intensidad, un terapeuta cuanto más pueda flexibilizar su
manera de relacionarse podrá ayudar a una mayor cantidad de
personas que consultan, es decir, el psicoterapeuta deberá
contar con una flexibilidad a la hora de establecer la relación
terapéutica para obtener mejores resultados con una variedad
más amplia de pacientes. Como argumentan Wampold y
colaboradores (2017) una de las características de los
terapeutas efectivos es la capacidad de formar una alianza en un
amplio rango de pacientes, es decir, que pueden formar alianzas con
una variedad de pacientes.
Nissen–Lie
y colaboradores (2013) estudiaron como la satisfacción
personal y el agobio personal están relacionados con la
alianza terapéutica. Los hallazgos sugieren que la alianza de
trabajo está relacionada con la calidad de vida de los
terapeutas, pero de forma divergente cuando son evaluadas por los
pacientes o los terapeutas. El agobio personal del terapeuta se
asoció inversamente y de manera fuerte con el desarrollo de la
alianza según la percepción de los pacientes, pero no
estuvo asociado con la percepción de la alianza por parte del
terapeuta. Por el contrario, la satisfacción personal de los
terapeutas se asoció clara y positivamente con el desarrollo
de la alianza calificada por el terapeuta, pero no estaba relacionada
con las calificaciones de los pacientes. Parece que los pacientes son
particularmente sensibles a la experiencia de angustia de la vida
privada de sus terapeutas y que esto, presumiblemente se comunica a
través de sus comportamientos durante el período de
sesiones, mientras que los juicios de los terapeutas sobre la calidad
de la alianza estaban sesgados positivamente por su propio sentido de
bienestar personal.
Alejándonos
un paso de la línea de investigación que solo evalúa
los efectos del terapeuta podemos mencionar en este apartado una
reciente investigación (Werbart,
Hägertz y Ölander, 2018) donde se
estudio el ajuste de las configuraciones de la personalidad entre
paciente y terapeuta según el modelo de dos polaridades de
Blatt (2008). Se agruparon díadas convergentes de paciente y
terapeutas anaclíticos, díadas de paciente y terapeutas
introyectivos; y díadas complementarias de pacientes
anaclíticos y terapeutas introyectivos y viceversa. Entre los
resultados se encontraron tamaños del efecto mayores, en
términos de reducción de síntomas en los dos
grupos convergentes y tamaños pequeños en los grupos
complementarios. Los cambios en el nivel de desarrollo de las
representaciones de uno mismo y de los otros mostraron otro patrón,
con tamaños de efecto grandes para pacientes anaclíticos
y tamaños de efecto pequeños a medianos para pacientes
introyectivos. Por lo tanto, estos resultados indican que la
coincidencia de personalidad paciente-terapeuta en el pretratamiento
es importante para la reducción de síntomas al final
del mismo, mientras que los cambios en los niveles de desarrollo de
las representaciones de uno mismo y otros parecen depender de la
configuración de personalidad predominante del paciente.
Destacamos que este es el primer estudio que investigó la
configuración de la personalidad de los terapeutas
(orientación sobre la relación o la autodefinición)
en una investigación de estas características.
En
síntesis, la alianza es un factor necesario pero no suficiente
para obtener buenos resultados. También sabemos que es el
psicoterapeuta el que más aporta para la misma y que en la
medida que el terapeuta sea flexible en establecer la relación
podrá ayudar a mayor diversidad de pacientes. Otros aportes al
conocimiento de la alianza es que determinadas características
de las circunstancias de vida del terapeuta pueden tener un efecto
sobre la percepción de la alianza, y que ajustar la
configuración de la personalidad entre paciente y terapeuta
podría traer mayores beneficios en el trabajo con los
síntomas.
Habilidades
Interpersonales Facilitadoras
Se
han realizado distintas investigaciones para evaluar el efecto de las
habilidades interpersonales facilitadoras. Estas implican fluidez
verbal, expresión emocional, persuasión, esperanza,
calidez, empatía, capacidad de alianza y enfoque en el
problema. Anderson y colaboradores (2009) en un estudio
retrospectivo evaluaron las habilidades de los terapeutas encontrando
que las habilidades interpersonales eran un fuerte predictor de la
mejora del paciente en psicoterapia. Esta investigación
sugirió que los terapeutas efectivos tienen: fluidez verbal,
expresan adecuadamente sus emociones, son persuasivos, infunden
esperanza, son cálidos, empáticos, tienen la capacidad
de crear un vínculo con los pacientes y se centran en los
problemas de los pacientes.
En
un estudio similar, pero con un diseño prospectivo, los
resultados no fueron tan alentadores como en el estudio anterior pero
las habilidades interpersonales facilitadoras de los terapeutas
predijeron los cambios de los pacientes que fueron atendidos durante
ocho o menos sesiones pero no para tratamientos más duraderos
(Anderson, McClintock, Himawan, Song y Patterson, 2016b). Existen
otros estudios que también aportan más evidencia a
favor de los efectos de la habilidades interpersonales sobre los
resultados de los tratamientos (Schöttke, Flückiger,
Goldberg, Eversmann y Lange, 2017; Anderson, Crowley, Himawan,
Holmberg y Uhlin, 2016a).
Componentes
de las habilidades interpersonales facilitadoras
Empatía.
Muchos creen que la mayoría de los terapeutas son empáticos
la mayor parte del tiempo, pero existe una variación entre los
terapeutas en la respuesta empática, particularmente en
respuesta a pacientes interpersonalmente agresivos y difíciles.
(Wampold, 2017). Puede pensarse que la empatía es un fenómeno
interpersonal, y que está variará en función de
las características de los pacientes. Un metaanálisis
reciente encontró que el 9% de la varianza del resultado
podría explicarse por el uso de empatía del terapeuta
(Elliott, Bohart, Watson y Greenberg, 2011).
Fluidez
verbal.
La fluidez verbal es fundamental para proporcionar una explicación
clara, adaptativa y creíble brindándole al paciente una
razón convincente para las acciones terapéuticas. La
psicoterapia es, ante todo, terapia de conversación. Es decir,
la entrega de la psicoterapia es por medios verbales y, por lo tanto,
un terapeuta eficaz debe ser capaz de comunicarse clara y
sucintamente (Wampold, 2017). Un psicoterapeuta cuanto más
claro y parsimonioso sea, cuando más se adapte al lenguaje del
paciente en la explicación de lo que le está pasando y
en las cosas que hay que hacer para que pueda mejorar, logrará
mejores resultados.
Expresión
emocional.
Los terapeutas efectivos son capaces de modular y expresar sus
emociones. Los terapeutas necesitan regular las emociones que van
sintiendo en sus sesiones. Por ejemplo, aquellos terapeutas que
acompañan a sus pacientes a hacer exposición no deberán
mostrar ansiedad, aunque la estén sintiendo, deberán
mostrar calma y tranquilidad (Wampold, 2017). Lo mismo podemos decir
de las demás emociones como el enojo, la ira o la misma
angustia. Es necesario aclarar que no siempre la indicación es
ocultar nuestra emoción, sino que a veces la indicación
es explicitar lo que sentimos, mediante la intervención
denominada inmediatez. Además de la propia regulación y
expresión de las emociones, los terapeutas ayudarán a
los pacientes a registrar, expresar y regular las mismas de acuerdo a
las necesidades del paciente.
Persuasión
e infundir esperanza.
Anderson y sus colegas (2009) encontraron que los terapeutas
efectivos eran persuasivos y que también infunden esperanza y
optimismo en sus pacientes respecto de los objetivos terapéuticos,
incluso si ciertos pacientes han intentado infructuosamente, dentro y
fuera de la terapia, resolver sus problemas (Wampold, 2017). En este
sentido es vital tener en cuenta que los objetivos planteados sean
realistas y estén al alcance del paciente, para no generar
frustración y/o iatrogenia.
Enfoque
en el problema.
Los terapeutas más efectivos se focalizan en el logro de
objetivos acordados con los pacientes, es decir, el foco del
encuentro terapéutico está en los problemas y su
solución. Desarrollan de manera colaborativa un tratamiento
convincente para que los pacientes comprendan lo que se necesita para
lograr sus objetivos en la terapia (Wampold, 2017). Respecto a esto,
uno de los cuatros secretos del cambio según Mansell,
Carey y Tai (2015)
es justamente centrarse en los problemas.
Por
otro lado, en una revisión sistemática (Lingiardi,
Muzi, Tanzilli y Carone, 2018) sobre
los efectos de los terapeutas en los resultados de tratamientos
psicodinámicos, se encontró que la variable habilidades
interpersonales era la que mostró una evidencia más
fuerte en los resultados del tratamiento. Estas habilidades
permitirían crear un ambiente cálido y un clima
terapéutico de apoyo que puede aumentar la oportunidad de
mayores cambios terapéuticos.
Los
distintos componentes de estas habilidades han sido desarrollas a lo
largo de la historia de la psicoterapia por distintos autores. Hoy se
cuenta con algunos instrumentos de evaluación que miden
algunos de estos componentes de manera conjunta.
Duda
profesional
En
una serie de estudios, Nissen-Lie y sus colegas (Nissen-Lie, Monsen y
Rønnestad, 2010; Nissen-Lie, Monsen, Ulleberg y Rønnestad,
2013; Nissen-Lie et al., 2015) encontraron que los terapeutas que
autoinformaban duda profesional predijeron el resultado, es decir,
los terapeutas que tenían más dudas sobre su habilidad
para ayudar a los pacientes tuvieron mejores resultados,
particularmente si también tenían un sentido positivo
de sí mismos, mientras que la combinación de poca duda
profesional y mucha autoafirmación positiva no.
Estos
autores sugieren que la naturaleza de los autoconceptos de los
terapeutas como persona y como profesional están relacionados
con en el cambio de sus pacientes. Es probable que estos estados de
autoconcepto se comuniquen a través del comportamiento durante
las sesiones. Sostienen, a su vez, que la autoconfianza exagerada no
crea una actitud terapéutica saludable. Respecto al estilo de
afrontamiento, la forma en que el terapeuta se maneja con las
dificultades en la práctica parece influir en el resultado del
paciente. Así, el afrontamiento constructivo caracterizado por
tratar activamente un problema clínico, en términos de
ejercicio de control reflexivo, búsqueda de resolución
de problemas conjuntamente con el paciente, parece ayudar al logro de
buenos resultados, mientras que un estilo de afrontamiento evitativo
del problema, retirando el compromiso terapéutico, se asocia a
un menor cambio. Este último concepto, afrontamiento
constructivo, está en la misma línea que el enfoque en
el problema mencionado anteriormente.
Podemos
pensar que aquellos psicoterapeutas que tienen un buen autoconcepto
como persona y que dudan profesionalmente buscan la manera de
resolver las mismas. Es decir, invertirán tiempo en buscar
información, formarse y supervisar para resolver la
dificultad.
Práctica
deliberada
En
una amplia gama de dominios de rendimiento, Ericsson (2006)
identificó una serie de pasos distintos que, cuando se siguen,
producen como efecto un mejor resultado. Los mismos son tomados por
Rousmaniere (2016) para mejorar el desarrollo de habilidades
terapéuticas mediante la práctica deliberada. Para él,
está práctica, implica cinco procesos:
1.
Observar nuestro propio trabajo a través de una cinta de
video.
2.
Obtener retroalimentación experta.
3.
Establecer pequeños objetivos incrementables de aprendizaje
más allá de nuestra capacidad.
4.
Ensayo comportamental repetitivo de habilidades específicas.
5.
Evaluar continuamente el desempeño a través del
resultado informado por el paciente.
Más
recientemente, Miller,
Hubble y Chow
(2017) sugirieron
tres pasos para el desarrollo de terapeutas más efectivos:
1.
Determinar un nivel de efectividad inicial.
2.
Obtener retroalimentación sistemática y continua sobre
el desempeño real.
3.
Refinamiento sucesivo a través de la repetición
dirigida a objetivos que están un poco más allá
del nivel de logro actual de un individuo.
Más
recientemente año los mismos autores (Miller,
Hubble y Chow,
2018) redefinen los pasos de la práctica deliberada de la
siguiente manera:
1.
Un esfuerzo enfocado y sistemático para mejorar el rendimiento
basado en una identificación clara de los objetivos de
aprendizaje, perseguidos durante un período prolongado.
2.
Orientación de un entrenador / maestro / mentor.
3.
Comentarios inmediatos y continuos.
4.
Refinamiento continuo y sucesivo.
Distintas
investigadores están reportando los beneficios de la práctica
deliberada en la efectividad de los terapeutas, por ejemplo, Chow y
colaboradores (2015) encontraron que la cantidad de tiempo que los
terapeutas informaron que invirtieron en mejorar las habilidades
terapéuticas fuera de la terapia, predijo los resultados de
los pacientes. En esta misma línea, pero con una investigación
que llevo mucho más tiempo Goldberg y colaboradores (2016)
informaron los resultados de un estudio de 7 años sobre la
implementación de la práctica deliberada en una
institución de salud mental. Trabajaron con 5.128 pacientes
atendidos por 153 terapeutas. Se encontró un aumento
estadísticamente significativo de la efectividad entre los
terapeutas dentro de su propio número de pacientes atendidos a
lo largo del tiempo. Esto es consistente con la magnitud de las
mejoras observadas en los estudios de práctica deliberada en
otras profesiones. Específicamente, la atención del
desempeño de referencia a través del monitoreo de
rutina de los resultados, combinado con la retroalimentación
sistemática y la práctica deliberada, mejoró
gradualmente los resultados de los terapeutas individuales y los
resultados generales de la institución. Notablemente, la
efectividad de los terapeutas aumentó cada año, durante
7 años.
Sabemos
que la retroalimentación continua mejora significativamente
los resultados en el paciente y en comparación con sus pares
menos efectivos, los terapeutas de mayor rendimiento dedican más
tiempo y esfuerzo a la práctica deliberada. A pesar de estos
resultados positivos, quedan muchas preguntas. Se requiere
replicación y prueba con ensayos controlados aleatorios
prospectivos que comparen las condiciones con y sin práctica
deliberada (Miller,
Hubble y Chow
2018).
Humor
Greenson
(1967) sugirió que el sentido del humor es un rasgo que
debería caracterizar a los analistas exitosos. Dziegielewski,
Jacinto, Laudadio y Legg-Rodriguez (2003) argumentan que el humor
puede utilizarse para romper la resistencia del cliente, reducir la
tensión, generar catarsis y aumentar la confianza en la
relación terapéutica.
En
una reciente investigación (Yonatan-Leus,
Tishby, Shefler y Wiseman, 2018)
retrospectiva y naturista realizada en Israel, donde se evaluaron los
variables de los terapeutas cinco años después de
finalizado el tratamiento, encontraron que los pacientes que fueron
atendidos por terapeutas que puntuaron más en la dimensión
de estilo de humor agresivo mejoraron más que aquellos
tratados por terapeutas con un valor más bajo en esa escala.
El nivel de agresión referido aquí no debe confundirse
con la hostilidad hacia el paciente. Los autores sostienen que estos
hallazgos son consistentes con la noción de que el progreso
terapéutico puede implicar una intervención agresiva y
algún malestar por parte del paciente. También
consideran el supuesto de que el equilibrio requerido entre las
intervenciones empáticas y agresivas puede ser diferente para
pacientes con características distintas. Igualmente los
autores sugieren tomar los resultados tentativamente ya que la
muestra no ha sido del todo representativa.
El
sentido común dice, que mucha veces la información
trasmitida con humor es mejor procesada por el interlocutor. También
sabemos que cualquier cambio en el paciente para mejorar, implica
malestar. Al igual que con otras variables desarrolladas en este
trabajo, algunos pacientes se ajustaran mejor que otros a las
intervenciones cargadas de humor.
Competencia
multicultural
Desde
hace cuatro décadas se ha tomado más conciencia de los
factores culturales en la psicoterapia, con especial énfasis
en las competencias culturales del terapeuta y los tratamientos
adaptados culturalmente (Tao,
Owen, Pace y Imel, 2015; Soto,
Smith, Griner, Rodríguez y Bernal, 2018).
La
investigación ha demostrado que las competencias generales y
las competencias culturales se pueden distinguir (Imel et al., 2011).
Autores como Hayes, Owen y Bieschke (2014) sostienen que la
efectividad del terapeuta puede diferir según la raza o etnia
del paciente. Hay evidencia de que algunos terapeutas logran
resultados más pobres con pacientes de minorías
raciales y étnicas en relación con el resto de los
pacientes (Hayes, Owen y Bieschke, 2014; Owen, Imel, Adelson y
Rodolfa, 2012). Es oportuno señalar que las citas son
textuales y que en nuestro contexto preferimos hablar de diversidad
cultural y no de raza.
Las
prácticas psicoterapéuticas respaldadas científicamente
y adaptadas culturalmente ayudan a los pacientes pertenecientes a
grupos minoritarios a beneficiarse más de los tratamientos
(Soto, Smith, Griner, Rodríguez y Bernal, 2018). La
investigación actual también sugiere que las
calificaciones más altas en las competencias multiculturales
de los terapeutas se asocian con calificaciones más positivas
en los procesos de tratamiento y en los resultados (Tao,
Owen, Pace y Imel 2015).
Competencias
multiculturales del terapeuta.
Sue y colaboradores (1992; 1998) definen las competencias
multiculturales como el conjunto específico de conocimientos,
habilidades, creencias y actitudes. Estas competencias implican:
1.
Expandir el conocimiento de los antecedentes culturales y la
cosmovisión de los pacientes.
2.
Desarrollar y utilizar intervenciones culturalmente relevantes y
estrategias de tratamiento que sean apropiadas para los pacientes.
3.
Adquirir conciencia de los propios supuestos, creencias y valores y
cómo pueden afectar las interacciones con un paciente o las
percepciones del problema que se presenta.
4.
Capacidad de reconocer cómo la historia o antecedentes
personales influye en su propio comportamiento y el de sus pacientes.
En
un metanalisis realizado por Tao,
Owen, Pace y Imel (2015) se encontró una
fuerte asociación entre las percepciones de las competencias
multiculturales de los terapeutas en cuatro procesos clínicos
específicos: (a) alianza terapéutica (b) satisfacción
del paciente, (c) competencias de asesoramiento general, d)
profundidad de la sesión. También se evidenció
una relación moderada entre las competencias culturales y los
resultados del tratamiento.
Así
mismo, este año en una revisión de dos metanálisis
(Soto, Smith, Griner, Rodríguez y Bernal 2018), que tuvo en
cuenta el mencionado anteriormente,
se reportó que la competencia cultural autoevaluada por el
terapeuta no se correlacionó significativamente con los
resultados. La asociación entre la competencia cultural y el
resultado difería dramáticamente dependiendo de si la
competencia cultural era evaluada por el terapeuta o el paciente. Los
autores sostienen que las medidas calificadas por el paciente
implican varios factores de confusión, como por ejemplo, ¿los
pacientes pueden distinguir entre competencias culturales y otras
variables de proceso? Las evaluaciones de los pacientes pueden
incluir efectos de halo, en los que una experiencia positiva con un
terapeuta da como resultado una calificación globalmente alta
de todos los atributos del terapeuta y una experiencia negativa da
como resultado evaluaciones globalmente pobres. Se necesita más
investigación para abordar múltiples confusiones
potenciales respecto de las competencias culturales.
Capacidad
de respuesta apropiada
Hablar
de capacidad de respuesta apropiada implica dejar de lado el
argumento que sostiene qué determinada intervención o
técnica va a determinar siempre un tipo específico de
resultado. Responder de manera apropiada consiste en tener en cuenta
las características del paciente, del terapeuta, el modelo y
las circunstancias emergentes de la situación particular.
Stiles y Horvath (2017) sostienen que un terapeuta es efectivo porque
responde apropiadamente, es decir, porque hace lo correcto. Hacer lo
correcto no implica hacer siempre lo mismo, sino que se proporciona a
cada paciente un tratamiento diferente y personalizado. Los
psicoterapeutas, en general, responden para beneficiar a sus
pacientes, buscando ser conscientes de su comportamiento y ajustarlo
en respuesta a las necesidades de aquellos. Llamamos a esto capacidad
de respuesta apropiada.
Ejercer
la psicoterapia desde esta perspectiva implica que el psicoterapeuta
escuche activamente, elija tratamientos sobre la base de los
problemas, planifique los tratamientos teniendo en cuenta las
características del paciente, utilice la respuesta del
paciente a las intervenciones para guiar las mismas y ajustarlas en
caso de ser necesario.
Así,
hacer lo correcto implica hacer cosas distintas según las
circunstancias únicas y cambiantes de cada situación.
La respuesta apropiada dependerá de hacer una lectura y tener
en cuenta en el paciente el diagnóstico, su inteligencia, el
nivel de instrucción, la personalidad, la situación
social, la etapa de la vida, los valores, la historia personal, el
momento de la terapia y las demandas del paciente. Este tipo de
respuesta, también va a variar de acuerdo a las
características del terapeuta tales como habilidades
terapéuticas, su personalidad, las características
personales y el enfoque teórico. Así, diferentes
terapeutas no pueden ni deben responder exactamente igual.
Lo
correcto también depende de la historia, de la relación
terapéutica particular, los eventos inmediatamente
precedentes, las circunstancias de la sesión y muchos otros
factores en cada caso. En resumen, lo correcto no es siempre lo
mismo.
La
conjetura de Stiles y Horvath (2017), en concordancia con Hatcher
(2015), es que los efectos del terapeuta pueden ser explicados por
las diferencias del terapeuta en la capacidad de respuesta apropiada.
Responder
apropiadamente es una manera de ajustar el conocimiento científico
al contexto idiosincrático conformado por un psicoterapeuta y
paciente únicos en determinadas circunstancias específicas.
La supervisión, como la capacitación en psicoterapia
enfatiza esta modalidad (Friedlander, 2015; Hatcher, 2015).
Conclusión
Desarrollamos
distintas características de los terapeutas que pueden
potenciar los resultados de la psicoterapia y de los tratamientos
psicológicos. Algunas de estas variables siempre van a
potenciar los resultados como por ejemplo la práctica
deliberada, centrarse en el problema o la capacidad de respuesta
apropiada. Sin embargo, otras, habrá que usarlas en función
de las características de los pacientes. Como se mencionó,
no todos los pacientes necesitan un terapeuta muy empático, ni
tampoco un terapeuta que use el sentido del humor. La cuestión
acá es ajustar pacientes y psicoterapeutas en función
sus características.
La
capacidad de respuesta apropiada de Stiles y Horvath (2017), es un
principio que guía nuestro trabajo en el Centro de Asistencia
Psicológica, Mar del Plata – CAPsi, hacemos una
psicoterapia "Taylorizada". Desde nuestra institución
seguimos los lineamientos y el espíritu del modelo Aiglé,
en el sentido de
trabajar con una concepción integradora que proporciona una
base común y, al mismo tiempo, tratamientos adaptados, para
satisfacer las necesidades de las situaciones clínicas
particulares
(Fernández-Álvarez, Gómez y García 2015).
Cuando hablamos de concepción integradora de la
psicoterapia lo hacemos desde una perspectiva teórica en la
búsqueda de articulaciones cada vez más sofisticadas
pero sistemáticas de la relación entre la motivación,
el aprendizaje, la búsqueda de significado y el papel de los
contextos relacionales, culturales y sociales en la estabilidad
humana y los procesos de cambio. Dicho de otra manera, la integración
en psicoterapia se trata cada vez más de honrar la complejidad
humana en la búsqueda de abordar la diversidad de las
necesidades de los pacientes y afirmar sus fortalezas para
proporcionar servicios pertinentes e integrales, ya sean clínicos
o preventivos (Fernández-Álvarez,
Consoli y Gómez 2016).
Psicoterapia
como ciencia y arte, capacidad de respuesta apropiada, terminamos
nuestro trabajo con un cita de Consoli, Fernández Álvarez
y Corbella (2016) que de alguna manera sintetiza algunos de los
puntos desarrollados en el mismo y que además define nuestra
manera de entender la práctica.
"La
psicoterapia, ciencia y práctica social, es la facilitación
de una relación de ayuda por parte de un profesional
capacitado en salud mental con el fin de mejorar el sufrimiento y
mejorar la calidad de vida de los pacientes. Para poder cumplir estos
nobles objetivos, los psicoterapeutas deben recibir la capacitación
adecuada, incluida la instrucción en competencia cultural,
comprometerse con un proceso de desarrollo profesional de por vida
caracterizado por la práctica devota, reflexiva, flexible y de
apertura a la retroalimentación y mucha humildad. Los
psicoterapeutas deben estar bien informados sobre un gran conjunto de
estrategias, intervenciones y técnicas respaldadas por la
investigación y los estándares comunitarios de la
práctica, y observar los principios éticos y códigos
de conducta profesional en su juicio y acciones profesionales, sin
dejar de ser conscientes de la psicoterapia como una práctica
sancionada culturalmente".
Referencias
Anderson,
T., Crowley, M. J., Himawan, L., Holmberg, J. K., & Uhlin, B. D.
(2016). Therapist facilitative interpersonal skills and training
status: A randomized clinical trial on alliance and outcome.
Psychotherapy
Research, 26,
511–529.
Anderson,
T., McClintock, A. S., Himawan, L., Song, X., & Patterson, C. L.
(2016). A prospective study of therapist facilitative interpersonal
skills as a predictor of treatment outcome. Journal
of Consulting and Clinical Psychology, 84,
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