Introducción
El mecanismo interaccional de lo que se llamó “Doble
Vínculo”, fue un fenómeno de la comunicacón
investigado por el grupo Bateson en la década del 60 y que dio
inicio a una nueva pragmática de la comunicación
humana. En este mecanismo, el individuo está inmerso en una
relación intensa -como de hecho es la relación
madre-hijo-, una relación en la que siente que es vitalmente
significativa y donde se requiere que diferencie adecuadamente qué
clase de mensaje se le está enunciando para que logre
responder de manera coherente.
En simultaneidad, se produce en la víctima un entrampamiento
en el cual otras personas que intervienen en la relación
generan un juego de negaciones. El producto de esta interacción
ocasiona la imposibilidad de responder creando una cristalización
de la relación y la consecuente inmovilización
impidiendo metacomunicar.
En este estudio se realizó un análisis de 50 casos de
mujeres que padecieron abusos sexuales intrafamiliares durante su
infancia y, posteriormente, desarrollaron trastornos de la conducta
alimentaria. Se ha observado, que los tipos de contexto estudiados en
los que el individuo aprende a aprender, se encuentran dañados
por la presencia de episodios abusivos infantiles que traen como
consecuencia un bloqueo de la capacidad comunicativa, del
reconocimiento de las señales identificadoras de mensajes, que
se traducen en sobre-interpretaciones rígidas y vivencias de
aislamiento.
Abuso
Sexual Infantil y Trastornos de la Conducta Alimentaria
El abuso sexual infantil es uno de los trastornos más crudos
y “trágicos”, por así llamarle, a los que
puede someterse un niño. A tal punto que es una de las
especialidades que rechazan más los terapeutas (Ceberio y
col., 2017 no es una publicación). El abuso sexual se
establece como una intrusión de territorio, una negación
de la presencia del niño como tal y una carencia de sus
derechos como ser humano, concediendo a la víctima un
sentimiento de extrañeza en su propio cuerpo. Se produce una
pérdida de los límites interindividuales y un
atrapamiento en una relación que involucra la elaboración
que realiza el abusador que envuelve al niño en un escenario
de desprotección e incomprensión.
Perrone y Nannini (1997), afirman que aquellos sujetos que han
padecido abusos sexuales infantiles, atravesaron desigualdades en
términos relacionales, es decir, relaciones de poder
presentando un estado con conciencia modificada, al que se denomina
“estado de trance”. Esto implica la imposibilidad de
relatar el abuso, ya que debe mantenerse el secreto por la vivencia
de que algo está mal, además de la sugerencia
persuasiva del abusador.
Es una relación aberrantemente abusiva, donde un adulto
influencia a un niño y éste queda atrapado, “robado
de su infancia”. En el trance hay una caída de la
capacidad de crítica y discernimiento. También se
pierde la capacidad de operar por parte del resto de los
convivientes: por ejemplo, la mamá no escucha nada, el hermano
no oye a pesar de dormir en la misma habitación. El abusador
mismo puede haber estado en aquel trance: cuando ha sido víctima
de abuso sexual en su infancia o cuando ha visto/no visto el abuso
sexual de sus hermanos/as. El abusador deja en el niño la
culpa del abuso y la responsabilidad de proteger o mantener a la
familia unida. Estas familias se muestran como una imagen de grupos
familiares sin mayores problemas, manteniendo oculto el abuso
infantil y el sostenimiento de este secreto, incluye a todos los
miembros del grupo nuclear, aunque más tarde se cuestionará
solo a la víctima por mantener el secreto.
Perrone y Nannini (1997) destacan que en la mayor parte de los casos
el abusador no siente ninguna culpa, y todo sentimiento de
incongruencia de la situación lo hace derivar hacia la
víctima. El abusador no muestra duda alguna sobre su conducta,
mientras que el niño siente culpa, vergüenza y temor por
el ataque a su integridad. El proceso de programación trae
consigo retractaciones, revelaciones tardías, el silencio y
las contradicciones. Las operaciones básicas de este proceso
de programación parecen ser el secreto, la responsabilidad
adjudicada al niño, la fatalidad y la vergüenza.
El concepto de “hechizo” en el abuso infantil
desarrollado por Perrone y Nannini (1997) es pasible de ser
relacionado con el Síndrome de Acomodación al Abuso
Sexual Infantil postulado por Summit (1983), ya que el hechizo da
lugar a transitar el síndrome. Este síndrome describe
la reacción que le permite al niño sobrevivir de
inmediato dentro de su familia en sus cinco componentes: el secreto,
el desamparo, el entrampamiento y la acomodación, la
revelación tardía y no convincente y por último
la retractación. El síndrome es un trauma secundario
en la crisis de descubrimiento del abuso sexual infantil. El hechizo
es una alteración de la conciencia dada en una relación
no consensual, donde uno de los intervinientes utiliza el trance con
un objetivo no definido ni aprobado por la otra persona, que no es
responsable de la experiencia.
El “hechizo” presenta consecuencias sobre los estados
de conciencia, el crecimiento y el desarrollo. El cese del abuso
sexual infantil no representa el cese del hechizo. Los autores
señalan que es necesaria ayuda especializada, del tenor
asistencial terapéutico, para lograr la salida del hechizo. Si
la familia se solidariza con el abusador, marginará a la
víctima y la volverá a victimizar, provocando una
reedición del hechizo. La puerta de salida del hechizo se
abrirá si la familia sostiene a la víctima, asume su
protección y colabora activamente en el proceso terapéutico.
Madanes (1993) señala que le corresponde a la familia liberar
a la víctima del hechizo y confirmar que es una víctima,
y que el abusador es el responsable. Si esto no sucede se da lugar al
desarrollo de la patología alimentaria.
En las últimas tres décadas se ha ligado al Abuso
Sexual Infantil con las Patologías Alimentarias. Goldfarb
(1987), Coovert, Kinder y Thompson (1989), Smolak, Levine, y Sullins
(1990), Palmer y Oppenheimer (1992), Kern y Hastings (1995), Tobin,
Elin y Molteni (1995), Garfinkel, Kennedy y Kaplan (1995), Pope y
Hudson (1996), Wonderlich, Harris, R. W. Wilsnack y S. C. Wilsnack
(1996), Turnbull, Treasure y Troop (1997), Schmidt, Humfress y
Treasure (1997), Moyer, DiPietro, Berkowitz, y Stunkard (1997),
Brown, Dunn, Russell, y Thornton (1999), Edgardh y Ormstad (2000),
Wonderlich y Crosby (2001), Romans, Gendall, Martin, y Mullen (2001),
Leonard, Kao, Steiger (2003), Marrufo Corrales (2004), Claes y
Vandereycken (2007), Losada (2008), Perkins (2008), Losada (2009),
Pereda Beltran (2009), Losada (2011), Marmo y Losada (2013) Solano
Valencia (2013) y Losada (2013) han postulado una asociación
entre la anorexia, bulimia y los trastornos de conducta no
especificados y este tipo de maltrato infantil.
El Síndrome de Acomodación al Abuso Sexual Infantil y
las patologías alimentarias presentan una estrecha asociación.
Es decir, el haber tenido que ocultar el abuso a través de
mantener el secreto, las vivencias de desamparo, la ubicación
en una posición de entrampamiento, la acomodación por
los sentimientos de que nada puede cambiar, el comentarlo luego de
años de padecimiento y la retractación de lo que con
mucho esfuerzo fue relatado, parece dar lugar a síntomas de
las patologías alimentarias como baja
autoestima, sentimientos de culpabilidad, la alteración en la
percepción de su imagen corporal, los pensamientos
distorsionados en relación a su cuerpo, el retraimiento
social, el temor al error y al fracaso, la inestabilidad emocional,
los estados depresivos, la necesidad de demostrar autocontrol,
progresivo aislamiento social, rechazo por su peso corporal, pérdida
de las formas femeninas por bajo peso o, por el contrario, por
sobrepeso, introversión, desconfianza hacia sí
mismo, esperanza de ganar aceptación y
dificultades en la sexualidad (Losada, 2013).
El
callejón sin salida del Doble Vínculo
Bateson,
Jackson, Haley y Weakland (1956) en su célebre artículo
“Toward a theory of schizophrenia”, describieron
la Teoría del Doble Vínculo que se ha consolidado como
una de las presunciones sobre la esquizofrenia que más adeptos
ha generado desde su postulación. Bateson (1969) en una visión
ampliada, consideró al doble vínculo como un patrón
epistemológico que podía explicar tanto la psicosis,
específicamente la esquizofrenia, y a un vasto espectro de
procedimientos designados por él como síndromes
transcontextuales. La epistemología que avala a tal
investigación, incluía una perspectiva del
neoplatonismo, la herencia lamarkiana, el modelo
sistémico-cibernético, los Tipos Lógicos de
Russell y Whitehead y Postulados acerca de la comunicación en
procesos de interacción y aprendizaje (Lucerga Pérez,
2003).
Si bien a posteriori, la teoría del doble vínculo se
extendió a otros grupos sociales, los investigadores la
explicaron en relación al contexto familiar, principalmente en
la interacción madre-hijo. Fueron los pioneros –si bien
fue a nivel investigativo y no con fines terapéuticos- en
incorporar a las consultas a más de un miembro, ya que la
psicoterapia en la década de los 1950, 1960 y en algunos
círculos hasta más adelante, era concebida de manera
individual.
El equipo de investigadores trabajó con familias mediante la
implementación del espejo unidireccional, intentando describir
las secuencias de comunicación, principalmente entre la madre
y el hijo. Determinaban que los mensajes contradictorios de la madre
dejaban al niño en una posición cuya respuesta lo
enfrenta a la encrucijada de no saber qué contestar: responda
lo que responda quedará entrampado en un juego donde no le es
posible discriminar categorías lógicas. Y los seres
humanos, cognitivamente, nos hallamos estructurados en tipologías,
especie de boxes donde colocamos las distinciones (Spencer Brown.
1973) que trazamos en nuestra percepción del mundo y, de esta
manera, construimos nuestra realidad subjetiva. Si bien no es en este
artículo donde desarrollaremos la Teoría del Doble
Vínculo, sí se hace necesario a fines de nuestra
propuesta, discriminar algunas conceptualizaciones que se concatenan
con la Teoría del Hechizo (Perrone y Nannini, 1997) en el
complejo entramado relacional del abuso sexual.
En el desarrollo de la estructura cognitiva (Piaget, 1969), mediante
el método de ensayo y error, el niño construye sus
estructuras conceptuales mediante la asimilación de
información y posterior acomodación y procesos
superiores de organización en categorías. Estas
categorías están sostenidas por estructuras lógicas,
portan semánticas contextuales e individuales y nos permiten
establecer comparaciones, diferencias, semejanzas e igualdades por
sobre los objetos y sujetos de nuestro universo perceptivo
(Piaget,1989).
Este proceso, que desde la neuroplasticidad no solo se remite a los
primeros años de vida sino que se desarrolla hasta los
prolegómenos de la muerte de las personas, crea redes de redes
de categorías que poseen su homólogo en redes de redes
neuronales. Y es este mismo proceso cuya base es un circuito
cibernético básico, entendido como un aprendizaje. Pero
de los estudios de Doble Vínculo se desprenden una serie de
conceptualizaciones que construyeron lo que dio en llamarse
“Pragmática de la comunicación”, asimilando
la comunicación al comportamiento, más allá de
la interpretación antigua que la remitía únicamente
a la palabra.
Otro concepto pilar es el de Meta-aprendizaje que fue desarrollado
por Bateson (1979) y luego por Waztlawick, Beaving y Jackson (1981)
es decir, los estudios de Doble vínculo fueron el pasaporte a
una teoría moderna de la comunicación y la progenie de
una nueva epistemología de la ciencia. Esta investigación
introduce la variable del contexto que es quien le otorga sentido a
la comunicación, es decir, la metacomunicación o la
forma de comunicación -el contexto- que dice lo que la
comunicación -el mensaje- quiere expresar. Por analogía,
al aprendizaje del modo o manera de aprender lo llamaron
meta-aprendizaje o aprendizaje de segundo nivel (Bateson y Ruesch,
1984). Bateson denominó deuteroaprendizaje o meta-aprendizaje,
es decir aprendizaje de segundo nivel, al aprendizaje de los modos de
aprendizaje o de las maneras de aprender, de realizar los
aprendizajes simples, de adquirir las construcciones paradigmáticas
de primer nivel, las que utilizamos directamente en nuestro constante
relacionarnos con el mundo.
En la interacción doble vincular, sin embargo, debe señalarse
que si bien la madre estimula la respuesta del hijo -y se constituye
en la progenie del doble mensaje- la conducta-respuesta de éste
condiciona a la vez a la de su progenitora en el sostenimiento del
circuito relacional retroalimentándolo. Cibernéticamente,
la problemática afecta tanto a la relación madre-hijo
como al sistema familiar completo, o sea que la conducta-efecto se
convierte a su vez, en causa motivadora. Para entender el fenómeno
debe centrarse la mirada en el circuito de comunicación,
específicamente en los patrones de relación, ya que se
concibe a la familia como un sistema organizado que mantiene su
estabilidad mediante la conservación de determinadas reglas de
interacción (Ceberio
y Watzlawick, 1998), funciones y un entramado complejo de
interacciones. Esta hipótesis fue planteada a Jackson
(1968) quien trabajaba sobre el concepto de homeostasis familiar.
Este concepto fue utilizado por primera
vez en 1957 en su artículo denominado “El problema de la
homeostasis en la familia”; aunque el término
homeostasis lo ideó Cannon (1932) para describir cómo
el cuerpo humano lograba automantener el control biológico de
sus funciones y por tal razón, ha sido definida como el
conjunto de regulaciones orgánicas que actúan para
conservar el estado de estabilidad del organismo que se formalizan a
través de mecanismos de control.
Pero a diferencia de Cannon, Jackson
(1968) usó el término fundamentalmente para describir
mecanismos y sistemas patológicos. Estos sistemas se
caracterizaban por la excesiva rigidez de sus funciones y reglas, la
falta de flexibilidad y un potencial limitado de desarrollo. Es esta
característica negativa de la homeostasis la que la convierte
en un concepto importante para la terapia familiar y de la que el
síntoma surge como una variable cualitativa. Al igual que el
organismo, el sistema familiar puede incluir fuerzas que lo mantienen
en estado estable aunque resulta nocivo debido a que le impide a la
familia adaptarse a los cambios propios del desarrollo.
La hipótesis del Doble Vínculo, entonces, más
que una presunción acerca de la etiología de la
esquizofrenia, se constituye en una teoría sobre la
comunicación humana y el aprendizaje, y su singularidad reside
en los conceptos de meta-comunicación y deuteroaprendizaje,
surgidos a partir de la teoría de los Tipos Lógicos de
Russell y Whitehead (Watzlawick, Beavin y Jackson, 1981; Bateson
y Ruesch, 1984; Ceberio y Watzlawick, 1998; Lucerga Pérez,
2003). Según este modelo, aprendizaje y comunicación
son constructos que se organizan y consolidan en el
deuteroaprendizaje, a través de modos comunicacionales
interactivos. El deuteroaprendizaje posiciona a la familia como
enseñante en las escenas primigenias del aprender y al niño
como un aprendiz de acuerdo a los patrones comunicativos y de
interacción familiar en los que se desarrolla su experiencia
(Fernández, 1987).
Bajo este concepto, Watzlawick (1986) postuló que cualquier
ensayo de negar la comunicación, compone en sí mismo
una comunicación -es imposible no comunicar-. En ese sentido,
el Doble Vínculo es un patrón de comunicación y
contexto de deuteroaprendizaje que obtura la capacidad
metacomunicativa y que se convierte en réplica mantenedora del
sistema, dando espacio a la conducta esquizofrénica,
acompañado del intento descalificante de negar la comunicación
(Ceberio y
Watzlawick, 1998).
El Doble Vínculo es un patrón interactivo distinguido
por la incongruencia entre tejidos de distinto orden, cuya
cristalización se establece mediante secuencias comunicativas
de tipo paradójico, en las que cualquier contestación
transporta a la negación del principio de identidad.
Este modelo comunicacional se tiende a replicar en otros
contextos con otras relaciones. Las construcciones deuteroaprendidas
en el contexto primigenio familiar, tienden a repetirse en otras
relaciones donde lo que se dice, lo que se muestra y lo que se
presupone al decir, confluyen en un mensaje autoexcluyente. Las
secuelas de la decidida negación del principio de identidad se
manifiestan en la autopercepción del individuo y en su
relación con el mundo, con un bloqueo de la capacidad
metacomunicativa (Bateson, Jackson, Haley y Weakland, 1956).
En el Doble Vínculo el individuo está inmerso en una
relación intensa en la que siente que es una experiencia
vitalmente significativa donde se le requiere que diferencie
adecuadamente qué clase de mensaje se le está
enunciando, para expresarse de forma equilibrada. La base del
entrampamiento doble-vincular se produce con la formulación de
dos órdenes de mensajes en el que uno niega al otro, por lo
tanto, como los mismos autores lo rotulan, la “víctima”
receptora de los mensajes contradictorios se enfrenta con la
imposibilidad de discriminar y reconocer el mensaje correcto, creando
distorsiones categoriales y no pudiendo metacomunicar (Bateson,
Jackson, Haley y Weakland, 1956).
En la hipótesis del Doble Vínculo se requiere de los
componentes de dos o más personas en el marco de una
experiencia repetida, a modo de patrón de interacción
recurrente. En ese contexto surge la explicitación de un
mandato primario negativo, habitualmente en forma de orden o de
amenaza. Inmediatamente se presenta un mandato secundario que entra
en conflicto con el primero, expresado en niveles de mayor
abstracción. Concluyendo con la presencia de diversas
modalidades de prohibición de escapar del campo (Watzlawick,
1986). Cuando esta modalidad comunicacional se perpetúa
a lo largo del tiempo, este conjunto depone como tal cuando se ha
asimilado a concebir el universo según esquemas de Doble
Vínculo (Lucerga Pérez, 2003). Puede definirse como un
entramado relacional compuesto de un entrelazado de mensajes
simultáneos contradictorios aunado a una prohibición
tácita de salir del contexto de interacción y la
estereotipación de este mecanismo. Esta secuencia
interaccional provoca el resultado de distorsionar las categorías
lógicas, alterando los procesos procedimentales de pensamiento
y la lógica del aprender, terminando en comportamientos
bizarros.
Haley (1963) señaló que el énfasis
en el envío de mensajes circunscribe la visualización
de la situación desde el polo receptor, es decir, el de la
persona que recibe los mensajes de Doble Vínculo y se conduce
en respuesta a ellos. Sluzki y Ransom
(1976) sostienen que la situación de Doble Vínculo se
compone de elementos sincrónicos y diacrónicos, de
acontecimientos que cohabitan en una configuración establecida
en el tiempo, así como los sucesos que se organizan en una
secuencia prolongada. Los componentes deben ser coetáneos para
manifestarse el Doble Vínculo, pero es su representación
simultánea frecuente en el tiempo y su patrón de
recurrencia, lo que delimita el contexto de deuteroaprendizaje que
conlleva al desarrollo patológico.
En su concepción más genérica e integral, el
Doble Vínculo es un modo de ver el mundo, un contiguo de
proposiciones sistematizadas recibidas en el nivel del
deuteroaprendizaje a través de procesos de índole
comunicativa. Se trata, por tanto, de una epistemología, en el
sentido batesoniano del término. Luego de la percepción
del medio a través del Doble Vínculo, las secuencias
comunicativas serán reinterpretadas dentro de esas claves, por
ello se presenta la imposibilidad de calificar apropiadamente
cualquier tipo de mensaje.
Su construcción como patrón de comunicación
interpersonal, la competencia metacomunicativa y las usanzas
interaccionales que pueden respaldar un bloqueo, conducen a
la construcción de un patrón epistemológico
donde cada percepción o comunicación nueva se adapta a
ese patrón disfuncional. Desde este análisis pragmático
el comportamiento dentro de determinadas secuencias de interacción,
referirá a un tipo de estructura muy abstracta, cuya
circunscripción dependerá del contexto donde tome
forma. El intercambio se ve inmerso en paradojas pragmáticas e
incongruencias en los niveles de abstracción, lo que hacen a
una secuencia compleja de comunicación.
La perspectiva instrumental del Doble Vínculo comprende el
análisis de los mecanismos descalificadores, conductas de
confirmación, acciones de desconfirmación, las
paradojas y las contradicciones. Buber (1998) utiliza el término
confirmación como condicionante en las relaciones humanas de
contigüidad y existencia.
En instancias de secuencias de comunicación es viable
identificar la metacomunicación a modo de autodefiniciones
dadas a los demás y que respondan a las autoenunciaciones de
otros. Ante estas autodefiniciones puede obtenerse como respuesta
confirmación, rechazo o desconfirmación. La
confirmación comunica la aceptación de la enunciación
de uno mismo. El rechazo de la mención del self del otro,
implica al menos un reconocimiento restringido de la persona
rechazada. Y los procesos de desconfirmación implican la
negación del otro como fuente legítima de cualquier
mensaje.
Metodología
Este estudio adopta como perspectiva psicológica
los procesos de la Teoría del Doble Vínculo, y su
aplicación en personas que han atravesado abusos sexuales
infantiles. Operacionalmente, se delimitó un estudio de 50
casos de mujeres que padecieron abusos sexuales intrafamiliares
durante su infancia, y posteriormente desarrollaron trastornos de la
conducta alimentaria.
La selección de la muestra fue intencional
subscribiendo a las pacientes asistidas durante los años 2012
y 2013 en el Instituto Argentino de Trastornos de la Alimentación,
en la Provincia de Buenos Aires.
Los criterios de inclusión-exclusión
esgrimidos para la selección de las pacientes con diagnósticos
de Anorexia, Bulimia Nerviosa y Trastornos Alimentarios No
Especificados, fueron que durante su infancia sobrellevaron abusos
infantiles del subtipo intrafamiliar, ser mayores de 18 años
de edad y su conformidad de participar en esta exploración.
Para documentar ello y según los principios éticos de
la investigación, cada paciente autorizó su
participación mediante un consentimiento informado.
Se llevaron a cabo entrevistas semiestructuradas a
las pacientes en la institución donde realizan el tratamiento
de recuperación de las patologías alimentarias. Los
ejes que tutelaron los encuentros pueden congregarse en:
Características del grupo familiar (composición, edad
de sus miembros, situación conyugal, nivel de escolarización
alcanzado, ocupaciones, grados de proximidad, percepciones de
vinculo) y Circunstancias del Abuso Sexual Infantil (relación
con el perpetrador, características de la relación,
comunicación con el abusador, dichos y frases que acompañan
al abuso, apoyos vinculares, otras circunstancias relacionadas).
En esta investigación se rescatan los
enunciados de las pacientes tomados de las entrevistas. Para la
interpretación de la información adquirida, se recurrió
al análisis de contenido, en su extensión que implica
el análisis del texto de los encuentros en su contexto, tanto
al interior del medio contiguo de la propia entrevista dada la
relación asimétrica entre entrevistado y entrevistador,
como en la trama más extensa en la que se inscribe el discurso
del sujeto consultado (Piovani, 2007).
Abuso
Sexual Infantil y verbalizaciones doble-vinculares
De acuerdo a los relatos de los episodios abusivos
obtenidos en las mujeres entrevistadas, se hallaron estilos de
respuesta del abusador hacia las niñas del estilo de
comportamiento desconfirmante. Este tipo de respuestas predominaron
en el secreto, la primer instancia del Síndrome de Acomodación
al Abuso Sexual Infantil. Ante la perplejidad expresada por las niñas
ante el hecho abusivo intrafamiliar obtuvieron respuestas
indiferentes, donde las alocuciones del perpetrador niegan la
existencia o la relación abusiva como tal, a través de
expresiones como “es un juego” o “es un secreto
entre nosotros”.
Los comportamientos desconfirmantes también fueron detectados
en modalidades de réplicas impermeables, que operan a modo de
negación de la autoexperiencia del otro como una vivencia
abusiva. Esta modalidad desconfirmante indiferente instala la
vivencia de desamparo, segundo momento del síndrome. El adulto
parece no reconocer el sufrimiento y opera a través de
respuestas descalificantes, donde se niega la relevancia para el niño
de su propio cuerpo, su intimidad, sexualidad e inmadurez. Este tipo
de respuestas circunscriben comportamientos verbales y no verbales,
tanto al cómo se expresan los mensajes como al contenido de
los mismos, tanto al nivel de literalidad como al nivel de la
metáfora y la analogía.
Los relatos de las entrevistadas permiten entrever modelos
comunicacionales asociados con la alienación, autodestrucción,
violencia y conductas de evitación. Se observó en las
entrevistas el uso del lenguaje impersonal, huida del contacto ocular
y una pobre manifestación del afecto, entre otros signos de
distancia no verbales.
Las pacientes, en relación a los relatos de los episodios
abusivos y en especial al ser consultadas respecto a las alocuciones
del abusador, se observaron consecuencias de la desconfirmación
a través de la impermeabilidad. Este tipo de dispositivo se
especificó por una falta de conciencia precisa sobre las
percepciones del otro, y son desconfirmantes porque contradicen o
distorsionan la autoexpresión del otro y conducen a relaciones
deshumanizadas, manifestadas en tristezas, llantos y solicitudes de
cese de los episodios abusivos, donde el otro parece portar una
condición de impermeabilidad e intransigencia. Esta
impermeabilidad se exteriorizó a través de modos de
negación directa de lo que el otro expresa en términos
de sentimiento, como “lloras de emoción”, “vos
no querés ser responsable que yo abandone a la familia”,
“a pesar de lo que decís yo sé que realmente te
gusta”.
En esta instancia del síndrome se produjo una reinterpretación
de los sentimientos del otro, expresados en enunciaciones tales como
“decís que no querés para que tu mamá no
se enoje con vos”, “me di cuenta que vos me pedías
esto”. La sustitución de la experiencia y sentimientos
de la niña es dada en dichos: “yo sé que lo que
necesitas es” "lo que intentás decir es que",
dirigiendo expresiones contrarias a lo que la niña siente en
la vivencia abusiva. Los cuestionamientos del derecho del que habla a
tener tal sentimiento, dan lugar a la tercera instancia del síndrome,
es decir los efectos de entrampamiento y acomodación. Lo
expuesto se denota en expresiones tales como “Con lo bueno que
yo soy con vos, como podés negarte a esto”, “Si
vos no querés, vos hablas y yo me voy o voy preso, ¿Cómo
vas a hacer para que alguien te mantenga a vos y tus hermanos?”,
“yo que siempre te cuidé soy tu abuelo y tengo derecho”.
La niña se encuentra hechizada, atrapada en un “no
cuentes”, “es un secreto”, “queda entre
nosotros” y en la amenaza “si lo decís voy a
matarte”, “voy a matar a tu mamá”, “se
van a enojar con vos, porque vos lo provocaste”, “vos te
lo buscaste” o aun “todos los padres hacen esto a los
hijos”, “lo hago por tu bien”.
Watzlawick (1986) describió a la desconfirmación, a
través de la descalificación como una técnica
que permite decir algo sin decirlo realmente, negar sin decir no y
disentir sin hacerlo llanamente. En los relatos alusivos al abuso de
las personas participantes de esta investigación, se hallaron
descalificación del hablante y del mensaje. Las entrevistadas,
cuando niñas, relataron vivencias comunicacionales
descalificativas directas a modo de sentimientos de culpabilización
“vos me provocás sexualmente desde que tenías
cinco años”, “si sos un desastre, si yo no te hago
esto no te lo va a hacer nadie”. En planos indirectos también
se presentaron descalificaciones como suspiros de queja, expresiones
de malestar, murmullos; acrecentando los sentimientos de
incompetencia o poca capacidad para expresar su mensaje con eficacia.
Las descalificaciones del mensaje se presentaron de modo tal, que los
dichos descalifican al otro como si fuera irrelevante, cuando no
guarda relación con lo que el otro ha dicho con anterioridad:
“sabía que te desmayaste para estar conmigo en la casa”,
“nadie queda embarazada a tu edad por esto, es todo emoción”,
“hasta que no las mate no vas a dejar de molestarme, a ver,
vení para ver si podes arreglar las cosas”. En estas
alocuciones se hallaron descalificaciones transactivas en el nivel
del contenido de los mensajes o en el de la premisa de su recepción.
Las respuestas halladas son del estilo tangencial, dada la conexión
con el mensaje anterior, pero deslindándose totalmente del
tema principal e incidiendo sobre aspectos secundarios. La réplica
no es del todo irrelevante, porque instaura una conexión, pero
ésta es demasiado ligera y tendiente a culpabilizar a la niña.
La repetición de estos mecanismos comunicacionales dejó
a estas niñas en un difícil contexto y ante el estupor
y la perplejidad de ellas, se condiciona a la vez al perpetrador
quien avanza en el sostenimiento de su propia circunstancia. Desde
esta perspectiva circular la problemática afecta a la relación
entera, modula el centramiento en este tipo de patrón de
relación, dándole forma a una comunicación y el
aprendizaje netamente asimilativo, sin posibilidad de analizar los
aspectos metacomunicacionales rigidizándose la visión
del deuteroaprendizaje, es decir, no logrando construir nuevas
respuestas o respuestas alternativas, sino quedando fijada en un
estereotipo aprendido.
En los primeros tres estadios del Síndrome de Acomodación
al Abuso Sexual Infantil y estando en plena vigencia los efectos del
hechizo, estas pacientes fueron colocadas como responsables de la
homeostasis familiar y del sostén del sistema que tendió
a autoperpetuarse, a pesar de los efectos que esto tenga en la salud
mental: “no vas a romper la familia”, “no podés
contar esto y arruinarle el matrimonio a tu mamá”.
El deuteroaprendizaje posiciona a la familia como enseñante en
las escenas paradigmáticas del aprender y a estas niñas
como aprendientes de acuerdo a los esquemas comunicativos y de
interacción familiar en los que despliega su experiencia.
Es decir que los adultos responsables de su cuidado y crianza, son
los que vulneraron su capacidad metacomunicativa, acompañado
del intento descalificante de negar la comunicación.
En todas las alocuciones ejemplificadas está presente la
trampa del callejón sin salida. Si la víctima comenta
el acto perverso es condenada porque destruye a la familia, si no lo
comenta y continúa el juego es condenada por su propio
sometimiento y sufrir el abuso con la consecuente culpa y vergüenza.
Por otra parte, si lo denuncia no le creen y es enjuiciada con la
crítica del sistema, si no lo denuncia y se calla es
autoenjuiciada por su propia moral y si se calla y denuncia después
de años aparece la duda en su entorno y el cuestionamiento de
porque razón no lo habló en su momento. Todas las
proposiciones poseen un tenor de manipulación que enlazan a la
víctima dejándola sin posibilidades de respuesta de
salida.
En los relatos de estas pacientes se percibe un patrón
interactivo distinguido por la incongruencia entre tejidos de
diferente orden, cuya cristalización se apoya en la alineación
de secuencias comunicativas de tipo paradójico, en las que
cualquier contestación transporta a la negación del
principio de identidad. Sus sentimientos y dichos son contrarios a
las descripciones de sus propias vivencias narradas por el abusador.
Este modelo comunicacional perpetúa escenarios en los que las
inferencias deuteroaprendidas en el contexto local se unen a las del
nivel extenso fundando un mensaje donde lo que se dice, lo que se
muestra y lo que se presupone al decir confluyen en un mensaje
autoexcluyente. Las secuelas de la decidida negación del
principio de identidad se manifestaron en la autopercepción
del individuo y en su relación con el mundo con un bloqueo de
la capacidad metacomunicativa.
La hipótesis de Doble Vínculo se postula aquí en
la incipiente necesidad de mostrar a través de los trastornos
de la conducta alimentaria, todo aquello que ya su lenguaje no
alcanza a comprender, dado que está inmersa en una relación
intensa, una vivencia significativa, donde se le requiere que
diferencie adecuadamente qué clase de mensaje le ha sido
enunciado, debiendo expresarse de forma coherente. A la vez se
produjo un entrampamiento en un escenario en el cual otras personas
intervinientes en la relación, formularon dos órdenes
de mensajes y uno de ellos negó al otro: “hacele caso a
los mayores”, “debés obedecer
a los adultos”, “te hago esto porque te quiero”. En
simultaneidad, se produce en la víctima un entrampamiento en
el cual otras personas que intervienen en la relación generan
un juego de negaciones.
El producto de esta interacción ocasiona la imposibilidad de
responder creando una cristalización de la relación y
la consecuente inmovilización impidiendo metacomunicar. En
este mecanismo, el individuo está inmerso en una relación
intensa -como de hecho es la relación madre-hijo-, una
relación en la que siente que es vitalmente significativa y
donde se requiere que diferencie adecuadamente qué clase de
mensaje se le está enunciando para que logre responder de
manera coherente.
Es decir en la revelación tardía las niñas
recibieron mensajes del tipo: “como no lo dijiste antes”,
“¿y ahora después de diez años lo vas a
contar?”, “vos con el mismo cuento, igual que tu
hermana”, “¿te gustaba que no lo dijiste en su
momento?”, “vos no querés que yo sea feliz con mi
marido, por eso decís esto”. Entonces después de
haber recibido por parte del abusador una experiencia repetida, a
modo de patrón de interacción recurrente y un mandato
primario negativo, habitualmente en forma de orden o amenaza; se
presentaron los últimos dichos a modo de mandato secundario
que entró en conflicto con el primero, expresado en niveles de
mayor abstracción. Concluyendo con la presencia de diversas
modalidades de prohibición de escapar del campo, ya que
parecen cumplirse las alocuciones del perpetrador.
Cuando esta modalidad comunicacional se perpetúo a lo largo
del tiempo, este conjunto dejó de ser necesario como tal, ya
que se ha asimilado a adoptar el universo según esquemas de
Doble Vínculo, el sumergimiento más profundo del
hechizo, en términos equivalentes a la última etapa del
Síndrome de Acomodación: la retractación.
Entonces surgieron en los relatos expresiones como: “cuando
dije que era todo mentira me creyeron”, “preferí
decir que mis tíos no habían hecho nada y todo se
arregló hasta que nació el bebé y me trataron de
promiscua a los once años”.
En la mayor parte de las narrativas estos
acontecimientos abusivos cohabitaron en una configuración
establecida en el tiempo, así como sucesos que se organizaron
en una secuencia prolongada. Su patrón de ocurrencia delimitó
el contexto de deuteroaprendizaje que conllevó a vivencias de
desamparo.
Algunas
conclusiones
El tipo de contexto en el que el individuo aprende a aprender, se
encuentra dañado ante la presencia de episodios abusivos
infantiles que traen como consecuencia un bloqueo de la capacidad
comunicativa, del reconocimiento de las señales
identificadoras de mensajes, que se trasladan en
sobreinterpretaciones rígidas y vivencias de aislamiento.
Estos modelos de
constructos familiares consiguen ser válidos para entender la
mecánica que subyace a patrones de interacción rígidos
y simétricos que dominan las relaciones paterno filiales en el
caso del abuso sexual (Linares, 2002).
Jaen Rincón y Garrido Fernández
(2009)
plantean que las víctimas llegan al tratamiento con
vulnerabilidad y necesidad de consuelo y reparación. Por lo
tanto debe brindarse a la paciente una modalidad metacomunicacional y
de deuteroaprendizaje saludables. El sentido más amplio del
esbozo de la hipótesis del Doble Vínculo, desarrollado
hace más de sesenta años, fue observado en esta
investigación en las víctimas de episodios abusivos a
través de mecanismos de descalificaciones y desconfirmaciones.
La repetición de estos dispositivos comunicacionales deja a la
entonces niña en un difícil contexto. Ante el estupor y
la incertidumbre de la pequeña se sostiene el perpetrador en
el mantenimiento de su propia circunstancia. A partir de esta
perspectiva circular la problemática aqueja a la relación
entera, armoniza el centramiento en este tipo de patrón de
relación, dándole forma a una comunicación y el
aprendizaje netamente asimilativo, sin contingencia de analizar los
aspectos metacomunicacionales y cristalizándose la visión
del deuteroaprendizaje.
Los cinco estadios del Síndrome de Acomodación al Abuso
Sexual Infantil, es decir el secreto, el desamparo, el entrampamiento
y la acomodación, la revelación tardía y no
convincente y la retractación se transcurren bajo los efectos
del hechizo. En este seudoequilibrio familiar la niña parece
portar las responsabilidades de la homeostasis familiar y del sostén
del sistema que tenderá a autoperpetuarse, a partir de ello e
incluso aunque deba retractarse su modalidad de deuteroaprendizaje
permanecerá rigidizada.
En el Doble Vínculo, dado que el abusador no muestra duda
alguna sobre su conducta, es el niño el que siente culpa,
vergüenza y temor por el ataque a su integridad. El proceso de
codificación trae consigo retractaciones, revelaciones
tardías, silencio y contradicciones. Las operaciones de la
sistematización parecen ser el secreto, la responsabilidad
adjudicada al niño, la fatalidad y la vergüenza. El
hechizo, la permanencia en el Síndrome de Acomodación
al Abuso Sexual Infantil y las alocuciones del abusador constituyen
el Doble Vínculo a modo de descalificaciones y
desconfirmaciones que exhiben consecuencias sobre los estados de
conciencia, el crecimiento y el desarrollo.
El cese del abuso sexual infantil no representa el cese del hechizo
ni del Doble vínculo. Si la familia respalda al abusador,
marginando a la víctima, la vuelve a victimizar, provocando
ello una reedición doble vincular del hechizo. Es necesario
contar con ayuda especializada para la concluir con el hechizo. El
tratamiento psicoterapéutico otorga la salida del Doble
Vínculo presentando la ruptura de la modalidad comunicacional
que se ha perpetuado a lo largo del tiempo y la posibilidad de
concebir el universo según esquemas de comunicacionales y de
deuteroaprendizaje saludables.
Referencias
Bateson, G.,
Jackson, D. D., Haley, J., y Weakland, J. (1956). Toward a theory of
schizophrenia. Behavioral
science, 1,
4,
251-264.
Bateson, G.
(1969). Comment on The study of language and communication across
species, en Searles, H. B. Current
Anthropology, 10
(2), 215.
Bateson, G. (1979). Espíritu
y naturaleza. Buenos
Aires: Amorrortu.
Bateson, G. y Ruesch, J.
(1984). Comunicación:
La matriz social de la psiquiatría. Barcelona:
Paidós.
Buber, M. (1998). Yo
y tú.
Madrid:
Caparrós.
Brown, L., Dunn, S., Russell, J. y
Thornton, C. (1999) La disociación, el abuso y los trastornos
en la conducta alimentaria: Evidencia de una población
Australiana. Australian & New Zealand
Journal of Psychiatry, 33 (4), 521-528.
Cannon, W, B. (1932). The
wisdom of the body. Nueva
York: Norton.
Ceberio, M. R.,
y Watzlawick, P. (1998). La
construcción del universo: Conceptos introductorios y
reflexiones sobre epistemología, constructivismo y pensamiento
sistémico.
Barcelona:
Herder.
Ceberio M.R. y
col. (2017). Pacientes
que rechazo.
Investigación en curso. LINCS. Buenos Aires. Universidad de
Flores y Escuela Sistémica Argentina.
Claes, L. y Vandereycken, W. (2007). ¿Existe una Conexión
entre las Experiencias Traumáticas y los Comportamientos
Autodestructivos en Pacientes con Trastornos en la Conducta
Alimentaria? Eating Disorders, 15 (4),
305-315.
Coovert, D.L., Kinder, B.N. y Thompson, J.K.
(1989). The psychosexual aspects of anorexia nervosa and bulimia
nervosa: a review of the literature. Clinical Psychology
Review, 9, 169-180.
Edgardh, K. y Ormstad, K. (2000). La prevalencia y las
características del abuso sexual sobre una muestra a nivel
nacional realizada en Suecia a adolescentes de 17 años de
ambos sexos. Acta Pediátrica, 89 (3),
310-319.
Fernández, A. (1987). La
Inteligencia atrapada: abordaje psicopedagógico clínico
del niño y su familia.
Buenos Aires: Nueva Visión.
Garfinkel, P., Kennedy S. y Kaplan A. (1995). Views
on classification of the eating disorders. Can
J Psychiatry, 40, 485-496.
Goldfarb, L. A. (1987). El Antecedente de Abuso Sexual en la Anorexia
Nerviosa, la Bulimia y la Ingesta Compulsiva: Presentación de
Tres Casos. International Journal of Eating
Disorders, 6 (5), 675-680.
Haley, J. (1963). Strategies
of Psychoterapy. New York: Grune and
Strallon.
Jackson, D. D.
A. (1968). Therapy,
communication, and change.
Palo
Alto, CA: Science & Behavior Books.
Jaen Rincón, P. y Garrido Fernández, M. (2009).
Psicoterapia familiar en casos de abuso sexual: la utilización
de las emociones como recurso para el restablecimiento de límites
en los trastornos de la conducta antisocial. Apuntes de Psicología
del Colegio Oficial de Psicología de Andalucía
Occidental, 27 (2), 321-338.
Kern, J. M. y Hastings, T. (1995) Los entornos familiares
diferenciales de las bulímicas y de las víctimas de
abuso sexual infantil: Orientado al Logro. Journal of Clinical
Psychology, 51 (4), 499-506.
Leonard, S., Kao, A. y Steiger, H. (2003)
El Abuso en la Edad Infantil y en la Adulta en Mujeres Bulímicas
y No Bulímicas: Las prevalencias y los Correlatos
Psicológicos. International
Journal of Eating Disorders, 33 (4),
397-405.
Linares, J.
L. (2002). Del
abuso y otros desmanes: el maltrato familiar, entre la terapia y el
control.
Barcelona: Paidós.
Losada, A. V. (2008). Trastornos de la conducta alimentaria.
Panzitta, M. T. (Comp.). Buenos Aires: Editorial KRISTAL Editorial y
Librería S.L.
Losada, A. V. (2009). Nuevos aportes al abuso sexual infantil.
Buenos Aires: Ricardo Vergara Ediciones.
Losada, A. V. (2011). Abuso sexual infantil y patologías
alimentarias. Tesis de Doctorado, Universidad Católica
Argentina, Facultad de Psicología y Psicopedagogía.
Losada, A. V. (2013). Abuso Sexual y Patologías
Alimentarias. Proceso y resultados en la relación del
Síndrome de Acomodación al Abuso Sexual
Infantil y los Trastornos Alimentarios. Editorial
Académica Española.
Lucerga Pérez, M. J. (2003).
Gregory Bateson: lectura en clave semiótica de una aventura
epistemológica del siglo XX. Revista
Electrónica de Estudios Filológicos,
5.
Madanes, C. (1993). Sexo, amor y violencia. Buenos Aires:
Paidós.
Marmo, J. y Losada, A. (2013). Herramientas de Evaluación
en Trastornos de la Conducta Alimentaria. Madrid: Editorial
Académica Española.
Marrufo
Corrales, S (2004). La conducta de los adultos como factor de
influencia en el desarrollo emocional del niño. Recuperado de
http://www.psicologasanrymarrufo.com
/Documentos/Laprevenciondelabusosexualinfantil.pdf.
Moyer, D. M. y Di Pietro, L. (1997) El abuso sexual infantil y los
precursores de atracones en la población adolescente femenina.
International Journal of Eating Disorders, 21
(1),
23-30.
Palmer, R. L. y Oppenheimer, R. (1992) Experiencia Sexual Infantil
con Adultos: Estudio Comparativo entre Mujeres con Trastornos en la
Conducta Alimentaria y Mujeres con Otros Diagnósticos.
International Journal of Eating Disorders, 12 (4),
359-364.
Pereda
Beltran, N. (2009). Consecuencias psicológicas iniciales del
abuso sexual infantil. Papeles
del psicólogo: revista del Colegio Oficial de Psicólogos,
30 (2),
135-144.
Perkins Jr., C. (2008) El abuso sexual infantil es un factor de
riesgo para el desarrollo de la bulimia nerviosa en jóvenes
adultos. Primary Psychiatry, 15 (6), 21-21.
Perrone, R. y Nannini, M. (1997). Violencia y abusos sexuales en
la familia. Un abordaje sistémico y comunicacional. Buenos
Aires: Paidós.
Piaget, J. (1969). El
nacimiento de la inteligencia en el niño. Madrid:
Aguilar.
Piaget, J. (1989).
La construcción de lo real en el niño.
Barcelona: Crítica.
Piovani, J. (2007). Otras formas de análisis.
En Marradi, Archenti y Piovani (Ed.), Metodología
de las Ciencias Sociales. Buenos
Aires: Emecé.
Pope Jr., H. G. y Hudson, J. (1996). La
recuperación de la memoria: terapia para los trastornos en la
conducta alimentaria: Implicaciones del veredicto Ramona.
International Journal of Eating Disorders, 19 (2),
139-145.
Romans, S. E., Gendall, K. A., Martin, J. L. y Mullen, P. E. (2001)
El Abuso Sexual Infantil y el Posterior Trastorno en la Conducta
Alimentaria: Estudio Epidemiológico de Nueva Zelanda.
International Journal Of. Eating Disorders,
29 (4), 380-392.
Sluzki,
C. y Ransom.
D.C. (1976). Double
Bind. The Foundation of the Communicational Approach to the Family.
New York: Grunne & Stratton.
Schmidt, U., Humfress, H. y Treasure, J. (1997).
El rol del entorno familiar general y el abuso sexual y el
maltrato físico en los orígenes de los trastornos en la
conducta alimentaria. European Eating Disorders
Review, 5 (3), 184-207.
Smolak, L., Levine, M. P. y Sullins, E. (1990)
¿Las Experiencias Sexuales Infantiles están
Relacionadas con los Trastornos en la Conducta Alimentaria? Estudio
realizado en una muestra de estudiantes de nivel universitario.
International Journal Of. Eating Disorders,
9 (2), 167-178.
Solano
Valencia, I. I. (2013). Investigación Evaluativa Programa
Clubes Juveniles Fundación De Apoyo Social. Recuperado
de http://hdl.handle.net/123456789/9450.
Spencer Brown,
J. (1973). Laws
of the form.
Nueva York: Bantam
Books.
Summit, R. (1983). The child sexual abuse
acomodation syndrome. Child abuse &
Neglet, 7, 177-193.
Tobin, D. L., Elin, M. R. y Molteni, A. L. (1995). Trauma Inicial,
Disociación y Posterior Aparición de los Trastornos en
la conducta alimentaria. International Journal
of Eating Disorders, 17 (3), 305-308.
Turnbull, S. J., Treasure, J. L. y Troop, N. A.
(1997). La prevalencia de los trastornos por estrés
postraumático y su relación con la adversidad infantil
en sujetos con trastornos en la conducta alimentaria. European
Eating Disorders Review, 5 (4), 270-277.
Watzlawick, P. (1986). El
arte de amargarse la vida.
Barcelona:
Herder.
Watzlawick, P., Beavin, J. y Jackson, D. (1981).
Teoría de la comunicación
humana. Interacciones, patologías y paradojas.
Barcelona: Herder.
Wonderlich, S. A. y Crosby, R. (2001). Los Mecanismos que Intervienen
en el Abuso Sexual y los Trastornos en la Conducta Alimentaria en los
Niños. International Journal of Eating
Disorders, 29 (3), 270-279.
Wonderlich, S. A., Harris, T. R., Wilsnack, R. W. y Wilsnack, S. C.
(1996) El Abuso Sexual Infantil y el Comportamiento Bulímico
en una Muestra Representativa a nivel Nacional. American
Journal of Public Health, 86 (8),
1082-1086.