Con una
población de más de 40 millones, Argentina es el
segundo país más grande de Sudamérica y el
octavo más grande del mundo. Si bien a principios del siglo
XX, se consideraba uno de los países de los más ricos
del mundo, una seguidilla de crisis políticas y económicas
que siguieron terminaron con el progreso y prosperidad que prometía.
De 1930 a 1983, los golpes de estado y las dictaduras militares eran
recurrentes en los gobiernos argentinos, creando una situación
de inestabilidad política. Dicha volatilidad, tuvo su fin en
los años 70, cuando los militares tomaron el poder por última
vez, llevando a una crisis política y de los derechos civiles.
De esta manera, el escenario característico del país se
mantiene inestable y cambiante.
Sin
embargo, Argentina posee uno de los niveles más altos de
psicólogos per cápita del mundo, y este fenómeno
ha sido analizado por una gran cantidad de investigadores (Dagfal,
2009; Klappenbach, 2006; Rossi, 1997; Vezzetti, 1988, 1996). Con una
población total de 40 millones de habitantes, hay alrededor de
94,000 psicólogos, lo que se traduce en una relación de
un psicólogo por cada 491 residentes. Aproximadamente 75,000
estudiantes están estudiando psicología, 13,000 de
ellos en la Universidad de Buenos Aires, la más grande del
país (Alonso, Kilnar y Gago, 2014). La carrera de psicología
se ofrece en 10 universidades estatales y 31 privadas en la
Argentina.
La
psicología en Argentina es más que una práctica
clínica o científica; se ha convertido en una
institución cultural (Korman, Viotti y Garay, 2015). El
enfoque es en general clínico, por lo que seguido se la
confunde con el del psicoanalista (Dagfal, 2009). Muchas figuras
públicas del campo político, deportivo, y el del
entretenimiento, han reconocido estar en tratamientos terapéuticos.
Este fenómeno, podría estar relacionado al valor social
de la psicoterapia en el país, el cual no necesariamente
coincide con los de otros contextos (Korman, 2016).
La historia de
la terapia cognitiva conductual (TCC) en Argentina está
fuertemente relacionada al desarrollo del psicoanálisis, y a
la profesionalización de la psicología como una carrera
universitaria luego del siglo XX. La TCC se utilizó mayormente
por psicólogos y no psiquiatras. La difusión
del lenguaje psicológico, particularmente el del
psicoanálisis, penetra en la esfera pública, los
medios, y la vida cotidiana (Plotkin, 2003; Visakovsky, 2001).
Términos como "trauma" y "lapsus", son
recurrentes en las interacciones populares (Korman, 2016).
En
1936, en la ciudad de Córdoba se edita la revista
"Psicoterapia", siendo esta la primera vez que se utiliza
esta palabra dentro del ámbito académico. El
psicoanálisis surgió en la Argentina en los años
40; aunque puede decirse que el inicio formal lo marcó la
creación de la Asociación Psicoanalítica
Argentina en 1942. El psicoanálisis argentino era freudiano en
sus comienzos. Cuando en la década de 1950, comenzaron a
surgir opiniones encontradas sobre problemas técnicos, Melanie
Klein comenzó a postularse como una referencia cada vez más
importante, llegando a su pico en los años 60 (Marín,
1995). En
los años 70, el psicoanálisis lacaniano comenzó
a reemplazar el kleiniano (Marín, 1995). La incorporación
de este pensamiento presentaba una disyuntiva entre la psicología
y el psicoanálisis: los psicólogos continuaron
dedicándose a lo clínico, pero dejaron de considerar al
psicoanálisis como parte de la psicología, y en cambio,
la necesidad de su uso se comenzó a evaluar caso a caso
(Dagfal, 2009).
El
desarrollo de la psicología en las universidades argentinas
tiene una larga historia. La primera universidad que la incluyó
fue la Facultad de Leyes y Ciencias Sociales en 1900 (Klappenbach,
2003; Vezzetti, 1988, 1996). A comienzos del siglo XX, ya
existían cursos de capacitación para profesores de la
Universidad Nacional de La Plata y la Universidad de Buenos Aires.
También capacitaciones para doctores en la Universidad de
Córdoba, y para abogados en la Universidad de Santa Fe y de
Buenos Aires (Klappenbach, 2006).
En
1956, se funda en la ciudad de Rosario la primera carrera de
psicología del país. En Buenos Aires, 1959, se dicta
por primera vez en la Universidad del Museo Social Argentino. Desde
que se crearon programas académicos para la psicología,
el entrenamiento psicoanalítico ha dominado casi todos los
estudios psicológicos. En la década de los años
60, muchos psicoanalistas argumentaban que el psicoanálisis
debería ser considerado una teoría, así como
también terapéutico, y como un método de
investigación. Por lo que incluirlo en una carrera de grado
universitaria, tendría alcance en diferentes áreas del
plan de estudio académico (Klappenbach, 2006).
Los
programas profesionales y la carrera de psicología, surgieron
a mediados del siglo pasado, teniendo su primera camada de graduados
en 1960. De allí, el psicoanálisis dejó de ser
una práctica exclusiva de doctores pertenecientes a la elite
bonaerense, y en cambio, se convirtió en una altamente
disponible a medida que los psicólogos ocupaban cada vez más
puestos de trabajo en hospitales públicos y clínicas.
En
1966, tras "La Noche de los Bastones Largos" muchos
psicólogos se vieron alejados de la universidad pública
y se refugiaron en el ámbito privado y en las universidades
privadas que comenzaron a aparecer como un nuevo actor social.
En
los años 70, cuando comenzó el análisis
experimental del comportamiento en Latinoamérica, dichas
estructuras se asociaron al capitalismo, y por ello, fueron
fuertemente criticadas; pues hasta ese momento, las ideologías
académicas más populares estaban relacionadas al
socialismo (Korman, 2016; Mustaca, 2006). Estas ideologías
políticas tuvieron influencia en la emergencia de la TCC como
su ideología base, la cual suele ser criticada más allá
de los resultados terapéuticos. Por otro lado, durante esta
década la Argentina atravesaba una de las dictaduras más
crueles en la historia de Latinoamérica. Entre 1976 a 1983,
fue un periodo de censura y violencia por parte del estado en forma
de secuestros, torturas, arrestos, y la ejecución de los
disidentes políticos (Korman, Viotti y Garay, 2015).
La vuelta a la
democracia en 1983, inició un periodo de apertura económica
y política que se caracterizó por la reconstrucción
de las instituciones democráticas e incrementó la
libertad de la sociedad civil, aún para los grupos de
intelectuales. Ello coincidió con el deseo de la sociedad por
ejercer la libertad de expresión, que había sido
reprimida por un lago tiempo. En este contexto, se dieron entonces
diferentes alternativas para la psicología y la psiquiatría,
aunque la hegemonía del psicoanálisis se mantuvo fuerte
(Korman,
Viotti y Garay, 2015). Argentina sufrió un proceso masivo de
transformación. Actualmente, aunque en las escuelas de
psicología del país, el enfoque es el psicoanálisis,
las oportunidades de la TCC crecen.
La mayor parte
de las leyes que regulan la práctica de la psicología
profesional fueron desarrolladas después de la Guerra de Las
Malvinas y el fin de la dictadura militar en los años 80
(Ferrero & De Andrea, 2011); hasta ese momento los psicólogos
solo estaban habilitados para realizar tareas que no incluían
el ejercicio de la psicoterapia. Estas regulaciones eran
implementadas de manera efectiva por las instituciones de educación
superior y, escuelas de psicología en distintas regiones del
país (Klappenbach, 2000).
El sistema de
salud pública en Argentina es mixto: incluye prácticas
públicas y privadas a través de la provisión de
organizaciones de salud privadas y sindicatos. El gobierno regula la
psicoterapia y la provisión de la misma a través de una
organización de medicina privada que incluye 30 sesiones
anuales (que se renuevan cada año); el Plan Médico
Obligatorio. Este plan incluye terapia individual, grupal, de
parejas, de familia, psiquiatría, psicopedagogía, y los
diagnósticos psicológicos para entrevistas. El Plan
Médico Obligatorio funciona además como la canasta
básica de servicios que deben recibir los beneficiarios como
derechos propios (Superintendencia de Servicios en Salud, 2015).
Los modelos
de TCC se discutieron por primera vez en la Argentina bajo entornos
informales (Korman, Viotti y Garay, 2015). Durante los años
70, la mayoría de los terapeutas interesados en modelos
cognitivos eran profesionales con una amplia experiencia en
psicoanálisis, que buscaban una alternativa en los
tratamientos psicológicos. Durante este tiempo, y debido a la
dictadura, la comunicación entre los intelectuales fue
limitada y el conocimiento circuló a través de redes
informales a un paso lento (Sábato, 1996).
Los
psicólogos Héctor Fernández Álvarez y
Sara Baringoltz jugaron un papel esencial en el desarrollo de este
modelo (Korman, 2011). Ambos provenían de la Universidad de
Buenos Aires. Al igual que muchos investigadores intelectuales y
profesores, dejaron la enseñanza en universidades públicas
durante la dictadura militar en Argentina. Ambos destacaron la
importancia de los grupos de estudio privados durante ese tiempo.
En
1981 la visita de Hans Eysenck a Buenos Aires marcó un punto
de inflexión en el campo de la psicología (Korman,
2011). Eysenck, el director mundialmente reconocido del Departamento
de Psicología en el Instituto de Psiquiatría de la
Universidad de Londres, dio una charla en la primera Conferencia de
Psicoterapia de Argentina en la Universidad de Belgrano ante una
audiencia mayormente de psicoanalistas. En su conferencia, destacó
la importancia de la psicoterapia y su conexión con la
investigación clínica empírica, lo que creó
una controversia con la audiencia eminentemente psicoanalítica
(Korman, Viotti y Garay, 2015).
Comienza
así un movimiento en donde desde las instituciones privadas se
empieza a dar visibilidad a los aportes teóricos que rompían
con la hegemonía psicoanalítica. La Fundación
Aiglé fue una institución argentina que estudió
terapia cognitiva en un contexto amplio de integración y
eclecticismo. En 1987, un grupo de psicólogos y psiquiatras
provenientes de distintos enfoques teóricos que se reunían
para estudiar sistemáticamente Terapia Cognitiva, funda el
Centro de Terapia Cognitiva. Esta característica produjo una
fuerte impronta en la institución de reconocimiento a
distintas líneas de desarrollo teórico dentro de este
modelo, privilegiando la diversidad en la conformación del
equipo. Durante la década de 1980 muchos de los profesionales
de la salud mental, comenzaron a viajar al extranjero, principalmente
a los Estados Unidos, buscando aprender las tendencias actuales de la
psicoterapia. Al mismo tiempo, el Centro de Terapia Cognitiva y la
Fundación Aiglé comenzaron a organizar conferencias y
talleres, invitando a personalidades como Michael Mahoney, Vittorio
Guidano, Leslie Greenberg, Jeremy Safran y Jeffrey Young. Este fue un
punto de partida para la construcción de redes internacionales
de TCC (Korman, 2011).
Estas
instituciones comenzaron a difundir el modelo en sus actividades de
grado y posgrado en distintas universidades del país y
dictaron también programas de posgrado, en sus propias sedes
en Capital Federal.
La
década de 1990 fue un período de expansión de la
TCC en Argentina, con una "revolución cognitiva"
en entornos académicos y en el sistema de salud público
y privado (Korman, Viotti y Garay, 2015). En 1992, se creó la
Asociación Argentina de Terapia Cognitiva (AATC), solo 2 años
después de la fundación de la Asociación
Internacional de Psicoterapia Cognitiva. Esta asociación fue
impulsada por Aiglé y el Centro de Terapia Cognitiva. El
primer presidente fue Fernando García. En 1996, se realiza las
primeras jornadas latinoamericanas de terapia cognitiva en la
Biblioteca Nacional organizadas por la Asociación Argentina de
Terapia Cognitiva bajo la presidencia de Ruth Wilner. En 1998,
participan en la Fundación de la Asociación
Latinoamericana de Terapias Cognitivas (ALAPCO) en la ciudad de
Gramado, Brasil. El
actual presidente de la Asociación Argentina de Terapia
Cognitiva es el Licenciado Andrés Sánchez .
Al
buscar una identidad teórica y un posicionamiento
institucional, el AATC eligió el modelo desarrollado por Beck
y su institución. Así se soslaya la controversia que se
había generado dentro de la tradición conductual
cuestionando la inclusión de la cognición en los
tratamientos (Antony, 2003). Beck tuvo una posición
integradora con respecto a otros modelos psicoterapéuticos de
sus primeros escritos (Korman, 2013), lo que permitió a los
terapeutas locales pudieran integrar su experiencia como
psicoanalistas a la TCC.
Durante
la década de 1990, muchos profesionales de la TCC comenzaron a
organizar programas de posgrado en universidades nacionales. Por
ejemplo, la Fundación Aiglé organizó cursos de
posgrado en la Universidad Nacional de Mar del Plata.
El Centro de
Terapia Cognitiva dictó un curso de posgrado en convenio con
la Universidad del Comahue que se dio en el Colegio de Psicólogos
de Neuquén. En
1995, el psicólogo Eduardo Keegan creó un curso de
posgrado en terapia cognitiva en la Escuela de Psicología de
la Universidad de Buenos Aires. En el año 2000, esta
universidad, introdujo un curso de Psicología Clínica y
Psicoterapia: el primer curso obligatorio que incluía TCC. La
Universidad de Buenos Aires juega un papel importante en la
institucionalización de la TCC debido a su gran número
de estudiantes.
Hemos
incluido para este trabajo las instituciones y los grupos más
representativos y con mayor trayectoria.
Como
se ha mencionado, en la historia de la TCC argentina, la Fundación
Aiglé (1977) fue la primera institución que estudió
la terapia cognitiva en un contexto más amplio de integración
y eclecticismo. Es una institución que se centra
principalmente en la asistencia, capacitación y supervisión
de profesionales y en la investigación. Más de 2000
profesionales fueron capacitados en la Especialización en
Psicoterapia Cognitiva (Korman,
Sarudiansky, Garay, & O'Brien, 2018).
También tienen una red de atención profesional, con
alrededor de 100 profesionales que brindan atención en salud
mental. Cuenta con tres cursos de especialización en acuerdo
con dos universidades (Universidad Maimonides y la Universidad de Mar
del Plata). Además, ofrecen dos títulos de maestría:
uno en acuerdo con la Universidad de Valencia y otro con la
Universidad de Palo Alto.
El
Centro de Terapia Cognitiva (CTC) fue fundado en 1987 por un grupo de
psicólogos y psiquiatras interesados en la terapia cognitiva
liderados por Sara Baringoltz. Su objetivo está orientado a la
capacitación en TCC, y no a la asistencia de salud mental
dentro de la institución. Entre el 2000 y el 2018, han dictado
cursos talleres que incluyeron a más de 14,000 participantes.
Brinda un curso de posgrado de 2 años del que han egresado más
de 1000 profesionales hasta la fecha, y despliegan una amplia
producción bibliográfica. Sus miembros se integran en
planteles universitarios en distintas instituciones: Universidad de
Morón, Universidad del Salvador, Universidad del Museo Social
Argentino y Favaloro.
El Instituto
de Terapias Cognitivas Integrativas fue fundado a fines de los años
80, por el psiquiatra Herbert Chappa en la ciudad de La Plata. Fue
uno de los pioneros en la capacitación en TCC en Argentina. Es
una institución que brinda asistencia y dicta un curso de
posgrado acreditado por la Universidad Nacional de La Plata. Al día
de la fecha, participaron más de 700 psicólogos y
psiquiatras del mismo (Korman,
Sarudiansky, Garay, y O'Brien, 2018).
Otra institución de relevancia es Serasir, dirigida por Andrés
Sanchez, que nace en 2014 con el objetivo de difundir el Modelo
Cognitivo Posracionalista, modelo que tuvo un gran impacto en la
difusión de la TCC.
Desde
2010, la Universidad de Buenos Aires ofrece un programa de posgrado
en psicología clínica y terapia cognitiva-conductual
que otorga créditos a especialistas en TCC. Está
dirigido por Eduardo Keegan. Desde 1999, la universidad ofreció
un programa de actualización en TCC, en ambos programas tienen
aproximadamente 1300 graduados (Korman,
Sarudiansky, Garay, y O'Brien, 2018).
Actualmente ofrece también un programa de actualización
en Trastornos de la Alimentación con orientación a la
TCC, dirigido por Guillermina Rutztein.
La Asociación
Argentina de Trastornos de Ansiedad (AATA) fue creada en 1996 con el
objetivo de trabajar en el estudio de la ansiedad y sus trastornos,
para mejorar la prevención y atención de los pacientes
con esta patología. Fue fundada tanto por psiquiatras como por
psicólogos. Su actual director es Daniel Bogiaizián.
Desde su fundación, aproximadamente 1200 estudiantes fueron
capacitados.
(Korman, Sarudiansky, Garay, y O'Brien, 2018).
En 1999, se estableció la Terapia Cognitiva en la ciudad de
Rosario, Santa Fe. Ésta se asocia a la Fundación Aiglé
y ofrece la carrera de Especialización en Psicoterapia
Cognitiva. Su actual directora es Nadia Turkenkopf y hasta el
momento, tienen más de 400 graduados. Además, brindan
asistencia en salud mental con más de 30 profesionales
(Korman,
Sarudiansky, Garay, y O'Brien, 2018).
La Asociación
de Terapia Cognitiva y Conductual del Litoral fue creada en 2004 en
la ciudad de Paraná. Esta asociación está
dirigida por Alicia Facio, quien viajó repetidamente a los
Estados Unidos para recibir capacitaciones en TCC. Actualmente se da
un programa de formación organizado en cuatro niveles, del
primer nivel tienen más de 100 graduados (Korman,
Sarudiansky, Garay, y O'Brien, 2018).
Desde 2008, la Fundación Foro funciona como una institución
dedicada a la capacitación, asistencia, prevención e
investigación en salud mental. Cuenta con varios programas de
capacitación certificados por la Universidad de Luján.
Hasta la fecha, tienen aproximadamente 400 graduados y una red de 80
profesionales que brindan asistencia en salud mental (Korman,
Sarudiansky, Garay, y O'Brien, 2018).
El Instituto de Neurología Cognitiva, dirigido por Facundo
Manes, está asociado a la Universidad Favaloro. Desde 2007,
tienen una formación en Psicopatología y Programa de
Psicoterapia Cognitiva dirigido por Marcelo Cetckovich, Fernando
Torrente y Pablo López.
La
Asociación Noroeste de Terapeutas Cognitivos, dirigida por
Dante Tolosa, brinda capacitación en TCC desde 2007 en Tucumán
y Santiago del Estero. Tienen diferentes programas de capacitación,
algunos de los cuales están de acuerdo con la Fundación
Aiglé. Hasta la fecha, más de 600 profesionales de
salud mental fueron capacitados en esta institución. El Equipo
de Terapia Cognitiva para Niños y Adolescentes, dirigido por
el psicólogo Javier Mandil, se fundó en 2008 con el
objetivo de proporcionar capacitación a profesionales y
atención de salud mental orientada a niños y
adolescentes. En lo que va del 2018, cerca de 16 profesionales
brindan asistencia en salud mental. Ofrecen un programa de
capacitación anual que incluye supervisión clínica
y cursos teóricos. Hasta la fecha tienen unos 300 graduados
(Korman,
Sarudiansky, Garay, y O'Brien, 2018).
Desde
2008, la Universidad de Córdoba ofrece un Programa de
Formación de Postgrado en Psicoterapia del Comportamiento
Cognitivo, dirigido por Carlos Mías. Actualmente, 600
profesionales se graduaron de este programa. También en
Córdoba, se creó el Centro Integral de Psicoterapia
Contextual en 2009. Bajo la dirección de Grabriela Cabanillas,
se realizan asistencias psicoterapéuticas y capacitaciones
profesionales. El programa reúne ya 800 graduados (Korman,
Sarudiansky, Garay, y O'Brien, 2018).
Esta es solo
una descripción general de algunas de las principales
instituciones de TCC en Argentina. Sin embargo, dado que la TCC se
encuentra en una etapa de plena expansión, no debería
sorprendernos que no dentro de tanto, el número de
instituciones que brindan capacitación y asistencia en TCC se
duplique.
Nos
referiremos a la investigación en TCC que se desarrolló
en Argentina. La mayoría de estas fueron financiadas por
medios económicos privados; algunas recibieron becas de
universidades o instituciones gubernamentales. Sin embargo, los
montos financieros son generalmente bastante bajos para poder
realizar investigaciones en psicoterapia, y pocos profesionales
dedican su tiempo completo a la investigación.
La Fundación
Aiglé tiene una rica historia en investigación. A pesar
de no contar con becas de investigación de agencias
gubernamentales o universidades, han logrado desarrollar
investigaciones sobre temas muy diferentes. Dichas investigaciones se
han llevado a cabo en muchas ocasiones en colaboración con
investigadores internacionales. Uno de sus primeros proyectos de
investigación se orientó al análisis de la
incidencia del estilo personal de los terapeutas como una variable
moderadora en la alianza terapéutica y los resultados de la
psicoterapia. En
diferentes artículos (Claudia Castañeiras, Rubén,
García, yFernández-Alvarez, 2008; Corbella et al.,
2009; da Silva Oliveira, Nunes, Fernández-Álvarez, y
Garcia, 2006; Fernández-Álvarez, Castañeiras,
Garciá, Gómez, y Fernández -Alvarez, 2017),
afirman que el estilo personal del terapeuta tiene un efecto
modulador sobre la resistencia del paciente al cambio. La interacción
médico-paciente influye en el establecimiento y la calidad de
la alianza terapéutica y los resultados del tratamiento.
Llegan a la conclusión de que los terapeutas que son flexibles
para establecer instrucciones sobre la psicoterapia logran una mejor
alianza terapéutica con sus pacientes en las fases media y
final de la psicoterapia, y que esto tiene un impacto en los
resultados del tratamiento.
Además,
han diseñado y desarrollado el Inventario Aiglé de
Preocupaciones Hipocondríacas (Belloch y Fernández-Álvarez,
2004). Este inventario fue diseñado en Buenos Aires y
estandarizado para Argentina y España a través de un
programa de investigación conjunto con la Universidad de
Valencia. El modelo permite guiar al clínico en la toma de
decisiones sobre el tipo de intervenciones apropiadas para cada caso
particular.
Actualmente
tienen tres líneas de investigación. La primera, se
basa en un programa sobre la eficacia de los tratamientos en el que
ponen a prueba el modelo integrador desarrollado por Aiglé
(BehobiBaudou, García, y Fernández-Álvarez,
2013; Belloch et al., 2013; Belloch y Fernández-Álvarez,
2004). Una segunda línea está orientada la
investigación de psicoterapeutas en proceso de formación
(Fernández-Álvarez, 2015). Se busca evaluar los
resultados de los programas de capacitación impartidos por la
institución y evaluando el proceso de supervisión. La
tercera línea de investigación, se enfoca en el uso de
la tecnología en psicología clínica y se realiza
en conjunto con la Universidad Jaume I, en Castellón, España.
En la
universidad y en Buenos Aires hay muchos grupos de investigación
sobre TCC financiados por esta la Universidad y por diferentes
instituciones gubernamentales. Incluimos cuatro equipos de
investigación que cuentan con más de cinco años
de financiación universitaria.
En
2004, Eduardo Keegan, director del programa de posgrado en TCC antes
mencionado, comenzó a evaluar la eficacia y la utilidad
clínica de dos variantes de TCC en pacientes argentinos
diagnosticados con trastornos compulsivos (Biglieri, Maglio y Keegan,
2007). Desde 2008, comenzó a trabajar en el perfeccionismo,
una categoría de diagnóstico (Arana y Keegan, 2016;
Keegan, 2015). Su grupo de investigación analizó el
perfeccionismo en estudiantes universitarios argentinos, con el
objetivo de identificar perfiles de perfeccionismo adaptativo y
no-adaptativo. Evaluaron si existía una asociación
entre éstos y, efectivamente se encontraron asociaciones
positivas estadísticamente significativas entre el
perfeccionismo no-adaptativo y la angustia psicológica, la
peor calidad de vida percibida y el peor desempeño académico
percibido. Los resultados de este trabajo se utilizaron para diseñar
guías psico-educativas para la gestión del
perfeccionismo en el contexto académico y para la prevención
en la salud mental en el contexto universitario (Arana y Keegan,
2016; Arana, Miracco, Galarregui y Keegan, 2017).
Un segundo
equipo de investigación, está dirigido por Guillermina
Rutsztein, quien llevó a cabo varios proyectos de
investigación financiados por universidades sobre trastornos
alimenticios desde 2006. Cuenta con becas de la Universidad de Buenos
Aires y el Ministerio de Ciencias, Tecnología e Innovación
Productiva de Argentina. El principal objetivo de este grupo es
evaluar los factores de riesgo para los trastornos alimenticios, así
como la detección y prevención en adolescentes
(Rutsztein et al., 2004, 2013; Scappatura, Bidacovich, Banasco
Falivelli, y Rutsztein, 2017; Elizathe et al. , 2010; Murawski,
Elizathe, Custodio, y Rutsztein, 2015; Rutsztein et al., 2010, 2013).
Un tercer
grupo de investigación, dirigido por el primer autor (GK),
investigador del Consejo Nacional de Investigación Científica
y Técnica (CONICET), está orientado a analizar la
aparición de la TCC en Argentina y los factores culturales
involucrados en la implementación de sus tratamientos de (
Fabrissin, Garay, Keegan, Sarudiansky y Korman, 2014; Korman, 2016;
Korman, Saizar, y Sarudiansky, 2014; Saizar, Sarudiansky, y Korman,
2013). La Universidad de Buenos Aires, el CONICET y el Ministerio de
Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva, han
financiado su investigación desde 2007. Actualmente están
investigando los trastornos de los síntomas neurológicos
funcionales (más precisamente, las crisis psicógenas no
epilépticas) en la población hospitalaria de bajos
ingresos (Korman et al., 2017; Sarudiansky et al., 2017).
Un cuarto
grupo de investigación está dirigido por Cristian
Garay. Sus objetivos están orientados a analizar la forma en
que se combinan los tratamientos psicológicos y
psicofarmacológicos en Argentina, y cómo los médicos
clínicos se relacionan con las pautas de tratamiento basadas
en la evidencia, entre otros temas (Fabrissin et al., 2014; Garay y
Korman, 2008a; Garay y Korman , 2008b). Publicaron una guía
para la combinación de tratamientos cognitivo-conductuales y
farmacológicos con el fin de difundir los criterios basados en
el consenso sobre el enfoque de diferentes patologías entre
los profesionales de la salud mental (Fabrissin et al., 2014; Garay,
2016; Garay y Korman, 2008).
La Universidad
Nacional de Córdoba tiene dos líneas principales de
investigación sobre TCC. Una de ellas, dirigida por Carlos
Mias, trabaja en la relación entre la neuropsicología,
las aplicaciones conductuales a la práctica clínica, y
la detección de deterioro cognitivo en diferentes poblaciones
(Mías, Bastida, Del Boca, y Legeren, 2017, Flores Bengoechea
et al., 2017). Otro grupo de investigación, dirigido por
Fabián Olaz, está orientado a estudiar habilidades
sociales. Este equipo cuenta con una beca universitaria desde 2005.
Adaptaron escalas psicométricas y analizaron habilidades
sociales en estudiantes universitarios diferenciando por género
(Olaz, Medrano y Cabanillas, 2014; Olaz, Medrano, Greco y Del Prette,
2009) y psicoterapeutas (Lestussi, Verónica Freytes, López,
y Olaz, 2012; Morán y Olaz, 2014). En este momento, están
trabajando en los resultados del entrenamiento de Mindfulness y un
protocolo basado en la matriz de ACT.
En
la Universidad Católica Argentina, Tania Borda ha estado
estudiando los trastornos de ansiedad, más precisamente, los
trastornos obsesivo-compulsivos, durante más de una década.
También ha investigado la esquizofrenia y los marcadores
biológicos (Borda, Pérez Rivera, Joensen, Gómez,
y Sterin-Borda, 2002). En colaboración con Fugen Neziroglu, ha
publicado varios artículos sobre TCC para el TOC. (Borda,
Feinstein, Neziroglu, Veccia y Pérez-Rivera, 2013; Borda,
Neziroglu, Santos, Donnelly y Pérez Rivera, 2010; Borda ,
Neziroglu, Santos, Donnelly y Rivera, 2011) Borda, Neziroglu, Taboas,
Mckay y Frenkiel, 2017).
La
Universidad Nacional de San Luis cuenta con diferentes líneas
de investigación en TCC. Anna Rovella, directora del Master en
Psicología Clínica con mención en Terapia
Cognitiva Integrativa, ha adaptado herramientas clínicas para
el tratamiento de trastornos de ansiedad (González, Rovella,
Peñate, ibañez, y Díaz, 2002; Herrera, González,
Cubas, Rovella, y Darias, 2006; Rovella, González, Peñate,
y ibañez, 2011). Actualmente están trabajando en
instrumentos de adaptación para evaluar la desregulación
emocional (Rivarola y Rovella, 2015; Villa Fadón,
Martinez-Nuñez y Rovella, 2015), flexibilidad psicológica
en pacientes dializados, aceptación a experiencias,
pensamientos y emociones, basándose en la teoría
metacognitiva de Adrian Wells.
En
el Centro de Terapia Cognitiva, Sara Baringoltz encabeza un equipo de
investigación sobre el rol de la recreación en los
terapeutas de TCC (Baringoltz, 2000; Baringoltz y Levy, 2007, 2012).
Actualmente, están trabajando en el desarrollo de
cuestionarios para confirmar la calidad recreativa de las vidas de
los terapeutas. A la vez han tenido una intensa actividad de
desarrollo tanto teórica como clínica en aspectos
relacionados con la práctica concreta de la psicoterapia en
nuestro país, tendiendo a repensar aspectos tanto clínicos
como teóricos.
En
la Universidad Nacional de La Plata, Herbert Chappa investiga de
trastornos de ansiedad (Chappa, 2007a). Al principio de su carrera ha
colaborado con Gordon S. Claridge (Claridge y Chappa, 1973). En las
últimas décadas contribuyó en varios aspectos al
tratamiento del trastorno de pánico (Chappa, 2006, 2007b).
Daniel
Bogiaizian, de la Asociación Argentina de Trastornos de
Ansiedad (AATA) investigó los tratamientos para dejar de fumar
para personas con trastornos de ansiedad y actualmente está
investigando acerca del stress laboral. (Bogiaizian et al., 2017).
Trabaja en colaboración con Michael J. Zvolensky. (Bakhshaie
et al., 2016, 2017; Bernstein, Zvolensky, Sandin, Chorot, y Stickle,
2008).
En
la Asociación de Terapia Cognitiva del NOA, Dante Tolosa
trabaja en la inclusión de la TCC a la vida cotidiana.
Actualmente se está enfocando en el compañero
terapéutico (Tolosa, 2015, 2016), un asistente para
profesionales de salud mental, ya incluido en diferentes leyes de
salud mental en Argentina.
El
Equipo de Terapia Cognitiva para Niños y Adolescentes, publicó
una versión en inglés de un manual de TCC para niños
y adolescentes hispanos (Bunge, Mandil, Consoli, Gomar y Chorpita,
2017; Consoli et al., 2018).
Inspirada
en el trabajo de Marsha Linehan, la Fundación Foro investigó
a pacientes con trastorno de personalidad límite (Apfelbaum,
Regalado, Herman, Teitelbaum y Gagliesi, 2013; Boggiano y Gagliesi,
2018; Puddington, Duthu y Gagliesi, 2017; Regalado y Gagliesi, 2012).
El
referente de la Sección de TCC en INECO, Fernando Torrente,
investigó el Trastorno por Déficit de Atención
en adultos y adolescentes, teniendo en cuenta la especificidad de los
síntomas (Ibáñez et al., 2011; Torrente, López,
Lischinsky, Cetkovich, y Manes, 2017) y los marcadores electro
fisiológicos de procesamiento emocional en pacientes
argentinos (Ibáñez et al., 2011).
En
la Universidad Nacional de Entre Ríos, Alicia Facio ha llevado
a cabo una línea de investigación centrada en
tratamientos para aumentar la conexión entre clientes y
terapeutas. Comenzó a analizar las diferencias psicológicas
entre adolescentes de Argentina en comparación con otros
países, especialmente de América del Norte (Facio,
2006; Facio, Prestofelippo y Sireix, 2017). Facio concluye que la
distancia interpersonal es menor en la población argentina en
comparación con aquellas provenientes de donde se diseñó
la TCC. También propone la utilidad de las metáforas
emocionales sobre las discusiones racionales dependiendo de las
características de la población (Facio, 2017).
Desde sus
orígenes, la TCC se ha basado en investigaciones científicas
para respaldar sus resultados y ganar reputación en el campo
de la salud mental. En Argentina, la aparición de la TCC ha
tenido características especiales. Su inclusión no se
relacionó con la investigación científica, sino
con psicoterapeutas que estaban decepcionados con los resultados de
la práctica del psicoanálisis y estaban interesados en
nuevas formas de tratamiento.
Sin embargo,
la difusión de la TCC también se asocia al argumento de
la eficacia clínica, apoyada por estudios aleatorios y
controlados. Además, el énfasis en la TCC en los
"tratamientos efectivos" y la "investigación
clínica" ha acercado la psicología clínica
a la psiquiatría y la farmacología. Paradójicamente,
en Argentina, hasta la fecha, no se ha desarrollado ningún ECA
en TCC. La investigación en psicoterapia es bastante reciente,
y también falta financiamiento para llevar a cabo estos
estudios. A pesar de este déficit, la TCC se ha ido
extendiendo cada vez más desde la década de los
ochenta.
En este
contexto, se han organizado muchas instituciones de TCC,
principalmente en la esfera privada. En las universidades públicas,
la difusión de la TCC comenzó a aparecer después
de 1990, mientras que en las universidades privadas casi una década
antes.
La
investigación relacionada con la TCC se ha desarrollado en las
últimas décadas, incluso a pesar del escaso
financiamiento. Muchas de las líneas de investigación
mencionadas, fueron respaldadas por medios privados.
Sin embargo,
como dijimos recientemente, existe una falta de conocimiento sobre
los resultados específicos de la psicoterapia. Es necesario
que la investigación de la psicoterapia comience a
proporcionar información sobre las características
específicas del contexto argentino. El desafío es
comenzar a investigar en éstos sectores de la sociedad con el
objetivo de comenzar a pensar en una TCC adaptada a nuestro contexto.
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